── 🌙⋆ ࣪ : más allá del mundo ֶָ֢֪
Ellos ríen, se rozan, se miran y se abrazan.
Son risas cálidas, roces inocentes, miradas llenas de coqueteo y abrazos perfectos acoplados a sus sentimientos.
Hay vibraciones que giran a su alrededor en diferentes tonalidades, como aurora boreal sobre capas de hielo. Las de Minho ya habían sido rotas.
Se siente feliz, emocionado y tímido y anhelante y quiere tirar más cerca a Christopher de sí. Hasta que ya no quede espacio que cerrar y sus almas se acaricien.
Es extraño, piensa. Porque jamás se imaginó estar en una situación donde él esté siendo mimado y siendo mantenido más cerca de otro hombre. Pero no es otro hombre, simplemente es Christopher.
Y Christopher le quiere, le atiende y es suyo.
Y Christopher le toma por la cintura y él se sonroja porque la cercanía de su prometido le arroja una tormenta de sentimientos.
Y Minho está dispuesto a dejarse llevar por ella.
"¿En qué tanto piensas?"
Minho es atrapado en su torbellino de pensamientos y se siente como un niño al que están por castigar.
Pero él no es un niño, porque los niños no se comprometen con los hijos de satanes o están dispuestos a hacerlo. Tampoco es como si hubiera más de un Satán.
"Solamente... Pensaba".
"¿Y en qué?" Christopher sonríe divertido y apoya su mentón sobre el hombro de Minho. La posición resulta cómoda y hogareña que a Minho se le enciende el pecho por más y se imagina a él y a Christopher casados sobre una linda casa... En el jardín, viendo el atardecer y quizás, malcriando a sus hijos.
Hijos. La idea ya no resulta espeluznante, mucho menos equivocada. Lo sabe porque ha aprendido mucho y a él le gusta Christopher, y estar con Christopher se siente bien. Y está bien.
"Sobre nosotros y el futuro"
"¿Un futuro donde estemos juntos?"
A Minho se le desliza una sonrisa por el rostro, siente el pecho lleno y pleno y se siente tan bien. Su cuerpo es sostenido por los brazos de su prometido y él se deja llevar.
"No podría imaginar uno en el que no lo estemos"
Minho no suele pensar mucho en lo que dice, porque no le importa demasiado.
Antes, creyó que todo estaba mal con él, con él y con todo lo que había comenzado a sentir por Christopher, que era incorrecto.
Pero sabe que no lo está, porque amar se siente bien y está bien, y nadie debería de ser privado de amar o ser amado. Y él quiere ser amado. Solamente por Christopher.
Hay rayos de sol precipitándose sobre el horizonte, el brillante follaje de los árboles meciéndose con tranquilidad entre el aire y los aromas mezclándose sobre la tierra.
Berry, su perro Samoyedo, yace sentado sobre sus patas traseras. El can parece verlos y adorarlos y amarlos por la juguetona mirada de sus ojos, por las orejas puntiagudas levantadas y la cola agitándose felizmente de un lado al otro.
Christopher respira un beso sobre la mejilla de pan de Minho, fugaz y divertido y Berry ladra una y otra vez porque al parecer también quiere besos y que le rasquen detrás de las orejas.
"No", dice Christopher "Lamento informarte esto, mi querido compañero Berry, pero Minho es solo mío".
Y Berry gruñe, baja las orejas, coloca una mirada triste y comienza a gimotear.
Christopher enarca una ceja, porque hasta hace poco Berry siempre había sido su amigo –y lo era– pero desde que Minho había llegado a sus vidas, Christopher había conocido lo que era la traición. Y por un perro.
"Te has vuelto muy manipulable, ¿No esperas que caigamos en tu trampa y-..."
Pero Minho ya estaba acariciándolo, rascándole las orejas y sobando su lomo y Berry se dejaba hacer entre los brazos del menor. Con la lengua afuera y la cola disparatada hacia todos lados.
"No seas cruel, Christopher. ¿Acaso no es la cosita más linda que has visto en tu vida?"
Y Minho sostenía la cabeza de Berry junto a la suya, abrazándolo y con una gran sonrisa similar a un conejo que, en su defensa, hubiese podido derribar hasta las más grandes murallas de la antigua China.
Y claro que era lo más lindo que había visto. Era hermoso, y cálido, suave, reconfortante, amigable y etéreo... Berry también era lindo, a su manera (aunque a menudo robara la atención de Minho).
