𝗢𝗢𝟵
Después de un fin de semana algo estresante, Christopher pudo volver a ver a aquél chico que lo había salvado, no pudo evitar lanzarse contra él para abrazarlo cuando el lunes Changbin regresó a su casa, fue grande el alivio del mayor al no encontrar heridas nuevas en el rostro de el australiano, temía que su esposa le hubiese hecho algo los días que no pudo verlo.
Entonces devolvió el abrazo cerrando los ojos para disfrutar de la calidez de Christopher mientras caminaba justo con él hasta el sofá.
Continuó cuidando de él por el resto de la mañana, estuvo a su lado para hacerlo sentir mejor por si sus cólicos volvían e hizo lo mismo al día siguiente hasta que su periodo acabó, Christopher lucía más feliz que de costumbre, Changbin le había ayudado con eso y todo había sido más fácil para él recibiendo la ayuda de aquél coreano.
Todo estaba yendo tan bien para Christopher, demasiado que sabía lo mucho que dolería cuando Sana volviera a atacarlo. Porque las cosas buenas no siempre son eternas, pero él continuaba rogando que duraran un poquito más.
Una alarma más volvió a recordarle a Changbin que debía regresar a casa, ambos habían comenzado a odiar tanto esa alarma, sin embargo sabían que era más que necesaria porque el tiempo que tenían juntos pasaba volando y sin esa alarma no podían saber cuando su límite de tiempo había llegado, entonces Changbin tomó sus cosas y se levantó del sofá.
Él miró una última vez a Christopher, no quería dejarlo solo, no hoy, cuando ya le había quitado todo rastro de heridas, temía dejarlo nuevamente en manos de su esposa con el riesgo de que ésta tirara a la basura todo su trabajo hiriendo nuevamente a aquél chico que tanto quería.
Y sin poder evitarlo, le abrazó con todas sus fuerzas antes de salir. Changbin quería llorar, ese ángel no merecía estar atrapado ahí, no con ese demonio de mujer que tenía.
—Te veo mañana, bonito —Changbin susurró contra su mejilla antes de dejar un beso en ella.
Y se tragó sus ganas de llorar para salir por la puerta viendo por última vez como Christopher agitaba su mano en forma de despedida.
Changbin fue fuerte, él no lloró, porque todo iba a estar bien, él lo iba a ver al siguiente día, sano y salvo, debía pensar así, pero no podía evitar sentir un gran temor porque las cosas fueran diferentes.
Christopher por su parte estaba algo nervioso, esperaba que Sana se hubiera olvidado y que al menos por hoy no le hiciera nada, pero aún así tenía miedo, a ella nunca se le olvidaba algo como eso.
El tiempo continuó pasando y parecía que Sana se había atrasado un poco en el trabajo, sin embargo llegó.
Dando un portazo entró a la casa sin molestarse en quitar sus zapatos, tenía la marca de una cachetada en su rostro y apestaba a alcohol, pero no lucía tan ebria y eso asustó un poco a Christopher, solamente seguía rogando porque ella lo olvidara todo.
No iba a preguntarle en donde estuvo o que era esa marca, claro que no, él no iba a arriesgarse a enojarla, sin embargo ella ya parecía molesta.
—Me fue mal en el trabajo —Sana habló enojada—. Ya sé que no preguntaste, pero me vale un carajo, aún así te lo digo.
Christopher no respondió nada.
Solamente esperó lo que Sana tuviese por decir.
—Sin embargo, tú pareces muy feliz, ¿alguna novedad? —Christopher solamente la miraba, innegablemente ella estaba ebria, pero no tanto como para no ser consciente de las cosas—. Ya lo sé, Christopher, tu periodo ha terminado, ¿no es verdad? Eso significa que tu ciclo fértil empezó, ¿o me equivoco? Por supuesto que no lo hago, estás en tu momento fértil, si es que tienes uno —escupió lo último con desprecio comenzando a acercarse a Christopher.
