Noche de juegos de juegos de mesa en la CBI
Canción: APT.
Después de resolver un caso particularmente complicado, el equipo de la CBI decidió compartir una cena para relajarse. La pizza, como siempre, era el alimento elegido para estas ocasiones. Sentados en la sala común, con los restos de las cajas sobre la mesa, cada uno aprovechaba el momento de descanso. Jane, apoyado despreocupadamente en el sillón más grande, miraba a los demás con esa sonrisa tranquila y traviesa que siempre llevaba consigo.
—Bueno, esto es lo más emocionante que hemos hecho en semanas —dijo Jane, rompiendo el silencio mientras mordía su último pedazo de pizza.
Lisbon, sentada en el otro extremo de la sala, lo miró con una expresión mezcla de cansancio y burla.
—¿Emocionante? Es pizza, Jane. Es la misma pizza que pedimos cada vez que cerramos un caso.
—Exacto, Lisbon. Eso es lo emocionante. La tradición nunca falla. —Jane levantó su taza de té como si estuviera brindando.
Rigsby soltó una pequeña carcajada, mientras Grace lo miraba con complicidad.
—¿Y qué haces tú para divertirte, Lisbon? —preguntó Grace de repente. —Aparte de resolver casos y soportar a Jane, claro.
Lisbon sonrió levemente, recordando algo.
—Cuando era niña, solía jugar juegos de mesa con mis hermanos los domingos. Era como una tradición familiar. Nuestro favorito era el póker. Hacíamos apuestas, aunque fueran con dulces.
Jane, que había estado jugueteando con un posavasos, alzó la mirada de inmediato, claramente interesado.
—¿Póker? ¿Tú? ¿La jefa de hierro jugando póker? Esto suena prometedor.
—Es cierto —respondió Lisbon con una leve sonrisa. —Y, para que conste, era bastante buena.
—Oh, no lo dudo. Pero, dime, Lisbon, ¿cuántas apuestas ganaste realmente? —preguntó Jane con un tono burlón, inclinándose hacia ella.
—Suficientes para que mis hermanos dejaran de jugar conmigo. —Lisbon se recargó en el respaldo del sillón, disfrutando de haberlo dejado sin palabras.
Jane hizo una pausa teatral antes de sonreír ampliamente.
—Esto es magnífico. ¡Tenemos que hacerlo!
—¿Hacer qué? —preguntó Lisbon, sospechando ya lo que vendría.
—Una noche de juegos de mesa. Aquí, en la CBI.
Lisbon frunció el ceño de inmediato.
—Jane, esa es una de las ideas más ridículas que has tenido.
—¿Ridícula? Para nada. Es una idea brillante. Piensa en ello, Lisbon: una noche de juegos, equipo, risas... Puede ser nuestra versión del cierre de casos.
—Suena divertido —intervino Grace, claramente intrigada por la idea.
—Sí, podría estar bien —añadió Rigsby, encogiéndose de hombros. —Hace tiempo que no hacemos algo así.
Incluso Cho, aunque no dijo nada, asintió ligeramente, lo que en su lenguaje equivalía a un gran "sí".
Lisbon miró a su equipo, cada uno mostrando cierto entusiasmo por la idea. Suspiró profundamente, resignada.
—Está bien. Pero solo una vez, y no quiero escuchar quejas después.–
Jane sonrió triunfante, una sonrisa que dejó claro que esto había salido exactamente como él quería.
—Oh, Lisbon, no te preocupes. Te prometo que será una noche inolvidable-
Lisbon rodó los ojos, pero no pudo evitar esbozar una leve sonrisa. Había algo en la manera en que Jane lograba convertir las ideas más absurdas en momentos memorables que siempre terminaban sorprendiendo a todos.
Al día siguiente, el equipo de la CBI se reunió como acordado para la noche de juegos de mesa. El ambiente era distinto, más relajado que de costumbre. Lisbon llegó puntual con una baraja de póker en la mano y dejó escapar un pequeño suspiro al ver que nadie más estaba aún.
—Claro, soy la única que toma esto en serio —murmuró para sí misma mientras comenzaba a preparar la mesa.
Poco después, llegó Grace, cargando una caja de Twister. Entró con una sonrisa de oreja a oreja y la colocó sobre la mesa.
—Espero que estiren antes de jugar —bromeó, ganándose una leve risa de Lisbon.
Cho apareció minutos después, llevando bajo el brazo una caja de Risk. Sin decir una palabra, la puso sobre la mesa y se acomodó en una silla.
—¿De verdad, Cho? ¿Risk? Esto va a tomar toda la noche —comentó Lisbon con una ceja levantada.
—Siempre hay que tener un plan estratégico —respondió Cho, encogiéndose de hombros.
Unos minutos más tarde, Patrick Jane llegó con una caja de Monopoly en una mano y una sonrisa encantada. Se acercó a Lisbon y dejó caer la caja con un golpe suave sobre la mesa.
—Monopoly, Lisbon. Perfecto para sacar a relucir nuestras peores cualidades. ¿O acaso temes que te deje en bancarrota?
—Por favor, Jane, no me subestimes —replicó Lisbon, sin mirarlo mientras seguía arreglando la mesa.
Finalmente, Rigsby entró apresurado, con las mejillas ligeramente rojas y dos botellas de alcohol en las manos. Todos voltearon a verlo mientras dejaba las botellas sobre la mesa con un gesto triunfal.
—Lo siento, olvidé traer un juego, pero pensé que esto podría compensarlo —anunció con una sonrisa torpe.
Grace lo miró, incrédula.
—¿Es en serio, Rigsby? —preguntó, cruzando los brazos.
—Es lo único que se me ocurrió de camino —respondió él, rascándose la nuca.
Lisbon cerró los ojos un momento, claramente intentando contenerse. Luego los abrió y rodó los ojos, mitad divertida, mitad exasperada.
—De todos los días, hoy decides improvisar con alcohol. Fantástico.–
Cho no dijo nada, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios. Jane, en cambio, fue el único que reaccionó con entusiasmo. Dio un par de pasos hacia Rigsby y le dio una palmada en la espalda.
—¡Por fin alguien con visión, Rigsby! Esto era justo lo que necesitábamos. ¿Qué haríamos sin ti?–
—¿Quedarnos secos? —respondió Rigsby, sonriendo ampliamente mientras Jane reía.
