𝟬𝟮 𝘛𝘏𝘌 𝘗𝘙𝘐𝘕𝘊𝘌𝘚𝘚'𝘚 𝘓𝘖𝘖𝘒
an. ، the princess's look.⸺two ⎰chapter . by cardkgan𓆩﹙𝚠𝚛𝚒𝚝𝚝𝚎𝚗 𝚋𝚢 ┈ 𝚝𝚒𝚗𝚊 𓏲﹚
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La Fortaleza Roja se alzaba majestuosa bajo el cielo de una tarde dorada, sus muros de piedra reflejando la luz del sol que se desvanecía lentamente. En uno de los elegantes balcones del palacio, la pequeña princesa permanecía en silencio, su figura etérea y delicada contrastando con la robustez de la arquitectura circundante. La joven Daella se encontraba en compañía de su padre, el rey Viserys I, quien, con una expresión serena y paternal, observaba el entrenamiento de sus hijos y nietos bajo el comando de Sir Criston Cole.
Daella se apoyaba en la barandilla de piedra, su mirada fija en el grupo de jóvenes que se esforzaban en su formación. Los movimientos vigorosos y el sonido metálico de las espadas chocando creaban una sinfonía en la que el esfuerzo y la dedicación se entrelazaban en un ballet de destreza marcial. A pesar de la distancia que la separaba del campo de entrenamiento, la princesa podía sentir la intensidad de cada golpe, cada bloque, cada ataque y cada defensa.
Desde su posición elevada, la joven Targaryen observaba con una mezcla de admiración y frustración. En su mente, se debatían pensamientos complejos sobre el papel que se le asignaba como princesa y el mundo de esfuerzo y disciplina que se desplegaba ante ella. "¿Por qué no puedo estar allí también?" se preguntaba, contemplando cómo sus hermanos y primos se movían con determinación. "¿Acaso no podría sostener una espada con la misma habilidad?"
El entrenamiento de caballeros, con su rigor y disciplina, siempre le había parecido una manifestación de fuerza y valentía, cualidades que Daella valoraba profundamente. Desde temprana edad, había sido instruida en las artes de la etiqueta y la diplomacia, un campo en el que su belleza y encanto eran sus principales herramientas. Sin embargo, en el fondo, sentía que había más en ella de lo que las normas de su estatus permitían explorar. El hecho de que se le considerara inapropiado para participar en tales ejercicios solo avivaba su deseo de demostrar que estaba a la altura.
Daella podía ver claramente a Aegon, su hermano mayor, en el centro del grupo. Su actitud egocéntrica y su actitud a menudo inmadura contrastaban con la seriedad con la que se entrenaba, y ella no podía evitar sentir una mezcla de exasperación y preocupación por él. Mientras tanto, Aemond, con su impetuosidad juvenil, se movía con una intensidad que a veces rozaba la imprudencia, era notorio bajo los ojos de Daella que su hermano aún seguía con la broma del cerdo en mente. Los jóvenes, incluidos Jacaerys y Lucerys, parecían absorbidos por la tarea en cuestión, cada uno esforzándose por alcanzar sus propias metas dentro del arduo entrenamiento.
La tercera hija de Viserys sentía un profundo descontento con las injusticias que presenciaba. Su crianza le enseñó que su vida y su entorno debían ser equilibrados y justos, una creencia que, a pesar de que a veces le parecía ingenua, no podía deshacer. Lo que sucedía ante sus ojos y su aguda capacidad de observación no le agradaba en absoluto. Parecía que su padre era totalmente ciego o tal vez se estaba volviendo sordo, al no notar cómo Sir Criston favorecía a los hijos de Alicent, mientras que los hijos de Rhaenyra eran tratados con evidente desigualdad, observando con pena a sus mayores.
⸻¿Disfrutas del entrenamiento, hija?⸻Preguntó Viserys con un tono de amabilidad paternal.
