ᯓ 𝘁𝘄𝗲𝗻𝘁𝘆 𝘁𝘄𝗼
ᰍ . ° 𝗅𝗈𝗈𝗄𝗂𝗇𝗀 𝖿𝗈𝗋 𝗃𝗈𝗁𝗇 𝖻 .ᐟ ˎˊ˗
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Mia llevaba horas encerrada en su cuarto, escuchando música para intentar escapar de sus pensamientos, pero todo era demasiado confuso. Los cascos sobre sus oídos apenas apagaban el caos que vivía dentro de ella.
De repente, un golpe suave en la ventana la hizo salir de su trance. Al mirar, vio a JJ. Una sonrisa se le escapó inmediatamente de su boca y se levantó rápidamente para abrirle, pero la ventana estaba pegada por lo que ambos intentaron abrirla sin éxito.
JJ, frustrado, sacó un papel y lo presionó contra el cristal. Era un cartel de "se busca" con la foto de John B y una recompensa de 25.000 dólares.
—Mia, ¿ha sido Sarah? —preguntó JJ desde el otro lado de la ventana.
—¿Crees que Sarah sería capaz de hacer algo así? —respondió Mia, incapaz de siquiera pensar en algo así.
Ante la frustración de la situación, Mia puso su mano en el cristal y JJ, desde el otro lado, imitó el gesto. Ambos se miraron sonriendo con una mezcla de consuelo y tristeza, como si el simple hecho de verse pudiera aliviar la tensión del momento. Estaban tan cerca, pero a la vez tan lejos el uno del otro. Mia suspiró, agobiada por la culpa.
—Lo siento mucho, JJ —suspiró Mia mientras dejaba caer su cabeza contra el cristal de la ventana suavemente—. Si tan solo no me hubiera entrometido en todo esto de la búsqueda del oro y hubiera podido sacar a Sarah de esto, nada de esto os habría pasado, ni a John B ni a vosotros.
—No es tu culpa, Mia —respondió JJ tratando de convencerla.
—Claro que sí —insistió Mia—. La agente Peterkin no habría muerto, mi padre no os habría robado el oro, no estarían buscando a John B y...
—¡Mia! —la interrumpió JJ, con la voz más firme—. Si no hubieras salvado a John B en aquella fiesta, Kie no te habría invitado al Chateau a pasar la noche con nosotros, y yo no te habría conocido más allá de ser una Kook. De un modo u otro, estoy agradecido de que haya sido así, porque ahora te tengo a mi lado.
Las palabras de JJ hicieron que Mia volviera a levantar su cabeza del vidrio para mirarlo a los ojos directamente. JJ le hacía sentir una calidez en el pecho que no había sentido nunca, y siempre lograba que en momentos de culpa Mia pudiera recapacitar y entrar en razón por más terca que fuera.
—Te quiero, JJ.
JJ sintió que el tiempo se detuvo cuando escuchó esas palabras salir de la boca de Mia. Y aunque los últimos días, después de "formalizar" su relación ambos habían estado diciéndose sin parar lo mucho que se querían, cada vez que escuchaba a Mia pronunciar esas palabras su corazón daba mil vuelcos y una sensación de alivio y euforia lo recorría de pies a cabeza.
Sin embargo, cuando JJ despegó sus labios para pronunciar esas dos palabras de vuelta, un grito resonó por la casa.
—¡Sarah, Mia! —era Ward.
Mia reaccionó al instante corriendo hacia su cama mientras JJ se agachaba rápidamente para no ser visto desde la ventana. Ward, después de abrir todos los candados que le había puesto en la puerta a Mia, entró con una expresión tensa, encontrándose a Mia sentada sobre la cama con sus auriculares puestos mientras leía un libro.
—¿Mia, estás ahí? —preguntó Ward, echando un vistazo alrededor.
—Claro —respondió Mia con desdén—. ¿Dónde iba a estar si no? Me has encerrado, ¿lo recuerdas?
Ward no respondió, parecía estar demasiado nervioso como para discutir. Con una mirada perdida, se dio la vuelta y salió de la habitación, cerrando la puerta con candado otra vez.