Christopher se agachó hasta la altura de sus dos grandes amores y acarició la mata de cabellos que Minho portaba.
"No lo creo, ¿Deberíamos de dejarlo aquí y adoptar a otro perro más lindo?"
Berry ladeó la cabeza y gruñó entendiendo a lo que su dueño se refería. Minho azotó un golpe de su codo contra el pecho de su prometido y rio divertido.
"Eso sí que ha sido cruel, ¿Cómo podríamos hacerle eso a Berry?"
Christopher exhaló con orgullo, tan lleno de adoración contra su amor porque a pesar del mal comienzo que él y Minho habían tenido, Minho incluía y amaba a Berry tanto como él lo hacía. Era felicidad al ver que Minho le aceptaba, a él y a Berry y a todo lo que vendría en un futuro. Dejó un beso contra su cabeza y después rascó por detrás de las orejas a Berry.
"No podría, cariño. Nunca los dejaría."
Minho se sintió satisfecho después de escucharle, así que soltó una sonrisa y continuaron el paseo que daban sobre el parque.
Había simple y agradable comodidad. Sus hombros se rozaron y se vieron envueltos en una estela de sentimientos fluidos, mágicos e increíbles. Vibraban en tonos rosados y naranjas, sincronizados y armonizando. Si alguien dijera que el anticristo estaba vivo y andaba entre millones de personas, cualquiera hubiese gritado atemorizado y hubiera intentado tirarle agua bendita, porque los anticristos eran quienes querían acabar con toda la creación de Dios, claramente.
Pero Christopher no estaba acabando con la creación de Dios, porque esa había sido destruida hace miles de años. Los hombres que Dios había puesto sobre la tierra para hacer el bien, ahora yacían acabando con todo lo hermoso que aún quedaba sobre el mundo. Pero no con Minho. Minho era su adoración, y a su opinión, no debería de ser mirado por seres tan despiadados como el resto de los humanos. Entonces, Christopher no estaba matando hombres, comiéndose a bebés o provocando tormentas de dolor, había mejores cosas que eso.
Como ver a su dorado Minho emocionado y contento por comerse un suave y dulce algodón de azúcar.
Si los humanos y Dios pensaban que los ángeles eran los seres más etéreos que existían, pues se regodearía de corregirlos, porque solamente Minho lo era.
Rió. Amaría tanto a Minho hasta que Dios escuchara los latidos de su corazón. Hasta que él se enterara de cuánto lo deseaba y de cuán hermoso se sentía amar a otro hombre. De cuán correcto y bien se sentía.
Y así lo hizo.
Días después, Christopher y Minho se casaron y aquel día vibró en fuertes tonos rojos y amor se desbordó desde las puertas del infierno, el cielo crujió y Christopher le hizo el amor al hombre de su vida.
Los días posteriores se convirtieron en caricias intimas y besos traviesos, lento y vainilla, olor a hogar y a llamas cálidas.
Se besaron, se disfrutaron y vivieron. Muy pocas personas sabían lo que era vivir, ellos si lo hacían.
A Minho le ganó la curiosidad en una de las tantas y maravillosas cálidas mañanas que disfrutaban tras su luna de miel. Él había estado arropado, abrazado por detrás y siendo mimado, porque a él le encantaba ser mimado. El desayuno yacía sobre una mesa al lado de su gran y suave cama, pero ninguno quería abandonar los brazos del otro, así que esperaron hasta desperezarse.
Entonces, Minho dijo
"¿Qué pasará cuando el tiempo llegue?"
Christopher había entendido lo que él había querido decir y dejó un beso sobre uno de los hombros desnudos de su marido.
Resultaba extraña la forma en la que hablaban y mencionaban vagamente el Apocalipsis como si fuera un nada, como si ellos no fueran los culpables de que ello sucediera y la misma humanidad hubiese sido quien los llevo a tal destino cruel.
"Simplemente... Todo lo malo sobre el mundo desaparecerá"
Minho mugió y giró el rostro preocupado hacia su amante. "¿Entonces tú también lo harás? ¿Te irás?"
Había una sombra sobre sus ojos, el reflejo de lágrimas asomándose por entre sus cabellos castaños. Christopher le acarició la mejilla con el pulgar y le besó lentamente, Minho se sostuvo de él y tiro más cerca de su cuerpo.
