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¹‧⁰‧¹ 𝗦𝗜𝗠𝗣𝗟𝗘.


NOTA: Para mejor experiencia audiovisual, versión de noche recomendada por Arjadian. 






1.0.1.

Simple.


Ubicación: Daegu.

Fecha: febrero 2173.

Los primeros indicios del amanecer se filtraron por la cortina, la temperatura y la intensidad de la luz solar sobre su piel fue lo que lo despertó de golpe. Sin abrir bien el ojo izquierdo corrió hasta alcanzar los interruptores en la pared y presionar el que decía «Bloqueo Solar». Unas pesadas cortinas de inmediato bloquearon la entrada de la luz por fuera en cada ventana del departamento. Una cubierta de plástico blanco y flexible, parpadeó un poco antes de que una imagen digital mostrara un video de un bosque con jirones de niebla en el suelo.

Era de los pocos videos públicos por los que su generación conocía cómo se veía el mundo antes de las llamaradas solares. No duró mucho, pues el sistema de video en su edificio no funcionaba con las primeras horas del amanecer y al medio día ni se diga. La pantalla se apagó y sólo se quedó en blanco, activando el sistema de luz normal, simulando una luz casi natural.

Luego de haber pasado por el susto de casi haberse quemado la piel, fue que abrió el otro ojo. Soltó un largo bostezo que lo desperezó y caminó hacia su escritorio.

Comenzó a ordenar los papeles con sus anotaciones y las colocó en su portafolio. Después acomodó sus lapiceros, plumones, notas adhesivas y colores en un organizador blanco con bordes negros. Solo llevó tres bolígrafos en su mochila y una libreta donde escribía todo en la universidad. El joven estudiante creía que tenía todo además de lo obvio, miró hacia el pequeño reloj con manecillas en su buró a lado de la cama. Todavía le alcanzaba el tiempo para bañarse y comer algo.

Se quitó la ropa en el camino, luego se preocuparía por recogerla. Al menos se lavó el cabello y cepilló sus dientes. Mientras iba al cuarto de a lado, por la única secadora de pelo en el apartamento, aprovechó para quitarle las cobijas a su hermano menor y moverlo de la cama con su pie hasta hacerlo caer. No se dio el lujo de pelear por la prisa y entró al baño de su hermano por la secadora y se la llevó consigo, se rio al escuchar el portazo y maldiciones de su pequeño hermano de preparatoria.

No le tomó mucho tiempo estar listo y fue hasta la pequeña salita fusionada con una cocina para iniciar el día. Comenzó a buscar entre los toppers alguna comida fácil de calentar y que podría mantener sus estómagos ocupados hasta las once o doce del mediodía. Al final puso sopa instantánea con carne picante y verduritas muy procesadas en un plato con agua caliente. Mientras eso pasaba, vio a su hermano entrar a su habitación. La pequeña pantalla negra en el centro de la mesa, donde normalmente comían, se encendió con el típico reporte de llamaradas solares y propaganda política.

―Las nuevas lecturas de llamaradas pronostican que la mitad de febrero estará demasiado caluroso, por lo que se recomienda usar cualquier ruta subterránea si sus viajes fuera de casa u oficina son prolongados durante el día ―el joven abrió su pequeña despensa y buscó ingredientes fáciles para preparar un almuerzo sano, sólo había un par de plátanos y despensa suficiente para preparar sándwiches―. Los parques y reservas naturales han sido exitosamente resguardados con los nuevos domos...

― Hyung ¿no viste de casualidad mis calcetas rojas? ―escuchó al menor de la familia cerrar y abrir cajones.

―Las dejaste en la secadora ―respondió sin dejar de cortar la poca lechuga buena que les quedaba de la última vez que les dieron y metió unas rodajas de pepino que le regaló su vecina, viendo que comían casi todos los días sopas procesadas, en el modesto almuerzo―. Si llegas temprano el fin de semana, no se te olvide subir por el dinero, mandar la mitad a casa y la otra se la das a la señora Cho. Voy a estar con mi doctor para una guardia, sólo llámame si es una emergencia.

― ¿Por qué yo tengo que ver a esa vieja horrorosa?

―JunSeo ―le regañó―. Esa señora nos puede sacar del edificio si quiere, mejor trátala bien.

―Ay no ―el hermano salió de su cuarto ya cambiado y peinado, se estaba abrochando la camisa blanca de su uniforme cuando se sentó en la mesa a comer―. La última vez que fui, intentó que conociera a su nieta, por Dios, es la cosa más horrorosa del mundo, ni siquiera tiene dientes.

―No seas tan superficial ―SeokJin dejó su tazón con sopa mientras iba por vasos y cubiertos no tan sucios.

«Debo lavar todos esos platos y cubiertos en cuanto llegue de la universidad», pensó SeokJin y para que no lo olvidara, lo anotó en su Comunicador. Dejó que la aplicación en procesara el texto, pero el modelo era de los primeros que salió al mercado y por esa razón, no le importaba que le tomara unas tres horas en guardarlo.

―Lo dice el tarado que siempre le coquetean hombres de dinero ―el menor devoró su comida sin renegar que era otra vez lo mismo que desayunó ayer―. Te hubieras ligado al cirujano de cardiología cuando te propuso salir.

―Era mi profesor, JunSeo ―le recordó, se sentó a su lado, sirviendo agua purificada y poniendo un par de pastillas enfrente de los platos de ambos que sacó de un compartimento oculto en la mesa―. Además, él era un poco extraño, siento que tiene gustos raros.

En los medicamentos venía una leyenda que decía «D.M.P.R.S.C.», era el Diagnóstico Mensual para la Población de la República Sur Coreana. Creado desde el año 2109 como una contramedida a la detección tardía del gen recesivo X en las pruebas de ADN comunes, pues las mutaciones, no eran detectadas al ser estas esporádicas y fáciles de ocultar. Estos fármacos contenían una nanotecnología en forma de sensores-recolectores de muestreo genético, tomaban pequeños fragmentos de una cadena de ADN, la aislaban y empaquetaban. Los sensores terminaban por alojarse en una de las arterias en el antebrazo, para poder crear una capa superficial y esperar hasta ser extraídas.

Agradecía que las campañas de salud fueran insufriblemente efectivas para extraerlas en cuanto llegara a primera hora al hospital en la noche. No le gustaba mucho este método, pues las cirugías, a pesar de que son cortas, indoloras y fáciles de cicatrizar; se sentía como un objeto siendo evaluado para comprobar su calidad. Aunque el diagnóstico en resumidas palabras, era eso, la evaluación genética.

Nunca podría negarse a ellas, pues era un decreto gubernamental y las sanciones eran variadas. A unos los amenazaban con subir sus impuestos, a otros les quitaban recursos para las escuelas de sus hijos, otros eran privados de víveres y el más penado, era la cárcel en cuarentena con los demás sospechosos de la mutación. Aun así, dejarse hacer una cirugía es la opción más conveniente que ser declarado traidor del país y ser cazado por la milicia.

― ¿Y? ―JunSeo se quejó, ambos tomaron las pastillas con un poco de agua―. Cualquiera cosa es mejor que vivir aquí con la vieja bruja y su horrible hija.

―Ay Dios ―el mayor negó, le entregó el sobre con el dinero disfrazado con la envoltura de chocolate.

―Me va dar hambre de sólo verla ―hizo un gesto tratando de que sonara como la tragedia del siglo, su hermano soltó una carcajada ruidosa y siguió comiendo lo poco que le quedaba de su desayuno. JunSeo se quedó mirando a SeokJin, su mente no podía dejar de mortificarlo y debía decirle o explotaría―. SeokJin.

― ¿Sí? ―tomó su tazón ya con el puro caldo en él y lo sorbió con ganas.

― ¿Crees que tengamos la mutación?

SeokJin miró a JunSeo.

Hace dos años que una de las hermanas de su madre la diagnosticaron con altas probabilidades de desarrollar la mutación, la llevaron a los Centros de Control donde podría descartar esta hipótesis con una prueba más avanzada. Lugares donde eran puestos en cuarentena a las personas con altas probabilidades de que sus genes se vean alterados por la malformación genética del diablo, que es como la mayoría cataloga al gen recesivo X. Eran contados los que salían negativos luego de ser evaluados ahí, su tía tuvo la mala fortuna de salir positiva en los exámenes y ser trasladada a otra facilidad en la que eran aislados en cuarentenas sin periodo definido.

Sus familias podrían darlos por muertos, pues las supuestas terapias e intentos de encontrar la cura nunca han traído a alguien de vuelta. Su madre quedó destrozada al perder a su única hermana y fue realmente difícil que accediera irse de la ciudad a un pueblo donde pudiera sanar.

