
𝟬𝟬𝟯 ✧┆ you are my enemy
٭ chapter three ٭
✩*⢄⢁ ❝Tú eres mi enemigo❞ ⡈⡠*✩
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Las tres villanas decidieron acortar el tiempo de espera hasta el anochecer observando cualquier cosa que hubiera en esa habitación de cuatro paredes y muchísimos tonos pasteles. Pues era obvio que ninguna querría salir a pasear por los soleados y verdosos jardines de Auradon. Bueno, Evie talvez, pero no quería enfadar a Mal y Killian, así que solo se quedó con ellas, mientras desempacó algunas prendas.
—¿Por qué la luz de día aquí tiene que durar más tiempo? —Killian preguntó acercándose a la ventana y notando apenas recién el anochecer —El sol lleva ahí como una hora. No baja más...
—Lia, en la Isla el sol siempre estuvo tapado con nubes grises —Mal aclaró revisando el libro de hechizos que su madre le heredó —. Tanto en la Isla como aquí, el sol dura lo mismo. Solo que nosotros teníamos oscuridad más temprano por las nubes.
—¿Qué acaso ahora eres meteoróloga? —Inquirió enarcando una ceja —No lo soporto. Quiero mis nubes grises.
Caminó otra vez hasta el borde de su cama y como hizo durante toda la tarde, se tiró sin importar desarmar la ropa que Evie había desempacado de su bolso. Un llamativo color rojo llamó su atención y su sonrisa volvió a aparecer en su rostro.
—¡Oigan! —Llamó a sus amigas —¡Papá sí empacó mi chaqueta de cuero roja! —Exclamó con felicidad.
—¿Eso es todo?
—Vaya... Parece que alguien anda de malas... —Lia murmuró levantándose para ir al espejo en medio de la habitación y cambiarse la chaqueta negra por la roja. —¿Qué pasa, Mal? ¿Quieres regresar a la Isla?
—No sabes cuánto.
—Ay, chicas, por favor —Evie resopló —. Hay que darle una oportunidad. No podemos tan solo irnos así como así. Acabamos de llegar.
—De acuerdo... —Lia se miró una última vez en el espejo, apreciando el distintivo parche de un garfio en la espalda de la chaqueta. Cambió la mirada a la peliazul —Yo prometo darle una oportunidad a este nido de cocodrilos. Palabra de pirata. —Colocó dos dedos a un costado de su frente y los alejó, haciendo un saludo pirata.
—Bien, pero si conseguimos la varita esta misma noche, nos largamos de aquí —Mal miró por la ventana —. Andando. El sol se fue.
—¡Por el mar! —Exclamó Lia —Nunca extrañé tanto la oscuridad como hoy.
Evie y Mal soltaron una risa discreta ante la exclamación de la pirata y la siguieron cuando atravesó la puerta de la habitación para ir en busca de los dos villanos restantes.
Killian jamás pensó que un castillo tuviera tantos pasillos y habitaciones. Bueno, después de todo siempre vivió en un barco con dos camarotes que lograron adaptar para que los tres Hook pudieran vivir ahí y no tener que abandonar la nave por mejores comodidades. ¡Que se la llevara la marea si algún día decidía abandonar para siempre el Jolly Roger!
De hecho, ya lo había abandonado, dejándolo a su suerte. Pero Lia tenía todavía esa fuerte esperanza de encontrar la varita y regresar a sus raíces y por fin cumplir sus sueños de navegar por los siete mares una vez la barrera fuera destruida por completo.
Durante el trayecto a la habitación de los chicos, Killian pensó mucho en los ideales de los demás villanos y los comparó con los de ella y su padre. Mientras Maléfica quería destruir por completo Auradon y hacer sufrir a los bondadosos todo lo que ellos vivieron en la Isla, Killian y Garfio, como también Harry, querían solo ser libres. Adentrarse a las turbulentas aguas y descubrir lugares inexplorados. Ser unos piratas con todas las letras, y cazar algunos bacalaos en el proceso.
—Estás muy callada, Lia... —Evie murmuró a su lado, mientras doblaron por otro pasillo. El sexto contó Killian. —¿En qué tanto piensas?
—Primero, en que deberías dejar de hablar si no quieres que nos descubran, princesa —Evie sonrió como cada vez que ese apodo salía de la boca de Lia —. Y segundo, en nada. Solo cosas mías.
—Bien, creo que es aquí —Mal avisó, parándose en una de las tantas puertas de ese pasillo —. Jay, Carlos, somos nosotras. Abran.
Esperaron un par de minutos a que la puerta se abriera, y cuando esta lo hizo, Killian quiso mudarse de inmediato con ellos. Observó una televisión plasma, consola de videojuegos. Algún que otro juego de mesa, y lo más importante, no había colores rosas por ningún sitio. Si mucho amarillo y azul, pero era obvio pues eran los colores de la preparatoria Auradon. Aun así, eran mejores colores que los rosas, lilas y celestes.
—¿Cómo supieron cuál era nuestro cuarto? —Carlos preguntó, quien fue el que les abrió.
