ᯓ 𝗲𝗹𝗲𝘃𝗲𝗻
ᰍ . ° 𝗍𝗁𝖾 𝖻𝗈𝗇𝖿𝗂𝗋𝖾 .ᐟ ˎˊ˗
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Los colores rosados comenzaron a teñir el cielo, pero para Mia, el día no había empezado. Seguía sentada en el borde del sofá en la sala de estar, con los codos apoyados en las rodillas y las manos entrelazadas. Su mirada estaba fija en un punto del suelo. No había pegado ojo en toda la noche, los pensamientos giraban en su cabeza constantemente, consumiéndola.
JJ. Su nombre resonaba en su mente constantemente. Había sido ella quien puso fin a la relación, convencida de que era lo mejor para ambos. Toda su vida se estaba yendo al garete, y no quería llevarse a JJ a ese lugar con ella. Pero ahora, el vacío se sentía insoportable. Sabía que no había vuelta atrás, pero eso no aliviaba el dolor, ni la culpa.
Desde la muerte de su padre, los Pogues se habían distanciado bastante de ella. Mia no sabía si era una decisión consciente de ellos o si simplemente habían respetado su espacio. Lo cierto era que lo agradecía y lo detestaba al mismo tiempo.
Con un suspiro profundo, se puso de pie y arrastró sus pies hacia la cocina. Llenó el vaso que sostenía en sus manos de agua del grifo y se lo llevó a sus labios. Dio un sorbo y cerró los ojos, intentando calmar su mente. Pero entonces escuchó el chirrido suave de la puerta al abrirse.
—¿No has dormido nada, verdad? —le preguntó Sarah al verla—. Tus ojeras son horribles
—¿Se nota mucho? —Mia forzó una sonrisa mientras dejaba el vaso en la encimera.
—Como si lo llevaras escrito en la frente —le contestó Sarah mientras se apoyaba en la isla de la cocina—. No eres la única. Yo tampoco he dormido.
Mia la miró con lástima. Ambas estaban subidas en el mismo barco, aunque sus rupturas tuvieran diferentes razones. Sarah con John B, ella con JJ... Sarah no se sintió apoyada por John B cuando vio a Ward morir, incluso podía decir que lo vio hasta feliz. Fue Topper el que estuvo a su lado apoyándola.
—No sé cómo estás tan tranquila —le dijo Mia, mirando a Sarah—. Yo siento que me voy a desmoronar en cualquier momento.
—Créeme, no estoy tan tranquila como parezco —Sarah esbozó una sonrisa cansada—. Pero ayer, cuando vi el calendario, me acordé de una cosita.
—¿Ah, sí? ¿Y qué es? —le preguntó Mia alzando su ceja.
—Que esta noche... —Sarah hizo una pausa, inclinándose hacia Mia con una mirada traviesa— es la hoguera.
—No —Mia negó con la cabeza antes de que Sarah pudiera continuar.
—¡Ni siquiera sabes lo que iba a decir!
—Sí que lo sé, y mi respuesta es no —le respondió Mia.
—Vamos, Mia —le suplicó Sarah—. No es bueno quedarnos aquí hundiéndonos en nuestras penas. La hoguera es esta noche, como todos los años. Todo el mundo estará ahí.
—Ese es el problema —replicó Mia, frunciendo el ceño—. No quiero ver a todo el mundo.
—Mia, escucha —le dijo Sarah dando un paso hacia ella—. Entiendo cómo te sientes, pero necesitamos despejarnos, aunque sea solo una noche.
—No creo que bailar alrededor de una hoguera llena de borrachos arregle nada.
—No es para arreglarlo —le respondió Sarah—. Es para que, por una vez, no tengas que pensar en JJ, en papá, en la llave de Pope, en todo lo que te está pasando.
Mia la miró en silencio, cruzando los brazos. Por un momento consideró las palabras de Sarah, y tras ver que su hermana empezaba a ponerle ojitos de cachorrito, Mia negó con su cabeza mientras soltaba una risita.
—No sé cómo lo haces —suspiró finalmente—. Siempre terminas convenciéndome.
—Es un talento —le respondió Sarah con una sonrisa triunfante.