Y como acto de reflejo él retrocedió un poco.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué te pones tímido cuando esto ya es una rutina? Ven aquí ahora mismo —ella extendió su mano—, no hagas de esto algo difícil... ¡Ven ahora mismo!
El infierno había comenzado.
—¡Te dije que vengas, carajo! —Sana lo sujetó fuertemente del brazo antes de que él pudiese retroceder un poco más.
—¡Sana, no, por favor! —Christopher empezó a llorar.
—¡Cierra la boca, maldito idiota!
Lo golpeó, lo hirió nuevamente tirando a la basura todo el trabajo de Changbin.
—Sana, por favor, hoy no, hoy no quiero —él suplicó llorando—. Te lo ruego, por favor.
—Cierra la boca si no quieres que esto sea más difícil —la contraria pidió arrastrándolo hacia la habitación para finalmente tirarlo a la cama y subirse sobre él.
—¡Déjame, por favor! —pedía llorando sin dejar de moverse.
—¡Te dije que te calles! —una vez más, lo golpeó—. ¡Quédate quieto, maldición! —otro golpe impactó su rostro. Y otro.
Y otro más.
Pero él no dejaba de moverse, no quería que ella lo tocara.
Sin embargo, su esposa era más alta y fuerte que él, tanto que logró tomar sus manos para dejarlas sobre su cabeza y quitándose el cinturón, se las ató en la cama.
—¡Sana, no! —él seguía gritando con todas sus fuerzas—. ¡Ayuda! ¡Por favor. Ayuda! —gritaba esperando a que un vecino lo escuchara y fuese a ayudarlo.
Pero, la corbata que su esposa le colocó sobre su boca, ahogando cualquier grito o sollozo que él pudiera soltar.
—Nadie te escucha, nadie te va a ayudar así que deja de moverte —ella lo seguía golpeando.
Christopher solamente podía morder la corbata con todas sus fuerzas mientras sus lágrimas no dejaban de caer al sentir como su ropa era rota por aquella mujer a la que
tanto odiaba.
Él cerró los ojos por un momento, le daba tanto asco mirar el cuerpo semidesnudo de su esposa, ella era un monstruo.
Lo estaba tomando por la fuerza y él no podía hacer nada para evitarlo, dolía demasiado lo que esa mujer le hacía, tanto que ni siquiera era consciente de que seguía siendo golpeado, solo lo notó hasta que un golpe le hizo escuchar una especie de silbido al mismo tiempo que su vista se nublaba y todo se volvía borroso, sin embargo aún podía sentir el dolor que su esposa le estaba causando al abusar de él de esa manera.
De un momento a otro, sintió atragantarse en su propia saliva a causa del llanto, y por más que quería toser la corbata en su boca se lo impedía, creyó que iba a morir, incluso deseó tanto hacerlo, pero simplemente la vida la odiaba demasiado que su agonía pasó.
Sana acabó con él y como si de cualquier cosa se tratase, ella se levantó de la cama para seguidamente desatar las manos y la boca de Christopher y recoger su ropa para ir en dirección a la ducha mientras el pobre chico yacía desnudo en la cama con la mirada perdida en el techo y las lágrimas secas pegadas a sus mejillas, pensando en lo que su esposa acababa de hacerle.
—Lo seguiré haciendo por los próximos días así que más te vale cooperar —la mayor advirtió para finalmente cerrar la puerta del baño de un portazo.
Christopher estaba temblando, todo su cuerpo dolía y su rostro ardía, entonces se levantó con la intención de ir en busca de las cremas que Changbin le había regalado y notó la sangre que había en la cama, no pudo evitar odiar un poco más la vida que le había tocado.
Minutos después de haberse puesto aquellas pomadas, cambió las sábanas de su cama y el resto del día tuvo que fingir que nada había pasado o de lo contrario su esposa podría lastimarlo nuevamente.
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