—De hecho, no lo sabía —Aclaró la pelimorada —. Solo entramos al pasillo de los varones y toqué la primera puerta que vi.
—Es un milagro que hayas acertado. —Killian comenzó a caminar por la habitación, observando absolutamente todo. —Ya fueron muchos príncipes por hoy.
—¿Envidia? —Jay sonrió, acercándose a la pirata.
—¿Qué? ¿Porque yo tengo dos manos y tú estás a punto de perder una? —Lo miró ladeando la cabeza —No, no mucha la verdad.
—Bien, Lia, hay que parar con las amenazas sobre cortar manos. —Evie colocó sus manos sobre los hombros de la chica —¿Qué acaso quieres parecer la Reina Roja cortando cabezas?
—Lo siento —Agachó la mirada —. Mi padre me contagió su trauma, y se volvió mi amenaza más fuerte.
—Bueno, pues... Podemos buscar una amenaza menos dolorosa, ¿Qué dices? —Soltó sus hombros y sonrió.
—¡Oh, ya sé! —Sonrió con emoción —Los amenazaré con arrojarlos a los cocodrilos. ¿Habrá cocodrilos en Auradon? —Colocó una mano sobre su mentón, como si pensara. —Quiero aplicar mi nueva amenaza con Audrey.
—Luego trabajaremos en eso. —Evie sonrió, otra vez.
Killian se acercó a la cama de Jay, donde el hijo de Jafar estaba, y vio como este sacó un par de cosas que guardaba en su chaqueta. Entre ellas, la corona de oro que lo vio robar del frente de la limusina cuando se estaban despidiendo de sus padres.
—Jay —Habló cerca de él —. ¿Qué se supone que estás haciendo?
—Se llama robar.
—Okey... —Comentó Mal —¿Cuál es el punto?
—Bueno, Mal, es como comprar lo que quieras, pero sin pagar.
Lia lo observó sacar una computadora de algún lugar y frunció el ceño, confundida.
—¿Y cuándo tuviste tiempo de "comprar" todo esto? —Preguntó la pirata haciendo comillas en aquella palabra.
—Mira, esto lo tomé de la limusina en la que viajamos, esto otro me lo encontré cuando ese chico Doug nos dio la explicación de nuestras clases, luego esto otro lo tomé del segundo pasillo a la derecha, y...
—Sí, sí, ya entendí. Gracias.
—Puedes seguir haciendo eso o lo dejamos todo como está y lo buscamos... ¡Cuando conquistemos el mundo! —Exclamó la hija de Maléfica, con una sonrisa.
—Suenas igual que tu mamá... —Acotó Evie, sin quitar la mirada de su espejito mágico.
—Tú hazlo a tu modo, y yo lo haré al mío —Jay agarró sus cosas y se alejó.
—¡Oye, Jay! —Lo llamó otra vez la pirata —Yo sí quería ver tu colección de cosas robadas. Necesito adquirir algo que le dé más... toque Isla a nuestra habitación.
—¿Tan mal está? —Enarcó una ceja.
—Es como si un unicornio hubiera vomitado ahí. Bueno, no tan así, pero de todas maneras no es un cuarto para piratas.
—¡Tengo lo indicado para ti, Lia! —Exclamó y rebuscó entre el montón de artículos tirados en la pequeña mesa —Lo encontré en una mesita cuando veníamos para acá.
Jay dejó en las manos de Killian una pequeña calavera negra, donde en las cuencas de los ojos podían ponerse velas y alumbrar como un farol.
—¿Por qué tendrían algo así en el castillo? —Inquirió la villana examinando su nueva adquisición.
—Porque es un souvenir.
—¿Souvenir? —Frunció las cejas.
—Ajá... —Jay señaló el objeto, para que Killian le diera vuelta —Ahí debajo puede leerse un "made in Neverland".
—¡Ah, ahora tiene sentido! —Sonrió —Es la Roca Calavera. Papá solía contarme de ella cuando era niña.
—¡Ahí tienen, tontos! —Carlos exclamó jugando un juego de video —Jay, tienes que ver esto. Es muy divertido. Lia, ven tú también, lo adoraras. ¡Puedes atravesar a las personas con tu espada!
—¡Yo juego primero!
La pirata corrió en dirección a Carlos, cuando sintió un fuerte empujón a su costado. De no ser por la pared cerca suyo, hubiera caído por completo al suelo. Cuando logró recomponerse, fulminó con la mirada al hijo de Jafar, quien fue el causante del empujón pues no quería perderse la oportunidad de jugar.
—¡Me dolió, Jay! —Golpeó su hombro cuando estuvo parada a un lado de él.
—Es mi cuarto, yo tengo prioridad.
Carlos le entregó los controles y Jay solo comenzó a moverse de un lado a otro y soltando risas por doquier.
—Patético —Murmuró Killian, cruzada de brazos.
—Patética tú.
—¡Chicos! —La voz de Mal resonó por toda la habitación, distrayendo de la consola a los tres villanos. —¿Recuerdan que vinimos aquí por un trabajo?
