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⚔️... capítulo uno.


𔔀 VALHALLA ! 🍺 ragnar & percy.
by ©xelsylight. 2025.

🗡▐ al otro lado del mundo.
───── ( comentar & votar.





—¡Ten cuidado con esa carga, totte! —Mi hermana me ladró, por vigésima vez en el día.

Nublé los ojos, mientras mis gruesas botas de piel de ternera hacían huecos en la frondosa nieve, aquella que cubría los alrededores de nuestra tierra como un manto gris, vasto y hermoso. Esa belleza helada siempre acompañaba mi rutina diaria, perdido en una isla danesa del mar del norte. La isla de Samsø era nuestro hogar, mi hogar.

Lo único que había conocido por veintiún largos y tediosos años.

Estaba localizada en la bahía de Kattegat, a 15 km de la península de Jutlandia. Samsø pertenecía a la comuna de Samsø, siendo parte del distrito de Aarhus. Pero básicamente esto podía reducirse a que estaba simplemente habitando una de las muchas islas de Dinamarca.

Sin embargo, la vasta nieve a la que estaba acostumbrado sólo formaba parte dentro de las propiedades mágicas que protegían a mi gente y a mi familia. Afuera, más allá de la muralla de hielo y que escalpaba una altura de diez metros, Múr Vetrarblót (que no significaba otra cosa más que "Muralla del Sacrificio Invernal"), nos alejaba de miradas de transeúntes y de mundanos sin ápice alguno para entrar al Valhalla.

A mi meta final en la vida.

El Valhalla es el camino que todos los guerreros nórdicos —humanos, mestizos y/o criaturas mágicas— deseaban alcanzar para obtener toda la gloria de un héroe. La idea que me habían colocado desde mi forzado nacimiento y esperando incluso más que el de mis hermanas mayores.

Aunque eso sí, Dagny y Freya, no dejaban nada que desear ni se mostraban menos fieras que yo. Al contrario, para mí eran un modelo a seguir.

—¡No voy a tirar la nueva cosecha, confía un poco más en mí, Dagny! —reclamé, mientras escuchaba a mi hermana detrás de mí, reírse sonoramente por sus fosas nasales.

Estaba saliendo en compañía de mi hermana y muchas mujeres y hombres de mi aldea, como algunos seres mágicos, del Lago Blótvatn, que significaba "Lago de la Ofrenda" para el que no entiende nuestro idioma; el cual no era otro que al que acudíamos diariamente para abastecernos y cazar pescados desde generaciones atrás. Si bien antes de lanzarnos a las aguas con nuestros barcos debíamos hacer una plegaria hacia el dios Ægir, que era el rey de los mares que todos conocíamos. Básicamente era una personificación del poder del océano y al que agradecíamos constantemente por darnos comida y nunca darnos la espalda.

Nuestra aldea, mi hogar, se conoce como "Vetrheim", hogar del invierno en pocas palabras. Se permitía la entrada a todo aquel devoto que quisiera entrenarse hasta el desgaste de los huesos para la guerra final. Para el fin del mundo; desde que tenía memoria, jamás se había negado la entrada a nadie y si bien muchos no eran tan excelentes luchadores como otros que destacaban, ninguno desistía por mejorar. Ningún humano, mestizo nórdico como yo —hijo de un mortal y un dios nórdico— o criatura mágica, lo hacía.

La gloria era para todos los vetrheimenos, denominación para los que habitaban dentro del Vetrheim.

Aquí dentro y tras la enorme muralla de hielo que nos escondía del mundo exterior y nos protegía de posibles bestias y/o criaturas, la luz del sol era apenas un recuerdo, y las montañas que rodeaban nuestro hogar parecían no tener piedad. Cada día amanecía cubierto de escarcha, el viento soplaba con fuerza, y la oscuridad se apoderaba de la aldea mucho antes de lo que me gustaría. No era un lugar para los débiles, ni un lugar donde la calidez fuera más que una ilusión.

Como amaba mi hogar.

La cesta de pescados frescos en mis brazos pesa más que costumbre, pero eso sólo significa que tendremos una buena reserva para las tormentas frías venideras y que obstaculizarán la pesca y/o caza por los bosques nevados que rodeaban nuestra aldea.

—¡Llegaré primero, totte! —escuché a mi lado, con petulancia.