⸻Sin parecer imprudente padre, disfrutaría aún más si formara parte de él ⸻Respondió Daella, con una mezcla de agudeza y sarcasmo, firme en elegancia⸻ Sin embargo, no quiero que mi hermano Aegon acabe huyendo por haberle arrancado los cabellos.
Viserys rió ante las ocurrencias de la princesa, sin anticipar que aquellas palabras, desafiantes y sinceras, le traerían a la mente el retrato de su primogénita. Sin embargo, Daella no podía contener la tensión que sentía al observar el desigual tratamiento. La rivalidad entre los hijos de Rhaenyra y los de su madre no era solo un problema familiar, sino que se reflejaba en cada aspecto del entrenamiento.
⸻Creo que Sir Criston debería recordar su juramento de lealtad al reino en su totalidad, y no solo a aquello que le tiene más afinidad.
Viserys, con la corona dorada reluciendo sobre su cabeza y el bastón en la mano, permanecía sentado al lado de su hija. Durante unos segundos, guardó silencio, procesando las opiniones que le habían sido expresadas. No había sido consciente de que Daella compartía confesiones que solo le dirigía a él. La princesa solía opinar y expresar sus pensamientos con este mismo de manera que, si su madre la escuchara, la habría sometido a horas de lecciones con la septa para repasar el conocido código de conducta que regía su vida como dama. Esto incluía, por supuesto, el silencio respecto a sus pensamientos, ya que no era apropiado manifestar tales ideas en presencia de figuras importantes, ni siquiera ante su padre, el rey.
Sin embargo, Viserys no cuestionaba las palabras de la princesa. En el fondo, se sentía agradecido de que uno de sus hijos tuviera el valor de hablar y expresar sus pensamientos con el. A veces, él no encontraba respuesta a lo que ella decía, posiblemente debido al agotamiento mental que le producía la enfermedad que lo estaba deteriorando. Esta afección lo fatigaba rápidamente, afectando su capacidad de juicio.
Por parte de Daella, era consciente de la necesidad de ser cautelosa en todos los aspectos de su vida: desde sus palabras hasta sus atuendos y movimientos. No obstante, con su padre, experimentaba una sensación de libertad paternal que le permitía formular frases, incluso cuando en otros momentos de su día solo lograba articular unas pocas palabras.
⸻¿Cuestiona mis métodos de instrucción, Sir?
Proveniente de Sir Criston, sus palabras fueron dirigas hacia ahora la presencia de uno de los hijos de Strong, específicamente, Sir Harwin Strong, el conocido como el Quebrantahuesos. Daella no pudo escuchar debido a la lejanía lo que este había dicho anteriormente, sin embargo, lo que salió de los labios del comandante de la guardia real, no fue con un tono agradable para la joven Targaryen.
⸻Solo sugiero que ese método sea aplicado a todos los pupilos.⸻Contestó el mayor de los Strong, bajo la vista del rey, de la princesa, y la mano, su padre.
El de capa blanca pareció considerarlo, la joven Targaryen estaba atenta a lo que sucedía, parecía que ahora el entrenamiento se había vuelto más interesante ante la presencia de Sir Harwin.
⸻Jacaerys, ven.
La sonrisa del primogénito de Rhaenyra había desaparecido, por instinto miró hacia él balcón pensando en encontrarse con la mirada de su abuelo, pero cayó directamente a la de la princesa, quien intento formar una pequeña sonrisa de aliento en esos pocos segundos antes de que Sir Criston lo tome de la armadura con brusquedad para posicionarlo.
⸻Pelearas con Aegon, hijo mayor contra hijo mayor.
⸻No es una pelea justa.
Aegon con su aire de grandeza paso por un lado del más bajo, molestandolo de ante mano, emocionado por enfrentar a su sobrino, sabiendo que tenía más ventaja.
