PARTE 2
Canción:No.1 Party Anthem
Teresa Lisbon se despertó con una sensación extraña, como si todo a su alrededor estuviera dando vueltas. Abrió los ojos lentamente, pero la luz que entraba por la ventana la cegó momentáneamente, lo que la hizo entrecerrar los ojos y fruncir el ceño. Su cabeza palpitaba con un dolor suave pero constante, como si alguien estuviera golpeándola con un martillo cada vez que intentaba pensar. No se sentía lo suficientemente descansada, y en su garganta, un leve dolor la hacía toser de vez en cuando. "¿Otra vez? ¿De verdad?" pensó, mientras intentaba hacer un esfuerzo para levantarse. Sin embargo, su cuerpo se resistía, la sensación de cansancio era abrumadora.
Decidió que dormiría un poco más. "Solo un ratito más", se dijo a sí misma, mientras se acurrucaba de nuevo entre las sábanas. Al menos eso creía, hasta que un fuerte estornudo la despertó de nuevo. La sacudió de tal manera que estuvo a punto de caer de la cama. "Ugh... Esta maldita gripe", murmuró irritada mientras se sujetaba la cabeza. Respiraba con dificultad, su nariz estaba tapada, y lo peor de todo es que no podía parar de estornudar. Pensó en levantarse para tomar algo de medicina, pero su cuerpo simplemente no respondía.
En el momento en que pensaba que se volvería a quedar dormida, un ruido suave, como el de pasos en la cocina, llegó a sus oídos. Teresa levantó la cabeza rápidamente. "¿Es en serio?" se dijo a sí misma. Se quedó quieta, escuchando atentamente, y en cuestión de segundos, reconoció el sonido de alguien moviéndose. "Un ladrón", murmuró confundida.
Le costó un poco levantarse, pero lo hizo, con una mezcla de curiosidad y cansancio. Sintió la incomodidad de su cuerpo al ponerse de pie, y tras un par de intentos, logró caminar hasta la cocina, donde pudo ver la silueta de alguien de espaldas a ella. Estaba frente a la estufa, aparentemente preparando algo.
En un impulso, metió la mano en el bolsillo de su pantalón, donde guardaba siempre su arma, por si acaso. Sabía que no debía confiarse, aunque en ese momento se sintió tonta. No estaba en servicio, pero aún así, su instinto le dijo que fuera precavida. Cuando entró en la cocina y vio a Patrick, apuntó el arma directamente hacia él, sorprendida por el pequeño destello de alerta que se activó en su mente. Sin embargo, cuando sus ojos se encontraron con los de Patrick, y él se dio vuelta con una expresión casi burlona, rápidamente se dio cuenta de lo ridículo que era. –¡Ah! ¡Dios, eres tú!–, exclamó mientras, aliviada, bajaba la pistola.
Patrick levantó una ceja, no demasiado sorprendido, pero sí divertido. –¿En serio, Lisbon?—, dijo mientras se reía con ligereza. –¿Me vas a disparar por hacer el desayuno?–añadió mientras se giraba para continuar con lo que estaba haciendo.
— ¿No deberías estar en cama? — respondió Teresa, tratando de mantener un tono serio, pero su voz temblaba ligeramente debido al malestar y los estornudos constantes que la atacaban.—Ayer estabas muy enfermo–
Jane empezó a caminar hacia ella.—Me recupere—Patrick no se detuvo. Sonrió con amabilidad y dio un paso hacia ella. Le tocó la frente con la palma de su mano y en el momento en que sus dedos hicieron contacto, se dio cuenta de inmediato del calor que emanaba de su piel.
— Estás ardiendo, Lisbon — dijo, algo preocupado, pero sin perder la sonrisa.
Lisbon no pudo evitar estornudar de nuevo, y por más que intentaba decir algo, sus palabras se ahogaban entre los estornudos.
— ¡J-jane! Es solo un resfriado... — trató de decir entre los sollozos involuntarios.
Patrick solo la miró, la preocupación ahora siendo más evidente en su rostro. Se inclinó un poco hacia ella, inspeccionándola.
— No, no lo es. Y no te haré caso, te vas a dormir de nuevo. Olvídate del trabajo hoy. — Dijo, mientras la guiaba suavemente hacia su cama.
