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No te puedo dejar ir


Canción: The Last Time (feat. Gary Lightbody)

Patrick Jane era alguien impredecible. La mayoría de las personas se sentían atraídas hacia él debido a su aura misteriosa y su lado algo egocéntrico.

No obstante, él tenía un pasado, y ese mismo pasado lo había marcado. La pérdida de su esposa e hija hizo que, a lo largo de los años, solo tuviera una meta: atrapar al asesino de su familia, Red John.

No era algo fácil, pero se unió a la CBI y, después de un tiempo, logró matar a esa persona que tanto sufrimiento le había causado.

Él había prometido no volver a abrir su corazón, no dejaría que nada más pudiera derribar sus barreras y, por último, que no volvería a enamorarse de alguien.

Lo que no había esperado fue conocer a esa adorable policía, algo pequeña pero valiente, con una fuerza de voluntad enorme. Por eso, la personalidad de Patrick, de desafiar las leyes y hacer lo que se le diera la gana, sacaba de sus casillas a esa hermosa policía.

Patrick Jane era alguien que podía predecir a las personas con facilidad, incluso a su difunta esposa e hija. Sin embargo, Teresa Lisbon siempre lograba sorprenderlo. Desde ocultar un martillo en su cajón hasta cosas aún más extraordinarias.

Poco a poco, sus barreras se fueron cayendo. Esa sonrisa encantadora lo atrapó. Su carácter rudo, su amabilidad y el hecho de que se hubiera quedado con él, aún sabiendo su peor lado, la hacían irresistible para él.

A veces, pasaba horas recordando y admirando cada uno de esos pequeños detalles que la hacían especial: su delicioso aroma a lavanda, o esos ojos verdes que lo volvían loco.

Al principio, cuando la conoció, le agradó su amabilidad al dejar que él ayudara en el caso de Red John. Estaba acostumbrado a estar solo. Sin embargo, esas noches y tardes solitarias fueron disminuyendo desde que la conoció. Podían ir desde algunos paseos en coche hasta discusiones sobre si la pelinegra sabía cuándo mentía y cuándo no.

A veces, cuando Lisbon se quedaba a dormir en la CBI por algún papeleo, a Patrick le gustaba observarla en secreto. Admiraba cómo algunos mechones de cabello sobresalían, o cómo las facciones de su rostro eran aún más hermosas de cerca. Ver cómo su mejilla se reposaba en la carpeta de su escritorio cuando se quedaba dormida, o las veces en que, sin darse cuenta, comenzaba a tartamudear mientras dormía.

Sin darse cuenta, Teresa Lisbon ya era parte de su vida diaria. Estaba ahí cuando sufría, cuando estuvo a punto de morir, cuando volvió a ver a su ex-cuñado y cuando atrapó a Red John.

Solo había un único problema: él siempre podía dejarla durante meses o incluso años, pero sabía que ella estaría ahí cuando regresara. En cambio, la pelinegra vivía con el miedo constante de no volver a verlo algún día. Sus desapariciones eran prácticamente un sinónimo de problemas, como la vez que se fue durante seis meses y ni siquiera le escribió ni la llamó para saber cómo estaba. Le dolía, más de lo que ella misma sabía.

Cuando finalmente mató a Red John, Teresa comenzó a cuestionarse si él también se preocupaba por ella, si alguna vez llegó a quererla, aunque fuera como compañera. Ver que simplemente la había dejado después de pasar más de seis años juntos resolviendo casos, como si todo ese tiempo no hubiera significado nada, la destrozó.

No obstante, empezó a recibir cartas a nombre de Patrick Jane. No quería admitirlo, pero le daban esperanza, esperanza de que él estuviera enamorado de ella, de que la deseaba tanto como ella a él. Le gustaba leerlas mientras disfrutaba de una taza de café al lado de la chimenea.

Ese día llegó: Patrick Jane regresó a su vida, pero ya habían pasado dos largos años, dos navidades sin verle la cara, dos cumpleaños sin sus regalos extravagantes que solía darle, 730 días sin poder escuchar su voz. Eso, para bien o para mal, la había cambiado. Y cuando él, sin siquiera preguntarle, le hizo unirse al FBI, se molestó. Lo mismo que le atraía de él era lo mismo que odiaba: Patrick Jane no era una persona que podía controlar. A pesar de que su vida era aburrida, no tenía el derecho de quitársela. ¿Qué hubiera pasado si ella era feliz ahí? ¿O si estuviera saliendo con alguien en ese tiempo? Claro, ninguna de esas cosas era verdad, por eso, en el fondo, estuvo encantada de unirse al FBI y trabajar con ese rubio que la volvía loca.

Con el tiempo, ella encontró a alguien: Marcus Pike. Él le brindó algo que estuvo buscando en Jane durante años: amor y estabilidad. Era alguien amable, caballeroso, y en algunos aspectos, se parecía a ese amante del té.