Mia rodó sus ojos, pero una sonrisa se esbozó en sus labios. Pero quizás Sarah tenía razón. Tal vez necesitaba esa distracción más de lo que estaba dispuesta a admitir.
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El coche de Topper se detuvo en un descampado rodeado de palmeras e iluminado por el fuego de la hoguera. A su alrededor, habían colgadas luces doradas entre los árboles y mesas llenas de bebidas para elegir rodeadas por adolescentes.
Mia bajó del coche con una sensación de incomodidad al sentir cómo muchas miradas se clavaban en ella, analizándola de pies a cabeza. Ya sabía que su presencia llamaría la atención después de la noticia de la muerte de su padre, pero trató de ignorar las miradas lo mejor que pudo.
—Relájate, que nadie te va a comer —bromeó Sarah, dándole un pequeño empujón en el hombro.
Mia soltó una risa corta, aunque su postura seguía algo tensa. Miró a su alrededor: adolescentes charlando en grupos, parejas bailando cerca del fuego, y un grupo en el extremo del claro animando con entusiasmo.
Ahí, un chico subido en una moto acaparaba las miradas de los adolescentes. El chico rugía su moto mientras hacía derrapes sobre la arena, levantando una nube de polvo que provocaba gritos y aplausos. Mia no pudo evitar sentir curiosidad y, con su vaso de refresco en la mano, se acercó un poco más para observar.
El chico parecía disfrutar del espectáculo que estaba ofreciendo. Deslizaba la moto con destreza sobre el claro lleno de baches, haciendo maniobras que dejaron a Mia sorprendida.
Cuando el chico terminó entre aplausos, se bajó de la moto, quitándose el casco y sacudiéndose el cabello oscuro. Su mirada rápidamente se dirigió a Mia, quien seguía observando desde la distancia. Con una sonrisa confiada, comenzó a caminar hacia ella.
—¿Te ha gustado el espectáculo? —le preguntó con diversión y coqueteo, a lo que Mia arqueó una ceja, intentando no parecer demasiado impresionada.
—No estuvo mal —respondió encogiéndose de hombros, aunque su mirada delataba cierto interés.
El chico soltó una risa.
—Soy Enzo, por cierto —se presentó extendiendo su mano hacia ella.
—Mia —respondió ella estrechándole levemente la mano.
—Un placer, Mia —sonrió Enzo de manera divertida—. ¿Y qué hace alguien como tú con un simple vaso de Cocacola?
Mia miró su refresco y luego a él.
—Es que no bebo.
—¿De verdad? —Enzo la miró con sorpresa—. Eso explica por qué eres de las únicas personas que parecen ser normales entre todo este caos. Pero te aseguro que un poco de diversión no hace daño. Vamos, ven.
Enzo agarró la mano de Mia y la llevó hacia la mesa de las bebidas. Una vez allí, señaló todas las bebidas que tenía para elegir.
—Ya te he dicho que no bebo —insistió Mia.
—Bueno, yo soy muy persuasivo —Enzo levantó un vaso de un color rosa y se lo tendió—. Esto ni siquiera sabe a alcohol. Anda, pruébalo.
Mia lo miró con desconfianza, pero algo en la despreocupación de Enzo la hizo sonreír. Finalmente aceptó el vaso y dio un sorbo, dejando escapar una leve risa al notar el sabor dulce. Al final, era solo un día, no iba a pasar nada malo, ¿no?
—¿Mai Tai? —preguntó Mia, arqueando una ceja.
—Te lo dije, delicioso —le sonrió Enzo, haciendo que Mia riera.
Pero antes de que Enzo pudiera decir algo más, Mia tomó su mano con una sonrisa y lo arrastró hacia la pista de baile.
—Vamos, a ver si eres tan bueno bailando como con la moto —le retó Mia mientras ambos se plantaban en medio de la hoguera.
—¿Es un desafío? —respondió él, siguiéndola entre risas.
—Sí, puedes tomártelo como uno.
