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𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗙𝗼𝗿𝘁𝘆-𝗦𝗲𝘃𝗲𝗻

𝑽𝒐𝒕𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒎𝒂𝒔

⚝──⭒─⭑─⭒──⚝

Octubre de 1978


Corrieron, corrieron lo más rápido que podían. Tomando la mano de la chica detrás de sí, James tiró de Rose Mary con fuerza. Haciendo de vez en cuando apariciones laterales para lograr salir del laberinto que estaban atravesando.

─¡James!─ Gritó Rose Mary, bajando la cabeza con un grito cuando un hechizo pasó cerca de ella.

─Corre, corre Rose. No pares.─ Jadeó el muchacho; girando su torso de vez en cuando para repeler los encantamientos que los amenazaban.─ ¡Expeliarmus! ¡Protego!

─¡Evanesco! ¡James, a la izquierda!─ Gritó la pelirroja, ayudando a guiar el camino hasta la salida del laberinto.

¡Diffindo!

─¡Bombarda!

─¡Crucio!

Eran lo que escuchaban, mientras de alejaban por el laberinto. Saliendo al bosque a pocos metros. Tomando aire para poder aparecerse en otro lado. Pero estaban cansados.

El vestido de novia de Rose estaba reducido a jirones. Por la carrera y los hechizos lanzados. La túnica de novio de James no estaba en su mejor estado tampoco. Ambos, llenos de tierra. Algo de sangre, sudor y lágrimas.

Rose se aferraba fuertemente al chico. Sus lágrimas cayendo por sus mejillas. Caminaron un par de metros, teniendo cuidado de no ser descubiertos hasta lograr llegar a un pequeño claro, donde James se arrodilló y tomó algo de agua; rompiendo una de las mangas de su túnica para mojar la tela y poder ayudar a Rose Mary con sus heridas.

Limpiando con sumo cuidado su rostro manchado de tierra y sangre. Alejando de su vista aquellos pequeños cabellos rojos que se pegaban en su frente y mejillas.

¿Cómo había acabado todo de esa forma?

Ellos dos huyendo, cuando debía ser el mejor día de sus vidas. Su boda. Quizás había sido mala idea realizarla un treinta y uno de octubre.

Un extraño grupo de mortifagos habían arribado a la mansión; los elfos se habían apresurado en transportar a los invitados a sitios seguros. James temía por su padre; pero también había sido llevado a otra parte. Lejos del desastre que se desarrollaba.

La más grande pérdida para todos; era el jardín de Euphemia. Qué de había calcinado en una fuerte columna de fuego extrañamente verde. Con el humo creando la conocida por pocos y temida por varios; Marca tenebrosa.

Sirius les había abierto paso contra otro grupo; para que así pudieran huir por el laberinto. Desembocaba al bosque; solo necesitaban recuperar fuerzas y aparecerse en otro sitio.

─Perdóname.─Habló James.

Rose lo observó, alejando el rostro para evitar que volviera a tocar sus mejillas con la tela húmeda.

─Perdóname Rose. ─Lágrimas caían por los ojos de color miel. Rose observó tristemente como James se inclinaba hacía ella. Colocando su frente en su regazo. Aferrándose a ella fuertemente.─ Debía ser el mejor día de tu vida-

─No.─Interrumpió la pelirroja.─ Debía ser nuestro gran día. Pero no resultó así.

James alzó la mirada; prestando atención a la sonrisa triste que ella le dedicaba.

─Estamos vivos. Pudo haber sido peor. Solo debemos ir a otro sitio para descansar; sigue siendo muy peligroso.

Tenía razón, Rose Mary tenía razón en tener por la seguridad de ambos. Sobre todo estando en un simple bosque. Ambos con sus varitas; pero siendo dos contra la cantidad de mortifagos capaces de acabar con ellos.

─Primero déjame ayudarte. ─Dijo James, poniéndose de pie para poder ayudarla a levantarse.─ Tu vestido está arruinado. Lo siento tanto.