—Hada Madrina... bla-bla-bla —Jay se burló —. Varita mágica... bla-bla-bla.
—Esa fue buena —Lia sonrió —. De acuerdo, me toca.
Jay resignado le entregó los controles a Killian y esta sin esperar instrucciones del chico, comenzó a moverse de un lado a otro, esquivando los golpes y agitando las manos como si tuviera dos espadas invisibles que solo podían verse en la pantalla de la consola.
—Voy a pedir que pongan una de estas en mi habitación —Agregó —. Raizel me dijo que podía pedir lo que quisiera con total de estar a gusto. Y una consola va a ser mucho más placentera mi estadía. ¡Ja, toma eso, sucio bacalao!
—¡Vamos, presten atención! —Mal gritó otra vez, asustando ahora sí a los villanos. —Esta es nuestra oportunidad. No podemos gastarla pidiendo favores y jugando tontos juegos de video...
—Sí, lo lamento... —Killian dejó los controles a un lado y apagó la consola, para después cruzarse de brazos.
—Tenemos una oportunidad para probarnos ante nuestros padres... —Continuó la pelimorada. —De probarles que somos malos, despiadados, inhumanos y crueles. ¿Sí?
—Sí... —La voz de los cuatro salió al unísono.
Era tan extraña la relación que un villano tenía con su hijo, que siempre estaba esa búsqueda de la aprobación. Esa sensación que les daba la seguridad de que estaban haciendo lo correcto, y que no decepcionarían a los grandes villanos que alguna vez casi lo tuvieron todo. Pero claro que no todos siempre tenían los mismos pensamientos.
La relación padre e hija que Killian tenía con su padre era muy diferente a la que otros jóvenes villanos podían experimentar. Incluso llegaban a sentir envidia por lo bien estructurada que estaba la familia Hook. Aunque eso no contrarrestaba el hecho de que Garfio tenía a su favorito, pese a que él siempre dijo que ama a sus dos hijos por igual.
Aquella chica de mechas rojas y sonrisa encantadora solía convencer al Capitán mucho más de lo que él quisiera, volviéndola inconscientemente su favorita. Claro que su otro hijo, Harry, ocupaba gran parte de su corazón también, pero no tanto como lo hacía la pequeña Killian.
—Evie, el espejo. —Mal habló mientras tomó asiento en la mesa redonda de la habitación.
Evie abrió su bolso y buscó entre algunos maquillajes y cosas personales el espejo que había dejado ahí hace relativamente poco. Una vez lo sostuvo entre sus manos, lo acercó a su boca y murmuró las palabras necesarias para que el artefacto pudiera responderle.
—Espejito, espejito en la pa- en mis dedos —Corrigió —, la varita del Hada Madrina... Quiero.
El pequeño espejo mostró la imagen de la varita en tan solo segundos, solo que ninguno supo dónde se encontraba.
—Ahí está... —Killian aclaró lo obvio —Pero ¿Dónde es eso exactamente?
—Lia tiene razón. No sabemos dónde es eso. Talvez puedes alejar un poco la imagen.
—Espejo mágico no tan cerca —Susurró la peliazul a su espejo y este alejó la imagen dejando ver el planeta tierra.
—Eso tiene que ser una broma.
—Mi madre me dijo que hay que ser específico con lo que se quiere ver, Lia.
—Bien, entonces pídele que se acerque...
—Ya la oíste, espejo, acércalo... —La imagen se acercó, pero aún seguían viendo la tierra —Acércalo... Acércalo...
—¿Puedo volver a mi juego? —Preguntó Carlos —Pase al nivel tres.
—Te acompaño.
Lia iba a levantarse de la silla para acompañar al hijo de Cruella nuevamente a la consola y jugar esta vez en pareja, pero el grito de Jay la detuvo otra vez en su lugar.
—¡Alto!
—¿Qué es eso? ¿Un letrero? —Lia frunció el ceño, acercándose al espejo.
—El letrero de un museo. ¿Saben dónde queda eso? —Preguntó Mal esta vez, pasando la mirada por cada uno de sus amigos.
—Acabamos de llegar. ¿Por qué sabríamos dónde está ese museo?
—Está a tres punto siete kilómetros de aquí —Carlos sonrió dando vuelta la pantalla de la computadora. —Sí que funciona genial el wifi aquí.
—Pues andando, muchachos. A robar esa varita.
Cuatro de cinco villanos cruzaron la puerta para salir del cuarto, mientras que uno de ellos solo se quedó dentro de la habitación, jugando a los videojuegos. Cuando Lia se percató de la ausencia de Carlos, rodó los ojos y volvió a ingresar al cuarto y lo observó cruzada de brazos y golpeteando su pie contra el suelo un par de veces.
Carlos notó la silueta de Killian por el reflejo de la televisión y tragó saliva. Soltó un gran suspiro y dejó los controles sobre el mueble para después caminar a pasos lentos hasta quedar frente a la pirata.
—Si yo no me quedo a jugar, tú tampoco lo harás... —Aclaró la villana, deshaciendo el cruce de brazos —Vamos, hora de ir por la varita.