Desde ese incidente, muchas de las amistades de sus padres e incluso entre ellos, se alejaron cuando supieron del incidente. Tenían miedo de salir lastimados si alguno de ellos pudiera ser como los demonios que tanto temen; después de un tiempo, dejaron de tratarlo así, pero JunSeo tenía un poco complicado al empezar la adolescencia, donde todos eran crueles y ya había ido a la escuela por problemas de conducta y peleas.

Su hermano fingía que todo iba bien, pero esperaba que con el dinero que lleva ahorrando desde más joven, y la posible recomendación a un hospital fuera de Daegu, les diera un inicio nuevo, lejos de todos.

―No pienses en eso, no la tienes ―le acarició el cabello de manera tierna―. Termina tu comida que llegarás tarde.

―Está bien.

No le gustaba que su hermano se fuera triste, así que le puso un par de chocolates cremosos en su mochila, los tenía escondidos del último paquete de golosinas que le regalaron en su cumpleaños, sólo los comía en ocasiones especiales desde que ya no puede darse el lujo de gastar como cuando era un niño. Ambos salieron del departamento luego de ingresar la clave de seguridad y escucharon el sonido de la barra de metal atracando la puerta desde dentro y el foco en la cima de la puerta pasó de verde a rojo.

Al final del pasillo estaba el elevador, pero se veía un poco raro. SeokJin oprimió el botón que los llevaría hasta el subnivel 5, el panel que mostraba los pisos, soltó chispas y marcó el mensaje: «SISTEMAS COMPROMETIDOS, FAVOR DE LLAMAR AL OPERADOR...». Muy a pesar del reproche de JunSeo, bajaron los siete pisos inferiores y los cinco subterráneos.

Llegaron a una sala de pisos y paredes color crema, con sólo sillones desgastados y orinados por los gatos. El olor era nauseabundo, pero al menos sólo iban de paso para ir a la gran red de calles debajo de la ciudad.

No había nadie en esa recepción, el guardia de seguridad no estaba a la vista, así que pasaron sus tarjetas por el verificador en la enorme puerta de metal con remaches de acero inoxidable; sobre ella se podían leer varias advertencias sobre la sobreexposición en los pasillos al oxígeno puro sin el uso de las mascarillas especiales.

SeokJin las odiaba porque le sacaban salpullido si salía del departamento por muchas horas. Y es que el esqueleto plateado que se curva en las mandíbulas y en la parte de los pómulos de un material semi transparente, le irritaba la piel. Sufría aún peor cuando los trenes se retrasaban y al final del día visitaba una unidad de emergencia, pagando mucho dinero por una reacción alérgica que se evitaría si pudiera pagarse una mejor mascarilla de oxígeno.

La mascarilla era robusta de la estructura metálica, el grosor casi era el de un dedo de un humano promedio y cuando se oprime un botón, forma una tela rígida y resistente con una capa de micro malla que cubre desde la barbilla hasta la mitad de la nariz. Se adhería a la piel procurando que ninguna partícula extraña entrara al sistema respiratorio. Nadie soportaba el oxígeno junto con partículas pesadas del ambiente, a menos que tuvieras la mutación X. Ellos soportaban ese nuevo oxígeno e incluso el exceso de oxígeno artificial por periodos indefinidos según en las investigaciones que han salido en los últimos cinco años; las autoridades calculaban desde meses hasta años, uno se atrevió a predecir que los humanos con el gen recesivo X podrían vivir adaptándose al ambiente durante toda su vida.

SeokJin se puso triste, lo quiera o no, siempre vuelve a los afectados por esta modificación, así es como funciona este mundo. Muchas personas los repudiaban y admiraban en secreto por estas capacidades nada comunes, lo que les dio una ventaja evolutiva sobre ellos. Así, la máscara hipócrita y llena de miedo engullía cada vez más al mundo.

El sonido de un pie estrellándose contra el metal chirriante lo hizo respingar y salir de sus pensamientos.

―Abre, puerta de mierda ―maldijo JunSeo, la puerta de metal se había atascado apenas abrió, en el último mes hacía eso y se quedaban atascados hasta que la dueña se tomaba el tiempo del mundo para llamar a alguien y que arreglara la puerta, eso irritaba mucho a su hermano―. Si vuelvo a perder las clases de matemáticas me reprobarán de año.

―No exageres, las preparatorias no hacen eso.

SeokJin le encargó su mochila y fue hasta uno de los sillones junto a la puerta, de ahí sacó una vara de metal con la que solía hacer palanca en estos casos de emergencia, lo metía entre una de las ranuras de la puerta entreabierta, con un poco de esfuerzo y mucha suerte, lograr abrirla sin llamar al jefe de mantenimiento del edificio. No era algo que debería hacer siempre, pues los mismos mecanismos automáticos de la puerta se vieron comprometidos al ser forzada a abrirse sin el uso de su propio sistema eléctrico.

―Claro que lo hacen, el profesor me amenazó desde que le dije que no sabía hacer diferenciales sin su computadora.

―Tal vez por eso siempre está presionándote ―jadeó, el esfuerzo le quitó aire y se acomodó en otra posición y SeokJin aplicó más fuerza, hasta conseguirlo―. Por boca suelta.

―Le dije la verdad ―el menor se encogió de hombros, su hermano dejó la vara de nuevo escondida y tomó su mochila de vuelta―. No es mi culpa que sea un viejo ardido.

―No digas esas cosas en la escuela, tienes que mantener tu promedio ―ambos activaron sus mascarillas que se sellaron de manera segura, salieron y cuando estuvieron en el pasillo oscuro, las luces indicaban el rumbo a seguir―. No podemos preocupar más a papá y mamá.

―Está bien ―giró los ojos―. Intentaré ser invisible y sólo responder lo que él quiere.

―Gracias, pequeño diablillo.

Después de unos minutos más, los hermanos Kim siguieron por el pasillo de concreto hablando sobre posibles problemas que vendrían en el examen del más pequeño, desde que iniciaron las vacaciones, no dejaba de pensar en las siguientes pruebas, debía ser el mejor de la clase para poder seguir estudiando en ese colegio. SeokJin lo ayudaba en todo lo que podía.

Se toparon con otra puerta gruesa de metal con el escudo del Consejo Militarizado para el Control de Mutaciones Genéticas. Dos octágonos, uno más pequeño que el otro y entre el espacio de estas figuras estaba el lema: "Trabajamos por un mundo unido y sano". El centro era un elaborado escudo que tenía un caduceo con dos serpientes enroscándose y alas de una paloma en lo alto de la vara; de la punta, surgía una balanza en la que en el platillo de la izquierda estaba una cadena de ADN en forma de reloj, en el otro platillo un mundo hecho con sólo unas pocas líneas y coronado con laureles.

El símbolo de la esperanza para quienes son comunes.

El símbolo de la muerte para aquellos que nacieron diferentes.

Justo al lado de la puerta, se encontraba un panel de cristal con números. SeokJin insertó los dígitos y esperaron unos segundos en los que el metal chirrió con fuerza. Se cubrieron los oídos de escuchar tan desagradable sonido, y sólo hasta que se abrió por completo el bullicio de las personas los recibió. Siguieron el camino señalado en el piso con luces y la voz pre-grabada de una persona que indicaba las rutas y horarios de todos los trenes.

Con la caída de las grandes ciudades, los gobiernos sobrevivientes invirtieron grandes cantidades de dineros y recursos para la creación de caminos y pequeños refugios bajo tierra. Fue de los proyectos más ambiciosos y mejores pagados, la generación de sus abuelos e incluso sus bisabuelos, estuvieron en la construcción de las ciudades topo, como casi todos las conocen y recibieron una buena compensación por un tiempo.

Estas ciudades son una medida de salvación para la humanidad por si alguna vez las llamaradas azotaran aún más fuerte y los domos no llegaran a resistir la intensidad de la luz solar, la mayoría de la vida de los sobrevivientes se desarrolla en los túneles del metro y dentro de los edificios cuando los domos no podían disipar las altas temperaturas del exterior. Y esa primera semana sería bajo tierra y privando a la población de la luz solar natural.

Mientras SeokJin sacaba sus pases del metro se detuvo en una de las bancas a lado del pasillo, JunSeo escuchó algo de conmoción. Algo en su interior lo hizo sentirse curioso, se asomó por encima de las personas poniéndose de puntitas. No funcionaba por su estatura y se metió entre las personas, los murmullos y los pocos que podían sacar fotografías, no dejaban el paso tan fácil para JunSeo. Encontró un pequeño hueco entre el tumulto de personas y se arrepintió de haber sido curioso.

SeokJin al fin sacó las tarjetas y no vio a su hermano a su lado. Buscó con la mirada hasta dar con la cabellera rubia platinada con unos mechones negros, fue hasta la conmoción y tomó el brazo de su hermano.

―Oye, no te separes así ―le regañó, vio que JunSeo no se encontraba atento a él sino al escándalo de frente―. ¿Qué pasa?