Lisbon los miró a ambos con una ceja levantada.
—Genial, Jane. Porque eso es exactamente lo que necesitamos para una noche tranquila: tú con alcohol.–
—Tranquila, Lisbon —respondió Jane, con una mirada divertida. —Lo guardaremos para cuando las cosas se pongan interesantes.–
—No, lo guardaremos porque no vamos a beber durante los juegos —corrigió Lisbon, mientras tomaba las botellas y las llevaba al escritorio. —Esto es una noche de juegos de mesa, no una fiesta universitaria.–
—Como quieras, Lisbon —dijo Jane, siguiéndola con la mirada mientras guardaba las botellas. —Aunque, para ser sincero, una pequeña copa nunca le hace daño a nadie.–
—Ni lo pienses, Jane–
Jane sonrió con aire travieso, pero no dijo nada más. Mientras tanto, Grace comenzó a repartir las cajas de los juegos, intentando organizar el caos.
—Bueno, tenemos póker, Monopoly, Twister y Risk. ¿Por dónde empezamos? —preguntó con entusiasmo.
—Twister no —respondió Cho de inmediato.
—Tampoco póker —añadió Rigsby. —No tengo la paciencia para eso esta noche.–
Jane levantó el juego de Risk de Cho con una sonrisa.
—Creo que deberíamos empezar con el clásico. Vamos, Cho, muéstranos esas habilidades que tanto presumes.–
Cho tomó asiento frente a él y cruzó los brazos.
—De acuerdo, Jane. Pero no se quejen después.–
—Cho, eso jamás pasará. Pero me encanta que tengas confianza.–
Lisbon, Grace y Rigsby tomaron asiento, y la primera ronda de Risk comenzó. La noche apenas estaba empezando, pero ya prometía estar llena de risas y, probablemente, más de un pequeño desastre.
La partida de Risk comenzó con una atmósfera relajada, pero no tardó en tornarse competitiva. Rigsby, con el ceño fruncido, movía sus piezas con torpeza, mientras Cho, con su acostumbrada calma, colocaba estratégicamente sus tropas. Lisbon observaba la escena divertida, y Jane, como siempre, parecía más interesado en las reacciones de los demás que en el tablero frente a él.
—Esto es ridículo —gruñó Rigsby, tirando los dados con frustración. —¿Cómo es posible que Cho siempre gane? Estoy seguro de que está haciendo trampa.–
—No hago trampa —respondió Cho, sin dejar de mirar el tablero mientras movía sus fichas. —Solo sé jugar.
—¿Trampa? ¿De verdad, Rigsby? —intervino Lisbon, conteniendo una sonrisa. —Es solo que no eres tan bueno como crees.–
—Gracias por el apoyo, Lisbon —murmuró Rigsby, rodando los ojos.
—Oh, vamos, Rigsby. No seas tan sensible —dijo Jane con su tono burlón habitual. —Aunque, debo admitir, Cho tiene una mirada sospechosamente triunfal.–
—Eso es porque estoy ganando —respondió Cho, sin levantar la vista.
Grace, que había estado en silencio durante gran parte del juego, suspiró mientras miraba el tablero.
—No entiendo qué pasa hoy. Normalmente soy buena en esto, pero estoy teniendo la peor racha de mi vida.–
—No te preocupes, Grace. Al menos no estás en último lugar como Rigsby —comentó Jane con una sonrisa traviesa.
—¡Gracias, Jane! —replicó Rigsby, indignado. —Eso me hace sentir mucho mejor.–
Lisbon, que iba en segundo lugar, no pudo evitar soltar una carcajada mientras observaba la interacción.
—Jane, tú ni siquiera entiendes las reglas. Si no fuera por tu memoria, estarías tan perdido como cuando intentas seguir órdenes.–
—Ay, Lisbon, siempre tan encantadora. Pero debo decir, no me hace falta entender las reglas para disfrutar viendo cómo todos pierden la paciencia.–
Lisbon negó con la cabeza, divertida, mientras movía sus piezas estratégicamente.
Finalmente, tras una larga batalla por el dominio del tablero, Cho se declaró victorioso con una leve sonrisa.
—Gané —dijo con su típico tono tranquilo.
El resto del grupo reaccionó de inmediato. Jane y Rigsby soltaron un coro de "¡Buuu!", mientras Grace suspiraba y Lisbon apoyaba la cabeza en su mano, sonriendo.
—No sean malos perdedores —comentó Cho, mirándolos con una expresión divertida.
—¿Malos perdedores? —replicó Jane, fingiendo indignación. —Estamos siendo honestos, Cho. Honestamente, no nos gusta perder contigo.–
Cho alzó una ceja, manteniendo su calma habitual.
—Tal vez deberían mejorar sus estrategias.
—¡Tal vez deberías dejarnos ganar alguna vez! —gritó Rigsby, mientras se recargaba en el respaldo de su silla, frustrado.
Lisbon no pudo evitar reírse.
—Oh, por favor. Jane, tú ni siquiera intentaste ganar. Y Rigsby, tu estrategia fue inexistente. No puedes culpar a Cho por ser mejor.–
—Gracias, Lisbon. Eres un gran apoyo emocional —dijo Jane, sacándole la lengua a Cho como un niño pequeño.
—Maduro, Jane. Muy maduro —comentó Lisbon, rodando los ojos.
—Siempre, Lisbon. Siempre —respondió él, con una sonrisa de oreja a oreja.
Grace, mientras recogía las piezas del tablero, comentó:
—Bueno, al menos esto nos dejó claro que Cho es el estratega del equipo. Si alguna vez necesitamos conquistar un país, ya sabemos a quién pedir ayuda.–
—Y también sabemos a quién no pedir ayuda —añadió Jane, mirando a Rigsby con una expresión burlona.
—¡Suficiente! —respondió Rigsby, lanzando un cojín hacia Jane, quien lo esquivó con facilidad.
Lisbon se levantó, terminando de recoger las fichas restantes.
—Bien, suficiente drama por una noche. Es hora de cambiar de juego antes de que Rigsby pierda más que su paciencia.–
—¿Qué sigue? —preguntó Jane, con un brillo de curiosidad en los ojos. —¿Twister? ¿Póker? Vamos, Lisbon, sorpréndenos.
Lisbon sonrió y alzó el juego de Monopoly.
La partida de Monopoly estaba en pleno apogeo, y la sala del CBI era un caos de risas, quejas y billetes de mentira esparcidos por todas partes. Teresa, con los brazos cruzados y una expresión de resignación, observaba su tablero lleno de propiedades hipotecadas y una pila de deudas que no dejaba de crecer.
—Esto es ridículo —murmuró, suspirando por décima vez en la noche. —¿Por qué accedí a jugar esto? Es una tortura.–
—Porque, Lisbon, eres una competidora nata y querías probar suerte —respondió Jane con una amplia sonrisa, acomodándose los ridículos lentes negros que había encontrado quién sabe dónde.
—¡Competidora nata, mis narices! —espetó Teresa, fulminándolo con la mirada. —¡Estoy al borde de la bancarrota y tú... tú ni siquiera pareces estar jugando en serio!–
—Oh, pero sí lo estoy, Lisbon. Solo que soy... ¿cómo decirlo? Especialmente bueno en esto. —Jane alzó un billete de $500 y lo besó teatralmente antes de soltar una carcajada.
—¡Eres un maldito presumido, Jane!—exclamó Teresa, señalándolo con el dedo.
El comentario sacó una nueva ronda de carcajadas de todos. Rigsby y Van Pelt, que habían formado una inesperada alianza para evitar quedar en último lugar, se escondieron detrás de sus billetes mientras trataban de contener la risa.
—Mira cómo murmura maldiciones —comentó Rigsby entre risas, inclinándose hacia Grace. —Es demasiado gracioso.
—¡Rigsby, cállate! —protestó Teresa, lanzándole una mirada que pretendía ser amenazante, pero que solo lo hizo reír más.
—No te enojes, Lisbon. —dijo Cho desde su lado del tablero, acomodándose en su silla. —Es divertido verte perder tan mal.–
Teresa frunció el ceño y dejó caer sus cartas sobre la mesa, claramente frustrada.
—¿De verdad todos están disfrutando esto? ¿Qué es tan gracioso? —preguntó, alzando las manos en un gesto exasperado.
El grupo, incluido Jane, la miró por un momento antes de estallar en carcajadas nuevamente.
—¿Qué? —repitió Teresa, confundida, dándose cuenta tarde de que se había convertido en el centro de atención. Fingió molestia, cruzando los brazos y girando la cabeza hacia un lado. —No sé por qué los aguanto.–
—Porque te divertirías mucho menos sin nosotros —dijo Jane, acomodándose los lentes como si fuera un magnate de negocios y lanzándole una sonrisa que a Teresa le dieron ganas de borrar de su cara.
Teresa negó con la cabeza, exasperada, y lanzó un largo suspiro.
—¡Quiero dejar de jugar! Este juego es horrible y me niego a seguir siendo humillada por ustedes.–
—Oh, no te preocupes, Lisbon. —dijo Jane, inclinándose sobre el tablero con aire de suficiencia. —No tienes que preocuparte por nada, porque esta partida ya tiene un ganador.
La mandíbula de Teresa cayó en cuanto Jane arrojó una pila de billetes y propiedades al centro del tablero.
—¿Qué demonios...? —dijo Teresa, boquiabierta.
—¡Ahí lo tienen! Soy multimillonario, soy imparable, soy el rey del Monopoly! —proclamó Jane, alzando los brazos triunfante mientras los billetes volaban por el aire.
Teresa, sin siquiera pensarlo, señaló el desastre en el suelo.
—Tú lo recoges.–
Jane puso los ojos en blanco, pero se arrodilló para recoger los billetes mientras murmuraba algo sobre lo poco apreciado que era su genio. Los demás lo observaban entre risas, y Rigsby no tardó en hacer un comentario.
—Miren al gran millonario recogiendo su fortuna del suelo. Qué imagen tan inspiradora.–
—¡Oh, cállate, Rigsby! —replicó Jane, lanzándole un billete. Luego miró a Teresa con fingida indignación. —Lisbon, pensé que al menos tú estarías de mi lado.–
—Nunca, Jane. Nunca —respondió ella con una sonrisa satisfecha, disfrutando de su pequeña victoria.
Mientras Jane terminaba de recoger los billetes, Cho miró su reloj y comentó:
—¿Qué sigue? Porque después de esto, no creo que Lisbon quiera volver a jugar Monopoly.–
—¡Nunca más! —exclamó Teresa, haciendo reír a todos una vez más.
El tablero de Twister estaba desplegado en medio de la sala, y los demás observaban con curiosidad y diversión el primer enfrentamiento de la noche: Teresa contra Patrick. Mientras ajustaban sus posiciones iniciales, Jane no perdía la oportunidad de provocar.
—Lisbon, ¿segura que estás lista para esto? —preguntó con una sonrisa traviesa.
—Más que lista, Jane. Y no pienso perder contra ti. —Teresa le devolvió la mirada con desafío.
Rigsby y Van Pelt, sentados en el sofá, intercambiaron miradas divertidas mientras Cho observaba con los brazos cruzados y una sonrisa apenas perceptible.
—Esto va a ser interesante —comentó Cho.
—Interesante no es la palabra que usaría —murmuró Teresa mientras ajustaba su cabello, tratando de mantener la concentración.
El juego comenzó con movimientos sencillos. Teresa colocó su pie izquierdo en rojo sin problemas. Luego Jane puso su pie derecho en verde con la misma facilidad, pero no sin antes hacer un exagerado gesto de victoria.
—¿De verdad, Jane? Apenas vamos empezando —dijo Teresa con una mezcla de fastidio y diversión.
—¿Qué puedo decir, Lisbon? Soy un competidor nato. —Jane le lanzó una mirada que no ayudaba en nada a calmar su irritación.
La ronda continuó. Cada giro hacía que las posiciones se volvieran más incómodas. Teresa logró colocar su pie derecho en amarillo con un movimiento ágil y miró a Jane con una sonrisa de satisfacción.
—¿Ves? No eres el único atlético aquí.–
—Oh, Lisbon, no es cuestión de atletismo. Es cuestión de estrategia. —Jane puso su pie izquierdo en verde y luego lanzó una mirada inocente al público. —¿No creen que estoy haciendo un excelente trabajo?–
—¡Estás haciendo trampa, eso es lo que estás haciendo! —acusó Teresa, frunciendo el ceño al notar cómo Jane usaba cada movimiento para complicarle la vida.
—¿Trampa? ¡Por supuesto que no, Lisbon! —respondió Jane, fingiendo indignación mientras una sonrisa maliciosa se formaba en su rostro.
Los demás apenas podían contener la risa mientras Teresa intentaba mantenerse seria.
—Mano derecha a amarillo para Lisbon —anunció Grace, girando la ruleta.
Teresa suspiró mientras intentaba alcanzar el amarillo sin perder el equilibrio.
—Esto no es nada —dijo, más para convencerse a sí misma que para los demás.
—Eso es espíritu competitivo, Lisbon. Aunque creo que deberías estar más preocupada por tu próximo movimiento. —Jane le guiñó un ojo mientras ponía su mano derecha en azul.
Teresa sintió cómo Jane se inclinaba más cerca de ella. La respiración de él, tan cerca, y el roce apenas perceptible de su cabello contra el suyo le hicieron fruncir el ceño.
—¿Puedes no invadir mi espacio personal, Jane? —preguntó Teresa entre dientes, sin mirarlo.
—¿Invadir tu espacio? Pero si esto es Twister, Lisbon. El espacio personal no existe aquí. —Jane rió suavemente, disfrutando de cómo Teresa comenzaba a perder la concentración.
Los movimientos continuaron, y Teresa intentaba con todas sus fuerzas no ceder. Sin embargo, Jane parecía tener una habilidad especial para posicionarse de manera que resultara casi imposible para ella moverse con libertad.
—Mano izquierda a rojo para Lisbon —anunció Grace, intentando contener una sonrisa.
Teresa logró alcanzarlo, aunque el esfuerzo le costó.
—Muy bien, Lisbon. Estoy impresionado. —Jane arqueó una ceja mientras colocaba su mano izquierda en azul con facilidad.
—Deja de hablar, Jane. Me estás desconcentrando.
—¿Yo? ¿Desconcentrarte? Nunca haría algo así. —Jane sonrió con fingida inocencia mientras los demás estallaban en carcajadas.
El juego llegó a un punto crítico cuando Teresa, visiblemente incómoda, intentó mantener su posición mientras Jane aprovechaba cada oportunidad para presionarla más. Finalmente, cuando él se inclinó aún más cerca, Teresa no pudo soportarlo más.
—¡Eres insoportable, Jane! —exclamó, antes de perder el equilibrio y caer al suelo con un estruendo.
Jane levantó ambas manos en señal de victoria mientras los demás aplaudían y reían.
—¡Y el campeón es... Patrick Jane! —dijo con una teatral reverencia.
Teresa, desde el suelo, le lanzó una mirada fulminante.
—Levanta eso, Jane. Tú ganaste, tú lo limpias.–
—Como tú digas, Lisbon. —Jane le guiñó el ojo antes de recoger la alfombra, sin dejar de sonreír.
—Eres un idiota. —Teresa volteó los ojos, mientras los demás se preparaban para el siguiente enfrentamiento.
El tablero de Twister seguía siendo el centro de atención mientras Cho, Rigsby y Grace tomaban posiciones. Jane, aún acomodándose tras su "derrota", observaba con una sonrisa maliciosa. Teresa, cruzada de brazos, no podía evitar reírse bajo su aliento.
—Bien, chicos, no se vayan a lastimar. Especialmente tú, Rigsby, tu estrategia es... cuestionable. —Jane le lanzó una mirada burlona, recordando lo que había hecho con Grace.
—Oh, por favor, Jane. Esta vez será diferente. —Rigsby sonrió con seguridad, aunque todos dudaban de sus métodos.
Jane giró la ruleta.
—Rigsby, pie derecho en azul.–
—Fácil. —Wayne se colocó en la posición con total confianza.
—Cho, mano izquierda en rojo.–
Cho se movió con tranquilidad, sin mostrar ninguna emoción.
—Grace, pie izquierdo en amarillo.–
Van Pelt avanzó con elegancia, mientras Rigsby murmuraba:
—Ya empezamos... Se lo toman demasiado en serio.–
La partida se fue complicando conforme avanzaban las rondas. En un momento crítico, Rigsby quedó en una posición estratégica justo frente a Van Pelt.
—No hagas lo que creo que vas a hacer, Wayne —advirtió Grace con una mirada severa.
Rigsby sonrió con falsa inocencia.
—No tengo opción, Grace.–
Y antes de que alguien pudiera detenerlo, lo hizo. El sonido fue inconfundible, y Grace cayó al suelo de inmediato, con una expresión de horror mezclada con incredulidad.
—¡¿Es en serio, Wayne?! —gritó Van Pelt desde el suelo, mientras los demás estallaban en carcajadas.
Rigsby, levantando las manos como si hubiera ganado un campeonato mundial, respondió:
—Hay que aprender a perder, Grace.–
Teresa, desde un lado, se llevó la mano a la boca para disimular la risa.
—Es una estrategia... única, Rigsby —comentó Cho, arqueando una ceja.
La siguiente ronda fue entre Cho y Rigsby. Desde el principio, Cho mantuvo la calma mientras Rigsby intentaba recurrir nuevamente a su táctica poco ortodoxa.
—Wayne, si lo intentas otra vez, no me haré responsable de lo que pase. —Cho lo miró con total seriedad, lo que hizo que Rigsby dudara por un segundo.
—¿Quién, yo? Jamás. —Wayne trató de sonar convincente, pero la sonrisa en su rostro lo delataba.
Con cada movimiento, Cho demostraba su precisión y equilibrio, mientras Rigsby comenzaba a tambalearse.
—Mano derecha en verde para Rigsby.–
—Esto es pan comido —murmuró Wayne mientras se estiraba, pero su intento de maniobra resultó en un tropiezo torpe.
—Y ahí lo tienes. —Cho colocó su última mano en amarillo sin esfuerzo, declarando su victoria.
—¡Cho es el ganador! —anunció Van Pelt, todavía recuperándose de su "derrota".
Rigsby, sentado en el suelo, no pudo evitar reírse.
—No se puede ganar siempre...
El duelo final llegó: Cho contra Jane.
—Jane, ¿seguro que quieres intentarlo? Cho es imbatible. —Teresa lo miró con una sonrisa burlona.
—Lisbon, confía en mí. Estoy en plena forma. —Jane hizo unos exagerados estiramientos antes de colocarse en el tablero.
El juego comenzó, y todos esperaban un enfrentamiento épico. Sin embargo, para sorpresa de todos, Jane duró apenas seis movimientos antes de "tropezar".
—¡Ups! Parece que mi equilibrio me falló. —Jane se levantó con una sonrisa despreocupada mientras Cho permanecía en su posición ganadora.
—¿Eso es todo? —preguntó Teresa, arqueando una ceja.
—No podía quitarle la victoria a Cho. Sería cruel. —Jane le guiñó un ojo mientras Rigsby y Grace lo abucheaban desde el sofá.
—¡Cobarde! —gritó Rigsby entre risas.
—¡Luchaste menos que yo! —añadió Grace, todavía indignada.
Jane solo sonrió, ignorándolos. Teresa negó con la cabeza, tratando de no reírse.
—Siempre tan dramático, Jane.–
—Y tú siempre tan crítica, Lisbon. Es por eso que hacemos un buen equipo. —Jane le sonrió, mientras Teresa volteaba los ojos.
Cho, por su parte, aceptó la victoria con su habitual calma.
—Al menos alguien aquí sabe competir —comentó, mirando a Jane con una leve sonrisa.
—¿Yo? Soy el epítome de la deportividad. —Jane se dejó caer en el sofá con exageración.
Teresa suspiró.
—Por favor, Jane. Ni siquiera llegaste a intentarlo.
—Lo mío es la estrategia, Lisbon, no la fuerza bruta. —Jane le guiñó el ojo una vez más, mientras ella negaba con la cabeza.
El ambiente se tornó más relajado cuando Jane sugirió jugar póker. Todos se acomodaron alrededor de la mesa, con Jane sentado en una posición estratégica y su característico aire confiado. Lisbon, entusiasmada, aceptó el reto, segura de que esta vez podría vencerlo.
—Esto será interesante, Lisbon. ¿Estás lista para perder? —Jane acomodó su silla con una sonrisa burlona.
—¿Perder? ¿Yo? —Teresa entrecerró los ojos y tomó las cartas que le repartieron—. Prepárate para tragarte esas palabras, Jane.
Van Pelt barajó con habilidad, y luego comenzó a repartir las cartas. Rigsby y Cho intercambiaron miradas, claramente fuera de su zona de confort.
—Deberíamos haber apostado dinero real. —Rigsby bromeó, aunque el sudor en su frente delataba que no estaba tan seguro de eso.
—¿Tú? Estarías en bancarrota en dos rondas, Wayne. —Grace rió mientras revisaba sus cartas.
El juego comenzó lentamente, con movimientos cautelosos de parte de todos excepto Jane, quien ya mostraba su usual confianza. En la primera mano, Teresa logró un trío, pero Jane, con una calma inquietante, la superó con una escalera.
—¡Eso no puede ser! —Lisbon golpeó la mesa con una mezcla de incredulidad y frustración.
—Suerte de principiante, Lisbon. No te preocupes. —Jane le dedicó una sonrisa que solo logró enfurecerla más.
En las siguientes rondas, Jane dominó con una facilidad que desconcertaba a todos. Cho intentó una jugada arriesgada con un farol, pero Jane lo desenmascaró al instante.
—Sabes, Cho, tu mirada te delata. Es como si llevaras un cartel que dice: "Estoy mintiendo". —Jane rió, mientras Cho simplemente negó con la cabeza, resignado.
—Es más fácil enfrentarse a criminales que a ti en un juego, Jane. —Cho tomó un sorbo de su bebida, claramente derrotado.
Rigsby, por su parte, no tuvo mejor suerte. En una ronda, apostó todas sus fichas, confiado en su pareja de dieces, solo para que Jane le mostrara un full house.
—¡Esto es ridículo! —Rigsby se dejó caer contra el respaldo de su silla—. ¿Cómo demonios haces eso?
—Es un don natural, Wayne. No puedo evitarlo. —Jane se encogió de hombros, disfrutando cada segundo.
Van Pelt, aunque no tan mala como Rigsby y Cho, no logró mantenerse a la altura de Jane o Teresa. A pesar de eso, consiguió robarse un par de rondas.
—Bueno, al menos no estoy en último lugar. —Grace sonrió, lanzando una mirada cómplice a Rigsby, quien rodó los ojos.
A medida que las partidas avanzaban, Teresa logró algunas victorias importantes, lo que le devolvió algo de confianza. Sin embargo, Jane seguía siendo el claro dominador.
—¡Esto no tiene sentido, Jane! —exclamó Lisbon después de que él ganara otra mano con un póker de reinas—. Debes estar haciendo trampa.–
—¿Trampa? Lisbon, eso hiere mis sentimientos. —Jane colocó una mano en su pecho, fingiendo estar ofendido.
—Claro, y yo soy la Reina de Inglaterra. —Teresa cruzó los brazos, fulminándolo con la mirada.
—Siempre puedes buscar un detector de mentiras si quieres, pero te advierto que soy muy convincente. —Jane le guiñó un ojo, mientras los demás reían.
Cuando finalmente terminaron, todos estaban exhaustos. Cho y Rigsby, si hubieran apostado dinero real, estarían completamente arruinados. Grace logró mantenerse a flote, pero quedó muy lejos de Jane y Teresa, quienes lideraron la partida.
—Bueno, fue divertido —comentó Grace, recogiendo las cartas—. Aunque algunos de nosotros sufrimos más que otros.–
—Habla por ti. —Rigsby se levantó, todavía con la derrota pesándole en los hombros—. Yo lo sufrí más.–
—No puedo creer que hayas ganado tantas veces, Jane. —Teresa negó con la cabeza mientras Jane se recargaba en su silla, disfrutando su victoria.
—Tal vez deberías aceptar que simplemente soy mejor, Lisbon—Jane le dedicó una sonrisa triunfal.
—Sigue hablando, Jane. La próxima vez no tendrás tanta suerte.
—Oh, Lisbon. la suerte no tiene nada que ver con esto. —Jane se levantó con aire teatral—. Ahora, ¿qué sigue? Estoy en racha.
Lisbon rodó los ojos, mientras el resto discutía cuál sería el siguiente juego.
Lisbon preguntó-¿Qué otra cosa hacemos- Y Grace volteó a ver lentamente a Risgby con una mirada de odio.-No lo sé, ya que alguien se olvido de traer un juego- Rigsby se rasco la cabeza mientras se le ocurrió una idea. -¡Ya se, hay que jugar yo nunca!- Lisbon se rió, pensaba que ese juego era de adolescentes pero al ver que todos decían que si terminó por rendirse.
El juego comenzó a subir de intensidad, y Lisbon, aunque al principio dudosa, ahora estaba completamente metida en el asunto. Cada declaración parecía estar diseñada específicamente para incomodarla, pero no iba a darles la satisfacción de rendirse.
—Yo nunca he robado algo. —dijo Grace, cruzando los brazos con una mirada inocente, aunque algo traviesa.
Cho tomó un trago sin dudarlo, al igual que Rigsby, mientras Jane levantaba su copa con una sonrisa. Todos miraron a Teresa, quien se sonrojó y bebió.
—¡Jefa! —exclamó Rigsby entre risas—. ¿Qué robaste?
—¡Eso no les importa! —respondió rápidamente, intentando mantener la compostura.
—Déjame adivinar, Lisbon —dijo Jane, apoyando la barbilla en su mano con aire pensativo—. Algo relacionado con un caso... o tal vez cuando eras una niña rebelde.
Lisbon le lanzó una mirada de advertencia.
—Cierra la boca, Jane.–
Jane solo se rió, satisfecho con su pequeña victoria.
El turno siguiente fue de Cho, quien, con su expresión impasible, lanzó una bomba:
—Yo nunca me he enamorado de alguien que haya sido mi compañero de trabajo–
Grace y Rigsby intercambiaron miradas nerviosas antes de beber, lo cual no sorprendió a nadie. Jane levantó su copa con elegancia y también bebió, lo que arrancó una carcajada de Lisbon.
—¿Tú también, Jane? ¿Cuándo fue eso?
—Ah, Lisbon, un caballero nunca revela sus secretos. —Jane le guiñó un ojo, lo que solo la hizo rodar los ojos con exasperación.
—Bueno, yo no... —empezó a decir Lisbon, pero las miradas acusadoras de todos la hicieron detenerse.
—Oh, vamos, Lisbon, nadie te va a juzgar. —Jane sonrió con suficiencia—. Bueno, yo no.–
Con un suspiro resignado, Lisbon tomó un sorbo.
—Sabía que no podías resistirte. —dijo Jane en tono burlón, lo que le valió un ligero golpe en el brazo.
La siguiente declaración vino de Rigsby, quien parecía estar disfrutando demasiado del caos.
—Yo nunca he mentido en un reporte oficial.–
Cho y Rigsby bebieron sin pestañear. Grace lo pensó un momento antes de beber también. Cuando todos voltearon a ver a Jane, él ya estaba tomando tranquilamente.
—¿Y tú, jefa? —preguntó Rigsby, arqueando una ceja.
—No he... —Lisbon se detuvo al ver las caras incrédulas de todos—. ¡Está bien, está bien! —bebió rápidamente y luego murmuró—. Pero fue una vez, y fue por una buena razón.–
Jane la miró con una expresión de falsa sorpresa.
—Lisbon, estoy decepcionado. Pensé que eras una mujer de principios.–
—Y yo pensaba que tú eras alguien con tacto, Jane. —le respondió secamente, mientras los demás reían.
Pasaron unas cuantas rondas más, en las que Lisbon seguía siendo la que más bebía. En una, Grace dijo:
—Yo nunca he tenido que mentirle a un superior para proteger a un amigo.–
Lisbon tomó un sorbo sin dudarlo, lo que provocó un murmullo colectivo. Jane también bebió, aunque lo hizo con menos alarde.
—¿Me estabas protegiendo a mí, Jane? —preguntó Lisbon con una mezcla de sarcasmo y curiosidad.
—Siempre, Lisbon. Voy a estar ahi para salvarte, te guste o no.—Jane sonrió ampliamente, lo que la hizo negar con la cabeza mientras intentaba esconder una pequeña sonrisa.
En otra ronda, Jane lanzó una declaración que hizo que todos lo miraran con incredulidad:
—Yo nunca he hecho algo ridículamente estúpido para impresionar a alguien que me gusta.–
Lisbon y Rigsby bebieron casi al mismo tiempo. Grace y Cho se mantuvieron neutrales, pero Jane, con una sonrisa de satisfacción, levantó su copa y tomó un sorbo lento y deliberado.
—No sé si estoy más sorprendido porque lo admitiste o porque lo sigues haciendo. —comentó Cho, dirigiéndose a Jane.
—A veces funciona, ¿no es así, Lisbon? —preguntó Jane con una mirada cómplice.
—No sé de qué hablas. —Lisbon lo ignoró mientras tomaba otro trago, pero su tono nervioso no pasó desapercibido para nadie.
El juego continuó con risas y bromas, y aunque Lisbon había empezado con la idea de que era un juego tonto, al final terminó siendo uno de las que más se divertía.
En un punto, Teresa ya estaba completamente borracha y se levantó de la mesa tambaleando. Los demás le preguntaron a dónde iba, y con un gesto despreocupado respondió:
—Voy a la cafetería... a buscar una bolsa de papas.–
Sin esperar respuesta, salió tambaleándose. En el fondo, estaba muy nerviosa. Todas las fantasías que alguna vez había tenido sobre Jane parecían desfilar frente a sus ojos. Trató de concentrarse, pero el alcohol le nublaba la mente. Antes de darse cuenta, sus dedos comenzaron a moverse por la pantalla de su celular y le envió un mensaje.
"😘😘".
No tenía idea de por qué lo había hecho, pero en su estado, aquello no le parecía tan grave. Además, estaba segura de que él nunca entendería lo que realmente significaba.
Teresa llegó a la cafetería y, mientras buscaba las papas, el alcohol seguía haciendo estragos en su juicio. Llevaba puesta su camiseta de Lisbon 99, y al verse reflejada en el cristal de la máquina expendedora, se dio cuenta de que parecía que no llevaba pantalón. A pesar de eso, decidió que no le importaba.
De pronto, con una bolsa de papas en la mano, se detuvo en seco. Una idea descabellada cruzó por su mente. Sin pensarlo dos veces, regresó al área común y, en un arrebato, subió a una de las mesas. Sentía el calor del alcohol recorrerle el cuerpo, y con una sonrisa traviesa, comenzó a cantar.
—No me deseas como yo te deseo... —entonó, moviendo sus caderas al ritmo de una música que solo ella podía oír. Usaba su mano como si fuera un micrófono y su pelo seguía el compás con cada movimiento.
Los primeros versos salieron tímidos, pero pronto se llenó de confianza.
—No me necesitas como yo te necesito ahora... duerme mañana y esta noche vuélvete loco— continuó, cerrando los ojos y dejándose llevar por la letra.
Su voz resonaba en el silencio del lugar, y su cuerpo seguía el ritmo con una naturalidad que habría sido admirable en otras circunstancias.
Sin embargo, antes de que pudiera seguir con su improvisado concierto, una voz familiar la interrumpió.
—¿Lisbon?
Patrick Jane estaba en la puerta, cruzado de brazos, con una ceja arqueada mientras observaba el espectáculo. Había ido a buscarla después de notar que llevaba demasiado tiempo fuera, preocupado por lo que podría estar haciendo en su estado.
Teresa se quedó petrificada al verlo. Su rostro se encendió de un rojo intenso mientras trataba de bajar de la mesa. Lisbon lo notó cuando estaba cerca, y al verlo, sus mejillas se tiñeron de un rojo brillante. Se sintió atrapada, como si hubiera sido sorprendida en un acto privado, y trató de esconder su nerviosismo.
—¿Qué haces aquí?— preguntó, apenas logrando que su voz no temblara.
Jane no respondió de inmediato, solo se quedó observando, su sonrisa algo arrogante.
—¿A quién va dedicada esa canción, Lisbon?— preguntó con tono burlón, disfrutando del momento.
Teresa no pudo evitarlo. En ese momento, se acercó a él sin pensarlo, sus pasos lentos pero decididos, como si quisiera escapar de su propia vergüenza, pero también atraída por la cercanía de Jane. Se acercó tanto que su espalda tocó el refrigerador. Jane no se movió, manteniendo su postura relajada, pero su sonrisa era aún más amplia, mostrando esa arrogancia que a Teresa, inexplicablemente, le gustaba tanto.
Lisbon, con una mirada fija en él, levantó un dedo acusador y lo señaló, sin apartar la vista de sus ojos.
—Tú... tú eres la que me vuelve loca de remate. Tú, tú eres el maldito idiota que pone mi mundo de cabeza— dijo con una sonrisa tímida pero segura.
Jane la observó, la curiosidad reflejada en su mirada, y en un movimiento lento pero seguro, bajó la cabeza hasta que sus labios se encontraron con los de ella. Fue un beso lleno de pasión, un beso que Teresa nunca imaginó, pero que deseaba desde hacía tanto tiempo.
Lisbon, algo sorprendida, se puso de puntitas, intentando acercarse aún más a él. Jane, sintiendo la suavidad de sus manos en su cuello, no pudo evitar sonreír por dentro. Las manos de Teresa recorrieron su cuello, y él las puso en su espalda, acercándola aún más. En ese beso, Jane podía sentir el sabor de ella: cereza, mezclado con el alcohol y el toque sutil de café que siempre llevaba consigo. Era un sabor único, inconfundible.
El beso duró más de lo que Teresa había esperado, y cuando Jane finalmente lo rompió, ella, con la respiración agitada, no pudo evitar mirar sus labios, deseando más.
—Ya tenemos que volver— dijo Jane, su voz suave pero llena de un toque provocador.
Teresa, aún sumida en el ardor del momento, frunció el ceño y, con un puchero adorable, se quedó quieta, con el cuerpo tenso por la frustración.
—Jane...— murmuró, sin saber cómo seguir.
Él sonrió y la miró con esa mirada de suficiencia que siempre la hacía perder la compostura.
—Lo siento, Lisbon. Pero ya sabes cómo soy— dijo, guiñándole un ojo.
Teresa, sin decir nada, se quedó ahí, mirando hacia el suelo, claramente incómoda, pero también sabiendo que todo lo que acababa de pasar había sido real. Tras unos minutos en silencio, ella suspiró, resignada, y finalmente se acercó a él.
—¡Está bien! Vamos, ya basta de juegos— dijo con una sonrisa traviesa, ya superando la vergüenza.
Jane, encantado por su respuesta, le ofreció su brazo con una sonrisa. Teresa, ahora mucho más relajada, lo tomó con una sonrisa juguetona.
—¿Vas a seguir siendo tan malo conmigo?— le preguntó mientras caminaban hacia la salida de la cafetería.
—Solo un poco más, Lisbon. Solo un poco más— respondió él con una sonrisa misteriosa.
Y así, con un paso lento pero lleno de complicidad, ambos se dirigieron hacia la salida, sabiendo que lo que acababa de pasar había marcado un antes y un después en su relación.
Cuando regresaron a la noche de juegos de mesa en la CBI, el ambiente estaba cargado de miradas y risitas cómplices entre Cho, Rigsby y Van Pelt. Todos sabían que algo había pasado entre Jane y Teresa, aunque nadie mencionaba directamente lo que ya sospechaban.
Teresa, aún algo mareada por el alcohol, caminaba hacia el sofá, con el cabello ligeramente desordenado y una sonrisa algo perdida. Jane, también mantenía una sonrisa relajada en su rostro.
Lisbon, al notar que todos la observaban, no pudo evitar sentirse un poco incómoda y les preguntó:
–¿Qué? —dijo, alzando una ceja mientras los demás disimulaban rápidamente, bajando la mirada.
Aunque nadie contestó de inmediato, Teresa notó las miradas cómplices, lo que hizo que se sonrojara un poco. Sin embargo, decidió ignorar la situación, un poco confundida por su estado y, quizás, algo nerviosa.
Después de unas rondas más de risas y bromas, la noche comenzó a tomar un tono más relajado. Teresa estaba visiblemente más ebria, riendo sin razón y hablando sin parar. En ese momento, Van Pelt, al notar cómo se estaba comportando, se ofreció amablemente a llevarla a su casa. Sin embargo, Teresa, aunque en su estado parecía dudar por un segundo, rápidamente rechazó la idea.
