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₊˚✧ 𓏲🩸 ٬٬ 00: Prólogo.

En aquél pueblo, todo es exactamente como relataban las ancianas en las frías noches al lado de la fogata. Para conocer la historia del pequeño poblado en medio de densos bosques y montañas donde vivían, los niños y adultos se reunían al rededor del fuego, atentos a las palabras que salían de aquellos viejos y sabios labios.

Se contaba que, allá en una tierra lejana, detrás de las montañas nevadas y en dirección a donde se ocultaba el sol; vivían seres fríos, hermosos y letales. Con voces aterciopeladas que atraían a los viajeros incautos, a las damas rebeldes y a los jovencitos aventureros. Se mostraban amables, encantadores, hasta que la víctima confiaba en ellos, solo entonces atacaban... Su fuerza era mayor a ninguna otra conocida y sus filosos dientes traspasaban la carne para consumir cada rastro de sangre en el cuerpo de la presa, dejándola como un mero cascarón vacío.

Nadie tenía muchas oportunidades para escapar de ellos, ni hacía falta relacionarse y comunicarse con sus víctimas pues podían atacar a una presa desprevenida e indefensa pero al parecer, jugar con la comida se catalogaba como un retorcido placer para esos seres de corazón gélido. Hasta ahora, los habitantes de la locación no conocían ningún tipo de arma o defensa contra estos seres fríos, por lo que lo único que podían hacer para mantenerse a salvo se resumía en resguardarse en sus casas una vez que el sol se escondía. Esas criaturas frías, jamás se atrevieron a atacar personas dentro de sus casas y ellos esperaban que siguiera siendo así, no se atrevían a cuestionar por el miedo que los invadía.

Los relatos de cómo lucían podían variar dependiendo de quiénes los contaban, unos alegaban que lucían exactamente a los humanos solo diferían por el pálido color de su piel y el carmesí de sus cuencas oculares. Otros aseguraban que lucían como bestias horrendas, sedientas de carne y sangre, aunque los cuerpos de las víctimas no presentaban ningún tipo de mutilación, solo un par de agujeros en distintas partes del cuerpo.

—¿Y cómo pueden llegar aquí si viven tan lejos? —preguntó una niña que por el miedo a la historia, se aferraba fuertemente al brazo de su hermano mayor, escondiendo la mitad de su rostro detrás de la extremidad.

—Son muy rápidos, más que un puma —respondió una de las ancianas mientras alimentaba el fuego con leña y paja, provocando que las flamas se alzaran cada vez más alto, danzando y creando sombras espectrales.

Aún la noche no caía completamente pero el frío era un problema debido a la época, por lo que las chimeneas de las casas habían sido encendidas y aquella fogata solo sería apagada cuando la hora segura terminara con la puesta de sol.

En ocasiones, los visitantes, viajeros o mercaderes pensaban que esas historias no eran más que invenciones de los locales para asustar a los niños y mantenerlos en casa durante de las noches. Era entonces cuando encontraban cuerpos que yacían sin vida y sin sangre, en zonas adyacentes al pueblo, ya fuese por el rudimentario camino de tierra o esparcidos en el bosque, con toda la mercancía o pertenencias abandonadas. Los locales advertían del peligro, pero no podían hacer nada si aquellos extranjeros se negaban a obedecer o al menos escuchar sus palabras.

Nadie conocía el origen ni el objetivo de esos seres, solo sabían que llevaban más tiempo allí que ellos y seguramente permanecerían una vez que sus cuerpos se hubiesen corroído, formando parte de la tierra.

Uno de los adolescentes reunidos en la fogata escuchando las historias, respondía al nombre de Felix. Era un chico promedio, no había nada especial en él. Delgado y pelinegro, su tarea era ayudar a sus padres en los campos de recolección de frutas y verduras, cuando creciera estaba seguro de querer convertirse en un sanador pero para eso debía esperar su próximo cumpleaños. Entonces podría dejar los campos para enfocarse en aprender algo más.

No resaltaba entre los demás, pero cuando estaban allí reunidos, él no hacía preguntas ni comentarios, solo se quedaba en silencio mirando como las llamas consumían la madera.