"Cuando el fin llegue nosotros no estaremos aquí, estaremos lejos, donde nadie nos pueda alcanzar y nos podamos amar con libertad. Donde te pueda amar con libertad".
Minho soltó hermosa una sonrisa que alcanzó sus ojos y al corazón de Christopher.
Incluso aun después, la culpa llegó sobre Minho.
"Nadie quedará vivo, ¿No es cierto? Pensar en ello me hace sentir tan..., Mal".
Pensar en todos los que desaparecerían y ya no existirían más que en sus recuerdos era un golpe duro y difícil de afrontar. Christopher lo sabía porque incluso él a veces se sentía mal. Después de todo, había personas a quienes estimaba, como Somi... Ella había sido casi como la madre que no pudo estar presente con él, y la quería.
Y Somi lo quería más. Pero era algo inevitable y que tenía que cumplirse para que un nuevo mundo renaciera. La tierra necesitaba un descanso, y era tan simple como eso.
"No estarán con nosotros" dice Christopher apretando un beso contra su frente "pero les tendremos en nuestros recuerdos y los recuerdos son valiosos, porque ahí jamás podrán morir".
"¿Y si los olvido?"
"Estará bien, mi amor. Solo tendrás que ser feliz, porque ellos ya lo fueron y ahora te toca a ti serlo por ellos"
Minho soltó una risita nasal, paseó las manos sobre el rostro de Christopher y besó su nariz. Adoración alumbrando su mirada y cariño, cariño arropado entre sus cuerpos.
"¿Sabes? A veces suenas como un profesor de filosofía, uno muy viejo y arrugado, por cierto".
"Fácilmente podría serlo", dice Christopher "porque delante de mí tengo a la inspiración de Eratóstenes y Tales de Mileto"
"Ellos no eran filósofos, eran astrónomos"
"Lo sé, y no cambia el hecho de que te adoro"
Minho se escondió tras su intenso sonrojo. Alcanzó sus orejas, su cuello y las mejillas niveas. El calor arropó su cuerpo y una mano se paseó libremente sobre la curvatura de sus dos hoyuelos sobre la espalda baja.
Algún Ángel debió de haberlos visto entregarse uno al otro como siempre hacían, porque el cielo tronó y una lluvia se desató sobre la casa Bang. No importó mucho ni demasiado, porque Minho solo pudo deshacerse en suspiros cuando él, cuando su marido y el anticristo por el que todos temían, sostenía su alma y arrullaba su cuerpo. Balanceándose y deslizándose fuera y dentro, más lento y más rápido, más suave y suave y él solo logró atinar a un desesperado y desastroso "Te amo".
Porque lo hacía, intensamente.
꒰🌙꒱
Había sucedido años más tarde.
Minho lo había sabido.
Christopher lo había sabido.
Y la humanidad había desaparecido.
Fue tres días después de que Minho hubiera dado luz a su tercer hijo y lo había arropado entre sus brazos y se había colmado tanto de él hasta que él pequeñísimo Bang se llenó de la esencia de su padre. Porque Minho era hogar, Christopher era hogar, sus dos hermanos mellizos eran hogar. Y estaba en casa. Los brazos tibios, largos y suaves y reconfortantes que le sostenían eran casa.
Jeongin había dicho–casi gritado–, emocionadamente que su pequeño hermano olía a dulce de leche y miel. A tornados y rayos de sol. Su hermana le había golpeado porque según ella el pequeño Bangsito no podía oler a todo eso. Y Jeongin había ido llorando con su padre Christopher porque los golpes eran malos, y su hermana lo había hecho.
Minji solo había podido cuestionarse por qué tendrían que dejar su enorme y bonita casa. Ella guardaba allí todos sus juguetes, había un gran patio y no había nada más que le gustara más que acurrucarse y quedarse dormida sobre sus padres. Su habitación era linda y grande y papá Min siempre preparaba galletas y chocolate caliente.
Tampoco quería dejar de visitar a Somi, y el parque frente a su casa era su mejor amigo. Temía que si le dejaba ahí solito se rompería y se perdería y después ella no podría encontrarlo devuelta. Como la muñeca que alguna vez lanzó por la ventana de su habitación esperando que ella volara, no lo hizo y en cambio un perro se la llevó.
