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—Rafe... —Mia apenas pudo contener el temblor en su voz al formular el nombre de su hermano.

El miedo se filtró en cada palabra, pero Rafe no bajó la pistola al ver a su hermana en aquel estado de shock, sino que se dedicó a mirarla firmemente con sus ojos desorbitados y llenos de una ira que Mia apenas pudo reconocer.

JJ, en un intento desesperado por encontrar una manera de evitar que Rafe apretara el gatillo contra Mia, se abalanzó hacia la radio que la agente Peterkin llevaba en su pecho para pedir refuerzos. Sin embargo, Rafe, al ver al Pogue moverse de su sitio, dejó de apuntar a Mia, corrió hacia la agente y agarró la radio antes que JJ.

Rápidamente, Rafe volvió a retomar su postura, apuntando con su pistola, esta vez a JJ. Mia se acercó al Pogue para colocarse frente a él, dispuesta a correr el riesgo de que su hermano apretara el gatillo por salvarlo.

—Rafe, dame la radio —la voz autoritaria de Ward hizo que Rafe saliera de su frenesí, dándole la radio a su padre sin dejar de apuntar a Mia y JJ.

Mia dirigió su mirada hacia el suelo, donde la agente Peterkin estaba tendida. Rápidamente, al ver que Rafe y Ward estaban distraídos por la discusión de la radio, Mia se arrodilló junto a ella y, con lágrimas saliendo de sus ojos sin parar y sus manos temblorosas, las colocó en su pecho para tratar de detener el flujo de sangre que emanaba de la profunda herida. Al ver el desespero que tenía Mia al no lograr detener toda la sangre, JJ corrió hacia ella para ayudarle a tapar la herida, arrodillándose a su lado y colocando sus manos en el pecho de la agente.

—Suelta la pistola —escuchó Mia cómo su padre le pedía a su hijo.

Ward se acercó lentamente a Rafe, intentando no provocar una reacción violenta, para tratar de convencer al Kook de que soltara el arma. Y, mientras la atención de todos los Pogues estaba centrada en Ward y Rafe, la agente Peterkin, con un hilo de voz, apenas audible, llamó la atención de ambos Pogues.

—Corred —Peterkin hizo una pausa tras decir aquello, su respiración le suponía un esfuerzo doloroso.

—No vamos a dejarla —le replicó JJ con firmeza, negado a abandonarla en aquel aeropuerto, a punto de morir.

—Corred —repitió la agente, esta vez con más insistencia. Peterkin sabía que su tiempo se acababa, sin embargo, los chicos aún tenían toda una vida que vivir y disfrutar, lejos de aquel disturbio.

—Lo siento —susurró Mia con su voz temblorosa.

Observar a Susan Peterkin tendida en el suelo en aquel estado, a un paso de perecer, hizo que su vista se nublara de las lágrimas que trataba de retener.

JJ y Mia se levantaron, sabiendo que cada segundo que pasaba contaba. Se unieron rápidamente a John B y Sarah, que habían estado observando con una mezcla de horror y esperanza de que Peterkin resistiera ante aquella bala. Pero justo cuando estaban a punto de empezar a correr para huir de la escena del crimen, Ward y Rafe se abalanzaron sobre las chicas, atrapándolas en un agarre férreo. Sarah y Mia forcejearon con todas sus fuerzas, pero fue inútil; tanto el agarre de Rafe contra Mia y el de Ward contra Sarah eran demasiado fuertes.

JJ, viendo a Mia atrapada ante Rafe, sin pensárselo dos veces, dio un paso hacia adelante para ir a liberarla. Sin embargo, John B lo detuvo agarrándole del hombro. A pesar de que JJ se deshizo rápidamente del agarre, Mia, con una voz que salió entrecortada por el miedo y cansancio de haber forcejeado con Rafe le gritó.

—¡Vete, JJ!

JJ se detuvo de nuevo; el conflicto sobre qué debía hacer era evidente en su rostro. Sin embargo, por más que le doliera admitirlo, sabía que Mia tenía razón. Con todo el pesar del mundo reflejados en sus ojos, JJ se dio la vuelta y corrió tras John B para unirse a él en la huida.

Las figuras de John B y JJ desaparecieron de sus vistas rápidamente, dejando atrás a las dos chicas sujetadas por Ward y Rafe y el cuerpo de la agente Peterkin tendido en el suelo. Ward y Rafe, al ver a los chicos escapar, no pudieron evitar gritar y maldecir de frustración, sin embargo, ambos mantuvieron sus agarres en Sarah y Mia.

Mia apenas podía procesar lo que estaba ocurriendo. Su mente estaba nublada por el miedo y la incredulidad, pero tenía claro que no podía quedarse quieta. Se liberó del agarre de Rafe con un tirón desesperado, aprovechando el despiste y corrió hacia Peterkin. Se arrodilló junto a ella, casi dejándose caer contra el frío pavimento bajo sus rodillas e ignorando el dolor que se irradiaba a través de sus piernas. Todo su enfoque estaba en la agente que apenas tenía fuerza para respirar.