Lo que no sabía era que Patrick Jane no era alguien fácil de enamorar, pero Teresa Lisbon lo había cautivado.

Uno de esos días, se enteró por uno de sus amigos, Kimball Cho, que ella se iría a vivir a Washington. Lo estaba dejando. Todas esas veces que la dejó vinieron a su mente, y por fin sintió lo que ella había sentido. Joder, cómo dolía. Pero era diferente a las veces que él la dejó, ¿verdad? Él la había dejado porque sabía que regresaría, aunque ahora que lo pensaba, ella no lo sabía hasta que regresaba.

Nunca pensó perderla, nunca imaginó no volver a ver sus ojos verdes en la mañana, nunca imaginó no volver a oír su risa o sentir esa sonrisa que alguna vez fue suya.

Le iban a arrebatar lo más preciado en su vida, le iban a quitar a SU Teresa, y no quería aceptarlo.

Por eso, cuando una última oportunidad le llegó, no la desaprovechó. Sí, tal vez era a través de algunas mentiras y engaños, pero vamos, no lo hacía con mala intención. Su única intención era hacer que Teresa no fuera a Washington.

Al verla bajar con ese vestido rosa tan bonito, que resaltaba sus caderas, no pude evitar formar una sonrisa. Ella era perfecta, en todos los sentidos.

Su sorpresa fue grande al darse cuenta de que ella ya sabía que él había inventado la carta que hizo que tuvieran ese caso. Nunca la había visto tan enojada, sabía que algo más pasaba, ya que no era la primera vez que Patrick Jane hacía una locura, y Teresa nunca había reaccionado así.

En ese momento, las otras dos personas presentes, Cho y Abbott, veían todo en completo silencio. Kimball siempre los vio como hermanos, al contrario de Abbott, que se dio cuenta de que había algo creciendo entre ellos dos.

Un vaso de agua lo despertó de sus pensamientos, de lo que sentía sobre ella. Ese vaso había sido arrojado por la misma Lisbon, enojada con él. Después de eso, subió a su habitación de hotel. Él sabía que sentía algo más que amistad por ella. Sin embargo, no podía decírselo, porque aún no estaba seguro de que lo que él sentía fuera amor.

Lo pensó, y Jane no iba a dejar que lo último que Teresa pensara de él fuera que era un maldito desgraciado que le había mentido y engañado. No, independientemente de si lo que sentía era amor, había pasado más de 5 años con ella. Teresa había sido su compañera, amiga y la luz que lo salvó de su oscuridad.

Se paró de golpe, y con el cabello aún mojado, subió rápidamente al piso donde ella se hospedaba.

Al llegar a su piso, se paró frente a la puerta que lo separaba de la pelinegra y tocó con delicadeza.

—¿Lisbon? —Preguntó Jane, mientras pensaba en qué decir para que se quedara.

—Vete. —Teresa respondió, sin mirar siquiera.

Patrick suspiró, no quería que se fuera, no podía verla partir.

—Lisbon, por favor, abre la puerta.

—Vete. —Le decía Teresa mientras empacaba sus cosas, lista para irse y dejar atrás toda relación con Patrick.

Jane ya no sabía qué hacer, lo único que le quedaba era pedir el perdón que casi nunca otorgaba.

—Sabes, te pido perdón por haberte engañado. —Sus ojos estaban a punto de estallar en lágrimas. No quería que solo quedaran recuerdos de ellos, quería un futuro con ella.

—Solo quería... —No podía encontrar las palabras adecuadas, solo podía pensar en ella—. Solo, uh...

Teresa pensó que después de varios años de amistad, mínimo Jane merecía una oportunidad para explicarse a sí mismo.

—¿Solo querías qué? Jane, ¿qué es lo que hacías? —Preguntó Lisbon, mientras se acercaba a la puerta. Solo esperaba que él le diera una respuesta que la hiciera quedarse, solo esperaba que le dijera que la quería, solo esperaba una razón, una maldita razón.

Lo único que Jane pensó en decirle fue el pensamiento que estuvo rondando en él durante las últimas semanas.

—No quiero que te vayas. —Patrick tenía lágrimas en los ojos mientras lo decía. No obstante, Teresa se molestó al escuchar esto, de todo lo que le pudo haber dicho, escogió eso.

—A ti no te importa lo que quiero o lo que necesito. —Solo podía pensar en lo egoísta que estaba siendo él, después de que ella lo ayudara a romper leyes, de seguirlo en sus locuras. Así le pagaba.