Mia empezó a moverse al ritmo de la música. Pero al ver a Enzo, que parecía algo cortado, le agarró una mano y le hizo girar sobre sí para que se animara. Al final, Enzo perdió la vergüenza, y ambos empezaron a bailar, si es que eso se podía considerar bailar. Las risas de Enzo eran contagiosas, y sus pasos de baile eran peores que los de Mia, cosa que parecía imposible.
Mia no recordaba la última vez que había sentido libertad, como si por un instante las preocupaciones que la habían atormentado todas las noches hubieran desaparecido.
Pero mientras Enzo agarraba la mano de Mia y la hacia girar sobre ella mientras reían, su mirada se cruzó con la de JJ. Estaba al otro lado del círculo de personas junto a Pope, mirándola fijamente. Había algo en su expresión que hizo que el corazón de Mia se detuviera por un momento: una mezcla de dolor, celos y desconcierto.
JJ no apartaba la mirada, y aunque estaba rodeado por otros Pogues, parecía completamente aislado a lo que ocurría a su alrededor. A Mia le dolió esa mirada más de lo que estaba dispuesta a admitir. JJ no podía creer cómo Mia había podido pasar página tan rápido. Quiso ir a enfrenterla, recriminarle todas esas preguntas sin respuesta que vagaban por su mente, pero se mantuvo al lado de Pope bebiendo de su bebida.
Sin embargo, cuando unos gritos se escucharon en el fondo, Mia giró la cabeza en dirección al escándalo con curiosidad. Los gritos parecían insultos, y pronto distinguió la voz de Topper.
—¡Su padre ha muerto! —vociferó éste, empujando a una chica que intentaba enfrentarlo—. ¿De qué vas?
Mia dejó a Enzo con una breve disculpa y caminó rápidamente hacia la pelea, ignorando las miradas que se posaban en ella al pasar. Su corazón palpitaba con fuerza a medida que se acercaba por miedo a lo que temía que iba a pasar a continuación. Cuando llegó, se interpuso entre Topper y la chica, quien estaba gritándole al Kook sin miramientos.
—¡Eh, ya basta! —le gritó Mia mientras empujaba a la chica con más fuerza de la que pretendía lejos de Topper, haciendo que cayera al suelo.
La chica rápidamente se levantó y arremetió contra Mia, devolviéndole el empujón con fuerza. Mia se tambaleó pero se mantuvo en pie, devolviéndole una mirada fría. Antes de que las cosas pudieran escalar más, Kiara apareció entre ambas, interponiéndose con las manos en alto.
—¡Para ya! —exclamó Kiara hacia la chica en un grito.
—¿Pero tú de qué lado estás? —le preguntó la chica.
Pero antes de que Kiara le pudiera responder, un grito hizo que tanto Mia como Kiara giraran sus cabezas hacia el escándalo.
—¿Qué vas a hacer? —le preguntó Kelce amenazadoramente a John B mientras la gente empezaba a formar un círculo alrededor de ellos—. ¿Matarme como a la sheriff Peterkin?
John B, que hasta entonces había estado manteniendo la compostura, se giró hacia Kelce y, sin previo aviso, le soltó un puñetazo directo al rostro que lo mandó directo al suelo.
Mia se llevó las manos a la boca. Pero no tuvo tiempo para asimilarlo porque Topper se lanzó sobre John B, y ambos cayeron al suelo enredados en un forcejeo. El público, lejos de intervenir, comenzó a animar y grabar con sus teléfonos mientras Mia los miraba con incredulidad.
De repente, JJ y Pope aparecieron en la hoguera abriéndose paso entre la multitud. Levantaron a Topper entre los dos y lo apartaron de un empujón de John B.
—¡Suéltalo! —gruñó JJ mientras observaba al Kook con una mirada amenazadora.
En medio de todo, los Pogues se miraron entre sí y supieron que era hora de huir. Sin decir una palabra más, comenzaron a correr fuera del círculo de gente, dejando atrás la hoguera. Mia se quedó quieta en su lugar, mirando a su alrededor, indecisa. ¿Iba con Sarah y Topper o seguía a los Pogues? Pero no tuvo tiempo para decidir. Pope apareció a su lado y la agarró del brazo.
—Vamos, no te quedes aquí —le dijo mientras la dirigía fuera del círculo de personas para marcharse.
