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ᯓ 𝘀𝗶𝘅

‎ ‎ᰍ  .  ° 𝗃𝗈𝗁𝗇 𝖻 𝗂𝗌 𝗍𝗋𝖺𝗉𝗉𝖾𝖽 𝖺𝗀𝖺𝗂𝗇 .   ˎˊ˗
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Mia observaba con inquietud las olas del mar chocar contra la orilla del muelle suavemente mientras escuchaba el sonido del crujido de la madera que provocaban los pasos de JJ, que se acercaba hacia ella.

JJ rodeó su cintura con su brazó mientras ella le dedicaba una leve sonrisa, pero Sarah y John B llamaron su atención cuando les avisaron de que una lancha se acercaba hacia ellos. Mia rápidamente divisó a Kiara y a Pope, y enseguida los cuatro bajaron del muelle para reunirse con ellos.

—¡Eh, ya era hora! —exclamó JJ, alzando los brazos en dirección a los recién llegados—. ¡Esperad! ¡No lo amarréis!

—¿Qué? —preguntó Kiara, que arqueó una ceja confundida.

—Nos vamos —le respondió JJ.

—¿Y eso? —preguntó esta vez Pope.

—Anoche apareció Rafe con Barry, por suerte nos escondimos —le explicó Mia mientras comenzaba a subirse a la lancha—. Saben que John B y Sarah están aquí.

—No hemos pegado ojo durante toda la noche —les dijo John B, que se encontraba ayudando a Sarah a subir en la lancha debido a su herida en el abdomen. Ella puso una mueca de dolor cuando los dedos de John B rozaron la tirita, era evidente que aún le dolía.

Una vez todos se subieron, condujeron la lancha hasta un descampado cercano. Era un lugar apartado, pero que les mantenía lejos de todo el peligro. Al llegar, ataron la lancha y se sentaron en circulo en silencio, intercambiando miradas llenas de incertidumbre.

—Si Rafe y Barry lo saben sólo es cuestión de tiempo de que nos encuentren —rompió el silencio Sarah.

—Lo sabrán todos —asintió Mia.

—Os dije que fuéramos al sur —intervino JJ con frustración—. ¿Por qué nadie me escucha?

John B suspiró y se inclinó hacia adelante para calmarlo.

—Ya lo pillo, JJ, te entiendo —le dijo, aunque JJ lo ignoró y se sentó junto a Mia.

—Tengo una idea —dijo entonces Sarah, captando la atención de todos—. Ahora que he vuelto, mi padre tendrá que elegir entre Rafe o nosotras.

—Sarah —susurró Mia con un atisbo de duda en su voz.

—Nos elegirá a nosotras —afirmó ella con seguridad.

—Chicas, Ward no hace más que mentiros —les dijo Kiara, cruzándose de brazos—. No va a echarse atrás.

Mia bajó su mirada hacia el suelo, reconociendo que Kiara estaba diciendo la verdad. A pesar de ello, no pudo evitar aferrarse a la pequeña esperanza de pensar que en el fondo, su padre, sí que la elegiría a ella.

—Sé que parece una locura, pero es nuestro padre —insistió Sarah—. Lo conozco, y sé que nos quiere.

Sarah miró a Mia en busca de su apoyo, pero ella aún se encontraba indecisa en qué hacer.

—Sólo os pido dos horas —continuó ella—. Mia y yo hablamos con él y a ver qué pasa.

—Bien —suspiró Mia, accediendo.

Ambas se levantaron del circulo bajo las miradas indecisas de los Pogues y fueron hacia la lancha sin esperar ningún tipo de respuesta por parte de ellos. Mia tomó el control y la condujo hasta el muelle de su casa, donde la estacionaron y la ataron. Mia se detuvo para mirar la casa con nostalgia. Desde que Ward la había encerrado allí, no había vuelto, pero seguía siendo el lugar donde había crecido, su hogar.

—Vamos —le dijo Sarah, tomando la iniciativa.

Mia respiró hondo antes de dar el primer paso en dirección a su mansión. Tanto ella como Sarah tuvieron momentos en los que quisieron echarse atrás, pero siguieron adelante. Se dieron la mano y, finalmente, llegaron a la entrada. Allí vieron a Ward salir de su coche. Cuando él las divisó, inmediatamente se quitó las gafas de sol, incapaz de creer lo que estaba viendo.

—Chicas...

Ese susurro hizo que ambas se detuvieran frente a Ward, heladas. Rápidamente, después de observarlas durante unos segundos, Ward corrió en dirección a Sarah.

—¡Cielo, no me puedo creer que estés bien! —exclamó, acercándose a su hija, pero Mia se interpuso entre ellos, bloqueándole el paso a su padre.

Ward se detuvo al instante sin rechistar.

