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an. ، lower the guard⸺nine ⎰chapter . by cardkgan𓆩﹙𝚠𝚛𝚒𝚝𝚝𝚎𝚗 𝚋𝚢 ┈ 𝚝𝚒𝚗𝚊 𓏲﹚

🪽💮 |
 
Cuatro días habían pasado desde que Rhaenyra Targaryen, junto a su esposo Daemon y sus hijos, regresaran a la Fortaleza Roja. Cuatro días desde que el aire de Desembarco del Rey se tornó más pesado, como si la presencia de los Velaryon y los rumores sobre la sucesión alimentaran una tensión latente que ninguno de los presentes parecía dispuesto a ignorar. 

Para Daella, sin embargo, esos días habían sido extraños en su propia forma. Aunque su curiosidad por los hijos de Rhaenyra persistía —especialmente por Jacaerys, a quien recordaba con un cariño teñido de inocencia de su niñez—, los encuentros habían sido escasos. Como si ellos mismos evitaran cruzarse con ella y sus hermanos. 

Esa tarde, después de haber cumplido con sus deberes en los salones de su madre, Daella decidió salir al patio interior de la Fortaleza Roja. El sol comenzaba a declinar, proyectando largas sombras sobre los muros de piedra. Vestía un sencillo vestido color crema, sin adornos ni joyas que llamaran la atención. Su cabello caía suelto sobre sus hombros como de costumbre, y sus pasos eran suaves sobre las baldosas, como si no quisiera perturbar la quietud del lugar. 

Fue entonces cuando lo vio. 

Jacaerys estaba de pie al otro lado del patio, junto a una de las fuentes de mármol. Vestía de negro, y la capa oscura que llevaba sobre los hombros se agitaba ligeramente con la brisa. Parecía absorto, su mirada perdida en el agua que brotaba de la fuente. Daella se detuvo a mitad de camino, indecisa. Podía darse la vuelta y marcharse antes de que él la notara, pero algo en su interior la impulsó a avanzar. 

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, Jacaerys levantó la vista. Sus ojos se encontraron, y por un instante, Daella pensó que lo había sorprendido. Pero su expresión cambió rápidamente, endureciéndose en una máscara de neutralidad. 

⸻Príncipe Jacaerys. ⸻dijo ella, inclinando ligeramente la cabeza. 

⸻Princesa Daella. ⸻respondió él, con un tono que no delataba nada, pero que tampoco invitaba a la conversación. 

El silencio entre ellos se alargó, tenso y cargado de las cosas que ninguno estaba dispuesto a decir. Finalmente, Daella decidió romperlo. 

⸻Hace días que están en la Fortaleza Roja. ⸻dijo ella, manteniendo la voz suave pero firme⸻ Apenas los he visto. 

⸻Eso no parece haber sido un inconveniente para nadie. ⸻replicó Jacaerys, con una leve inclinación de sus labios que no llegaba a ser una sonrisa. 

La respuesta la tomó por sorpresa, pero no permitió que eso se reflejara en su rostro. En cambio, lo estudió por un momento, como si intentara descifrar qué lo había hecho cambiar tanto desde la última vez que lo vio. 

⸻Tal vez para ti no lo sea ⸻replicó ella con calma⸻. Pero para algunos, los días de su niñez no se olvidan tan fácilmente. 

La mención a su niñez pareció incomodarlo, aunque trató de ocultarlo. Sus ojos buscaron los de ella, y por un instante, algo pareció titilar en su mirada: desconfianza, quizás, o algo más profundo que él mismo no estaba dispuesto a aceptar. 

⸻Los días de nuestra niñez quedaron atrás, Princesa. ⸻dijo él, finalmente⸻ Ahora somos extraños. 

La franqueza de sus palabras la golpeó, pero no retrocedió. Había algo en su tono que la desafiaba, y Daella no era de las que evitaban un desafío. 

⸻¿Lo somos? ⸻preguntó, levantando ligeramente el mentón⸻ ¿O es más fácil pensar eso? 

Jacaerys apartó la mirada hacia la fuente, parecía tan fiel a sus palabras próximas, embarcando un papel duro, que Daella empezaba a notar.

⸻Es lo que debemos ser. ⸻murmuró. 

