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OO2

Changbin despertó aquella mañana desorientado, sintiendo la tranquilidad de su habitación recibirle mientras se adaptaba a la poca iluminación de esta. Giró su rostro con pesadez y vió como dos hombres custodiaban la puerta, notando su despertar y saliendo de la habitación para dar aviso.

—Buen día, señor. Nos alegra que haya despertado, pensábamos que estaría más días inconsciente —habló el único hombre que quedó, acercándose a él a una distancia prudente.

—¿Cuántos días pasaron? —cuestionó, tratando de incorporarse, pero todo su cuerpo dolía—. Seis días para ser precisos.

Siseó una maldición, su celo había llegado de manera precipitada. No era fanático de pasar todos esos días solo, pero así como su lobo se retraía de manera consciente, en su celo no cambiaba mucho. Soltó un suspiro y se quitó las sábanas de encima, necesitaba levantarse y seguir con sus pendientes, ya había perdido demasiado tiempo.

—Reúne a todos, estamos partiendo al mediodía —se levantó de la cama, sorprendiendo al hombre.

—Pero señor, usted sigue estando débil, debe de terminar su recuperación para volver a estar bien —intentó detenerlo, pero bastó una sola mirada para que el beta se detuviera a mitad de su andar.

—Ponme una mano encima y te la cortaré —siseó con molestia, caminando hacía el baño.

En días normales ya se encontraba malhumorado, pero cuando pasaba el celo solía ponerse peor, amargándose la mera existencia por su cuenta. Siempre creyó que era por la soledad en la que pasaba aquellos días bochornosos, era rara la ocasión donde dejaba que alguien se ocupara de ello, pero como su lobo se mostraba reacio aún y en esos días, prefería mantenerse encerrado mientras los malestares pasaban. Se trataban de días llenos de agonía, luchando contra sí mismo porque los supresores no ayudaban demasiado a su estado, tratando de no perder la cordura ante el intenso calor y deseo que recorría su cuerpo, buscando una forma de saciarse.

El hombre se quedó perplejo atrás suyo, mirando como su silueta desaparecía. Sorprendido, comunicó lo que le habían ordenado mientras esperaba a que su jefe saliera de alistarse.

Exactamente, cuando el reloj apuntó las doce del mediodía, se encontraban en su respectivo automóvil siendo llevado a la empresa. No negaría que aún presentaba sensibilidad después del celo, pero los días más pesados ya habían quedado atrás, no podía permitirse tomarse más días libres, si por él fuera estaría levantado y trabajando desde el primer día, lástima que había caído cegado por la necesidad que lo consumía.

—Lleguemos a la cafetería rápido, quiero comprar algo —murmuró, viendo los mensajes pendientes de su celular—. Sí, señor.

Cuando el automóvil se detuvo frente a la cafetería, Changbin esperó hasta que la puerta fuera abierta para salir, guardando su celular dentro de su saco gris. Caminó hasta la entrada de la cafetería y miró al mostrador, sorprendiéndose de no ver al mismo castaño de los últimos días atenderlo, en cambio, era un alegre pelirrojo que le dió la bienvenida, abrumándolo por su intenso aroma a fresas y miel. Rápidamente lo reconoció como un omega, entornado los ojos en el mostrador en busca de algún otro aroma que reconociera, percibiéndolo apenas en el aire, haciendo reaccionar a su lobo de una manera negativa.

—Buenas tardes, ¿qué va a ordenar? —saludó de manera amable, mirándolo con atención. ¿Dónde se suponía que estaba el castaño? ¿Había durado tanto tiempo inconsciente?

(...)

Chan salió del pequeño almacén donde sacó un par de vasos ante la falta de estos para los cafés de tamaño mediano. Vió como Jeongin estaba terminando de servir en algunas mesas y le sonrió, realmente contento por la eficiencia que estaba mostrando el omega desde su primer día de prueba en la cafetería. Chan había confiado desde el primer minuto que comenzó la entrevista en que aquel chico sería un buen empleado, con su carisma y su forma de desenvolverse sin importar nada le hacía un tanto atractivo en el sentido de que era lo que necesitaba su lado para poder liderar la cafetería, su iniciativa y la gran energía que poseía eran puntos claves para él. Además, si no fuera suficiente su propia aprobación, su lobo había chillado de alegría totalmente encantado en tener un compañero, y lo había demostrado al expulsar feromonas en cuanto le confirmó que estaba contratado.

Cuando se acercó al mostrador, Jeongin corrió hasta donde estaba con una mueca en su rostro, inquieto por contarle algo—. ¿Qué pasa, Jeongin?