—Ya me alejo, es que estoy... —se trabó con sus palabras—. Es que me alegro tanto de saber que estás bien.

Entonces desvió su mirada hacia Mia.

—Mia, ¿dónde has estado? —le preguntó Ward—. Hace tanto que no te veo.

Mia trató de evitar la mirada de su padre para así lograr retener las lágrimas que amenazaban con salir de sus ojos. Amaba a su padre, pero no podía olvidar todo lo que había visto y sufrido.

—¿Dónde está Rafe? —le preguntó Sarah, antes de que Mia pudiera contestar.

—No lo sé, no está en casa —respondió Ward, que dirigió su mirada hacia la herida de Sarah—. ¿Estás bien?

—¿Cómo quieres que esté bien? —le replicó ella con frialdad—. Ya viste lo que hizo Rafe.

—No fue su intención, fue un accidente —intentó justificar Ward—. Pensé que no volvería a verte, ni a ti ni a Mia, pero aquí estáis las dos.

—No venimos para quedarnos, papá —le dijo Mia.

—¿Cómo no vais a quedaros? —le preguntó Ward con desconcierto.

Ward volvió a hacer un ademán de acercarse hacia ellas, pero esta vez fue Sarah la que se interpuso en el camino de Ward para detenerlo.

—¡Te hemos dicho que no te acerques! —exclamó Sarah.

—Es que no puedo soportar verte así, Sarah, herida y... Mia, verte con los Pogues en vez de con tu familia me mata. Wheezie te echa de menos —una lágrima rodó por una mejilla de Mia que rápidamente se tuvo que limpiar con su mano—. Sólo quiero protegeros, pero no lo lograré si seguís con esos dos chicos.

El silencio que se produjo fue pesado, en el que Ward miraba tanto a Mia como a Sarah como si realmente creyera que sus palabras podrían derribar el muro que ambas habían construido contra él.

—¿Recuerdas la noche de la tormenta? —rompió el silencio Sarah con una voz temblorosa—. Por radio, me prometiste que, si volvía, dirías la verdad. ¿Lo recuerdas?

Ward asintió lentamente, como si estuviera reviviendo cada momento exacto que pasó aquel día mentalmente.

—Mia y yo vamos a testificar contra ti —le anunció Sarah, que trataba de retener las lágrimas en sus ojos lo mejor que podía—. Diremos que mentisteis: tu, Rafe y Rose.

—Cielo... —Ward intentó acercarse pero la advertencia en la mirada de Mia lo detuvo.

—Lo único que tienes que hacer es convencer a Rafe de que se entregue a la policía —continuó Sarah, pero Ward negó de inmediato con su cabeza.

—No voy a hacer eso.

—¿Por qué? —exclamó Mia con la voz quebrada—. John B no disparó a Pererkin.

—No, pero está muerta por su culpa —contestó Ward.

—¿Qué? —susurró Mia, frunciendo su ceño con confusión.

—Le ofrecí ayuda por a penas unas migajas de lo que en realidad me pertenecía, pero me dijo que no. ¿Sabes por qué? —les dijo Ward, cruzándose de brazos con un gesto que delataba su frustración contenida—. Porque es codicioso, al igual que su padre. Está tan cegado por el puñetero oro que se negó a compartirlo con la persona que le podía ayudar. Tanto que se plantó junto a JJ con su furgoneta delante de nuestro avión y casi nos mata tanto a vosotras como a mi. Por eso estábamos allí, nosotros y Peterkin.

—No fue por eso —replicó Mia en un susurro—. Peterkin fue al aeródromo para detenerte a ti, no a John B.

—Fue Rafe —le dijo Sarah—. Y lo acabarán pillando, arrastrándoos a todos con él.

—Eso no va a pasar, porque no lo voy a permitir —respondió Ward con severidad—. Parece que no entendéis que esta familia, todo esto, no lo tenía de niño. Y si creéis que hay una sola cosa que no estaría dispuesto a hacer por mantenernos unidos, es que no os fijáis lo suficiente.

Mia suspiró, dejando salir de ella la decepción y la frustración que llevaba contenida en su pecho.

—Si no dices la verdad no nos volveras a ver, ni a mi, ni a Sarah —le advirtió Mia tratando de mantenerse firme.

Ward soltó una risita incrédula al escuchar aquello, pero el miedo se reflejaba en sus ojos.

—No te creo —dijo al cabo de unos segundos—. Las dos sois mis preferidas, Mia. Puede que antes a ti no te diera la suficiente atención, pero estos últimos días, antes de todo esto, me di cuenta de la gran persona que puedes llegar a ser.

Mia apretó sus labios con fuerza, intentando contener las lágrimas. Una parte de ella quería creer esas palabras, quería dejarse llevar por la esperanza de que su padre pudiera cambiar. Pero la realidad que había visto con sus propios ojos pesaba más.