⸻Sé que nunca ha estado en una batalla, Sir⸻Expresó nuevamente el comandante, el tono que utilizaba no le terminaba de agradar a la pequeña espectadora.⸻Pero cuando saca una espada, una pelea justa no es algo que deba cuestionar.
Daella chasqueo su lengua, podría encontrar lógica en las palabras de Sir Criston, sin embargo, no podía evitar sentir más empatia por Jacaerys al ser mucho más joven que su rival.
⸻Espadas.
⸻Esto no terminará bien.
La princesa susurró en su lugar, teniendo pequeños fragmentos en su mente que solían aparecer de ante mano, unas imagenes que habian aparecido en la mañana, aquellas precipitaciones que hacían presencia cuando su vida era tan rutinaria y aburrida.
Aegon atacó primero, haciéndolo retroceder al Jacaerys expuesto que nisiquiera podía sostener bien su espada. En movimientos rápidos y con brusquedad que solo Aegon podía portar por ventaja en aquel momento, tumbo al príncipe al suelo, riéndose de este mismo.
Pero su sobrino se levantó ante la mirada de quien admiraba, y tras un grito de esfuerzo fue a atacar a su tío, tomando esta vez ventajada hasta el punto de parecer vencerlo haciéndolo retroceder sobre sus propios pies, Daella en otras circunstancias podría haberse atrevido en reírse por el rostro de su hermano mayor, pero en ese momento la tensión que permanecía en el aire no se lo permitía.
Aegon tras estar indefenso, se posiciono detrás del muñeco de paja de entrenamiento, sin dudar de tirarlo hacia Jacaerys en un acto de escapatoria, pero era algo que no se podía permitir.
Y Sir Harwin no dudo en señalarlo.
⸻Juego sucio.
⸻Me encargaré de el.
Ambos mayores expertos en su espada tomaron a los jóvenes rivales, ante la vista de los espectadores en el balcón, no podía ser posible oír lo que cada uno decía, sin embargo la pequeña Daella se estremeció al ver como Sir Harwin trataba de una manera más gentil al príncipe Jacaerys, sosteniéndolo de su barbilla con posibles palabras de aliento.
⸻¡Tu!
Ambos jóvenes príncipes se alejaron de los mayores para un nuevo enfrentamiento, en donde esta vez, Aegon volvió a retomar ventaja atacando sin previo aviso a Jacaerys, incluso parecía que su espada de madera estaba a punto de romperse tras la agresividad con la que lo manejaba contra su sobrino, quien apenas podía defenderse una vez que cayó en el suelo ante la patada que el mayor le dio por una orden de su maestro.
⸻No dejes que se levante.
Ante las palabras de Sir Criston, el príncipe Aegon hizo caso aún atacando con su espada al indefenso niño que ya parecía no tener fuerzas, y sólo le basto tres estampadas más para que Strong se metiera a parar su ataque.
⸻¡Suficiente!
⸻¡Te atreves a tocarme!
Daella nego en su lugar ante las palabras de su hermano, lo consideraba muy idiota aveces.
⸻¡Aegon!
Nisiquiera el reto de su padre fue suficientemente fuerte como para parar su forma de ofenderse en cómo Sir Harwin lo sujeto para quitarlo.
⸻Olvida su lugar, el es el príncipe.
⸻¿Es lo que enseña Cole? ¿Crueldad?⸻El apodado Quebrantahuesos empezó a recoger los restos de madera que eran destruidos.⸻ Para un oponente débil.
Daella a pesar de su corta edad, era muy consciente de lo que se solía murmuran por los extensos pasillos del castillo, en sus tiempos de soledad que era comúnmente muy rutinarios, podía llegar a ella los susurrós de las sirvientas, incluso de las grandes figuras del consejo de su padre, la duda de la paternidad de los hijos de Rhaenyra Targaryen.
No era algo que la encumbe, no era algo tampoco que le resultaba un tema de conversación como si fuese lo peor del mundo, tal vez era muy pequeña para entenderlo, pero tenía en claro que no era motivo para dejar de convivir con sus sobrinos, y con su media hermana mayor.
