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୨∙୧ :: 𝟎𝟑

14 de diciembre, 2010
11 días para Navidad

Siete de la mañana de un sábado, sin duda el día perfecto para dormir.

Pero no cuando hay niños cerca.

—¡No! —gritó enojada Bae viendo como su prima leía la carta que había hecho para Sullyoon.

—Ou~ ¡esta cosita enana está enamorado! —apretó los cachetes de la rubia.

Bae bufó molesta y se fue a donde su hermana. Al menos ella no la molestaba.

—Ahyeon, ¿tú no me molestaras verdad? —preguntó a la bebé de dos años. —Yo no te molestaré a tí, es muy feito.

La bebé solo pudo reír al ver como la torre de bloques que estaba construyendo cayó al suelo dejando todo desordenado.

—Yah, Bae. —llamó la tía del mencionado. —No te molestes con Haewon, ¿sabes? Ella también estuvo enamorada a tu edad.

—¿En serio? —preguntó abriendo sus ojitos ante aquella confesión, de fondo a la vez se escuchó un grito de Haewon, pidiéndole a su mamá que no hablara de más.

—Sí, tú sólo dale esa carta a la chica. Debe ser muy linda como para tener tu corazoncito lleno de amor. —jaló levemente las mejillas de la menor y se fue a la cocina a terminar de preparar el desayuno.

Una vez su tía se fue, apareció Haewon con una cara más sería a la que tenía cuando se estaba burlando de ella.

—Oye, ¿qué te dijo mi mamá? —preguntó con miedo. —Lo que sea que te dijera es mentira.

Bae solo atinó a asentir, planeaba usar la información cuando fuera necesaria.

Su prima era apenas 4 años mayor que ella. Disfrutaba mucho cuando esta venía porque podía aprender a cómo actuar como una niña grande.

Porque claro, ella ya lo era, solo le faltaba la actitud.

Haewon había viajado desde Estados Unidos para su cumpleaños, y de paso pasar las fiestas junto a la familia. Sin embargo, desde que había llegado sólo la había molestado, o al menos así lo interpretaba ella.

Iba a jugar junto a su hermana, pero él timbre de la casa sonó. Ante el sonido, el padre de familia bajó para recibir a la visita.

Unas cuantas voces y pasos, y ¡boom! explotó el mundo.

Bueno, no fue tan así, pero en la mente de Bae eso hubiera sido divertido.

Pero ¿qué es mejor que una explosión? Pues claro, ¡Lily!

—Oh genial, más niñas. —refunfuñó Haewon al ver como el dúo de amigas empezaba a saltar y correr por la casa.

Ignorando la presencia de la mayor, ambas niñas corrieron hasta la habitación de Bae, pues, Lily tenía una gran noticia que contarle.

Pero no se puede contar una noticia sin antes tener donde hacerlo, oh no, eso no era posible.

Ambas niñas empezaron a usar algunas sábanas y almohadas para formar una base; una base secreta donde ninguna prima-alienígena podía pasar.

Con las luces apagadas y las cortinas cerradas, encendieron una linterna y que empiece el show.

—En el camino a Villa alegría —dijo Lily en referencia al centro comercial. —... Pasó el trineo de Santa sobre el auto. Cuando entramos ¡Santa estaba ahí y tenía muchos regalos!

Bae puso su boquita en forma de O.

—No es todo. —recalcó Lily. —¡Tenía un reno de verdad, ví a Rudolf!

—¡Es Rodolfo!

—¡Es lo mismo!

—Oigan, hablen más bajito que no escucho la serie. —habló una tercera voz, la cual Bae identificó como su prima-alienígena.

—Oh no, ¡la base ha sido atacada con alienígenas! —ante el grito de Bae, ambas empezaron a chillar mientras destruían todo con el fin de encontrar a la alienígena invasora.

Luego de apuntar a todos lados con la linterna, un grito salió de la boca de Haewon cuando una de las niñas pisó su mano.

—¡Auch! —se quejó. —¡Quítate niñita!

Lily apuntó a sus pies, viendo como fue ella quien pisó a Haewon.

—Bae, ¡destruimos al alienígena!

—Y mi pobre mano. —Haewon se levantó masajeando su mano izquierda.

Al levantar la vista, Jin Sol mayor notó que ninguna de las niñas se encontraba en la habitación.

Estas ya se encontraban en el primer piso, de camino a rogarle al padre de Bae que les cumpliera un pequeño deseo.

—Papi. —llamó Bae esperando que toda la atención de su progenitor esté en él. —¿Podemos ir al centro comercial a donde Santa?

El mayor miró con urgencia a su esposa, ¡él no sabía lidiar con esos temas! Menos con los ojitos encantadores que tenían las niñas.

—Eh... —fue lo único que pudo salir de su boca. —Ya veremos.

—¡Pero papá!

—Iremos luego, Bae. —habló su madre apareciendo detrás de su esposo.

Deseo casi cumplido.

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