Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

₊˚✧ 𓏲🩸 ٬٬ 03: The Swamp

Felix esperaba la noche como era costumbre para él desde que los encuentros con Minho se volvieron recurrentes. Sus padres no estaban en casa debido a una reunión, el que se podía designar como líder del pueblo, gracias a su riqueza y poder, los había llamado a todos para discutir lo que él designaba como un «asunto de vital importancia»

Pero él se había quedado en casa, no le gustaban esas reuniones aburridas, siempre hablaban sobre el aumento de impuesto, nuevos puestos vacantes, algún ladrón que deberían enjuiciar o si existía alguna dificultad con la importación y/o exportación del poblado. Como le consideraban un joven centrado y responsable, le permitieron quedarse en casa no sin antes recordarle que mantuviera su buen comportamiento en lo que ellos se ausentaban para acudir a la llamada.

Debido a esto, Felix no debía actuar con extremo sigilo, al menos no para irse. Estaba sentado en el patio de la cabaña, luego de cerrar la puerta trasera con llave. Su espalda apoyada contra la madera apilada destinada a las chimeneas, pelaba y comía una mandarina mientras esperaba que el sol desapareciera del firmamento, no quería verlo más, no mientras Minho se refugiase en la oscuridad y bajo la tenue luz de la luna.

Se quedaba dormido por la espera, hecho un ovillo en el corto césped. Se sentía un poco cansado, lo atribuyó al viaje de entrega pero se dijo a sí mismo que no debía dormirse porque vería a Minho esa noche. Se dio pequeños golpes en las mejillas con la esperanza de mantenerse despierto un rato más. El cielo estaba oscuro, las estrellas brillaban ¿es que Minho lo había olvidado? No, imposible. Quizá algún inconveniente lo retrasó, tuvo algo que hacer y por eso no pudo asistir. Era una teoría mucho más verosímil. Felix no tenía una educación muy diestra pero sí podía saber que por la forma en la que Minho lo miraba; no se olvidaría de él. Aún no sabría definir si se trataba de un hecho positivo o negativo.

Escuchó el aullar de los lobos en la lejanía mientras él miraba la oscuridad del bosque con anhelo. Sus pupilas dilatadas, brillantes, esperando por ver a Minho. Acercó las rodillas a su cuerpo, abrazándose, apoyó la barbilla en las mismas y reanudó su espera, esta vez tarareando una canción de cuna que su madre le cantaba hacia muchos años atrás.

Justo cuando empezaba a perder la esperanza, sintió algo que voló muy rápido por su lado. Se levantó de su lugar, con una amplia sonrisa, mirando entre los arbustos que crecían cercanos a su vivienda. Pasó tan rápido que no podía saber si se trataba de Minho, de un murciélago común y corriente o de algún pichón desorientado en sus primeros intentos de vuelo.

—¿Minho? —murmuró acercándose. A menos de un metro del arbusto se detuvo, se arrodilló mirando atentamente la vegetación, esperando algún indicio.

Lentamente, un murciélago salió del arbusto con pasos lentos y cuidadosos, podía haberse confundido con otro de su especie totalmente corriente pero Felix pudo ver la profundidad, la inteligencia en sus pequeños ojos. El animal miró a los lados, buscando alguna señal de amenaza pero no fue así. Desplegó las alas y se perdió nuevamente en la oscuridad del bosque, donde Felix lo vio desaparecer entre los árboles.

Se levantó lleno de gozo, limpió la tierra de sus piernas y tomó la lámpara de aceite antes de desaparecer en la oscuridad del bosque. No debía ser tan cuidadoso como en otras ocasiones, esa noche podía darse por sentado que nadie lo vería irse. Anduvo con pasos prudentes, para no caer con las raíces, pisar fruta podrida o algún animal peligroso. Cada vez se hundía más en la espesura del bosque, ya no veía su pueblo si miraba hacia atrás, no importaba a dónde mirase, solo podía ver una amplia cortina de oscuridad que solo se rompía por el brillo de la luna y el resplandor amarillento de las llamas de su lámpara de aceite. La brisa fresca le secaba el sudor en la frente, provocando un estremecimiento por la sensación.