Si sabia que podía traer conflictos futuros, o incluso en aquel momento, donde las palabras del comandante de la guardia real, le quito el aire de los pulmones.
⸻Su preocupación por él entrenamiento del príncipe es algo inusual, Sir Strong.
La tercera hija de Alicent miró a su padre, para saber si este estaba igual de atento a lo que sucedía, pero solo parecía que este forzaba su audición para poder entender las palabras que intercambiaban.
⸻Muchos hombres tendrían esa clase de devoción por un primo, o un hermano...
Daella mantenía las uñas de sus dedos junto a la otra, si notar en cómo estás se lastimaban entre sí por el nerviosismo que portaba, estaba totalmente segura de lo que estaba a punto de decir Sir Criston, desearía que no se atreviera.
⸻O un hijo.
Tras finalizar aquello, no obtuvo más que una rápida golpiza en su rostro, tan inesperado para todos los espectadores que tampoco veían venir los demás golpes que Sir Harwin le proporcionaba a Sir Criston, incluso sus hermanos y sobrinos retrocieron con miedo en cómo violentaba el Quebrantahuesos, haciéndole honor a su apodo.
Nisiquiera Sir Criston Cole podía devolverle alguna, solo se salvo por que los guardias tomaron a Strong para parar aquel enfrentamiento, de lo fuerte y grande que era, apenas podían sostenerlo.
⸻Dilo otra vez, ¡Dilo otra vez!
Sir Criston se reía desde el suelo como tal psicópata, todo fue suficiente para que Daella quiera irse de ahí.
⸻¿Puedo retirarme, padre?
Viserys se agarraba de la cabeza, esperaba disfrutar de una buena velada de entrenamiento.
⸻Por supuesto, querida, esto no es apto para una niña como tú.
Daella con sus manos juntas bajo su vientre, intento sonreír a la vez que realizaba una pequeña reverencia.⸻ Por supuesto, Padre.
La de cabellos platinados salió del balcón con pasos apresurados, deseando alejarse del caos que había presenciado. Bajó las escaleras que la conducían a los jardines, donde siempre encontraba un remanso de paz. Tras su caminar, observaba las flores y escuchaba el murmullo del agua de una fuente cercana, sus pensamientos regresaron al entrenamiento. La violencia de Sir Harwin la había perturbado, pero más aún la acusación velada de Sir Criston sobre la paternidad de sus sobrinos. Sabía que esos rumores podían tener consecuencias devastadoras para su familia, y la idea la llenaba de una profunda inquietud.
Se dirigió al rincón del castillo donde crecía un majestuoso árbol de cerezo, con su verde césped extendiéndose como una alfombra acogedora. Este era el mismo lugar donde, según había escuchado, la joven Rhaenyra y la joven Alicent, solían pasar horas leyendo juntas. Algo que le resultaba poco creible, no era creyente de aquella historia, hoy en dia apenas ve a su madre cerca de la princesa primogenita.
Daella había pasado por allí varias veces, pero nunca había tenido el atrevimiento o la oportunidad de sentarse bajo el árbol y apreciar la serenidad del paisaje.Era un lugar que había observado muchas veces desde la distancia, pero que nunca había tenido el coraje de explorar.
Hoy, sin embargo, sintió una necesidad imperiosa de estar allí. Se sentó en el césped, cruzando las piernas en un ángulo cómodo, y observó la grandeza del árbol. Las ramas se extendían hacia el cielo, creando un dosel de hojas rojas que se mecían suavemente con la brisa. La luz del sol filtraba a través de las hojas, proyectando patrones danzantes en el suelo.
Mientras Daella absorbía la tranquilidad del lugar, sus pensamientos seguían el ritmo de las hojas. El canto distante de los pájaros y el susurro del viento eran un bálsamo para su mente perturbada por el caos de la corte.