Daella lo observó en silencio, dejando que sus palabras se asentaran entre ellos. Había algo en su actitud que la irritaba, pero también la intrigaba. Era como si él mismo estuviera luchando contra lo que sentía, como si la presencia de ella lo incomodara de una manera que no sabía cómo manejar. 

⸻Entonces supongo que este encuentro ha sido un error. ⸻dijo ella finalmente, con una leve sonrisa que no alcanzó sus ojos. 

Jacaerys la miró entonces, y por un momento, parecía que iba a decir algo más. Pero en lugar de eso, simplemente asintió, su expresión tan cerrada como antes. 

⸻Tal vez lo sea. ⸻respondió, antes de girarse y marcharse, dejándola sola junto a la fuente. 

Daella se quedó allí, observando cómo su figura desaparecía entre las sombras de los muros. Su corazón latía con fuerza, pero no estaba segura de por qué. Había algo en Jacaerys que la desafiaba, que despertaba en ella una mezcla de emociones contradictorias que no sabía cómo procesar. 

Pero una cosa era segura: no iba a permitir que la tratara como a una desconocida. Si Jacaerys Velaryon quería mantener su distancia, tendría que esforzarse más, porque Daella no era de las que se rendían fácilmente. 

Con ese pensamiento, dio media vuelta y se dirigió de regreso al interior de la Fortaleza Roja, con una determinación nueva latiendo en su interior. 

El día avanzaba, aunque para Daella la luz del sol apenas alcanzaba a iluminar las sombras que sentía dentro. Después del encuentro tenso con Jacaerys, su mente permanecía enredada en preguntas sin respuesta. Para despejarse, decidió visitar a su padre, el rey Viserys, un acto que rara vez llevaba consuelo pero que sentía como un deber. 

Sus pasos resonaban con suavidad en los pasillos de la Fortaleza. Aunque era pleno día, las piedras antiguas y el aire pesado del castillo hacían que todo se sintiera más apagado, casi como si la propia vida del rey se reflejara en la atmósfera que lo rodeaba. 

Cuando llegó a los aposentos de Viserys, dos guardias la recibieron con un movimiento de cabeza antes de abrir las puertas. Dentro, el ambiente estaba cargado con el aroma de hierbas y medicinas. La habitación apenas tenía luz natural; las cortinas estaban corridas para evitar que el sol molestara los ojos enfermos del rey. 

Viserys estaba tendido en su lecho, su rostro marcado por el tiempo y la enfermedad. Los años de gobierno habían dejado una huella profunda en su cuerpo, y la carne parecía fundirse con los huesos. Pese a ello, sus ojos, aunque débiles, todavía contenían algo de la bondad que Daella siempre recordaba en él. 

Ella avanzó lentamente, consciente de que cualquier ruido podía perturbarlo. Al acercarse, tomó asiento en una silla junto al lecho. La mano del rey descansaba fuera de las mantas, delgada y cubierta de venas azuladas. Daella la tomó con cuidado, sorprendida por lo frágil que se sentía. 

⸻Padre... ⸻murmuró con voz baja, temiendo romper la quietud. 

Viserys entreabrió los ojos con esfuerzo, enfocándose lentamente en ella. Una leve sonrisa cruzó sus labios. 

⸻Mi... Daella. Mi dulce niña. ⸻su voz era apenas un susurro, pero había calidez en ella. 

⸻Estoy aquí para verte, como siempre. ⸻respondió Daella, esforzándose por mantener una sonrisa tranquila. 

El rey asintió débilmente, sus párpados pesados luchando por mantenerse abiertos. 

⸻Eres... una bendición, hija mía. Siempre lo has sido. 

Daella sintió un nudo formarse en su garganta. En ese momento, rodeada de la fragilidad de su padre, recordó los tiempos en los que Viserys había sido una figura fuerte y amable, alguien a quien admiraba profundamente. Ahora, verlo en este estado era un recordatorio cruel de cómo el tiempo cambiaba todo, y en cómo todo puede empeorar tras su destinada partida, algo que a Daella le aterraba de tan solo pensar. 

⸻Quiero que descanses, padre. No hables demasiado. Estoy aquí para ti, solo eso importa. ⸻dijo, apretando su mano con suavidad. 

Viserys cerró los ojos por un momento, y Daella lo observó en silencio, permitiendo que la calma del momento llenara la habitación. Pero la Targaryen no pudo evitar la humedad en sus ojos, la intención de las lágrimas al querer salir de manera silenciosa, no iba a perturbar a su padre con su llanto, pero un par de lagrimas cayeron por sus mejillas, lágrimas que solo ella podía sentir en aquel momento.

