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La maldita droga

Canción del one shot: Cinnamon girl

La cara roja otra vez. Esta vez estaba en la oficina de la pelinegra, en la CBI. Las luces parpadeaban mientras el cuerpo de la agente yacía en el suelo. Las manos del rubio temblaban, y su respiración se hacía cada vez más pesada. El mundo pareció detenerse. Las voces a su alrededor se volvían lejanas. Miró desesperado a su alrededor. Necesitaba encontrar algo... ella no podía morir, no así.

Se despertó sobresaltado. Estaba sudando, y sus manos temblaban. Respiró profundamente mientras intentaba calmarse. Se pasó una mano por el cabello y decidió levantarse para prepararse un té. Las pesadillas ya eran algo habitual para él. Desde la muerte de su esposa e hija, habían disminuido, pero no desaparecido por completo. Siempre volvían, especialmente cuando se sentía más vulnerable.

Cuando eso pasaba, ya tenía una rutina: prepararse un té, intentar dormir unos cinco minutos y, si no lo lograba (como casi siempre), dedicarse a revisar los archivos de Red John.

Sin embargo, sus pesadillas solían involucrar a quienes más había amado: su esposa e hija. Entonces, ¿por qué esta vez había aparecido ella?

Esa pregunta rondaba por su mente mientras le daba un sorbo a su taza de té. Lo saboreó durante unos segundos, perdido en sus pensamientos. Lisbon era su compañera, su apoyo en la investigación del asesino de su familia. Pero, hasta ese momento, no la había considerado tan importante en su vida.

La idea de que Lisbon muriera lo golpeó de repente. ¿Cómo sería no verla cada mañana, con ese cabello negro que tanto le fascinaba? ¿O esos ojos verdes que reflejaban una amabilidad única? Incluso las pequeñas y casi invisibles pecas en su rostro le parecían un detalle especial, uno que pocos notaban. Y él se sentía orgulloso de ser de esos pocos.

Recordó el pequeño collar con una cruz que ella siempre llevaba, un regalo de su madre. También pensó en cómo le divertía hacerla enojar, solo para ver cómo su ceño se fruncía y su nariz se arrugaba ligeramente. Le parecía... tierno. Tal vez Teresa Lisbon significaba más para él de lo que estaba dispuesto a admitir. Pero su venganza siempre iría primero.

Se podía permitir una pequeña distracción, como lo era Teresa Lisbon. Se permitió disfrutar el pensamiento de ella un rato más. Su pequeña estatura, su valentía, su necesidad de tener todo bajo control. Una risa se le escapó al recordar la primera vez que manejaron juntos. Los gritos de ella resonaban en su mente: "¡Jane, manejas muy rápido! ¡No quiero morir hoy, baja la velocidad!" Incluso la había visto rezar con su pequeña cruz. Desde entonces, ella no le permitió volver a manejar. Aunque a regañadientes, él no se quejaba del todo; en secreto, disfrutaba esos momentos en los que ella lo reprendía.

Hubiera podido seguir pensando en ella por más tiempo, pero el sonido de la puerta lo interrumpió. Su mirada se desvió hacia la ventana, notando las gotas de lluvia que caían sin cesar. Frunció el ceño al mirar su reloj: 3:04 a.m.

Por un momento, pensó en llamar a Lisbon por si era algún criminal relacionado con un caso. Pero descartó la idea. No quería molestarla a esa hora.

Alguien volvió a tocar la puerta, impaciente. Jane decidió revisar quién era. Vestía una pijama azul y unas pantuflas blancas viejas, que tenía desde hacía más de cinco años.

Al abrir la puerta, no esperaba encontrarse con una pelinegra de 1.60 metros, ojos verdes y una mirada fulminante. Lisbon estaba empapada de pies a cabeza. Vestía una camiseta con su apellido y el número 99, que le quedaba hasta un poco más abajo de la cadera. No llevaba paraguas, y la ropa mojada se había pegado a su figura. Su cabello estaba completamente despeinado.

—Lisbon, ¿qué haces aquí? —preguntó Jane, sorprendido, mientras ella se tambaleaba ligeramente hacia él.

—¡Jane! ¿¡Por qué te demoraste tanto en abrir!? —replicó ella, con una sonrisa distorsionada.