Una mujer de por lo menos unos cuarenta años se tiró a las piernas del soldado más cercano, rogando piedad, mientras su hija era sometida por unos cuatro soldados de mayor musculatura. La muchacha llevaba el uniforme de la escuela de JunSeo, lo que llamaba la atención eran sus manos cristalizadas y parecían despedir un vapor blanco. Esa misma chica tenía los ojos desorbitados, no parecía responder a los llantos y gritos de su madre que pedía su liberación.

―Alguien, por favor ―la mujer suplicó a las personas, muchas madres que también caminaban con sus hijos miraban con pena, otras sólo sentían repulsión por el acto tan desvergonzado―. Alguien ayúdeme ―sus ojos se fijaron en JunSeo―. Debes ser un compañero de mi hija, por favor, diles que es buena ―la mujer se abrió paso entre la multitud y tomó las muñecas del chico con fuerza.

―Yo... ―el chico estaba aún más asustado, por la fuerza de la mujer en sus muñecas.

―Señora, tranquila ―SeokJin se interpuso y liberó con gentileza a JunSeo―. Sólo respire.

―Por favor, díganles a esos cabrones que mi hija no es peligrosa ―las piernas de la mujer no paraban de temblar, otro joven de la edad de SeokJin se acercó para ofrecerle apoyo y liberar a JunSeo del agarre de la mujer―. Ella sólo se asustó porque un tipo le tocó la pierna, ellos deberían llevarse a ese pervertido.

En eso, la multitud le abrió paso a una brigada de soldados mejor armados en el planeta. Hombres corpulentos con uniformes blancos que resaltaban aún más entre la multitud, con armas semi y automáticas, granadas y bastones electrificados. Con cascos de realidad virtual que les ayudaba a detectar signos y contaban con configuraciones más avanzadas de seguridad. Cuatro de ellos arrastraban una enorme caja de metal negro con un par de líneas blanca sobre ruedas pesadas.

―Vámonos ―apremió SeokJin, no le gustaba para nada ver el sufrimiento de una madre por esto.

―No ―el menor se quedó aún más plantado en el suelo.

―JunSeo.

―Yo la conocía ―explicó.

No tardaron en subir a la chica al contenedor donde sólo se escucharon el sonido de las puertas cerrarse y unos pitidos de la máquina para contener a la chica. Algunos soldados se acercaron para ayudar a la madre a levantarse mientras que ella los maldecía y esperaba la muerte de todos.

JunSeo frunció el ceño y tembló, lleno de rabia se giró sobre sus talones y se alejó de la multitud abriéndose paso a empujones, buscando un poco de espacio. SeokJin fue tras su hermano, no sin antes mirar a la pobre mujer ser sedada por un equipo de seguridad antes de llevársela también a ella. Eso era lo más duro de tener familia con mutaciones, no podías salvarlos una vez que manifestaban su poder y mucho menos ayudarlos si algunos Centinelas de los Centros Militarizados han detectado a uno de los "enfermos".

Ninguno dijo nada en el transcurso de su ida al tren, sólo hasta que llegaron a uno de los vagones menos transitados.

―Ella era una buena estudiante ¿sabes? ―JunSeo parpadeó para ahuyentar las lágrimas por la ira acumulada en su interior―. Siempre llegaba temprano, nunca desobedeció las reglas, cuidaba de todos e incluso me ayudó a adaptarme a esta escuela de mierda cuando llegué. SiYeon quería ser veterinaria o maestra, ella todavía no lo sabía, pero tuvo que...

―Nadie sabía que tenía la mutación ―SeokJin apretó el hombro de JunSeo de manera afectiva―. Nadie sabe, hasta que la presentas.

―Eso apesta ―el menor se apretó más al asiento y subió sus piernas hasta su pecho―. Nadie debería nacer y punto. Si la humanidad se acabara, muchas familias no vivirían esto.

―JunSeo, eso es muy insensible.

―Es la verdad, nadie sufriría de esto sí sólo dejáramos de existir.

―No diré que la cura es la solución porque no es cierto ―SeokJin soltó un suspiro y atrajo la atención de su hermano―. Nadie cree que puedan explicar del todo por qué surgió todo esto, si aprendiéramos a vivir sin miedo a los que tienen el gen recesivo X, el mundo sería mejor. Ni siquiera necesitaríamos la cura.

―Tal vez.

El adolescente ya no dijo ni agregó más a la conversación.

El rechazo por los mutados no sólo se limitaba a ellos, también a las familias. Es como si todos los integrantes se contagiaran de la lepra o la peste negra. Las personas los rodeaban como el agua a la roca, asustados de que el gen recesivo X fuera contagioso por contacto, lo que se ha probado ser falso. Sólo que su sociedad, basada en rumores y apariencias ha degradado tanto a las familias, que los hermanos Kim han visto lo mejor y lo peor de las personas a su alrededor viviéndolo en carne propia.

SeokJin miró a JunSeo. Se notaba afectado por haber visto a alguien conocido siendo aislado de la sociedad. Su madre seguramente no lo tendría fácil en ningún lado ahora que todos vieron a su hija manifestar un fenómeno tan vistoso. No quería pensar en el arduo camino que le quedaba por delante, si era madre soltera o tenía una economía inestable. La compensación del Centro Militarizado no era suficiente con esos pocos miles de wones, mucho menos para los corazones destrozados de las familias.

Su primera parada llegó después de un extenso silencio entre ambos hermanos, abandonaron el tren en dirección a la central de trenes Daegu, donde miles de personas transitaban a su lado. Era una enorme sala subterránea con muchas columnas de concreto y estructuras de acero inoxidable, infestado por pantallas de cristal traslúcido, anunciando cortos y propaganda de advertir cualquier actividad extraña o posibles casos de personas con el gen recesivo X.

SeokJin ignoró esos mensajes.

Nunca estuvo a favor de aislar de manera inhumana a las personas, mucho menos la falta de respuestas sobre las mutaciones. Lo poco que las personas sabían era a través de pequeños reportajes en centros de salud o en documentales en las escuelas, sólo que los discursos siempre tenían un claro mensaje de miedo hacia aquellos que sufrían de esto. Él no cree que las personas con mutaciones sean monstruos, ellos no eligieron esa vida y por esa razón, nunca sabían qué hacer con estos extraños poderes.

«Sin tan sólo pudieran ser menos agresivos.» pensó SeokJin.

Doblaron hacia uno de los extensos pasillos, donde estaban indicaciones hacia los lugares se abrían otros caminos. JunSeo se detuvo frente al túnel donde se leía: Gyeonsin High School. SeokJin le entregó una tarjeta azul.

―Es para emergencias, tiene dinero suficiente por si algo te llegara a faltar en la semana ―explicó, el rubio sintió y la guardó en su bolso de cuero―. Llámame si algo malo pasa, nos vemos el fin de semana.

―Sí Hyung ―aferró la correa del bolso a su hombro y acomodó la enorme mochila en su espalda con su ropa―. Te veo el viernes.

Los hermanos se despidieron con un corto abrazo y JunSeo se alejó caminado en total calma, tarareando una canción que escuchó. SeokJin siempre sentía ansiedad dejarlo ir solo a la escuela, era un niño a sus ojos, su malestar sólo se calmaba cuando veía a su hermano reunirse con sus nuevos amigos. Siempre lo esperaban para irse juntos a la escuela, le alegraba que ya no estuviera solo como en su primer día, pero SeokJin sentía una enorme necesidad de ir a abrazarlo.

«Tal vez sí me hace falta un gato.» SeokJin suspiró, suponiendo que tenía tiempo para cuidarlo, le gustaría tener a alguien más rondando por el departamento.

Cerró su cuaderno en cuanto el profesor encargado llegó al auditorio. Explicó las reglas de aplicación del examen y lo que pasaría si descubrían que alguien copiaba. SeokJin le sonrió a su mejor amiga BoRa, ella se encogió en su lugar e hizo gestos burlescos sobre el típico sermón de la inmoralidad de las copias. Ambos amigos aguantaron sus carcajadas y les repartieron los exámenes.

Lo primero que hizo fue desperezarse en su asiento y luego comenzó a leer el examen. Las primeras tres páginas podría contestarlas con los ojos cerrados, las siguientes dos tal vez no tanto. Esperaba que el tiempo le alcanzara para poder resolver su examen de genética avanzada sin entrar en colapsos mentales por la presión del tiempo. Le lanzó una mirada cómplice a BoRa, con su puño hizo un círculo, luego llevó la punta de sus dedos a sus labios y luego los alejó en su dirección, deseándole buena suerte en lenguaje de señas, BoRa devolvió el gesto de la misma forma.