— No... no quiero dormir...— replicó Teresa, pero su cuerpo la traicionó. Las fuerzas comenzaron a abandonarla, y ella se dejó caer en la cama con una exhalación, dejando que el cansancio la envolviera.
Patrick no dijo nada más, pero rápidamente fue a la cocina a preparar algo de comer. Mientras esperaba que la sopa estuviera lista, preparó una taza de té caliente y una pequeña bandeja con lo necesario para que Teresa pudiera recuperarse lo antes posible. Regresó a su cuarto con la bandeja en sus manos, pero al entrar vio que Teresa ya estaba dormida, abrazada a la manta que había dejado sobre ella. Su respiración era tranquila, pero todavía se la podía escuchar murmurar entre sueños.
De repente, Patrick escuchó un murmullo que lo hizo sonreír de inmediato.
— Patrick... imbécil... solo mío... — dijo Teresa, completamente ajena a la presencia de él.
Patrick se quedó en silencio, mirando la escena con una sonrisa encantadora. Se acercó a ella y, con delicadeza, le acarició el cabello antes de dejar un suave beso en su frente.
— Bella durmiente... — susurró mientras la cubría más con la manta y dejaba la bandeja a un lado.
De repente, Teresa abrió los ojos lentamente, medio despierta. No entendía muy bien lo que pasaba, pero al ver a Patrick a su lado, se incorporó un poco, aunque aún estaba medio dormida.
— ¿Qué... qué estabas soñando? — preguntó Patrick con una sonrisa de oreja a oreja.
–No lo sé–murmuró confundida, rascándose la cabeza. Al cabo de unos segundos, todo vino a su mente y se sonrojó.
Patrick, al notar que Teresa parecía más consciente, se sentó junto a ella.
— Mmm, bueno yo escuché algo sobre un imbécil... y que soy solo tuyo. — dijo con una sonrisa traviesa, y Teresa se sonrojó inmediatamente.
— No... no estaba soñando nada... No estaba soñando nada... — trató de responder ella.
Patrick, al ver cómo se ruborizaba, no pudo evitar soltar una pequeña risa. Luego, sin decir una palabra más, encendió la televisión y puso una película.
— Te gustan las películas de terror, ¿verdad? — preguntó, con una sonrisa traviesa en el rostro.
El prendió la TV de su cuarto, mientras ambos se tapaban con una manta. Lisbon ha había terminado su sopa y su té, y lo había dejado en el piso.
La película comenzó con un sonido bajo y tenso que llenaba la sala, la luz tenue de la televisión iluminaba apenas el rostro de Teresa, que ya no intentaba disimular su miedo. Cada vez que la pantalla se oscurecía, sus ojos se abrían más, expectantes, pero a la vez nerviosos.
De repente, un ruido fuerte interrumpió el silencio, y un monstruo con una cara horrible saltó de la nada en la pantalla. Teresa gritó tan fuerte que hasta Patrick se sorprendió.
— ¡Dios mío!— exclamó, casi saltando del sofá. Los estornudos seguían atacándola, y por un momento parecía que su cuerpo no podía soportar el ritmo de la película ni la cantidad de estornudos.
— ¡Qué pasa, Lisbon! ¿Eres una experta en cazar asesinos o no?— Patrick la miró con una sonrisa traviesa, sabiendo que la estaba molestando, pero también se preocupaba por ella.
Ella lo golpeó en el hombro con una fuerza suave pero firme, molesta por su comentario, aunque en el fondo lo sabía. Sin embargo, no podía evitar sentirse frustrada. Cada vez que algo sucedía en la pantalla, su cuerpo reaccionaba como si estuviera en peligro, y su instinto era agarrarse de él, buscando seguridad. Se encogió hacia él, un poco avergonzada, sin querer que él viera lo asustada que realmente estaba.
— ¡Ya basta, Jane! ¡Déjame en paz!— dijo entre risas nerviosas, mientras frotaba su nariz con la manga de su suéter, antes de estornudar una vez más, esta vez de forma tan ruidosa que casi no podía respirar.
Patrick se echó atrás, disfrutando de la situación, pero también algo preocupado. La veía tan vulnerable, y eso, en lugar de hacerla menos atractiva, la hacía más. A medida que la película continuaba, Teresa estaba tan metida en la historia que su atención parecía completamente absorbida por cada giro aterrador. Cada vez que un personaje se acercaba a una puerta o a una esquina oscura, Teresa se tensaba, y cada vez que un grito surgía de la pantalla, sus estornudos volvían con más fuerza.
A Patrick no le molestaba, pero estaba preocupado por lo mal que se sentía. El sudor en su frente se hacía más visible y su respiración entrecortada era una señal clara de que estaba luchando contra un resfriado que había empezado a hacerle mella. Y aunque sabía que ella estaba luchando por mantener una cara de "soy dura", en realidad parecía una niña pequeña asustada por las noches.
De repente, una figura fantasmagórica apareció en la pantalla, y Teresa dio un pequeño saltito hacia él, abrazándose a su brazo con fuerza. Fue tan repentino que Patrick se rió por lo bajo.
— ¿De verdad? ¿Así es como atrapas a los asesinos? ¿Sufres por las películas de terror?— le preguntó entre risas, disfrutando del momento.
— ¡Calla, Jane! — le respondió, golpeándole el hombro nuevamente, pero con una sonrisa tensa. Estaba tan irritada por su comportamiento, pero a la vez tan agradecida por su cercanía. Teresa sabía que no había otro lugar en el mundo donde se sintiera más segura que en los brazos de Patrick, aunque él no dejara de burlarse de ella.
Cada vez que el sonido de un "grito" o un "salto" de los personajes de la película la ponía a temblar, ella se acurrucaba más contra él, buscando su calor. Patrick, se dió cuenta de que en cierto modo le gustaba. No lo admitía en voz alta, pero Teresa estaba tan cerca, tan vulnerable, que no podía evitar sentirse protector con ella.
— Estás tan tensa... ¿No puedes relajarte un poquito? — dijo, riendo suavemente mientras le acariciaba la espalda, tratando de calmarla.
— ¡No puedo! — exclamó, con otra explosión de estornudos. — Es que... ¡esto está tan mal hecho! ¿Cómo puede la gente disfrutar de esto?
Patrick sonrió, dándole un pequeño beso en la frente antes de continuar con su broma.
— Quizás necesitas otra dosis de miedo para que te cures más rápido. — murmuró con tono divertido.
De repente, un nuevo giro inesperado en la película la hizo gritar, casi cayéndose hacia él, mientras sus manos lo apretaban con tanta fuerza que él tuvo que reírse.
— ¡Patrick Jane! ¡Dios, que susto! — exclamó, sin poder contenerse. Esta vez no pudo evitar abrazarse a él. Su cuerpo estaba tenso, y los estornudos seguían como si no pudieran cesar.
— ¿Así te asustas de un monstruo, pero no de los asesinos reales? — le dijo Patrick entre risas.
— ¡Cállate! ¡No seas tan pesado! — volvió a golpearlo en el hombro, esta vez con un poco más de fuerza.
Patrick se inclinó hacia ella, disfrutando de la forma en que se encogía a su lado y de cómo sus estornudos eran lo único que podía escuchar junto con su respiración agitada. Cuando Teresa miró la pantalla y vio un monstruo más, dejó escapar un quejido bajo y se cubrió los ojos.
— ¡Esto es una locura! No puedo ver más. — dijo, aunque su curiosidad era tan fuerte como su miedo. A pesar de las tensiones y los sustos, había algo en Patrick que la calmaba, una fuerza tranquila que siempre estaba allí para ella, aunque ella misma no se diera cuenta de lo que realmente sentía.
Patrick la miró con una mezcla de diversión y ternura. En lugar de burlarse, le dio un beso en la frente, un gesto reconfortante que la hizo sentirse más segura a pesar del caos de la película.
— Vamos, no tengas miedo. Es solo una película, ¿recuerdas? — le susurró mientras la abrazaba un poco más.
Pero en ese mismo momento, un grito desgarrador de la película la hizo saltar de nuevo. Teresa se aferró a él con más fuerza, y esta vez, no pudo evitar reírse un poco de sí misma.
— Creo que este es mi peor miedo...— susurró, con una pequeña risa nerviosa.
— ¿El miedo a las películas de terror? — Patrick preguntó con un tono burlón.
— No, el miedo a que tú me sigas molestando toda la noche. — dijo alzando una ceja mientras a él se le escapaba una risa.
La habitación estaba tranquila, iluminada solo por la luz suave de la televisión. Patrick y Teresa, ya acostados juntos en la cama, parecían disfrutar de la calma después de un día largo, aunque ella, claramente resfriada, no se sentía nada bien. A pesar de los estornudos y la congestión, Teresa no podía evitar moverse cerca de él, acurrucándose en su pecho.
Patrick estaba completamente consciente de lo que Teresa estaba haciendo, pero no podía evitar sonreír por lo divertida que era. Ella, siempre tan firme y profesional en el trabajo, no dejaba de ser tan juguetona cuando estaban en privado. Cada vez que Teresa se acercaba un poco más, él sentía cómo su cercanía lo afectaba, pero no podía ceder tan fácilmente.
— Te estás acercando mucho, Lisbon...— dijo Patrick, fingiendo ser serio, aunque su voz temblaba por la risa que no podía contener.
— ¿Te molesta? — preguntó Teresa con una sonrisa traviesa, sabiendo que su cercanía y la suavidad de su respiración le estaban afectando más de lo que él quería admitir.
Patrick negó con la cabeza, pero no pudo evitar que su pulso se acelerara. Teresa, con la fiebre y todo, seguía jugando con él, buscando alguna excusa para que sus cuerpos se rozaran más. Ella sabía lo que estaba haciendo, y a pesar de que se sentía mal, lo aprovechaba para hacerle perder el control.
— No, no me molesta... pero deberías descansar, estás peor de lo que admites. — Patrick trató de ser la voz de la razón, pero su cuerpo ya estaba reaccionando a la cercanía de Teresa. Ella, con su mirada juguetona y esa sonrisa desafiante, lo estaba poniendo a prueba.
— No quiero descansar... quiero estar contigo, — dijo Teresa, presionando suavemente su pierna contra la de él. Patrick podía sentir el calor de su piel, la suavidad de su cuerpo, y la forma en que su respiración se hacía más pesada, incluso con el resfriado.
Patrick soltó un suspiro, aún resistiéndose a ceder a la tentación. Sabía que Teresa estaba siendo intencionalmente provocadora, pero había algo en ella, en cómo se movía cerca de él, que lo volvía loco.
— Lisbon, ya sé lo que estás haciendo... — susurró, casi como una advertencia.
Pero Teresa, en lugar de retroceder, se acurrucó aún más contra él, su respiración se volvió más irregular por los estornudos, pero seguía con esa actitud de no querer separarse. Cada vez que ella se acercaba, él sentía una corriente eléctrica recorrer su cuerpo.
— ¿Y qué estoy haciendo, Jane?— le susurró al oído, mientras sus manos jugueteaban con la manta, dejando claro que no tenía intenciones de detenerse.
Patrick intentó mantenerse firme, pero sabía que estaba perdiendo la batalla. Su respiración también se hacía más pesada, su cuerpo reaccionando a la cercanía de Teresa.
— Te estás aprovechando de que no puedo resistirme... — dijo él, sin poder evitar sonreír ante la audacia de ella.
Teresa se echó hacia atrás, mirándolo con una expresión traviesa.
— ¿Deberías resistirte? ¿Es eso lo que quieres? — preguntó, sabiendo que Patrick no podía responder sin sentirse atrapado en el juego.
— No, claro que no... — Patrick finalmente cedió, su tono de voz suavizándose. — Pero no quiero que te pongas peor, tú estás enferma.–
Teresa, aún con fiebre, negó con la cabeza mientras se acercaba más a él. Ya no estaba interesada en seguir las reglas. Estaba jugando a su manera, disfrutando de cómo la situación se volvía más intensa. Con una sonrisa, le acarició suavemente el rostro, y antes de que Patrick pudiera decir algo más, la besó suavemente en los labios.
El beso fue tierno al principio, pero con el tiempo se intensificó, mientras ambos se sumergían en el momento. Los dedos de Teresa recorrían el cuello de Patrick, mientras él, sin dejar de sonreír, la abrazaba más fuerte, sintiendo cómo la fiebre de Teresa aumentaba aún más. Pero eso no los detuvo.
— No me hagas olvidarme de que estás enferma... — murmuró Patrick, entre besos.