Levantó un dedo acusador hacia el pecho de Jane, pero antes de que pudiera decir algo más, se desplomó sobre él. Su aroma era distinto al habitual; no olía a cereza y lavanda, sino a algo más...

—Mierda —murmuró para sí mismo—. Lisbon, estás drogada.

Parecía que lo había escuchado, porque se levantó de golpe, con dificultad, para mirarlo a los ojos.

—¡N-no estoy drogada! —exclamó, antes de volver a caer sobre su pecho.

—Escucha —dijo Jane, evaluando rápidamente la situación—. Vas a bañarte, después te prepararé una sopa y te daré un cuarto para que descanses, ¿de acuerdo?

Ella asintió levemente con la cabeza.

—Bien, ¿puedes decirme qué hiciste después de que resolvimos el caso? —preguntó, intentando obtener algo de información. Pero no obtuvo respuesta. Su corazón dio un vuelco al pensar en la posibilidad de que no recordara lo ocurrido esa noche.

—¿Lisbon? —preguntó suavemente, tocándole la cabeza con cuidado. Para su sorpresa, ella ya estaba dormida.

Oh, mierda. Esto no podía ir peor.

Miró alrededor, buscando alguna alternativa a lo que estaba a punto de hacer. Finalmente, suspiró y la levantó con cuidado, pierna por pierna. Ella apoyó la cabeza en su pecho, respirando suavemente.

La llevó al cuarto de invitados, admirando su rostro mientras dormía. Su respiración era tranquila, sus ojos apenas entreabiertos, y su flequillo enmarcaba su rostro de manera encantadora.

Sabía que ella había tenido una semana difícil. Había sido acusada de asesinar a un criminal que ella misma había arrestado años atrás. Había fallado en el polígrafo y no podía recordar nada de la noche del crimen. Jane estaba seguro de que Lisbon no era culpable, pero ella no parecía tan convencida.

Cuando la acomodó en la cama, sonrió al verla murmurar cosas en sueños y babear un poco. Salió de la habitación en silencio, asegurándose de no hacer ruido para no despertarla.

Jane cerró la puerta de la habitación de invitados con cuidado, mirando una última vez a Lisbon mientras dormía profundamente. Su respiración era regular, casi infantil, como si el peso del mundo que cargaba a diario se hubiera desvanecido por un momento. Aunque sabía que ese estado no era natural, una parte de él lo encontraba... adorable.

"Cuando está drogada, realmente hace cosas que jamás haría en su estado normal", pensó mientras bajaba las escaleras.

Decidió ocuparse de la sopa, aunque no estaba seguro de si ella la comería. No era un gran chef, pero sabía lo básico para esas ocasiones. Sacó una olla pequeña, calentó agua y comenzó a añadir los ingredientes que tenía a mano: pollo, algunas zanahorias, apio y una pizca de sal. El aroma empezó a llenar la cocina mientras removía con una cuchara de madera.

"Lisbon drogada, en mi casa, a las tres de la mañana. ¿Qué clase de universo paralelo es este?", murmuró para sí, casi riéndose de lo absurdo de la situación.

Mientras la sopa hervía, Jane repasaba los eventos del día. "¿Qué pudo haber pasado para que terminara en ese estado?" La había visto salir de la oficina, cansada, pero aparentemente bien. Tal vez se había encontrado con alguien, o quizá alguien la había drogado intencionalmente. Esa última idea le crispó los nervios. No soportaba pensar que alguien podría aprovecharse de ella.

Cuando la sopa estuvo lista, apagó el fuego y sirvió una porción en un tazón. Decidió subirla a la habitación de invitados. Si no la quería, al menos habría intentado.

Abrió la puerta despacio y, para su sorpresa, Lisbon ya estaba despierta. Seguía desorientada, con la cabeza apoyada en la almohada, pero sus ojos verdes lo miraban con una mezcla de irritación y confusión.

—¿Qué es eso? —preguntó con la voz rasposa, señalando el tazón con un dedo tambaleante.

—Es sopa, Lisbon. Pensé que te vendría bien comer algo.

Ella frunció el ceño, apartando la mirada como si estuviera molesta.