Cuando todo terminó, la fogata fue apagada y todos caminaron a paso rápido a sus casas. Como era de costumbre, Felix fue recibido entre abrazos de sus padres. Su madre sirvió la cena, todos comieron del estofado de ciervo que la mujer había cocinado. No hablaron mucho, solo comentaron que debían llenar las reservas o pasarían hambre en el invierno. Hablaron de las finas sedas que los viajeros habían llevado, del vino dulce que les habían dado a probar y pidieron a los dioses que aquellas personas pudieran encontrar bien el camino a casa.

Una vez que terminaron, su padre picó la leña y alimentó el fuego de la chimenea, su madre amamantó a su pequeña hermana mientras que Felix se encargó de lavar los platos. Cuando todo estuvo listo para dormir, su padre aseguró las puertas de la entrada y salida, Felix se despidió antes de irse a su pequeña habitación. Cerró la puerta con pestillo y se deshizo de las usadas prendas de trabajo para colocarse el camisón blanco con el que dormía.

Ocupó la cama de paja luego de haber apagado el par de velas que mantenían la habitación iluminada. Se cubrió hasta la cabeza con la sábana hecha de retazos de diferentes diseños y cocida a mano que su madre le había regalado hacia pocas semanas. Aún tenía el aroma de ella impregnado, algo que lo relajaba cuando estaba estresado.

Se prometió a sí mismo que no saldría. Esas excursiones nocturnas se habían terminado, lo pensó con tanta convicción que casi se lo creyó realmente. El sentido de aventura estaba allí, encendido en su pecho y comenzaba a quemarle. Con lentitud, se quitó la sábana y miró por la ventana que se le había olvidado cerrar, solo vio la luz de la luna junto a el débil brillo de la chimenea por la ventana de sus vecinos.

«No debo ir, no debo ir.» se repitió una y otra vez, haciéndose un ovillo, llevándose ambas manos a las orejas pero, sin importar cuánto quiso quedarse sordo para no escuchar; los perros aullaron, y su corazón se aceleró, sus pulmones exigieron aire.

Escuchó los pequeños golpes a la madera de las ventanas. Dejó salir todo el aire y abrió los ojos. Allí estaba, justo como temía, justo como anhelaba.

Un murciélago pequeño, que lo miraba atentamente mientras que con sus pequeñas patas propinaba golpes a la madera para llamar su atención, bastante fuertes para tratarse de un animal tan pequeño. Cuando estuvo seguro de que Felix lo había visto, desplegó sus alas y voló al interior del oscuro bosque.

Felix, quien se había prometido que no saldría, pronto se hallaba escabulléndose por la ventana de su habitación. Avanzó gateando hasta el patio, de allí tomó una lámpara de aceite, la encendió y rápidamente se internó en el bosque para que nadie divisara la luz en medio de la oscuridad. Caminó y caminó, sintiendo las ramas secas, hojas y algunos bichos bajo sus pies descalzos.

—¡Minho! —llamó una vez estuvo entre los árboles, lo suficiente lejos para que no pudieran escucharlo en el pueblo. Llamó una segunda vez, alzando la lámpara intentando ver algún movimiento en los árboles.

Esperó, los minutos pasaban como horas para él. El frío comenzaba a calarle los huesos, sentía sus dedos tensarse por la temperatura y su aliento condensando con cada exhalación.

—¡Eh! ¡Guarda silencio, queremos dormir por aquí! —le respondió una voz profunda pero tan suave y perfecta que creyó era el sonido más hermoso y placentero que escucharía en su vida.

Se giró hacia la voz con la lámpara en alto, a pesar de la poca luz, podía ver con claridad a su acompañante. Arriba de un árbol, sentado en una rama y apoyando el hombro en el tronco. Felix pensó que estaba tan impecable como siempre, porque Minho siempre llevaba prendas de costosa fabricación y material, lisas, sin ningún rastro de suciedad. Su piel pálida lucía como porcelana, ojos carmesí que refulgían como un par de rubíes y labios rosa pálido curvándose en una sonrisa. Felix pensaba que él debía ser inmortalizado en pinturas y estatuas, era tan hermoso que en ocasiones se preguntaba si era real y no un sueño.

Minho poseía la apariencia de un joven de no más de unos veintitantos años, pero Felix sabía que su edad era una cifra mucho mayor a esa.