Entonces, Minho había confiado en su esposo y cuando las paredes de su casa timbraban por la gentuza afuera y las ventanas se caían, cayeron en un pequeño sueño. Fue extraño, aturdidor y asombroso a la misma vez. Cuando despertaron había calor abrazándolos, oscuridad sembrada en sus ojos e infinita tierra basta y oscura.
El infierno había sido diferente a lo que había imaginado. Levemente, pero era diferente. Había mares salpicados de fuego, ríos que descendían desde cascadas gigantescas en rojo y un cielo sin sol. Había piedras y montes de dura roca, cuevas y paredes alzadas sin orden. Parecían fortalezas caídas y construidas altamente. Había luces amarillas, como bloques de lámparas colgadas de las paredes y eterno silencio.
No había gritos, mucho menos desesperación ni dolor. Nada de ello existía ahí. Solamente... paz, pasto negro y flores blancas. Como si la vida aún pudiera habitar allí. También, en algún rincón había lo que parecía ser una reserva llenas de árboles con troncos gruesos y negros, hojas cafés y frutos colgando de sus ramas.
Christopher había dicho:
"Está bien, esto es hogar. Estamos en casa y no hay de qué temer. Las frutas son para comer y el agua no quema y nosotros estamos para querer".
Minji se había burlado de su papá porque ella no entendía nada, su papá debía de ser muy tonto porque para vivir necesitaban agua y comida, un cielo azul y un sol y una luna. Allí no había nada de eso. Entonces Christopher preguntó:
"¿Quisieras ver una luna?"
Jeongin tomó la palabra chiquito; "Yo quiero una de queso" y se había escondido tras las piernas de su papi Min.
"Las lunas de queso no existen, papi ¿El agua de verdad no quema? Porque quiero tirar a mi hermano justo ahora".
El bebé se rió, Jeongin lloró mientras su hermana reía y se burlaba de él, Christopher negó y Minho no pudo hacer más que poner el rostro en blanco; preguntándose si estar ahí abajo hacía más rara a su familia, de lo que ya era. Claro.
Christopher cargó a Jeongin y le apapachó. Besó sus mejillas y fue el padre más maravilloso en ese momento. Christopher no había tenido una madre, mucho menos un padre, al menos físicamente. Y se había sumergido de Minho cuando le conoció, porque era a quien necesitaba para sentirse lleno y pleno y feliz. Minho lo había hecho sentirse así. Él había llegado para quedarse a su lado, para abrazarlo durante la noche y acercarlo contra su pecho después de hacer el amor. Para hornearle galletas e hijos y vida eterna. Poco le importaba, Minho era su salvación. Y no le importaba si era el hijo de Satán, él quería llorar cada vez que veía a Minho dándole besitos a sus cachorritos. Quería llorar cada vez que Minho se había mirado al espejo durante su último embarazo y acariciado su enorme barriga.
Era difícil de describir, porque estaban rodeados de fuego puro, de llamas y lumbre, y solamente se sentía cálido cuando abrazaba a Minho y besaba su boca. Simplemente era... hogar, y casa, y más calidez. Entonces él también quería transmitir esos mismos sentimientos hacia sus hijos.
Le revolvió el cabello a su pequeña y le tomó de la mano. "Tal vez no podamos tener una luna de queso por ahora, pero me aseguraré de crear una para ti, chiquitín" y besó el rostro de Jeongin. "Así que ahora disfrutemos de esto"
La tierra bajo ellos tembló y vibró y las lámparas se difuminaron en una pequeña luz apenas perceptible. Christopher apoyó su mentón en el hombro de Minho y besó detrás de su oreja. Él se estremeció y le brindó una sonrisa cuadrada.
Entonces, miles de puntos de luz plateada surcaron desde la tierra hasta el cielo sin sol, girando y construyéndose gigantescamente en una bola redonda y bien formada que iluminó cada rincón y cada lugar del, no tan temeroso, infierno. Los colores rojos y naranjas y blancos se mezclaron y las llamas sobre los mares y los ríos ascendieron brillantemente.
Oyeron susurros y ruidos y pequeños pasos y deslizamientos en el aire y pequeños diablillos asaltaron el lugar. Tenían diferentes tamaños y diferentes colores, algunos con cuernos sobre sus cabezas (porque algunos tenían dos cabezas) y sobre sus alas y brincaron, corrieron y treparon hasta la copa de los árboles y todo se sintió como casa.