—No quiero sopa, Jane. No me gusta.

Jane se cruzó de brazos, apoyándose en el marco de la puerta.

—¿Desde cuándo no te gusta la sopa?

—Desde ahora.

Jane suspiró. "Definitivamente sigue drogada." Se acercó despacio, colocando el tazón en la mesita junto a la cama.

—Lisbon, necesitas comer algo. ¿O prefieres quedarte con el estómago vacío después de la noche que has tenido?

Ella se encogió de hombros, pero no dijo nada. Jane aprovechó el silencio y se sentó en el borde de la cama, tomando la cuchara.

—Bien, si no quieres comer por ti misma, te ayudaré. Abre la boca.

—¡No soy una niña! —protestó, apartando la cara, pero su tono carecía de la firmeza habitual.

—Entonces compórtate como una adulta y come tú sola, Lisbon.

Ella lo fulminó con la mirada, pero parecía demasiado cansada para seguir discutiendo. Jane tomó una cucharada de sopa y la acercó a sus labios.

—Vamos, es solo una. Por favor.


Lisbon suspiró, resignada, y abrió la boca. Jane sonrió victorioso mientras ella tragaba lentamente.

—¿Ves? No era tan terrible.

—Sabe... bien —admitió a regañadientes, aunque su tono seguía teñido de terquedad.

Jane continuó alimentándola, observándola con atención. Era extraño verla así, tan vulnerable, sin la coraza de determinación que solía llevar consigo. Cada vez que tomaba una cucharada, parecía que sus pensamientos divagaban.

—Jane... —murmuró de repente, mirándolo fijamente.

—¿Sí?

—¿Por qué siempre tienes que estar en mi cabeza?

Esa pregunta lo tomó por sorpresa. Se quedó quieto, con la cuchara en el aire, antes de responder con cuidado:

—No sabía que estaba en tu cabeza, Lisbon.

Ella soltó una risa suave, casi infantil.

—Siempre lo estás. Es molesto... pero también reconfortante.

Jane sintió un extraño calor en el pecho al escuchar esas palabras. "Definitivamente drogada," se recordó a sí mismo, aunque no pudo evitar sonreír.

—Bueno, me alegra saber que no soy completamente irritante.

Ella lo miró fijamente, como si estuviera analizando algo, y luego se dejó caer contra la almohada, cerrando los ojos.

—Eres irritante... pero también eres Jane.

—Gracias por la aclaración, Lisbon. Ahora, come un poco más.

La alimentó en silencio durante unos minutos, observando cómo sus ojos se cerraban poco a poco. Cuando terminó, Jane dejó el tazón vacío en la mesita y se levantó para salir.

El silencio en la habitación de invitados era tan profundo que Jane podía escuchar el suave goteo del grifo en la cocina. Lisbon dormía profundamente, pero el aroma que dejaba en el aire le hizo fruncir el ceño. El dulce, pero a la vez rancio, olor que emanaba de su piel no pasaba desapercibido para él. "Definitivamente necesita un baño," pensó mientras observaba a Lisbon, que aún tenía una ligera expresión de incomodidad en su rostro.

"Lisbon," dijo suavemente, aunque no esperaba respuesta. Aún estaba drogada, pero él sentía que no podía simplemente ignorar la situación. Se acercó a la cama y la tocó suavemente en el hombro. "Lisbon, es hora de que te bañes."

Lisbon levantó la cabeza un poco, su mirada desenfocada apenas reconociéndolo.

—¿Qué? —respondió, su voz un poco ahogada.

—Hueles a... a hospital y a algo más. Necesitas un baño. —Jane sonrió, a pesar de la situación.

Ella lo miró con los ojos entrecerrados, claramente molesta pero confundida.


—No quiero... —protestó, girándose para apartarse de él.


Jane, divertido, no dejó que la resistencia fuera un obstáculo.


—Vamos, es solo un baño. Y créeme, te vas a sentir mucho mejor después.

Lisbon frunció el ceño, pero sus palabras no tenían el mismo peso. Estaba drogada y apenas podía pensar con claridad.

—No quiero. ¿Por qué no me dejas en paz, Jane? —su voz sonaba como un susurro, pero claramente notaba la molestia.