Para su impresión y fruto de sus desveladas, terminó unos dos minutos antes del tiempo límite, si no fuera porque le irritó escuchar a un estúpido compañero malhumorado golpeando su escritorio con su lápiz, maldiciendo de manera muy poco sutil a la sociedad médica por hacer exámenes tan feos, habría terminado mucho antes. El profesor le robó las palabras cuando le dijo que lo sacarían del examen si seguía molestando a sus compañeros, SeokJin lo apreciaba, pues el maldito era un hijo de un médico y sólo entró a la escuela por su familia. Nunca se ha esforzado por nada, no como la mayoría de los que estaban ahí.

Cuando terminó de hacer su examen, sólo acomodó sus hojas, guardó sus cosas y le entregó su prueba. Su mejor amiga le seguía de cerca con una mirada hastiada. Ambos firmaron un último documento en el que registraron su asistencia al examen, luego colocaron su mano en una superficie negra que leyó sus huellas y verificó su identidad. Cuando su profesor estuvo satisfecho los dejó ir, recordándoles que los médicos estarían realizando las cirugías después del medio día.

Ambos salieron hacia la planta baja, donde se encontraba la cafetería.

La escuela Real de Medicina de Daegu fue fundada por el Consejo Militarizado para el Control de Mutaciones Genéticas en el año 2050 cuando el terror que dejó una antigua ola de actos terroristas en el país acabó con casi todos los hospitales de Corea del Sur, primero fue un hospital improvisado hasta que, en el año 2111, luego se designó como una de las escuelas más importantes de la medicina moderna por su programa de investigación genética. SeokJin tuvo la suerte de estar entre los primeros 100 lugares disponibles y planeaba seguir hasta el final.

El edificio principal constaba de unos quince pisos en forma de un cilindro con ventanales de cristales protectores y marcos de un concreto reforzado de color blanco, las llamaradas aún no planeaban bajar su intensidad, por lo que en el interior se proyectaban varios paisajes de alta definición y hasta sonido envolvente, como si una bandada de pajarillos habitara los pasillos del lugar. Por dentro conservaba el color pulcro en sus pisos, eran de un mármol gris.

Cada puerta y ventana al interior del edificio eran un marco de metal oscuro con un cristal opaco, que controlaba ésta misma propiedad con paneles de control, que requerían una autorización especial, en las habitaciones, así se podía ver el interior de los salones. Cada siete metros había leyendas de palabras de pensadores famosos en placas de metal dorado sobre un campo de terciopelo azul rey. Por último, entre cada placa, había propaganda sobre los peligros de contar con la mutación X, cómo identificar a un portador a través de síntomas ya predichos y estudiados, hasta los seminarios para poder especializarse en esta nueva rama de la medicina y los teléfonos a los cuales reportar los casos.

No importa para dónde mirara, ignorar el hecho de que su mundo no toleraba a los que nacían con un gen tan volátil como el recesivo X, era como negar que el Sol no era necesario para la fotosíntesis. SeokJin odiaba esto, nadie merecía esta clase de marginación o violencia, era inhumano y no sabía cómo fue que la sociedad sucumbió al miedo para permitirle elegir que ellos no merecían los mismos derechos. A su mente volvían los miles de errores de la humanidad en los que la xenofobia ha jugado en su contra, sólo era cuestión de tiempo para que los afectados dijeran basta.

Al final del pasillo se encontraban cuatro elevadores y dos escaleras de caracol hechas de cristal templado y acero negro. Ambos se miraron y ese día no querían bajar los siete pisos. En cuanto se abrió el primer elevador se metieron y tuvieron la fortuna de sólo ser ellos dentro de la caja de metal.

― ¿Cómo sigue tu madre? ―SeokJin sacó de su mochila un par de jarrones diminutos con dulces hechos a mano y se los pasó a BoRa.

―Estable, saldrá del hospital mañana. La abuela... ―ella abrió uno de los jarrones y le compartió del contenido―. Al parecer sus pulmones no soportarán por más años el oxígeno de los domos.

― ¿La...? ―no quiso atreverse a completar la oración, su amiga lo miró comprensiva.

―Ya estaba en sus últimos días de todas formas, ella no quería seguir aquí sin su esposo ―él lo recordaba, BoRa le contó que sus abuelos se creían el alma gemela de la otra y su abuelo murió hace apenas un año―. Ella sólo espera a mis tíos para poder despedirse de ellos, quiere irse en paz.

― ¿Quieres que vaya al funeral?

―Lo apreciaría mucho.

BoRa no era alguien que llorara, realmente no era fácil para ella desarrollar un verdadero apego emocional con las personas, tal vez por eso nadie quería hablarle. La consideraban fría y cruel al tratar de empatizar, SeokJin lo encontraba ligeramente divertida la forma en la que BoRa ni siquiera se inmutaba o no le daba importancia a los comentarios sobre ella. Fue una de las muchas razones para ser amigos, SeokJin era un poco más ruidoso y con un humor bastante raro, BoRa, era la normal.

Al salir del elevador fueron hasta una mesa donde ya los esperaba una chica de cabello morado brillante. GaHyeon era la adición más reciente a su pequeño grupo de personas cercanas en los últimos años. Una muchacha más alegre que los dos juntos, optimista y la estudiante preferida de toda la facultad. Inteligente, agradable y fácil de tratar, quien diría que ella se fijaría en BoRa casi al instante de conocerla. Llamativa por los colores que usaba en su cabello o maquillaje, hasta en sus pijamas quirúrgicas y que no dudaba en probar nuevos colores cada día, privilegio que tiene por ser hija de un reconocido empresario en seguridad de edificios.

―Hola, sunshine ―su amiga llegó para besarle la mano como muestra de galantería, su novia sonrió aún más y cuando estuvo frente a ella le dio un fugaz beso en su mejilla―. Hoy iré al hospital, así que si ves a las otras, diles que no cocinen de más y ve directo a casa.

―Oh ―GaHyeon puso una cara triste, abrazó la cintura de BoRa, como si un día de guardia en el hospital fuera la tragedia del siglo―. ¿No puedes saltar el turno hoy? No hemos estado juntas desde hace unas semanas.

―No si quieres esa casa en el centro ―BoRa le tocó dulcemente la nariz.

SeokJin dejó al par de enamoradas decirse cosas. Se sentía muy feliz de verla más que con el cejo fruncido y hastiada de las personas, la facilidad con la que sonreía y lo "divertida" que llegaba a ser el calmaba, aunque a veces se sentía como la tercera rueda. No quería pedirle a su amiga que dejara un tiempo para él. SeokJin no era tan intenso en ese asunto, sin embargo, a veces también deseaba tener un poco de miel sobre su tan complicada vida, le bastaba con una relación corta y bonita, o tranquila y larga.

Llegó hasta la máquina expendedora, tratando de que sus monedas le alcanzaran para al menos una leche de coco con chocolate. A su comunicador le llegó el recordatorio de la mañana junto con un mensaje de JunSeo que había llegado bien a los dormitorios.

Mientras su bebida era procesada, SeokJin recibió otro mensaje de la amable señora que a veces le ayudaba a cuidar de JunSeo, le preparó un kimchi picante, le agradeció con un pequeño mensaje y le recordó que la esperaría en el hospital para ayudarla con su consulta y a pedir sus medicamentos la semana que entra en agradecimiento por cocinarles casi todos los días.

La cajita golpeó contra el fondo de la máquina expendedora y la sacó. Ni siquiera tenía tanta hambre como para comer, esperaría hasta después de las once o doce del día, comer tan temprano y después de un examen le revolvían el estómago. Regresó a la mesa con un rostro tranquilo, BoRa ya no estaba feliz a pesar de tener a GaHyeon cerca, tenía la mirada atenta a su celular, sus ojos estaban desorbitados.

―Tal vez sea una broma, Bo ―la chica de cabello rosa trataba de quitarle el aparato, pero el agarre de su mejor amiga era increíblemente fuerte―. Bo, amor, no sabes si es cierto.

― ¿Qué sucede? ―SeokJin se sentó a lado de BoRa y logró leer un poco.

A través de un contacto anónimo muchas fotografías de sus padres con otras personas cayeron como una avalancha en sus mensajes, al igual que le mandaron una foto de un pedazo de los papeles de divorcio, en los que la custodia compartida implica que BoRa tendría que mudarse con su papá hasta Seúl y su hermano menor, se quedaba en Daegu con su madre.

―Tiene razón ―SeokJin le quitó el aparato y lo guardó―. Puede ser una broma de muy mal gusto, saben que eres la mejor de la clase y harían todo con tal de verte mal.

Ella no entendió razones, pues de alguna forma logró recuperar su celular y le marcó a su madre.

―BoRa, mi cielo, ¿pasa algo? ―su madre contestó casi de inmediato y se oía muy preocupada―. Es raro que me llames y en horario de tu escuela.

― ¿Es cierto lo del divorcio? ―la voz se quebró intentando formular la pregunta y sus lágrimas corrieron por el largo silencio de su madre.