—Rafe sabe que os prefiero, pero no voy a delatarlo —les dijo Ward—. No pienso elegir entre mis hijas y mi hijo.

—Ya lo estás haciendo —murmuró Mia.

El comentario cayó como un cubo de hielo sobre Ward, que quedó en completo silencio durante unos segundos.

—Todo se arreglará y podréis volver —dijo finalmente en un susurro—. Estaremos juntos, como la familia que somos.

Pero Sarah negó con su cabeza.

—¿Qué te ha ocurrido? —le preguntó mientras lo miraba con una mueca de decepción—. No te reconozco.

Sin decir nada más, Mia tomó la mano de Sarah y sin mirar atrás, comenzaron a caminar hacia la lancha.

Mia sentía un nudo en su garganta apretándole cada vez con más fuerza. Quería gritar hasta quedarse sin voz y empezar a llorar hasta quedarse seca, pero sabía que no podía, al menos no frente a Sarah, que parecía estar tan frágil como ella en estos momentos.

El viento empezó a soplar con más fuerza, chocando contra el cabello de Mia a medida que avanzaba hacia la lancha. Por un segundo, Mia tuvo el impulso de detenerse, girarse, correr de vuelta a esa casa y reclamarle todo lo que quería reclamarle a su padre. Pero sabía que no podía volver, no después de todo lo que Ward había hecho.

Al llegar a la lancha, ambas se subieron, cada una sumida en sus propios pensamientos. Mia no fue capaz de decirle nada a Sarah cuando la vio tomando asiento frente a ella con un rostro cansado y triste. Tuvo que fijar su mirada en el suelo de la lancha para tratar de bloquear por unos instantes todos esos pensamientos intrusivos que se querían meter en su cabeza. Pero estaba siendo imposible.

Justo antes de encender el motor, Mia levantó su cabeza y la giró para dirigir su vista hacia atrás, en dirección a su casa en un impulso que no pudo evitar reprimir. Ahí observó su hogar, o mejor dicho, el que una vez lo fue. Esa mansión que antes veía agradable, de tonos cálidos y llena de flores y vida, ahora tan sólo la veía con unos ojos vacíos que no la reconocían como suya.

Una lágrima traicionera rodó por su mejilla, y no hizo ningún esfuerzo por detenerla. Dejó que cayera.

—¿Crees que esto acabará algún día? —se escuchó el murmuro de Sarah, que permanecía sentada en una esquina de la lancha rodeando sus piernas con los brazos y apoyando su barbilla sobre las rodillas.

Mientras dejaba que el aire revoloteara por su rostro, Mia suspiró profundamente, no sabiendo muy bien qué responder a aquella pregunta de Sarah.

—No lo sé —susurró.

La lancha finalmente se detuvo junto al descampado. Mia ayudó a Sarah a bajar de ella mientras el motor se apagaba del todo. A lo lejos, divisaron al resto de Pogues esperándolas impacientes mientras avanzaban hacia ellos.

JJ fue el primero en notar la expresión de Mia. Cuando llegó a su lado, pudo ver el desencanto y la frustración grabados en su mirada.

—¿Qué tal? —le preguntó JJ, aunque ya intuía la respuesta.

—Teníais razón —suspiró Mia—. No ha funcionado.

—Lo siento —murmuró Kiara, poniéndole una mano en el hombro a Mia para consolarla.

Mia tan sólo se encogió de hombros, como si quisiera fingir que no le afectaba demasiado aquella situación, aunque la decepción era evidente en su rostro.

—Pues no se hable más —dijo JJ, dando un paso al frente—. Tenéis que coger el coche patrulla e iros de aquí ya.

—Sí, y necesitaréis provisiones —añadió Pope rápidamente.

—Creo que es demasiado tarde —interrumpió Kiara de repente.

Todos giraron inmediatamente la cabeza hacia donde miraba Kiara para ver que estaba observando la Pogue. A lo lejos, comenzaron a escucharse sirenas que se aproximaban rápidamente hacia ellos.

—¿Os han seguido? —preguntó John B mirando acusativamente a Sarah y a Mia.

Ellas se miraron sorprendidas, tratando de recordar algún momento en el que pudieran haber sido vistas, pero ninguna logró obtener respuesta alguna.

—Habrá sido Ward —concluyó John B, haciendo que Mia se girase hacia él inmediatamente.

—Mi padre no habría sido capaz de... —murmuró Mia casi en un deje de voz, incapaz de aceptar la idea de que Ward hubiera sido capaz de delatarlas frente a la policía.

—Necesitamos buscar otra salida —dijo Pope, mirando a su alrededor con nerviosismo.