Se habían conocido varios años atrás cuando Felix no era más que un infante que se internó en el bosque siguiendo un cachorro. Sus padres, los pueblerinos, pasaron horas buscando al niño pero no lograron encontrarlo antes de que cayera la noche. Minho fue el primero en hallar al sollozante infante entre unos arbustos. Estuvo a punto de consumir su sangre pero al verlo a los ojos; algo en el despertó. En lugar de asesinarlo como se esperaría de un ser con su naturaleza, lo calmó y lo guió a casa.

Todos en el pueblo creyeron que se trataba de un milagro, pero Felix vio la figura esbelta, pálida y perfecta desapareciendo entre los árboles mientras recibía besos y caricias de sus atormentados padres. Por años creyó que solo se trató a un sueño, pero a sus catorce años recibió la visita de aquella criatura y supo que no había soñado con esos ojos rojos.

Al principio, solo era miedo y terror mientras que Minho aparecía en su habitación. Nunca decía nada, nunca hacía nada, tan solo lo miraba como si fuese lo más interesante en el mundo. El adolescente nunca pudo descifrar su mirada, solo se fue acostumbrando a ella. Felix siempre creyó que en algún momento lo mataría, como decían aquellas historias pero... Minho nunca le hizo daño. Las noches se convirtieron en un martirio porque sabía que su acompañante volvería pero a pesar de ello, no le dijo una palabra a nadie por temor a desatar su ira y terminar asesinado.

—¿Quién eres? —le preguntó una noche, con el miedo grabado en su expresión e impregnando su voz.

—Minho —Le respondió, ni una palabra más. El silencio sepulcral volvió a ser como el habitual.

Las visitas de Minho, día tras día, se hicieron algo cotidiano para él. El eco de las historias terroríficas se perdía en su mente ¿estaba conociendo una nueva versión de las historias? Fuese como fuese, estaba tan acostumbrado que Felix podía quedarse dormido mientras Minho lo miraba en medio de la penumbra, solo con el brillo de la luna como única luz.

Un día, Minho llegó más tarde de lo usual. Felix se encontró a sí mismo abriendo los ojos cada tanto, buscándolo con la mirada hasta que apareció. Cuando lo hizo, había una mano impresa en sangre a la altura de su cuello y un fino hilo del mismo líquido corría por su comisura.

—¿Por qué tardaste tanto? —le preguntó, aferrándose a las sábanas. Nuevamente sentía temor.

—También debo alimentarme —respondió, limpiándose la comisura.

—¿Por qué nunca me has hecho daño a mí?

Minho no respondió. Únicamente se le quedó mirando como de costumbre y Felix se quedó dormido.

Dos meses antes de su nuevo encuentro, Felix contrajo una extraña enfermedad que acabó con la vida de varias personas. La fiebre consumía sus fuerzas, al punto de no poderse sostener sobre sus piernas. Creyó que su suerte sería la misma.

Minho no lo había visitado en un par de semanas, eso lo hizo sentir peor. Cuando volvió, Minho vertió un líquido viscoso y dulce en su garganta, al día siguiente, la fiebre había disminuido. Tras esa oportunidad, Minho lo guió fuera de la casa, llevándolo al bosque y haciéndolo ver las maravillas de un mundo oculto para los temerosos ojos del hombre.

—Te enseñaré algo lindo hoy —le dijo Minho, mostrándole una sonrisa que a su vez, enseñó el par de afilados incisivos en su perfecta dentadura.

Felix asintió, emocionado por la nueva maravilla que sus ojos verían. En el último encuentro, Minho le había mostrado mariposas de gran tamaño con colores brillantes y fluorescentes en lo más profundo de una cueva escondida tras la vegetación.

Minho bajó con extrema habilidad, tan grácil que el crujido de las ramas bajo sus pies fue mínimo. Miraba con curiosidad al joven que parecía perdido en sus pensamientos.

El mayor se adelantó y caminó entre la penumbra con ojos habituados a la oscuridad. Felix caminó detrás de él, con la lámpara en su mano y cuidando no tropezar con las raíces de los árboles.

he vuelto aquí con una nueva adaptación, al principio tenía la intensión de publicarla el día de mi cumpleaños peeeero hubieron algunos contratiempos y no pude hacerlo, sim embargo aquí está hsbgdv

nuevamente le agradezco a OneiricSV por haberme permitido adaptar otra de sus historias <3

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