―No sé cómo lo supiste, mi niña, pero es verdad ―la futura ex señora Kim se escuchaba cansada―, tu padre y yo nos vamos a divorciar. Íbamos a decirles este fin de semana antes de empezar el juicio. Estarán medio año con cada quien y el otro intercambiarán lugares después de que termines tu carrera, o podemos negociar esto, ya veremos.

― ¿Qué diablos les pasa? ―BoRa parecía echar chispas por los ojos, los dos se quedaron quietos, nunca antes la habían visto tan molesta―. ¡HyeonJun tiene cuatro años! ¿Crees que aceptará, así como si nada?

―Bo...

―No te atrevas a decirme así ―sentenció, su puño libre se apretó tanto que sus nudillos se pusieron blancos―. Mira, yo soy una adulta, entiendo las razones, pero mi hermano no.

―Lo sé mi cielo, pero.

― ¿En serio lo sabes? ―su tono sarcástico sólo fue una puñalada más a los corazones de sus amigos y de la propia madre―. Porque claramente necesito recordarte que un niño de su edad no procesa el divorcio como yo, no puedo creer que sean tan estúpidos. Yo supe de esto desde hace dos años y no puedo creer que no pudieran aguantar otros años hasta que HyeonJun lo entendiera.

―BoRa ―su madre habló en un tono más firme, pero eso no aplacó la ira de su amiga, sólo la intensificó.

―Supongo que esperar unos años más no era opción cuando los dos piensan con los sesos llenos de sexo que en lugar de pensar en HyeonJun.

No esperó una contestación, sólo colgó y apagó su celular. Trataba de ocultar las lágrimas que caían de sus ojos, pero su enojo era notorio.

―Amor ―GaHyeon intentó acercarse, temiendo a su reacción, inició poniendo su mano en su muñeca, pero la quitó de inmediato y pudo notar que de la piel de su novia salía humo―. BoRa.

SeokJin también lo notó, el color castaño de sus ojos parecía tener aún más vida, lo peor de todo, desde sus antebrazos las venas principales y más notorias, se estaban tornando negras.

― ¡BoRa! ―SeokJin señaló a sus manos, que desprendían calor y una luz blanca.

La chica se dio cuenta de lo que le pasaba a su cuerpo y su gesto iracundo se llenó de miedo, uno tan real que comenzó a hiperventilar, gritando por lo que le pasaba a su cuerpo. Las sirenas de alerta en la facultad se activaron de inmediato, ordenando que los estudiantes evacuaran a los niveles subterráneos de manera inmediata, las personas salían corriendo y notaron que un grupito pequeño de jóvenes que grabaron todo, admiraban la escena con terror. GaHyeon, fúrica, llegó para arrebatar el celular y los gritos de BoRa solo la preocuparon más.

SeokJin la tomó del brazo ante la reacción natural de GaHyeon por ir a socorrerla.

―Es peligroso ―advirtió, pero ella le miró, determinada a darle un golpe si no la soltaba.

―Es BoRa, tu mejor amiga y mi novia, necesita calmarse ―con un tirón fuerte de su mano, GaHyeon se alejó―. BoRa, escúchame, respira hondo.

―GaHyeon ―SeokJin se acercó detrás de ella, la intensidad de la luz le dañaba los ojos, por lo que iba a ciegas―. Ten cuidado.

―Estoy bien ―le avisó, BoRa aún no para de sollozar, tratando de apagar las llamas en sus manos―. Bo, amor, mírame ―el tono no era cauteloso, GaHyeon le habló firme, eso por alguna razón calmó a la chica rodeada de su propia energía―, así es, soy yo.

―Esto no puede estar pasándome ―su voz temblaba y les partía el corazón a ambos, BoRa jamás se había visto tan desconsolado―. Dime que estoy soñando, que no es cierto ―su respiración también activó la energía saliendo de su cuerpo.

―Respira, Bo ―SeokJin decidió apoyar la idea de su amiga, sabía que había tenido efecto―. Piensa en cosas que te hacen feliz como los gatitos.

― ¿Qué? ―BoRa no comprendía del todo, pero lo espontáneo y fuera de lugar en el comentario, su atención se alejó del pánico en su cuerpo para poner atención a su amigo.

―Sí, recuerda que amas mis postres de limón ―GaHyeon asintió y dio otro paso hacia adelante, extendiendo sus manos para que BoRa las tomara, sin embargo, retrocedió al pensar que le haría daño―, a pesar de que no te gustan los dulces.

―O de que amas abrazar a cualquier animal que veas ―SeokJin pudo dejar de esconderse y ponerse a lado de GaHyeon, imitando el gesto para que lo tuviera miedo, BoRa extendió aún con miedo de lastimarlos.

―Vamos, sólo respira ―su novia, todavía más valiente acortó la distancia hasta estar muy cerca. Sus grandes ojos marrones, como los de un cervatillo recién nacido, comunicaron la seguridad que BoRa necesitaba para rozar con timidez sus dedos―. No tengas miedo.

―Estás bien, estás a salvo ―la chica también tocó la mano de SeokJin, tembló por unos segundos y la energía emanando de ella se apagó por completo―. Tranquila.

― ¿Qué me pasó?

No hubo respuesta, pues en ese momento la cafetería por fin se vació y las compuertas de protección escondidas en el suelo, se activaron al mismo tiempo que una pequeña puerta de metal le daba paso a los Centinelas. Los tres amigos se asustaron, ya sabían las consecuencias de la presencia de esos hombres. La respuesta agresiva no se hizo esperar, armas de gran calibre fueron apuntadas hacia el grupo de amigos, al menos dos o tres soldados les gritaron que se rindieran en completa paz.

Lo último que presenciaron, fue a un francotirador, que nunca notaron, disparar hacia BoRa y ponerla a dormir con un dardo lleno de fantanilo, un tranquilizante 100 veces más fuerte que la morfina. Suficiente para poner a dormir a alguien que podría rechazar fármacos comunes como BoRa en ese momento.

― ¡BORA! ―los dos gritaron y la atraparon en sus brazos.

―Sujeto neutralizado ―anunció uno de los soldados, aún con el arma apuntando hacia los tres jóvenes, entonces les hizo una seña a sus compañeros de avanzar, de inmediato alejaron a SeokJin y GaHyeon.

―Suéltenme ―exigió GaHyeon, luchando―. No es peligrosa, sólo estaba asustada.

Pero fue ignorada. La cápsula de retención para sujetos con la mutación X no demoró mucho en hacer su triunfal entrada.

―Por favor, escúchenos ―SeokJin se acercó a uno de los soldados, pero claramente no deseaban escucharlos y le asestó un golpe con la culata del rifle.

― ¡Jin! ―GaHyeon pisó con fuerza a ambos hombres, éstos la arrojaran hacia SeokJin, quien evitó que cayera al suelo―. Cerdos, ustedes no lo entienden.

―Ya fue suficiente ―la voz gruesa de una mujer los hizo callar.

La directora de la universidad estaba al pie de las escaleras, miraba la escena con una mezcla de preocupación hacia los alumnos golpeados y repudio total por la causante de este escándalo hacia su sagrada institución. Una mujer de ya muy entrada a sus cuarenta años, con rasgos mixtos ente americanos y coreanos, arreglada en un pulcro uniforme blanco. Lo que le dio el aire de una autoridad intachable fue su moño bien peinado.

―Pero directora, BoRa estaba bien, se calmó y no lastimó a nadie ―la chica se levantó hasta llegar a su lado―. No es un peligro para nadie.

―Silencio ―sentenció la mujer, uno de los soldados y con mayor rango militar se abrió paso una vez que la cápsula aseguró a BoRa―. Lamento la intervención de estos jóvenes, es su amiga y se pusieron un poco sensibles.

―No son niños para llorar por una persona que ya está muerta ―el hombre no parecía conocer el tacto, porque esa oración enfadó a ambos―. Anuncie a la familia que su vástago es una manzana podrida, mi equipo de seguridad se encargará de que no haya tanto escándalo por esto.

―Se lo agradecería mucho ―la mujer reverenció.

―Necesita ir al hospital, su respiración no es regular ―la voz calmada de otra persona atrajo la atención de todos.

Un hombre vestido de blanco por completo y una insignia el Consejo Militarizado terminaba por evaluar a la chica. Ellos lo conocían: era su profesor que los aceptó como voluntarios en el hospital general de Daegu.

―La necesito sana y en sus mejores condiciones, su estructura de ADN es interesante.

―Debería dejarla morir, un monstruo menos ―el jefe de ese pelotón sonó muy cínico, demostrando que no tenía miedo de desafiar la autoridad de ese hombre.

―Viva, he dicho ―sentenció con más firmeza en su tono, era parecido a escuchar la voz de un juez al momento de dictar un veredicto―. Nos retiramos, doctora ―ambos hombres le dedicaron una reverencia al momento en que se marchaban del lugar, GaHyeon no fue tan prudente y se acercó hasta el doctor Cha.