—Sí, lo lamento.
Miró cabizbajo a la chica y luego solo descolgó su chaqueta del perchero y salió detrás de Killian.
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Los cinco villanos recorrieron las calles de Auradon en busca del museo que los llevaría donde la varita del Hada Madrina se encontraba. La noche cautivó por completo a Lia y no dejó de mirar el cielo estrellado durante todo el camino. En la Isla los privilegios así muy pocas veces solían apreciarse, decir que había visto tres cielos estrellados durante toda su corta vida, era mucho.
Jay tuvo que advertirle un par de veces sobre los postes frente a ella, porque no despegaba la vista de las brillantes estrellas, y después le echaría toda la culpa al hijo de Jafar si algún moretón aparecía en su cabeza. Así que Jay decidió evitar la ira de Killian, y la guio todo el camino, enganchando su brazo con el de ella.
Luego de unos largos minutos caminando por las calles, divisaron una gran construcción a lo lejos. Carlos señaló el edificio, reconociendo la fachada del museo que habían visto en el espejo de Evie. Killian por fin dejó de mirar el cielo, lo cual Jay agradeció, y enfocó la mirada al frente, observando la gran construcción.
—Apuesto a que ese museo es la construcción más pequeña de todo Auradon —Murmuró, caminando un poco más lento pues estaban casi por llegar —. ¿Han visto todas las construcciones de aquí? Son realmente enormes...
—La gente de la realeza suele gastar su dinero en grandes fortificaciones —Aclaró Jay.
—¡Alabados sean los reales! —Exclamó sarcástica.
—Evie, el espejo —Mal miró a la peliazul.
—¿Qué? ¿Tengo mal el maquillaje? —Inquirió la princesa villana, con rostro preocupado.
—Sí, y oye... Si tienes ganas, ¿Qué tal si ves dónde está la varita mágica?
—Ah, sí... Lo siento —Evie sacó el espejito de su bolso y volvió a mirar la ubicación de la varita —. Por aquí, síganme...
Siguieron a Evie hasta subir unas escaleras que dieron a la entrada del museo. Los cinco villanos posaron su vista en los ventanales de la puerta, admirando las posesiones en su interior. Los artefactos resguardados dentro del museo eran sin duda alguna, los tesoros más importantes de todos los cuentos de hadas.
Killian observó a través de un par de pantallas de seguridad, la rosa bajo el cristal de Bella y Bestia, la zapatilla de cristal de Cenicienta, e incluso la lámpara del genio de Aladdin. Codeó a Jay y señaló el artefacto con el dedo.
—¿Esa no es la lámpara del genio? —Preguntó.
—Sí... —Respondió el villano, fascinado. —Quiero esa lámpara. Papá estará orgulloso de mí.
—Sí, pero tenemos un problema, amigo mío... —Volvió a dirigir la mirada al frente y señaló al hombre sentado en la silla. —¿Qué hacemos con ese torpe guardia de seguridad?
Cuando Killian terminó de hablar, la silla de dicho hombre dio una vuelta, obligando a los villanos a esconderse y no ser vistos por él. Lia levantó un poco la mirada después de unos segundos, informando a sus amigos que el hombre había vuelto a su posición.
—Oye, Mal, esa es...
—¿La rueca de tu madre? —Jay terminó por Lia, soltando una risa.
—Sí, es algo tonta... —Continuó Carlos, riendo también.
Killian rodó los ojos, y soltó un suspiro.
—Es mágica... No tiene que verse siniestra. —Aclaró la pelimorada, buscando su libro de hechizos.
—¿Qué harás ahora, Mal? —Killian la miró —¿Algún truco mágico para activar la rueca tenebrosa de Maléfica?
—¿En serio? ¿Tú también? —Mal enarcó una ceja, mirándola curiosa.
—Lo siento... Es que sí es algo... Decepcionante...
—Ya verán lo decepcionante que es. —Volvió a mirar el libro y buscó algún hechizo entre las páginas. —"Mágica amiga, llegó la hora. Que mi víctima se duerma ahora".
Los cinco mantuvieron la vista expectante en los movimientos del guardia, y lo único que el sujeto hizo, fue acomodarse en su silla y echarse a dormir una siesta.
—Impresionante. —Mencionó Jay sarcástico.
—Sí, que susto. —Carlos siguió.
—Oh, no... Creo que empiezo a sentir un terrible sueño yo también... —Lia soltó un falso bostezo, para después unirse a las carcajadas de Jay y Carlos.
—Los odio.
—Claro que no lo haces, Malita... —Killian sonrió, utilizando otro de los apodos para sus amigos.
—Bien, ahora vean esto... —Rebuscó otra vez entre las páginas del libro —"Pincha su dedo, pincha y quema. Que mi enemigo luego se duerma".
Cuando sintieron movimiento dentro del museo, los tres villanos que se tomaban los hechizos de Mal para chistes, quedaron boquiabiertos cuando el guardia caminó hasta la rueca de Maléfica, y solo pinchó su dedo con la punta, soltando un gran bostezo y recostándose a los pies de la rueca.