Se detuvo, miró a los lados. Temió haberse perdido, la ansiedad lo invadió por un segundo pero al levantar la lámpara pudo divisar la figura de Minho sentado en la alta rama de siempre, mirándolo en silencio. Entonces Felix se acercó manteniendo la luz en alto para poder verle al rostro.

—¿Por qué tardaste tanto? —preguntó el humano desde su posición, dejando salir un corto suspiro.

—Veía y oía muy pocas personas cerca, es irregular. Creí que sucedió algo fuera de lo común —confesó, cruzándose de brazos con uno de los hombros apoyado en el gran tronco.

—Oh, sí. Los mandaron a llamar a la plaza principal, dicen que es algo muy importante —se encogió de hombros, el asunto no le importaba, luego dejó la lámpara en el suelo.

—Solo les dirán mentiras —espetó con desdén, Felix casi podía palpar el disgusto en su voz—. No debes creer lo que van a decirte de mí, Felix. Esas personas que llegaron, usarán el miedo de los humanos a todo lo diferente para ponerse en la cima del poder pero no les importan verdaderamente, harán cosas terribles. Hazme caso, mantente alejado o también te harán daño a ti.

—¿Hablas del hombre que habla de Jesús y Cristo? —indagó el más pequeño, sin molestarse en ocultar su intriga pero casi se arrepintió de la pregunta por la mirada que le dio Minho.

—Jesucristo, es uno solo. Y sí. —respondió, llevando la mirada hacia adelante—. No sé si realmente existió, no llevo tanto tiempo vivo, pero si algo puedo asegurar es que esas personas no usan las escrituras para el bien. Obran mal, hacen daño pero se respaldan con promesas vacías.

Felix seguía sin entender casi nada. No conocía el tema de conversación, mas si antes le pareció que el hombre que hablaba de «Jesús y Cristo» era un loco, ahora tomó tonalidades dementes, crueles. Minho avanzó a Felix a una velocidad imposible para un humano, de frente a él le tomó de los hombros acercando su pálido rostro al ajeno.

—No puedes contarle a nadie de mí, ni debes escuchar sus palabras ¿entiendes? No soy lo que ellos creen, no soy así —Minho lo sujetaba con fuerza casi dolorosa por los hombros, Felix lo observó perplejo pero asintió repetidas veces.

Minho respiró hondo, liberándolo de su agarre. Lo miró en silencio, seguido ciñó los brazos al rededor de su cintura. El vampiro podía sentir la calidez que manaba del cuerpo ajeno, oía su respiración como la más sublime de las melodías; pero el humano percibía algo completamente diferente porque Minho era frío como un cadáver, a duras penas sentía algo de calidez, muy ocasionalmente. Era suave, pero duro a la misma vez, si pegaba la oreja a su pecho no había nada que escuchar pero el dulce aroma que despedía terminaba por embriagarlo, podría pasar días embelesado por su fragancia.

—Ven.

El mayor finalmente rompió el silencio en el que solo se escuchaban los sonidos del bosque en su vida nocturna. Tomó la mano de Minho estrelazándola con la suya para emprender su camino. Dejaron atrás la luz que provenía de la lámpara. Felix se apegó más al cuerpo del mayor, evitando caer o golpearse el rostro con alguna rama baja. Caminar a ciegas le hacía sentir ansioso a pesar de que con Minho cuidándolo, nada podría pasarle.

—¿A dónde vamos? —quiso saber tras lo que parecieron horas de caminata pero Minho no dio respuesta.

—Calma, te regresaré a casa antes de que tus padres vuelvan.

Todo lo que vio fue oscuridad, escuchó cigarras, sapos y búhos. Los lobos estaban quietos. «Cazan», pensó Felix mientras caminaba. Hasta que el bosque pareció terminarse, al menos por varios metros dándole paso a una ciénaga pantanosa.

—No se me permite acercarme a estos lugares —advirtió Felix, en lo que sus ojos se ajustaban a la platinada luz que bañaba el sitio.

—¿Por qué?

—Dicen que es peligroso.