La pequeña Minji saltó en alegría y no dejaba de apuntar a cada diablillo que pasaba hacia su lado. Ella los saludaba, les sonreía y pronto comenzó a perseguirlos porque eran lindos y divertidos.
"¿Quieres ir?" Jeongin dudó y se escondió brevemente. Él no era tan sociable como su hermana, solamente le gustaban su papá Chris y papi Min, y a veces su hermana (no siempre, porque ella era mala) y temía ir con las figuritas divertidas, lindas, graciosas y que daban vueltas sobre las ramas y reían y jugaban con su hermana...
"No te harán daño, son amigos" animó Christopher.
Él miró a su papi Min y después a papá Chris, y al bebé y después hacia los diablillos y una vez más a papi Min, a papá Chris, al pequeño bebé que estaba babeando, a los diablillos y a su papi Min y a papá Chris y al bebé y después a los diablillos...
Entonces saltó de los brazos que le sostenían y corrió hacia su hermana quien jugaba a alguna clase de escondidillas con los diablillos. Y se unió y fue tan divertido que su pandita pronto dolió de reír tanto.
Cuando quedaron solos, Christopher tomó al bebé y jugó con sus dedos mientras el pequeño balbuceaba y regaba baba por donde se le daba gana.
"¿Estás bien con esto? No es el cielo, ni el paraíso y tampoco hay un sol sobre nuestras cabezas y en cambio solo puedo ofrecerte fuego y roca y una luna falsa"
Minho miró a su alrededor y suspiró. Se acercó hacia su bebé y acarició la pequeña cabecita.
"Chris... No creo que fuego y roca y una luna falsa sean sinónimo de mala vida o pésima vida. El mundo solamente pudo ofrecerme mentiras, límites y aturdió mi cabeza y tu llegaste a darme paz y amor. Creí que estaba viviendo pero justamente no estaba viviendo. Y ahora lo hago, solamente a tu lado"
Sus miradas conectaron. Un contraste de ojos cálidos y miel contra unos negros y márgenes bien construidos, y aun así, ambos lograban expresar cuánto se amaban y cuánto se adoraban. Fue todo kaboom y luego ba-boom y un poco de Wah-waah de parte del bebé y más mhaw de parte de ambos.
Christopher presionó varios besos contra la boca de su amante, sobre su rostro y sobre sus manos, sobre los hombros y sobre su alma. Narices rozándose y cuerpos manteniéndose más cerca de lo que podían hacer.
"Estoy bien, Chris" afirmó una vez más, solamente para hacerle llegar a su marido que realmente lo estaba.
Y su adorado Chris respondió: "¿Ves? Justo ahora has sido tú quien ha sonado como un profesor de filosofía, uno arrugado y viejo, por cierto"
"Este profesor arrugado y viejo de filosofía golpeará tu hombría para que no vuelvas a sembrar a ningún otro bebé sobre mí"
"Paso de ello. Mi deseo es colocar otro par de gemelos en ti, tal vez algunos trillizos y entonces consideraría la idea"
Minho rió y golpeó su hombro. Él ya era un hombre, grande y padre y cerca de los treinta años. El tiempo había pasado rápido y a pesar de ello, él aún se ponía tímido cada vez que Christopher le hacía el amor. Simplemente no podía evitarlo, porque Christopher era todo músculos y caricias y palabras que le hacían sonrojar. Pero si lo pensaba..., la idea de tres niños idénticos corriendo por allí no era tan mala.
Volvió a golpear el hombro de su marido y recibió un beso sobre la boca.
"Te amo, Chris"
"Te amo" le dijo entonces Christopher.
Él en cambio dijo: "Bésame, bésame más"
"Siempre me encuentro haciéndolo"
"No... Bésame. Bésame tanto hasta que tu padre Satán vea que las llamas del infierno no queman como nuestro amor lo hace, bésame porque aquí no existe ningún Dios que nos detenga".
Christopher lo besó. Su cariño vibró en rojo, naranja y rosado y verde.
Y su amor consumió las llamas del infierno.
⋆
"Aquí termina la historia de amor del hijo del fruto de mal y del hijo de quien sucumbió a él."
gracias por acompañarme, perdón por la demora, es una historia muy linda y fantasiosa que amé adaptar, espero ustedes tambien lo hayan amado
nos vemos en otra adaptación ^^
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