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٭ chapter eight ٭

✩*⢄⢁ ❝Galletitas de amor❞ ⡈⡠*✩

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¡Papi, mira, esto vino con la tarjeta de invitación! —Corrió la pequeña pelinegra hasta llegar a los brazos de su padre —¡Es una corona! Aunque no es real, es de papel...

—En efecto, mi niña, es una corona —El Capitán tomó en brazos a su hija —. ¿Quién envió esto?

—Un buitre golpeó la ventana del camarote y dejó esta carta —Le pasó el sobre a su padre, mientras le colocó la corona en su cabeza —Ahora eres un rey.

—No me gustan las joyas en la cabeza. Las prefiero en las manos —Abrió la palma de su mano, dejando a la vista los brillantes anillos que adornaban sus dedos.

—Uh... Brillo... —Exclamó la pequeña, adueñandose de uno de los anillos —Quiero este.

La pequeña pelinegra le sacó un anillo de color plateado con una inscripción en el interior, pero como todavía no sabía leer, para ella solo eran garabatos.

—Cuando seas más grande, y tus manos puedan mantener uno, te lo daré —Dejó a la niña otra vez en el suelo y se agachó a su nivel —. Ahora, devuelvemelo, por favor.

—Está bien... —Un diminuto puchero adornó el rostro de la menor, lo que provocó una sonrisa en su padre. —Pero me quedo con esto.

Sus pies se elevaron un poco haciendo puntitas, para llegar y tomar la corona de papel que el Capitán aún tenía sobre su cabeza. Dio media vuelta para alejarse de ahí y volver a su camarote, cuando se acordó de algo.

—¡Ah, cierto! —El Capitán volvió a prestarle atención —También encontré esto, no sé qué sea... Pero ten.

Le entregó otra carta que encontró hace tiempo en uno de los barcos que solían atracar en la Isla, y que mayormente traían las sobras de Auradon.

—¿Dónde encontraste esto, Lia? —Preguntó el mayor, frunciendo el ceño.

—El otro día jugábamos con Harry en el muelle de los duendes y esto estaba dentro de una botella —Señaló la carta que curiosamente tenía el nombre de su padre —. Al principio creí que era para mí, porque tiene mi nombre... Pero Harry me dijo que seguramente era tuya porque yo nunca recibo cartas.

—¿O sea que no la leíste?

—Tengo seis. Aún no me enseñas a leer, ¿Recuerdas? —Colocó sus diminutas manos en su cintura, y apoyó todo su peso en una pierna.

—Cierto. Eso me recuerda que mañana empezaremos con las clases de lectura.

—Sí, bueno... ¿Qué dice mi carta? —Preguntó con emoción, dando pequeños saltitos.

—¿Tu carta? —Lia asintió con una sonrisa —Ah, te refieres a la que me diste con la corona... Mhm, a ver...

El Capitán sacó con mucho cuidado la carta de papel pergamino que se encontraba dentro de un sobre azul oscuro, con un sello rojo en el medio. Killian lo observó en cada movimiento, con un pequeño brillo en sus ojos.

La pequeña pirata nunca recibía cartas ni invitaciones para nada. Y que aquel lindo buitre haya decidido pararse en la ventana de su camarote, provocó que su emoción estuviera al cien por hora.

—Es una invitación de cumpleaños —Explicó el mayor —. Para ti y Harry.

—¿A él por qué? —Cruzó sus brazos y golpeó el piso con su pie —No veo su nombre en la tarjeta.

—De hecho, Lia, dice «Familia Hook» —Le mostró el sobre con el nombre —Así que, también estoy invitado. Creo.

—¿De quién es el cumpleaños?

—De la hija de la Reina Malvada. Evie. ¿La conoces?

Lia negó moviendo su cabeza repetidas veces.

—Pero me parece que la he visto un par de veces. Es muy bonita y... ¡Tiene el cabello azul! —Sonrió —¿Por qué mi cabello no es azul?

—Porque tu cabello es de un hermoso negro, mi pequeña pirata —Garfio volvió a agacharse al nivel de la menor y acarició con delicadeza uno de sus negros cabellos —. Pero cuando seas mayor, si quieres puedes teñirlo.

—Pff, sí claro. —Bufó sarcástica.

—Unas mechas de color rojo se te verían lindas, ¿No crees?

—No. Me gusta así como está. —Garfio soltó una pequeña risa. —Porque así somos iguales.

—Iguales, ¿Eh? —Asintió —De acuerdo, Lia. Está por anochecer, ve a seguir jugando, disfruta el poco sol que queda.

—¡Iré a jugar con Morgan y le mostraré mi corona! —Ideó —Apuesto que él también recibió una invitación de Evie. ¡Adiós, papi!

—Ten cuidado, hija. Ah, y si ves a Harry, dile que Gil lo andaba buscando.

—Claro, se lo diré. Si no lo olvido.

Killian bajó del Jolly Roger para ir a Úrsula's Fish & Chips donde la mayoría del tiempo solía encontrar a su amigo. La figura de su padre la distrajo por un segundo, ya que aún permanecía parado en medio de la cubierta del barco. Este inspeccionó la carta que Killian le dio, pero en lugar de abrirla y leerla, la arrugó y devolvió al mar. Lo único que la menor llegó a ver, fue un sello dorado muy parecido a los de los barcos náuticos de Auradon.

Al cabo de un par de días, los villanos volvieron a reunirse entre sí, para celebrar la fiesta de cumpleaños de la princesita Evie. La hija de la Reina Malvada. Esa espléndida ocasión transformó el decadente bazar y sus podridos escaparates del centro de la Isla en un lugar espectacular, lleno de linternas fantasmales y velas encendidas.