Una vez que los pasos de Ward disminuyeron, JJ volvió a aparecer en la ventana, esta vez con una enorme piedra en las manos. Mia lo miró con una mueca de "ni se te ocurra", pero JJ ya le estaba haciendo señas para que se apartara, por lo que rechistando, no tuvo más remedio que hacerle caso. Mia se cubrió la cabeza con sus manos cuando la piedra estalló contra el cristal, rompiéndolo en pedazos. Una vez apartó sus manos, no pudo evitar empezar a reír ante la locura de la situación y toda la adrenalina corriendo por sus venas.
Justo cuando Mia estaba a punto de salir por la ventana, el sonido del candado de la puerta de su habitación sonó, y Ward apareció de nuevo. Mia se giró rápidamente para verlo, encontrándose con su padre mirándola con un rostro desesperado. Fue entonces cuando Mia sintió el peso de la decisión de lo que estaba a punto de hacer caer sobre ella. ¿Quedarse con su familia, proteger a su padre y su hermano, o saltar por la ventana con JJ, el único que parecía estar dispuesto a sacrificarlo todo por ella? La respuesta fue clara en su mente.
Sin pensarlo más, Mia corrió hacia la ventana y agarró la mano de JJ, quien le extendía el brazo para así saltar al vacío.
—¡Mia! —gritó Ward, corriendo hacia la ventana preocupado, pero Mia ya estaba en el suelo del jardin de la mansión junto a JJ. El impacto fue doloroso, pero no le importó. Ignorando el rasguño que se hizo en su rodilla izquierda, Mia se levantó rápidamente y ella y JJ corrieron hacia la puerta de la casa, escapando.
Pero de repente, antes de cruzar el portón que daba paso a la salida, Mia se detuvo, haciendo que JJ se girara para verla preocupado.
—¿Qué pasa? —preguntó JJ desconcertado.
Mia no dijo nada. En lugar de responder, agarró al Pogue por el rostro, atrayéndolo hacia ella y lo besó. JJ se quedó sin aire por un instante, pero rápidamente reaccionó siguiéndole el beso a Mia con una pequeña sonrisa dibujada en su rostro.
El beso era todo lo que JJ había soñado, esa confirmación de que, a pesar de todo, Mia lo había elegido. JJ dirigió sus manos hacia la cintura de Mia, agarrándola con más fuerza para atraerla hacia él, sintiendo la conexión entre ellos intensificarse, como si nada más importara en ese momento.
—¡Venga, tortolitos! —gritó Kiara desde la distancia, corriendo junto a Sarah.
Aquel grito hizo que Mia y JJ se separaran rápidamente, pero cuando vieron a ambas chicas, no pudieron evitar empezar a reír, aún mirándose con los ojos brillantes. Había algo en la forma en que se veían que lo decía todo. Por fin estaban juntos, y eso era lo único que importaba.
—Me gusta esa nueva faceta tuya —rió JJ mientras acariciaba la mejilla de Mia—. Te quiero, MJ.
—Y yo a ti, Jay —respondió Mia, con una sonrisa que iluminaba su rostro.
Finalmente, ambos salieron corriendo tras Kiara y Pope, y una vez los cinco Pogues se reagruparon, Sarah se detuvo, girándose repentinamente, como si quisiera ir hacia otro lado.
—¿A dónde vas, Sarah? —preguntó Mia, frenándose a su lado.
—Tengo que ir a buscar a John B —respondió Sarah, decidida.
—Es muy peligroso —le advirtió Pope—. Deberíamos escondernos y pensar en un buen plan.
—¡A la mierda los planes! —exclamó Sarah al borde del colapso—. Me voy a buscar a John B.
—¡Sarah!
Pero Sarah los ignoró, empezando a correr en dirección contraria. Mia quiso detenerla, pero las luces de la policía comenzaron a aparecer al final de la carretera. JJ no dudó y agarró a Mia de la mano para correr juntos hacia el coche de Kiara, quien condujo hacia el restaurante de sus padres para esconderse durante toda la noche.
