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‎ ‎ᰍ  .  ° 𝗍𝗈 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝖺𝗁𝖺𝗆𝖺𝗌 .   ˎˊ˗
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"Ward mató a mi padre" eran las palabras que resonaban en la mente de Mia, quien estaba paralizada en el umbral de la cocina absorta aún en los recuerdos de lo que sucedió el día anterior. Su corazón latía con fuerzas mientras una mezcla de incredulidad y desesperación la invadía por dentro. Sentía que el mundo se desmoronaba bajo sus pies, que todo lo que alguna vez había considerado cierto se desintegraba ante sus ojos.

¿Cómo podía Ward, su propio padre, haber hecho algo tan terrible como asesinar a alguien? La imagen de John B, devastado y a la vez enfurecido mientras le gritaba que iba a matar a su padre apareció en su mente y un profundo sentimiento de culpa la inundó por completo. ¿Cómo enfrentaría a John B después de esto? De hecho, Mia estaba segura de que tanto John B como los Pogues no volverían a dirigirle la palabra tras aquello.

Pero entonces, Ward hizo algo que nunca antes había hecho: la miró a los ojos con una sinceridad que jamás había visto en él, y dijo: "te quiero". Esa simple declaración que habia sido tan esperada y ansiada por escuchar, hizo tambalear la resolución de Mia. Su corazón, dividido entre su padre y John B, comenzó a ceder.

"Te quiero", dos vocablos que podían parecer simples letras unidas en dos palabras para cualquier persona pero para Mia, estaban cargadas de un peso increíble que significaban que, tal vez, sólo tal vez, Ward merecía una segunda oportunidad.

En ese momento, Mia decidió darle una última oportunidad a su padre, confiando plenamente —o ciegamente— en él, aferrándose desesperadamente a la esperanza de que detrás de ese acto atroz hubiera una explicación que pudiera justificar los actos de Ward.








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Al día siguiente, el ambiente en la casa estaba tenso. La noticia de que Ward había decidido que lo mejor era huir a las Bahamas para escapar de las posibles consecuencias que sus acciones podrían causar si salieran a la luz se esparció rápidamente por casa. Sorprendida por aquel rumor que le llegó por parte de Sarah, Mia decidió buscar a su padre para preguntarle cara a cara si de verdad quería marchar a las Bahamas y dejarlo todo atrás.

La Pogue encontró a su padre sentado en el sofá del salón, sujetando una copa de vino que bebía lentamente. Mia se sentó a su lado, y cuando Ward le sonrió mientras se acercaba a ella para darle un beso en la mejilla, ella lo miró con una mezcla de miedo y esperanza, esperando encontrar en él al padre que siempre había anhelado, no al asesino que acababa de descubrir.

—Cariño, necesitamos hablar —le confesó su padre mientras se despegaba del pequeño abrazo—. Sarah ya está enterada de esto, y dado que últimamente ambas os lleváis muy bien, supongo que te lo habrá contado.

Mia asintió a aquello, confirmándole a su padre que su hermana no pudo resistir a la tentación de guardarse tal secreto para ella.

—Después de pensarlo durante toda la noche, creo que lo mejor será marcharnos de los Outer Banks a las Bahamas —le comentó su padre con lentitud para que Mia pudiera digerir cada una de sus palabras con tranquilidad—. No hay otra opción.

—¿Irnos de los Outer Banks? —le preguntó Mia, dubitativa sobre si la propuesta de su padre realmente era la opción correcta—. No lo sé, papá. No sé si sería capaz de marcharme de casa, dejar los Outer Banks atrás.

—Mia, entiéndeme —le pidió Ward mientras suspiraba profundamente—. Si nos quedamos, todo se podría complicar más para nosotros. Necesitamos un nuevo comienzo lejos de todo este percal, empezar desde cero.

—¿Un nuevo comienzo? —Mia repitió aquellas palabras mientras empezaba a darse cuenta de lo que realmente le estaba pidiendo hacer su padre—. ¿Huir de tus problemas es tu solución? Piensa en John B, papá, ¿qué pasará con él?

—Lo que hice, lo hice porque no tenía otra opción, y debes entender que no podemos quedarnos aquí para enfrentarlo —trató de convencerle Ward—. Te lo estoy pidiendo como tu padre, necesitamos irnos para protegernos.