Cerró los ojos con fuerza, conteniendo los sollozos que querían escapar, y alzó la vista hacia el techo, buscando algo que la hiciera mantener la compostura. No quería que su padre la viera vulnerable, pero la realidad era innegable: su padre, el hombre que una vez había sido el corazón de la familia, estaba apagándose poco a poco. 

Viserys siempre había sido para ella una figura amable, un faro de cariño y comprensión, incluso en medio de las decisiones difíciles que tuvo que tomar. En una familia llena de secretos, ambiciones y rivalidades, ella nunca dejó de ver a su padre como el único que realmente le ofreció amor sin reservas. A pesar de las circunstancias, de las traiciones políticas, del peso de la corona, Daella nunca dejó de amarlo. Mientras que sus hermanos veían a Viserys como una figura distante o una imagen de poder, ella lo había visto como su protector, su guía.

Recordaba los días cuando era pequeña, en la calma de los jardines de la Fortaleza Roja, cuando su padre la tomaba en brazos y la paseaba bajo el sol. La imagen de Viserys sonriendo mientras ella le contaba alguna historia inventada, de las visitas a los establos donde él le enseñaba sobre las criaturas más grandes y misteriosas de Westeros, y cómo un día, cuando aún era solo una niña, él le había permitido montar a Whitefyre, su dragón. El dragón de Daella, nacido de un huevo blanco, tan puro como la niña misma. Su conexión con Whitefyre había sido inquebrantable desde que nació, como si ambos compartieran una especie de destino común.

Era imposible para ella no sentir una carga en su pecho cada vez que veía a su padre en su lecho, tan frágil y ajeno al mundo exterior. Recordaba cómo él había sido uno de los pocos en entender la curiosidad que sentía por los dragones, un amor que ambos compartían.

De parte de Viserys, con el nacimiento de Daella volvía a tener ese sentimiento que vivió por primera vez con su primogénita Rhaenyra, una princesa que por los desacuerdos terminó alejándose de su padre, siendo Daella la oportunidad de volver a sentir esa calidez de compresión y cariño, después de todo, ambas medio hermana no eran tan diferentes, eran las únicas que a pesar de todo, el amor por su padre seguía intacto.

En los momentos en los que su padre se encontraba más vulnerable, más quebrantado, Daella había sido la que más veces había estado a su lado. Ella no tenía miedo de mostrar su cariño, de recordarle que siempre sería su hija, que siempre lo amaría. Incluso en sus momentos más oscuros, ella lo hacía sentir que no estaba solo. 

Y ahora, mientras su padre estaba en su lecho de muerte, Daella se veía a sí misma como la única que había mantenido viva esa relación, mientras el resto de sus hermanos parecían desconectados, sin poder ver la necesidad de amor que Viserys aún tenía. Quizás ellos lo veían como una figura de autoridad, como un rey, pero Daella nunca lo vio de esa manera. Para ella, siempre fue su padre. 

Una vez más, Daella se inclinó sobre su padre y le acarició suavemente la mano, sintiendo que, aunque no pudiera hacer mucho más, su presencia era suficiente. Y aunque su corazón se rompiera por dentro, por lo menos podía asegurarse de que, en sus últimos momentos, Viserys sentiría el amor de su hija. 

El tiempo pasó, y Daella se despidió de él con una última mirada de cariño. Mientras caminaba hacia la puerta, dejó que las lágrimas se desbordaran libremente. Esta vez no pudo detenerlas. 

Cuando la puerta se cerró detrás de ella, Daella se permitió sentir lo que había estado guardando. La soledad que se aproximaba de perder a alguien que había sido tan importante en su vida se hizo más palpable que nunca. Y, a pesar de que sus hermanos compartían su sangre, ella se sentía más distante de ellos que nunca. 


Una conversación entre Rhaenyra y Daemon permanecía  tensa, como siempre lo había sido cuando ambos hablaban de lo que estaba por venir. Los dos sabían que las piezas del reino estaban en movimiento, pero por el momento, todo permanecía en un delicado equilibrio. La salud de Viserys se estaba deteriorando rápidamente, y con ello, el futuro del reino y de la familia Targaryen se volvía cada vez más incierto.