Lia corrió de un lado a otro jugando con los demás niños invitados a la fiesta, picandolos con una espada de madera que su padre le regaló cuando cumplió cinco años. Evie, desde su envejecido trono, la observó con una risueña sonrisa.

La pirata se detuvo un momento para analizarla, ya que apenas la conocía. Su cabello era tan azul como el océano, sus ojos tan oscuros como la noche, y sus labios tan rojos como las rosas.

—¿Así que eres una princesa? —Preguntó acercándose a ella, mientras escondió sus manos detrás de su espalda, nerviosa.

—Es lo que mi mami dice —Sonrió la pequeña peliazul —. ¿Cómo te llamas?

—Soy Killian, pero me dicen Lia. Es más bonito y cortito.

—Un placer, Lia. Soy Evie.

—Ya lo sabía. Lo leí en tu invitación... Bueno, papá la leyó por mí porque todavía no sé leer.

—Me encanta tu vestido. Me gusta el rojo, aunque prefiero más los tonos azules.

—Me lo compró mi papá —Dio una vuelta, provocando que su vestido revoloteara —. También me regaló esta chaqueta de cuero negra.

Evie y Killian conversaron un buen rato, pues habían encontrado varias cosas en común. Como la moda, por ejemplo. También rieron e hicieron muecas de burla cuando los gemelos, hijos de Gastón, quisieron impresionarlas demostrando su fuerza. Pero la fiesta acabó de un segundo para otro, cuando Maléfica hizo acto de presencia.

—¡La celebración se acabó! —Exclamó desde lo alto de su balcón. Garfio se acercó a su hija con rapidez y la protegió, colocándola detrás de él. —¡Y tú, Reina Malvada, y tu hija, desde ahora están muertas en esta Isla! ¡No existen! ¡No son nadie! ¡Nunca vuelvan a mostrar sus caras por el lugar!

Cuando todos comenzaron a dispersarse y Garfio llevó otra vez a sus hijos al barco, la pequeña decidió sacarle la lengua a Maléfica por haber arruinado su primera fiesta. Gracias al mar, la villana no la vio.

—Maléfica me cae mal —Reprochó ella cuando llegaron al barco —. Evie se había vuelto mi amiga, y ahora... Ya no la veré más.

—Agradece que no nos desterró, Lia —Harry la miró —. Porque si hubiese visto como le sacaste la lengua, ahora estaríamos en el fondo del mar.

—Ella debería estar en el fondo del mar —Quitó la corona de papel de su cabeza, dejándola sobre un barril —. ¿Qué es eso?

Padre e hijo miraron en dirección donde la menor señaló, encontrándose con una canoa en medio del océano.

—Talvez alguien dejó mal anclado su bote en Auradon y naufragó hasta aquí —Explicó el pirata mayor. —Alguien vendrá por él. Creo...

—¿Puedo quedarmelo si nadie viene a buscarlo? —Harry miró al adulto con rostro de súplica. —Le pondré una tabla y haré caminar a Gil por ahí.

—Si nadie la reclama y llega hasta el muelle, es toda tuya, hijo.

—¡Sí! ¡Gracias, papá! —Lo abrazó —¡Iré a contarle a Gil!

Garfio soltó una risa y desapareció dentro del camarote. Killian observó un poco más aquel pequeño barco en medio del océano. Se acercó al borde, y juró ver una persona dentro del mismo. Parecía un enano, y su cabello era de un rubio oscuro. La pequeña escaló sobre varias cajas para verlo más de arriba, pero unos brazos la rodearon, alejandola del borde.

—Señorita, no puede estar ahí. Va a caerse...

—Ay, Smee, es que vi a alguien dentro de ese diminuto barco.

—Tonterías, señorita. Nadie viene a la Isla. Mucho menos en bote. Seguro naufragó desde Auradon.

—Es lo que papá dijo... —Se cruzó de brazos —En fin, iré a cambiarme. Adiós, Smee.

Killian se alejó del hombre, adentrándose en su camarote que compartía con Harry, pues en los barcos apenas y había espacio para caminar.

Su pequeña mente no dejó de pensar en ello. Lia había visto a alguien dentro de ese bote, no había sido su imaginación. Y la pregunta navegó en su cabeza durante vario tiempo; ¿Quién era aquella persona?

--

La pelinegra abrió los ojos, encontrándose nuevamente en la pintoresca habitación. Acomodó su cuerpo de tal forma que quedara sentada en la cama y observó a Evie en el tocador, alistando su cabello.

—¿Un sueño lindo? —Preguntó mirándola a través del espejo. —¿Con algún príncipe talvez?

—De hecho... Por alguna razón soñé con tu fiesta de cumpleaños. —Sacó las sábanas que la cubrían y caminó al armario. —Esa en la que Maléfica interrumpió y luego terminó desterrando a tu madre y a ti.

—Ouh...

—Esa fiesta generó conflictos internos entre los villanos —Recordó —. Y todo porque no invitaste a Mal.

—¡Sí que lo hice! —Reclamó —Pero talvez su invitación se perdió o el mensajero la dejó caer en la chimenea equivocada...

—Sí, seguro.

—¿De qué hablan? —Mal entró a la habitación.

—De cuando Evie hizo su fiesta de seis años y decidió no invitarte —Sonrió.

Un tic nervioso pareció llegar al ojo de la peliazul, lo que provocó una risa de Killian.

—Descuida, Evie. Ya no me importa.

—¡A eso yo le llamo superar! —Killian salió del armario ya lista para empezar un nuevo día. Esta vez decidió abrochar bien el cinturón de su espada para no olvidarla como la última vez. —Es que soñé con el día del cumpleaños de Evie, y con los días previos a eso. No sé por qué...

—¿Algo interesante que haya pasado?

—Ah, no... Es decir, recibí la invitación de Evie, luego fue la fiesta y luego volvimos al barco.

