ᯓ 𝗻𝗶𝗻𝗲
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Las sesiones del entrene de hoy habían sido intensas, y ahora, el equipo disfrutaba de un merecido descanso para hidratarse. Las risas y charlas rodeaban a Pedri, pero él, de pie a cierta distancia junto al equipo masculino, no podía apartar la vista de Chiara.
Chiara estaba hablando con Andrea, María y algunas otras jugadoras como Aitana Bomnatí y Alexia Putellas, riendo mientras disfrutaban de su descanso. Pedri la observaba con una mezcla de desconcierto y confusión. Cada vez que veía a Chiara, su corazón latía más rápido, y una sensación extraña se apoderaba de su pecho. Era una mezcla de agitación y nerviosismo, una sensación que le era difícil de entender.
Se encontraba luchando con sus sentimientos. Cada vez que la veía, sentía la necesidad de acercarse, de encontrar una excusa para hablar con ella, aunque fuera solo para intercambiar unas palabras rápidas. Y siempre buscaba esas oportunidades para pícarle y ver su rostro cuando se enfadaba con él, disfrutando del brillo en sus ojos cuando lograba dibujarle una sonrisita.
Sin embargo, Pedri sabía que estos sentimientos podían ser peligrosos. Siempre había tenido claro que quería centrarse al cien por cien en el fútbol y dejar el resto atrás, sobretodo con el Clásico contra el Real Madrid y la Liga a la vuelta de la esquina. Necesitaba estar enfocafo. El club contaba con él y no podía permitirse ningún fallo.
Mientras continuaba observando a Chiara, finalmente decidió que la mejor manera de manejar esta situación era mantener la distancia entre ellos. Si se volvía frío y distante, si hacía comentarios que la alejaban, tal vez podría suprimir estos sentimientos que amenazaban con arruinar su objetivo.
Después del descanso, el entrenamiento continuó con una prueba de control de balón. Los jugadores y jugadoras se alinearon, listos para empezar. Pedri decidió que esta sería una oportunidad perfecta para empezar a actuar de manera distante con Chiara.
Chiara realizó su prueba con la precisión que ya se esperaba de ella. Sus movimientos eran fluidos, controlando el balón con destreza y marcando un gol perfecto. Pedri la observó, y como siempre su corazón se aceleró. Pero rápidamente negó con su cabeza e hizo desaparecer esos sentimientos de él. Tenía que mantenerse despejado.
—No está mal, pero ha sido un chute bastante flojo —le dijo Pedri a Chiara cuando ésta pasó por su lado.
Chiara lo miró, sorprendida por el comentario. Pestañeó dos veces mientras procesaba lo que acababa de escuchar, como si no pudiera creer lo que le acababa de decir Pedri. Había jurado que entre ellos dos había existido una conexión extraña en los entrenamientos anteriores, y esta actitud repentina la desconcertaba.
—Bueno, seguiré intentándolo —respondió Chiara, intentando mantener su compostura.
Pedri soltó una risa seca, sin molestarse en mirarla directamente a los ojos.
—Sí, a ver si con el tiempo te sale mejor —dijo con un tono cortante y sin rastro de la complicidad que solía mostrarle.
El comentario cayó como un jarro de agua fría sobre Chiara, que se quedó mirándolo, confundida. Por un momento, pensó que había escuchado mal, pero la expresión seria de Pedri no dejaba espacio para malinterpretaciones.
—¿Perdona? —soltó Chiara, cruzándose de brazos.
—Nada, solo digo que quizás necesitas más práctica —respondió Pedri mientras se encogía de hombros indiferente—. No es tan complicado.
La frialdad en sus palabras hizo que Chiara sintiera una punzada en el pecho. ¿Qué había cambiado? Hace unos días, Pedri parecía disfrutar provocándola, sonriéndole y buscando cualquier excusa para hablarle. Pero ahora... ahora parecía otra persona.
Chiara apretó los labios, luchando por no mostrar que el comentario le había afectado.
—Gracias por el consejo —dijo finalmente, con un tono que intentó mantener neutral—. Pero creo que me las puedo arreglar sola.
Pedri asintió, sin molestarse en suavizar su expresión.
—Como quieras.
