Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

capítulo trece ;; selección masculina


El regreso de Helene a Alemania fue apresurado, casi sin tiempo para procesar su experiencia en Brasil. El viaje de vuelta le dejó una sensación extraña, como si hubiera abandonado algo a medio hacer. Pero no se lamentó demasiado; al final, tenía claro su objetivo. 

Y en su casa la mirada confusa de Karl al verla alistarse se hizo presente, más cuando Helene soltó su "ya estoy lista" a su padre.

Karl y ella intercambiaron miradas, mientras la de Karl reflejaba confusión absoluta, la de Helene mostraba una gran tranquilidad.

—¿Qué hacés? —le cuestionó Karl—. Las pruebas de tu torneo son hasta dentro de cuatro años.

—Yo ya no iré a torneos femeninos —soltó ella de golpe—. Estaré contigo, hermano.

El rubio no pudo evitar sorprenderse, habría creído todo menos eso, aunque irónicamente fuese lo más coherente.

—Ir a Brasil si te sirvió, Hel —él se acercó a ella solo para quitarle su gorra—. ¿Pelearas conmigo por la capitanía?

Helene arrugó la nariz cuando Karl le quitó la gorra, pero no intentó recuperarla. En su lugar, le dedicó una sonrisa confiada, de esas que siempre usaba cuando estaba segura de que tenía razón. 

—¿Y si lo hago? —respondió, inclinando la cabeza con fingida inocencia—. ¿Qué harías al respecto, capitán

Karl suspiró, pero su expresión no mostraba molestia, sino algo parecido a la resignación. Sabía cómo era su hermana, y aunque le gustara molestarlo con su actitud egocéntrica, al final, él era el que mejor la conocía. 

—Si te postulas, tendrás que demostrar que lo mereces —dijo con calma, girando la gorra en sus manos antes de ponérsela él mismo—. Aunque dudo que alguien vote por ti con esa mentalidad de estrella. 

—¿Y si lo hago? —repitió ella con más desafío—. No me subestimes, Karl. 

Él dejó escapar una leve risa.

—No te subestimo, Hel. Pero el fútbol no es solo talento, también es liderazgo. Y ahí, querida hermana, me llevas años de desventaja. 

Helene chasqueó la lengua, fingiendo desinterés, pero Karl vio la forma en que su ceja tembló apenas un poco. Sabía que su hermana odiaba que le dijeran que alguien era mejor que ella, y más aún cuando era él quien lo decía. 

—No te preocupes, vas a aprender —añadió Karl, dándole una palmadita en la cabeza como si fuera una niña—. Tal vez en unos años estés lista para desafiarme en serio. 

Helene lo fulminó con la mirada, apartándose bruscamente. 

—Da igual, al cabo que ni quería esa banda —ella se cruzó de brazos y miro a su padre, quién los observaba desde la puerta principal—. Papá me dijo que me daría tu número once.

Karl arqueó una ceja y soltó una leve risa, esa que siempre usaba cuando encontraba divertida la terquedad de su hermana. 

—No funciona así, Hel. Y el once es mío, quédate con otro, si quieres.

Helene bufó, cruzando los brazos con exagerada indignación.

—Ninguno tiene el mismo valor... —ella se detuvo, su mente repaso un poco algunos jugadores que conocía que llevaban ese número, hasta que se detuvo en una sola jugadora—. La rubia de Países Bajos, ¿qué número lleva?

—El doce.

—Margus se ha quedado sin número entonces.

Karl negó con la cabeza, conteniendo una sonrisa. 

—No puedes simplemente decidir eso, Hel. Margus lleva el doce desde hace años. 

Helene se encogió de hombros, como si el problema no fuera suyo. 

—Entonces que se consiga otro número. No es mi culpa que yo lo quiera más.

Karl la miró fijamente por un segundo, tratando de descifrar si hablaba en serio o solo lo hacía para molestarlo. Pero conociéndola, seguramente era ambas cosas. 

Eres increíblemente egocéntrica —dijo al final, cruzándose de brazos. 

—Gracias —respondió ella con una sonrisa satisfecha, como si hubiera recibido un cumplido en lugar de una crítica—. Sé que la humildad no es mi fuerte, pero tampoco lo necesito. 

🇩🇪

El primer entrenamiento fue fácil, hacían cosas muy simples considerando que era para seleccionar a sus representantes. Al menos eso pensaba Helene.

Ella pateaba el balón con delicadeza asegurándose de no tocar o tirar algún cono, aunque no podía evitar hacerlo, de una u otra forma en balón terminaba chocando con el cono -sin la suficiente forma para tirarlo-, y el señor que se encargaba de vigilarlos hacia sus anotaciones.