—Simplemente soy una conveniencia para ti. Me utilizas. —Tenía la voz entrecortada, ese pensamiento rondaba en su mente desde que se conocieron, pero ahora lo tenía más claro que nunca—. Todo se trata sobre ti. —Dijo sin aliento, sabía que estaba siendo grosera, sabía que a él le había dolido, pero no le importaba una mierda. Ella ya había pagado y sufrido las consecuencias de sus actos y siempre lo había dejado pasar, pero esta vez ya no.

—¡Utilizaste el asesinato de una mujer, Jane! —Dijo molesta, odiaba cuando él utilizaba a personas muertas para engañar y manipular.

Las lágrimas poco a poco iban cayendo en el rostro de Jane. No sabía qué decir, a pesar de siempre saber qué hacer o decir, esta vez no tenía ni la menor idea. No podía estropearlo, no podía equivocarse, no con Teresa.

—Básicamente la desenterraste para todo esto. —Las palabras le dolían como un cuchillo a Jane, pero sabía que las merecía—. Estás hundido en tu deshonestidad. —Lisbon sabía que se estaba pasando, pero no podía parar, había algo en el fondo que se lo impedía—. No tienes idea de cómo actuar como un ser humano decente. Ninguna idea. —Al decirlo, se dio cuenta de cuán fuerte habían sido sus palabras, se arrepintió al instante, quería decirle que lo lamentaba de todo corazón, que nunca quiso decir esas cosas, pero ya era muy tarde, y su orgullo también le impedía decirlo.

—Lo siento, ¿está bien? —Él ya estaba listo para rendirse, ya es horrible que esos pensamientos siempre estén en tu cabeza, pero que la persona en la que más confías, en la que más amas, te los eche en cara, se siente como una bala en el corazón—. Discúlpame. —Era lo único que deseaba, lo que necesitaba con urgencia, aunque en el fondo sabía que su perdón era más difícil de conseguir que con unas simples palabras.

Lisbon estaba cansada, ya no sabía qué hacer. Una parte de ella quería decirle que lo perdonaba, que nunca lo dejaría y que siempre estaría ahí para él. Sin embargo, la otra le decía que él no merecía su perdón, cuántas veces se lo había dado ya, y él acababa abandonándola repentinamente.

—Bueno, si realmente lo sientes, ¿por qué no me dejas sola? —Dijo de una manera fría y cortante, que hizo que Jane comenzara a cuestionarse si siquiera merecía su presencia. No, no la merecía.

—¡Vete! —Gritó por última vez Lisbon.

No obstante, el lado egoísta de Jane no quería dejarla ir, no podía. Se quedaría en esa puerta esperando, minutos, horas, incluso días, pero necesitaba verla una última vez.

—Sé que estás ahí. Puedo escucharte respirar. —Ya estaba harta, solo quería que la dejara en paz, que la abandonara como siempre lo hizo.

Jane se dispuso a irse, pero una alegre pareja que pasaba por el pasillo lo detuvo.

Al verlos, solo pudo pensar en él y Lisbon. No iba a rendirse tan fácilmente. No, Teresa merecía que al menos él peleara por ella.

Recordó hace unos años haber entrado a la casa de una víctima forzando la cerradura con un clip.

Si ya lo hizo en el pasado, ¿por qué no ahora?

Buscó en sus bolsillos con desesperación, era su última oportunidad y no iba a dejarla ir. Después de unos segundos, por fin lo encontró.

Rápidamente, abrió la puerta a la fuerza. Su respiración estaba entrecortada, sabía que lo que hacía estaba mal, pero tenía que decirle lo que sentía.

Al escuchar el cerrojo abrirse, Teresa se volteó sobresaltada.

—¡Oh, Dios, Jane, déjame sola! —Estaba más enfadada aún, no podía creer que ni siquiera había cumplido con lo único que le había pedido.

Patrick se acercó lentamente a Teresa. Ya no tenía lágrimas en los ojos, pero en los de ella sí. Jane estaba molesto consigo mismo por haber sido él quien las provocó.

Ella empezó a retorcerse. A pesar de no querer admitirlo, él era el único que podía hacerle poner la piel de gallina. Sus respiraciones eran entrecortadas, pero poco a poco empezaron a sincronizarse. Ella se apoyó en la pared y, con lágrimas en los ojos, volteó la cara.

—No quiero escucharte. —Aunque eso no era del todo verdad, porque aún lo amaba y quería saber si él sentía lo mismo. Sin embargo, su lado más vulnerable le decía que no lo escuchara, que le volvería a hacer daño.

No pudo evitarlo. Solo le daría una última oportunidad para que le explicara, porque en el fondo ella necesitaba oírlo más que él.

—¿Teresa, quieres la verdad? —Las lágrimas comenzaron a salir al verla en ese estado tan vulnerable. Siempre la había visto fuerte, nunca se rendía, nunca bajaba sus barreras. Por eso, amaba ver algo que nunca había visto de ella. Y si Lisbon, la que siempre había sido fanática del control, podía bajar sus barreras frente a él, Jane también podía.

