ᯓ 𝗲𝗹𝗲𝘃𝗲𝗻
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El pub estaba lleno de gente, pero era cómodo. Las luces tenues y la música creaban un ambiente animado, pero no agobiante, ideal para el grupo de futbolistas que buscaba desconectar tras unos días de intensos entrenamientos de Flick.
Chiara llegó acompañada de Andrea y María riendo entre el bullicio de la gente, y pronto se unieron a Fermín y a Marc Casadó, que ya estaban sentados en una mesa.
Pedri, sin embargo, llegó un poco más tarde, arrastrado por Gavi y Ferran. Al principio dudó en si acudir a la fiesta cuando se enteró de que Chiara también acudiría, pero Gavi y Ferran podían ponerse bastante pesados si se lo proponían.
Desde el momento en que cruzó la puerta del pub, su mirada buscó inconscientemente a Chiara. La vio al otro lado del lugar, riendo con Fermín y Marc, y algo en su interior se revolvió. Su pecho dio un vuelco al verla vestida con un un vestido azul marino que se ajustaba perfectamente a su cuerpo y su pelo ondulado que de normal acostumbraba a ver recogido.
—Tío, no puedes seguir así —le dijo Gavi, que notó la mirada de Pedri sobre Chiara de inmediato—. Si no te la quitas de la cabeza, al menos no te quedes aquí mirándola como un idiota.
—No estoy mirando a nadie —respondió Pedri, apartando la vista rápidamente.
Chiara seguía charlando animadamente con Fermín y Marc, mientras Pedri iba a buscar una mesa junto a Gavi y Ferran.
—A ver, ¿cuándo nos vas a contar qué se siente ser la nueva promesa femenina del Barça? —le preguntó Fermin con una sonrisa.
Chiara rodó los ojos, pero respondió rápidamente con una sonrisa burlona.
—Cuando tú me cuentes cómo consigues sobrevivir a esos chistes tan malos que siempre cuenta Casadó.
Fermín soltó una carcajada mientras Casadó ponía una mueca fingida de dolor.
—¡Qué cruel eres, Chiarita! —exclamó Casadó, llevándose una mano al pecho—. Y yo que estaba pensando en invitarte a la siguiente ronda por ser nuestra estrella.
—¿En serio? —respondió Chiara, levantando una ceja—. ¿Y qué tendría que hacer para merecer ese honor?
—Reírte al menos de uno de mis chistes —le dijo Casadó—. Vamos, sé que no es tan difícil.
—Es bastante difícil, de hecho —intervino Fermín, haciendo que Chiara volviera a reírse—. Pero si logras que se ría, yo también te invito a una ronda.
—Me estáis subestimando —respondió Casadó, adoptando un tono falso de indignación—. Pero bueno, ¿sabéis qué? Ya que veo que no hay esperanza para vosotros, mejor vete tú a por las bebidas, Chiara.
—¡Qué caballeroso eres! —replicó ella, poniendo los ojos en blanco pero sin poder borrar la sonrisa de su rostro—. Está bien, las invito yo. ¿Qué queréis?
Ambos empezaron a enumerar sus pedidos al mismo tiempo, provocando que Chiara levantara las manos.
—¡Vale, vale, de uno en uno, que si no me lío! Fermín, tú primero.
—Una cerveza. Y asegúrate de que esté fría, ¿eh?
—¿Algo más? ¿Un aperitivo? ¿Tal vez una bebida sacada de las mismisimas Maldivas con coco y pajitas de colores? —dijo Chiara con sarcasmo, mientras Fermín se encogía de hombros entre risas.
—No estaría mal un plato de bravas, pero bueno, no quiero abusar.
Chiara negó con la cabeza, divertida, y luego se giró hacia Casadó.
—¿Y tú?
—Lo mismo que Fermín, pero que sea doble, porque estoy que me muero después de tanto esfuerzo en el entrene de hoy.
—Claro, porque correr dos vueltas al campo es un esfuerzo monumental —bromeó Chiara antes de levantarse de la mesa—. Ahora vuelvo, perezosos.
Chiara esperaba su turno en la barra, distraída mientras observaba las luces del pub y escuchaba la música que sonaba. Aunque estaba tranquila, podía sentir las miradas de los demás en la sala, algo a lo que poco a poco había aprendido a acostumbrarse desde que se unió al Barça.