―Doctor Cha, por favor, conoce a BoRa ―dijo ella en voz alta, los soldados ya se retiraban con su mejor amiga―. No puede dejarla a merced de ellos.

―Lo siento mucho, señorita Lee ―el hombre con una pequeña cantidad de canas inspiraba tanto respeto que hizo sentir aún más desconsolada a GaHyeon―, espero que sea fuerte ―le tomó las manos con fuerza, ella sintió algo en sus manos y logró ver a través de su mirada que le siguiera la corriente―. Nuestros seres queridos necesitan ser curados y nosotros ser sus pilares para que puedan salir de su enfermedad.

―Lo entiendo ―asintió, la directora de la facultad soltó un suspiro aliviado y SeokJin estaba por explotar de ira, pero la chica le lanzó una mirada que lo hizo callar de inmediato―. Yo le diré a su familia.

―Me alegra que comprenda la situación ―soltó las manos de GaHyeon y las colocó sobre su pecho, mostrando un duelo como una viuda ante la reciente muerte de su marido.

Mientras los Centinelas replegaban sus fuerzas, un equipo de limpieza enviado por el Centro Militarizado se encargaban de descontaminar el área donde estuvo BoRa, incluso preguntaron a SeokJin y GaHyeon las rutas que tomó a lo largo de la mañana para poder analizar si dejó rastros de su ADN contaminado. Ellos disfrazaron muy bien su enojo contra los soldados y médicos que trataban a su amiga como si fuera la peste negra en persona. Los retuvieron por lo menos un par de horas más encerrados en la escuela tomando su declaración sobre lo acontecido para el expediente de BoRa.

La universidad declaró que estaría cerrada en dos semanas mientras descontaminaban el área, SeokJin y GaHyeon por poco eran retenidos, pero la insistencia de la directora los salvó de ser sometidos a pruebas más invasivas que el típico diagnóstico para las mutaciones. Ambos no se dirigieron la palabra hasta subir a un tren, por esas horas no había tanta gente y la chica empujó a SeokJin dentro de un baño y cerró con llave.

―Sabía que el doctor Cha no era un monstruo ―su sonrisa era casi tan ancha como sus ganas de moler a golpes a los Centinelas―. Me dio esto.

Sacó de su bolsillo un pedazo de papel arrugado con un mensaje.

Hospital General de Daegu.

H. 419. Camilla 6.

Hora de embarco y evaluación final del sujeto: 12:37 a.m.

―Suerte que tenemos la cirugía del diagnóstico hoy por la noche ―SeokJin tomó el papelito como si fuera la cura del cáncer―. Ahora, tendremos que descubrir cómo sacar a BoRa sin ser vistos...

―Espera ―el chico dejó de lado la euforia por la ayuda de su mentor y comenzó a pensar de manera más fría.

¿Cómo es que GaHyeon sabía que hablando con BoRa hasta calmarla ayudaría a evitar la explosión de energía? Era demasiado sospechoso, también el hecho de que ella sólo tenía un par de años desde que se mudó a Daegu en medio del semestre y sabían poco de su familia, pues ella se ponía un poco reticente a contar algo sobre sus padres o a dejar que alguien fuera a su casa cuando no estaba en la facultad. Sólo BoRa sabía un poco más de ella, pero para muchos, Lee GaHyeon era una completa extraña con el carisma necesario para ignorar ese detalle.

―Sabes mucho para alguien que no estudia genetismo avanzado o psicología.

No era de extrañar.

GaHyeon se veía mucho más en control de la situación que el propio SeokJin, quien ha sido el amigo de BoRa por más tiempo, además de que él siempre era el conciliador de su grupo de amigos.

La chica cerró los ojos, como si le hubiera golpeado en el estómago con mucha fuerza. Tampoco le agradaba acorralar a la gente de esa forma, se sentía muy mal, como el villano manipulador y sociópata de una película; pero todo en ella lo ponía un poco nervioso por su calma. Entonces, la chica abrió la llave del lavamanos y se restregó el dorso. La gran cantidad de base de maquillaje cayó con el agua, al final una enorme red de venas negras entretejidas para formar el número seis demostraba que GaHyeon era como BoRa.

―No todos tenemos la suerte de nacer con suerte, SeokJin ―el chico se sintió aún peor, por lo que le tomó la mano.

―Perdón, no quería ―su tartamudeo delató las inmensas ganas de llorar―. Pero todo es tan abrumador.

―Lo sé ―ella apretó el agarre entre sus manos―. Todos se ponen nerviosos cuando hablamos de alguien cercano con la mutación. Ahora escúchame, iremos a la cirugía, buscaremos al doctor Cha, le pediremos su pase o robaremos uno de algún internista y sacaremos a BoRa.

―No me gusta ser pesimista, pero no tenemos recursos para borrar su huella.

―Confía en mí, lo haremos bien.

Las bajas temperaturas eran parecidas a los días calurosos que la humanidad podía soportar antes de encerrarse en las ciudades subterráneas, la ventilación no bastaba para dejarlos totalmente frescos.

Bajaron del autobús cerca de las siete de la noche al Hospital General de Daegu. El edificio era nuevo casi en su totalidad. Cerca de diez pisos con habitaciones suficientes para atender al menos a casi toda la ciudad, con servicios especializados en otros diez subniveles como cardiología, neurocirugías y análisis de ADN avanzados. Fue reconstruido después de un ataque por parte de grupos protestantes en favor de los derechos de las personas mutadas, quienes primero empezaron con una protesta pacífica tratando de dialogar con el comité del hospital, pero la violencia no se pudo evitar cuando la fuerza armada del mismo Centro Militarizado atacó a un niño con una mutación inofensiva, la violencia escaló a niveles tan alto que uno de los protestantes explotó como una bomba. La noticia corrió como la pólvora y el miedo por estas personas se hizo más grande, fortaleció el régimen del Centro Militarizado en consecuencia.

Caminaron por las franjas blancas donde sólo los peatones tienen permitido transitar, SeokJin revisó por décima vez que nada se le hubiera olvidado, aunque en realidad fuera más una simple excusa para no tener un ataque de nervios.

Las columnas en el área de recepción de urgencias para ambulancias era una de sus muchas entradas. Pasaron por las salas de emergencias y sólo había pocos pacientes: heridos de cortaduras o desmayos, incluso vio a unas personas lleno de vendas y la posición de sus piernas estaba muy mal. Siguieron de frente hasta llegar a un pasillo que conectaba el área de urgencias con el edificio principal.

El sonido de los pacientes, las camillas y una que otra enfermera dando órdenes, los recibió. Una sala en su mayoría blanca, pisos relucientes y bien cuidados. Sillones azul turquesa y mesas de metal con protecciones de goma negra, los recibidores también eran turquesa con mármol gris oscuro y encima de ellos había un tablero de cristal donde mostraba a los doctores y encargados del hospital mostrando en qué habitación estaban. Otro tablero mostraba el directorio completo con toda la información de contacto e incluso ofrecía un servicio de marcación rápida o de mensajería exprés, todo con un costo un poco elevado. El tercer tablero mostraba los mensajes provenientes del Consejo Militarizado, por lo general eran los mismos discursos xenofóbicos sobre los peligros que representan las personas con mutaciones y sobre cómo identificarlos, reportarlos e incluso tramitar el cambio del seguro de vida por la compensación por accidentes debido a la aparición del gen recesivo X para la persona "enferma".

SeokJin y GaHyeon fueron hasta el mostrador donde diez enfermeras atendían pacientes, se dirigieron con una de mayor edad y con su sonrisa brillante para ser tan tarde.

―Hola chicos ―los saludó, ella los conocía desde que venían a las cirugías y a chequeos médicos por parte de la universidad―. Firmen como siempre y los llaman ―frente a ellos, una superficie de cristal se iluminó y mostró el aviso de seguridad, privacidad y compromiso del hospital para salvaguardar su seguridad si algo malo pasara en la cirugía, que no era de alto riesgo a final de cuentas―. ¿BoRa no vino con ustedes?

Ambos se encogieron y se mandaron una mirada rápida.

―Su cirugía se pospuso, le dio bronquitis y está en casa ―respondió SeokJin, firmó el acuerdo con un bolígrafo electrónico, su amiga le imitó―. Le enviaremos sus saludos.

―Que chicos tan considerados ―la mujer entonces tecleó un par de palabras y les mostró un nuevo contrato, en el que se ponía una prórroga de tiempo para la cirugía de su amiga, GaHyeon no tomó bien el bolígrafo y pescó la mano de la enfermera―. Alguien vino sin sus lentes de contacto ¿no es así?

―Oh por Dios, lo lamento ―la chica se sonrojó y tomó la pluma para firmar―. Lo bueno es que no necesito leer nada.

―Ya saben ―la mujer revisó las firmas y les indicó que podían ingresar sus huellas digitales en otra superficie de cristal―. Es el ala médica de cirugías, los llamarán en cuanto salga el último.