—Ahora no es tan tonta, ¿Eh? —Sonrió victoriosa.
Mal intentó abrir la puerta, pero esta no cedió.
—Atrás, amigos... —Jay advirtió, mientras comenzó a caminar unos pasos para atrás.
—Alto... Sé cómo abrirla.
Lia se agachó a la altura de la cerradura y sacó una horquilla que tenía escondida detrás de unos de sus rojos mechones de cabello. Lo introdujo en la cerradura y comenzó a moverlo en todas direcciones, buscando el «clic» del cierre.
—Es un viejo truco pirata —Explicó a los tres pares de ojos que la miraban con intensidad y desespero —. Mi padre me lo enseñó. Todo el truco está en el... —Un suave ruido metálico salió de la cerradura, y Lia solo empujó la puerta ya abierta —Pestillo.
—¿Cómo sabes hacerlo tan bien? —Carlos preguntó, entrando después de la pirata.
—¿Quién crees que abre los cofres que papá encuentra y esconde? De hecho, yo soy la razón del porqué los esconde... No quiere que se los robe...
Una vez los cuatro villanos estuvieron adentro, Lia olvidó un pequeño detalle. El hecho de que Jay siguió tomando vuelo para abrir la puerta, y encontrándose con el hijo de Jafar ya a su lado, y que cayó al suelo al no sentir el choque contra la puerta.
—Auch... —Murmuró tirado en el suelo.
—¿Vienes? —Mal cruzó por su lado, pateándolo suave.
—Pudiste haberme avisado sobre la puerta abierta y tus tontos trucos piratas... —Jay habló, levantándose del suelo con ayuda de Carlos.
—De hecho, sí avisé sobre mis tontos trucos piratas —Sonrió sin gracia —. Pero tu tonta masculinidad te impidió escucharme.
—¿Quieres jugar a eso, pirata?
—Pruébame.
—Chicos, deténganse. No estamos para otra de sus tontas competencias —Mal detuvo la pelea, llamándolos —. Luego de este robo, podrán pelear y competir tanto como quieran. Ahora, vámonos.
—Sí, voy... —Obedeció Jay, siguiendo a Mal.
Una vez Jay se apartó de su lado, Killian soltó una sonrisa discreta. Las amenazas tanto de Jay como de Killian eran un juego recurrente entre los villanos. Ellos tenían una amistad que nadie más lograba comprender. Un día podían estar compitiendo por ver quién era el mejor, mientras que al otro, estaban unidos compitiendo contra otras personas que se creían superiores a ellos.
Con el pasar del tiempo, Evie, Mal y Carlos lograron acostumbrarse a los cambios de humor de ambos, y muy poca importancia le daban a sus competencias. Cuando solían hablar de ellos, los tres explicaban que era como una típica relación de hermanos, aunque ellos no compartieran sangre alguna. Solo era... Una muy buena relación de amigos.
Una vez los cinco estuvieron dentro del museo, comenzaron a recorrer los pasillos, buscando entre los tantos carteles, la ubicación exacta de la varita mágica. Killian leyó uno que decía "Coronas de Auradon" y supuso que ahí se encontraban las máximas joyas reales del reino. Por otro lado, Evie señaló un letrero con la inscripción "Galería de Villanos", junto a otro que decía "Galería de Héroes".
—Imagino que este no es —Lia señaló obvia el segundo cartel que conducía hacia otro pasillo —, así que, nos toca subir, amigos. —Señaló el primer cartel que conducía escaleras arriba.
—Vamos, rápido. Sigan a Lia —Ordenó Mal, subiendo las escaleras.
Llegaron al segundo piso en cuestión de segundos, encontrándose con una gran sección de villanos frente a ellos. Las paredes estaban decoradas con cuadros contando las trágicas historias de los villanos, y en el medio de toda la sala, se erguían las maravillosas estatuas de cada uno de los villanos que horrorizaban los cuentos de hadas.
—¿Mami? —Murmuró la peliazul, acercándose a la estatua de su madre, que sostenía una característica y brillante manzana roja.
—Nunca más volveré a olvidar su día —Carlos inclinó un poco la cabeza, observando los pequeños dálmatas que corrían y adornaban la estatua de su madre.
—Quiero...
Lia caminó con cautela hasta quedar frente a la estatua del Capitán Garfio. La silueta de su padre tallada en aquel material era tan diferente a lo que Killian presenciaba día a día, que de solo imaginarlo, nunca podría ver al Capitán como lo pintaban en las trágicas historias de los héroes. Una sonrisa sínica adornaba su rostro, y los brazos estaban extendidos, reluciendo el característico garfio en una de sus manos. En la cintura de la estatua reposaba la espada, e instintivamente, Killian tocó el arma que ahora ella poseía.
—Quiero irme de aquí —Terminó la frase que empezó con anterioridad, alejándose de la estatua.
—Killian tiene razón. La varita no está aquí —Jay apoyó, acercándose a ella —. Vámonos, andando.