Jane la miró fijamente, aún sin perder su paciencia.

—Porque te lo estoy pidiendo, Lisbon. Y porque no quiero que sigas oliendo como... bueno, como huele ahora.

Lisbon no le respondió de inmediato, pero la lucha interna en sus ojos era evidente. Finalmente, dio un suspiro derrotado.

—Está bien, está bien. ¿Vas a ayudarme a bañarme o qué?

Jane levantó las cejas.

—Pensé que no querías.

Ella hizo un gesto con la mano, como si estuviera abandonando cualquier intento de negarse.

—Quiero, pero... —murmuró mientras se frotaba los ojos. "Qué desastre," pensó Jane, observándola.

—De acuerdo, te dejaré bañarte. Pero si necesitas ayuda, sabes que puedes pedírmela.

Lisbon se incorporó lentamente, como si la idea de moverse fuera una gran tarea.

—Yo puedo hacerlo sola —respondió, su tono de voz comenzando a mostrar más firmeza. Pero su mirada estaba perdida, apenas enfocando bien las cosas.

Jane la observó caminar hacia el baño, pero su expresión cambió cuando entró y vio que no había toallas en el baño. "Qué desastre," pensó una vez más, y caminó a la puerta para alcanzarlas. Pero antes de que pudiera salir, escuchó algo extraño.

Una voz desafinada, claramente con poca entonación, se alzó en el aire.

—Bad boys, bad boys... what'cha gonna do? What'cha gonna do when they come for you?

Jane se detuvo en seco, escuchando la tonada que claramente intentaba ser un canto, pero que más bien sonaba como un grito. "¿En serio? ¿Lisbon canta 'Bad Boys'?" Se rió para sí mismo, dándose cuenta de algo. "Wow, Lisbon, si que ha estado viendo esa serie de Full House."

Decidió entrar en la habitación del baño para ver si necesitaba algo, pero cuando lo hizo, se cubrió los ojos con la mano, como si fuera a entrar en un terreno prohibido. "No quiero ser un pervertido... definitivamente no quiero."

—¿Puedo mirar? —preguntó con tono dudoso, riendo un poco por lo bajo, sabiendo que la situación se estaba tornando aún más absurda de lo que ya era.

Desde dentro del baño, Lisbon respondió con una voz aún algo soñolienta, pero clara:

—Sí, claro, Jane.

Jane sintió cómo sus dedos temblaban al apartar la mano de sus ojos. Cuando miró, su respiración se detuvo por un segundo. Lisbon, desnuda, estaba de pie frente al espejo, como si fuera la cosa más normal del mundo. En ese momento, la mirada de Jane recorrió sin querer la figura de Lisbon, y lo que ocurrió a continuación fue un caos absoluto.

—¡¿QUÉ ESTÁS HACIENDO?! —Lisbon gritó, tan sorprendida como molesta, mientras cubría su cuerpo con las manos.

Jane, completamente avergonzado, dio un paso atrás y cerró los ojos de inmediato.

—¡Perdón, perdón! ¡No era mi intención! —exclamó, mientras trataba de calmar el rojo que subía por su rostro.

—¡Eres un pervertido! —gritó Lisbon, ahora claramente enfadada, mientras comenzaba a moverse en el baño.

—¡Lo siento, lo siento mucho! ¡No volverá a pasar! —respondió Jane, apretando los ojos, intentando no mirar ni un centímetro hacia la habitación.

Lisbon soltó un resoplido de frustración. Afortunadamente para él, su sentido de la vergüenza fue más fuerte que su curiosidad, y no intentó ver más allá de las circunstancias. "¡Esto va a ser lo peor!" pensó Jane mientras dejaba las toallas en el suelo del baño y salía rápidamente de la habitación.

Cuando salió del baño, se quedó en el pasillo, esperando a que Lisbon terminara. Cada tanto, escuchaba su voz desafinada seguir cantando un par de versos más de Bad Boys, pero esta vez sin la misma confianza de antes. La vergüenza de ambos había causado que el ambiente se volviera tenso, aunque de alguna manera, Jane no podía dejar de reír por lo absurdo de todo.

Se pasó una mano por el cabello, frustrado. "Nunca en mi vida imaginé que esto pasaría," pensó, sintiendo que el cansancio de la noche comenzaba a pasarle factura.

Finalmente, después de unos minutos, la puerta del baño se abrió. Lisbon salió, completamente cubierta con la toalla.

—¿Qué tal? —preguntó Jane, alzando una ceja, intentando recuperar un poco de compostura.

—Aún no me ha pasado nada grave, así que creo que sobreviviré —respondió Lisbon, sin mirarlo directamente.

—¿Te sientes mejor?

Lisbon lo miró un momento, sus ojos brillando con una mezcla de molestia y resignación.

—Sí, un poco... pero aún me siento raro.

—Lo sé. Pero lo importante es que ya te bañaste.

Lisbon asintió, sin decir nada más. Jane la miró con algo de preocupación, sabiendo que aún quedaba mucho que no entendía sobre ella, pero en ese momento decidió no preguntar más. Simplemente se quedó allí, mirando mientras ella se envolvía más en la toalla.

La risa y la incomodidad de la noche ya quedaban atrás, pero Jane sabía que, tarde o temprano, ambos tendrían que enfrentar lo que acababa de pasar.

Jane estaba a punto de levantarse para regresar a su habitación cuando, de repente, escuchó la voz de Lisbon desde el otro lado de la habitación.

—Jane... —su voz sonó suave, pero algo titubeante—. ¿Podrías quedarte un momento?

Él se detuvo, con la mano ya en el pomo de la puerta, sorprendido por la súbita petición. Había algo en su tono que no podía ignorar, algo que no era típico de Lisbon. Normalmente, ella sería la última en pedirle algo así, especialmente en su estado actual. Pero esa noche había algo diferente en ella. El cansancio y el desconcierto en sus ojos lo hacían dudar.

Se giró lentamente hacia ella, y la vio de pie junto a la cama, envolviéndose más en la toalla, con la mirada un poco perdida. Jane frunció el ceño, sintiendo la pesadez del ambiente que ahora parecía estar más cargado de lo normal.

—¿Estás segura de que quieres que me quede? —preguntó él, su tono suave pero lleno de preocupación. Sabía que Lisbon nunca pediría algo así a menos que realmente lo necesitara. Pero ella no parecía estar completamente en sus cabales, y eso lo inquietaba.

Lisbon, con una expresión que era una mezcla de vulnerabilidad y cansancio, asintió lentamente, evitando hacer contacto visual por un momento.

—Sí... por favor... —su voz temblaba ligeramente, como si estuviera luchando contra algo más grande que ella misma. El rostro de Jane se suavizó al escuchar el súplica en sus palabras. Algo no estaba bien, y él lo sabía.

Sin pensarlo dos veces, Jane dejó la puerta y volvió hacia la silla junto a la cama. Se sentó allí, cruzando las piernas con un suspiro. Aunque no era la situación más cómoda ni la más fácil de manejar, sabía que debía quedarse. Ella lo necesitaba. Lisbon estaba pasando por algo complicado, algo que no se veía a simple vista, pero que Jane podía leer en sus ojos.

Lisbon se acercó lentamente y, después de un largo silencio, miró a Jane con un dejo de incertidumbre en sus ojos.

—Jane... —murmuró, casi vacilante—. ¿Podrías... acostarte aquí, a mi lado?

Jane se quedó en silencio por un momento, buscando las palabras correctas. Sabía que esto no era lo que normalmente haría, especialmente con ella en ese estado, pero la situación era tan compleja, tan... triste, que no pudo rechazar su solicitud.

—Lisbon, no sé si... —comenzó a decir, pero se detuvo, dándose cuenta de lo importante que era para ella en ese momento. Sin embargo, la preocupación en su mente seguía presente. Aún no entendía bien lo que estaba sucediendo, pero podía percibir que no era un simple malestar. Algo mucho más grande estaba afectando a Lisbon, algo que no podía ignorar.

Finalmente, respiró hondo y se acercó a la cama, su mente en conflicto con sus sentimientos. No quería que ella pensara que él aprovechaba su vulnerabilidad. No se trataba de eso. Era simplemente... ella necesitaba algo, y si estaba en su poder dárselo, lo haría.

—Está bien —respondió, con una voz tranquila, sin dudar más. Se echó en la cama, a su lado, manteniendo una distancia respetuosa, pero suficientemente cerca como para que ella supiera que no estaba sola.

Lisbon, aunque algo cansada, no pudo evitar notar cómo su corazón se aceleraba al sentir la cercanía de Jane. Sin embargo, había algo reconfortante en tenerlo allí. A lo largo de los años, había desarrollado una relación compleja con él, una mezcla de respeto y afecto, pero en ese momento, la necesidad de su compañía era más profunda. Ella se giró para mirarlo con los ojos entrecerrados, observando cómo su rostro se relajaba al estar cerca de ella, algo que rara vez veía. Jane estaba tenso en su postura, claramente respetuoso de la situación, pero aún así, su presencia le daba una sensación de calma.

Sin querer, Lisbon empezó a fijarse en los detalles de Jane, cosas que nunca había tenido tiempo de observar tan de cerca. Su cabello, desordenado, caía ligeramente sobre su frente. Parecía tan suave al tacto, y por un segundo, casi deseó poder tocarlo, pero no lo hizo. Luego sus ojos, esos ojos que siempre parecían analizarlo todo con una precisión casi inquietante, estaban ahora cerrados, como si hubiera decidido desconectarse de todo por un momento. Lisboa admiraba la serenidad que emanaba de él, una serenidad que, de alguna manera, la hacía sentir menos sola.

—¿Te sientes mejor? —preguntó Jane en voz baja, mirando hacia el techo, pero con el oído atento al más mínimo cambio en su respiración.

Lisbon dudó un momento, como si estuviera buscando las palabras correctas.

—No del todo... —susurró finalmente. Aunque sabía que no era solo el cansancio físico lo que la afectaba, no podía poner en palabras lo que realmente sentía. Las acusaciones, el polígono, el caso que no podía recordar... todo eso pesaba sobre ella, y sentía que se estaba ahogando. Pero Jane, allí a su lado, parecía la única ancla que quedaba en su vida por el momento.

Jane, al escuchar su respuesta, volvió la cabeza hacia ella, tratando de transmitir una sensación de seguridad a través de su mirada.

—Lo entiendo... —murmuró, con un tono bajo, suave, casi protectivo—. Lo que sea que necesites, estoy aquí.

Lisbon cerró los ojos por un momento, agradecida, aunque no podía decirlo en voz alta. Sabía que Jane no entendería completamente lo que pasaba por su mente, pero de alguna manera, sentía que no lo necesitaba. Simplemente, tenerlo allí, a su lado, le daba un consuelo que no había experimentado en mucho tiempo.

El silencio se apoderó de la habitación mientras ambos intentaban relajarse. Lisbon no podía evitar pensar en todo lo que había sucedido durante la semana, las acusaciones que había tenido que enfrentar, la confusión que sentía por no poder recordar la noche del asesinato. Y, a pesar de todo, allí estaba Jane, dispuesto a quedarse a su lado, incluso cuando todo lo que él había conocido de ella parecía estar cayendo por los bordes.

Lisbon no podía dormir. Aunque el cansancio físico la había alcanzado, su mente seguía corriendo a mil por hora, llenando el espacio con pensamientos inquietos que no la dejaban relajarse. Movió la cabeza en la almohada una vez más, y al ver que Jane estaba casi dormido a su lado, una idea surgió en su mente, aunque de una manera algo distorsionada por el efecto de la medicina que había tomado.

—Jane... —murmuró, girándose lentamente hacia él, su voz sonaba un poco más animada de lo que debería, con un tono juguetón que era completamente ajeno a su naturaleza habitual.

Jane, con los ojos entrecerrados, dio un suspiro resignado. Sabía que Lisbon no estaba en su estado normal, pero decidió seguir el flujo de la situación con cautela.

—¿Qué pasa, Lisbon? —preguntó, sin mucha esperanza de que fuera una solicitud lógica. No estaba del todo equivocado.

Lisbon se sentó en la cama con una sonrisa torcida, mirando a Jane con ojos grandes y brillantes.

—No puedo dormir... —dijo, como si fuera una revelación importante. Después, sin pensarlo, continuó—. Y... ¿qué tal si vemos una película de terror?

Jane, que ya estaba medio dormido, levantó una ceja, perplejo.

—¿Una película de terror? —preguntó, claramente confundido. No podía entender cómo, de todos los géneros posibles, ella escogería eso en su estado actual. —Lisbon, es tarde, y no creo que sea el momento adecuado para eso... —su voz sonó algo vacilante. Pero su expresión no estaba exenta de una ligera sonrisa al ver lo ridículo de la situación.

—¡Sí, sí, sí! —Lisbon insistió, moviendo las manos como si estuviera tratando de convencerlo de algo muy importante. —Es la mejor idea del mundo, Jane. ¡Vamos a ver algo espeluznante!

Jane se sentó con más dificultad, mirando con cautela a Lisbon. A pesar de las risas que le provocaba la situación, sabía que no podía dejarla sola con sus delirios. De todos modos, no se sentía del todo cómodo con la idea. Pero como si el destino estuviera de su lado, Lisboa le dio un vistazo cómplice, y no pudo resistirse a su encantadora, aunque un poco errática, insistencia.

—¿Una película de terror, eh? —dijo, frotándose los ojos. —Está bien, pero no te asustes, ¿eh? No quiero tener que consolarte toda la noche.

Lisbon frunció el ceño, aparentemente desafiada por la insinuación de que podría asustarse.

—¡Nunca! —respondió en un tono de afirmación tan fuerte que parecía más un reto. Luego, con una cara de traviesa curiosidad, se sentó frente al televisor y comenzó a rebuscar entre las opciones de películas.

Finalmente, encontró una de terror clásico y, con una sonrisa satisfecha, presionó el botón para iniciar la reproducción.

Jane la observó con una ligera sonrisa mientras se recostaba de nuevo en la cama, consciente de lo que estaba por venir. Sabía que Lisbon, con la mente alterada por la medicación, podría terminar sobresaltándose a la mínima oportunidad. Y así fue. En cuanto las luces apagadas, la película comenzó.

Al principio, todo iba bien. Lisbon estaba sentada al borde de la cama, absorta en lo que parecía ser una película de suspenso, sin aparentar miedo, aunque cada tanto su mano se llevaba al rostro como si estuviera tratando de ocultar alguna sensación incómoda.

Pero en cuanto apareció una figura espeluznante en la pantalla, Lisbon se tensó completamente, sus ojos se abrieron como platos y su cuerpo se estremeció.

—¡No, no, no! —gritó, tapándose los ojos con las manos, pero no podía evitar mirar entre los dedos. —¿Por qué hace eso? ¿Por qué miran a esa cosa? ¡¿No saben que les va a matar?!

Jane, viendo cómo se alteraba más y más, no pudo evitar reírse de la situación. Aunque le daba algo de pena, no pudo contenerse ante el espectáculo tan absurdo que tenía frente a él.

—Es solo una película, Lisbon —dijo entre risas, con una voz llena de diversión.

Lisbon, sin embargo, no parecía estar de acuerdo con su evaluación.

—¡Shh! —le hizo un gesto con la mano para que se callara. —¡No hables! ¡Es demasiado!

El sonido de un suspiro de alivio al ver que la escena pasó fue audible. Lisbon se acomodó en la cama nuevamente, respirando más profundamente, pero aún inquieta.

—¡Eso estuvo horrible! —dijo, mirando a Jane con los ojos aún muy abiertos, como si esperara que le diera alguna respuesta que la calmara.

Jane la miró, entre divertido y comprensivo.

—¿Qué te parece si cambiamos de película? —ofreció en tono burlón, esperando que aceptara, aunque sabía que, en el fondo, Lisbon no quería perder la apuesta a sí misma de no asustarse.

Pero entonces, en ese momento, hubo otra escena de terror, y Lisbon, sin previo aviso, saltó de la cama y se tapó los ojos, exclamando entre risas y gritos.

—¡Ay, no, no! ¡Es demasiado para mí! —dijo, como si fuera una niña pequeña.

Jane se rió de su respuesta, sin poder resistirse.

—¡Lisbon! —exclamó, cubriéndose la boca con la mano para tratar de controlarse. —¡Sabía que esto iba a pasar!