—¡Quedaos en la playa con las manos en alto! —gritó un oficial desde una lancha a través de su megáfono.

—¡Vámonos! —exclamó John B, que tomó la iniciativa agarrando a Sarah por la cadera para ayudarla a moverse.

Sin pensárselo dos veces, los Pogues comenzaron a correr en dirección contraria a las lanchas. Las sirenas sonaban cada vez más fuerte y los policías ya estaban desembarcando en la orilla e iban armados, listos para empezar una persecución.

Todos corrieron hacia una zona cubierta de árboles, donde debían apartar las ramas de su camino para poder avanzar. Mia empezó a sentir el cansancio, su respiración cada se tornaba más pesada, pero no se detuvo en ningún momento a descansar.

—¡No os paréis! —gritó John B, que seguía sujetando a Sarah mientras guiaba a los Pogues.

Finalmente se abrieron paso a un área llena de una maleza alta que les llegaba hasta las rodillas. Cuando la atravesaron, llegaron a un lago cuya orilla estaba rodeada de hierba mojada. El agua les llegaba a la altura de las caderas, y estaba helada y llena de barro. JJ le tendió su mano a Mia para ayudarla a descender y cruzar.

—¡Vamos, vamos! —la apremió JJ mientras ella tomaba su mano, aunque apenas podía ocultar el temblor en sus dedos.

Todos comenzaron a nadar hacia la otra orilla, donde se escondieron tras un enorme árbol. Desde allí, podían ver a los policías inspeccionando el agua, con las pistolas alzadas y buscando movimiento entre las hierbas. Dos coches patrulla llegaron desde el otro lado, aparcando frente a ellos y bloqueando cualquier posibilidad de huida.

—Estamos rodeados —murmuró Pope, con la mandíbula tensa.

—¿Qué hacemos? —susurró Kiara, mirando a John B con preocupación.

JJ sacó su pistola de su bolsillo y empezó a secarla rápidamente con su camiseta.

—Hay que plantarles cara —respondió JJ.

Pero John B, al verlo, se colocó frente a él, le arrebató la pistola de las manos y la dejó caer al suelo.

—Todo saldrá bien —le aseguró John B.

—John B... —susurró Mia.

JJ maldijo entre dientes, pero terminó enterrando el arma en el suelo, tratando de disimular frente a los agentes que se acercaban a ellos.

Finalmente, un coche patrulla se detuvo frente a ellos, y del interior salió Shoupe con la pistola en alto, apuntando a John B.

—¡John B! —gritó Shoupe—. ¡Aléjate del árbol!

John B levantó sus manos lentamente y salió del árbol.

—¡Al suelo y no te muevas!

—¡Me rindo! —exclamó John B.

—¡Los demás quedaos quietos, con las manos en alto! —ordenó Shoupe mientras el resto de agentes se acercaban al grupo.

Mia levantó sus manos con lentitud sin apartar la mirada de John B, que se arrodillaba lentamente y ponía las manos detrás de la cabeza.

—¡Shoupe, quiero testificar! —le pidió John B, haciendo que Shoupe arqueara una ceja.

—A buenas horas —dijo sarcásticamente mientras el oficial Thomas se acercaba a John B seguido de dos agentes más—. De rodillas y que nadie se mueva.

Thomas se acercó a John B y guardó su pistola en su bolsillo para empezar a registrarlo. Sin embargo, sin previo aviso, Thomas lo agarró y lo lanzó al suelo.

—¡Eh! ¿A qué viene eso? —gritó JJ, que dio un paso hacia delante para ir a ayudar a su amigo. Sin embargo, fue detenido por los dos agentes que habían acompañado a Thomas, que lo rodearon rápidamente.

Thomas no se detuvo. Comenzó a golpear a John B con patadas en el abdomen mientras este intentaba protegerse como podía. Los Pogues quisieron ir a detener al oficial, pero cuando los agentes vieron sus intenciones de ir a socorrer a John B, pidieron refuerzos y ahora se encontraban acorralados en el árbol, observando esa escena con impotencia.

—¡Pare, por favor! —gritó Mia con sus ojos llenos de lágrimas mientras forcejeaba con la agente que tenía frente a ella.

—¡Esto es por Peterkin! —gruñó Thomas antes de propinarle un puñetazo en el rostro que dejó a John B inconsciente en el suelo.

—¡John B! —gritó Sarah, que se liberó del agarre de los oficiales y corrió hacia él. Rápidamente se arrodilló a su lado, y agarró su rostro con sus manos temblorosas.

Los agentes la separaron a la fuerza mientras JJ le tendía la mano a Mia, que la tomó inmediatamente con un desesperación.

Los Pogues observaron en silencio cómo los policías se llevaban a John B, inconsciente, al coche patrulla.

ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲

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