─¡Hey! Nada de eso es tu culpa. Solo, vámonos de aquí.─ Replicó Rose Mary.

Se aparecieron en conjunto; James no había pensado en una dirección fija. Solo en el primer refugio que se le viniera a la mente. Y ese era el valle de Godric. Justo frente a una casa bastante pintoresca, se podía sentir calidez emanar de sus protecciones. Entraron al lugar, siendo recibidos por Ommy quien los abrazó fuertemente.

Albus y Minerva se levantaron de sus asientos al verlos y corrieron hacía ellos.

─¡Por Merlín! ¡James, Rose Mary, están bien!─ La bruja de túnicas verdosas se acercó a ambos y tomó con cuidado el brazo de la pelirroja. Ayudándola a sentarse en el sofá. ─¡Ommy, Etty! Traigan el botiquín de emergencia.

Las dos elfinas, se apresuraron a buscar las pociones encargadas, dispuestas a ayudar.

Dumbledore se acercó a James, analizando con la mirada su estado; asintiendo levemente para indicarle que se sentara a un lado de Rose.

─James, muchacho. Nos alegra que hayan escapado de aquella pequeña circunstancia.

Minerva miró al director con incredulidad. ─¿Pequeña circunstancia? ¡Albus! ¡Fueron atacados en su propia boda! ¡Mira cómo están! Tiemblan del dolor y del frío. Esto no es una pequeña circunstancia.

─Minerva por favor.

─¡Guarda silencio! Ayuda más el que no estorba. Así que solo cállate por los momentos.─ Ommy quien había aparecido, miró feo al mago de mayor edad; aplicando con devoción las pociones y ungüentos en sus amos.

James se aclaró la garganta y suspiró levemente.

─¿Ha tenido noticias de mi padre?

─¿Sirius, Peter, Remus?─Preguntó seguido la pelirroja.

─¿Los demás invitados? ¿Frank, Alice, Severus?

Albus movió las manos para que se calmaran. Fijando su mirada en ambos, y asintiendo a sus preguntas.

─Frank está en su casa, Alice está con él. Severus está con Peter. Fueron a Hogwarts. Pero les dije que se encontraran con nosotros aquí.─ La pareja asintió, mirando fijamente al hombre.─ Sirius y Remus están bien. Al parecer Sirius se apareció en la vieja casa de su tío Alphard.

─¿Qué hay de mi padre?─Preguntó James, con el corazón casi en la garganta.

─Un refugio en Los Pirineos.

─¿Está en Francia?─Cuestionó Rose Mary. Recibiendo una respuesta afirmativa.─ James...

─Aquí es peligroso; pero si papá está bien. Trataré de comunicarme con él.─ Dumbledore inclinó la cabeza con una leve mueca, llamando la atención del de gafas.─ ¿Qué ocurre?

Minerva codeo a Albus, cruzándose de brazos.

Dumbledore tosió levemente.─No creo que sea buena idea. Fleamont se podrá contactar con ustedes cuando todo esté mejor.

─¿Cuándo todo esté bien? Por favor. Es mi padre. ¡Debo saber si está bien!

Dumbledore asintió.─ Lo entiendo muchacho, pero por seguridad es mejor esperar un poco.

Minerva, quién había terminado de curar algunas de las heridas de Rose Mary, se acercó a ambos magos y empujó ligeramente a Albus, mirándolo con severidad.

─No puedes negarle la comunicación con su padre. James necesita saber cómo está Fleamont.─ Giró la vista a los jóvenes y asintió.─ Se quedarán aquí. La casa está a nombre de ustedes por su matrimonio. Usen el flú.

James corrió a la chimenea. Lanzando los polvos al fuego para poder llamar a Sirius. Rose miró a sus antiguos profesora y director. Sonriendo con agradecimiento a McGonagall.

─Gracias por recibirnos. Lamentamos que todo saliera así.

Minerva negó, dándole una suave y comprensiva sonrisa. ─No pasa nada; no es culpa de ustedes lo que haya ocurrido.

Albus tosió y desvío la mirada.