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El aire en The Wreck silencioso. Mia se encontraba en el proche del restaurante, esuchando las olas del mar romperse contra el muelle del restaurante.
Aún era muy pronto. Mia solía madrugar, por lo que se levantó antes que los demás. Sin embargo, cuando escuchó un ruido proveniente de dentro del restaurante, decidió ir, encontrándose a Pope, sentado cerca de Kiara, que aún dormía. El chico la observaba con una mezcla de tristeza y frustración, y Mia sabía por qué.
La noche anterior, Pope trató de confesarle a Kiara sus sentimientos, pero no era ni el momento ni la ocasión, por lo que Kiara tuvo que rechazarle, a pesar de que a la Pogue también parecía gustarle.
Entonces, Mia se sentó junto a él. Pope ni siquiera se molestó en apartar su mirada de Kie, estaba tan sumido en sus pensamientos negativos que pensaba que nada le iba a ayudar. Pero Mia estaba dispuesta a consolar a su amigo, costase lo que costase.
—Pope, no te atormentes por lo que pasó anoche —le dijo Mia con una voz suave—. He visto cómo te mira Kie, probablemente elegiste un mal momento.
Pope suspiró, dejando caer su cabeza sobre sus manos.
—¿Tú crees? —respondió con amargura, sintiendo cómo las palabras de Mia sonaban convincentes—. Soy un desastre.
Mia negó con la cabeza al escuchar aquello y reposó su mano en el brazo de Pope en un gesto de apoyo.
—No digas eso —le pidió—. Simplemente no era la ocasión.
Pope se sintió un poco más tranquilo, aunque el peso del rechazo aún se quedó atrapado en su consciencia.
Finalmente, ambos se levantaron del sofá y se dirigieron hacia JJ, que estaba en una de las ventanas, mirando a través de ella con la mirada perdida, como si intentara encontrar respuestas.
—Seguro que lo han pillado —dijo JJ con preocupación, sin apartar la vista de afuera.
Pope se apoyó en la ventana junto a él, intentando no pensar en su situación personal, sino en el peligro que suponía la situación de John B.
—No creo —negó Pope—. La policía no seguiría patrullando si lo hubieran atrapado.
—Ojalá —respondió JJ, aunque su tono no era optimista.
En ese momento, Kiara se despertó y, al incorporarse, se unió a la conversación algo adormecida.
—Nosotros íbamos en el coche, seguro que también nos están buscando por cómplices de delito.
El silencio se hizo pesado en el ambiente después de que la Pogue hablara. Pope la miró de reojo con resentimiento asomándose por sus ojos. Mia, al sentir la tensión, decidió intervenir antes de que creciera.
—Si somos delincuentes, ayudemos a John B —dijo, pero JJ frunció el ceño.
—¿Cómo, encontrándolo antes que ellos?
—No lo sé —Mia se encogió de hombros—. Hay que pensar un plan.
Mientras todos intentaban asimilar la situación, Pope, distraído, comenzó a buscar algo en su bolsillo. Finalmente, sacó las llaves de su moto.
—¿Dónde vas? —le preguntó JJ.
—Voy a por gasolina —respondió Pope.
Kiara, aún algo desorientada por lo que había pasado entre ellos, no pudo evitar preocuparse.
—Ten cuidado —le dijo antes de que el Pogue pudiera irse.
Pope se detuvo por un instante, girandose a verla. Por un segundo, sus ojos se encontraron con los de Kiara y parecía que iba a decir algo, pero al final solo apartó la mirada.
—Nos vemos en el muelle a las tres, no tardéis —dijo antes de salir cortantemente.
Kiara, incapaz de quedarse callada, lo siguió rápidamente.
—Oye, ¿se puede saber qué te pasa? —le preguntó con frustración cuando lo alcanzó.
Pope, con el casco en la mano, la miró de manera distante, como si intentara mantener una barrera invisible entre ellos.
—Ninguno, agente —dijo con frialdad mientras se colocaba el casco y se subía a la moto—. Solo hago mi trabajo.
—Siento haber herido tus sentimientos, no era mi intención —se disculpó Kiara, pero Pope encendió la moto justo cuando empezaba a hablar, haciendo que sus palabras quedaran acalladas por el sonido del motor—. ¡Estoy intenado hablar contigo!