Esperó unos segundos buscando una señal de afirmación. Cuando vio que asintió tímidamente, tragó todos sus miedos y comenzó a decirle todo lo que había estado pensando en los últimos años.

—La verdad es que no puedo despertar sabiendo que no te veré. La verdad es que cada parte de ti me tiene fascinado, tus pecas, tus ojos verdes, y tu actitud algo mandona. —Se rió al decir eso, mientras más lágrimas caían de sus ojos. Al ver que ella seguía mirándolo expectante, decidió continuar—. La verdad es que saber que tú estarías ahí cuando despertara era lo único que me ayudaba a conciliar el sueño. La verdad es que te amo, te amo con una locura que, joder... —Se llevó las manos al cabello, estaba loco por ella, y recién se había dado cuenta cuando estuvo a punto de perderla. Las lágrimas de Teresa ya no caían, pero las de Patrick seguían. Al ver que ella no decía nada, pero tampoco le pedía que se fuera, le dio esperanzas.

Sabía que ella no reduciría el espacio entre ellos dos. No después de todo lo que había pasado. Así que, temeroso, se fue acercando poco a poco. Un metro, dos metros, tres metros. Al ver que lo miraba fijamente, se dio cuenta de algo que debió haber visto hace mucho tiempo. Ella lo deseaba, lo amaba. Mierda, debió haberse dado cuenta antes.

No había necesidad de palabras. Sus miradas podían transmitir más que mil palabras.

Ya decidido, Jane abandonó todo espacio entre ellos dos y la besó. Sintió las lágrimas de Lisbon caer sobre él, el sabor salado de ellas. Ella no se rehusó. No era un beso apasionado, no, era un beso tierno y dulce que mostraba cuánto la había deseado durante esos últimos años. Sentía el labial de ella pegado a sus labios, y no le importaba. Era una parte de ella que no le importaría conservar.

Las manos de Teresa lo abrazaron con desesperación mientras él profundizaba el beso. Era lo que siempre había esperado. Jane adoró sentir esos pequeños brazos en su cuerpo, así que pasó los suyos por el cabello negro de Teresa. Hacía rulos con él. Dios, cuánto tiempo había soñado con hacer eso.

El beso fue interrumpido cuando ambos se quedaron sin respiración. Se miraron a los ojos y pudieron ver que se amaban. Ninguno de los dos se había dado cuenta antes, porque estaban demasiado ciegos preguntándose si eran lo suficientemente buenos el uno para el otro.

Teresa estaba llorando más aún, y Patrick ya había dejado de llorar. Envolvió su cabeza en su pecho, como tantas veces había soñado. Se aferró más a él, intentando congelar ese momento para que le quedara grabado toda la vida. Jane sonrió y le besó la cabeza mientras acariciaba su espalda. Todo el olor de Teresa, ese olor a lavanda que siempre había amado, cambió a uno de vainilla. Patrick no podía amarlo más. Ese olor merecía estar en su palacio de recuerdos para toda la vida.

Pasaron unos minutos abrazados allí, en su propia burbuja, hasta que Lisbon lo detuvo.

—Jane. —Tenía miedo de hacerle esta pregunta, aunque más bien temía la respuesta. Él hizo un leve sonido de afirmación, ya que estaba disfrutando del momento con Teresa.

—¿Dijiste todo eso... para que me quede? —Lisbon desvió la mirada, no quería verlo si su respuesta era afirmativa, no quería que todo lo que había pasado se acabara.

Patrick entendió que ya la había engañado cientos de veces en el pasado, que le había derribado algunas barreras, pero también había puesto otras. Jane iba a ser honesto con ella, lo merecía.

Cogió su cara con delicadeza y la hizo mirarlo a los ojos. Lisbon estaba llorando aún más, odiaba verla así, le costaba que estuviera tan triste.

—Lisbon, todo lo que te dije, lo que hice, sí fue para que te quedes. —Al escuchar esas palabras, Teresa estalló en lágrimas y volteó la mirada, avergonzada.

—Hey, Teresa, mírame. —Al verla llorar tanto, con esa mirada avergonzada que tenía, le dolió como una bala en el pecho. —Sí, lo hice para que te quedes porque no puedo vivir sin ti, porque te amo y necesitaba decirlo, ¿okey? —Le secó una de sus lágrimas mientras ella hacía un puchero y le pegaba suavemente en el hombro.

—Eres un imbécil. —Jane sonrió, sabía que para Lisbon, ese era su modo de decir "te amo".

—Pero soy tu imbécil. —Lisbon volteó los ojos mientras las lágrimas empezaban a cesar.