Otro de los ejercicios que realizaban era dividido en varios grupos, hacían un círculo y luego entre ellos se daban pases cruzados. Eso si podía hacerlo ella a la perfección, quizá solo impulsaba más el balón pero eran temas superficiales.

Y por último los ponían a correr en grupo, que era de lo más fácil.

Pero Helene se equivocó al pensar que todos los días sería igual, pronto las pruebas duras empezaron, las palabras llenas de veneno empezaron a llegar hacia la mayoría de jugadores y con ella varios empezaban a retirarse, incluso más chicas que habían intentado entrar. Hombres quedaban muchos, mujeres solo Helene.

El ambiente en los entrenamientos se volvió cada vez más pesado. La presión aumentaba con cada jornada, y Helene notaba cómo las pruebas no solo eran físicas, sino también psicológicas. Las burlas y comentarios malintencionados no tardaron en llegar, disfrazados de bromas o de críticas "constructivas". Pero ella estaba acostumbrada a ese tipo de desafíos.

—¿Sigues aquí, kaiserin? —le preguntó uno de los entrenadores con una sonrisa irónica al notar que la mayoría de las chicas ya habían abandonado el intento.

Ella se limitó a sonreír y continuó amarrándose los cordones de sus botines.

—¿A dónde más iría, diener? —respondió sin levantar la vista.

Él hombre frunció el ceño y con molestia le alzó la voz e incluso empezó a ordenarle que hiciera cosas muy diferentes a las que ese día hacían.

A la rubia solo le quedó hacer una cosa...

—¡Papá! ¡Este señor me está diciendo cosas! —grito. Y por supuesto Rudi-Frank de inmediato fue hasta donde ella estaba.

Karl la observaba de lejos. Sabía que su hermana era fuerte, pero esto era un nivel completamente nuevo. Si bien ella nunca había sido del tipo que se dejaba intimidar, tampoco había estado en un ambiente donde fuera la única mujer.

El siguiente reto consistía en partidos de práctica. Helene fue colocada en un equipo donde no conocía a nadie, pues Karl, Kaltz, Margus, Schester y Müller por azares del destino les tocó en el mismo equipo, en cambio con ella la mayoría de los jugadores no se molestaban en pasarle el balón. No la querían ahí, y era obvio. Sin embargo, Helene no se dejó vencer. Aprovechó cada mínimo error del equipo contrario para intervenir, se adelantaba a los pases, se metía en los espacios correctos y, aunque le costaba más recibir un balón, cuando lo hacía, lo aprovechaba.

—No necesitamos a una princesa en el campo —dijo uno de sus compañeros después de que Helene interceptara un pase que no iba dirigido a ella.

—¿Y entonces qué haces tú aquí? —replicó Helene con una sonrisa cínica antes de seguir corriendo con el balón.

La reacción del resto del equipo fue una mezcla entre risas contenidas y miradas incómodas. Karl, quien jugaba en el equipo contrario, negó con la cabeza con una ligera sonrisa. Sin embargo, en el momento en que Helene y él tuvieron su enfrentamiento directo en la cancha, Karl no tuvo problemas en quitarle el balón con facilidad, dejándole claro que todavía tenía mucho por mejorar.

El entrenador -que en este caso era el padre de los dos Schneider- observó el intercambio con interés. Sabía que la resistencia de Helene no se limitaría solo a lo físico, sino también a demostrar que tenía el carácter y mentalidad suficiente para estar en el equipo. Pero lo que más le llamaba la atención era la expresión en el rostro de Karl. No era la mirada de alguien que pensara que su hermana estaba equivocada. Era la mirada de alguien que, aunque no lo dijera en voz alta, empezaba a admitir que tal vez, solo tal vez, Helene tenía una oportunidad real.

Su juego no era perfecto, pero tenía algo que muchos no: determinación.

Y entonces, en una de las prácticas finales antes de la selección oficial, el entrenador los reunió en el centro del campo.

—Han sido semanas difíciles —comenzó, cruzándose de brazos—. Muchos se han quedado atrás, pero los que siguen aquí han demostrado que tienen lo necesario. Mañana se anunciará la lista final. Descansen, porque será su última prueba.

Mientras Karl y su padre se iban juntos ella se quedó allí, recogiendo sus cosas y dispuesta a hablar con sus amigos: Kaltz, Margus y Schester.

—Te has ganado un lugar aquí, Hely —le dijo Kaltz esbozando una sonrisa.

—Eso ya lo sabía —respondió con confianza.

—Pero mañana tendrás que demostrarlo de verdad —añadio Margus.

En él Helene centro su mirada, cosa que hizo que sus otros dos acompañantes también vieran al alemán provocando cierto nerviosismo en él.

—¿Qué pasa?

—El doce es mío, Margus.