Sin más, Pope aceleró y se fue, dejando a Kiara parada en el jardín, sintiendo el nudo en su garganta crecer. Desde el porche, Mia y JJ observaban la escena, compartiendo una mirada de tristeza por la creciente distancia que se estaba formando entre sus amigos. Sin embargo, el ruido de un helicóptero interrumpió el momento.
—¿Quién coño será? —preguntó JJ mientras seguía el helicóptero en el cielo con la mirada.
—No lo sé, pero espero que John B esté a salvo —respondió Mia con preocupación.
Cuando Kiara se reunió en el porche con ellos, los tres volvieron al interior del restaurante para coger comida para John B y Sarah.
—Pope estaba un poco raro —comentó JJ, mientras agarraba una caja del suelo y la colocaba encima de la encimera.
—Creo que herí sus sentimientos —admitió Kiara, metiendo una bolsa de pan en la caja de JJ con un suspiro.
—Tal vez —dijo Mia, tratando de ser comprensiva—. Pero te dijo que te quería en el momento más inoportuno posible. Es normal que le digas que no.
Aunque sus palabras tenían sentido, Kiara no pudo dejar de sentirse mal.
—¿Tendrán suficiente comida? —preguntó Kie, intentando desviar el tema mientras cargaban más cajas.
—Para un par de semanas, creo que sí —respondió JJ revisando las tres cajas llenas de comida.
Sin embargo, Kiara no podía dejar de darle vueltas al tema, y aunque no quería hablar sobre ello, finalmente, no pudo evitar volver al tema.
—Mia, creo que herí sus sentimientos. ¿Qué hago? —le preguntó Kiara—. Pope es mi amigo, no quiero perder eso, pero también me gusta.
—Oye, ¿por qué no me pides consejos a mí? —interrumpió JJ fingiendo ofenderse—. Se me da muy bien aconsejar a la gente, especialmente en temas amorosos.
—JJ, te quiero —le dijo Mia mientras él sonreía—. Pero eso no quita el hecho de que aprecie a Kiara y que quiero que las cosas entre ella y Pope salgan bien.
—Me enfadaría contigo, pero tienes razón, MJ —dijo JJ mientras revolvía el pelo de Mia juguetonamente mientras ella reía.
—Vale, tortolitos, me encanta vuestra relación, pero ahora mismo necesito ayuda —les interrumpió Kiara, que empazaba a abrumarse cada vez más.
—Perdona, Kie —se disculpó Mia mientras se volvía más seria—. Ahora es un momento demasiado tenso con todo lo que esta pasando con John B, sé que es difícil, pero te aconsejaría que una vez solucionaramos el problema de John B y Sarah, pasamos al tuyo con Pope. Si realmente te gusta, díselo, no tienes nada que perder.
—Pero ¿y si las cosas van mal y nuestra amistad ya no es lo mismo? —le preguntó Kiara, aún algo insegura ante aquella respuesta.
—Mira lo que pasó con John B —le dijo Mia—. Os liásteis, la cosa no funcionó y seguis siendo mejores amigos. Casi que si no saco el tema ahora ni te hubieras acordado del beso con él.
—Confieso que echo de menos a Pope desde lo que pasó —admitió Kiara mientras los tres Pogues agarraban las tres cajas de comida y salían del restaurante hacia el coche del padre de Kiara para poder cargarlas en el maletero.
Pero antes de que la pudieran abrir el coche, otro coche aparcó frente a ellos, y de él, apareció la madre de Kiara furiosa.
—¿Dónde estabas? —preguntó su madre, claramente molesta.
Kiara, que aún estaba lidiando con sus propios sentimientos, intentó mantener la calma.
—Estoy bien —respondió Kiara tratando de mantener la calma, aunque su tono era más defensivo que conciliador—. He dormido aquí.
—Pues llevamos media noche buscándote —replicó su madre, visiblemente irritada.
Mientras tanto, JJ y Mia, quienes habían comenzado a cargar las cajas de comida en el maletero del coche de Kiara, se detuvieron para observar la escena.