Una sonrisa se formó en su rostro. Había olvidado la idea de ser feliz hacía un buen tiempo, pero ella le dio la vida que había estado anhelando. Patrick no podía aguantar más, ya había esperado lo suficiente y lo necesitaba, necesitaba sentir su piel con la suya.

La arrinconó contra la pared mientras la besaba con un deseo insaciable. Esto tomó por sorpresa a Lisbon, que aunque había soñado miles de veces con que fuera real, se sentía diferente.

La espalda de Teresa chocaba contra la pared, mientras Jane no podía parar de besarla. Ya estaba usando su lengua de una manera, pero planeaba usarla de muchas más. Los brazos de Lisbon se apoyaban en el cabello rizado del rubio.

Jane paró repentinamente. No sabía si estaba siendo demasiado apresurado, no sabía si realmente Teresa quería hacerlo.

La pelinegra frunció el ceño al ver que él paraba.

—¿Por qué paraste? —dijo, asustada de que él no la considerara bonita. Ella tenía una inseguridad hacia su cuerpo, una que en el pasado le había traído varios problemas.

Nunca había sentido la necesidad de gustarle físicamente a alguien, ni con su ex prometido ni con algún novio de la preparatoria. Sin embargo, con Jane era diferente. No solo quería gustarle, quería atraerlo.

Patrick, al ver la cara de Lisbon, se dio cuenta del error que había cometido al parar. No quería causarle inseguridad, ya que a sus ojos, ella era perfecta.

—No quiero apresurar las cosas, si no te sientes lis—

No se esperaba el beso que recibió de Teresa. Ella era tan impredecible, y eso le encantaba.

Sintió los labios de ella contra los suyos. Ya no sabían a salado como antes, no, ahora sabían a cereza, un sabor que le encantaba. A Jane le daba ternura ver cómo ella estaba de puntitas.

—Patrick Jane, te ordeno que no pares. —dijo la pelinegra al cortar el beso. Miró fijamente a Patrick y él se le escapó una pequeña sonrisa.

—¿Qué no pare qué? —dijo divertido. Amaba fastidiarla, y este era el momento perfecto.

—Tú sabes a qué me refiero. —Teresa no podía aguantar más, quería que todas sus fantasías se cumplieran, quería saber si era tan bueno como lo había imaginado.

—Mmm, refrescame la memoria. —Patrick se hizo el pensativo mientras ella suspiraba y tímidamente volteaba la mirada.

—Jane, hazme gemir tu nombre miles de veces esta noche. —Se sonrojó ligeramente. Al ver esto, Patrick se acercó lentamente al lóbulo de su oreja.

—Me gusta cuando te pones autoritaria conmigo. —Teresa se le puso la piel de gallina. Él era el único que podía causar tales efectos en ella.

Sin pensarlo dos veces, mordió su oreja, causando un gemido por parte de la chica.

Lisbon se mordió el labio, no quería que Cho o Abbott se enteraran de lo que estaban haciendo.

Jane se acercó más a ella y le susurró con esa voz tan seductora y pícara que tenía.

—No te reprimas, quiero oírte decirlo.

Oh Dios, este hombre iba a matarla.

Al darse cuenta de que Teresa se había sacado ese hermoso vestido que le había dado, Jane decidió hacer otra cosa.

Ella llevaba una camiseta verde y un pantalón negro que resaltaba esos ojos que lo volvían loco.

Patrick cogió a Teresa por la espalda y la llevó a la cama de ese hotel. Estaba decidido a que su primera vez juntos fuera la mejor que Lisbon hubiera tenido en toda su vida.

Jane observó durante unos segundos a Teresa, recostada en la cama con el aliento entrecortado. Estaba así por él, y él se sentía feliz por ello.

Lisbon se sentía cada vez más nerviosa cuando Patrick veía su cuerpo, tenía mucho miedo de no conseguir su aprobación.

Jane sonrió y se acercó lentamente a ella, cogio el polo que tenía y se lo quito de un tirón.

Patrick quería tentarla, quitarle la ropa con lentitud. Le hubiera encantado provocarla

 Sin embargo, al verla en esa posición, tan lista para él no aguanto. Le quitó el pantalón de un tirón y cuando solo le quedaba ropa interior no pudo evitar hacerla perder la paciencia.

Trazo líneas en sus pecho mientras ella lo miraba expectante. Él sabía sus zonas más sensibles, las que la hacían disfrutar más.

Cuando Patrick le quito el sujetador lentamente soltó un gemido placentero. 

Teresa estaba asombrada de Jane supiera todos sus puntos débiles, se sentía tan vulnerable enfrente de él y eso en el fondo le encantaba.

-Jane..-Dijo mientras que abrazaba la almohada de al lado.

No podía esperar más, quería sentirlo contra ella, quiera saborearlo.

Patrick empezó a jadear al verla así, la amaba tal y como era.