Sin decir más, se giró y caminó hacia su posición en el campo, dejando a Chiara con un nudo en la garganta y un millón de preguntas rondando por su cabeza. Se quedó unos segundos paralizada, tratando de procesar lo que acababa de pasar. ¿Había hecho algo mal? ¿Por qué Pedri estaba actuando así?
Andrea y María, que habían estado observando la interacción desde lejos, se acercaron rápidamente en cuanto tuvieron oportunidad.
—¿Qué ha sido eso? —preguntó María, mirando a Pedri mientras se alejaba.
—No lo sé —respondió Chiara, intentando sonar despreocupada, aunque no lo conseguía del todo—. Supongo que... está teniendo un mal día o algo así.
—¿Un mal día? —Andrea frunció el ceño—. Ya será para tanto. Podía haberlo dicho de otra manera.
—Da igual —dijo Chiara, sacudiendo la cabeza como si no le diera importancia—. Mejor me concentro en lo mío.
Sin embargo, mientras el entrenamiento continuaba, Chiara no pudo evitar mirar de reojo a Pedri. Él estaba completamente centrado en los ejercicios, sin prestarle atención, como si nada hubiera pasado. Pero ese mismo silencio, esa distancia, dolía más de lo que Chiara estaba dispuesta a admitir.
Los días pasaron y los entrenamientos continuaron. Pedri seguía manteniendo su fachada de indiferencia ante Chiara, aunque cada interacción con ella le costaba más. Seguía haciéndole comentarios mordaces durante las pruebas, intentando alejarla de él.
Durante una sesión de tiro, cuando Chiara falló un gol, él comentó sin miramientos. En el fondo le dolió ver la cara que puso Chiara cuando lo vio acercándose a ella, una cara de agotamiento, como si estuviera pensando "¿y ahora este qué quiere?". Pero tuvo que apartar todos esos pensamientos que le gritaban que dejase todo este teatro para acercarse a ella.
—Eso no es lo que Laporta esperaba de ti cuando te fichó —espetó Pedri, y tuvo que morderse el interior de la mejilla para no mostrar arrepentimiento al ver la cara que puso.
Chiara dirigió su mirada hacia el suelo por unos instantes, sintiendo por un segundo que Pedri tal vez tenía razón. Pero luego negó con su cabeza y apretó su mandíbula. Si Laporta y Flick decidieron ficharla fue porque confiaban en ella. Y aunque las palabras de Pedri le dolieron como si le hubieran clavado un puñal en el pecho, no dejó que le afectaran.
—Espero que estés lista para la Liga —siguió diciéndole Pedri sin miramientos—. No podemos permitirnos errores.
Chiara lo miró directamente a los ojos, decidida a no dejarse intimidar.
—Estoy lista —le respondió Chiara con frialdad—. Daré lo mejor de mí.
—Eso espero —respondió Pedri, seco—. Porque aquí no hay lugar para promesas vacías.
El comentario cortante hizo que Chiara apretara los labios, frustrada. Sentía que cada vez que intentaba demostrar su valía, Pedri encontraba una forma de menospreciarla.
—¿Se puede saber qué te pasa? —le espetó Chiara, sintiendo que su paciencia al límite—. ¿Por qué estás así conmigo?
Pedri frunció el ceño. La pregunta le pilló desprevenido. Por un momento, se quedó en blanco, no sabía qué responder. ¿Qué le decía? "¿Me estoy comportando como un completo capuyo integral porque me he dado cuenta de que me gustas y eso me asusta?". Pero dio un paso hacia ella, inclinado por otra respuesta.
—No me pasa nada —respondió con frialdad, manteniendo su mirada fija en la de ella—. Simplemente te estoy siendo honesto. Si no puedes manejar la presión aquí, será mejor que te lo pienses antes de jugar partidos como el Clásico.
Chiara sintió cómo las palabras le golpeaban como si le hubieran dado un puñetazo en la cara, pero se negó a bajar la mirada.
—Puedo manejar la presión, gracias —le dijo con firmeza, aunque en su estómago sentía un nudo de rabia crecer—. No necesito que me lo recuerdes cada vez que falle. Además no te he pedido consejos, deja de ser tan "amable" conmigo, ¿sí?
El comentario pareció rozar un punto sensible en Pedri, quien apretó la mandíbula por un instante antes de responder.
—No estoy aquí para ser amable, Chiara. Estoy aquí para ganar. Y si tú no lo entiendes, es problema tuyo, no mío.