Dagny me adelantó, aprovechando que mi paso era más lento y su cesta más vacía. Muchas de las mujeres ataviadas con frondosos parkas y con cabellos trenzados se reían de nuestros habituales juegos, pero ya estaban acostumbrados. Siempre habíamos sido cuidados por todos, después de todo, por ser los hijos de la jefa del clan.

Mi madre, Ylva Hagkarsson, era una mujer cuyo nombre resonaba con fuerza en cada rincón de Vetrheim. Sus ojos morados brillaban como gemas en la oscuridad de las noches largas, y su cabello blanco, que caía como un río de plata, era símbolo de quién se había forjado a ser por largos inviernos eternos. Toda mi familia tenía el cabello blanco y los ojos morados —incluyéndome—.

Ylva siempre estaba a la cabeza de nuestras tradiciones, cumpliéndolas a rajatabla y con una sabiduría que solo los dioses parecían poseer. Yo estaba destinado a ser el próximo, el futuro jefe del clan, aunque aún no había alcanzado la fuerza ni la capacidad necesaria. Todavía me quedaban un año para ser todo lo que mi madre se había esforzado en convertirme y entonces, cómo se me había prometido, sería el sucesor al cumplir los 22, y con él, mi destino quedaría sellado para siempre.

Mi cabeza vuela a mis hermanas, quienes eran mis modelos a seguir, mis compañeras de futuras y gloriosas batallas. A las que siempre recurría cuando madre se ponía demasiado intensa con sus entrenamientos personales.

La que me adelantaba entre risas burlonas, era Dagny, era la hermana del medio. Con una enrevesada y trenzada mata de cabello platinado, una figura curvilínea y de unos ojos morados intensos. A los 26 años, ella había sido la más aventurera de nosotros, la primera en lograr despertar y domar a Vorthar, uno de los dragones de nuestra familia con tan sólo diez años; además se ganó su lugar como una guerrera venerada en Vetrheim cuándo sostuvo su primera espada a los cinco años.

Nuestra familia era la única a la que se le habían otorgado tres huevos de dragón, ofrendas de Odín, la noche tormentosa y de fiordos helados que dio paso a mi nacimiento. Todavía ni siquiera sabía porqué nos había dado ese hermoso y mágico regalo, pero mis padres me suelen decir que las preguntas traen respuestas indeseables y que lo mejor era mantener silencio, y agradecer con devoción.

Aunque yo, al pasar los años, no había sido capaz de despertar mi huevo de dragón que esperaba quieto en un nido de mi habitación. Muchas veces pensaba que estaba muerto, o simplemente que sería otra decepción a la que añadir a mi lista en las cosas que no era bueno.

Hablando del dragón de mi hermana que sobrevolaba nuestras cabezas y para cambiar de tema de mi desastrosa gloria como guerrero y futuro de Vetrheim, Vorthar era una bestia impresionante, con escamas que brillaban como el hielo en la luz de la luna, blanca y de matices negras. Su presencia era un recordatorio constante de que cualquier peligro podría acechar desde cualquier rincón, aunque a Vorthar se le daba muy bien el tema del camuflaje a la hora de jugar.

En cambio, mi otra hermana mayor, era todo un caso diferente.

Freya Hagkarsson era lo que mi madre decía estar orgullosa de tener como descendiente con otro par de ojos morados, más fríos, y una mata de cabello platinado que llegaba casi hasta la altura de sus muslos; aunque siempre sujeta en una sola trenza. Tenía 30 años y su carácter era helado, como el de nuestra madre. Ella era la más dura de los tres, siempre con una espada al alcance de la mano, dispuesta a defender el clan hasta su último aliento. También una excelente luchadora y era la que más respetaba nuestras tradiciones, y no dejaba que nadie o nada se saliese de su esquema formado en la cabeza.

Encabezaba el mando con mi madre y mi padre, pero y aunque no le agradó mucho la idea de que un lobo salvaje y descarriado como yo adquiriera el poder de salvaguardar nuestro hogar al año siguiente, nunca me ha mirado con odio o resentimiento. Me ama, como yo a ellas.

Por supuesto a la edad de doce años, fue capaz de despertar a su dragón y de dejarme atrás en mi ineptitud. Volkyar era una bestia de gran belleza y de escamas rojizas, con una corona de cuernos sobre la cabeza e intensos ojos dorados. Aunque casi siempre permanecía al lado de Freya, nunca perdía la oportunidad de jugar con su hermano dragón.

Muchas veces los admiraba cuidando de mi huevo, que seguía en su letargo sueño.