Las estatuas de los villanos eran un claro recordatorio de todo el mal que alguna vez fue causado. Un mal que no se volvería a repetir, pues los tiempos habían cambiado y ya nada podría atormentar la paz que Auradon había logrado conseguir. Fueron tiempos oscuros, donde solo querían buscar un poco de aprobación en un mundo que solo los veía como simples escorias que no merecían el amor de nadie.
Pero ¿Qué culpa tenían los descendientes, si nada de esos crímenes eran obras realizadas por ellos? Incluso apenas lograban verse como sus legítimos descendientes. Siempre buscando esa pizca de aprobación en un mundo creado para contener todo mal. Eran tan solo un ángel que nunca llegaría a ser un Dios.
Siguieron recorriendo un par de pasillos, pero aquel museo parecía ser mucho más grande de lo que Killian se imaginó dentro de la pequeña imagen en el espejo.
—Miren, ahí está —Señaló Evie.
La varita se encontraba flotando entre un gran campo de fuerza, y Killian pensó en lo difícil que sería sacarla de ahí sin activar ninguna alarma.
—Oigan, ¿Y Mal? —Preguntó la pirata, buscando a la hija de Maléfica. —Iré a buscarla. Traten de ver cómo podemos sacarla.
Los villanos restantes asintieron a la orden, mientras que Killian regresó a la sección de villanos, encontrándose con Mal mirando la estatua de Maléfica, sin poder despegar la mirada de la misma. De todos los jóvenes villanos que necesitaban la aprobación de sus padres, Killian sabía que Mal era la que encabezaba la lista. Así que solo se acercó lentamente a ella, y colocó una mano sobre su hombro.
—¿Mal? —Ella la miró —¿Te encuentras bien?
—Sí, es que... —Soltó un largo suspiro —En serio necesito hacer esto bien, Lia. He pasado mi vida entera buscando la forma para que mi madre se sienta orgullosa de mí.
—Y crees que con esta varita, ella lo estará —Agregó más en afirmación que pregunta.
—¿Y con qué si no es con esto? —La miró, y luego a la estatua —Necesito la varita, Killian.
—La conseguiremos, Mal —Tragó un poco de saliva, sintiendo un nudo en la garganta —. Sé que así será.
Killian rodeó los hombros de Mal con uno de sus brazos, y comenzaron a caminar en dirección a los demás villanos.
—¿Nunca te pusiste a pensar en cómo sería la relación con tu padre si fuera al revés?
—¿Al revés? —Enarcó una ceja.
—Lia, de todos nosotros, tú eres la que tiene una relación estable villano-hijo. —Explicó, mirándola de lado.
—¿La verdad? No, no lo he pensado —Confesó, deshaciendo el cruce de brazos.
—Pues qué suerte tienes.
—Sí, creo que tengo suerte... —Soltó un suspiro —. En fin, robemos la varita.
Mal siguió a Killian por uno de los pasillos, hasta llegar al resto de villanos que se encontraban con la mirada fija en el campo de fuerza invisible, que su interior contenía la varita mágica.
—Pues... Ahí la tienes, Malita —Señaló la vitrina.
—¡Wow, sí! —Exclamó Jay apenas llegó Killian, y corrió escaleras abajo para estar mucho más cerca de la vitrina.
Killian lo siguió con rapidez, mientras que los demás la siguieron a ella. La sonrisa de los cinco no podía ser más grande al estar por fin contemplando aquello que sería la llave de salida para todos en la Isla.
—Jay, no... —Advirtió Mal cuando decidió infiltrarse dentro del campo —¡Espera, no!
—¡Jay, por el amor a los cocodrilos, no seas idiota! —Gritó Killian.
Jay claramente no hizo caso a los gritos de sus amigas, y con una sonrisa tocó el campo de fuerza para intentar tomar la varita, y lo único que consiguió, fue ser expulsado hacia atrás, y que una muy ruidosa sirena comenzara a sonar, obligando a que los villanos cubrieran sus oídos con las manos y así apaciguar un poco el irritante chirrido en sus tímpanos.
—¡Eres increíble, Jay! —Exclamó Killian, acercándose a él.
—¿Un campo de fuerza y una sirena? —Carlos preguntó, quitando las manos de sus oídos.
—¿No es un poco excesivo? —Jay también preguntó, terminando de reincorporarse del suelo.
Cuando se dieron cuenta de que la alarma no dejaría de sonar, comenzaron a correr escaleras abajo y trataron de evitar a toda costa al guardia que había despertado de su sueño renovador al cual Mal lo había sometido.
Lia los apuró en cada paso, liderando el camino hasta la salida. Una vez llegaron a la entrada del museo, dejó que los demás villanos salieran antes, pero luego se percató que uno se perdió en el camino. Regresó un par de pasos y encontró a Carlos atendiendo el teléfono de recepción que no había dejado de sonar.
—Carlos, ¿Qué crees que estás haciendo? —Lo miró frunciendo el ceño.
—Shh... —La calló y volvió a la llamada —Ah, sí, sí... Solo un segundo más. —Lia lo observó teclear un par de números en una consola. —Sí, sí, no... Falsa alarma.