De repente, notó un movimiento a lo lejos. Jacaerys, con su expresión seria y cansada, apareció en el borde del jardín, ya sin aportar su armadura. Sus ojos se encontraron con los de Daella. Durante un breve momento, se miraron en silencio, cada uno evaluando al otro sin palabras, era como si no estuvieran allí, solo se escuchaba el ruido de la misma naturaleza que los rodeaba.
Jacaerys caminó lentamente hacia ella, con paso cauteloso, no tenia intenciones en irse a un lugar especifico, sin embargo aquel momento algo lo obligo quedarse en donde estaba la princesa. Daella se mantuvo en su lugar, el rostro impasible pero con una leve inclinación de cabeza, ninguno podía descifrar los pensamientos del otro, ambos convivían bajo el mismo techo, pero pareciera que apenas se conocían cuando estaban cerca.
Cuando Jacaerys llegó a su lado, se detuvo unos pasos más allá, esperando con una expresión de pregunta en el rostro, pero pareciera que Daella tampoco tenía intenciones de pronunciar algo.
El sin hacerlo tampoco, se agachó ligeramente, su postura indicando una pregunta implícita: ¿podía sentarse junto a ella? Daella lo miró con una mezcla de curiosidad y aprecio, asintiendo lentamente, como si lo hubiera entendido mentalmente.
Jacaerys se sentó a su lado en el césped, manteniendo una distancia respetuosa pero cercana. Ambos permanecieron en silencio por unos momentos, observando el paisaje. La atmósfera era tranquila, con el sol comenzando a descender y pintando el cielo con tonos dorados y anaranjados.
Este silencio compartido no era incómodo, sino lleno de una conexión sutil. A veces, las palabras no eran necesarias para expresar lo que se sentía. Daella y Jacaerys permanecieron así, disfrutando de la calma del lugar, cada uno procesando sus pensamientos y encontrando consuelo en la presencia del otro sin la necesidad de decir algo más.
Sin embargo, Daella tuvo el atrevimiento de que aquel silencio se rompa, tenía curiosidad por su sobrino, era alguien que aún no había podido descifrar como lo hacía con todos, y sabía que era por que su madre no la dejaba compartir tanto tiempo ni con el ni con los hijos que Rhaenyra tuviera.
⸻Lamento que hayas tenido que enfrentar a mi hermano⸻Dijo finalmente la de ojos azules, mirando hacia lo primero que su mirada se concentrará.
El silencio permaneció de nuevo, y cuando Daella pensó que no iba a obtener respuesta a lo que dijo, la voz de Jacaerys a su lado se escucho.
⸻Sé que podría enfrentarme a cosas peores...⸻Murmuró, con una mueca de incomodidad en sus labios, sus ojos fijos en el césped.
⸻¿Piensas que mi hermano no es digno de darte un vil enfrentamiento?
Jacaerys se desconcertó en su lugar, arrepintiendose de sus palabras, temiendo que estas se hubieran mal interpretado ante la hermana de su rival. Directamente pensó que fue tonto haber dicho eso.
⸻No quise decir eso, y-yo, me refiero...
Sin embargo, los ojos de Daella se entrecerraron cuando una pequeña risa, tratada de ser contenida, escapó de sus labios. Esta reacción desconcertó a Jacaerys una vez más.
⸻Solo bromeo, Jace.⸻Esta vez, ambos al mismo tiempo, encontraron su mirada con la otra, ambos cruzados de piernas manteniendo una distancia considerada. El principe Jacaerys, al ver la sonrisa sincera de Daella, no pudo evitar esbozar una pequeña risa. Ocultó su rostro tras su larga cabellera mientras volvía a mirar hacia el suelo, intentando mantener su expresión neutral.