—¿Protegernos? ¿O protegerte a ti mismo? —le cuestionó Mia, quien aún no quedó convencida de la propuesta de su padre—. ¿Qué vamos a hacer en las Bahamas, fingir que nada de esto ocurrió?

—No es así, Mia. Estoy pensando en Sarah, en Rafe, en Wheezie y en ti —le negó su padre empezando a desesperarse—. Si nos quedamos aquí y John B cuenta todo, nuestra vida se volverá un infierno.

—Pero esto no es justo. Marcharme de aquí significaría perder a mis amigos, mi casa, mi vida... —susurró Mia sintiendo que su voz se empezaba a romper—. Todo por algo que no es mi culpa.

—Lo sé, cariño, pero esta es la única manera —le dijo Ward mientras agarraba su mano con delicadeza—. Prometo que haremos todo lo posible para que puedas tener una vida normal allí. Pero ahora, lo más importante es mantenernos juntos y seguros.

El conflicto en la cabeza de Mia se intensificó. Cada palabra de su padre era una daga en su consciencia, pero también una cuerda a la que se aferraba para no caer en la desesperación total. Sin embargo, la idea de escapar y dejar todo el caos atrás era tentadora. Tal vez así, finalmente podrían vivir una vida alejada de los problemas, a salvo de todo este desastre. Tal vez, empezar de nuevo en las Bahamas podría ser la única manera de mantener a su familia a salvo.

Pero Mia no podía soportar la idea de dejar atrás a sus nuevos amigos, su familia. A pesar de que sentía que tras las noticias sobre el asesinato del padre de John B los Pogues no volverían a hablarle, aún tenía una chispa de esperanza impregnada en su pecho que le gritaba que no huyera del problema, sino que lo afrontara.

—No puedo creer que estemos haciendo esto... —susurró Mia, finalmente convencida por su padre.

—Sé que es difícil —le dijo su padre mientras agarraba con delicadeza el rostro de Mia para que lo mirase a los ojos—. Pero necesito que confíes en mí. Todo lo que hago, lo hago por vosotros.

—Puede que irnos no sea tan malo —acabó diciendo Mia, suspirando derrotada—. Pero esto será difícil para todos, tanto para mí como para Sarah, Wheezie y Rafe.

—Lo sé, Mia, lo sé —murmuró Ward mientras se acercaba a ella para abrazarla y reconfortarla—. Pero lo más importante ahora es que estemos juntos.

—Juntos... Sí, juntos —susurró Mia con la voz apagada mientras se aferraba más a su padre.

El silencio que siguió estaba cargado de emociones no expresadas. Mientras se abrazaban, Mia intentó encontrar consuelo en las palabras de su padre, aunque en el fondo de su ser sabía que huir del conflicto no era la solución, que dejar atrás sus problemas le pasarían factura tarde o temprano.

La imagen de ella junto a JJ apareció en su mente mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. No sabía con certeza si JJ volvería a hablarle, pero tenía miedo de alejarse de él, de olvidarle y borrarle de su vida, actuando como si nunca lo hubiera conocido. Todos aquellos momentos con él desaparecerían justo en el momento en el que el avión despegase dirección a las Bahamas, y no sabía si sería capaz de aguantar el dolor y la culpa de abandonar a JJ sin siquiera despedirse de él.

Pero, por ahora, seguiría adelante con el deseo de su padre, esperando que el tiempo y la distancia pudieran sanar las heridas abiertas.

Ward le dirigió una mirada de alivio y agradecimiento cuando se separaron del abrazo, pero Mia tan sólo sintió un vacío creciente en su interior. Sabía que estaba tomando una decisión difícil, pero no podía soportar la idea de perder a su padre justo cuando él había mostrado una pizca de cariño.









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Sarah y Mia llegaron junto a Ward al aeropuerto, donde cogerían su jet privado para trasladarse a las Bahamas.

Mientras ambas hermanas se acercaban con lentitud al avión que utilizarían para marcharse de los Outer Banks, Mia observó las grandes grúas instaladas que descargaban grandes cajas que serían colocadas dentro del avión por obreros.

—¿Y esas cajas? —le preguntó Sarah a su padre con confusión.