Para mi madre, Ylva, siempre hemos sido considerados con sangre de un linaje antiguo y al que ella nunca había podido acceder. Nuestra sangre nos conectaba con los dioses, de alguna manera. La magia corría por nuestras venas, y era algo que se sentía en cada respiro, en cada movimiento; era algo que nos permitía vincularnos con las almas de los dragones y ser uno.

Aquellos de los que no se tenía conocimiento desde hace eones, sorpresivamente.

Nosotros, los Hagkarsson habíamos sido los primeros en obtener no a uno, si no a tres de ellos.  Decía mucho de nosotros —ignorando el detalle de que yo no había sido capaz de despertarlo todavía, claro—.

Abandonamos la frontera y nos integramos en los recovecos de la aldea con cabañas simbolizadas con cabezas de dragones y lobos mientras un viento gélido golpeaba mis mejillas con fuerza. El frío me calaba los huesos, pero las ropas de pelaje de oso que llevaba me daban suficiente calor para continuar. Mi hermana Dagny, por supuesto, consiguió superarme y brindando su cosecha del día a Frojr, quien dirigía las comidas, corrió hacia nuestra casa.

—Será mejor que te des prisa, Ragnar, si no quieres que tu hermana hable de esto por tres quincenas. —Y entregándole mi cesta de pescados, limpiándome las húmedas manos sobre mi ropaje y acomodando mi lanza tras la espalda, asentí.

—No la dejaré ganar. —El hombre de barba rubia se carcajeó, negando con la cabeza.

Después, salí corriendo a la cabaña situada sobre el montículo más alto de nieve de nuestra aldea. Esa poseedora de tres cabezas de dragones, aunque la tercera sin rostro y dueña de mi familia.

Mientras atravesaba escuchando los estruendosos rugidos de recibimiento de Volkyar a Vorthar, atravesé los atestados caminos de Vetrheim hacia mi residencia. La aldea estaba rebosante, llena de ruido y de música con liras y harpas. Choqué varias veces con algunos gnomos, y elfos que no eran capaces de borrar sus sonrisas alegres —al menos en el caso de los elfos—.

Finalmente y con la respiración llena de vaho helado, alcancé mi hogar: la cabaña más grande de todas.

Las paredes de madera de tronco grueso, eran sólidas y las escaleras del porche crujían bajo mis pesadas. Al entrar, me di cuenta de que la puerta ya estaba abierta de par en par y que las risotadas de mi padre me indicaban que ya había perdido.

Sin embargo y sacudiendo restos de nieve blanca de mis hombros, me adentré al cálido interior. Cada rincón estaba adornado con pieles de osos y ciervos, trofeos de cacerías pasadas, mientras que las antorchas de fuego nos daban la única luz en medio de la penumbra. A pesar de ser muy temprano, era necesario para iluminar los recovecos de la cabaña.

Nada más dar dos pasos, soy recibido por Nantook, mi precioso lobo huargo.

Un ser animal que superaba el tamaño normal considerado de los lobos nórdicos y de unos intensos ojos azules. Removía su rebosante cola peluda de un lado a otro, mientras pegaba su hocico en mi torso buscando algún resquicio de pescado. Pero apartando su cabeza, negué con vehemencia.

—Hoy no hay nada, Nantook.

Y mientras caminábamos a la sala principal, escuchando por encima de nuestras cabezas a Vorthar y Volkyar jugar en el techo, vi a mi padre Jarl abrazar amorosamente a Dagny y siento una punzada en el pecho.

Porque algo que me diferenciaba de mis hermanas y que me hacia sentir lejos de mi familia, era el hecho de que en realidad fuese originado por un deseo. Soy hijo de mi padre y de la diosa Hel, dueña del Inframundo sólo para traer gloria a mi familia.

Algo que claramente no estaba consiguiendo, pero esperaba cumplir con todas mis fuerzas.

—¿Cómo ha ido la cacería de hoy, mi pequeño Ragnar?

Mi padre abrió sus brazos y sin dudarlo, salté sobre ellos buscando seguridad.

Al menos, no era considerado un bastardo.

🗡. elsyy al habla (!)
muchas gracias por su apoyo.

uff, estaba emocionada por subir esto y espero que les guste. sin duda, esta historia me tiene loca. ya quiero saber lo que opinan.

nos vemos pronto, mis mestizos nórdicos.

🗡🪼.

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