-Teresa, me puedes decir Patrick.-

 Jane se acercó lentamente hacia Teresa con una sonrisa pícara.

Lisbon sabía que cuando Jane estaba en silencio significa que estaba pensando en algo, y esta vez tenía más curiosidad que nunca.

Tocó lentamente sus pezones, y empezó a chuparlos. Al principio lo hizo lentamente, sin embargo, fue aumentando la velocidad.

-Patrick..- Jadeó Lisbon mientras tenia la respiración entrecortada.

Lisbon se sentía expuesta, era la única que estaba casi desnuda. Al contrario de Patrick que seguía con ese traje.

El rubio al escuchar su nombre de pila lo encendió, cogio la última prenda de Teresa y se la quitó rápidamente.

Teresa estaba al borde del placer. Nunca se imagino que sería tan placentero hacerlo con Jane.

-Dime Teresa, ¿quieres que lo haga?- Jane la miró a los ojos, divertido.

Él sabía que si ella no lo decía en menos de un minuto él no podría aguantar.

Teresa con el aliento entrecortado, lo miro a los ojos y se dio cuenta de que tenía que decirlo.

- Jane, Déjamela seca.- Jane se hizo el pensativo, generando que Teresa se desesperara.

-¿Cómo se pide?- Jane sonrió mientras Lisbon estaba apunto de explotar.

-Patrick, déjamela seca, por favor.- Jane tuvo una sonrisa pícara.

Con uno de sus dedos, se lo metió lentamente. Amaba ver a Teresa así, y por eso la estuvo mirando todo el tiempo.

Teresa jadeo y Patrick volvió a meter un dedo más.

Los sacó rápidamente y probó uno por uno.

-Mmm, delicioso.- Patrick le guiño un ojo mientras que saborea el sabor, SU sabor.

Teresa ya no aguantaba más sus juegos. Lo necesitaba, ya.

-Jane, ven aquí.- Lisbon no le preguntó, le ordenó que fuera donde estaba ella. 

Jane se acercó sonriente y Teresa con el aliento entrecortado empezó a desabrochar los botones de su camisa.

Jane sabía que se pudieron haber ahorrado tiempo al hacerlo él, pero no podía evitar nada si Lisbon se lo proponía.

Cuando por fin se la desabrochó, Teresa puso sus brazos encima sus hombros e hice que el se pusiera encima de ella.

Quería olerlo. Quería poner sus manos en su cabello rubio que ahora estaba completamente despeinado

Se acercó y empezó a dejar marcas de besos en el cuello. Era suyo, solo suyo y quería que todo el mundo lo supiera.

Jane empezó a soltar pequeños jadeos. Esa era una zona sensible para él, y Teresa acababa de descubrirlo.

-Puede que sepas mis zonas sensibles pero yo pienso descubrir las tuyas.- 

Tal vez la voz, tal vez la manera en lo que lo dijo o simplemente la persona excito más de lo normal a Jane.

Podía sentir su aroma, ya no era solo suyo ahora se había impregnado a ella, y no podía estar más feliz de ello.

Ninguno de los dos podía esperar más, de un tirón, Patrick se quito el pantalón al igual que los bóxers.

Teresa sonrió. Patrick al principio fue lento y despacio, pero al ver que Teresa quería más, aceleró el ritmo.

Cada embestida era salvaje, y Lisbon no podía estar disfrutándolo más.

-Mierda Jane.- La pelinegra disfrutaba sentirlo, al gual que Jane.

Las uñas de Lisbon se quedaban clavadas en la espalda de Jane, y el no podía amarlo más.

-Lenguaje, por favor.- Lisbon volteó los ojos divertida, mientras que Jane ya había parado.

En esa tarde, ya habían tenido más de 3 orgasmos y Patrick o Lisbon no podían pedir más.

Jane la miró con una sonrisa de oreja a oreja.

-¿Qué pasa?-Preguntó dudosa Teresa, mientras que a Patrick se le formaba una sonrisa pícara.

-Sabes, te prometí que te la dejaría seca y así será.- Lisbon pensó que ya habían terminado por hoy y sonrió al escucharlo decir eso.

Jane puso la cara en la muslo de Teresa y lo hacía a una velocidad impactante, no paró ni siquiera al escuchar los jadeos más fuertes de Teresa, tampoco al haber ya pasado 5 minutos.

Recién se detuvo cuando Teresa le dijo que si podían dormir juntos esta noche.

Había desviado la mirada, tenía miedo de su reacción. No quería presionarlo, y si aún no estaba listo esperaría. Se sonrojo ligeramente al ver que Patrick le había depositado un pequeño beso en su frente.

-Claro que me quedaré, esta noche y todas las que quieras.- Teresa sonrió y Jane se acostó a su costado.