Finalmente llegaron al Chateau, donde se sentaron alrededor del gigantesco árbol en el que grabaron "P4L". El lugar estaba iluminado por pequeñas luces amarillas que colgaban de las ramas.
—Vaya tela —murmuró Pope, pasándose una mano por la frente—. Nunca había tenido tantos moratones en mi vida.
—Eso es tu rabia contenida, tu lado salvaje —bromeó JJ, acercando un palo a la hoguera para tostar unos malvaviscos. Sin embargo, se descuidó y uno de sus malvaviscos se quemó. JJ resopló y rodó los ojos, mientras Mia soltaba una risa leve.
—De verdad, ¿has defendido a Sarah? —preguntó John B, dirigiéndose a Kiara con una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Pues claro que sí —le dijo Kiara con obviedad—. No es una Kook de verdad, como Mia.
Mia sonrió ante el comentario, y Kiara le guiñó un ojo mientras se llevaba un malvavisco a la boca.
—Pues díselo a Topper —intervino Mia con un suspiro—. Está empeñado en hacer que Sarah vuelva a ser la Kook de antes.
El silencio se apoderó del grupo. Mia rodeó sus piernas con sus brazos mientras apoyaba su cabeza sobre sus rodillas. De repente, John B le robó un malvavisco a Kiara y se lo comió de un bocado antes de que pudiera reaccionar.
—¡Pero qué haces! —protestó Kiara, medio riendo—. ¡Era el último que me quedaba!
—A mí no me quites de los míos —le dijo JJ, mientras escondía sus malvaviscos detrás de él.
—Podríamos haberlo compartido —le recriminó Kiara a John B molesta—. Ese era el último que me quedaba.
—Es que me he quedado pobre como para comprarlos —se defendió éste levantando sus brazos fingiendo inocencia.
Entonces, Kiara se acercó a Pope y le robó sus malvaviscos.
—Pues me voy a comer los tuyos —le dijo Kiara mientras se alejaba con la comida.
—No sé cómo lo hago pero siempre salgo yo perdiendo —murmuró Pope observando como sus malvaviscos desaparecían de su vista.
Mia observaba la escena con una sonrisa en su rostro mientras le ofrecía sus malvaviscos a Pope. Tenía un nudo en el estómago que le había quitado por completo el apetito.
Por un momento, el ambiente parecía haberse aligerado. Pero entonces, John B alzó una mano para pedir silencio.
—He oído algo.
Todos se tensaron de inmediato, dirigiendo sus miradas hacia la dirección en la que miraba John B.
—No creeréis que Topper es capaz de volver, ¿verdad? —les preguntó Kiara en un susurro.
—Yo no lo descartaría —murmuró JJ, medio en serio, medio en broma.
Los cinco se levantaron lentamente, moviéndose con cuidado hacia el origen del ruido. Mia, inquieta, se giró hacia JJ.
—¿Tienes la pistola? —le preguntó.
—Anda, así que ahora sí que la quieres —le respondió JJ con sarcasmo.
Mia frunció su ceño cuando escuchó su respuesta. No fue la frase en sí, sino el tono en el que se dirigió a ella. Un tono cortante, distante. Y es que JJ, cuando veía a Mia, no podía evitar recordar cómo bailaba, reía y charlaba con el chico ese en la hoguera tan despreocupada, como si hubiera pasado página.
—¿No la tienes?
—Me la quitó John B —se defendió JJ.
—Callaos —les cortó Pope antes de que la conversación se calentara y se transformara en una pelea.
Mia se volvió a centrar, y avanzó junto a los demás.
—¿Quién anda ahí? —preguntó John B en dirección a los arbustos que tenía frente a él.
—Ya os estáis largando de ahí, Kooks —les advirtió Kiara.
El grupo siguió avanzando al no obtener ninguna respuesta. Mia entrecerró sus ojos para tratar de divisar la figura de alguien en la oscuridad, y finalmente, una silueta emergió de entre las sombras. Era el hombre que trabajaba para Limbrey, y se acercaba a ellos con una sonrisa burlona y una actitud despreocupada que resultaba más amenazante que tranquilizadora.