—¿No pensabas decírnoslo?
—Te lo estoy diciendo ahora —respondió Kiara con frialdad.
Entonces, su madre dirigió su mirada hacia JJ y Mia con desconfianza, y al ver las tres cajas cargadas de suministros del restaurante, no pudo evitar sospechar de su hija.
—¿Qué tramáis? —preguntó con escepticismo.
Antes de que Kiara pudiera responder, JJ intervino cuando vio la hora en su reloj.
—Disculpe, pero debemos irnos —dijo con un tono neutro, intentando calmar la situación.
—No, ni hablar —respondió la madre de Kiara, volviendo a alterarse de nuevo—. ¿Acaso no sabes la que hay liada?
—Te lo explicaré, mamá, pero ahora no hay tiempo —dijo con un tono más ansioso al ver a sus amigos esperándola de reojo.
—¿No has visto la tormenta que se avecina? —insistió su madre, pero Kiara sabía que no podía quedarse allí. John B y Sarah los necesitaban, y se estaban quedando sin tiempo.
—¡Tengo que irme! —exclamó Kiara empezando a desesperarse.
Sin esperar más, Kiara se subió al coche y cerró la puerta de golpe tras ella, dejando a su madre fuera, aún hablando. JJ y Mia se miraron un instante antes de subirse rápidamente al asiento trasero. Kiara arrancó el coche, acelerando antes de que su madre pudiera detenerla. Ella intentó correr detrás de su hija, pero el coche era demasiado rápido, así que sólo pudo observar el polvo que dejó el coche en el camino.
Mientras el coche se adentraba en la carretera, el sonido del motor era lo único que se escuchaba. El silencio en el interior del coche era pesado, hasta que Mia vio una lágrima silenciosa rodar por la mejilla de Kiara.
—Lo siento, Kie —dijo suavemente Mia, intentando consolarla.
Kiara mantuvo la vista fija en la carretera. Había tantas cosas sucediendo a la vez. La situación con sus padres, el peligro en el que estaban todos por ayudar a John B y Sarah, y la confusión de sus sentimientos por Pope. Las emociones la estaban abrumando.
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El coche avanzaba en silencio, nadie hablaba, todos sabían lo que significaba el siguiente lugar para JJ. La casa de su padre era un espacio cargado de recuerdos dolorosos, un lugar donde el sufrimiento había dejado cicatrices tanto físicas como emocionales.
Mia no podía evitar recordar los moretones que había visto en el cuerpo de JJ el día del jacuzzi o las heridas en su labio que vio en la fiesta Kook, ambas provocadas por su padre.
—Hogar, dulce hogar —comentó JJ, intentando restar importancia al momento cuando Kiara aparcó frente a la casa.
Mia lo miró con pena y apretó su mano con fuerza, queriendo darle el apoyo que él no pedía pero que sabía que necesitaba.
—¿Quieres que vaya? —le ofreció suavemente, sin soltarle la mano—. No me importa acompañarte.
JJ le sonrió agradecido. Sin decir nada, asintió y abrió la puerta del coche.
—Será un momento, Kie —le dijo a Kiara, quien observaba desde el asiento del conductor con una mirada preocupada.
JJ y Mia caminaron hacia la casa. Al llegar a la puerta, JJ se detuvo y se giró para mirar a Mia. Ella le sonrió con dulzura, intentando transmitirle ánimos sin decir una palabra. JJ respiró hondo y, tras un segundo de vacilación, abrió la puerta.
El interior de la casa era un caos. Los platos y cubiertos sucios se amontonaban en el fregadero, la ropa estaba acumulada en una esquina cerca de la lavadora, y el suelo estaba lleno de colillas de cigarrillos.
—¡Papá! —gritó JJ, pero no obtuvo respuesta.
Al acercarse al salón, encontraron a su padre dormido en el sofá, su cuerpo desparramado entre latas vacías de cerveza y colillas apagadas. JJ frunció el ceño, pero no se sorprendió. No era la primera vez que lo veía así.
—Necesito las llaves de la Phantom —dijo JJ, alzando la voz un poco más—. ¿Papá?
