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capítulo ocho ;; gute und schlechte dinge

Fue muy rápido, todo paso volando. Y el torneo estaba a nada de terminar. Con una final rara y de ensueño, Alemania se enfrentaría a Japón quien fue la sorpresa total de ese torneo.

El estadio estaba completamente lleno, y la emoción se sentía en el aire. La final entre Alemania y Japón era un enfrentamiento inesperado, pero eso la hacía aún más especial. Helene estaba en la tribuna, con su playera del Hamburgo, pues así creía estar apoyando a todos, a sus amigos y su hermano.

Japón había sorprendido a todos con su fútbol dinámico, con su lucha incansable y con jugadores que, contra todo pronóstico, habían dejado fuera a gigantes del torneo. Era imposible no admirarlos.

Y bueno, tal vez ella de nuevo no pondría atención al encuentro, porque con Juan Díaz a un lado suyo siempre le era imposible concentrarse, aunque en esa ocasión el argentino se encontraba más serio de lo normal, tanto que ella solo se dedicaba a hablar con Belú.

—Entonces él señor que está con tu entrenador... ¿él entreno a Tsubasa? —pregunto ella en voz baja para que no las escucharán.

—Si, el entrenador Barbas nos contó un poco, incluso hicieron una apuesta ambos —murmuró Belú.

—¿Qué cosa?

—Si pierde Japón el entrenador le dará una oferta para llevarlo a Argentina, y si ganan Roberto se lo llevará a Brasil —continuo ella asintiendo una y otra vez.

—Oh... oye Belú —la nombrada se apartó un poco, observando a Helene—. ¿En qué equipo juegas?

—Boca, junto a Juan y Pascal -contesto ella con orgullo—. ¿Por qué no vienes con nosotros? Mi hermanito estaría muy feliz.

Helene hizo una mueca, dudo un poco antes de negar.

—Apenas voy a empezar en el Bayern, en el femenil —antes de que Belú pudiera argumentar más Helene se adelanto—. ¿Qué tiene tu hermano? —murmuró y con sus ojos señaló a Diaz—. ¿Por qué no me habla?

La argentina soltó una corta risa.

—¿Juan? —Belú la miró con diversión antes de encogerse de hombros—. Es obvio, ¿no?

—¿Obvio? —Helene frunció el ceño, sin entender.

—Sí. Se le nota en la cara que está triste —Belú ladeó la cabeza hacia Juan, quien miraba fijamente el campo sin decir una sola palabra—. Es la última vez que va a verte.

Helene se sintió mal, rara pero en un sentido diferente. Ella lo sabía. Juan regresaría a Argentina después del torneo, y ella volvería a Alemania. Pero hasta ahora no lo había pensado de verdad. Juan le agradaba muchísimo y no podía dejar que eso terminara así de fácil.

Miró a Juan otra vez. Su perfil estaba tenso, su mandíbula apretada. Normalmente, él nunca dejaba de hablar, de hacer bromas, de fastidiarla con comentarios sobre cómo Alemania era un equipo aburrido o cómo él, Belú y Pascal podrían vencer a quien sea. Pero hoy... hoy estaba callado.

—¿Por qué no me lo dice? —susurró Helene.

—Porque es Juan —respondió Belú con una sonrisa ladeada—. No le gusta despedirse.

Helene bajó la mirada. No quería que esa fuera la última vez que lo viera, quizá la conexion entre ellos había sido instantánea, aunque ella se encontraba confundida, porque Juan la veía a de una forma diferente a la que ella lo hacía. Quizá al inicio Helene pensó en el argentino de forma romántica, pero ahora lo ve más como un amigo, como si fuera un hermano más.

El silbato sonó en el campo, anunciando el inicio del partido. Pero Helene apenas y lo miro, siempre ese argentino afectaba en que ella observará bien los partidos. De reojo, vio cómo Juan se inclinaba hacia adelante, con la mirada fija en el juego, como si quisiera evitar mirarla.

Helene apretó los labios. No podía dejarlo así.

Con un movimiento rápido, tomó la muñeca de Juan -quien se encontraba a un lado suyo-, obligándolo a girarse hacia ella.

—Ey.

Juan parpadeó, sorprendido.

—¿Qué?

—¿No vas a decirme nada?