Killian sintió un par de pasos bajando las escaleras.
—Carlos, vamos, deprisa... —Apuró.
Carlos revisó un portapapeles sobre la mesa, buscando algo en particular —Eh, fue un desperfecto en el chip LM 714, del circuito de prueba —Lia rodó los ojos —. Sí, saludos a tu esposa.
—No podrás saludar a su esposa cuando regreses a la Isla, De Vil. —Regañó, guiándolo hasta la salida otra vez.
—¿Así es cómo me lo agradeces? —Enarcó una ceja, pasando por su lado y saliendo por fin.
Carlos y Killian se reunieron con los demás villanos que esperaron impacientes en las escaleras de la entrada. Una vez los vieron salir, retomaron otra vez la corrida hacia el castillo de Auradon.
—Muy bien, Jay. Tendremos que ir a la escuela mañana. —Mal reclamó.
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Killian se removió por décima vez consecutiva entre las sábanas. No podía conciliar el sueño de ninguna manera. Retomó su compostura, sentándose en la cama. Miró a sus amigas y se preguntó cómo es que hacían para dormir tan tranquilas. Soltó un gran suspiro y salió de la cama para caminar hasta la ventana que alumbraba muy poco la habitación.
Su mirada curiosa permaneció un gran tiempo mirando el exterior y pensó que talvez necesitaba tomar un poco de aire y olvidarse del gran fracaso de esa noche. Así que solo se acercó al perchero cerca de la puerta y tomó su chaqueta roja, y el cinturón con su espada, para después abrir la puerta con mucho cuidado. Sintió a Evie removerse un poco en su cama, pero le restó importancia cuando la peliazul siguió durmiendo sin problema alguno.
Siguió los oscuros pasillos hasta dar con la entrada de la preparatoria. Abrió la puerta sin preocupación alguna y observó a lo lejos su lugar de escape, al menos para esa extraña primera noche.
La oscuridad siempre fue su cosa favorita. Anhelar lo que hay más allá de lo que no se puede ver, emocionaba a Lia. Porque todo era una aventura. Una aventura en la que podría adentrarse y descubrir los más brillantes tesoros del mundo exterior. Así que solo se adentró al bosque de Auradon, siguiendo la luz de luna que iluminó su camino como un viejo farol.
Cruzó un par de arbustos que se cruzaron en su camino, hizo un par de ramas a un lado, saltó un par de rocas y llegó hasta un conjunto de enredaderas que daban la impresión de ser una entrada a otra parte del bosque. Killian solo chistó y entró sin preocupación alguna. Una brisa azotó el cabello de Killian antes de entrar y eso solo llamó mucho más su curiosidad. Las enredaderas en la entrada se movieron un poco a causa de la poca ventisca, revelando un cartel con letras desgastadas que, con anterioridad, era cubierto por completo por las enredaderas; «Neverland».
Lia siguió caminando por aquel bosque que, a su vista, era igual antes de cruzar aquella entrada. Rodó los ojos por la pérdida de tiempo que pudo haber invertido en otra expedición, y dio media vuelta para salir de ahí. El crujir de unas ramas volvió a llamar su atención y desenfundó la espada de su padre apuntando a ningún lugar exactamente.
Dio un par de pasos hacia adelante, cuando una figura de un extraño salió detrás de unos árboles. Killian reforzó el agarre en la espada, apuntando ahora al chico, y achinó la mirada para analizarlo mejor. Era un adolescente más o menos de su edad, de cabello rubio, o al menos eso se dejaba ver con la poca iluminación de la noche, y su vestimenta en mayoría era de color verde oscuro. Aunque lo oscuro también podría ser por la falta de iluminación, quién sabe.
—Tú eres la nueva, ¿Verdad? —inquirió el chico jugueteando con sus manos y Lia solo rodó los ojos —Aquella villana que viene de la Isla.
—¿Quién eres tú? —Preguntó sin dejar de amenazarlo con la espada.
—Oh, creo que olvidé presentarme. —Relamió sus labios y con una sonrisa, continuó —Soy Peter... Peter Pan.
Fue cortó el tiempo que Lia implementó para blandir la espada por el aire y acorralarlo contra un árbol, dejando el filo de la hoja a cortos centímetros de su cuello. Por no decir literalmente en su cuello.
—Di una palabra más, niño perdido, y te cortaré la mano. —Amenazó.
Peter sonrió —Veo que Auradon es muy pequeño, Capitán.
—Dame una razón para no terminar el trabajo que mi padre empezó, bacalao.
—Que no soy exactamente el Peter que buscas, pirata.
Tras otra sonrisa que Peter le dedicó a Killian, ésta deshizo el agarre de la espada, soltándolo. El chico acomodó su ropa arrugada, y Lia guardó la espada en la funda.
—Déjame adivinar —Volvió a mirarlo —. Eres su hijo, ¿No es así?
—Afirmativo, Capitán.
—Tenía entendido que Peter Pan nunca crecía, por lo tanto, eso involucra nunca tener hijos.