—Ah... Son unas estatuas decorativas de mármol que encontró Rose para unas propiedades de allí —le respondió Ward evasivo mientras les mostraba una sonrisa algo falsa al parecer de Mia.

Mia observó a Ward mientras se alejaba de ellas para ir a comprobar que todo estaba en orden para despegar. Sin embargo, el comportamiento tan evasivo y nervioso de su padre en cuanto a las grandes cajas dejó a Mia con una sensación de inquietud en su estómago.

—Algo me dice que nos está mintiendo —le susurró Mia a Sarah sin despegar la mirada de su padre hablando con los obreros.

Las chicas intercambiaron una mirada cómplice y se acercaron a los trabajadores que estaban colocando las cajas en el jet para tratar de averiguar el contenido real de aquellas cajas. Mia sintió un nudo en su pecho crecer a medida que se acercaba a las cajas; su intuición le decía a gritos que algo no andaba bien.

—Disculpe —Sarah detuvo a uno de los trabajadores—, ¿qué son esas cajas? —le preguntó con interés.

Pero antes de que el trabajador pudiera responder a la pregunta de Sarah, Ward apareció frente a ellas de nuevo, y Mia no pudo evitar notar que sus ojos reflejaban una mezcla de nerviosismo y desesperación de ser pillado.

—Sí, ¿qué llevan esas cajas? —le preguntó esta vez Mia a su padre con un tono desafiante.

—Chicas, venga, subid al avión que vamos a despegar en 5 minutos —Ward trató de cambiar de tema mientras fingía estar calmado, sin enbargo, su voz temblaba ligeramente.

—¿En 5 minutos? —repitió Mia sorprendida.

—Por favor, subid, tenemos que irnos —les insistió Ward con una mirada casi suplicante.

Mia sintió una oleada de pánico apoderarse de su cuerpo junto con una sensación de que estaban a punto de empezar una discusión. Y así fue, porque Sarah dio un paso atrás.

—He cambiado de opinión —anunció Sarah decidida—. Me voy.

Ward abrió su boca sorprendido por la repentina decisión de Sarah, y cuando vio que Mia también daba un paso atrás, se vio perdido.

—Si Sarah se marcha, yo también —le dijo Mia, acercándose a su hermana mientras se disculpaba con su mirada—. Lo siento, papá.

—Chicas... —empezó a murmurar Ward tratando de mantener la compostura, sin embargo, su cara era toda una representación de preocupación.

Sarah y Mia decidieron mantenerse firmes en sus decisiones y comenzaron a alejarse del jet, sin embargo, Ward se apresuró a acercarse a ellas y las agarró a cada una de un brazo con fuerza. Mia sintió un dolor en el antebrazo debido a la fuerza que estaba empleando Ward para que no pudieran soltarse.

—¡No! —exclamó Sarah mientras trataba de deshacerse desesperadamente del agarre de su padre—. ¡Suéltanos!

—¿Qué estás haciendo? —le preguntó Mia con confusión mientras forcejeaba levemente con su padre.

—¡Venga, subid al avión! —exclamó Ward autoritario, ignorando las súplicas de sus hijas por marchar a casa.

—¡Suéltanos! —volvió a pedirle Sarah con la voz quebrada sin dejar de forcejear con Ward—. Ya no queremos ir.

Sin embargo, Ward las subió a ambas al avión a la fuerza, arrebatándoles la opción de volver a casa de sus mentes. Mia sintió como lágrimas de frustración y miedo amenzaban en salir de sus ojos, y cuando vio a Sarah sollozando a su lado, no pudo evitar dejar que se deslizaran por sus mejillas.

—Sentaos las dos y manteneos quietas —les amenazó Ward mientras se sentaba junto a ellas.

Cerró la puerta del avión para que ninguna de las dos puedieran escapar y comenzó a prepararlo para su despegue. Sarah y Mia se miraron con sus ojos llenos de terror y miedo de lo que iba a pasar a continuación. Mia sintió que cada día su mundo se desmoronaba más sobre ella, y estar atrapada en una situación que no podía controlar empezó a desencadenar un pequeño ataque de ansiedad en Mia.

El avión empezó a moverse por la pista con lentitud, preparándose para en cualquier momento agarrar velocidad y despegar para empezar a volar y dejar los Outer Banks atrás.