Lisbon lo miraba, con esa sonrisa que tanto le encantaba a Jane. Se acercó lentamente a Patrick, y empezó a jugar con los rulos de su cabello.Se sentía tan bien, verlo tan calmado y feliz. Sus rulos le fascinaban. Sin embargo, se detuvo de repente al darse cuenta que no le había pedido permiso.

Jane frunció el ceño cuando paró, le gustaba ese tipo de mimos de parte de Teresa."No pares" murmuró. Lisbon sonrió feliz de complacerlo. 

Lo único que cubría a ambos eran las sábanas y Teresa no podía evitar mirar sus abdominales.Nunca imagino que iban a estar tan bien marcados y le fascinaban. Sin mala intención, fue depositando pequeños besos en él.

Primero fue en su pecho, después pasó a su cuello y por último un poco más abajo de su abdomen.

La tomo por sorpresa sentir la mano de Jane en su muslo, acercándola a su pecho.

Patrick empezó a dejarle marcas de besos en su cuello. Ella lo había provocado y tenía que pagar las consecuencias.

-Duérmete.- Teresa no sabía cómo, pero si Jane seguía besándola así se dormiría 24/7. En algún punto, Lisbon se quedó dormida y Patrick decidió dejarle un "pequeño" chupeton para que recordarán que ella era suya.

Al despertarse Jane, se dio cuenta de cómo Teresa estaba durmiendo tan plácidamente.

Ya eran las 10:00am y se tenían que ir. Así que la única forma en la que se le ocurrió despertarla fue besando cada una de sus pecas.

Era algo que le fascinaba de ella, por eso, se fijo en cada una se ellas. Tenía una en la nariz otra por la mejilla y también por los pechos.

Lisbon daba pequeños sonidos como respuesta, hasta que Jane la besó con fuerza e hizo que se despertara.

-Mmm, ¿qué pasa?- Dijo somnolienta mientras él seguía haciendo lo suyo. Teresa abrió los ojos lentamente y se dio cuenta de que Patrick estaba besando diferentes partes de su cuerpo.

Cuando beso su parte íntima, ella soltó un jadeo. Patrick sonrió y le miró a los ojos.

-Buenos días, pequeña dormilona.- Lisbon soltó un bostezo mientras estiraba sus brazos . Jane la miró a los ojos cuando no pudo evitar decir lo único que pensaba.-Eres hermosa, ¿lo sabias?- Lisbon se sorprendió al escuchar eso, algunas inseguridades habían venido a la luz ayer cuando Patrick dijo eso la hizo sentir mil veces mejor.-Cada una de tus pecas me tiene fascinado- Jane sonrió genuinamente y Lisbon no creía lo que oía.-Eres la mujer más hermosa que he visto.- Teresa no lo pudo evitar más, lo beso en los labios, no fue un beso apasionado, no, fue un beso dulce y cálido enseñándole cuando significa eso para ella.

-Por cierto, ya son las 10:00am.- Lisbon abrió los ojos, sobresaltada. Mierda, tenían que cambiarse ya. 

Se salió de la cama rápidamente. Patrick la admiraba desde ahí. No obstante, las piernas le dolían como nunca a Lisbon. Ella estaba soltando pequeños jadeos mientras camina hacia el baño. Jane se dio cuenta y se río, mientras que Teresa al escucharlo le lanzó una mirada amenazadora.

La sorpresa de la pelinegra fue mayor al ver lo que había en su cuello.

-¡Patrick Jane, te voy a matar!- Jane al instante supo que ella ya se había dado cuenta. Así que fue al baño preparado para cualquier reproche de parte de ella.

Al llegar, lo primero que hizo Lisbon fue señarle el chupeton que le había dejado.

-¡Ayúdame a cubrirlo, parece que una aspiradora estuvo sobre mi cuello!- Jane se rió y la abrazo por detrás.

Jane la ignoro por completo, y la abrazo por detrás lentamente, puso su cabeza en el hombro de Teresa mientras descansaba un poco.

-Sabes, la bata que llevas es más chiquita de lo que crees.-Lisbon empezaba a tener la respiración entrecortada.- Además, se que no tienes nada puesto debajo de eso.

Con una mano, Jane lo metió en su interior.Eso hizo que un jadeo saliera de Lisbon, lo que animó más al rubio. Aunque Teresa sabía que llegarían tarde, valía la pena esta vez.

Lisbon se cambió rápidamente, no podía evitar sentirse un poco vacía mientras miraba su reflejo en el espejo. Había tomado la difícil decisión de terminar con Pike, aunque lo había querido de una manera diferente, lo sabía. Pero en ese momento, se dio cuenta de que lo que sentía por él no era suficiente para seguir adelante. Jane había sido una constante en su vida, pero ahora era ella quien necesitaba espacio para procesar sus propios sentimientos.