Sin embargo, cuando un chico desconocido, evidentemente algo afectado por el alcohol, se le acercó, su sensación de comodidad desapareció.
—Hola, guapa. ¿Qué haces aquí tan sola? —le preguntó el chico, inclinándose hacia ella de una manera demasiado invasiva.
Chiara dio un paso atrás de manera instintiva, esperando que el mensaje fuera claro, pero él no pareció entenderlo.
—No estoy sola —le respondió Chiara, evitando el contacto visual y enfocándose en el camarero que atendía pedidos más adelante.
—Vamos, no te hagas la difícil —insistió el chico—. Seguro que eres de esas chicas tímidas, ¿no? ¿Por qué no vienes conmigo?
—No, gracias —repitió con un tono más cortante, esperando que esta vez el chico entendiera.
Pero él, lejos de retroceder, dio un paso más hacia ella, inclinándose más cerca. Chiara sintió cómo su incomodidad se transformaba en nerviosismo, pero antes de que pudiera decir algo más, una mano se posó sobre su cintura, alejándola ligeramente hacia atrás.
—Ella ha venido conmigo.
El chico giró la cabeza hacia Pedri, y cuando reconoció su rostro, sus ojos reflejaron sorpresa. Chiara tuvo que toser para no atragantarse cuando notó la mano de pedri sobre su cintura, pero mantuvo su compostura.
Durante unos segundos, el chico pareció evaluar la situación, y finalmente levantó las manos en señal de rendición, dejando escapar una risa nerviosa.
—Tranquilo, tío, no pasa nada —empezó a decir—. Solo estaba siendo amable.
—Pues déjalo en eso —respondió Pedri con frialdad.
El chico se alejó tambaleándose, y Chiara, que hasta ese momento había contenido la respiración, finalmente la dejó escapar en un suspiro. Pedri retiró su mano de su cintura con la misma rapidez con la que la había colocado, pero la tensión todavía se podía cortar con unas tijeras.
—Gracias —le dijo finalmente Chiara con un tono algo seco y distante.
Pedri frunció el ceño al notar la frialdad en su voz, pero no dijo nada. Se dedicó a observar cómo Chiara recogía las bebidas que había pedido y, sin más palabras, se daba la vuelta y se dirigía de nuevo hacia la mesa donde estaban Fermín y Casadó esperándola.
Pedri se quedó junto a la barra, inmóvil, observándola mientras se alejaba sin siquiera mirarlo. El vacío en su pecho se hizo más pesado, una sensación que no estaba acostumbrado a manejar. Sabía que había herido a Chiara con sus actitudes en los últimos días, esa distancia que había intentado poner entre ellos para protegerse.
Su mirada volvió a posarse en Chiara, que ahora reía con Fermín y Marc, aparentemente despreocupada. Una parte de él quería acercarse, pedirle disculpas, explicarle todo, pero la otra, la que siempre había priorizado el fútbol, lo frenaba. Y así, una vez más, se quedó quieto.
Chiara regresó un momento junto a María y a Andrea, que la estudiaron durante unos segundos de arriba a bajo antes de lanzarse a preguntar lo que ambas sospechaban.
—Vale, ¿qué ha pasado? —le preguntó María, cruzándose de brazos.
—Nada, estoy bien —respondió Chiara mientras dejaba las bebidas sobre la mesa.
—Claro que sí, porque tu "nada" siempre significa "algo muy gordo" —le dijo Andrea—. Vamos, ¿qué ha hecho ahora Pedri? ¿Quieres que vaya a darle un puñetazo?
Chiara negó con su cabeza con una sonrisa mientras se dejaba caer sobre la silla junto a ellas, apoyando la cabeza en una mano.
—Nada... bueno, en realidad, sí. Es como si se esforzara por ser frío conmigo —acabó soltando Chiara—. Literalmente me evita en los entrenamientos, me suelta comentarios cortantes y luego, cuando hace algo como defenderme, actúa como si no significara nada. Es agotador.
—¿Y qué vas a hacer al respecto? —preguntó María.
—Nada —respondió Chiara—. Si él quiere jugar a ignorarme, pues genial. Vamos a ver quién es mejor evitando al otro.