Pero, de repente, el sonido del motor de otro vehículo se hizo presente, y cuando Mia se asomó por la ventana del avión, vio aparecer la furgoneta de John B tratando de alcanzar la avioneta tan rápido como podía. Y cuando Mia vio a JJ sentado en el asiento de copiloto junto a John B, no pudo evitar sonreír aliviada mientras sentía que una chispa de esperanza aparecía en su pecho, como si con tan sólo ver a JJ tuviera claro que todo iba a salir bien.

—¡Tranquilas, os sacaremos! —les gritó JJ una vez John B situó la furgoneta al lado de la avioneta.

Tanto Mia como Sarah no pudieron evitar sonreír al verlos, sin embargo, Ward se mostró totalmente molesto ante la aparición de John B y JJ.

—¡Salid de la pista! —les gritó Ward enfurecido mientras le daba más potencia al jet.

Sin embargo, John B lo ignoró, por lo que Ward intentó despegar el avión sin agarrar una carrerilla previa. Mia, impulsada por la adrenalina y asustada por la decisión de despegar tan repentina de su padre, se lanzó hacia él forcejeando para detenerlo. Mia logró apartar la mano de Ward del mando del control, pero Mia recibió un codazo en la frente que la dejó desconcertada como respuesta.

Al ver a Mia tocándose la frente adolorida y a Sarah tratando de detener a su padre, John B aceleró la van y logró adelantar a la avioneta. Y, sin pensarlo dos veces, detuvieron la furgoneta a escasos metros del jet como un intento desesperado de que Ward se detuviera.

—¡Para, para! —le gritó Sarah con desesperación a Ward cuando vio a John B aparcando la van frente a ellos.

—¡Los vas a matar! —exclamó Mia asustada, con su corazón latiendo descontroladamente y amenazando con salir de su pecho—. ¡Detente!

Ward logró detener el avión a centímetros de la furgoneta, cosa que hizo que Sarah y Mia suspirasen aliviadas. Rápidamente John B y JJ se bajaron de la van y corrieron hacia el avión en busca de las chicas.

—¡Sarah! —gritó John B a medida que se acercaban a la avioneta.

—¡Mia! —gritó JJ con la misma urgencia.

Sin embargo, en vez de toparse con ambas hermanas, Ward salió el primero del interior del vehículo y se enfrentó a John B y a JJ, mostrando una mirada repleta de furia y repulsión.

—¿Es que queréis matarlas? —les gritó Ward furioso mientras se acercaba a ellos amenazantemente con la intención de encararse con los dos adolescentes—. ¿Qué coño hacéis?

—¿Dónde está el oro? —le exigió John B con firmeza, sin dar ningún paso atrás ante Ward.

—Da igual el oro, John B —le interrumpió JJ, quien estaba enfocado en la seguridad de Mia—. ¿Dónde están Mia y Sarah?

Sin embargo, John B dio dos pasos hacia adelante para quedar frente a frente con Ward con la finalidad de que el adulto cediera y les confesara dónde estaba el oro. Pero Sarah salió de la avioneta sollozando, y fue directa a John B para apartarlo de su padre y abrazarlo.

—John B, ¿estás bien? —le preguntó Sarah con la voz entrecortada mientras agarraba al chico de la cara para asegurarse de que no tenía ninguna herida.

—¡Aléjate de él! —exclamó Ward enfurecido, agarrando a Sarah de la manga de su camisa para apartarla de John B.

Sin embargo, Sarah se liberó del agarre de su padre y se alejó de él.

—¡No me toques! —exclamó Sara mientras se acercaba a John B, buscando en él apoyo.

Entonces, JJ divisó cómo por la puerta de la avioneta aparecía la figura débil de Mia, que necesitaba apoyarse contra la barandilla de las escaleras para no caer.

—¡Mia! —JJ corrió hacia ella y la agarró de la cintura para que la chica se recostara en él—. Estás sangrando, Mia...

—No es nada, JJ —trató de tranquilizarlo.

El estado de Mia era algo deplorable y deprimente. Entre que había pasado los últimos días comiendo apenas comida por la ansiedad y el estrés que desencadenó enterarse de que Ward era un asesino y el cansacio de no poder dormir por estar atormentada por la culpa se sumaron al golpe que recibió en la frente de su padre que le dejó un pequeño rasguño.