—Lo siento —sollozó Mia con una voz que se quebró bajo el peso de la culpa y el pánico de ver a Peterkin tendida en el suelo.

—No es culpa tuya, cielo —le susurró Peterkin como respuesta con la respiración dificultosa y el rostro pálido. Sus palabras eran suaves, pero cargadas de una resignación que solo hizo que las lágrimas de Mia fluyeran con más fuerza.

—Lo siento mucho —repitió Mia de nuevo, incapaz de encontrar otra cosa que decir mientras el dolor la devoraba por dentro.

Ward, que hasta entonces había mantenido su firme agarre sobre Sarah, la soltó con un gesto desesperado, dejando que su hija corriera hacia su hermana y Peterkin con sus ojos llenos de pánico.

—Mia, Mia —llamó Ward, con un tono suplicante.

—¿Qué? —gritó Mia, girándose bruscamente hacia él, manteniendo su mano en la herida de Peterkin para que la agente no siguiera desangrándose—. ¡No me toques!

Ward levantó las manos, intentando calmarla, aunque su propia desesperación le hacía difícil mantener la compostura.

—Necesito que os calméis y...

—¡No, se está muriendo! —gritó Mia con una voz llena de ira y desesperación. El miedo la tenía al borde del colapso, y la impotencia ante las palabras de su padre solo aumentaba su angustia.

—¡Ya lo sé! —exclamó consciente de la gravedad de la situación, aunque sus palabras no hacían nada por consolarla o calmarla.

Sarah, con la voz temblorosa y los ojos llenos de confusión, lo miró fijamente.

—¿Pero qué te está pasando? —le preguntó entonces Sarah con la voz temblorosa.

Todo este tiempo había creído que su padre era una persona ejemplar y ahora ni siquiera era capaz de reconocerlo.

Ward desvió la mirada, Sabía que debía tomar el control de la situación, y la única manera de hacerlo era alejarlas de la escena del crimen.

—Llévalas a casa —le ordenó a Rafe con un tono cortante.

Rafe no rechistó, hizo caso a su padre, pero Mia se alarmó ante aquello.

—¡No nos iremos hasta que no vengan los médicos! —gritó con firmeza, aferrándose a la agente con fuerzas.

Pero Rafe, en un arrebato de desesperación, se acercó a Mia y la agarró bruscamente, agarrándole del brazo con fuerzas para llevarla hacia el coche. Mia gritó, pataleó y forcejeó para liberarse de aquel agarre que le empezaba a dejar el brazo rojo, pero Rafe era más fuerte. Sarah intentó intervenir para ayudar a Mia, pero Ward la retuvo al instante, llevándola también hacia el coche.

El motor sonó cuando Rafe encendió el coche y condujo hacia la salida del aeropuerto. El ambiente dentro del vehículo estaba cargado de una tensión que casi se podía cortar con un cuchillo.

Mia apenas pudo reconocer a su hermano cuando giró su cabeza a verlo ya que Rafe estaba al borde de un colapso y murmuraba cosas sin sentido mientras que una que otra lágrima rodaba por su mejilla. El remordimiento se reflejaba en sus ojos, pero no era suficiente para borrar lo que había hecho.

—Le estaba apuntando con el arma... —trató de excusarse Rafe con una voz temblorosa al notar la firme mirada de Mia sobre él.

—No —replicó ella con amargura, sin poder ocultar la repulsión que sentía hacia su propio hermano en aquellos momentos.

—Peterkin iba a matarlo —insistió Rafe, como si necesitara convencerse a sí mismo de que lo que había hecho estaba justificado.

—¡Tan sólo le estaba deteniendo, Rafe! —intervino Sarah desde el asiento trasero con la voz quebrada.

—Oye, no podía quedarme ahí sin hacer nada, ¿vale? —se defendió Rafe—. Lo iba a matar.

El Rafe que conocía estaba desapareciendo, transformándose en alguien irreconocible, alguien capaz de matar. El pánico de Mia alcanzó su punto máximo; el aire en el coche se volvía irrespirable para ella y la ansiedad de permanecer en un espacio cerrado sabiendo que Peterkin seguía en el aeropuerto desangrándose crecía en su pecho. Así que, con el coche aún en marcha, Mia abrió la puerta decidida a saltar y escapar de ahí, como si por saltar del coche fuera a hacer que el problema se esfumara. Sin embargo, Rafe la agarró con fuerza antes de que pudiera saltar, forzándola a regresar al asiento.

—¡Mia, quieta! —le ordenó Rafe con una mezcla de furia y sorpresa mientras forcejeaba con ella.