Ambos le sonrieron y dedicaron una reverencia amable. Pasaron por las enormes puertas hacia los pasillos, en cuanto estuvieron solos, respiraron.

― ¿Y qué tal son nuestras chances? ―inquirió.

―Hasta ahora no ha cambiado la probabilidad del 60 %.

Fue un completo desastre tratar de entender la mutación de GaHyeon. Cuando le reveló su secreto y la razón del por qué siempre era tan buena en lo que hacía, era por una especie de adivinación. No de las baratas que suelen haber en mercados de pulgas o sitios de baja calaña, ella se basaba en hechos vividos y con una especie de lazo emocional es que basaba muchas respuestas físicas, mentales y verbales a través de cálculos que su cerebro trazaba de manera natural sin que ella misma se diera cuenta. No siempre lo usaba por la misma razón de que se activaban con pensamientos muy bien establecidos, analizados y que GaHyeon tuviera la máxima necesidad de hacerlos. Las chances de que su plan resultara dependían de ella.

Caminaron un rato hasta dar con el consultorio del doctor Cha, tocaron a la puerta y ésta se abrió de inmediato, pero no había nadie más que una nota escrita en un papel.

Tienen tiempo, los altos mandos del Consejo llegarán a la una de la mañana.

Hasta entonces, toda el área del cuarto piso va a estar restringida, lleven los pases de acceso que dejé en mi cajón del escritorio, no dejarán huellas en el sistema que los haga ver como sospechosos.

Los padres de BoRa ya saben lo que harán, así que en cuanto terminen, llevan el archivo con ustedes, una persona enviada por los señores Kim los recogerá.

Suerte, chicos y que no los atrapen.

Dr. Cha.

―Gracias al cielo ―murmuró GaHyeon, guardó la nota en el bolsillo de su pantalón y fue a buscar los pases. Eran dos tarjetas blancas con una leyenda que marcaba AUTORIDAD TOTAL.

―Con esto será suficiente ―SeokJin tomó los cubrebocas y un par de instrumentales que los harían ver más adultos―. Vamos por BoRa.

Los pasillos en el primer nivel rebosaban de vida, ya que era destinado a la atención de medicina familiar, por lo que muchas personas adultas los saludaban, incluso pedían consultas a pesar de que no era legal o el hecho de que ambos estaban disfrazados. Con mucha amabilidad se alejaron de todos hasta las escaleras y comenzaron a correr hasta el cuarto piso del hospital, tenían menos de cuatro horas para poder recuperar a BoRa y salir sin ser atrapados en el intento. SeokJin pidió ir primero para ver si había moros en la costa.

Abrió un pequeño espacio con la puerta, el suficiente para tener la vista de dos guardias por cada puerta, en total eran unos seis guardias. Ambos tragaron saliva, tuvieron que armarse de valor para salir por la puerta.

Tal vez su miedo bien escondido detrás de caras sin sentimientos fue los que les ayudó para no levantar sospechas. Pues al llegar la puerta de metal, donde resguardaban a BoRa, con una cortinilla abajo y que sólo la usaban para observar a los sujetos desde lejos antes de entrar, lo único que hicieron fue mostrar el pase y ambos hombres de la misma altura de SeokJin, se hicieron a un lado, digitando una combinación de números en el tablero antes de hacerse a un lado.

Su amiga estaba en la camilla: sedada. El corazón se les partió, SeokJin tiró su bolso a un lado y fue a revisar los signos vitales y qué clase de somnífero le suministraban. Trató de no olvidar las clases de farmacología y buscó en el gabinete un frasco de adrenalina para contrarrestar el sedante. Le dio instrucciones a GaHyeon para buscar soluciones con electrolitos, pues BoRa parecía esta deshidratada y despertaría muy confundida.

Mientras ella se encargaba de buscar lo que le pidió, sacó una jeringa, no sabía qué tanta resistencia podría soportar el corazón de BoRa, por lo que le inyectó un poco de la dosis máxima soportada por el humano a través de la intravenosa conectada. Estuvo atento al monitor, viendo cómo el ritmo aumentaba, no como para causarle un ataque, si no como si comenzara a despertar de un sueño.

El pecho subió aún más despacio y soltó una gran cantidad aire antes de despertar. Parpadeó repetidas veces hasta que abrió la boca, su voz sonaba destrozada y es hasta penas que ambos amigos notaron la morbosa cantidad de vendas en BoRa. En su cuello, brazos y piernas. No les sorprendía que los tratos fueran inhumanos al hacerle una revisión a su factor de regeneración.

―Bo ―su novia fue la primera en acercarse, tomó sus manos en medio de lágrimas y se bajó el cubre bocas para besarle los labios―. Tranquila, te voy a sacar de aquí.

― ¿De verdad eres tú? ―SeokJin la ayudó a sentarse, su cuerpo se sintió muy rígido, con ligeros espasmos―. Diem que sí, que no estoy en sus estúpidos delirios.

―No amor, soy yo ―no lo soportó más, se tiró directo a los brazos de BoRa―. ¿Qué es lo que te hicieron?

―Si tuviera una mutación que pudiera freírles desde adentro lo habría hecho ―dijo para tranquilizarla, levantó la mirada para encarar a su amigo―. Hola.

SeokJin contenía sus lágrimas, pero no pudo evitar unirse al abrazo. Los minutos se hicieron eternos, lo suficiente como para alertar a GaHyeon que se tardaban más de la cuenta, fue la primera en alejarse.

―Tenemos que pensar en deshacernos de los guardias ―dijo mientras pensaba en alguna excusa para poder sacar alguien de esa habitación sin llamar tanto la atención―. También tengo que pensar en cómo hacer pasar a Bo sin que la atrapen.

―GaHyeon ―le llamó, pidió un poco de ayuda a su mejor amigo para ponerla de pie―. Este es mi expediente ―señaló a una carpeta sobre el escritorio que ninguno notó de primer momento―. Dámela.

La chica la alcanzó y puso en sus manos.

― ¿Qué vas a hacer con ella? ―preguntó, atenta a los movimientos torpes de BoRa, SeokJin consideró sentarla de nuevo notando que sus piernas temblaban demasiado.

―Cuando me trajeron hicieron pruebas y descubrí esto.

Extendió los papeles y puso sus palmas a lo largo, unos puentes eléctricos fueron los que desprendieron la tinta y fue acomodándola hasta cambiar el texto por completo, en específico declarando su condición de mutación X era nula.

―Dios ―GaHyeon reprimió todas las ganas de gritar de emoción con sus manos―. Las probabilidades de salir vivos aumentaron al 70%.

―Tenemos que deshacernos de la sangre ―BoRa señaló a las cajas con dos bolsas pequeñas con sus muestras a punto de ser empacadas.

―Iré yo ―SeokJin tomó las bolsas y las guardó en un maletín―. El banco no está vigilado a estas horas y seguro la rotación pasará pronto.

―Está bien, mientras ayudaré a Bo ―se dirigió hasta el bolso y sacó la muda de ropa y una bolsa de maquillaje.

SeokJin las dejó solas y salió de la habitación. Uno de los militares lo observó, como si estuviera confundido de no recibir órdenes, así que decidió actuar aún más frío. Con la mascarilla, nadie notaba su edad real.

―Necesito analizar una muestra más, hay algo que no cuadra con la chica ―su voz bajó al menos dos tonos, sonaba mucho más convincente.

―Señor, las pruebas fueron concluyentes ―respondió uno de los que tenía mayor rango entre los que custodiaban a BoRa―. No entiendo qué...

―Usted cumpla con su deber, yo decido qué más necesito ―respondió, recordando cómo en los dramas que pasaban por la televisión es que los superiores trataban a sus subordinados, una técnica que le sirvió―. Dije: necesito analizar la muestra.

―Señor ―el hombre asintió y le dedicó una reverencia.

Sin dedicarle otro minuto más, regresó por el pasillo y esta vez tomó los elevadores, buscó la planta baja y oprimió el botón. Dentro soltó una gran bocanada de aire, llevó sus manos a sus caderas y recargó todo su peso en la pared de metal.

Tuvo que recomponer su faceta de doctor serio una vez que las puertas se abrieron. El ala del banco de sangre se encontraba en el edificio contiguo al área de emergencias, por lo que tendría que atravesar de manera rápida los cubículos sin que nadie en ese piso se diera cuenta de la farsa. Afuera se oía una gran conmoción, incluso escuchó uno que otro disparo, aprovecharía que muchos pacientes y personal de salud se concentraban en la dirección contraria a la que él se dirigió.

La suerte parecía estar de su lado, pues no había casi nadie para ser atendido, hasta que en una de las puertas entraron tres hombres, uno de ellos sangrando y soltando maldiciones.

― ¡Tú! ―uno de ellos, con el cejo muy pronunciado y una mirada que mataría si tuviera el poder, le apuntó con el dedo lleno de sangre―. Atiéndelo.