—Joder —murmuró JJ, deteniéndose en seco.
—Otra vez ese cabrón —maldijo Pope, frunciendo su ceño mientras sus hombros se tensaban.
El hombre levantó sus manos en un gesto de aparente calma mientras se acercaba lentamente a ellos.
—Una velada maravillosa —comentó con sarcasmo en su voz. Mia lo miró con desconfianza—. Mirad, no os guardo rencor a ninguno de vosotros, ¿vale? Pero podemos hacerlo por las buenas, o por las malas.
Mia desvió la mirada hacia los Pogues buscando alguna señal de cómo reaccionar. Sus manos empezaron a temblar levemente cuando vio que el hombre continuaba acercándose a ellos despreocupado.
—Sabéis a lo que he venido —dijo él, deteniéndose a unos metros del grupo. Luego señaló un columpio atado al árbol en el que segundos antes habían estado sentados—. Os haré una demostración. ¿Veis ese columpio? Me he traído a los mejores arqueros de los Rangers, y están escondidos.
JJ, incrédulo, se apoyó en el columpio como si no se creyera una palabra. Sin embargo, el hombre silbó, y un segundo después, una flecha pasó frente a Mia y se clavó en la cuerda que sostenía el columpio, partiéndola en dos.
Mia dio un brinco, sorprendida por el disparo. Sus ojos se dirigieron a la flecha, y cuando vio el columpio partido en dos, su respiración se aceleró.
—Como decía, andan por ahí escondidos, y os dispararán en cuanto les dé la orden —les indicó con un tono tan calmado que resultaba casi escalofriante.
Mia observó cómo caminaba hacia Pope, fijando su atención en él como si el resto no importara. JJ, incapaz de quedarse quieto, intentó acercarse por detrás para apartar al hombre de Pope, pero éste volvió a silbar. Otra flecha atravesó el aire y cayó a apenas un palmo de los pies de JJ.
—Yo que tú no haría nada —le advirtió el hombre, girando la cabeza ligeramente hacia JJ con una sonrisa burlona—. No voy a hacer una cuenta atrás ni ninguna mierda de esas. O me entregáis la llave o silbo.
El grupo se miró entre sí sin saber qué hacer. Mia sentía una mezcla de rabia, impotencia y miedo crecer en su pecho mientras veía a Pope sacando lentamente la llave de su bolsillo. La sostuvo con fuerzas durante unos segundos mientras la observaba con el ceño fruncido.
—Esta llave pertenece a mi familia —murmuró Pope casi en un susurro.
—Me estoy hartando de ti, Pope —le dijo el hombre empezando a ponerse impaciente.
Pope, al ver que no tenía otra opción, finalmente extendió la llave hacia el hombre, entregándosela con resignación. Sus ojos estaban llenos de furia contenida mientras apretaba los labios, incapaz de ocultar su frustración.
—Has hecho lo correcto —le dijo el hombre con una sonrisa mientras se guardaba la llave—. Saber que no tienes elección es un talento infravalorado. Cuídate.
Mia observó al hombre mientras pasaba junto a ella con una sonrisa arrogante dibujada en su rostro, provocándole un nudo en el estómago. Sus puños se apretaron con fuerza, y tuvo que contenerse para no saltar contra él y pegarle un buen puñetazo. Giró la cabeza hacia Pope, quien miraba al suelo en silencio, negando con la cabeza lentamente.
—Estoy harto de esta historia —murmuró Pope antes de darse la vuelta y alejarse del Chateau sin esperar respuesta de nadie.
Kiara no dudó ni un segundo en ir tras él, llamándolo mientras intentaba alcanzarlo. Mia, en cambio, permaneció en su sitio, observando la figura de Pope alejándose de ella. Su mente estaba nublada por la impotencia y la rabia de no haber podido hacer nada para evitar entregarle la llave a Limbrey.
Un suspiro pesado se escapó de sus labios mientras giraba sus talones y se dirigía hacia el interior del Chateau para acomodarse en el sofá y descansar.
ᯓ★ 𝗺𝗮𝗱𝗱𝘀𝗰𝗹𝗶𝗻𝗲
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