—¡Suéltame! —gritó Mia mientras forcejeaba con Rafe para soltarse de su agarre.

—¡Me tienes harto, Mia! —vociferó Rafe con rabia—. Estoy harto de tus tonterías, céntrate ya, ¿me oyes?

Mia, con el dolor y la rabia ardiendo en su interior, lo miró con ojos llenos de desprecio.

—¿Pero tú te das cuenta de lo que has hecho? —le cuestionó Mia, y aquellas palabras hicieron que Rafe la soltara y se quedara callado durante unos segundos, como si se estuviese planteando lo que había hecho.

—He salvado a papá —respondió Rafe finalmente—. ¿Qué queríais que hiciera, sentarme y cruzar los dedos? Soy una persona proactiva, Mia, soy una persona proactiva.

—Le has disparado, Rafe —le recordó Mia.

Las palabras de Mia golpearon la realidad de lo que había hecho Rafe, quien enfurecido de no lograr justificar sus actos ante Sarah y Mia, agarró a ésta de nuevo con más fuerza, como si forcejear con ella pudiera hacer desaparecer la culpa que lo corroía.

—¡Para, Rafe, no me toques! —gritó Mia, su voz llena de pánico.

Desde el asiento de atrás, Sarah intervino, golpeando el antebrazo de Rafe en un intento desesperado por liberar a su hermana del agarre del chico. Pero Rafe la empujó con facilidad, como si se tratase de una pluma, haciéndola caer contra el asiento. El choque dejó a Sarah sin aliento, y su mente se enfocó de repente en algo mucho más inmediato: Rafe había desviado el coche hacia el carril contrario y justo delante un coche venía de frente a toda velocidad.

—¡Rafe, un coche! —gritó Sarah aterrada.

Aquel grito hizo que la respiración de Mia se cortara por el susto mientras Rafe se tomaba un segundo para reaccionar. Giró bruscamente el volante, devolviendo el coche a su carril justo a tiempo. El claxon del otro coche resonó detrás de ellos, pero el accidente ya había sido evitado. Aun así, el miedo dejó a Mia con el corazón desbocado y la ansiedad invadiendo cada parte de su cuerpo.

—Soy quien siempre resuelve los problemas en esta familia —rompió el silencio Rafe entre lo que parecían sollozos.

Cuando finalmente llegaron a casa, Rafe fue el primero en salir del coche con un rostro totalmente descompuesto.

Rose estaba en la entrada tomando una copa de vino, y cuando escuchó la puerta del coche cerrarse, giró su mirada hacia el vehículo. Sus ojos se entrecerraron con desaprobación al ver a Rafe, pero su atención se dirigió rápidamente a Mia y Sarah cuando bajaron del coche con unas caras pálidas y cubiertas de lágrimas, sus ropas sucias y sus manos manchadas de sangre.

—¿Por qué estáis aquí? —les preguntó inmediatamente Rose desconcertada.

—Pregúntaselo a Rafe —le respondió con frialdad Mia.

Sin más palabras, las dos chicas entraron a la casa, dejando a Rose y a Rafe en la entrada discutiendo.

Mia se dirigió a su habitación en silencio, sin esperar ni a Rafe, ni a Sarah. Se encontró a Wheezie bajando las escaleras hacia el comedor, y aunque su hermana pequeña la saludó, Mia siguió subiendo las escaleras, ignorándola.

—¿Mia, que te pasa? —le preguntó Wheezie confundida por la actitud de su hermana—. ¿Estás bien? —le preguntó al ver su rostro lleno de lágrimas, su ropa sucia y su pelo deshecho.

Sin embargo, Mia no miró hacia atrás, entró en su cuarto temblando, cerrando la puerta tras ella con un golpe suave. Sus manos aún estaban frías, cubiertas de sangre y suciedad y su mente giraba en un torbellino de imágenes que no podía borrar de su cabeza. Rafe, el disparo, la agente de policía cayendo al suelo... todo se repetía una y otra vez, como una pesadilla de la que no podía despertar.

Se dejó caer en su cama, abrazándose las rodillas mientras sentía que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Todo lo que creía conocer, todo lo que creía entender, había cambiado en tan solo un instante. Rafe había matado a la agente Peterkin, convirtiéndose así en un asesino, y su padre, se quedó mirando la escena, sin mostrar una pizca de remordimiento. La mirada perdida de su hermano la asustaba, pero lo que más la aterrorizaba era la idea de que su padre lo estaba protegiendo, como si nada de eso importara.

Las lágrimas comenzaron a caer de manera silenciosa. No podía entender cómo había llegado a ese punto, cómo su familia se había convertido en esto, de pasar a ser la familia ideal y perfecta a ser un completo desastre. Quería gritar, correr, huir de todo, pero estaba atrapada en la casa, porque, a pesar de todo, Mia aún sentía una lealtad y cariño hacia su familia, un sentimiento de que debía permanecer con ellos pese a todo.

Mia hundió la cara en las manos, deseando poder borrar lo que había visto. Pero sabía que no podía, que ahora nada volvería a ser igual. Sin embargo, sus pensamientos se detuvieron cuando alguien tocó la puerta de su habitación con delicadeza y ésta se abría, revelando la figura de su padre.

Por un momento, el rostro de Mia se relajó al ver a su padre ya que un sentimiento de seguridad se impregnó en ella, pero al recordar todo, la seriedad volvió a ella.

Ward se sentó en el borde de la cama algo alejado de Mia, respetando su espacio. Sabía que probablemente era la última persona a la que Mia quería ver, pero ahora que la situación era tan tensa, necesitaba asegurarse de que su hija permaneciera a su lado, alejada de los Pogues para así proteger a sus seres queridos.

Sin embargo, antes de que Ward pudiera decirle algo, Mia tomó la palabra, sorprendiendo a su padre ante aquella pregunta.

—¿Qué va a pasar ahora con Rafe? —le preguntó Mia con inquietud, deseando que su padre por fin tomara una decisión coherente para acabar con aquel tema. Pero el silencio de Ward la asustaba.

—Cariño, no le pasará nada —suspiró Ward, como si el hecho de que Rafe fuera un asesino no tuviera importancia, como si fuera su menor inconveniente.

—¿Lo dices en serio? —le replicó Mia con incredulidad—. ¿Como que no le va a pasar nada? Rafe le disparó.

—Lo sé, cielo, pero escúchame —le pidió Ward—. En este mundo crecemos pensando que existen el bien y el mal, y así es como debe ser porque ayuda mucho cuando uno es joven y busca... un orden. Pero llega un punto en el que te das cuenta de que el mundo no se divide en esa idea del bien y el mal, lo que importa es otra cosa. Es la familia, ¿lo entiendes?

Familia. Esa palabra ahora le sonaba a vacía. Su padre seguía protegiendo a Rafe después de lo que había hecho, y pretendía que ella lo aceptara sin más. Mia negó con la cabeza, sin poder contener las lágrimas, sintiéndose más perdida que nunca ante qué decisión tomar.

—Tienes que elegir un bando, Mia —le dijo Ward con firmeza, como si elegir en qué lado posicionarse fuera a solucionar todo.

—No —susurró Mia casi sin fuerzas mientras negaba con su cabeza con desesperación.

—JJ o nosotros —repitió su padre mientras observaba con decepción a Mia por su incertidumbre.

¿Cómo se suponía que Mia iba a elegir entre JJ y su propia familia? se preguntaba sin parar mientras observaba a Ward levantándose de su cama para marcharse y dejar a Mia reflexionar su decisión, sin embargo, su mente estaba hecha un lío. Era como si le pidieran que cortara una parte de sí misma, una parte que no estaba dispuesta a perder. La idea de traicionar a JJ le dolía más de lo que jamás hubiera imaginado, pero sabía que su padre no se detendría ante nada. Estaba atrapada, y no veía una salida.

Pero aquellos pensamientos de detuvieron cuando Mia escuchó el sonido del cerrojo. Aquel "clik" hizo que el pánico la golpeara de lleno, y se levantara de un salto de la cama, para correr hacia la puerta.

—¡No! —gritó Mia.

Ya era demasiado tarde. La puerta estaba cerrada por completo y, por más que Mia giraba el pomo, golpeaba con fuerza la puerta con sus puños o le daba patadas, no lograba abrirla.

—¡Déjame salir! —gritó Mia una y otra vez con desesperación—. ¡Por favor! ¡Papá, por favor!

Pero Ward no respondía.

Mia sentía que el mundo se le venía abajo, como si el suelo se hubiera abierto bajo sus pies. Sus manos temblaban con fuerzas por la ansiedad de sentirse atrapada en su habitación, pero aquello no la detuvo en su intento de tumbar la puerta y escapar de aquella casa. Porque, encerrar a Mia hizo que finalmente tomara una decisión: unirse a JJ y los demás Pogues y alejarse de aquel infierno de familia.

Finalmente, Mia dejó de golpear la puerta al ver que no tenía sentido seguir dándole golpes y se dejó caer al suelo, apoyando la frente sobre sus rodillas y rodeando su cuerpo con sus brazos en un abrazo que buscaba consuelo, sollozando sin poder contenerse.

Mia intentaba calmarse, pero su cabeza no podía dejar de pensar en todo lo que había y estaba pasando.

"Esto no está bien, nada de esto está bien", se repetía una y otra vez, como si decirlo pudiera cambiar la realidad. Pero el miedo seguía ahí, creciendo en su pecho, mientras se preguntaba qué iba a hacer ahora.

ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲

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