—Mientras estabas en el almacén vino un tipo demasiado intimidante, hasta escalofríos me dio —sintió un estremecimiento de solo recordar la expresión del tipo mientras lo atendía, también su aroma se notaba un tanto menos dulce al sentirse con miedo.

—¿Ah, sí? —cuestionó, terminando de acomodar los vasos en su lugar.

—Sí, este tipo me abrumó con su olor, demasiado tosco para mi gusto. Era muy serio y demasiado cortante con su pedido, inclusive cuando se lo entregué no me dijo nada y se marchó, ¡qué maleducado fue! —exclamó lo último en un tono más alto, llamando la atención de un par de clientes que se encontraban cerca del lugar.

Chan se sorprendió por la información, ¿habría sido el mismo hombre de la semana antepasada? Tenía una semana completa sin saber de él, ¿habría vuelto después de todos esos días?—. ¿Cómo lucía? Físicamente.

—Llevaba un traje, ¿gris? Creo que era una tonalidad grisácea, no pude observar bien, pero tenía su cabello recogido en una coleta porque era algo largo, de color morado. Parecía más grande que nosotros, ¿a lo mejor alrededor de unos treinta años? O entrando a los treinta, o a lo mejor su apariencia lo hace ver demasiado grande, algo robusto y su mano se encontraba tatuada, parecía tener más pero por su traje no se dejaba ver. Es todo lo que recuerdo, tenía tanto pavor de decir algo malo y pudiera molestarlo.

Se sintió un tanto debatido por su descripción. En parte coincidía con aquel hombre, pero recordaba su cabellera de un color diferente, y no recordaba el detalle de sus tatuajes, ¿cómo podía pasar algo como ello por alto? Probablemente se encontraba enfocado en otros rasgos que lo pasó desapercibido. Inclusive su lobo movió la cola pensando que se trataba de él, podía escucharlo picoteando su cabeza diciendo que se trataba de él—. Nos visitan todo tipo de personas, Jeongin. Solo es cuestión de que te acostumbres, no te dejes intimidar por esas personas, así viven la vida.

Se apoyó sobre sus hombros mientras lo animaba, antes de separarse por la campanilla de la puerta anunciando nuevos clientes. Ignorando los llamados de su lobo, se enfocaron en seguir atendiendo hasta que faltaban veinte minutos para la hora del cierre; había sido un día un tanto agitado, pero con la ayuda de Jeongin, Chan había podido descansar y turnarse en ratos en comparación si hacía todo el trabajo por su cuenta. A pesar de que estaba terminando un día un tanto agotado, no se comparaba con los días pasados que tenía que hacerlo todo él solo.

Los clientes se habían ido, tampoco creían que alguien llegara a esas horas, por lo que voltearon el letrero a cerrado y comenzaron a limpiar, dividiéndose las tareas para terminar más rápido.

—Puedes encargarte de las mesas de ese lado, mientras yo me ocupo de las de acá, creo que es lo más importante porque de lo demás siguió limpio después de la última vez —Jeongin asintió y se puso a limpiar, mientras Chan comenzaba a pasar el trapo sobre una de las mesas.

La puerta solo contaba con el letrero al revés, donde se podía apreciar el "cerrado", pero aún así la campanilla sonó cuando alguien ingresó al local. Los dos chicos se giraron para ver de quién se trataba, sorprendiéndose ambos.

—Perdón, estamos a punto de cerrar... —Chan habló, quedándose en silencio al reconocerlo.

Changbin había entrado al local con la misma expresión de desinterés de siempre, localizando sin problema a Christopher. Se sintió un tanto relajado cuando lo vió a diferencia de la mañana, cuando no tuvo la oportunidad de verlo por ningún lado mientras esperaba que le entregaran su orden. Sintió como su lobo movió su cola con alegría, inclusive sus orejas se levantaron en atención a cierto omega, expulsando feromonas sin siquiera notarlo.

—¿Ni siquiera para llevar? Aún faltan quince minutos para las ocho —miró su reloj, marcando la hora.

—C-claro —Chan tartamudeó un poco, pero se recompuso rápidamente, sintiéndose afectado por su olor. Este era más fuerte que en las ocasiones pasadas donde se vieron, inquietando al omega.

Se había quedado anonadado al ver la nueva apariencia de Seo frente suyo. Había transcurrido una semana sin verse, pero verlo ahora con aquella cabellera agarrada en una fina coleta con dos mechones que caían sobre sus mejillas y de un color morado, mientras caminaba dentro del lugar hacía el mostrador con las manos en sus bolsillos de su traje, haciéndolo ver un tanto autoritario en su propio establecimiento.