—¿Estás segura de que quieres entrar en ese juego? —le preguntó Andrea.
—Completamente segura —respondió Chiara.
Andrea y María intercambiaron una mirada algo desconfiadas, pero Chiara simplemente sonrió levemente. Necesitaba distraerse, alejar de su mente toda la frustración que Pedri le generaba. Así que, cuando una canción de Quevedo comenzó a retumbar en el pub, su expresión cambió por completo.
—Vamos a bailar —anunció Chiara, tomando a sus dos amigas de las manos.
—¿Qué? —Andrea se resistió—. Pero si yo no sé bailar esto.
—No importa —le dijo Chiara—. Sólo ven, te prometo que te vas a divertir.
María se rió y las siguió sin protestar, dejando las bebidas atrás.
Cuando llegaron al centro de la pista, la música los envolvió, haciendo que Chiara se dejara llevar. Desde que había llegado a España, la música de Quevedo y Lucho RK era su obsesión, y este momento era justo lo que necesitaba para despejar su mente.
Sus pasos eran penosos, pero le daba igual. Reía y cantaba cada palabra mientras sus amigas la imitaban. Andrea y María hicieron un esfuerzo por seguir su entusiasmo, aunque pronto comenzaron a soltar carcajadas al ver que Chiara se había dejado llevar por completo. Le daba igual las miradas que caían sobre ella, se lo estaba pasando bien haciendo el ridículo.
Desde su asiento, Pedri no podía apartar la mirada de Chiara. La veía moverse con esos pasos tan ridículos que casi parecían naturales y su risa parecía que era lo único que se escuchaba en el pub. Cada vez que la veía sonreír, algo dentro de él se apretaba, unos sentimientos inexplicables que no sabía cómo manejar. Además, en su rostro se esbozaba una sonrisa estúpida que por más que quisiera borrar, no podía.
Gavi, que había notado su mirada sobre Chiara, se sentó a su lado y le dio un codazo en el costado.
—¿En serio vas a dejarla escapar? —le dijo mientras señalaba a Chiara con su cabeza.
Pedri giró la cabeza hacia él, sin dejar de mirar a Chiara de reojo.
—No sé de qué hablas —respondió Pedri, casi evasivo.
Gavi resopló, cruzándose de brazos mientras observaba a su amigo, sabiendo exactamente lo que estaba pasando.
—Vamos, Pedri. Todo el mundo puede ver lo que te pasa con ella, todos menos tú mismo —le dijo Gavi—. Estás coladísimo por Chiarita.
Pedri no respondió. Se mantuvo en silencio mientras observaba a Chiara riendo y bailando con Andrea y María las canciones de Quevedo.
—Mira, sé que tienes miedo —empezó a decirle Gavi—. Pero, ¿miedo a qué? ¿A que las cosas no salgan bien? ¿A que te distraiga del fútbol?
Pedri apretó la mandíbula, pero no estaba dispuesto a mostrarle a Gavi cuán cierto era lo que decía. De alguna manera, tenía miedo de que esas palabras llegaran demasiado lejos, de que Gavi tuviera razón.
—Tío, la vida no se trata solo de jugar al fútbol —suspiró Gavi—. Ella no va a estar ahí esperando a que tú te decidas.
Pedri lo miró, y por primera vez, no pudo evitar que sus ojos se encontraran con los de Gavi.
—¿Y si no funciona? —le preguntó Pedri en un deje de voz—. ¿Y si lo arruino todo?
—Si no lo intentas, nunca lo sabrás —respondió Gavi encogiéndose de hombros como si la respuesta fuera obvia.
Las palabras de Gavi se quedaron flotando en el aire. Sin decir más, Pedri volvió a mirar a Chiara, quien ahora bailaba junto a Fermin y a Casadó con la misma actitud y sonrisa despreocupada que antes. Cada movimiento de ella le parecía hipnótico, y mientras la observaba, no podía evitar preguntarse si alguna vez tendría el valor de hablarle de verdad.
Pero ¿y si realmente no podía lograr manejar esos sentimientos? ¿Y si la relación con ella lo distraía del fútbol, algo que él no estaba dispuesto a arriesgar?
ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲
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