—A veces suelo tener sueños con el pasado —Mal tranquilizó —. No tienes nada de qué preocuparte, Lia. Son solo sueños.

—¿Saben? Después de la fiesta, vi un bote a lo lejos. Papá dijo que talvez naufragó de aquí. Y le dijo a Harry que si llegaba hasta el muelle de los duendes, podría quedarselo —Contó, apoyando su hombro en el mástil de la cama —, pero ese bote nunca llegó al muelle. Me acuerdo de eso porque me burlé como una semana de Harry porque pretendía arrojar a Gil de ahí.

—¿Cómo arrojas a alguien de un botecito? —Preguntó la pelimorada.

—No lo sé, teníamos seis años. La imaginación abundaba dentro nuestro.

—Talvez el botecito se desvió y terminó en otro lado —Evie pensó. Killian le dio la razón. —Ya estoy lista.

—Espejito, espejito, ¿Quién es la más hermosa? —Killian preguntó y generó una enorme sonrisa en Evie —¡Claro que yo!

Mal soltó una risa nasal y Evie volvió su sonrisa una mueca.

—No es gracioso, Lia.

—Para mí sí lo fue... —Killian caminó hasta el escritorio y observó la caja de cristal sobre el mismo. —¿Creen que tenga suficiente luz?

—Abunda la luz en Auradon, yo creo que está bien —Mal se acercó a ella e inclinó un poco la cabeza —¿Cuánto tiempo tendrás ese huevo aquí?

—Hasta que rompa el cascarón. Cuando lo haga, llevaré al ave con su madre. Donde sea que este...

—¿Cómo sabes qué es un ave? —Evie preguntó esta vez.

—Porque lo encontré a los pies de un árbol.

—Así que eres su mamá ave hasta que nazca.

—En efecto, mi querida amiga. —Killian cerró la tapa de la caja después de acomodar un poco el nido improvisado que le hizo al huevo. —Tengo mis primeras horas libres, así que terminaré de arreglarme e iré a ver al Capitán Liam.

—¿Te aceptó en su curso de marineros?

—No lo sé... Me dijo que lo fuera a ver hoy más temprano, así podríamos conversar más.

—Buena suerte, entonces.

—No la necesito, princesa. —Le guiñó un ojo para luego adentrarse al baño.

Una vez se encerró ahí, Killian soltó un largo suspiro. Su mente no dejó de maquinar desde que despertó, trayendo los recuerdos del pasado y volviendolos cada vez un poco más nítidos. Pero uno que decidió dejar cerca, fue el recuerdo de aquella cabellera rubia que vio cuando tenía seis años.




























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La idea de enfrentar un nuevo desafío y adaptarse a las comodidades del reino, fue algo que Killian jamás se imaginó enfrentar. Estaba tan acostumbrada a la monotonía de su vida, de repetir cada día lo mismo, que la simple idea de cambiar el rumbo, le aterró.

El sueño de esa mañana le trajo recuerdos que había olvidado. Recuerdos que talvez eran insignificantes en ese momento, pero que ahora, parecían tener sentido. O al menos eso pensó ella. Sino, ¿Por qué su mente se los había hecho recordar?

—¿Qué tanto piensas, Lia? —La voz interrumpió sus pensamientos, provocando que ella enfocara su mirada en él —¿Todo en orden?

—Hola, Tiago —Saludó —. Sí, todo en orden.

—¿Segura? —Killian asintió, sonriendo —. De acuerdo. Ten, te traje tu café favorito.

—¿Cómo sabes que tengo un café favorito? —Enarcó una ceja, aceptando el vaso —¿Acaso me espías?

—De hecho, Raizel me lo dijo. El primer día pidió expresos para todos, y la primera vez que te conocí, te ofrecí uno también y no lo rechazaste.

—El expreso al menos es mejor que el café con sabor a tierra que vendían en la Isla. —Probó un sorbo —. En efecto, sin gusto a tierra. —Tiago le sonrió. —¿Día ajetreado?

El moreno miró donde Killian señaló —Ah, es que estamos planificando el menú para la fiesta de coronación y... Las manos no son las suficientes.

—Escuché algo sobre eso —Colocó ambos codos sobre la mesa —. La coronación de Ben y Raizel, ¿Verdad?

—Ajá. Así que el menú tiene tanto tradiciones del rey Bestia y la reina Bella, como tradiciones del reino de Corona.

—¿Y se usa la varita en esas ocaciones? —Preguntó haciéndose la inocente —Digo, es un evento importante.

—Sí, el Hada Madrina dice todo un discurso y la varita la usa para hacer todo más formal y burocrático.

—Interesante...

Tomó otro sorbo del café, guardando toda esa información en su cabeza para después comunicarla a sus amigos. Talvez la coronación sería su única oportunidad para concretar los planes de sus padres.

—Lo lamento, Lia, pero tengo que dejarte. El trabajo me llama.

—No te robaré más tiempo, entonces. Solo déjame... —Buscó algunas monedas que tenía en los bolsillos para entregarselas. —Ten. El pago del café.

—No, guardalo. Yo invito. —Devolvió las monedas a la pirata —. Conquista su estómago y conquistarás su corazón. Es lo que dice mamá.

—Okey... —Sonrió nerviosa.

Tiago volvió a su puesto de trabajo después de despedirse de la pirata con un beso en la mejilla. Lo que dejó estática a la chica por unos largos segundos, hasta que por fin pudo reaccionar y retomar su camino hasta la Bahía de Tritón.

Era raro, pero por primera vez desde que llegó, Killian sonrió al sentir los rayos solares que impactaron contra su pálido rostro y una agradable sensación de calidez abrazó todo su cuerpo.

Tras cruzar la colina, la flota de barcos volvió a hacerse visible y la sonrisa de Lia se agrandó un poquito más.

Las gaviotas graznaron en el cielo azul, y el mar la recibió con el ajetreo de olas que tanto amaba. Arrugó otra vez la nariz al sentir el pestilente olor a pescado podrido, pero eran pequeños gajes del oficio que podría soportar.

—Lo sé, el horrible olor a pescado podrido a dejado a varios de mis marineros con náuseas estos últimos días.

Killian giró levemente su cuerpo, encontrándose con el Capitán Liam que vestía un elegante traje de marinero de color azul marino, y le causó algo de gracia las hombreras doradas con borlas que se movían a causa del viento.

—Pero a ti parece no afectarte tanto.

—Oh, es que en la Isla te acostumbras. Allí el olor es mucho más intenso, pero lo ocultamos con aromatizantes de olor a brisas marinas. —Aclaró y Liam asintió.

—¿Y saben por qué ese olor? —Preguntó curioso, cruzándose de brazos.

—Los barcos pesqueros que mandan de aquí. —Killian señaló una pequeña flota de barcos que logró ver a la lejanía. —Esos suelen llegar al muelle de los duendes y descargar toda la... Porquería.

—Entiendo...

—No es por ofender ni nada, pero Raizel comentó que usted solía hacer ese trabajo... —Ella también se cruzó de brazos. —Pero que por alguna razón, lo dejó. ¿Por qué?

Liam pareció nervioso tras la mirada de Killian. Balbuceó antes de formular una palabra coherente.

—La paga no era muy buena... —Lia ladeó un poco la cabeza, analizandolo. Liam tuvo un pequeño deja vu. —Además, no iba a contribuir ni ser parte del desastre. Cuando se me ofreció ese cargo, creí que nadie juntaría las sobras. Hasta que después me enteré, que esas sobras, iban destinadas a la Isla.

—Y por ende, a nuestra alimentación. —Soltó una risa nasal. —En fin, lo pasado pisado dijo mi amiga Mal.

—Ven, sígueme. Tengo algo para ti.

Liam dio media vuelta para subir al barco con Killian siguiendolo detrás. Esa mañana el muelle pareció estar más concurrido que el día anterior. Lia pudo ver a varios marineros cargar el barco con todo tipo de cajas, bolsas y cajones de frutas. Algunas miradas se dirigieron a ella para saludarla con una sonrisa y para también halagar su atuendo de pirata.

—Disculpa si hay desorden. Nos estamos preparando para salir a hacer nuestras entregas mensuales.

—¿A dónde va todo esto? —Señaló las cajas.

—A los demás reinos. Hacemos varios trueques y cambios. Por ejemplo, llevamos manzanas recién cocechadas al reino de Blancanieves y ella nos da deliciosos pies de manzana.

—Mi otra mejor amiga también adora las manzanas... —Aclaró con una sonrisa algo juguetona.

—¿Hablas de la hija de la Reina Malvada? —Liam enarcó una ceja, también divertido. —Y bueno, así con todo lo demás. Cristales para el reino de Cenicienta, una caja de picos nuevos para el arsenal de los enanos...

—¿Cuánto se demoran? —Preguntó otra vez, interesada en el tema.

—No mucho. Una semana. A veces menos. —Killian frunció el ceño. —Es que este bebé es el más rápido de los siete mares.

Liam acarició el borde del barco, como si aquello fuera su posesión más preciada. Killian no se burló. Pues ella sería igual si tan solo tuviera un barco propio.

—"La joya del Reino". ¿Verdad? —Liam asintió. —Lo leí en el panfleto del curso.

—Hablando de eso, casi lo olvido. —Sacó un pergamino doblado del interior de su chaqueta y se lo pasó a la pirata —Esto era lo que quería darte.

Killian desplegó el pergamino tras abrir el sello dorado que por alguna razón, le resultó familiar. Comenzó a leer con cuidado de no saltarse nada, y su corazón palpitó un poquito más rápido, que incluso pensó saldría desbocado de su pecho.

—No entiendo... Esto quiere decir que... —Levantó la mirada de la hoja para verlo.

—Que no solo fuiste aceptada, sino que también te dejo a cargo hasta que vuelva de hacer mis entregas.

—Yo... No sé qué decir —Pasó la mirada una última vez por la hoja y sonrió como nunca antes. —Gracias.

—Sé lo que significa esto para ti, Killian. Reconozco ese brillo en tus ojos cada vez que vez el mar. —La mirada dem Capitán se iluminó al verla sonreír. —Ninguno de mis aprendices ha estado a la altura para este cargo, pero tú... Tú sí.

—¿Por qué lo cree? —Dobló el papel, guardándolo en su bolsillo.

Liam quiso decirle; «Porque sé de quién aprendiste todo lo que sabes, y también sé quién le enseñó a él.» pero soltar toda la bomba de golpe, no era bueno para ella. Así que al menos, se tomaría su tiempo para explicárselo. Ya que hasta para él era aún complicado entenderlo.

—No lo sé, mi intuición me dice que confíe en ti. ¿Puedo confiar en ti? —Elevó una ceja, mirándola.

—Claro que sí, Capitán.

—Estupendo. Sígueme a mi oficina, te daré algunos consejos y ordenaremos el plan de estudio de la semana.

—No me diga, esa "oficina" —Simuló comillas —, es un cuartito en el entrepiso donde apenas entran los mapas de navegación, ¿Verdad?

—Pero oye, los barriles de ron se apilan muy bien ahí —Soltó una risita.

—Que papá no lo escuche decir que aquí hay ron, porque es capaz de atravesar la barrera con su garfio para obtener al menos una gota.

Killian se adelantó a la oficina de Liam, mientras que él quedó un segundo pensativo. La fuerza sobrehumana que hacía para no soltar toda la información que sabía a la pirata, era en verdad envidiable. Porque quería poder abrazarla, acompañarla en cada minuto de su vida, cumpliendo el rol de tío que se le fue negado a causa de la ignorancia.

Las acciones de la pelinegra eran tan iguales a él, que Liam tuvo que soltar un gran suspiro y calmar su mente y apaciguar el dolor en su corazón. Pues era obvio que cada palabra, cada movimiento y cada sonrisa, le recordaba al que alguna vez fue su hermano.




























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El resto de la tarde transcurrió normal para la pirata. Su sonrisa no desapareció en ningún momento, lo que generó intriga en algunos alumnos que solían verla bastante seria los últimos días. Ella, con emoción y felicidad, no tardó en contarles sobre su nuevo trabajo.

Killian entabló varias conversaciones agradables con personas que nunca se imaginarían que estuvieran hablando con la hija de un villano tan animadamente. Poco a poco los prejuicios parecían quedar de lado y el camino de la amabilidad parecía también tomar otro rumbo.

—¡Adivinen quién será la nueva entrenadora de marineros en la tripulación del Capitán Liam!

La presencia de la pirata se hizo notar en la habitación, una vez todas las clases terminaron. Lia dejó a la vista aquel pergamino con el sello oficial del Capitán. Evie, quien estaba sentada frente a su máquina de coser, la miró con una sonrisa de oreja a oreja.

—¡No puede ser! —Se levantó hasta llegar a ella —¡Felicidades, Lia!

—Te dije que no necesitaría tu suerte, princesa —Aceptó el abrazo de la peliazul. Hasta que una larga cabellera rubia distrajo su mirada. —Raizel, hola.

—Sabía que ese curso sería lo tuyo, Lia. En verdad te felicito.

La futura reina caminó hasta ella y abrió sus brazos esperando que la pirata aceptara también su abrazo.

—Okey, okey... Uno más no le hace daño a nadie —Sonrió para después abrazar a la rubia.

—¿Y cómo fue? —Mal preguntó sentada al borde de la cama —¿Hiciste algún examen o demostración de lo que sabes?

—De hecho, no. No hice nada —Aclaró y se sentó a un lado de la pelimorada —. Dijo que veía potencial en mí y que nadie sería más adecuando que yo.

—Raro, ¿No crees?

—El Capitán siempre se destacó por ser amable —Raizel continuó —. Siempre brindó ayuda a quien más lo necesitó e incluso les da trabajo en su barco a las personas que acuden a su curso.

—Aunque hay algo que me molesta... —Miró a las chicas en la habitación —Siento algo familiar en él. Como si lo hubiera visto en otro lado.

—¿Alguna noticia en el periódico de Auradon, tal vez? —Evie pensó —O fotos de él en el mural de las celebridades de recepción. Ahí vi una foto de Blancanieves y estoy segura de que mamá envidiaría su cutis.

—Sí, podría ser... —Dejó la hoja de pergamino sobre su mesita de noche —En fin, ¿Qué haces aquí, Rai?

—Quiero disfrutar un poco de tranquilidad antes de volver a las clases de modales y tener que leer por décima vez el libro de leyes de Corona.

—¿Muchas exigencias, futura reina?

—Demasiadas —Soltó un suspiro —. Sé que no será fácil llevar la dirigencia de todo un reino, pero es algo que amo.

—¿Finn no es un año más grande que tú? —Raizel asintió —¿No tendría que ser él quien lleve el cargo de rey?

—Finn heredó el espíritu de aventura de mamá, aunque sea físicamente como papá. —Apoyó su espalda baja en un mueble cercano. —Cuando salió la charla sobre que se acercaba el año en el que se eligue a un rey sucesor, para cuando mis padres se retiren, Finn se negó rotundamente.

—Pero es un príncipe... —Evie levantó la vista de su costura —¿Su destino no es ser un rey? ¿Ya sea por sucesión o matrimonio?

—Crecimos con los cuentos de Flynn Rider. No la historia de mi padre... La de los cuentos originales —Aclaró cuando observó que Lia quería decir algo al respecto. —Y creo que mi hermano quiere vivir sus aventuras antes de estar confinado a un trono por el resto de su vida.

—Y tú te ofrecíste a ser reina, para que él pueda vivir su aventura.

—Por dieciséis años fue la única compañia que tuve. Y ver su emoción cuando llegamos a la preparatoria, fue lo que hizo que tomara mi decisión.

—Eso es muy lindo, Rai —Evie sonrió enternecida —. ¿Cómo se lo tomaron tus padres?

—Pues bien, creo. Después de todo, tuvieron dos herederos.

—Todo esto de reinos y sucesores hace que me duela la cabeza —Killian colocó una mano en su frente —. Por eso soy pirata. Nada de tontas reglas y tradiciones.

Las tres chicas en la habitación rieron tras las palabras de la pelinegra. Unos golpes provenientes de la puerta obligó a que Lia se levantara de la cama para abrir.

Sin esperar permiso, Jane entró al cuarto tomando por sorpresa a las chicas.

—Claro, Jane, puedes pasar —Lia dio media vuelta, dejando la puerta abierta.

—Oh, disculpen. No quise entrar así.

—Pero lo hiciste... —Se cruzó de brazos —¿Qué se te ofrece?

—Venía a decirles lo que mi madre me dijo respecto a lo que Mal me dijo que le dijera.

—¿Has considerado crear trabalenguas? —Killian agregó, pero no recibió respuesta.

—¿Y qué te dijo, Jane? —Preguntó Mal mirándola.

—Mamá dijo; "Si un chico no ve tu belleza interna, entonces no vale la pena" —El rostro de Jane pareció volverse triste —¿No es muy cruel? ¿En qué mundo vive?

—En Auradon.

Lia señaló a la pelimorada dándole la razón. Raizel soltó una risita.

—Mal, Lia —Evie llamó —¿Les gusta? —Les mostró un hermoso vestido de color azul que había terminado de confeccionar. —Aún le faltan algunos detalles.

—Sí, lindo. Resalta tus ojos. —Contestó la hija de Maléfica.

—Ya lo sé —Volvió a su costura.

—Nunca voy a tener novio —Jane habló otra vez.

—Los novios no sirven de nada.

—Apoyo a Malita. —Killian se acercó a Evie para observar su don para la costura. Ella apenas y sabía enebrar una aguja.

—¿Quién te lo dijo, Mal? Nunca has tenido uno. —Agregó la peliazul —Y tú, Lia, tampoco.

La pirata tragó saliva. Hay una parte de su vida que nunca les contó a sus amigas a pesar de que ellas ya se habían ganado, hace mucho tiempo, su total confianza.

El único que sabía todo, pero absolutamente todo de Killian, era Jay. Y desde que lo conoció, el hijo de Jafar se había vuelto su confidente, su guardián de secretos, incluso de aquellos más oscuros.

—¿Para qué quieres tener un novio? Solo sirven para molestar.

—Apoyo a Lia. Solo perderíamos tiempo. —Mal le dio la razón.

—No puede ser... —Evie se levantó de su asiento bruscamente, sorprendiendo a la pelinegra —Olvidé hacer la tarea de Chad.

—¿Por qué le haces la tarea a ese príncipe despreciable?

—Porque Evie se ofreció a hacerserla, así Chad tendría más tiempo para hablar con ella.

—¿Tú cómo sabes? —Cuestionó a la rubia.

—Mi hermano me lo contó.

—Claro, ahora entiendo su frustración ayer —Killian miró a Evie —, Finn se enojó contigo por eso mismo.

—Y yo te pedí que hablaras con él, porque conmigo parece que no quiere hacerlo.

—Si yo fuera Finn, también estaría enojada —Se cruzó de brazos —. Chad no vale la pena. Finn sí.

—Chad es otro príncipe que solo piensa en él. Es muy diferente a como es su madre —Raizel continuó —. Y no lo digo solo porque Finn es mi hermano, que quede claro.

Evie quedó pensativa unos largos segundos y soltó un gran suspiro. Luego solo se dedicó a completar las tareas pendientes del hijo de Cenicienta.

Otros golpes se escucharon en la puerta que Lia dejó abierta, y por la misma entró una chica con rasgos asiáticos y un cabello realmente corto. Apenas y le llegaba hasta el mentón.

—Claro, pasa... ¿Por qué no invitamos también a los habitantes de los reinos vecinos?

—Perdón... —Se disculpó, mirando a la pirata. —Soy Lonnie. —Se presentó, pero ninguna reaccionó —¿Mi mamá es Mulán? ¿No...? Como sea, amo lo que hiciste con el cabello de Jane. —Miró a la pelimorada —Y sé que nos odias y bueno... Que eres mala, pero ¿Podrías arreglar el mío?

—¿Por qué haría eso por ti?

—Te pagaré cincuenta dólares. —Extendió una bolsita con dinero en su dirección.

—Bien dicho. Necesito comprar material. —Evie se adelantó, aceptando el dinero. — A ver... —Examinó a Lonnie —Yo creo que... sin fleco, talvez más capas, unos reflejos...

—¡Sí, sí! —Dijo emocionada —Lo quiero cool, como el de Mal.

—¿En serio? ¿Con puntas abiertas?

Mal le dedicó una mirada a Evie y ella solo agitó la bolsita con el dinero dentro. Killian se acercó a Raizel que observó toda la escena con una sonrisa. Le agradaba pasar tiempo con las villanas ya que siempre tenían algo nuevo para sorprenderla.

—Si quieres convencer a Evie de algo, solo dale un poco de dinero... O telas para sus vestidos —Explicó la pelinegra —. Mal, por su lado, suele ser un poco más difícil de convencer.

—Okey, lo haré —Aceptó la petición de Lonnie.

—Bueno, a veces...

Con resignación, Mal comenzó a buscar el hechizo adecuado en su libro. Una vez lo encontró, miró a la hija de Mulán y ésta se preparó para su cambio de imagen.

"Voy a reemplazar el antiguo cabello, por uno nuevo y bello" —Movió sus dedos de arriba a abajo, mientras pequeñas chispas verdes destellaban sobre Lonnie.

La chica se acercó con pasos lentos al espejo de pie ubicado en una esquina de la habitación y abrió su boca sorprendida.

—Lo sé, lo sé —Evie se acercó, queriendo consolarla —, es igual que una mala peluca. Creo que si te lo cortáramos, en capas...

—No, no, no —La interrumpió —. Me fascina. Es que... —Agarró la parte de abajo de su vestido y le hizo un pequeño corte —Ahora estoy cool.

Killian miró con una ceja alzada a Raizel, quien solo alzó los hombros confundida.

Jane imitó la acción de la asiática. Se colocó frente al espejo, y rasgó también la falda de su vestido. Pero pareció retractarse al segundo de hacerlo.

—¿Por qué hice eso? Mamá va a castigarme.

—Que Evie le haga algunas puntadas y listo. Se verá como nuevo —Ideó la pirata.

—Definitivamente me castigará.

Raizel y Lia, que parecían ser cómplices, soltaron una carcajada que resonó en todo el cuarto. Lonnie miró a Jane y se unieron en sincronía a las risas de las chicas. Mal rodó los ojos y Evie negó con la cabeza, sonriendo.

Luego de una hora, las chicas de Auradon decidieron dejar solas a las villanas. El silencio volvió a reinar en el cuarto, siendo el único sonido las teclas de la calculadora que Evie usó para terminar la tarea de Chad.