El argentino la miró fijamente por un momento. Sus ojos, siempre llenos de energía, ahora parecían diferentes. Más apagados. Más serios.

—¿Qué querés que te diga, kaiserin? —murmuró, con una sonrisa cansada—. ¿Que la pasé bien? ¿Que me voy a acordar de vos? ¿Que me gustaría que te vengas a Argentina?

Helene abrió la boca, pero no supo qué decir.

—Bueno, ya lo sabés, —continuó él, soltándose suavemente de su agarre—. Así que mejor mirá el partido, ¿sí?

Se giró de nuevo hacia la cancha, como si la conversación hubiera terminado.

Ella bufó, cruzó sus brazos y muy apenas se concentro en el partido.

El partido empezó con Japón dominando, Alemania era muy raro que tocará el balón porque aunque parezca increíble Tarō siempre le quitaba el balón a Schester, como si lo conociera.

"Genzo les ha de haber dicho algo" pensó ella mientras intentaba seguir el encuentro, pero su mente y mirada volvió al argentino.

—Estás exagerando —murmuró en voz baja, más para sí misma que para él.

—¿Qué cosa? —preguntó Juan sin apartar la vista del campo.

—Hablame, eso de estar callado no es tu estilo.

Juan soltó una risa seca.

—¿Qué querés que haga, eh?

Helene se quedó en silencio. No porque no tuviera respuesta, sino porque no quería decir algo que hiciera la situación más incómoda. Juan suspiró.

—Perdón, no quise sonar así, —dijo en un tono más suave—. Es solo que... me molesta que las cosas terminen. Y esto se siente como un final, ¿no?

Helene lo miró con más atención. Ahí estaba la verdadera razón de su actitud. Ello era la sensación de que, después de esto, sus caminos no volverían a cruzarse.

—Podemos seguir en contacto, —dijo ella con sinceridad—. No tiene que ser un adiós definitivo.

Juan la miró por unos segundos y luego sonrió, aunque su sonrisa no tenía la misma chispa de siempre.

—Sí... pero no va a ser lo mismo.

Helene no pudo contradecirlo. No importaba cuántos mensajes se enviaran o cuántas veces prometieran visitarse, la realidad era que sus vidas seguirían caminos distintos.

El grito del público la sacó de sus pensamientos. Alemania había anotado el primer gol. El estadio estalló en euforia, pero Helene apenas y lo registró.

Porque, por primera vez, sentía que un partido de fútbol no era lo más importante en ese momento. Y no lo era.

Cuando observo a su hermano que miraba hacia un punto fijo, ella le siguió su mirada, levemente abrió un poco su boca con sorpresa.

Sus padres se encontraban allí, juntos. Incluso Marie su hermanita.

Helene se levantó de su lugar.

Después de todo por fin estaban juntos, solo pudo pensar en la felicidad de su hermano, Karl seguro estaba muy contento y por eso había anotado ese gol.

—¿Pasa algo, Hely? —pregunto Belú.

—Me voy chicos, nos vemos.

Juan frunció el ceño, confundido.

—¿A dónde vas?

—Tengo que ver a alguien —respondió Helene rápidamente, ya alejándose.

No miró atrás, pero podía sentir la mirada de varios siguiéndola. A pasos apresurados empezó a caminar, esquivando a los aficionados.

Cuando llegó a la zona donde había visto a sus padres, se detuvo en seco.

Allí estaban.

Su madre, su padre y su hermanita Marie. Juntos.

Por un momento, Helene no supo qué hacer. Sus padres llevaban años separados. Pero ahora... allí estaban, juntos uno al lado del otro, viendo el partido con calma. Marie fue la primera en verla, ella le sonrió.

—Mamá, papá. Hola —dijo ella, sus ojos brillaron un poco, al punto de cristalizarse, tal vez lloraría.

Su madre giró la cabeza primero, con una expresión de sorpresa que pronto se suavizó en una sonrisa. Su padre, en cambio, tardó un poco más en reaccionar, como si no esperara verla allí. Pero cuando sus miradas se encontraron, su expresión cambió.

—Helene... —su madre fue la primera en hablar, extendiendo la mano hacia ella.

Por un momento, Helene sintió que su pecho se apretaba. Durante años había aprendido a no esperar mucho de ellos juntos. Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, los veía lado a lado, como si el pasado no pesara tanto.

—No pensé que vendrían —dijo, su voz sonó más pequeña de lo que le hubiera gustado.

—Tu hermano nos invitó —respondió su padre—. Nos pareció importante estar aquí.

Helene parpadeó. ¿Karl los había invitado? Claro, tenía sentido. Siempre había sido el que intentaba unirlos, el que mantenía la familia conectada aunque estuvieran separados. Y hoy... bueno, parecía que lo había logrado.

—Me alegra que estén aquí —admitió ella, sintiendo su garganta apretada.

El grito de la multitud la sacó de su trance. Japón había empatado el partido.

Pero para Helene, en ese instante, el fútbol pasó a segundo plano. Porque por primera vez en mucho tiempo, sintió que su familia estaba completa.

🇩🇪

Alemania perdió.

Japón ganó.

3-2

Pero eso no se sentía como una perdida, al menos no para los Schneider. Vio a sus padres y Marie levantarse para ir con Karl, Helene argumento alcanzarlos después, pues ella regresaría con los argentinos para despedirse.

—¡Volví! —exclamo ella al ponerse frente a los tres—. Disculpen, mis padres estaban por allá y... me emocione.

Juan, Belú y Pascal la miraron con curiosidad, pero ninguno de ellos se molestó por su ausencia.

—¿Y qué tal? —preguntó Pascal con una media sonrisa.

—Bien. Muy bien, en realidad —respondió Helene, aún con la emoción en el rostro—. No me lo esperaba.

Belú sonrió.

—Me alegra, Hely.

Juan, sin embargo, seguía sin hablar. Helene lo notó de inmediato.

—¿Y tú? —le preguntó, dándole un leve codazo en el brazo.

—¿Yo qué? —Juan arqueó una ceja, como si no entendiera.

—Vamos, sabes a qué me refiero.

El argentino suspiró, después de mucho por fin le sonrió, se acercó a ella, justo en ese momento se dio cuenta de algo, Helene era más alta que él.

Helene inclinó la cabeza.

—Entonces... este es el adiós, ¿no?

Juan bajó la mirada.

—Parece que sí.

Hubo un pequeño silencio entre ellos. Belú y Pascal, notando la tensión, se hicieron a un lado, dándoles espacio.

Helene respiró hondo.

—¿Me vas a escribir?

Juan levantó la vista y sonrió—. Si no lo hago, podés venir a patearme el trasero en Buenos Aires.

Helene soltó una risa corta.

—Voy a recordarte eso... pero iré a Brasil.

—¿A qué? —pregunto él con duda, aunque el solo se contesto—. ¿Mundial Juveni femenino?

Ella asintió. Luego, sin decir más, abrió los brazos en un gesto simple, casi torpe. Díaz sonrió y por supuesto la abrazo.

Se separaron después de unos segundos. Pascal fue el siguiente en despedirse de ella con un apretón de manos y una sonrisa, y Belú le dio un abrazo muuuy largo.

—Nos vemos, Hely —dijo la argentina.

-Nos vemos, chicos.

Ella alzó su mano antes de darse la vuelta y empezar a caminar rumbo a donde su familia se encontraba.

Porque, aunque todo estaba cambiando, al menos sabía que había hecho buenos amigos en el camino.

Y que gracias al fútbol su familia se había vuelto a reunir. Porque cuando Helene llegó con ellos se llevó la noticia de que todos se irían a Múnich, ella quizá nunca había llorado tanto como lo hizo en esa ocasión.

Alemania había perdido el torneo. Pero para Helene, este día se sentía más como un nuevo comienzo que como un final.





















MARCY HABLA;
Yo sé que Helene no miraba nada serio con Díaz👀, era mero coqueteo sin compromisos y por ello ella le dio la etiqueta de amiguito y posterior a ello de hermano. Y por el lado de Díaz el tampoco se enamoroooo así fuerte, en el futuro mirara a Helene como una hermana.

Por otro lado🫣, estamos a tres capítulos de terminar el acto uno.

COMO ADELANTO, en el Bayern Munich las chicas odiarán a Helene y de allí empieza a surgir parte de la trama para el acto dos👀

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