Mia lo observaba desde el umbral del salón. Algo en la escena no le parecía del todo normal. Se acercó a la mesa del centro y encontró un frasco de pastillas. Al leer la etiqueta, su corazón dio un vuelco. Estaban vacías. Se las tendió a JJ con una expresión seria, y él, tras mirarlas con resentimiento, las volvió a dejar sobre la mesa.
JJ se agachó lentamente, con la intención de quitarle el collar que su padre llevaba puesto, el cual tenía la llave que necesitaban. Pero en el momento en que intentó deslizar el collar, su padre se removió y abrió los ojos, somnoliento.
—No esperaba verte... has vuelto —murmuró el hombre, incorporándose lentamente en el sofá.
JJ, sorprendido, lo miró con cautela.
—Bueno, solo venía a verte —respondió, intentando sonar casual.
—¿No tienes clases? —preguntó su padre, parpadeando como si tratara de enfocarse en el rostro de su hijo.
—¿Qué? —respondió JJ, desconcertado por la pregunta.
—¿No has ido? —se rió su padre, en una carcajada débil—. Puedes contármelo.
—Lo he dejado —respondió JJ, intentando no discutir.
—Yo también lo odiaba —dijo con una sonrisa torcida—. Ese es mi chico.
Por un instante, las palabras de su padre hicieron que JJ sonriera de lado con una mezcla de tristeza y anhelo. Ese tipo de comentarios nunca llegaban cuando su padre estaba sobrio.
—Te quiero, hijo —dijo su padre de repente, con una voz entrecortada. Estiró los brazos para abrazar a JJ, y aunque JJ lo abrazó de vuelta, trataba de contener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos.
El corazón de JJ se rompía un poco más con cada palabra de su padre. Había deseado escuchar esas palabras toda su vida, pero ahora, bajo los efectos de las drogas, no sabían igual.
Cuando se separaron del abrazo, el padre miró hacia Mia, dándose cuenta de su presencia.
—Pero JJ, no me has presentado a esta amiguita tuya —dijo, con una sonrisa floja mientras se acercaba a ella y le extendía la mano—. Soy Luke.
—Mia, encantada —respondió ella, forzando una sonrisa mientras le estrechaba la mano a su padre.
—Pareces una chica agradable —dijo Luke con una sonrisa adormecida—. Trátala bien, JJ.
Mia miró a JJ con una mezcla de lástima y tristeza. Sabía lo difícil que era para él recibir este tipo de cariño cuando siempre había sido tratado mal.
De repente, el padre de JJ perdió el equilibrio en el sofá y cayó hacia atrás, inconsciente de nuevo. JJ aprovechó el momento para quitarle el collar con la llave, sus manos temblando mientras lo hacía. Se giró hacia Mia, con lágrimas acumuladas en sus ojos.
—¿Estás bien? —le preguntó Mia con voz suave, acercándose un poco más a él.
—Eso creo —respondió JJ, tragando con fuerza—. Creo que es la primera vez que le oigo decirme esas palabras.
—He oído que cuando vas drogado sueles decir lo que piensas realmente —le dijo, poniendo una mano sobre su hombro—. No sé por qué tu padre se porta tan mal, pero parece que, en el fondo, te quiere.
JJ asintió, pero las palabras no podían borrar el dolor por el que había sido sometido toda su vida. Los dos salieron en silencio, dejando la casa atrás. Cuando llegaron al coche, Kiara los miró expectante.
—¿Cómo ha ido? —preguntó preocupada al notar en estado en el que se encontraba JJ.
—Perfecto —sonrió JJ mientras mostraba la llave de la Phantom—. Incluso mi padre ha aprobado mi relación con Mia.
Kiara arqueó una ceja, sorprendida.
—¿Es en serio?
—Eso parece —rió Mia, tratando de aliviar la tensión.
Kiara arrancó el coche, y aunque todos tenían una mala sensación en sus cuerpos por las recientes discusiones con sus padres, no podían dejar que eso les afectara, pues John B y Sarah les necesitaban ahora más que nunca y el tiempo se agotaba.
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