—Hay que aprender de las vivencias ajenas —concedió Minho, liberando el agarre para colocarse detrás de Felix, posando las manos en sus hombros—. Pero no se puede vivir a través de ellas.

—¿A qué te refieres con eso?

—Si alguien te dice que un lugar es peligroso... ¿evitarás ese lugar por toda tu vida? ¿sin saber por qué es peligroso? —las manos de Minho subieron hacia su cuello y con los pulgares le acarició la nuca—. Debes tomar precauciones, sí. Pero jamás dejar que las experiencias de otros definan las tuyas. Hay hombres que mueren al tragar su comida ¿eso quiere decir que dejarás de comer y morirás de inanición? No, debes masticar mejor para no atragantarte.

Felix tragó saliva, respiró hondo con las manos de Minho propinando caricias en el mentón y las mejillas. Su tacto se sentía bien, pero le erizaba la piel. Minho lo empujó, un leve toque para hacerlo avanzar hasta que sus pies sintieron la tierra húmeda del pantano.

—Si vives solo lo que otro quiere que vivas; entonces no estás vivo realmente. Serás solo un pequeño títere en una obra que no comprendes.

—Pero solo quieren cuidarme —susurró colocando las manos sobre las de Minho, de repente, sentía algo de miedo y la respiración helada.

—El que te cuida limpiará tus heridas, el que te limita evitará que te lastimes.

—No quiero lastimarme —susurró, percibiendo el húmedo y frío barro entre sus dedos.

—No sabrás de la felicidad hasta que hayas probado la tristeza. No valorarás la riqueza sin que la pobreza te haya amargado. No sabrás lo que es vivir hasta que tomes tus propias decisiones incluso si eliges mal, porque no se aprende sin errores, a veces el dolor es tu mejor maestro. Debes levantarte, y seguir intentando. Si eso es mucho para ti, nunca vivirás, solo sobrevivirás hasta que la muerte venga por ti y lamentarás no perseguir lo que tus propios deseos.

Las manos de Minho se deslizaron más arriba tapándole los ojos. Felix apretó el agarre en las muñecas del vampiro, hundiéndole las uñas en la piel pero no podría romperla.

—Cálmate y escucha —murmuró el vampiro.

El humano se relamió los labios, lleno de ansiedad. El corazón le latía con rapidez, se le quería salir del pecho y alejarse de allí; del temor, de la incertidumbre. ¿Es que Minho le haría daño? No, jamás haría eso. Intentó relajarse, su respiración regresó al ritmo usual y también el acelerado latir de su corazón.

El silencio era total, solo podía escuchar su propio ritmo cardíaco. De no ser porque Minho le sostenía, pensaría que lo abandonó. Fue entonces cuando escuchó; pequeños murmullos, palabras que no entendía, voces agudas, algunas risas y carcajadas.

—¿Qué son? —preguntó lleno de intriga, las ganas de ver le carcomían.

Minho fue retirando sus manos paulatinamente, dejándole caricias en el rostro con la yema de los dedos. Cuando pudo ver, vio pequeñas figuras humanoides que resplandecían como luciérnagas, llenando de vida la ciénaga. Tenían pequeñas alas tornasoladas que brillaban, iban de aquí por allá. En conjunto, en pareja, en grupos, otras solitarias. Reían, jugaban, hablaban en un idioma que no podía entender con voces agudas. Las aguas oscuras de la ciénaga se veían hermosas, reflejaban los colores de aquellas criaturas.

—Hadas... —murmuró para sí mismo, hechizado por la belleza etérea del espectáculo.

—¿Lo ves? Debes tener mucho cuidado y ser cauteloso, pero no debes repudiar algo porque otro te diga que es malo. Vive como tú quieras vivir.

Felix se giró para encararlo, ambos pares de ojos se encontraron por un lapso y el contacto visual finalizó cuando abrazó al vampiro.

—Ya lo hago, de otra manera no estaría aquí contigo.

—Casualmente, me sucede lo mismo.

Felix estuvo a punto de inquirir en sus palabras, Minho lo notó y colocó el índice sobre sus labios, negando con la cabeza.

—Alguna vez te contaré —prometió.

Y Felix solo asintió.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro