𝟬𝟬𝟱 ✧┆ chad, the despicable prince
٭ chapter five ٭
✩*⢄⢁ ❝Chad, el príncipe despreciable❞ ⡈⡠*✩
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Las puertas de la preparatoria se cerraron detrás de Killian cuando volvió a salir al exterior una vez buscó dónde se encontraba el campo de entrenamiento. Le había prometido a sus amigos que asistiría a la práctica, y ella jamás rompía una promesa.
El césped se aplastó bajo las botas de cuero con cada paso que dio, marcando lentamente su camino. Cambió de hombro la tira de su mochila, ya que había comenzado a dolerle un poco debido al peso de los libros con inscripciones extrañas. O bueno, así lo vio ella, pues solo eran cuentas matemáticas y extrañas fórmulas químicas.
No eran muchas, pero tampoco pocas las veces que Killian asistió a la escuela en la Isla. Aunque la mayoría del tiempo lo pasaba en el barco, ayudando a su padre con los quehaceres y de vez en cuando, tirando por la borda a algún que otro marinero que no obedecía las órdenes del Capitán, Lia encontró la manera de hacer las clases más llevaderas. Su escuela estaba junto a la costa, casi hundida en el agua y la decoración eran algas y baba marina.
Recordó aquellos días donde solía quedarse dormida sobre la mesa, mientras las bolas de papel volaban de un lado a otro. Incluso un día que decidió prestar atención a la clase, no pudo hacerlo pues algunos jóvenes villanos habían atado a la profesora a la silla giratoria, mientras le dieron vueltas y reían a carcajadas.
Es así como el Capitán también decidió darles tanto a ella como a Harry, clases en el barco, y ahorrarse el tiempo de tener que ver cómo Lia tiraba por la borda a la profesora por simple aburrimiento. Killian amaba las clases con su padre, porque dejaba lo tradicional de lado -incluidas las torpes matemáticas- y le daba su propio toque pirata.
Las gradas comenzaron a hacerse visible y Killian apuró el paso para llegar antes que sus amigos. Observó en un costado a un grupo de chicas con uniformes de porristas en tonos amarillos y azules, y Lia rodó los ojos cuando Audrey apareció en su visión. Vaya que le caía mal esa princesa. Si tan sólo no fuera tan... hueca, de seguro le caería bien. Así como poco a poco comenzaba a tolerar a Raizel.
Killian decidió sentarse en una de las gradas del medio, para tener así una vista completa del campo y de sus amigos, los cuales no tardaron en llegar. Jay vestía un short deportivo azul, y su torso lo cubría con una camiseta de mangas cortas de color blanco, y una amarilla por encima, sin mangas. Mientras que la camiseta de Carlos era de un tono azul. Lia también notó algunas protecciones en sus brazos, un casco y un extraño palo largo. ¿Acaso este juego era alguna lucha medieval? Porque si era así, ya le gustó.
—¡El azul sin duda es tu color, Jay! —Gritó la pirata, captando enseguida la atención de su mejor amigo.
El hijo de Jafar le sonrió sin gracia, y corrió con los otros jugadores. Carlos, por su lado, alzó la mano y la saludó eufórico. El peliblanco tenía su casco puesto, pero Lia igual pudo captar una de sus tiernas sonrisas. Luego solo corrió hasta posicionarse a un lado de Jay.
Mientras el entrenamiento siguió su curso, con los jugadores corriendo por el campo, y saltando algunos obstáculos, Killian abrió su cuaderno y leyó algunas páginas que tenía escritas. Pese al estar lejos de la Isla, no quería olvidar las viejas prácticas piratas.
Alguien tomó asiento a su lado, y Lia lo miró de reojo.
—Tiene que ser una broma... —Murmuró para sí misma. Giró levemente su cabeza —¿Acaso me estás siguiendo?
—Eso tendría que preguntartelo yo, pirata —Peter la miró alzando una ceja —. ¿Acaso me estás siguiendo?
Killian rodó los ojos.
—Estoy acá porque vine a ver a mis amigos practicar —Señaló a Jay que corrió por el campo y a Carlos que se encontraba recostado en el suelo, intentando hacer unos abdominales —. Bueno, al menos a uno de ellos.
—El chiquitín me cae bien, es gracioso.
—El chiquitín —Soltó con desprecio —, tiene nombre. Se llama Carlos, es hijo de Cruella de Vil. Y el otro torpe de por ahí, es Jay. Hijo de Jafar.
—Tengo la leve sospecha de que Jay no te cae bien...
—Al contrario. Adoro a ese idiota. —Sonrió. —Nuestra amistad es un ciclo consecutivo de peleas y burlas.
Peter miró al frente, y persiguió con la mirada al hijo de Jafar. Este saltó las murallas sin problema alguno e intentó taclear al jugador contrario, pero él salió corriendo.
—Ahora responde, niño perdido. ¿Qué haces aquí? —Apoyó su mano en el mentón y el codo contra la rodilla. Lo miró de costado.
—Ah... Vine a ver a mi mejor amigo. Como cada entrenamiento.
—¿Quién? ¿Ben? —Señaló con su dedo al futuro rey que hablaba al parecer con el entrenador.
—A Ben le tengo un gran aprecio y es un muy buen amigo, pero no. No a él. Vine por Finn.
—¿Finn práctica Tourney? —Inquirió la pirata, buscándolo con la mirada.
—La mayoría de los príncipes practican Tourney. —Aclaró.
—¿Y tú no?
—¿Paresco un príncipe acaso? —Elevó una de sus cejas.
—Pareces un bacalao, de hecho —Sonrió con falsedad —. Bueno, tu presencia me molesta, así que...
Killian tomó sus cosas otra vez y bajó un par de gradas, alejándose de Peter.
—¡Y yo que creí que estábamos teniendo una conversación agradable! —Gritó de más arriba.
—¡Eso jamás, niño perdido! —Respondió.
Peter se permitió analizar a la pirata con un poco más de detalle. Los mechones rojos de su cabello brillaron con intensidad por el sol del mediodía, el parche del ancla en la chaqueta le pareció sensacional, y sus uñas pintadas de un negro perfecto se movían en sincronía a la hora de escribir sobre el cuaderno.
Las hojas blancas estaban adornadas con tinta negra, con miles de estrellas dibujadas por todo el papel. También notó ciertos dibujos extraños, como nudos o artefactos metálicos. Cuando Lia dio vuelta una de las páginas, Peter reconoció uno de los garabatos de la pirata. La roca Calavera. Junto al pie de la hoja tenía apenas una inscripción que él llegó a leer antes de que Killian cerrara el cuaderno; «¿Algún día viviré las aventuras de mi padre?». Y el polvo de hadas dentro de Peter brilló con intensidad, pues una idea llegó a su cabecita de niño perdido.
Killian volvió a prestar atención al entrenamiento cuando el pitido del silbato del entrenador llegó hasta sus oídos. Irritada por el barullo, alzó la mirada, achinando un poco los ojos debido al sol que a esa hora pegó de lleno en el campo.
—Jay, Ben, ofensiva —Indicó el entrenador —. Chad, Finn, vayan a la defensa. Taylor, tú lanzas hoy.
—¡Claro, entrenador!
Killian reconoció a aquel chico, como al chico que Jay quiso taclear minutos atrás.
—¡Hey, tú! —El entrenador llamó a Carlos que no sabía siquiera dónde estaba parado —Hey, niño perdido...
—¡Oiga, esa es mi frase! —Gritó Killian, levantándose de la grada. El entrenador la miró. —Al menos pagueme los derechos de autor...
—¿Quién eres tú? —Gritó de regreso.
—La niñera de los dos torpes que tiene como nuevos jugadores —Aclaró con una sonrisa.
—Lia, solo... Cállate, ¿Quieres? —Reprochó Jay, mirándola.
—Me callo porque quiero, no porque tú lo dices. —Killian volvió a sentarse en la grada —Torpe... bacalao podrido... —Murmuró entre dientes.
—En fin... —El entrenador meneó la cabeza con una sonrisa discreta —Tú, ponte el casco de una vez, y sal de la zona de riesgo. —Le aconsejó a un confundido Carlos.
El partido de práctica comenzó a los pocos minutos, una vez estuvieron todos en sus pocisiones de juego. El silbato sonó otra vez, y los jugadores comenzaron a correr de acá para allá, persiguiendo una pelota.
Lia soltó una risa sarcástica. Parecían pequeños cachorros que podrían estar tranquilamente corriendo de Cruella en sus mejores días malvados. Jay esquivó con facilidad a los contrincantes, derribando algunos en el proceso.
—¡Así se hace, Jay! ¡Hazlos puré real! —Alentó su mejor amiga, y el chico soltó un gran grito eufórico mientras siguió corriendo y tacleando príncipes —Uy... Eso dejará marca.
Cuando el hijo de Jafar llegó a una gruesa línea roja pintada en el césped, discos voladores lo atacaron sin razón aparente. Pero él apenas se mosqueó, ya que logró esquivar cada uno de los mismos.
—¡Jay, escúchame, soy Carlos! —Avisó el menor cuando el villano se encontró frente a él.
—Ahora sí, Jay, bájale un poco a tu intensidad... —Continuó Killian, bajando un par de gradas más y así estar más cerca —O sino, no tendrás manos con las cuales agarrar el equipo el próximo entrenamiento.
Carlos le tiró su palo de juego para calmar un poco la intensidad del chico, pero no sirvió de nada. Killian quiso adentrarse en el campo para evitar una tragedia, pero Finn se acercó a ella, evitandolo.
—No, Lia... Déjalo. —Ella lo miró. Aún traía el casco protector. —Deja que Carlos lo haga solo.
—Pero Jay no sabe medir su fuerza, Finn... —Cruzó ambos brazos por sobre su pecho —Carlos se volverá puré villano.
—Yo creo que no... —Señaló otra vez el campo.
El hijo de Cruella encontró la manera de salvar su vida del ataque eufórico de Jay, cubriendo su pequeño cuerpo con el escudo del equipo y haciéndose bolita en el suelo. Jay aprovechó aquella oportunidad y usó dicho escudo como impulso para saltar sobre Carlos y así anotar un punto en el arco rival.
Killian relajó su cuerpo y deshizo el cruce de brazos. Jay volvió a soltar un grito, y tiró el palo y el casco por algún lugar del campo. Lia jamás tuvo la oportunidad de verlo tan feliz. Al menos en algo que no fuera robar.
—¡Sí, vamos! —Festejó feliz —. ¿Viste eso, Lia? ¡Así se patean los traseros reales! ¡Wow!
Ella volvió a soltar una carcajada de alegría, pero la seriedad la invadió cuando notó las caras de los demás jugadores y del entrenador.
—Creo que está en problemas...
—No lo creo —Finn miró también al entrenador —. Ahora vuelvo.
Lia asintió y Finn corrió cerca del entrenador.
—¡Tú! —La expresión de Jay también cambió, cuando el entrenador lo llamó —Ven aquí.
El grito de las porristas puso aún más nerviosa a Killian, que comenzó a jugar con su anillo de forma más repetitiva. Pensó en algún castigo que podían colocarle a Jay por ser tan brusco, pero... Si saben como son los villanos, ¿Por qué tan solo lo dejaron jugar?
La pirata se acercó un poco al resto de jugadores para escuchar lo que el entrenador tenía para decirle. En caso de que fuera algo malo, Lia ya tenía la mano en su espada por si acaso.
—¿Qué fue lo que hiciste ahí? —La seriedad del entrenador se volvió una sonrisa genuina —Te diré qué fue. Talento crudo. Ven a mi oficina más tarde, te mostraré algo que nunca viste. Se llama reglamento. —Jay apenas pudo formular palabra —Bienvenido al equipo, hijo. —Miró a Carlos quien estaba a su lado —Talvez en tenís te vaya bien.
Jay y Killian sincronizaron risas que fueron inmediatamente apagadas tras la mueca seria de Carlos.
—Yo lo apoyaré, entrenador —Ben ofreció.
—Yo también —Finn continuó, tomándolo del hombro —. Ya verás que serás el mejor jugador de Tourney, Carlos.
—De acuerdo... —Aceptó el adulto —. A seguir practicando.
Los jugadores volvieron a dispersarse por todo el campo y Killian se acercó a Jay, después de que este golpeara -sin querer- el hombro de aquel rubio llamado Chad.
—Así se hace, amigo —Chocó puños con él —. El Tourney sí que está a tu nivel.
—El Hada Madrina al parecer tenía razón. Necesitan de mi fuerza aquí.
—Ya tengo que irme... Tengo clases de Química —Rodó los ojos de solo imaginarselo. —Ah, y trata de no golpear a Carlos en mi ausencia, ¿Sí? —Se cruzó de brazos —O usaré tus calzones como bandera para mi futuro barco.
Jay alzó ambas manos en son de paz, y tras regalarle una sonrisa a la pirata, este corrió nuevamente hacia el campo.
Finn se acercó a ella cuando la vio alejarse.
—¡Oye, Lia! —La pirata dio media vuelta, mirándolo —Sé que tienes clases con Evie, y am... Si es que ella no tiene nada que hacer luego, ¿Podrías decirle que me vea aquí?
Killian sonrió con picardía. Se colocó una de las tiras de la mochila en el hombro.
—¿Te interesa mi amiga, principito?
Finn se ahogó con su propia saliva —¿Qué? No. Es decir... Solo quiero mostrarle unas cosas que Raizel me pidió, ya que ella aún sigue en la reunión con mis padres.
—Sí, seguro... —Entrecerró los ojos y lo analizó. —Bien, yo se lo diré... Ah, a propósito. Me crucé con tu "mejor amigo" hace rato. —Imitó unas comillas con sus dedos. —Es algo irritante, ¿No crees?
—¿Quién? ¿Peter? —Lia arrugó la nariz con desprecio tras solo escuchar su nombre —Que raro... Peter casi nunca quiere acompañarme a los entrenamientos. Dice que antes de ver a un grupo de príncipes correr tras una pelota, prefiere ver a un grupo de monos bailar. O sea, porque son prácticamente lo mismo.
—Hum...
—¿Sucedió algo? —Preguntó.
—Nada que te interese. Olvidalo. Muy bien, principito —Palmeó su hombro —, ya perdí mucho tiempo, me tengo que ir. Y tú tienes que volver a entrenar. Nos vemos.
—Nos vemos luego, Lia.
Killian alzó su mano una última vez despidiéndose de sus amigos en el campo. Observó las gradas y no vio rastro alguno de Peter. Se había esfumado así como así. «Mejor» pensó ella. Al menos no tendría que tolerarlo por un buen rato más.
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Killian subió las escaleras del exterior, hasta llegar a la zona de casilleros. Algunas clases habían terminado ya, por lo que alumnos corrían de acá para allá guardando libros y buscando los próximos a utilizar. A lo lejos, unas cabelleras azul y morada llamaron su atención, y se acercó a ellas.
El tacon de las botas negras de Killian golpearon el suelo, y varios pares de ojos se pusieron sobre ella casi de inmediato. El rojo y negro de su vestimenta creó un opaco contraste contra el azul de los casilleros, pareciendo casi una mancha. Una mancha realmente molesta para los alumnos de Auradon. Los murmullos no se hicieron esperar y la sonrisa de la villana tampoco.
Los dedos la señalaron sin discreción alguna, y sabía perfectamente a qué se debía. Afirmó más el agarre a la empuñadura de la espada comodamente abrochada en su cintura.
—Comienzan a gustarme estas miradas de miedo —Informó la pelinegra apoyando su hombro en los casilleros.
—¿Te sientes como en casa, Lia? —Mal preguntó, dejando un pincel con pintura de color verde a un lado. Ella asintió con una sonrisa. —También puedo notar que estás más risueña.
—En la Isla todos solían correr cuando papá y yo abandonabamos el muelle. Y llegó un punto en el que se volvió repetitivo... —Soltó un suspiro —Ahora que lo hagan en Auradon... Se siente bien.
—La diferencia es que aquí traes la espada —Señaló Evie —. Entonces tienen un motivo para correr.
—Oye, me encanta tu casillero —Killian admiró la obra de arte que Mal estaba terminando de hacer. Apenas tenía solo el color verde sobre las puertas del casillero, pero notó la silueta de Maléfica dibujada en lápiz. —¿Te importaría dibujar uno para mí, Malita?
Killian la miró con ojos de cachorritos y un leve puchero se formó en sus labios. Mal rodó los ojos y le dedicó una sonrisa luego. Lia aplaudió sin hacer ruido, y entrecerró los ojos pensando en algún diseño.
—Termino el mío y haré el tuyo —Avisó la pelimorada —. Tengo tiempo libre hasta mi próxima clase.
—¡Estupendo! —Killian caminó hasta su casillero que no estaba muy alejado del de Mal, y simuló un cuadrado con sus manos, buscando el ángulo perfecto. —Sí, ya sé lo que quiero.
Mal y Evie la vieron regresar a paso lento, mientras que algunos alumnos que pasaban justo a su lado, se apartaron con rapidez. La sonrisa de la pirata se ensanchó aún más.
—¿Y? ¿Qué tienes en mente, pirata? —Mal dejó su dibujo de lado y la miró.
—Quiero un barco —Pidió —. Y no sé, después hazle algo que se le vea bonito en el fondo.
—Vaya fé me tienes, Lia.
—Sé que puedes hacerlo, moradita.
—Odio interrumpir su momento de inspiración —Evie tocó levemente el hombro de la pelinegra —, pero tenemos clase de Química. Y no quiero llegar tarde.
—Sí, tienes razón... —Killian soltó otro suspiro —Hora de aprender. Nos vemos luego, Mal.
—Adiós, chicas.
Mal agitó su mano despidiéndose cuando Evie arrastró a Killian en dirección a su siguiente clase que compartían juntas. Luego de casi cinco minutos enteros en los que tardaron en buscar el salón, por fin dieron con él. Apenas cruzaron las puertas de entrada, varios pares de ojos se posaron en las villanas.
Mientras que Killian rodó los ojos con irritación, Evie saludó a sus compañeros con una sonrisa, los cuales correspondieron también con una leve agitación de mano hacia la villana. La peliazul pareció caerles mejor a algunos alumnos, que la pirata que siempre tenía su clásica expresión asesina en su rostro.
Distinguieron la mano de Doug alzada en el aire, y las villanas se acercaron a él, sentándose una a cada lado.
—Hola, bienvenidas a su primera clase de Química. —El hijo de Tontin les entregó una hoja —Aquí tienen... Es una guía básica para que sepan las instrucciones y seguridades dentro del salón.
—Oh, gracias —Killian sonrió, pero después la reemplazó por seriedad —, pero no necesito esta guía.
La pirata fabricó un bollo con la hoja que Doug le dio, y la tiró por el aire, embocandola justo en el basurero.
—¡Punto anotado!
—Disculpala, Doug —Evie pidió —. Lia odia la Química, y las ciencias...
—Y las matemáticas —Agregó también la pirata —. Odio todas las clases que terminen en a o as.
—Es bueno saberlo...
El resto de alumnos fue entrando al poco tiempo, quedando el salón repleto de estudiantes que esperaban ansiosos la clase por venir. Killian notó un rostro conocido entrar por la puerta, y arrugó la nariz con desprecio. Mientras que Evie colocó una sonrisa de oreja a oreja.
Una vez el señor Deley entró también al salón, la clase dio comienzo. Empezó con la típica bienvenida hacia las villanas, lo que hacia a Killian rodar los ojos cada dos por tres. Y luego solo continuó con la lección programada para ese día. Lia notó como Evie miró embobada al chico unas mesas más al frente. Él estaba mirando el techo despreocupadamente, sintiendo que todas las chicas tenían su mirada en él.
—¿Hay chances de que herede algún trono? —Preguntó la peliazul. —¿De que sea un heredero?
—Ay, por favor, Evie... —Lia resopló —Chad es igual que todos los otros. Un principe mimado.
—¿Lo conoces? —Evie giró la cabeza tan rápido en dirección a ella, que juró escuchar un crujir —¿Cuándo?
—Tranquila, princesa... —Se cruzó de brazos y se echó para atrás en su asiento —Sé su nombre porque estaba en el entrenamiento de Tourney esta mañana. Y me pareció tan despreciable como todos.
—En algo concuerdo con Lia —La pirata lo miró alzando una ceja —. Killian, perdón. —Doug carraspeó —Como Killian dijo, él es Chad. El príncipe encantador... Junior.
—Todos parecen tener el Junior en su nombre aquí en Auradon.
—Lo dice la que lleva el nombre de su padre. —Evie aclaró.
—Oye, no te pases, princesa —Señaló con su dedo —. ¿Qué más sabes de Chad, Tontin junior?
Evie miró a Doug y negó con la cabeza para que le restara importancia al apodo de su amiga.
—Muy bien... Ah, es hijo de Cenicienta. —La sonrisa de Evie se iluminó más. —Chad heredó el encanto, pero no tiene lo necesario. ¿Comprenden?
—Por supuesto.
—Tiene lo necesario y más... —La peliazul soltó un suspiro, enamorada.
—Evie, ¿En serio? —Killian elevó una ceja y señaló al hijo de Cenicienta —¿Bajas tu estándar a Chad? Mira, si te vas a enamorar de un príncipe, al menos que sea Finn. Él sí me cae bien.
—¿Finn?
—¡Claro! —Exclamó —Hasta lo dejo llamarme Lia. Eso ya es mucho para mí.
—Killian, Evie —Ambas miraron al frente —. Si tienen tantas ganas de charlar, porque no viene una al frente a decirme cuál es el peso atómico promedio de la plata.
—No, gracias. Yo paso. —Lia subió sus pies a la mesa, despreocupadamente, como hizo en la clase del Hada Madrina. —Odio las Ciencias.
—Pues ve haciéndote amiga de ellas —Aconsejó el profesor —. Habrá un exámen en estos días y todos en mi clase lo harán. Sin excepciones.
Killian bajó los pies de la mesa, ahora enfadada. Ella estaría encantada de arrojar a ese profesor por la borda para que se lo comieran los cocodrilos, si tan solo estuviera en la Isla.
—Evie, ¿Sabes la respuesta? —Volvió a hablar, ahora mirando a la peliazul.
—¿El peso atómico? Ah, no tiene que pesar mucho porque es un átomo, ¿No? —Rio nerviosa, contagiando también una risa en Chad. Lia rodó los ojos.
El profesor le hizo una seña a la villana, por lo cual Evie tuvo que ir hasta el frente de la clase. Killian le dijo que si algo pasaba y llegaba a quedar en ridículo frente toda la clase, nada le evitaría hacer una masacre. Pero sabía que todo iría bien, cuando la vio recoger el espejo mágico de su bolso.
—Entonces... —Le pasó una tiza para poder escribir en el pizarrón —Necesito saber cuál es el peso atómico promedio de la plata...
Un leve destello llegó a la vista de Killian y sonrió. El espejo le daría la respuesta a su amiga. Evie miró nuevamente el pizarrón después de levantar la mirada del espejo, y comenzó a escribir como si en verdad supiera la respuesta.
—Sería... 106.905 por 0.5200 más 108.905 —Killian miró de reojo a Chad y lo notó escribir algo en un papel y frunció el ceño, confundida. —Por 0.4800 lo cual, señor Deley, nos da; 107.9 AMU.
—¡Ja! —Soltó Lia —¿Cómo le quedó el ojo, señor Deley?
—Es un gran error subestimar a una...
—¿Villana? —Completó Evie —No vuelva a hacerlo.
Killian esperó orgullosa a su mejor amiga, pero esta se detuvo un segundo frente a Chad, quien le dio un papel. Evie lo aceptó con una sonrisa boba en sus labios. Luego solo volvió a su lugar.
—A ver, ¿Qué te dio? —Intentó quitarle el mensaje del hijo de Cenicienta, pero Evie fue más rápida y alejó la mano de la pirata con un golpecito —Au... No hagas eso.
—Es mío.
—Pero quiero ver qué dice...
—Dice que... —Leyó el papel —Que quiere verme bajo las gradas a las tres. —Con una sonrisa, miró al príncipe y asintió en respuesta.
—En la Isla cuando alguien te decía; ven a tal lugar... Era porque, o quería robarle, o en caso de papá, terminar colgado del mástil.
—Pero... No estamos en la Isla, Lia —Recordó —. Así que acá creo que significa, que quiere que lo vea en las gradas a las tres... De todos modos, no tengo nada más que hacer.
—Sí que tienes algo que hacer.
—¿El qué? —Preguntó, alejando la vista por fin de Chad.
—Tienes que encontrarte con Finn después de clases. También en las gradas.
—Yo no sabía nada de eso.
—Ah, es que me lo dijo antes de que me encontrara con ustedes... —Se pasó una mano por el cabello —Y me olvidé de avisarte.
—Ay, Lia... ¿Ahora qué haré?
—Dile que no al príncipe despreciable, y ve con el principito.
—O iré primero con Chad, y después con Finn —Ideó —. Le diré que me lo dijiste tarde, y por eso no pude ir con él antes.
—Haz como tú quieras —Dijo desinteresada —. Igual sigo prefiriendo a Finn.
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La clase terminó una hora después, lo que para Lia fue un total sufrimiento. Y no solo por el exámen que tendrían en pocos días, sino porque el señor Deley les dejó una pila de tareas enormes para que no se atrasaran con la clase, bajo la excusa de que todos en sus clases tienen las mismas responsabilidades y tareas que los demás.
Caminó por el pasillo más irritada de lo normal, cargando la pila de papeles y libros para estudiar. Ni siquiera se molestó en sonreír cuando las personas se alejaban de ella, asustadas. ¿Qué caso tenía disfrutar el sufrimiento de los demás, cuando ella estaba sufriendo también?
Pero su mal humor pareció esfumarse cuando vio a una persona en la zona de casilleros. El ceño fruncido lo suplantó por una sonrisa burlona. Acomodó bien los libros entre sus manos y a pasos rápidos se acercó a él.
—Estuve hablando con Finn —Comenzó, recargando su hombro contra la puerta de un casillero —. Y me dijo que tú nunca lo acompañas a los entrenamientos.
Peter cerró la puerta del casillero, y la miró con una ceja alzada y una sonrisa.
—¿Así que ahora hablas de mí con mi amigo? —Inquirió. Killian rodó los ojos. —Es cierto. Nunca voy a sus entrenamientos. Prefiero ver-
—Un grupo de monos bailar, porque son lo mismo —Completó. Peter sonrió. —Yo dije lo mismo, pero lo comparé con pequeños perros corriendo de Cruella de Vil.
—Tiene sentido. Eres una villana, así que usas analogías de villanos. —Killian acomodó un poco los libros pues se le estaban ya cayendo —¿Quieres ayuda con eso?
—No. Yo puedo. —Maniobró sus brazos para conseguir una postura cómoda —Mi casillero está acá a la vuelta de todos modos.
—Ay, por favor, pirata. No seas tonta y deja que te ayude.
—¿Cómo me llamaste? —Alzó una ceja y Peter tragó saliva. —De acuerdo. A ver tus manos, niño perdido.
—¿Pa-para q-qué? —Titubeó.
—Para los libros, dah —Aclaró obvia.
—Ah, sí claro... —Peter carraspeó para componer su voz, y Lia sonrió. Ella dejó sin problema alguno los libros sobre los brazos de Peter. —¿Y todo esto te dio el señor Deley?
—Ajá —Comenzó a caminar hacia su casillero con Peter siguiéndola —. Dice que como todos son iguales, las responsabilidades, por ende, también lo son.
—Claro, no hacer menos a los villanos.
—¿Y sabes qué es lo peor? —Ambos dieron vuelta en una esquina, llegando al casillero de Lia —Que en unos días habrá un exámen de todo lo visto hasta el momento, y yo no sé nada de Química.
Peter la observó bufar molesta, mientras abrió su casillero que parecía tener pintura fresca en la puerta.
—No son tan difíciles las clases del señor Deley. Solo tienes que leer un poco y estudiar.
—Ja, como si fuera entretenido leer uno de estos libros —Agarró los libros que Peter aún tenía, y los arrojó con furia dentro del casillero. Luego Lia cerró la puerta con cuidado y evitar manchar su mano con la pintura fresca. —Y ahí se quedarán hasta nuevo aviso.
El hijo de Peter Pan ocultó una sonrisa ante el berrinche de Killian, y se cruzó de brazos, sin quitar la mirada de ella. Las pequeñas arrugas en su frente cuando fruncia el ceño la hacían ver un poco más tierna, y su labio abultado en forma de un pequeño puchero comenzaban a ser más llamativos a la vista del chico.
Cuando Killian colocó la mirada otra vez en él, apartó los ojos de ella con rapidez y buscó algo más que ver y así evitar que ella se diera cuenta de su análisis minucioso.
—Aún no has respondido mi pregunta. —Habló otra vez, atrayendo su mirada. Peter frunció ambas cejas, confundido. —No me has dicho porque estabas esta mañana en el entrenamiento de Tourney, si según Finn, tú nunca vas a verlo a él.
—Ah... Porque... —Divagó en una respuesta coherente —Pues porque... Quiero interesarme más en el Tourney —Lia elevó una ceja —. Sí, eso. Es que planeo unirme al equipo.
Peter amagó a apoyar medio de su cuerpo contra los casilleros de forma despreocupada, pero Killian lo evitó.
—¡Cuidado! —Advirtió —La pintura está fresca...
Peter volvió a ponerse recto y miró el dibujo.
—Sí, obvio... Sabía que estaba fresco. —Lia rodó los ojos. —¿Tú lo hiciste?
—Ah, no... Mal lo está dibujando para mí. Supongo que quiere esperar a que la pintura se seque, para seguir con el resto.
—¿Y qué se supone es esto? —Miró de frente la pintura, notando apenas un cielo estrellado.
—Le dije que dibujara un barco, y el resto lo dejé a su imaginación —Imitó la postura de Peter —. No sé qué sea esto, en realidad. Pero confío en ella. Sé que será algo lindo.
Un par de risas se escucharon en la esquina contigua y Lia distinguió a Audrey, Chad y Ben conversar de algo.
—Agh... Que mal que me caen esos dos... —Murmuró.
—¿Chad y Audrey? —Asintió en respuesta. —Sí, como a la mayoría. Son algo huecos a comparación de sus padres.
—Ja, igual que tú —Sonrió —. A diferencia de que ambos son huecos.
—Y ahí se cayó nuestra buena conversación. ¿Sabes? Papá se sentirá halagado de saber que lo llamaste hueco.
Lia sonrió con más demostración —Dile que va de parte de Killian.
—¿Killian padre o Killian hija?
—Ambos.
La conversación de Audrey, Chad y Ben pareció ser seria, por lo Killian decidió acercarse un poco manteniendo su presencia escondida, y hacer oídos sordos a las quejas de Peter sobre que con ella, la conversación podría cambiar en cualquier momento, volviéndose un fastidio.
—Esos chicos son problemáticos —Escuchó a Chad hablar.
—¿Qué pasa, Chad? No es para tanto —Continuó el futuro rey.
—No te ofendas, Bennybú —Killian rodó los ojos ante el apodo del chico —. Eres demasiado crédulo. Sé que tu mamá se enamoró de una enorme bestia que resultó ser príncipe... Pero con mi mamá, la bruja mala solo era una bruja mala. Y era su madre.
Killian siguió la mirada de Audrey, encontrándose con Mal unos pasos más adelante. Quiso ir a colocar a la princesita en su lugar, pero Peter la agarró de los hombros, evitándolo.
—No viene al caso, pirata. Déjala.
Killian soltó un poco de aire retenido, se sacudió, y Peter sacó ambas manos de sus hombros.
—Hablaré con el Hada Madrina —La voz de Chad volvió a interferir en la conversación —. No es normal que una pirata ande con un arma por toda la preparatoria. —Ben frunció el ceño. —Unos chicos me dijeron que esta mañana amenazó a Peter Junior con su espada.
—Vaya que corren rápido las noticias aquí —Killian miró a Peter de reojo —. Y por cierto, ¿Peter Junior?
—Es mejor que «Junior».
Lia asintió de acuerdo.
—Odio los piratas... —Chad achinó la mirada —Son despreciables.
—Creo que se equivocan. —Ben agregó con una leve sonrisa. —Los veo luego.
Peter y Killian lo siguieron con la mirada y lo vieron detenerse en el casillero de Mal, que cerró cuando el futuro rey llegó. Mientras que Audrey dio media vuelta, con Chad siguiéndola como un cachorrito.
—De acuerdo, volviendo al tema —Killian lo miró —. Jay sabe jugar al Tourney muy bien. Incluso creo que entrará al equipo.
—¿Qué?
—Oh, wow... Sí que eres de memoria corta, bacalao. —Golpeó leve la frente del chico. —Sobre tu idea de entrar al equipo. ¿No era por lo que estabas hoy en el campo? —Elevó una ceja.
—Sí, claro, sí. Entrar al equipo.
—¿O es que estabas ahí por otra cosa? —Sonrió de forma burlona.
—¿Por qué más estaría en el campo, si no es para jugar? —Indicó —Uh, mira la hora —Fingió mirar su reloj —. Bueno, tengo que irme... Las clases aún siguen —Avisó, volviéndola a mirar —. Al parecer sí se puede tener una charla agradable contigo. Al menos un momento.
—Solo porque me encontraste de buenas, niño perdido.
—Ojalá encontrarte así más seguido.
—Bien, sí... Acabaste con mi buen humor. Ahora esfumate, niño.
Peter asintió con la cabeza y tras un saludo de mano hacia la pirata, él se fue. Lia dio unos cortos pasos, acercándose a su amiga y futuro rey.
—Hola, futuro rey Bestia. —Lo saludó y Ben elevó su comisura en una sonrisa.
—Killian, hola —Respondió —. ¿Cómo va tu primer día?
—No tan irritable como imaginé... A excepción de Chad, que me pareció realmente despreciable.
—Oh bueno... Déjame decirte que el sentimiento es recíproco.
—Sí, lo escuché- digo, lo imaginé —Corrigió —. Lo conocí en clase de Química.
—Ya cambiará. Solo hay que darle tiempo.
—Alguien que creí que era despreciable para ti, Lia, es el hijo de Peter Pan —Mal agregó con una sonrisa —. Pero los vi hablando hace un momento y esa conversación me parecio de todo, menos despreciable.
—¿Conociste a Peter? —Ben preguntó y Killian asintió —Es un buen chico. Él fue el primero en enterarse sobre los hijos de villanos elegidos para venir. Bueno, él y Finn, porque estaban juntos cuando le comuniqué mi idea a Finn.
—Uhm... —Lia inclinó su cabeza hacia un costado, pensando.
—Bueno, Lia la primera noche que lo vio quería asesinarlo.
—Y aún quiero hacerlo —Remarcó —. Solo busco el momento adecuado y donde nadie pueda encontrarlo. —Hizo un ademán con su mano —En fin, aunque me gusta, dejemos de hablar de mí. ¿Qué tanto hablaban ustedes antes de que los interrumpiera mi asombrosa presencia.
—De Mal y su increíble talento —Señaló el dibujo terminado en la puerta del casillero —. Le dije que podría inscribirla a la clase de arte.
—Y yo le dije que no. Que no sería divertido.
—Opino lo mismo —Killian apoyó su idea —. Las clases le quitan lo divertido a todo.
Jane pasó por el lado de ambas villanas, soltando aquel chillido que hizo en la clase del Hada Madrina. Mal codeó a Killian una vez más y la siguieron con la mirada, hasta que se perdió dentro de los baños.
—Creo que fue suficiente conversación por hoy, Ben —Mal formó una línea con sus labios. —Lia, ¿Me acompañas?
—Seguro... Adiós, Bennybú.
El chico soltó una risa ante el apodo de la pirata, y que Audrey siempre solía usar en él. Una vez las vio adentrarse a los baños, Ben se fue.
—Hola. —Mal comenzó la conversación, haciendo que Jane gire su rostro con rapidez hacia ellas. —Eres Jane, ¿Cierto? Siempre me gustó ese nombre. Jane.
—A mi siempre me gustó el nombre Kiram. —Killian se acercó a la menor, sentándose sobre el lavado. —¿Tú que dices, Jane? ¿No es lindo?
—Sí, es lindo. Adiós.
—No, alto. Espera. —Killian la detuvo, y Mal se puso frente a ella para que no se fuera.
—Es que esperábamos hacer alguna amiga... —Continuó la hija de Maléfica —Talvez tengas muchos amigos aquí, ¿Eh?
—No tantos.
—¿No tantos? —Lia habló a su espalda —Pero tú eres... Muy bonita. ¿Por qué nadie más es tu amigo?
—Claro, aparte tu mamá es el Hada Madrina —Secundó la pelimorada —, y la directora. Ni hablemos de tu increíble... personalidad.
—Preferiría ser bonita —Jane las miró —. Tú cabello sí es lindo. Y adoro tu cabello, Killian. Es tan... piratesco.
—Gracias, Jane —Agradeció la pirata —. Es toda una locura conseguir el rojo perfecto para los mechones. Pero... —Pensó en algo —A Mal nada le parece una locura. Ella puede arreglar el tuyo.
—¿Ah sí? —La chica la miró y Killian señaló el libro con la mirada —Claro. Tengo lo adecuado para ti. —Abrió el libro de hechizos —Está... Ah, aquí.
Killian bajó del lavado y apoyó su espalda baja contra el mismo, mientras cruzó sus brazos, esperando el hechizo y cambio de imagen de Jane.
—"Postizos con rizos, reemplaza el antiguo cabello liso" —Movió su dedo en varias direcciones, guiando también la cabeza de Jane.
Cuando la hija del Hada Madrina levantó la mirada con dirección al espejo sobre el lavado, su sonrisa se ensanchó aún más. Ahora el cabello de Jane caía en hermosas ondas hacia un lado, el gran moño celeste adornó un costado de su cabeza y sus aretes de perlas se veían con más claridad. Killian sonrió victoriosa.
—Ahora no se notan las... otras partes de tu presencia.
Jane tocó el libro de hechizos —Arregla mi nariz.
—Ah, lo siento, hadita, pero Mal aún no domina esa clase de magia —Rascó su nuca, apenada —. Yo ya lo intenté.
—Sí... No puedo hacer magia... No como tu mamá. Con su varita. Un movimiento de esa cosa y tú podrías tener el cabello tal como quisieras.
—Ella no usó la varita nunca más —Dijo con tristeza —. Cree que la verdadera magia está en los libros. Aunque no en los de magia, sino en los libros de Historias y esas cosas.
—Pff, que absurdo —Murmuró la pirata.
—Sí...
—Sé que usó su magia con Cenicienta, que no era su verdadera hija. ——Mal la vio colocar una expresión triste en su rostro —Ella no te ama, ¿Cierto?
—No, claro que me quiere. Solo es un amor severo. "Mejora tu interior, no tu exterior". Ese tipo de cosas.
—Como lo que dicen los padres en la Isla... —Killian agregó. Jane la miró. —Dicen que nos quieren, pero no lo demuestran.
La sonrisa de Jane desapareció.
—¡Esa mirada! —Indicó la hija de Maléfica —Sí. Y luego tu cara tiene que verse como si tu corazón se rompiera. Demuestranos cómo sería, Lia, por favor.
Lia enderezó su postura y soltó un poco de aire. Luego su rostro se volvió triste e incluso Jane creyó que lloraría.
—Oh, madre... No entiendo porqué no puedes hacerme hermosa... Así como tú. —Sorbió un poco la nariz, y la tristeza cambió a una sonrisa. —¿Cómo lo hice?
Mal alzó ambos pulgares.
—¿Creen que funcione? —Jane preguntó.
—¡Por supuesto! —Killian volvió a sentarse sobre el lavado, y subió una pierna sobre la otra.
—Es lo que hizo Cenicienta, ¿No? —Mal continuó —Tu madre bíbidi bábidi bu, su apariencia y su vida entera. —Jane rio. —Y oye, si tu mamá talvez decide, bueno... Volver a usar su varita —Alzó los hombros, despreocupada —, invitanos.
—Si puedo convencer a mamá, estarán ahí.
—Sí...
—¡Yuju! —Killian exclamó en murmullo.
—Adiós.
Jane salió del baño despidiéndose de las villanas. Killian bajó del lavado y se miró al espejo mientras acomodó su cabello.
—¿Crees que funcionará? —Preguntó, enrulando unos de los cabellos rojos.
—Tendrá qué. Se me acaban las opciones.
—¿Y manipular a la inestable hija del Hada Madrina fue tu mejor idea?
—Pues me seguiste la corriente, ¿O no? —Enarcó una ceja —. Solo así podremos conseguir la varita.
—Mientras sea antes de mi exámen de Química, perfecto.
Mal y Killian salieron del baño, esperando que el plan de Jane funcionara. Porque de verdad a la pelimorada se le estaban acabando las opciones y a Killian comenzó a molestarle la idea de que Auradon no era tan desagradable como imaginó.
palabras; 6452
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