Su grito fue tan llamativo que una que otra enfermera se dio cuenta. El punto de su coartada era no llamar la atención, por lo que no tuvo de otra más que aceptar y llevarlos pronto a un consultorio y negando la ayuda de otras enfermeras que se veían asustadas por acercarse. SeokJin no tenía tanto tiempo, por lo que haría lo posible, esperaba no tener una herida de bala, eso sería muy mala suerte.

―Por aquí ―indicó hacia el módulo más próximo, abrió la puerta y dejó el maletín en uno de los bancos, los dos chicos que sujetaban el herido lo dejaron recostado sobre la cama―. Díganme qué pasó.

―Se está desangrando ―contestó otro, éste parecía mucho más amable por su rostro joven y bastante atractivo―. Roce de bala en el costado, una herida en el hombro derecho y otras de cuchillo en el brazo izquierdo.

«Me lleva el diablo» maldijo. Eso era mucho para alguien normal, este hombre debería tener un buen umbral del dolor para soportar todo eso.

―Pueden esperar afuera ―abrió el gabinete a un lado de la camilla, el hombre herido gruñía y se sostenía el hombro, parecía fuera de su lugar, escuchó unas protestas que no logró entender a sus espaldas.

―Preferimos quedarnos, es nuestro hermano mayor y le aterran los médicos.

―Está bien ―no quiso protestar, a veces los pacientes eran muy intensos en estados muy elevados de estrés o ansiedad y debía hacer todo rápido, su amiga podría morir si se tardaba―. Usaré anestesia local, ¿tiene alergias?

―Sólo cúrame, maldita sea ―respondió el hombre, no quiso escuchar a sus hermanos y se sentó en la camilla.

―Sólo es un piquete ―se acercó con la jeringa, pero el suéter negro le impedía seguir. Suspiró y tomó la mano del hombre.

― ¿Qué mierda? ―alejó la mano de un manotazo, SeokJin lo miró de manera fulminante, se quitó el cubrebocas, el calor lo estaba poniendo de mal humor además de este hombre.

― ¿Quiere que lo atienda o no?

―Hyung ―el chico de cabello rosa brillante le lanzó un mensaje con sólo un gesto, lo que calmó al paciente.

SeokJin fue un poco más observador al mirarlos por un segundo. Los tres traían armas, seguramente tuvieron un conflicto que terminó mal, no preguntaría, nada malo puede venir de eso. Lo aprendió viviendo en zonas un poco peligrosas, por lo que buscó las tijeras quirúrgicas. Aplicó la anestesia en al torrente sanguíneo y empezó a trabajar.

―Voy a tener que cortar su ropa, señor ―los ojos fríos y cautelosos fueron su única contestación, por lo que procedió, fue rápido como en sus prácticas de primer año, pero notó la peculiaridad en el dorso de su mano.

«Dios, no puede ser», se lamentó. No podría elegir mejor momento para toparse con esto.

Escuchó a alguien venir.

―Doctor, me mandaron a ver si necesitaba asistencia ―escuchó la voz seguida después de dos toques a la puerta.

No podía involucrar a nadie, sabía que las personas con mutaciones eran agresivas ante situaciones de mucho estrés, ser herido o perseguido podría detonar consecuencias catastróficas.

―No digas nada o te atraparán ―le murmuró al hombre herido de ojos filosos, que ahora lo miró como si se hubiera vuelto loco―. Yo me encargo, usted vaya con los demás heridos.

―Está bien.

SeokJin siguió trabajando en limpiar todas las heridas y traer el instrumental. Comenzó a coser las heridas de cortes en el costado que no fueron mencionadas, usó un dermo-regenerador con las más superficiales. Hubo suficientes cápsulas regeneradoras de tejido para tratar las más preocupantes de manera que en menos de cinco minutos terminó. Le preocupaba el hombro, no sabía si la bala seguía dentro y cuánto tiempo tardaría. Revisó el reloj y sólo eran casi las once.

― ¿Tiene prisa doctor? ―inquirió el hombre de piel morena, SeokJin asintió.

―Tengo que salvar a una amiga como tú ―no sabía de dónde le salió la honestidad, pues el hombre podría importarle una mierda lo que pasaba en su vida―. Así que iré rápido.

―Está bien doctor... ―escogió unas pinzas y miró al extraño, sus ojos castaños enfrentaban a unos oscuros como el ébano.

—Kim, doctor Kim —introdujo con cuidado las pinzas y alcanzó la bala casi de pura suerte y la sacó, el joven hombre se aferró a la cama

—No piensa decirme su nombre completo, que listo.

—No volverás a este hospital después de que termine contigo, así conservaré tu secreto —rio, le gustaba que su mirada dejara de ser asesina, ahora se veía entre molesta y divertida—. Ya casi termino.

—NamJoon —SeokJin se giró a verlo, el tono que usó de repente fue mucho más relajado que cuando llegó. Los dos hombres que custodiaban la puerta se quedaron estupefactos de haberlo escuchado confesar su nombre verdadero—. Si no me dirás tu nombre, al menos te diré lindura.

—Por favor no —un sonrojo estalló en sus mejillas, ha pasado algún tiempo desde que un hombre muy atractivo como él le hubiera coqueteado, generalmente hombres mayores divorciados o casados le dirigían halagos muy incómodos y ni se diga de sus propuestas en moteles baratos—. No haga eso.

Su risa le pareció cautivadora, por lo que se abofeteó mentalmente para no perder la concentración, la herida no fue grave, además su sistema inmune parecía detonarse de inmediato y el proceso de cicatrización era mucho mejor que el de cualquiera.

Luego fue por los pequeños raspones en la frente y mejillas. Los limpió lo mejor que pudo y puso varios apósitos en las zonas afectadas.

—Listo, como nuevo —le dio una sonrisa y sacó del gabinete analgésicos, además de medicina para el dolor—. Sólo toma esto por unos cuantos días y con tu cicatrización estarás mejor para el fin de semana —le entregó sus medicamentos y una hoja con las dosis—. Fue un placer —le dio otra sonrisa y fue hasta la puerta—. Caballeros —los otros dos no supieron qué hacer más que una reverencia torpe.

— ¿Está seguro que no volveré a verlo, doctor Kim?

SeokJin se detuvo un momento antes de abrir la puerta. «De todas formas, nunca lo volveré a ver.», pensó con gracia.

—Me llamo SeokJin —dijo, ahora descolocando al hombre—. Adiós señor NamJoon.

Al cerrar la puerta casi suelta un grito lleno de vergüenza. Nunca antes había sido tan misterioso o interesante, casi siempre era directo con las personas, se despabiló y llegó al final del pasillo, sólo para escuchar a alguien siguiéndolo.

—SeokJin —la voz profunda de NamJoon lo hizo temblar—. Olvidó esto.

Le entregó el maletín con la sangre de BoRa.

—Dios, que tonto —otro ataque de vergüenza atravesó su rostro, podría morir ahora mismo—. Gracias, en serio tengo que irme, yo... espero que se cuide.

—Claro.

No dijo nada más, no deseó mostrarle que de verdad lo puso nervioso por la sonrisa cautivadora en sus labios. Ese hombre era increíble y le parecía más insólito que su poca diferencia de alturas lo hiciera sentir muy pequeño. Tuvo que recordarse que BoRa lo esperaba y le dio una reverencia antes de irse hacia el ala del Banco de Sangre, aunque volteó un par de veces para saber si se había ido. Lo sorprendente fue que no se movió ni un ápice.

Lo siguiente que su cerebro procesó, fue que el resto del camino fue sencillo. No había nadie que le preguntara sobre su presencia, pues el pase de acceso lo volvía en cierta manera invisible o poco importante para los residentes en guardia. Por lo que buscó un par de bolsas al final de un estante con el mismo tipo de sangre que BoRa, quitó la etiqueta, cambió los datos con una de las computadoras y las guardó en el maletín.

Se deshizo de las muestras al tirarlas en un pequeño lavamanos y las bolsas las guardó en uno de sus bolsillos del pijama.

El resto del plan salió como GaHyeon le pidió. El doctor Cha ya estaba en la habitación de BoRa y con otras muestras falsas, pudieron pedir el papel de liberación de su cuarentena. Sus padres tenían suerte de haber tenido el dinero necesario para poder sacar a su hija, SeokJin se sentía afortunado de ver a alguien salir de una posible muerte.

Esa noche se quedó en la casa de BoRa, feliz de haberla recuperado. Entre las horas en silencio no pudo evitar recordar su peculiar encuentro con ese hombre. Su voz, sus ojos tan cambiantes, la manera en la que lo miró cuando lo suturó, la sonrisa burlesca tan ardiente que se sorprendió de no haber tenido una reacción por ello. Todo él desprendía un aura tan magnética que lo hizo reír como tonto.

Lástima que sólo se verían en esa ocasión.


















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