—No puedes detener el tiempo por siempre, Capitán. Aunque nos duela, siempre tendremos que crecer. —El rubio sonrió de lado, acercándose a ella —. Aún no has contestado mi pregunta, Capitán. Vienes de la Isla, ¿Verdad?
—Creí que al decirme "Capitán" —Hizo comillas al apodo —, y que yo no lo negara, ya te daba una señal de que sí vengo de la Isla.
—No sé cómo lo harán en la Isla, Capitán, pero aquí nos presentamos con nuestros nombres. Y si en todo caso no es muy obvio, también decimos quiénes son nuestros padres.
—Vaya... Eso es decir mucha información al primer momento, ¿No crees?
—Así nos gusta.
Lia rodó los ojos y sin darse cuenta, apretó con fuerza la empuñadura de la espada que ahora descansaba en su cintura. Talvez un método de autocontrol para no saltar sobre Peter Pan y terminar el trabajo de una buena vez. Aunque el que se encontraba ahora frente a ella, fuera una versión totalmente diferente.
—Soy Killian. Killian Hook —Respondió. Peter sonrió. —Hija del-
—Capitán Garfio. Sí, eso ya lo sabía, Capitán.
—¿Y aun así me pregun-? —Dejó la pregunta inconclusa —Ay, olvídalo. Mejor me voy o mañana tendrán que buscar entre los arbustos tus restos.
—Qué agresiva.
—Adiós, niño perdido —Dio media vuelta y saludó con un movimiento de dedos a Peter.
—Ya nos veremos de nuevo, Capitán.
El hijo de Peter Pan mantuvo la mirada en Killian, hasta que ella desapareció por la entrada de Nunca Jamás. Un escalofrío recorrió la espalda de Peter, avisándole que alguien había abandonado su tierra, y solo así dio media vuelta, adentrándose más entre los oscuros árboles.
Entre resoplidos y escenarios imaginarios, donde Killian se imaginó miles de formas en las que acababa con la vida de Peter Pan, ingresó nuevamente al castillo de Auradon. Poco le importó despertar a alguien, así que continuó el recorrido hasta el pabellón de chicas, entrando por fin a su colorida habitación. La puerta azotó con fuerza, despertando consecutivamente a Evie y Mal.
—¿Qué? ¿Qué sucede? —Evie miró en todas direcciones, levantando solo un lado de su antifaz para dormir.
—¿Qué sucede? —Preguntó incrédula —. Resulta que Auradon no es tan grande como mi mente me hizo creer.
—¿Qué hacías afuera, Killian? —Inquirió Mal, encendiendo la lámpara de noche.
—No podía dormir y creí que despejar mi mente del fracaso de esta noche resultaría. Así que salí a tomar un poco de aire —Comenzó a caminar en círculos por la habitación —. Fui al bosque... Y el destino puso en mi camino al hijo de Peter Pan. ¿¡Por qué no me deshice de él!? —Exclamó, tirándose sobre la cama.
—¿El hijo de Peter Pan? —Evie continuó. Ahora tenía el antifaz por completo sobre su cabeza.
—Creí que Peter Pan era un niño...
—Ve mi sorpresa cuando me di cuenta de que no, y que decidió reproducirse —Killian dejó la chaqueta a los pies de la cama, y la espada sobre la mesita de noche —. Ahora solo quiero dormir... Estoy agotada mentalmente. Ha sido el peor de los días.
—En la mañana quiero todos los detalles de ese encuentro. Buenas noches. —Evie dijo con una sonrisa, y después bajó el antifaz, volviendo a su sueño de belleza.
—No estaremos mucho tiempo aquí, Lia —Mal la miró —. No tendrás que preocuparte por él.
Mal dio media vuelta en la cama, dándole la espalda para volver a dormir. Killian miró el techo del cuarto y soltó un enorme suspiro. La adrenalina del momento comenzó a disminuir poco a poco y los latidos de su corazón volvieron a la normalidad. Cerró los ojos y relajó su mente de todo instinto asesino.
Mañana sería un nuevo día y evitaría por completo volver a reencontrarse con ese sujeto, porque estaba segura de que la próxima vez, la piedad se quedaría en ese colorido cuarto y no dudaría en terminar lo que su padre alguna vez empezó.
━𝗪𝗔𝗥𝗜𝗜'𝗦 𝗦𝗣𝗔𝗖𝗘 🧚🏻♀️
¡Tenemos el primer encuentro entre Killian y Peter! Qué lindo...
En fin, en esta historia quiero tratar de implementar un enemies to lovers, pero no tan duradero. Más bien es como un rivals to lovers... Pues, aunque Killian quiera matarlo cada que lo ve, en el fondo ella es más tierna que un pan recién salido del horno.
Así que los acercamientos serán un poco lentos... Pero al fin de cuentas, el odio se dejará de lado.
Eso es todo por hoy. Espero actualizar más rápido, pero no he tenido mucho tiempo... Así que solo les pido paciencia. Me darían motivación dejando un voto y comentando sus partes favoritas.
¡Hasta la próxima!
palabras; 6228
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