Killian sacó las pocas cosas de la casita que le fabricó al pequeño huevo que rescató, acomodando mejor el nido y agregando más ramitas y hojas. Carlos las visitó y trajo a Chico con él para que Killian lo conociera. La pirata le rascó las orejas con ternura.

—¡Adivinen quién es titular en el equipo de Tourney!

Jay entró al cuarto utilizando la camiseta del equipo que ahora tenía su nombre arriba del número 8.

—Felicidades, amigo —Lia se acercó y le dio palmaditas en la espalda —. Pero creí que habías sido aceptado aquella vez que los acompañé al entrenamiento.

—El entrenador tenía que verme jugar un par de veces más para completar las pruebas necesarias. Además tenían que hacer tiempo hasta que esté mi camiseta —Sonrió —. ¿Qué es eso?

—Lia rescató un huevo que se cayó de un árbol el otro día —Evie explicó —. No le ha quitado los ojos de encima. Al menos que sea para ir al baño o ir a clases.

—Es que quiero ver cuando nazca... A propósito, mira —Killian tomó el pergamino que dejó sobre la mesita de noche —. Fui aceptada en el curso del Capitán. Y no solo eso, sino que seré su entrenadora sustituta en tanto él vuelva de hacer sus entregas.

—¡Increíble! —Jay la abrazó —Felicidades, mechitas.

—Sí, Lia, felicidades —Carlos también felicitó, ya que aún no lo sabía. Chico ladró, recostado en su regazo.

—Y ahm, ¿Funcionó su plan con Jane? —Jay intercaló miradas entre Mal y Killian —¿Las llevará a la varita?

—¿Crees que estaría perfeccionando cada hechizo de este libro si no hubiera fallado por completo? —Mal pareció alterarse.

—Alguien amaneció de mal humor.

—Mi mamá cuenta conmigo. No la defraudaré —Golpeó levemente la frente del peliblanco. Lia rodó los ojos. —¿Puedes dejar de rodar los ojos, Lia? Algún día se te quedarán así y no sé si tengo un hechizo para eso.

La pirata movió su mano, burlándose de ella. Fue turno de Mal de rodar los ojos.

—Podemos lograrlo —Jay animó —. Podemos robar la varita. Hay que estar unidos...

—Y no regresaremos hasta lograrlo. —Agregó Mal —¿Somos malos?

—Desde la cuna.

Completaron los demás. El silencio reinó otra vez en la habitación. La mente de todos pensó diferentes cosas en ese momento. Las decisiones ya estaban tomadas desde su llegada a Auradon, pero... Si todo decidía cambiar de un día para otro, ¿Era bueno o malo?

—Ah, no sé si sea importante, pero Finn me dijo que el Hada Madrina usará la varita en la coronación a la que iremos —Comentó Evie —. Y yo no tengo nada para ponerme.

—Sí, recordé lo que Raizel nos dijo y le pregunté algo parecido a Tiago —Las miradas se posicionaron en Lia —. Me dijo que usa la varita para formalizar las coronaciones tras decir un discurso. Talvez esa podría ser nuestra oportunidad.

—Aprovechar el momento donde estará sin barreras ni alarmas —Jay continuó —. Bien pensado.

La puerta fue golpeada otra vez.

—¿Qué acaso nadie tiene otra cosa mejor que hacer? —Killian preguntó a nadie en específico.

Mal la ignoró y abrió la puerta ya que nadie se había levantado para hacerlo. Ben apareció tras la misma, con una sonrisa.

—¿Qué tal, Mal? No los vi hoy y quería saber si tenían alguna duda o... —Killian lo notó reaccionar nervioso —¿Hay algo qué necesiten?

—No que yo sepa. —Contestó ella.

—Okey, bien. Si quieren algo, solo...

Lia tosió —Preguntale sobre la coronación —Tosió otra vez.

—¿Es cierto que iremos a tu coronación?

—Sí. Irá toda la escuela. Y no será solo mía. También de Raizel.

—Sí, escuchamos algo sobre eso... Es emocionante. ¿Crees que los cinco podamos sentarnos en primera fila junto al Hada Madrina para... que se nos pegue la bondad? —Ella alzó los hombros.

—Ojalá pudieran, pero los asientos de adelante están reservados para la familia de Raizel, mis padres y... Mi novia.

—Y tu novia.

—Sí, sí, perdona.

—Gracias, hasta pronto —Mal le cerró la puerta en la cara tras dedicarle una sonrisa —. Creo que haremos que Bennybú consiga una nueva novia. Quiero un hechizo de amor.

—Que lástima que Finn no será rey, porque sino Evie estaría adelante con él —Killian sonrió. Evie la miró enarcando una ceja —. Ay por favor, el principito está loco por ti. No necesitarías un hechizo de amor.

—¿Y Raizel no sale con nadie? —Jay preguntó.

—¿Interesado en ella, mi amigo?

—¿Qué? Claro que no —Negó con rapidez —. Apenas y cruzamos dos palabras desde que nos conocemos.

—Todo es posible en la tierra de las oportunidades.

—¿Cómo lo tuyo con Peter? —Evie inquirió.

—Otra vez ese molesto nombre. Arruinaste mi perfecto día, princesa.

—Touché, bacalao —Jay se burló.

—Te odio.

—No, no lo haces.

Jay golpeó levemente el hombro de la pirata y esta sonrió con ternura. Estaba en lo cierto. Nunca podría odiarlo.

Al caer la noche, cuando ya todos estaban refugiados en sus cuartos descansando, los villanos usurparon la cocina pues Mal encontró una receta de galletitas que serían su perfecto hechizo de amor.

—Es genial que Tiago te tenga confianza como para darte la llave de las cocinas —Carlos comentó mientras se paseó por el lugar con Chico en brazos —. ¿Qué excusa le diste?

—Le dije que quería preparar una receta que papá me enseñó hace tiempo para el desayuno de mañana... Y que sí o sí tenía que hacerse hoy, ya que necesitaba descanso.

—¿Y te creyó?

—No estaríamos aquí si no fuera así. Solo me pidió que no tocaramos nada de esa mesa —Señaló la mesa en el fondo —. Ahí tienen los platillos de muestra para el banquete de la fiesta de coronación.

Mal comenzó a dar las indicaciones del hechizo y hasta el momento era una clásica mezcla de galletitas.

—Bien, aquí dice que necesitamos una lágrima y yo nunca lloro.

—¿Rebanamos unas cebollas? —Carlos preguntó tomándola desde el cajón a su lado. Chico descansó sobre la mesada sin molestar a nadie.

—Dice que sí o sí se necesita una lágrima de tristeza humana —Killian leyó.

—Esta poción es la mejor, así que... No hay que equivocarse.

—Si lloras da igual.

—Eso no es cierto, Jay —Evie negó —. Tienen anticuerpos y enzimas, pero una lágrima emotiva tiene más proteínas que una lágrima de dolor.

—Sí que has leído.

—Sí, lo sabía... —Rio nervioso.

—Claro que no... —Carlos lo señaló.

—Claro que sí.

—Claro que no —Lia se unió, sosteniendo un vaso con agua que sacó del refrigerador —. Deja de parecer que sabes.

Jay entrecerró los ojos y se cruzó de brazos.

—¡Hola, otra vez! —Raizel entró a la cocina, por lo que las villanas tuvieron que cubrir con un trapo el libro —¡Lonnie, aquí están!

Killian notó como Jay se removió en su lugar nervioso ante la presencia de la rubia. Achinó la mirada, analizante.

—Mal, no lo vas a creer —Lonnie la miró —. Todas las chicas quieren que les arregles el cabello. Uh, ¿Bocadillo nocturno?

—Amo los bocadillos nocturnos. —Raizel miró a las villanas —¿Qué están haciendo?

—Una receta que el papá de Lia le enseñó para el desayuno de mañana... —Respondió Jay, mirándola.

—Nada especial, solo son galletas y...

Antes de que la pirata terminara de hablar, la rubia pasó su dedo por la mezcla de galletitas. Los villanos trataron de detenerla, pero ya había degustado la preparación.

—Y... ¿Qué tal está? —Lia la miró, esperando obtener alguna reacción. —Posiblemente le falte algo...

Jay aprovechó aquel momento para probar el hechizo y se acercó a ella con una sonrisa coqueta. Raizel lo miró de arriba a abajo y enarcó una ceja.

—Podrían agregarle chispas... —Ideó para después caminar a la repisa.

—Das vergüenza, amigo. —Killian murmuró.

—Adoro las chispas —Lonnie apoyó su idea —Son el grupo alimenticio más importante. ¿Sus padres nunca les prepararon galletas con chispas de chocolate? —Raizel hechó un par de chispas mientras Lonnie continuó —Como cuando te sientes triste y están bien calientes, con un enorme vaso de leche y ellos te hacen reír y todo cobra una nueva dimensión.

Lonnie levantó la vista de la mezcla cuando sintió que Raizel la codeó. Los villanos habían cambiado su sonrisa por una mueca que no supieron descifrar.

A pesar de que algunos tenían mejor relación con sus padres que otros, la escasez de amor talvez siempre fue la única cosa que no pudieron experimentar al cien por ciento. Porque, después de todo, eran villanos. El sentimentalismo y el amor no eran su mayor cualidad.

—Nuestra vida es diferente.

—Lo lamentamos. No quisimos hacer que se sintieran tristes... —Raizel moderó su tono de voz —Aún nos cuesta entender que no todos somos iguales, y que todo lo que vivieron en la Isla no se compara para nada a Auradon.

—Te acostumbras a no sentir amor —Jay murmuró.

—No tendría por qué ser así. ¿No crees? Todos se merecen al menos la mínima posibilidad de amar —Sorbió su nariz —. Tan solo sentir esa calidez que abriga a tu corazón y hace que te sientas querido... Ojalá todos pudieran sentirlo.

Lia se mordió la mejilla interna y observó como Jay se acercó a la rubia. Cuando ésta levantó la mirada, una lágrima rodó por su mejilla. El hijo de Jafar se tomó el atrevimiento de limparla por ella.

—Sí, ahm... Creo que los dejaremos solos —Raizel reaccionó, confundida por lo que acababa de pasar. —Vamos, Lonnie.

—Sí, vamos.

—Y lo lamento, otra vez.

—No te preocupes, Rai. Sabemos tolerarlo —Killian las vio abandonar la cocina y giró su rostro hacia Jay —Dime que la guardaste.

—Por supuesto. —Mostró su mano, y una diminuta gota adornó su dedo.

—Milagro que no se cayera. Vamos, ponla en la mezcla.

Jay dirigió con cuidado su dedo al bowl donde tenían la mezcla y echó la lágrima de Raizel, que enseguida se fundió con la masa y las chispas de chocolate.

—Okey, ustedes —Mal señaló a Carlos y a Lia —, busquen una bandeja. Jay, Evie, enciendan el horno.

—Lo que ordene, jefa —Killian asintió al mandato de la pelimorada —¡Jay, no se te ocurra mirar debajo de esa mesa!

—Es que me están llamando desde que entramos.

—Tiago me dijo específicamente que no tocaramos nada de ahí. Son platillos que llevan días de preparación.

—Bien, bien... —Resignado, ayudó a Evie con el horno.

—¡Encontré una bandeja! —Carlos aviso.

—Yo también —La pelinegra alzó otra, pero su mirada se distrajo otra vez —¡Por los cocodrilos, Jay! ¡No, no, no! ¡No te comas eso!








































































Maratón 1/3

palabras; 7120

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