Jeongin se había referido a él todo este tiempo, y a pesar de que Chan ya había tenido varias oportunidades de atenderlo, seguía sorprendiéndole con su porte.

—Buenas noches, ¿lo mismo de siempre? —cuestionó Chan tan pronto como se colocó detrás del mostrador.

Changbin negó, mirando el menú a un lado del mostrador con cierto afán de elegir algo nuevo, pero ante sus limitados gustos se quedó en blanco.

—¿Qué me recomiendas? —soltó, sorprendiendo a la parte contraria de escuchar algo más que no fuera el típico "café negro".

—Dependiendo de lo que pueda gustarle, si quiere seguir con algo similar al café negro puedo sugerirle alguno de estos tés, sobre todo con el té negro, o si quiere cambiar un poco podemos intentar con un Caramel Macchiato, un latte... —siguió mencionando un par, Changbin apenas entendiendo todo lo que decía.

¿Por qué era tan difícil escoger una simple bebida? Culpaba su nula experiencia en las bebidas que no fueran alcohólicas, de ello podría saber qué ingerir sin problema.

—Un té negro —recitó, sacando su tarjeta. Pagó la cantidad dicha y guardó el ticket junto a la tarjeta, sintiendo una segunda mirada en él.

Jeongin lo observaba a la distancia, pero cuando notó que se giró para encararlo, se centró en limpiar la mesa un tanto intimidado por el hombre. ¿Cómo Chan podía atenderlo luciendo tan relajado? Cuando le había tocado atenderlo había tartamudeado un poco y dudado con la orden.

—No estabas en la mañana —murmuró el pelimorado, haciendo que Chan lo mirara.

—Me encontraba ocupado con el almacén, por eso —contestó con un encogimiento de hombros, preparando el té—. Usted no vino por un par de días.

Changbin se limitó a contestar, como siempre—. Tuve unos percances.

Cuando el té estuvo listo, se encontraron en la barra habitual y se lo tendió—. Espero que disfrute de su té, y espero volver a verlo pronto, gracias por su visita.

—Gracias —aquella palabra sorprendió a los tres, girándose para encaminarse a la puerta.

Antes de que pudiera salir, Chan habló detrás suyo—. Mañana habrá un especial de galletas, no son iguales que la vez pasado, pero pensé que podría interesarle.

Changbin lo miró sobre su hombro, asintiendo—. Entonces estaré aquí temprano mañana —bien, lo estaré esperando.

Sin mencionar más, Changbin salió de la cafetería sin decir más hasta su automóvil. Chan no se perdió ningún movimiento y soltó un suspiro cuando lo vió irse, procesando lo que acababa de suceder.

—¿Lo conoces? —Jeongin cuestionó con cierta curiosidad.

Asintió—. No sé su nombre, pero ya vino un par de veces antes de que entraras a trabajar. Siempre pide lo mismo, pero hoy fue diferente. Nunca me había tocado que viniera dos veces en un solo día, además de que sin falta siempre pide café negro, fue... extraño, pero grato.

Ninguno de los dos mencionó nada más, se limitaron a seguir limpiando hasta que el lugar quedara completamente limpio. Se despidieron en la puerta al tomar rumbos diferentes a sus respectivos hogares, contentos de por fin poder irse a descansar. Chan sobó la parte trasera de su cuello mientras caminaba hasta su departamento, repasando todo lo que había ocurrido en el día y deteniéndose en pensar en una sola interesante que sucedió.

O en un solo hombre, para ser más específicos.

Nunca había sido de sentirse atraído por sus clientes, creía que era poco ético en su trabajo y debería de enfocarse solo en ver a todos como simples clientes, ningún lío amoroso ni mucho menos. Pero verlo entrar al último, con aquella nueva apariencia, no podía dejar de pensarlo desde que se fue, además de saber que al día siguiente iría para probar uno de esos postres que le había dicho y Chan creía que era el tipo de persona que cumplía sus promesas sin importar el tamaño de esta.

Y con un nuevo propósito, anheló que el día siguiente llegara, por el simple hecho que se atrevería a preguntarle su nombre. No sería raro, ¿cierto? Tenía clientes habituales como él y sabía reconocerlos y los llamaba por su nombre, no tenía que ser diferente con él, ¿verdad?

Entró a su departamento, dispuesto que el día siguiente no lo dejaría ir hasta saber de su nombre. Mientras, cierto pelimorado se sentía afectado por el omega, deseando que llegara el día siguiente para poder verlo, pero todo ello culpaba su celo, claramente a eso debía todo ese comportamiento tan raro en él y su lobo.

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