En ese momento, antes de que Ward pudiera acercarse a Mia para comprobar que estuviera bien tras el forcejeo, empezó a sonar la sirena del coche de policía y por la pista de despegue apareció la agente Peterkin, que se bajó del coche una vez llegó a la avioneta.

—Tenéis que iros de aquí, rápido —les susurró Mia observando cómo la agente se acercaba a ellos.

No obstante, ambos chicos decidieron quedarse al lado de Mia y Sarah y afrontar las consecuencias que la agente vería justas para ellos.

—Ah, menos mal que has venido —interrumpió el silencio Ward fingiendo alivio en su voz—. Susan, te dije que estos chicos se han vuelto locos.

Sin embargo, Peterkin miró a Ward con firmeza.

—Las manos arriba.

Ante aquella orden, Ward miró confundido a la agente Peterkin. Pensando que tal vez la agente se estaba confundiendo y estaba refiriéndose a John B soltó una carcajada nerviosa. Pero Peterkin no se rió, sino que sacó la pistola de su bolsillo y apuntó a Ward sin miramientos.

—Quedas detenido por el asesinato de Big John Routledge —sentenció la agente.

—¿Qué? —susurró Mia.

Su cuerpo se paralizó por completo mientras trataba de asimilar lo que acababa de escuchar. El sonido de la agente Peterkin sacando las esposas de su bolsillo empezaron a resonar con tanta fuerza en su cabeza que sintió que se iba a derrumbar. Rápidamente, JJ la sostuvo firmemente para que Mia no cayera al suelo debido a su tembloroso cuerpo. Los brazos de JJ rodearon el asustado cuerpo de Mia, quién se aferró a él buscando un refugio donde esconderse en medio de todo aquel caos.

—¿Es una broma? —murmuró Ward con una mezcla de incredulidad y desesperación en su voz, que fue acompañada por una risita nerviosa.

Pero Peterkin se mantuvo firme.

—Las manos a la cabeza —volvió a repetir la agente sin dejar de apuntar con la pistola la cabeza de Ward.

Ward, finalmente, no tuvo más remedio que obedecer a la agente y acabó poniéndose de rodillas frente a ella mientras se acercaba a él para ponerle las esposas en las muñecas.

Mia había tratado de retener todas sus lágrimas, pero ver cómo las muñecas de Ward iban a ser rodeadas por unas esposas acabó rompiendo a Mia en pedazos por completo. Quería pensar que todo iba a estar bien, pero nada parecía estarlo. La imagen de su padre abatido en el suelo y escoltado por Peterkin se grabó en su mente, y a pesar de tratar resistirse a aceptar la realidad, sabía que esto no era un sueño que terminaría cuando despertara.

Pero los pensamientos de Mia desparecieron cuando, de repente, Ward empujó por sorpresa a Peterkin y se liberó de su agarre. Peterkin, algo aturdida por la acción tan repentina de Ward, volvió a sacar la pistola de su bolsillo y le apuntó de nuevo. Sin embargo, antes de que pudiera pasar algo, el sonido de un disparo resonó por todo el aeropuerto.

Mia soltó un grito ahogado al ver que la agente Peterkin se desplomaba al suelo a causa de un disparo, y cuando vio que Rafe aparecía de detrás del jet con la pistola en alto, se rompió a llorar llena de horror y pánico.

—Rafe... ¿pero qué has hecho? —susurró Mia mientras sentía que sus piernas empezaban a fallar por el temblor.

Mia no fue capaz de reconocer a Rafe cuando lo vio sonriendo mientras sostenía la pistola en alto apuntando a sus hermanas y veía a la agente Peterkin fallecer frente a él.

—Te he salvado, papá —murmuró entonces Rafe con satisfacción mientras dirigía la mirada hacia su padre, buscando una respuesta positiva por su parte.

Sin embargo, Ward estaba tan aturdido por lo que acababa de hacer su hijo que no fue capaz de formular ninguna palabra. Así que, desesperado por cualquier señal de aprobación de su padre, Rafe apuntó hacia el pecho de Mia con su pistola, preparado para disparar.

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