El silencio se instaló entre ellos de nuevo, pero ahora era más cómodo, cargado de una nueva conexión. Ambos jóvenes parecían buscar un tema de conversación en sus mentes, compartiendo un momento de sinceridad que apreciaron en su simplicidad. Era un breve respiro en sus vidas, un instante para ser jóvenes y reír sin preocuparse por las exigencias del reino, disfrutando de una interacción genuina y sin pretensiones.
Mientras el sol descendía lentamente, pintando el cielo con matices de oro y carmesí, Daella y Jacaerys permanecían sentados bajo el majestuoso cerezo, disfrutando de una tranquilidad rara en su agitada vida en la corte. Las hojas del árbol susurraban con la brisa, creando una sinfonía natural que envolvía a los dos jóvenes en un momento de paz compartida.
De repente, los sonidos de pasos apresurados rompieron la calma. Daella levantó la vista, su expresión relajada transformándose en una mezcla de sorpresa y preocupación al ver a su madre, la reina Alicent, acercándose con paso firme. A su lado, Sir Criston Cole, ahora con el rostro marcado por la reciente confrontación, la seguía con una expresión sombría.
La reina Alicent, claramente alterada, buscaba a su hija con una mezcla de preocupación y enojo. Su mirada se endureció al encontrar a Daella junto a Jacaerys, una imagen que, aunque inocente para cualquier observador casual, evocaba en ella un torrente de emociones complicadas debido a los recuerdos en su mente.
Alicent se detuvo frente a los dos jóvenes, su rostro una máscara de desaprobación apenas contenida. La tensión en el aire era palpable, y tanto Daella como Jacaerys se pusieron de pie casi de inmediato, sintiendo el peso de la mirada de la reina.
⸻Daella, he estado buscándote por todo el castillo⸻Dijo Alicent, su voz firme pero teñida de preocupación maternal. Sin embargo, sus ojos no ocultaban la incomodidad que sentía al ver a su hija en compañía de Jacaerys.
Daella bajó la cabeza ligeramente, sintiendo el reproche en las palabras de su madre. No había hecho nada malo, pero la tensión entre sus familias hacía que cada interacción fuera examinada con lupa.
⸻Lo siento, madre. Solo estaba disfrutando del jardín⸻Respondió Daella con voz suave, levantando la mirada para encontrar la de su madre.
Alicent asintió, pero su atención se dirigió inmediatamente a Jacaerys. La mirada que le lanzó no era nada agradable, cargada de un desdén que él sintió profundamente. Sir Criston, a su lado, mantenía una postura rígida, su rostro aún marcado por los golpes, lo que añadía una capa de tensión adicional a la escena.
⸻Es hora de que regreses al castillo, Daella⸻Dijo Alicent, su tono no dejando espacio para la objeción. La reina extendió una mano hacia su hija, indicándole que la siguiera.
Daella asintió, lanzando una última mirada a Jacaerys, una mezcla de disculpa y pesar en sus ojos. Jacaerys sostuvo su mirada por un momento antes de inclinar la cabeza ligeramente, entendiendo la situación. Sin una palabra más, Daella tomó la mano de su madre y comenzaron a alejarse, dejando a Jacaerys solo bajo el cerezo.
Alicent caminaba con pasos firmes, manteniendo a Daella cerca mientras se dirigían de regreso al castillo. Sir Criston los seguía de cerca, su expresión endurecida por la reciente humillación. La reina no podía evitar sentir una profunda inquietud. La imagen de Daella y Jacaerys juntos, aunque inocente, le recordaba las complejas tensiones que dividían a su familia y la de Rhaenyra.
Mientras se alejaban, el sol continuaba su descenso, bañando el jardín en una luz dorada. El cerezo, testigo silencioso de la breve pero significativa interacción entre los dos jóvenes, quedó atrás, sus hojas susurrando secretos al viento. Daella, con la mano de su madre sosteniéndola firmemente, caminaba con una mezcla de sentimientos, dejando atrás la tranquilidad del jardín y regresando al intrincado y a veces cruel mundo de la corte.
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