Daemon rompió el silencio, su voz grave y calculadora, como siempre.

⸻Mi hermano... ⸻dijo Daemon, refiriéndose a Viserys⸻No durará mucho más. Todos lo sabemos. Y con su muerte, lo que vendrá será inevitable. Alicent no se quedará de brazos cruzados. El trono será una guerra, y nosotros no podremos quedarnos al margen.

Rhaenyra suspiró, mirando hacia la ventana con una expresión que delataba su preocupación, a la vez que acaricia su vientre. Estaba preocupada por el futuro, pero más aún por lo que significaría para sus hijos. Daemon la observaba, atento a cada detalle, como si esperara ver algún signo de debilidad en su esposa.

⸻El reino se desmoronará, no importa qué hagamos. ⸻respondió Rhaenyra con voz baja ⸻Las divisiones son demasiado profundas. No es solo cuestión del trono, sino de lo que está en juego con cada uno de nosotros.

Daemon asintió, sus pensamientos calculando los movimientos a largo plazo. No podía evitar sentirse frustrado por la falta de acción.

⸻Y qué haremos con ellos... con los nuestros, con aquellos que están entre dos mundos. Como Daella ⸻dijo Daemon, dejando caer el nombre de la joven Targaryen de manera casi despreciativa, como si no quisiera dar mucho crédito a la mención.

Rhaenyra lo miró, sorprendida, pero sin perder la calma. La mención de la princesa no se la esperaba y hasta aquel momento no había pensando en su razonamiento. Sabía bien que la relación entre Daemon y la familia Hightower era tensa, y que él no veía a Daella de la misma manera que ella lo hacía, al menos no del todo.

⸻No olvides que Daella tiene sangre Targaryen también. ⸻respondió Rhaenyra, alzando la barbilla con una firmeza que reflejaba no solo su posición, sino también su afecto por su media hermana⸻No todo en ella proviene de la casa Hightower.

Daemon la miró, su expresión endurecida por el desdén. No podía evitar sentir un leve desprecio por los Hightower, esa familia que siempre había sido una espina en su lado. Pero las palabras de Rhaenyra le hicieron detenerse un momento.

⸻Tiene sangre Hightower. ⸻repitió Daemon, su tono despectivo. Para él, la influencia de los Hightower era algo que no podía perdonar. Lo que pensaba de la joven Daella era irrelevante en comparación con la traición de esa casa a su propia familia ⸻No olvides lo que ellos son.

Rhaenyra lo miró con firmeza, pero también había algo en sus ojos que hablaba de un cariño callado hacia su media hermana. Sabía que Daella era parte de su familia, y aunque la relación entre ellas no había sido cercana, había algo en la joven Targaryen que la había tocado.

⸻Ella es más Targaryen que Hightower, Daemon. Tiene la sangre de su padre. La misma sangre que corre por mis venas, la misma que corre por las tuyas. ⸻dijo, con una suavidad que no pudo ocultar, algo protectora en sus palabras, aunque su tono se mantuvo firme.

Daemon frunció el ceño, pero algo en las palabras de Rhaenyra lo hizo callar por un momento. La joven Daella, aunque nunca fue parte de su círculo cercano, no podía ser simplemente ignorada como algo que no pertenecía. Había algo más en ella, aunque Daemon no estaba dispuesto a admitirlo aún.

Rhaenyra se recostó en su silla, sus ojos mirando hacia el horizonte mientras dejaba que el silencio llenara la habitación. No estaba segura de cómo iba a manejarse la situación en los próximos días.

Daemon, por su parte, se levantó de la mesa, caminando hacia la ventana. Miró hacia el horizonte, donde las nubes parecían presagiar tormenta, tanto en el reino como en la familia.

⸻El futuro del reino está más incierto que nunca. ⸻dijo Daemon, como si fuera una sentencia⸻Todos tendremos que tomar una decisión pronto. Y cuando llegue el momento, no habrá vuelta atrás.

Rhaenyra lo observó en silencio, dándole la razón a través de su mirada, las cosas estaban tranquilas y por el momento su familia no tuvo inconvenientes con la bienvenida, una parte de ella deseaba que se mantuviera así para siempre, pero la raíz de su enemistad con la reina, seguía plantada, y eso podría volver a causar problemas, con los príncipes involucrados.

No había que bajar la guardia.

cortito pero pronto uno más extenso! ♡

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