—No, no hace falta... —dijo, tambaleándose un poco mientras miraba a su alrededor.
Pero antes de que Van Pelt pudiera insistir, Jane intervino con calma y una sonrisa, mirando a todos los presentes.
—No te preocupes, yo la llevo a casa. —respondió, sin dar lugar a discusión.
Lisbon, aún con el rostro ligeramente ruborizado, aceptó sin decir mucho. Durante el trayecto, Teresa no paraba de elogiar a Jane, cada vez más animada por el alcohol.
—Me encanta tu cabello... —dijo, mirando distraídamente hacia su lado. —Y tu olor... es tan... fascinante.
Jane sonrió con suavidad, aunque se mantenía concentrado en el camino. No era el momento adecuado, y sabía que debía mantenerse firme, a pesar de lo mucho que le atraía esa Teresa borracha, tan sincera y sin filtros.
Finalmente, llegaron a su casa. Teresa, tambaleante y un poco fuera de sí, salió del coche. Jane la ayudó a entrar, asegurándose de que estuviera bien.
Lisbon había llegado a su casa aquella noche más de lo que normalmente había planeado. Había bebido un poco más de la cuenta durante la noche de juegos con sus compañeros de trabajo, y al entrar, notó que el cansancio la envolvía. Los recuerdos de la noche flotaban en su mente. Risas, bromas, miradas que intercambiaba con Jane. Todo parecía borroso, pero había algo en su interior que le decía que algo más había sucedido.
Jane la había acompañado a casa, como siempre, pero esta vez, sus ojos brillaban de una manera diferente, más intensa. Teresa no quería admitirlo, pero sentía una tensión en el aire que no había antes. Durante todo el camino, se había encontrado pensando más de la cuenta en lo que sentía por él.
Cuando llegaron, ella casi tropezó mientras intentaba encontrar las llaves de su casa, y fue en ese momento cuando Jane, preocupado por su estado, la ayudó a entrar. Sin pensarlo mucho, la guió hasta su cama. Teresa se recostó, la cabeza pesada por el alcohol. Jane le acomodó la almohada y la cubrió con una manta, pero, antes de salir de la habitación, ella lo detuvo.
–Jane te quiero en mi, ahora–intentó decir, pero no pudo terminar la frase. Había algo que la estaba empujando a decir esas palabras, algo más allá de la confusión del alcohol. Pero Jane, siempre atento y comprensivo, la miró con calma.
–No lo haré mientras estés borracha– le dijo con suavidad.
Lisbon lo miró, sorprendida, y asintió lentamente, sus ojos perdiéndose en los suyos. Jane siempre había sido directo, pero esa noche, su actitud parecía más protector, más cauteloso.
–Lo entiendo–, respondió ella, dejándose caer en la almohada. El sueño la alcanzó rápidamente, sin poder procesar todo lo que había estado pensando. Jane se hecho con ella.
Unas sábanas los cubrían a ambos, mientras que Lisbon dormía plácidamente Jane se quedó minutos, tal vez horas observándola. Sentía la respiración de Teresa, que poco a poco se iba calmando. Él sonrió, le quito un mechón de cabello que sobresalía de ella.
A la mañana siguiente, Teresa despertó con una sensación de confusión. Su cabeza aún estaba algo nublada, pero algo en su pecho se sentía más ligero. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que Jane estaba allí, a su lado, recostado en la cama, pero lo primero que notó fue que ambos estaban completamente vestidos. Un alivio inmediato la invadió, y se sintió tonta por haber asumido lo peor.
–¡Oh Dios mío!–exclamó, sobresaltada. Intentó levantarse rápidamente, pero las sábanas se enredaron a su alrededor. Jane, medio dormido, la miró con una sonrisa tranquila. Por un momento, pensó que habían tenido sexo, pero al ver que seguían con ropa, se tranquilizo.
Poco a poco, los recuerdos inundaron su mente. Como se le confesó, las partidas de póker que había perdido y como ella se le había insinuado a Jane prácticamente toda la noche(desde su borrachera).
Algo la saco de sus pensamientos.Jane aún somnoliento, le paso sus brazos por su cuello. Hizo que volviera a echarse con él. Patrick hacía un buen tiempo que no dormía tan comodo, y quería seguir así.
Al principio, Teresa se sintió algo incomoda. Sus ojos estaban más abiertos que nunca. Sin embargo, al sentir el aliento de él arriba en su cabeza. O sentir los latidos de Jane a su costado la tranquilizaron. Poco a poco, fue cerrando los ojos mientras que sentía una sensación de paz. Las caricias de Jane empezaron, sentir su mano acarciendo su cabello negro era una sensación indescriptible. Para ella, se sentía como el cielo. El olor de él se habia impregnado a ella. Y no podía estar más feliz por eso.
El silencio que siguió no fue incómodo. Era un momento en el que las palabras sobraban. Ambos sabían que, aunque las cosas entre ellos no habían cambiado de manera abrupta, había una conexión más profunda, algo que no podían ignorar.
Lisbon sonrió y dejó que el momento se alargara, sin presiones ni expectativas.
Y en ese momento, aunque sabían que el camino por recorrer no sería necesariamente fácil, ambos se sintieron más cerca que nunca.
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Okey, si, al principio tenía la idea de enfocarme solo en el equipo: Cho, Rigsby, Van Pelt, Lisbon y Jane. Sin embargo, mis manos escribieron algo que ni yo tenía pensado. Debo decir, que me centro en escribir más en el contexto de la CBI, ¿por qué? Porque esta vieja escritora no puede aceptar el hecho de que Rigsby y Van Pelt se van. Si, me cae Michelle Vega y el rubiesito(así lo llamo yo) aunque no me caiga Kim, también me gusta la época en la que están en el FBI(en especial la 7 temporada por obvias razones). Sin embargo, me caían mejor ellos dos y ver mi segundo hogar siendo cancelado, me partió el corazón. Me inspire en esos domingos de juegos de mesa que tal vez hallamos pasado con familiares, amigos o incluso personas que no conoces( si tia, tal vez me viste el día que nací pero yo no te recuerdo). Esos momentos son especiales, y me gusto hacerlo en el contexto de The Mentalist. Espero les haya gustado.
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