Cuando terminó de vestirse, se sentó en la cama, pensando en lo que acababa de hacer. Sabía que el término de su relación con Pike no solo afectaba a ella, sino que también traería cambios entre ella y Jane. Pero, a pesar de todo, sentía que lo que había hecho era lo mejor para ella. Sin embargo, el dolor seguía siendo presente. No podía evitar sentirse vulnerable.

Jane, al darse cuenta de que necesitaba tiempo para sí misma, decidió darle su espacio y salió a la cafetería. Sabía que Lisbon estaría lidiando con una mezcla de emociones y, aunque él quería estar allí para ella, comprendió que ella también debía tomar un respiro y procesar lo que acababa de suceder.

Lisbon tomó su teléfono, marcó el número de Pike y, con una voz temblorosa, rompió con él. La llamada no fue larga, pero sí lo suficiente como para que las lágrimas empezaran a brotar. Se quedó mirando al vacío, permitiendo que el dolor de la despedida la inundara. Sabía que, aunque había tomado la decisión correcta, el peso de las emociones seguía muy presente en su corazón. Sin embargo, estaba decidida a ser valiente.

Al cabo de unos diez minutos, Jane regresó. Su rostro reflejaba la preocupación de siempre, pero al ver la expresión de Lisbon, su rostro se suavizó, sabiendo que ella necesitaba algo más que palabras.

Se acercó con cautela, sin interrumpir su proceso, pero dispuesto a ofrecerle su apoyo incondicional. Sin decir una sola palabra, se acercó a ella y la abrazó con ternura, como si sus brazos pudieran transmitir todo lo que ella necesitaba escuchar en ese momento.

Lisbon se hundió en su abrazo, dejando que las lágrimas siguieran cayendo, esta vez sin tratar de ocultarlas. Jane, con calma, comenzó a acariciar su cabello con suavidad, como si cada movimiento fuera un consuelo silencioso. No necesitaba decir nada, porque el simple hecho de estar allí, en ese instante, significaba más que cualquier palabra.

—No llores —susurró él, su voz baja pero reconfortante. Sentía cómo su cuerpo temblaba ligeramente, pero no por miedo, sino por la vulnerabilidad que le transmitía. Jane le acarició suavemente la cabeza, con una ternura que rara vez mostraba, pero que sabía que Lisbon necesitaba.

Lisbon, entre sollozos, levantó la cabeza y lo miró a los ojos. Aunque sus ojos estaban llenos de lágrimas, pudo ver la sinceridad en la mirada de Jane. No solo le estaba ofreciendo consuelo, sino también todo su apoyo. Sabía que, a pesar de la dificultad, no estaba sola.

—Te quiero mucho, Teresa —le dijo él, sin dudar, y se aseguró de que sus palabras fueran escuchadas, como un recordatorio de que, sin importar las circunstancias, ella siempre tendría un lugar en su corazón.

Lisbon dejó escapar un pequeño suspiro, permitiendo que esas palabras calaran hondo. No estaba sola, eso lo sabía con certeza. Jane estaba allí, y aunque las palabras nunca podían borrar por completo el dolor, la sensación de estar acompañada en ese momento le dio la fuerza que necesitaba.

—Te quiero mucho —reiteró Jane, acariciando su cabello con suavidad, como si con cada gesto quisiera aliviar el dolor que sentía.

Lisbon cerró los ojos por un momento, disfrutando de la calma que su presencia le traía. No necesitaba más que eso, y Jane lo entendía perfectamente.

—No estás sola, Lisbon —dijo él, y su voz era un susurro lleno de cariño y seguridad.— Siempre estaré aquí para ti, siempre que me necesites.

Lisbon asintió lentamente, agradecida por el apoyo que le brindaba sin presionar, solo estando allí. En ese momento, no había nada más que importara. Solo la calidez de su abrazo y la sensación de estar protegida.

—Gracias, Jane... por estar aquí —dijo ella, sintiendo que las palabras eran apenas una fracción de lo que realmente quería expresar.

Jane, sin soltarla, la abrazó con más fuerza, permitiéndole estar completamente rodeada por su cariño. Su rostro estaba cerca del suyo, y, al sentir cómo ella se relajaba un poco más, siguió acariciándole el cabello con delicadeza, dejándola descansar en su hombro.

No había prisa, ni necesidad de hablar más. Lisbon estaba en el lugar correcto, en el momento adecuado, y lo que más importaba era que Jane estaba allí, justo cuando más lo necesitaba.

—No te preocupes —susurró Jane con una sonrisa suave, al notar que ella comenzaba a calmarse—. Todo va a estar bien.

Lisbon sonrió débilmente, sabiendo que, con el tiempo, las cosas mejorarían. Pero, por ahora, estaba agradecida por el abrazo de Jane, por el consuelo que él le ofrecía sin necesidad de palabras.

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