Sin darle tiempo a replicar, Pedri se dio la vuelta y se alejó, dejándola con el corazón latiendo con fuerza y un nudo en la garganta que le impedía respirar con normalidad. Ella se quedó en su lugar, luchando por mantener la compostura mientras sus compañeros continuaban el entrenamiento, ajenos a la tensión entre ambos.
"¿Qué le he hecho para que me trate así?", pensó Chiara, sintiendo cómo una pequeña parte de la conexión que había sentido con él comenzaba a desmoronarse. Tuvo que seguir el entrenamiento con una sensación en su pecho de incomodidad y confusión que le hicieron no estar tan enfocada.
De hecho, este fue su peor entrenamiento. Fue tan malo que cuando terminó y Chiara se dirigió hacia el vestuario femenino y se dejó caer sobre el banco agotada. Chiara suspiró mientras se pasaba una mano por su rostro a la vez que trataba de ignorar el nudo que tenía en el estómago.
Andrea y María enseguida se sentaron a su lado con miradas inquisitivas. Obviamente notaron que algo había pasado entre ella y Pedri, y no sólo querían enterarse de cada detalle, también querían apoyar a Chiara en lo que necesitara.
—Vale, ¿qué ha pasado? —le preguntó finalmente Andrea, cruzándose de brazos—. Porque ese entrenamiento tuyo no fue normal, y Pedri parecía un robot sin alma.
—No me digas que os habéis peleado o algo así —añadió María, mirándola con preocupación.
Chiara negó con la cabeza, pero sus ojos no decían lo mismo.
—No nos hemos peleado... no exactamente. Es que no sé qué le pasa últimamente —respondió finalmente, con un tono cansado—. De repente está frío, distante, y todo lo que dice es para criticarme o recordarme que no soy lo suficientemente buena.
—¿Pero por qué haría eso? —preguntó Andrea mientras fruncía el ceño molesta—. Antes parecía que le gustabas. Bueno, aún creemos que le gustas.
—Eso pensaba yo también —murmuró Chiara—. Pero ahora... parece que quiere que lo odie.
María puso una mano en su hombro, intentando reconfortarla.
—Mira, Pedri puede ser muy bueno en el campo, pero a lo mejor fuera de él no sabe cómo manejar las cosas —le dijo María—. Tal vez está lidiando con algo y lo está pagando contigo porque... porque no sabe cómo solucionarlo.
—¿Y eso qué más da? —intervino Andrea, claramente indignada—. Si tiene un problema, que lo resuelva solo. No tiene derecho a tratarte así, Chiara.
—Lo sé —suspiró Chiara llevando su mirada al suelo—. Pero no puedo evitar sentir que he hecho algo mal, aunque no sé qué.
Andrea y María se miraron entre sí antes de que Andrea hablara.
—Escúchame, Chiara. No has hecho nada mal —le indicó—. Si Pedri tiene problemas, es su responsabilidad manejarlos. Tú solo tienes que concentrarte en lo tuyo, porque estás aquí por tus méritos, no para lidiar con los cambios de humor de nadie.
—Exacto —asintió María—. Y si sigue comportándose como un idiota, nosotras le ponemos en su lugar.
Eso hizo que Chiara esbozara una pequeña sonrisa.
—Gracias, chicas —suspiró Chiara—. No sé qué haría sin vosotras.
Andrea le dio un suave empujón en el hombro, sonriendo.
—Probablemente volverte loca pensando en Pedri —bromeó—. Pero para eso estamos nosotras, para recordarte que eres increíble.
—Y que, al final del día, si Pedri no lo ve, ese es su problema —añadió María.
Chiara asintió, sintiéndose un poco más animada gracias a Andrea y María. Pero en el fondo, no podía evitar preguntarse por qué Pedri había cambiado su forma de ser con ella tan repentinamente, y si ese cambio era algo definitivo o si aún había una forma de arreglarlo.
Mientras tanto, Pedri estaba secándose su cabello mientras su mente estaba repleta de imágenes de Chiara: su risa, sus enfados cuando la picaba en los entrenes, ese brillito en sus ojos. Sabía que debía concentrarse en su objetivo, el fútbol, pero sus sentimientos por ella seguían nublando su juicio.
ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲
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