Lisbon se giró hacia él con una expresión que no podía decir si era de diversión o terror, y murmuró de una forma muy graciosa, a medio camino entre lo serio y lo ridículo.

—¿Te burlas de mí? ¿Te burlas de la valiente detective Lisbon que está completamente preparada para enfrentar lo peor? —su tono era sarcástico y juguetón.

Jane se recostó en la almohada, dándose por vencido en tratar de evitar reírse de ella.

—No, claro que no —respondió con una sonrisa, alzando una mano en señal de rendición. —Solo... asegúrate de no romper algo en el proceso.

Lisbon, mirando la pantalla, trató de controlar su risa mientras se sentaba nuevamente en la cama, aunque todavía nerviosa.

—Eso fue... bueno, no sé si valió la pena, pero por lo menos ya no siento tanto miedo. —se tumbó de nuevo, respirando de manera más tranquila, aunque aún con el corazón acelerado.

Después de un largo rato viendo la película, que parecía ser un desastre cómico más que un horror genuino, Jane apagó la televisión y miró a Lisbon con una ligera sonrisa en el rostro.

—Bueno, eso fue... interesante. —dijo con una mueca divertida.

Lisbon se giró hacia él con una mirada de fatiga, pero también de algo más, como si todo lo sucedido le hubiera permitido relajarse un poco.

—Sí... —murmuró, con una pequeña sonrisa—. Ahora, quiero dormir...

Jane apagó la luz, pero justo cuando todo se sumió en la oscuridad, un grito resonó por toda la habitación. Lisbon, aterrada, pegó un salto en la cama y se cubrió la cara.

—¡No, Jane! ¡Por favor, prende la luz! ¡Es la sombra! ¡Está aquí!

Jane, sorprendido por la reacción de Lisbon, se echó hacia atrás en la cama, riendo con ganas.

—¿Quieres que apague o prenda la luz? —preguntó entre risas.

Lisbon, entre risas nerviosas y una sonrisa de vergüenza, le respondió rápidamente.

—O-okey apágala-

Jane, aún riendo, le lanzó una propuesta inesperada.

—Si tienes tanto miedo, ¿quieres acurrucarte en mi pecho para sentirte más tranquila? —dijo en tono juguetón, pero amable.

Lisbon dudó por un momento, la vergüenza apareció en su rostro, pero al final, aceptó. Sin decir nada más, se acercó y descansó la cabeza sobre su pecho. En ese instante, Jane la rodeó con su brazo, sintiendo cómo el peso de los últimos momentos se desvanecía por completo.

—Tranquila, Lisbon —dijo en voz baja, casi un susurro—. Ya no hay nada de qué temer.

Lisbon, finalmente, se acomodó, cerrando los ojos. El cansancio la alcanzó, y en ese momento, pudo descansar. Sin palabras, se quedó allí, rodeada por la tranquilidad que solo Jane podía darle en ese momento.

Y así, por fin, logró quedarse dormida.

Jane no pudo evitar admirarla durante un rato más, sus pestañas, sus labios, su respiración y los mechones que sobresalían. Lentamente, apartó cada uno de ellos. Lisbon dormía como un ángel, y el rubio se sentía algo triste en parte que Lisbon haya estado drogada. Sin embargo, no le iba a contar a nadie sobre eso. Lo que era de los dos, era solo suyo.

Se dispuso a dormir, pero antes ese pensamiento no pudo evitar rondar por su cabeza "Es perfecta" y justo en ese momento, un ronquido salió de la pelinegra. Una pequeña risa salió del rubio, "Con todo su ser"

Cerró los ojos,  y terminó aceptando que Teresa Lisbon podía ser un poquito más que una distracción.

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Okey, primero lo primero, no quería hacerlo tan largo(tenía pensado escribirlo alrededor de dos mil palabras) segundo IM BACK BABY. Extraña escribir sobre estos dos, y volviendo a ver The Mentalist, mi inspiración volvió. La tercera cosa que debo agregar, es que esto está ambientado en el cap 3 de la temporada 2(lo se, lo debí decir al principio)  Por último, que este es mi one shot favorito, a pesar de que no es el más largo, espero te haya gustado tanto como a mi :)

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