Él arqueo una ceja confundido y solo asintió, después de todo el ya sabía que número usar y ese no era el doce.

—Estas dando por sentado que te seleccionarán, Hely —le dijo Schester, logrando que Helene se encogiera de hombros con una sonrisa—. ¿Por qué quieres el doce?

—¿Quién más usa el doce? —inquirió ella mientras le sonreía, pero era una sonrisa de esas que intentaba provocar algo más y Schester lo notó.

Él sabía quien más usaba ese número. Y los tres alemanes aparte lograron notar un leve sonrojo en las mejillas del rubio, mismo que desapareció casi al instante.

—Adrin —musitó Schester

—Yep, la neerlandesa que los humilló en ese partido amistoso —soltó con burla Helene—. Quiero que sea mi rival, tenemos cosas en común, entonces eso sirve.

Kaltz, decidió desviar la conversación con una pregunta que llevaba rondando en su cabeza, esto desde que Genzo se lo había contado.

—Por cierto, Hely, ¿estuviste en Brasil hace unas semanas? —preguntó con aparente curiosidad. 

Ella, que aún tenía la mirada fija en los del Bremen, se giró hacia Kaltz con expresión relajada. 

—Sí, fui por unos días. 

—¿A qué fuiste?

Helene vaciló un instante antes de responder. ¿Podría decirles la verdad ó simplemente inventar otra historia?

—Fui a ver a Belú —respondió con simpleza—. Y observar a Carlos, ya saben que es muy famoso en Brasil, supuestamente es el mejor jugador.

Helene no mintió del todo. Y omitiendo algunas cosas les contó todo lo que pasó, tal vez con algunos datos podría ayudar si en algún punto Brasil resultaba ser rival. Aunque no eran datos muy significativos, si algo tenía Helene era que nunca se fijaba bien en su rival, solo actuaba y quizá era suerte pero lograba su cometido; que es recuperar el balón.

Hasta que finalmente entraron al edificio y cada uno se fue a su habitación.

Esa noche, mientras se preparaba para dormir, Helene sintió por primera vez en semanas un pequeño nudo en el estómago. No lo admitiría en voz alta, pero la incertidumbre la acompañaba.

¿Y si no la elegían? ¿Y si todo este esfuerzo no había valido la pena? ¿Y si iba a llorarle a su padre? ¿Podría su hermano meterse para que la seleccionen?

Sacudió la cabeza, despejando esos pensamientos. No, ella no dudaba de sí misma. No podía hacerlo ahora. 

La mañana siguiente llegó más rápido de lo esperado. Todos los jugadores se reunieron en el campo, expectantes mientras el señor Rudi-Frank sacaba una hoja de papel con la lista de los seleccionados. 

—Escuchen bien —dijo el entrenador con voz firme—. Los nombres que diré a continuación han demostrado que tienen lo necesario para representar al equipo. Si no están en la lista, significa que aún tienen mucho por mejorar. 

Los nombres comenzaron a ser llamados uno por uno. Karl fue uno de los primeros, seguido de Kaltz, Schester, Margus y Müller. Helene esperó, manteniendo su expresión tranquila, pero sintiendo cómo su corazón latía con fuerza. 

Hasta que finalmente, el entrenador pronunció su nombre. 

—Helene Schneider. 

En ese momento, Helene no pudo evitar una sonrisa, pequeña pero llena de satisfacción. No solo había pasado la prueba, sino que había demostrado que su esfuerzo valía la pena.

—Lo sabía —murmuró para sí misma. 

Karl la miró de reojo, con orgullo.

El ambiente se relajó un poco cuando el entrenador dio por finalizada la selección y los jugadores comenzaron a dispersarse para prepararse para su siguiente reto. Aunque el camino de Helene había sido largo y difícil, ese primer paso la había acercado más a su objetivo. A partir de ahora, solo quedaba demostrar que no solo era capaz de estar en el equipo, sino de sobresalir en él.

La próxima prueba sería aún más difícil, pero Helene estaba lista.

Lista para clasificar a su selección, de regresarles el título de mejor selección europea, que el mismo Países Bajos se lo había quitado meses atrás a Alemania.







MARCY HABLA:


Me estoy guiando muchísimo del manga en este punto, y yo sé que en ese torneo para clasificarse al Mundial Juvenil los Países Bajos se llevaron la victoria, así qqqq mi alemana tendrá sus fracasos😭😭.

Vean que Hely si se esfuerza y no es solo una nepobaby JAJAJAJ, es q en el futuro la van a llenar de esos comentarios🥺. Se va a ver muy nepo de su parte decir que ella si se esfuerza teniendo en cuenta que su padre es el entrenador de Alemania y que su hermano es SUPER importante

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro