──fin
Con las lágrimas rodando por sus mejillas sin cesar, Christopher metía todas sus pertenencias posibles a aquella maleta.
Todo en ese día estaba siendo un desastre.
Para empezar, había discutido con Minho por una estupidez, que lo tuvo de mal humor hasta que aclararon las cosas a la hora de la salida. Aquello ya estaba solucionado, pero lo peor vino al llegar a su casa, donde se encontró a sus padres con una mirada seria y hasta molesta, que no hizo más que acrecentarse cuando fue dirigida hacia su persona.
Una seca aclaratoria, de que estaban enterados de la realidad de su relación con el otro alfa–– él aún sin saber como fue que lo hicieron––, le siguieron a un montón de gritos y crueles insultos en su dirección. Su padre incluso llegando al punto de querer golpearlo, sino fuera porque su madre lo detuvo, con una excusa que equivalió al dolor que pudo haber recibido por los puños de aquel hombre.
"No lo toques, puede contagiarte su enfermedad" Había dicho la mujer a la que pasó toda su vida complaciendo, con una fría mirada que le atravesó el cuerpo como filosas cuchillas. "Quiero que te largues de aquí en este mismo instante, no voy a pasar un segundo más en el mismo sitio que un marica" La mirada de su padre no era tan diferente, lo que le hizo saber al castaño que, por más que quisiera, no iba a poder cambiar aquella extremista orden.
Teniendo espasmos constantes por el llanto, sintiéndose herido y tragándose sus sentimientos amargos–– pues a pesar de todo, no era capaz de devolverle a sus padres todos los insultos injustificados y crueles que ellos le lanzaban––, se encaminó en dirección a su habitación, completamente derrotado. Tomó la gran maleta que siempre usaba en los viajes familiares, llegando así a la situación actual, en la que tuvo que ser receptor del odio de sus propios padres, solo por estar perdidamente enamorado de una persona.
Porque sí, a pesar de lo mucho que le estaba doliendo la situación, Christopher no estaba en lo más mínimo de acuerdo con los seres que le dieron la vida. Y si bien le había tomado meses aceptarlo, amaba con su vida a Minho aunque este fuera un alfa al igual que él, eso nadie iba a ser capaz de cambiarlo.
Trató de limitarse a solamente agarrar cosas de mayor importancia, como prendas de ropa y objetos personales, aún así llenando por completo la maleta, al no saber cuando o siquiera si podría volver a aquel sitio, en el que vivió desde que tiene memoria. Le echó una ultima mirada a la que ya no iba a ser más su habitación, la nostalgia sumándose al cúmulo de sentimientos negativos que embargaban su interior, para luego salir de allí, cabizbajo y a pasos derrotados.
Sus padres ni siquiera le volvieron a dirigir una última mirada, mientras se iba de aquella casa plagada de recuerdos para él, camino al único lugar seguro que tenía en ese momento, y que sería su hogar de ahora en adelante.
〔🎟️〕
Lo que menos se esperaba Minho al abrir la puerta de su departamento, era encontrarse a Christopher con su precioso rostro bañado en lágrimas, quien no tardó en lanzarse a sus brazos, en busca de un consuelo que solo él podía darle. Más eso no evitó que la preocupación inundara todo su organismo, rodeando instantáneamente la anatomía de su alfa de manera protectora.
––¿Chris?–– Su voz estaba cargada con la preocupación que sentía.–– Mi amor, ¿Que tienes?–– Quiso saber, más no recibió respuesta alguna, debido a que el menor no era capaz de formular palabra alguna por el llanto.
Decidió no insistir más, en vez de eso empezando a adentrarse al lugar, para luego cerrar la puerta, todo eso sin soltar el cuerpo del contrario, quien tampoco dejaba de estar aferrado a él. Al cabo de unos segundos, estaban sentados en el sofá grande en medio de la sala de estar, con el menor sentado en el regazo del otro y ocultando el rostro en su pecho, mientras el mayor acariciaba sus suaves cabellos.
El agradable olor a menta del alfa de cabello negro, no tardó en inundar sus fosas nasales, haciendo que se empezara a relajar considerablemente, al estar cargado con feromonas tranquilizantes. Más pronto que tarde, el cuerpo del menor dejó de temblar, así como su llanto empezó a suavizarse.
––E-ellos los saben, Minho...–– Balbuceó entre sollozos lastimeros, enviando descargas de dolor al pecho del pelinegro, que sentía su corazón pequeñito al ver el estado de su pareja.
––¿Quienes saben qué, amor?–– Y aunque la respuesta pudiera ser relativamente obvia, su lobo le había hecho reprimir cualquier pensamiento lógico que no fuera el consolar al otro.
––Mis padres Min, ellos...–– Elevó la mirada, hasta encontrarse con la del otro alfa, los lindos ojos del castaño estaban brillantes e inundados por las lágrimas, mismas que resbalaban por sus mejillas rellenas y de las que él empezó a encargarse, limpiando cada una de ellas aunque aún siguieran saliendo.
––¿Se molestaron?–– Una vez más, la respuesta era obvia, pero Christopher no estaba de ánimos como para decirle algo sarcástico al respecto.
––Hyung, m-me corrieron de casa–– Su llanto volvió a acrecentarse, el alfa menor recordando las crueles palabras de sus padres, clavándose en su mente y corazón como dolorosas espinas.–– M-me dijeron un m-montón de cosas feas, y yo...–– A cada que intentaba hablar, sentía como si le faltara el aire, pues los sollozos constantes que salían de sus labios lograban quitarle por completo el aliento.
––Shh...–– Siendo capaz de notar aquello último, Minho no dejó que siguiera hablando. En vez de eso, lo tomó de la nuca con suma delicadeza, haciendo que ocultara el rostro en la curvatura de su cuello, lugar en donde el otro se quedó oliendo con gusto su tranquilizante aroma, en busca de calmar en cuenta nueva su llanto.
Duraron un considerable rato en la misma posición, donde el pelinegro dejaba caricias en los castaños cabellos de su ángel, mientras que en su mente maldecía sin cesar a los padres del mismo. No podía creer que tales personas intolerantes hayan sido capaces de procrear a un ser tan etéreo, como lo era el castaño.
Christopher por su parte se dejaba hacer, sintiendo a su lobo gemir complacido por las acciones del otro, todo su organismo relajándose más y más, a cada minuto que pasaba. Una vez más, fue capaz de confirmar que sin importar que todo el mundo se viniera en su contra, Minho jamás iba a dejar de ser su lugar seguro y el amor de su vida, sentimiento que estaba cien por ciento seguro que era totalmente recíproco.
––Chris...–– Fue el mayor quien rompió el silencio, una vez sintió que la respiración del menor estaba completamente calma y relajada.–– ¿No te dejaron sacar tus cosas?–– Quiso sacarse aquella duda de su mente, que hace rato asaltó su cabeza.
Recordando aquel detalle, el menor salió de su cómodo y cálido escondite–– que si fuera por él, era capaz de quedarse allí por siempre––, mirando hacia la puerta para luego fruncir el ceño.
––Traje una maleta, la dejó afuera, alfa tonto–– Hizo un mohín, al recordar que después de abrazar al mayor este le hizo entrar al departamento, sin siquiera mirar de reojo la gran maleta que le acompañaba. Sus ojos estaban hinchados y levemente rojos, al igual que su nariz, pero para el otro seguía viéndose completamente adorable.
––Oh, en serio no la vi–– Sonrió apenado, aunque en su defensa, con Christopher lanzándose a sus brazos mientras lloraba, era prácticamente imposible fijarse en otra cosa que no fuera él.–– Ya la traigo, mi amor–– Hizo un amago de quitar al menor de su regazo, para ponerse de pie y realizar aquello, pero este no se lo permitió, aferrándose a su cuerpo como un pequeño koala en busca de cariñitos.
––Puede ir después, por favor no te alejes, alfa–– Christopher volvió a ocultarse en el cuello del contrario, sintiendo como sus mejillas se calentaban, por lo necesitada que se había escuchado su voz.
––Nunca lo haré–– Y pues Minho no era nadie para negarse a aquella adorable petición.
〔🎟️〕
––Alfa...–– El menor le había llamado con una voz completamente tímida, manteniendo la cabeza gacha y jugando con sus dedos, haciéndolo desvíar la mirada de su plato de comida, para prestarle atención casi al instante.
Una semana había pasado, desde que el menor no hablaba ni vivía con su familia. No iba a mentir, los amaba y extrañaba, aunque estos solo hayan querido manejarlo a su antojo hasta que no pudieron más, y entonces solo se desentendieron de él, pero tampoco podía negar que la convivencia con Minho era todo lo que soñó tener alguna vez en un hogar. Amaba vivir con él y estaba seguro de que jamás podría aburrirse de ello, aún cuando solo llevaran unos pocos días haciéndolo "oficialmente".
En el instituto–– por el cual debía aplicar a una beca con sus notas y buscar trabajo en algún momento, pues estaba seguro de que sus padres no se lo iban a seguir pagando–– las cosas se descontrolaron levemente. Pues todos se sorprendieron al ver que dos alfas, que no podían ser más distintos entre sí, habían empezado a juntarse y ser amigos.
Ah, si tan solo supieran la verdadera historia completa.
Pero igual Christopher había tomado una decisión, que estaba seguro que terminaría por descontrolar las habladurías de aquel sitio de estudio, y le daría a su relación con Minho aquel giro de ciento ochenta grados que tanto necesitaban y ansiaban.
––¿Que sucede, amor?–– Preguntó con genuino interés, no era capaz de hablar de sentir aburrimiento cuando del castaño se trataba. Por suerte no volvió a comer otro bocado del ramen instantáneo que habían decidido cenar, pues de seguro se habría ahogado con las palabras que salieron de los labios de su alfa.
––Lo he estado pensando, y...–– Soltó un suspiro, llenándose por completo del poco valor que le quedaba en ese momento, para mirar directo a los ojos del pelinegro.–– Quiero que formemos un lazo–– Sus mejillas se empezaron a ruborizar, casi al instante de que confesó aquello, y por más que tenía el impulso de volver a agachar la mirada, la necesidad de ver la reacción del mayor fue lo que impidió que lo hiciera.
Este había abierto los ojos de par en par, notoriamente anonadado, mientras parecía analizar cada misera letra de su frase. Más su corazón, ni lento ni perezoso, había empezado a latir con bastante fuerza, no podía creer que al fin aquello estaba ocurriendo.
––¿C-con un lazo te refieres a...?–– Más no quería hacerse ilusiones, decidiendo ir con cautela.
–– Si, Minho–– Si no se estuviera sintiendo jodidamente nervioso, estaba seguro de que se hubiera echado a reír, por la sorprendida y hasta incrédula expresión del alfa.–– Quiero que me marques, y quiero marcarte–– Trataba de aprovechar lo poco de seguridad que le quedaba, para poder expresarle al mayor lo que quería. El rostro de este pasó de verse sorprendido, a tener un sentimiento que el menor no pudo describir.
––Oh, amor...–– Minho hizo a un lado su plato de comida, inclinándose después hacia él. Estaban uno frente al otro, en una pequeña mesa junto a la cocina, que el pelinegro usaba como comedor.–– ¿Estás seguro de eso?–– Preguntó cauteloso. Allí supo que la expresión indescriptible del alfa, en realidad se trataba de este intentando contener toda la emoción, que le inundó cuando escucho aquellas palabras salir de los labios del otro.
Y el corazón de Christopher no pudo sentirse más cálido ante eso, Minho era tan considerado, sabiendo lo mucho que aquel tema estuvo afectándole durante tanto tiempo. Pero sus padres ya lo sabían, y si bien aquello no había resultado de una agradable manera, gracias a eso sentía que un gran peso se había ido de sus hombros. Ya no tenía miedo de terminar de revelar su relación con el pelinegro al mundo, menos cuando se trataba de personas que no eran importantes para él en lo más mínimo.
––Lo estoy, alfa–– Afirmó con total honestidad. Entonces el pelinegro ya no se contuvo y el poco de seguridad que el castaño sentía se esfumó.
Ante la oscura y penetrante mirada que Minho le dedicó, Christopher no pudo hacer más que bajar la cabeza con un deje de sumisión.
––Primero termina de comer, Chris–– Trataba de contenerse, a él y a su lobo, que se removía como un loco emocionado, por saber que esa misma noche marcaría a su pareja destinada. Más su voz ronca al decir aquello, misma que causó un estremecimiento en el otro, dejaba en claro lo excitado que se estaba empezando a sentir.
Entonces terminaron de comer envueltos en un silencio total, acompañado por la tensión sexual que no hacía más que crecer entre ellos, al punto de dejarlos casi que sofocados.
Christopher apenas fue capaz de dejar la vajilla que ensució en el lavaplatos, cuando segundos después se vio aprisionado contra la isla de la cocina, Minho estando enfrente suyo, mientras se presionaba deliciosamente contra su cuerpo. Abrió los ojos sorprendido, más cualquier queja que pudiera emitir se vio atrapada entre sus labios, cuando el mayor los unió en un apasionado beso.
Este no era tan desesperado, como los que anteriormente habían compartido en este tipo de situaciones. La necesidad y lujuria estaban presentes, pero eran opacados por un sentimiento mucho más cálido, que ambos podían percibir con gusto. Solo unos segundos bastaron, para que fuera el pelinegro quien rompiera el contacto, pero aún así fue suficiente como para dejarlos a ambos jadeantes y deseosos de más.
––Esta noche serás completamente mío, Christopher–– Se inclinó para susurrar en su oído, pudiendo sentir como la lechosa piel de su pareja se erizaba por sus palabras.–– Tendrás mi marca en tu preciosa piel–– Culminó su habla, dejando una prolongada lamida en la zona donde pronto sus dientes estarían hundiéndose, arrancándole un jadeo al castaño.
––Tú... Tú también llevarás mi marca–– Dijo entre su respiración agitada.
Apenas habían tenido un par de roces, pero Christopher ya se sentía como un jadeante desastre, aquel hecho acentuando el poder que Minho y su existencia tenían sobre él.
––Y la presumiré con todo el orgullo del mundo, sin importar lo que los demás digan–– Concordó el mayor, disfrutando de como los grandes ojos del otro destelleaban ante sus palabras.
––Pero, ¿Y los de tu equipo?–– Ante la mención de los demás y el "que dirán", no pudo evitar pensar sobre eso, sintiéndose nervioso.–– ¿No será extraño que un alfa marcado por otro alfa esté en...
––Shh...— Posó su dedo índice en los rosados belfos del contrario, interrumpiendo así sus palabras.–– Sabes que la única opinión que me importa es la de Hyunjin, y él ya sabe sobre nosotros–– Le recordó.–– Y un poco la del idiota de Changbin, pero él no es tan imbécil como para criticar lo que siento por ti solo porque no eres un omega–– Esbozó una ligera sonrisa al pensar en la escena, pues por más conservadora que haya sido su crianza, de seguro el pelinegro solo se reiría y le preguntaría quien va arriba y quien va abajo, acompañado de un gesto insinuante con sus cejas.
––Pero...
––Amor, deja de pensar en el resto–– Cortó sus palabras, pudiendo sentir lo nervioso que estaba el castaño a través de su aroma a tierra mojada.–– Lo único que debe importarnos es esto...–– Posó una de sus manos en el pecho del menor, pudiendo sentir los acelerados latidos de su corazón.–– Y esto...–– Tomó luego la mano contraria, llevándola al suyo propio, dejándole sentir la forma en que su corazón latía igual de emocionado por él.
––Minho...–– Sus mejillas se ruborizaron, al sentir los latidos en el pecho del alfa. Soltó un suspiro, haciéndole caso a su lobo, que prácticamente le gritaba que debía dejarse llevar.–– T-tienes razón–– Dio un ligero asentimiento.
Ya sin ganas de seguir pensando en cualquier otra cosa, que no fuera el deseo de unirse con el chico frente a él, se armó de valor y tomó la iniciativa, uniendo nuevamente sus labios con los del contrario. Este le correspondió al instante, rodeando su cintura con sus fuertes brazos, mientras él enganchaba los suyos detrás de su nuca.
Mientras Christopher entreabría sus labios, permitiéndole a Minho introducir su lengua, provocando que un pequeño ruido de gusto quedase ahogado en el beso, al sentir como la misma se entrelazaba con la suya, este último bajó sus manos, hasta posicionarlas en la parte posterior de sus muslos. Donde con un agarre firme lo cargó, hasta que sus piernas quedaron a la altura perfecta para rodear la pequeña cintura contraria. La cual fue su siguiente acción, para posteriormente ser llevado hasta la habitación, de forma torpe pero cautelosa, al ninguno querer separarse del placentero contacto de sus belfos.
Fue depositado en la cama con delicadeza, como usualmente lo trataba el alfa a menos que él suplicara lo contrario. Claro que, exceptuando el día de la apuesta, donde el pelinegro no se contuvo de hacerlo delirar con su dominancia–– aunque eso terminó por gustarle al fin y al cabo––.
Poco a poco, las prendas fueron desapareciendo de sus cuerpos, ambos tomándose su tiempo para exponerse a la amorosa mirada, que se estaban dedicando entre sí. Aquella noche era diferente, en todos los sentidos, a sus anteriores encuentros sexuales. Iban al fin a formar el lazo, que tanto tiempo llevaban deseando concretar, por lo que ninguno quería resumirlo o rebajarlo a un simple rato para calmar la excitación de sus cuerpos.
Mientras Christopher terminaba de quitarse las prendas inferiores, Minho se puso de pie, solo con su bóxer cubriendo su anatomía, yendo en busca del lubricante en la mesita de noche, bajo la atenta mirada del primer nombrado, quien no se cohibía de verlo de arriba a abajo. El pelinegro no pudo evitar sonreír, al percibir como las feromonas de excitación se acentuaban en el delicioso olor de su alfa, sobretodo cuando era consciente de la forma en que este observaba su cuerpo semidesnudo.
No tardó en volver a la posición en la estaba anteriormente, no sin antes terminar de quitarse la prenda de ropa que le faltaba, al ver al otro gloriosamente desnudo en su cama. Se posicionó sobre el cuerpo del castaño, mismo que por inercia abrió un poco más sus piernas, mientras que él se inclinaba para volver a a besarse.
Ambos estaban seguros de que jamás se aburrirían o cansarían de los labios del otro. Christopher adoraba los belfos rojizos y gruesos de su pareja, mientras que Minho estaba igual de encantado con los, un tanto más delgados, pero aún así rosados y pomposos labios del menor. Sus bocas encajaban a la perfección, mientras sus lenguas danzaban en sincronía y sus traviesas manos no dejaban pasar la oportunidad de acariciarse entre sí, sus lobos emocionándose junto a sus corazones, en una de las tantas situaciones que no hacían más que probar lo mucho que se amaban.
Una vez separado de la más adictiva droga para él, que eran los belfos del castaño, empezó a explorar el lechoso y esbelto cuerpo debajo suyo, con ayuda de sus labios y manos, recibiendo a cambio melodiosos sonidos de gusto y caricias de regreso, que eran propiciadas mayormente a su cabello y hombros. Empezó en el cuello, con el cual no se enfrascó mucho, pues quería que la única marca presente en el mismo fuera la de su unión con el alfa. Por lo que dejó un par de besos y lamidas, mientras bajaba en dirección a su pecho.
Dio especial atención a los rosados botones del menor, introduciéndose uno a la boca mientras acariciaba y pellizcaba el otro con sus dedos. Se permitió deleitarse con los hermosos sonidos de placer, que el otro emitía sin inhibición alguna, agradeciendo a la diosa luna, por hacer de su pareja destinada un precioso ángel completamente sensible ante su tacto.
––Minho...–– Gimió echando la cabeza hacia atrás, sus dedos afianzándose a la negra cabellera del mayor, mientras este dejaba sus pezones estimulados para seguir descendiendo por su cuerpo.
Una vez llegó a su entrepierna, dejó un sonoro beso en la punta de su miembro erecto, arrancándole un sonoro gemido. Antes de empezar a darle la debida atención a esa zona, decidió bajar por los blancos muslos de Christopher. Cosa por la que este se quejó mientras él lo ignoraba, para dejar ligeras marcas rojizas por aquellas piernas que tanto le atraían.
––Ten paciencia, Chris–– Rió ligeramente, apartando la mano contraria cuando este se quiso empezar a masturbar. La sonrisa en sus labios fue incapaz de desaparecer, al ver como el otro le obedeció casi al instante, apretando sus labios y aprisionando la blanca sábana entre sus puños.–– Eso es, buen alfa–– Le felicitó, dejando un nuevo chupón en la cara interna de su muslo derecho.
––Alfa, por favor...–– Le miró suplicante, y aunque no haya dicho explícitamente lo que quería, era más que obvio de que se trataba.
Satisfecho con todas las marcas y mordidas, que aunque no fueran tan grandes o notorias igual destacaban en el blanco cuerpo del contrario, se incorporó en su sitio, admirando lo que su boca había realizado. Tomó la botella de lubricante, que anteriormente había dejado de lado, empezando a esparcir parte del contenido sobre tres de sus dedos. El castaño tragó saliva, mientras miraba al otro con expectación, cualquier duda o inseguridad había sido enterrada en lo más profundo de su mente hacía bastante rato.
Dirigió uno de sus dedos lubricados a la entrada del contrario, introduciéndolo con lentitud al tiempo en que empezaba a atender su miembro, en busca de relajarlo para la intromisión. El menor soltó un sonoro jadeo al sentirlo, aferrándose con más fuerza a sus hombros una vez el primer dígito estuvo completamente dentro de él.
Minho no tardó en mover su índice con paciencia, queriendo preparar al otro lo mejor que se le era posible. Al ver que Christopher empezaba a gemir, mientras pedía por más, fue que se permitió intensificar las embestidas, agregando un segundo dedo a las mismas y haciendo un movimiento de tijeras en busca de dilatarlo.
––¡Alfa!–– Gimió en alto cuando, después de haber agregado su tercer dígito, el mayor rozó superficialmente su punto dulce, siendo eso suficiente para que una corriente eléctrica recorriera todo su cuerpo, de una forma más que placentera.–– S-suficiente–– Jadeó al ver como después de un rato, y aún sabiendo que ya estaba listo, Minho no había dejado de jugar con sus dedos, mientras una sonrisa maliciosa adornaba su atractivo rostro.
––¿Ya estás listo, bebé?–– Preguntó mientras se arrodillaba, frente al agitado cuerpo de su ángel, mismo que estaba hecho un desastre, de una forma completamente deleitante a la vista. Un desastre que nadie más que él había provocado.
––S-si, por favor...–– Suplicó, pues si bien el mayor había sacado los dedos de su entrada, aún seguía masturbandolo con una tortuosa lentitud.
Y si bien en alguna otra ocasión, el pelinegro se hubiera hecho más de rogar, esta vez el deseo de hacer el amor con su alfa era mucho mayor. Por eso esparció una considerable cantidad de lubricante por toda su extensión, sosteniéndola con una de sus manos para posicionarla en la cavidad del castaño.
Christopher soltó un sonoro gemido, cuando el otro estuvo completamente dentro de él, quedándose quieto mientras se terminaba de acostumbrar a la intromisión. Minho por su lado había soltado una ligera maldición, encantado por la forma en que las paredes anales del contrario estrechaban su miembro.
Unos minutos pasaron, para que el menor moviera sus caderas de un lado a otro, indicándole así que ya podía moverse. Iniciando un vaivén lento con sus embestidas, salía casi por completo de su alfa, para luego volver a introducirse poco después, arrancándole a este varios gemidos, que se mezclaban con sus propios gruñidos de placer en una excitante melodía.
La habitación estaba inundada del fuerte aroma que ambos desprendían, junto con la excitación que estaban sintiendo, sus lobos encontrándose más que emocionados, al sentir la unión de sus cuerpos. Así fue que la intensidad de su amoroso encuentro aumentó, las estocadas haciéndose más rápidas y profundas, al igual que los sonidos de placer que ambos emitían.
Conociendo cada rincón del cuerpo de Christopher, más que a la palma de su mano, Minho no tardó en encontrar su próstata en una de sus certeras embestidas, provocando que este volviera a soltar otro de sus altos gemidos.
––¡Minho!–– Casi gritó, sintiendo como el nombrado seguía dando con aquel punto que le generaba tanto placer. Este solo le dedicó una sensual sonrisa en respuesta, sin detener ni un poco sus movimientos.
––Te ves tan hermoso–– Gruñó al son de sus embestidas, tener al amor de su vida de esa forma, hacía que sus encuentros fueran mucho más placenteros.–– Tan mío, Chris–– Continuó diciendo, mientras se sostenía de las caderas del alfa debajo suyo, en un firme agarre que iba a dejar marca, pero eso último les importaba poco y nada.
––Sí...–– Seguía gimiendo sin importarle nada. El pelinegro amaba cuando lo hacía, así como este a su vez le hacía sentir tan bien a la hora de tener relaciones, que ninguno de los sonidos que salían de sus labios eran fingidos.–– Soy tuyo y tú eres mío–– Gruñó también, su lado alfa saliendo a la luz, aunque estuviera siendo sometido deliciosamente por el cuerpo del mayor.
––Soy todo tuyo, mi buen alfa–– Se había inclinado hacía sus labios para decir aquello, uniéndolos con los propios poco después, en un desordenado beso que acalló cualquier otra palabra que pudieran decir.
Aún mientras sus lenguas se encontraban, y todo sonido quedaba ahogado entre sus belfos, las embestidas de Minho seguían siendo igual de rápidas e intensas. Christopher se sentía desfallecer mientras correspondía al beso, abrumado por tantas sensaciones, pudiendo notar como su boca era profanada por la lengua contraria, así como su entrada lo estaba siendo por la polla del mayor.
Gimió aún más alto–– si es que eso era posible–– al sentir como ahora el pelinegro, sin tener piedad alguna de él a su parecer, había empezado a masturbar su miembro, a la misma velocidad que sus estocadas. Sintiendo como sus ojos se cristalizaban por el placer, echó la cabeza hacia atrás, arqueando la espalda y rompiendo el beso por consecuencia, mientras dejaba salir un lloriqueo por la estimulación.
––A-alfa, por favor...–– Gimió, junto a un par de incoherencias.
Su próstata siendo deliciosamente maltratada por el miembro de Minho, que se introducía en él con rudeza, este acariciando su pene mientras empezaba a dejar pequeños besos por su nuez de Adán, todo era demasiado para Christopher, que ya sentía como un cosquilleo empezaba a formarse en su vientre bajo.
––¿Por favor qué?–– Preguntó con un deje de diversión, pues sabía que el otro no le estaba pidiendo nada en realidad. Solo se trataban de simples balbuceos, que soltaba completamente ido por el placer.
––Y-yo solo...–– Una vez más balbuceó, sintiendo su orgasmo más y más cerca a cada momento que pasaba.–– Te amo–– Sus brillantes ojos miraron directo a los del mayor, mientras esas dos significativas palabras salían de lo más profundo de su alma. No sabía porque habían decidido escapar de su ser, en ese preciso momento, pero igual lo atribuyó a lo que estaba por pasar entre ellos.
––También te amo–– Correspondió con total honestidad, Christopher no tenía duda de ello. No cuando aquella chispa en los ojos de Minho, y sus labios curvados en una cálida sonrisa, se lo dejaban en claro.
Una vez las palabras dejaron de ser necesarias, los dos dejándose envolver por completo en la íntima atmósfera que les proporcionaba el volverse uno. La mirada de Minho, llena de amor, contrastaba por completo con sus duras embestidas, al igual que la de Christopher lo hacía con sus sonoros gemidos. Pero la sensación de estar con una persona, siendo que esta tenía un alma que la Diosa Luna había unido a la propia, lo hacía un momento inigualable para ambos.
Por esa razón, solo un rato bastó más para que ambos se sintieran cerca de terminar. Pero sin siquiera pensar en detenerse, mucho menos a esa altura, el mayor continuó con sus movimientos, deleitándose con el precioso rostro del menor, que le dejaba en claro que ya no iba a poder aguantar mucho más.
––¿Puedo anudarte?–– Aún así, le preguntó como siempre lo hacía. El castaño parpadeó un par de veces, tratando de asimilar lo que dijo.
––Hazlo–– Asintió sin dudarlo. Aún cuando debería resultarle bastante doloroso, al no ser capaz de lubricar como un omega, tanto su lobo como él se tomaban bastante bien el ser anudados por el mayor, otro hecho que afirmaba lo mucho que estaban hechos para el otro.
El clímax estaba a punto de llegar y ambos lo sabían, Minho posicionó su rostro en un costado del cuello del menor, dejando el propio al descubierto para que Christopher pudiera acomodarse. Sus dientes picaban, por la necesidad de morder la carne que se les era ofrecida, misma necesidad que hacía que sus lobos se removieran con salvajismo, en el interior de sus cuerpos.
Entonces ocurrió.
Minho continuaba embistiendo, mientras masturbaba la polla del contrario, cuando hundió sus dientes en la lechosa y suave piel, Christopher imitando su acción en su cuerpo un instante después. La ola de placer, que los embargó después de eso, fue suficiente para conducirlos al mejor orgasmo de sus vidas, ambos corriéndose furiosamente, mientras el nudo del mayor dejaba unidos sus cuerpos.
Aún con el éxtasis del anterior momento compartido, los dos se sonrieron con total ternura, dejándose embriagar por los sentimientos del otro, que ahora podían percibir y combinar con los propios a través del lazo que acababan de formar. Mismo que si bien no era tan duradero o fuerte, como entre un alfa y un omega o entre dos betas, era más que suficiente para llevar a esas dos almas destinadas a sentirse completamente dichosas.
Era oficial; ahora se pertenecían en todos los aspectos posibles.
Aún con su nudo hinchado en el interior del castaño, e impidiéndole salir de este, se fue moviendo cuidadosamente, hasta que ambos quedaron de costado y viéndose cara a cara. Por instinto, los dos se ocultaron en la marca sonrosada que habían dejado en el cuello del otro, dando prolongadas lamidas, en busca de acelerar la cicatrización de estas.
––¿Como te sientes?–– En medio de su júbilo, Minho se permitió preguntar.
––Increíble...–– Soltó casi al instante, haciendo reír ligeramente al pelinegro.–– ¿Y tú?
Aunque a decir verdad, Christopher se sentía más que increíble, de una forma que no era capaz de expresar con palabras. Por lo que simplemente se limitó a soltar aquella palabra, sabiendo que el otro podía percibir perfectamente sus emociones a través del lazo.
––Afortunado, feliz, agradecido con la Diosa Luna por dejarme tener a uno de sus ángeles como pareja–– Fue enumerando con voz dulce, dando varios besitos en la marca contraria.
Teniendo la risa del castaño como su melodía de fondo, fue dejando un camino de besos por las rellenas mejillas, llegando hasta sus labios, donde culminó con uno más profundo y prolongado. Mismo que su pareja correspondió casi al instante, durando hasta que tuvieron que separarse por la falta de oxigeno.
––Eres un cursi–– Se quejó el menor con los ojos cristalizados. Aquellas palabras habían dado de lleno en su corazón, haciendo que su rostro quedara del color de una fresa.–– Te amo, Minho–– Esta vez fue él quien volvió a unir sus labios con los del mayor.–– Y nadie va a poder cambiarlo–– Agregó con total seguridad, una vez se separaron, notando como los ojos oscuros del pelinegro parecían centellear como los suyos.
––Y tampoco lo voy a permitir, no dejaré que nadie intente siquiera alejarte de mi lado–– Acunó su rostro con cariño.–– Te amo, Christopher–– Confesó de regreso, el nombrado suspirando ante sus palabras.
Si bien su miedo, a lo que los demás puedan pensar o decir sobre ellos, no iba a desaparecer de la noche a la mañana, sabía que con Minho no tenía nada que temer. El poder estar juntos, demostrándose el amor que se habían tenido, incluso desde antes de saber el significado de aquella palabra, hace que cualquier sacrificio valga totalmente la pena.
––Yo tampoco me alejare de ti, sin importar lo que pase–– Le aseguró, posando sus manos encima de las contrarias.–– Soy tu buen alfa después de todo, ¿no?–– Un destello de diversión bailó en su amorosa mirada, mismo del que se vio contagiado el pelinegro.
––Claro que lo eres–– Afirmó sonriente, saliendo de él al notar que su nudo ya había bajado por completo.
Y eso era Christopher; un buen alfa que acababa de enlazar su vida a la de otro alfa, sin importar los prejuicios o rechazos. Su amor por Minho siendo mucho más fuerte, que cualquier obstáculo existente y por venir para ambos.
En esa mágica noche, la Diosa Luna fue la única testigo–– al igual que del momento exacto en el que ambos se convirtieron en uno––, triunfante por haber logrado que esas dos almas destinadas puedan estar juntas durante otra vida.
—Fin.
ִֶָ
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