Kazuha se dirigía corriendo hacia la florería más cercana. Estaba yendo a ver su linda futura Omega, y queria comprarle un ramo de rosas como siempre lo hacia.

Termino comprando un ramo grande de las flores más bonitas que pudo encontrar y un peluche de oso, luego se dirigió al trabajo de Chaewon.

Kim tenia un pequeño trabajo como costurera, pues debía ayudar a su madre con algunos gastos. Le daban 2 descansos al dia, los cuales duraban aproximadamente media hora, y en esos minutos Nakamura siempre la iba a ver.

Al llegar vió a la castaña sentada sola en una banca mientras comia, por lo que fue hacia donde estaba para poder entregarle lo que le habia comprado.

— ¡Linda Pupu!—gritó haciendo que la Omega diera un pequeño saltó por el susto.

—Crei que hoy no ibas a venir, Nakamura.

— ¿Cómo vas a pensar eso? Yo siempre voy a venir a verte, porque eres mi amada Omega.

Chaewon volteó los ojos y dió un suspiro pesado.

— ¿Cuántas veces te tengo que decir que no soy tu Omega?

—Todavia no, pero lo serás en un futuro. Y tendremos una lin-

—¡No!—puso su mano en la boca de Kazuha haciendo que guardara silencio—No soy tu Omega y nunca lo seré, tampoco tendremos una cachorra que se llame Manchae.

—No, ése es el apodo.

—El punto es que nunca pasará, Kazuha.

La Alfa como respuesta solo sonrió con cinismo. Ella tenía 17 años y Chaewon 18, apenas eran unas adolescentes, y ninguna sabía lo que pasaria en el futuro.

Pero Kazuha sabía con seguridad que aquella linda castaña sería la persona con la que pasaría el resto de su vida.

Ese pensamiento era muy loco.

— Eso ya lo veremos Pupu.

Le extendió los regalos que todavia tenia agarrados. Chaewon se sorprendió un poco por el detalle, al mismo tiempo un pequeño sonrojo atacó sus mejillas, debia admitir que Kazuha era un amor de persona.

—¿Muchas gracias? — recibió las bellas rosas rojas y el pequeño peluche, y por primera vez en todo este tiempo, la alfa rubia pudo ver la linda faceta de Kim, pues la castaña mostraba una bonita sonrisa.

Kazuha se encontraba dirigiéndose al trabajo de Chaewon en su bicicleta. Ese día le iba a regalar una carta que había escrito ella misma la noche anterior.

Cuando llegó no encontró nadie cerca del lugar, lo que se le hizo extraño pues la castaña siempre se encontraba por esa área en su tiempo de descanso.

Con algo de extrañeza fue hacia la tienda donde la Omega trabajaba para preguntar donde estaba.

—Disculpe, ¿Sabe dónde puedo encontrar a Kim Chaewon? —le preguntó a la jefa de la mencionada.

—Oh, Chaewon no asistió hoy a trabajar. Me comentó por llamada que habia amanecido con un resfriado.

Kazuha asintió con la cabeza mientras agradecia y daba una pequeña reverencia. Salió de el lugar y se subió a su bicicleta nuevamente.

Iria a la casa de Chaewon para ver cómo estaba y poder entregarle la carta. No sin antes comprar algunas ricas galletas para que su Omega se sintiera mejor.

Sabia la dirección pues una vez había acompañado a Kim cuando salia de su trabajo en la noche.

Estacionó su bicicleta en la entrada de la vivienda y fue a tocar rápidamente. Pasaron varios minutos para que la puerta fuera abierta.

Una Omega con cabello desordenado, nariz roja y pijama de gatos se encontraba dentro de la casa.

—¿Que haces aquí Kazuha?

Su voz terminaba de confirmar que efectivamente, Chaewon estaba enferma.

—Oh, vine a ver como te encontrabas pues tú jefa me comentó que estabas resfriada, respondió mientras le daba la caja de galletas que le había comprado.

Bueno, gracias por preocuparte por mi

—Y también te hice esto. le extendió la carta a la mayor, la cual agarro el detalle rápidamente — Cuando regreses a trabajar me dices que te pareció. Ahora ya tengo que irme.

Besó rápidamente la mejilla de la castaña y fue corriendo a por su bicicleta para irse rápido de ahi.

Chaewon solo rió por tal escena. Se metió a su hogar, cerró con seguro y se dirigió a su habitación.

Al entrar fue directamente hacia su cama y se acostó boca arriba para poder leer lo que Kazuha le habia escrito. Abrió el bonito sobre color rosado y saco la hoja que tenía dentro para comenzar a leerla.

Mientras más leía, su bella sonrisa se hacia más grande. Tanto era su felicidad que se le habia olvidado que se sentia mal por su resfriado