— No me importa, — Teresa susurró, sonriendo de nuevo, sintiendo cómo sus corazones latían al unísono. — Solo quiero estar contigo.–
-No vamos a tener sexo, Lisbon- Jane se separo con cuidado de ella
. Lisbon hizo un pequeño puchero antes de que él le deposite un suave beso en su frente.
Teresa, aunque resfriada, parecía olvidar todo lo demás cuando estaba cerca de Patrick. Se recostó más sobre él, buscando consuelo, y él no hizo más que rodearla con sus brazos.
Teresa estaba acurrucada contra Patrick después de la maratón de películas. A pesar de los estornudos y el leve rubor que la fiebre le provocaba, tenía una mirada traviesa que Patrick reconocía demasiado bien.
—¿Qué estás tramando, Lisbon? —preguntó, levantando una ceja mientras la miraba de reojo.
Ella sonrió inocentemente y se apartó un poco para mirarlo a los ojos.
—Solo estaba pensando... ¿Qué tal si hacemos algo más interesante que ver películas?
Patrick se recostó sobre los almohadones, analizándola con esa expresión relajada que tanto la irritaba.
—¿Qué clase de "interesante" tienes en mente?
Teresa se enderezó y señaló la mesita de noche donde él había dejado una baraja de cartas.
—Póker. Con una pequeña apuesta.
Patrick rió, claramente entretenido por la idea.
—Lisbon, estás enferma, agotada y apenas puedes respirar sin estornudar. ¿Seguro que quieres enfrentarte a mí?
—¿Qué pasa? —lo retó ella, cruzándose de brazos. —¿Tienes miedo de perder?
Patrick negó con la cabeza, aún sonriendo.
—Está bien, ¿cuáles son las condiciones?
Teresa adoptó un aire de confianza.
—Si yo gano, haremos lo que yo quiera.
Patrick inclinó la cabeza, intrigado.
—¿Y eso incluye...?
—No necesitas saber los detalles —respondió ella rápidamente, sonrojándose. —Pero si tú ganas, podemos dormir.
Patrick fingió pensarlo mientras barajaba las cartas con elegancia.
—Me parece justo. Aunque, considerando mi habilidad, deberías empezar a pensar en lo cómoda que será esta cama por el resto de la noche.
Teresa rodó los ojos y tomó las cartas que él le repartió, decidida a ganar.
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El juego comenzó de forma relajada, con Patrick burlándose ligeramente de los intentos de Teresa por mantener la compostura entre estornudos.
—Lisbon, ¿estás segura de que no necesitas un pañuelo antes de apostar todo? —dijo, echándole una mirada divertida.
—Cállate, Jane. Estoy perfectamente bien —replicó ella, estornudando justo después de hablar.
Patrick sonrió con suficiencia y mostró sus cartas.
—Escalera de color.
Teresa apretó los dientes y miró sus propias cartas. Había perdido, otra vez. Pero no se rindió; continuaron jugando varias rondas más, y ella estuvo cerca de ganar en una ocasión, hasta que Patrick sacó otra mano perfecta en el último momento.
—¡Esto no tiene sentido! —exclamó, lanzando sus cartas hacia él. —Definitivamente hiciste trampa.
Patrick recogió las cartas, sin dejar de sonreír.
—Lisbon, te lo dije. Soy un profesional.
Ella lo miró con irritación, pero su fiebre y cansancio comenzaron a pasar factura. Se dejó caer contra la almohada y lo miró con un puchero.
—Esto no es justo.
Patrick dejó las cartas a un lado y se inclinó hacia ella, apartándole un mechón de cabello de la frente.
—La vida rara vez lo es. Pero, siendo justos, creo que ya sabes lo que eso significa.
Teresa suspiró, pero antes de que pudiera decir algo más, Patrick la envolvió en un abrazo inesperado. Ella intentó resistirse, aunque débilmente.
—Jane, no necesitas restregarme tu victoria.–
—No lo estoy haciendo —murmuró él, acomodándola contra su pecho mientras apagaba la lámpara de noche. —Solo me aseguro de que descanses como prometí.–
Ella protestó débilmente, pero su cuerpo traicionó su determinación al relajarse completamente entre sus brazos. Patrick inhaló profundamente, notando el suave aroma de su cabello, incluso mientras ella seguía luchando por controlar los estornudos.
—Hueles increíble —susurró él, apenas audible.
Teresa abrió los ojos ligeramente, sonrojándose por completo.
—Jane, cállate y déjame dormir.
Patrick rió en voz baja y besó suavemente su frente.
—Buenas noches, Teresa.
Ella no respondió, pero el leve sonido de su respiración acompasada le indicó que finalmente se había quedado dormida. Patrick no pudo evitar mirarla por un momento más, pensando en lo increíblemente afortunado que era de tenerla a su lado.
El sol apenas comenzaba a colarse entre las cortinas cuando Patrick despertó. Estaba acostumbrado a madrugar, incluso después de noches largas como la anterior. Teresa seguía profundamente dormida, acurrucada a su lado, con las mejillas sonrojadas por la fiebre y un mechón de cabello rebelde cubriéndole la frente.
Patrick sonrió y se levantó con cuidado para no despertarla. Sabía que, con lo terca que era, intentaría levantarse y marcharse a trabajar a pesar de su evidente enfermedad. Después de prepararse un café, escuchó el sonido de unos pasos lentos y desganados acercándose.
—Lisbon, ¿qué estás haciendo levantada? —preguntó sin girarse.
—Tengo trabajo que hacer, Jane —respondió ella con voz ronca, acompañada de un estornudo que resonó por toda la cocina.
Patrick se dio la vuelta y la encontró parada en el umbral, despeinada, envuelta en una manta y con una expresión obstinada que no se veía tan intimidante debido a los pañuelos que llevaba apretados en una mano.
—Pareces un oso panda con esa nariz roja y esos ojos llorosos. Deberías estar en la cama.
—No tengo tiempo para eso. —Ella avanzó un paso hacia la puerta trasera, pero Patrick se movió rápidamente, interponiéndose en su camino.
—Oh, no, no, no. Ni se te ocurra salir así.
—Jane, muévete —ordenó ella, con un tono autoritario que intentaba sonar convincente.
Patrick cruzó los brazos, sonriendo con suficiencia.
—No me moveré hasta que admitas que necesitas descansar.
Teresa suspiró y trató de rodearlo, pero él la atrapó con facilidad, levantándola como si no pesara nada.
—¡Patrick, bájame! —protestó, pateando levemente en el aire.
—No hasta que vuelvas a la cama.–
Ella hizo un puchero, pero estaba demasiado débil para pelear en serio. Patrick la llevó hasta el sofá en la sala y la dejó allí suavemente, envolviéndola con la manta.
—Estás exagerando —murmuró, cruzándose de brazos mientras lo miraba desde su "cárcel" improvisada.
Patrick ignoró su queja y le pasó una taza de té que había preparado antes.
—Bebe esto. Te ayudará.
Teresa tomó la taza a regañadientes y, después de un sorbo, lo miró de reojo.
—Esto no significa que estés ganando, ¿sabes?–
Patrick rió y se sentó junto a ella.
—Claro, claro. Lo que tú digas, jefa.
El silencio se instaló entre ellos por un momento, roto solo por el sonido de Teresa sorbiendo su té y ocasionalmente estornudando.
—No puedo dormir más —murmuró de repente, mirando el techo.
Patrick la observó y, como si hubiera tenido una idea brillante, se acercó un poco más.
—¿Y si te ayudo?–
Ella arqueó una ceja.
—¿Ayudarme cómo?–
—Tengo mis métodos. Confía en mí.–
Antes de que pudiera protestar, Patrick comenzó a inclinarse hacia ella, y suavemente le dio un beso en la frente. Luego, otro en la mejilla.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó Teresa, pero su voz sonaba más curiosa que molesta.
—Contando tus pecas. Una por una. —Le dio otro beso en una pequeña peca que apenas se veía cerca de su oreja.
Teresa se sonrojó, pero dejó escapar una risita.
—Eres un tonto.
—Tal vez, pero soy un tonto con una misión —respondió Patrick, continuando su serie de besos pequeños.
Ella cerró los ojos, dejando que la calidez de sus gestos la envolviera. Finalmente, se acomodó contra su pecho, y Patrick continuó acariciando su cabello.
Cuando se aseguró de que estaba dormida, la observó por un momento, notando lo vulnerable y tranquila que lucía en ese instante. Una idea cruzó su mente, un pensamiento tan claro que casi dolía.
"Puedo perder todo, pero no a ti. Oh Dios, no a ti."
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