─Rose. Necesito que puedas convencer a James, de que unirse a la Orden sería la mejor opción para ser protegidos.

Rose suspiró. ─Buenas noches director.

─Rose, querida. Existe algo que deseo que sepas─ La pelirroja lo observó impaciente. ─Se registró una profecía algo interesante dentro del ministerio. Lleva─ Dudó por un momento.─...lleva tus iniciales.

Rose Mary tragó fuerte, asintiendo para que pudiera proseguir. Minerva miró a Albus confundida, ella no sabía nada de eso.

─Bien, las profecías se pueden interpretar de cualquier forma. Pero esta es muy curiosa.─ Habló el mago de túnicas moradas.─ “Cuándo la noche cae en la tierra, justo siendo la más larga del invierno. La flor y el sol de marzo serán los protectores del vencedor de la guerra. La magia traerá la más grande bendición; con las joyas perdidas, siendo encontradas. Con la serpiente dispersandose sin carga en su espalda; el de ojos esmeraldas será en brazos de la flor, la salvación de nuestro sol”

Minerva resopló y con un ligero golpe en el brazo del viejo mago, negó.

─Deja de inventar tonterías y vámonos.─bufó la jefa de Gryffindor.─ ¡La adivinación es una ciencia incierta y no creo que sea de tomar en cuenta ese...ese sin sentido!

Rose asintió hacía ella.─ Nuevamente, gracias por el refugio.  Director, hablaré con James sobre eso.

Cuando el mago y la bruja se retiraron, ella sacudió su cabeza, obviando la mención de dicha locura. Buscando a su esposo que hablaba por el flú.


La semana pasó rápido; la casa de Godric Hollow ahora era un refugio para ellos, y cada ciertos días reciban lechuzas de parte del padre de James y de sus amigos. Siendo Sirius el que se aventuraba a visitarlos con más ahínco.

James iba a sus rondas como auror, negándose siempre al salir, en formar parte de la orden esa del Director Dumbledore. Rose le había insistido un par de veces, pero al recibir la misma negativa, simplemente desistió.

Esa mañana mientras desayunaban; el recibidor. Dónde la chimenea tendía a encenderse anunciando la llegada de algún invitado. Sonó en un estruendo que los alarmó.

James salió disparado con la varita en alto hacía la raíz del sonido, siendo seguido por la misma Rose Mary. Ambos observaron como de la chimenea, habían salido disparados Remus y Sirius; Peter también llegaba, un poco después que los dos que forcejeaban en el suelo.

─¡¿Me pueden explicar que está pasando aquí?!

Remus levantó el rostro justo evitando un golpe a puño cerrado de parte de Sirius; quién escapó de sus brazos y corrió hacía su mejor amigo.

─¡James!

─¡Sirius maldita infierno! ¡Explicame qué decidieron destruir media chimenea! ─Exclamó el de lentes guardando su varita, mirando a sus tres amigos de forma acusadora.

Rose Mary se acercó presurosa, ayudando a Remus a ponerse de pie, el de cabello castaño le agradeció. Retrocediendo un par de pasos mientras su vista estaba posada en el Black.

Sirius en su manos llevaba un ejemplar del profeta. Lo agitaba caso restregando el papel en el rostro de su amigo. De su boca no salía nada más que el nombre de James, en jadeos difíciles de pronunciar.

─A ver, vamos. Respira Pads, ¿Qué está pasando?─ Cuestionó el Potter.

─James... Él... ¡James! ─Gesticula el Black, rompiendo a llorar en los brazos de su amigo.

Rose curiosa se acercó y le arrebató el periódico de las manos, leyendo interesada la primera plana; antes de que un grito ahogado saliera de sus labios.

Apartó a James de los brazos de Sirius y se aferró al ojigris con fuerza siendo correspondida.

─Merlín Sirius...Lo siento tanto─ Dijo ella ─ No teníamos idea...Yo no lo sabía...No había tenido contacto con él.

Sirius se aferró a la muchacha, llorando desgarradoramente y siendo entendido por la joven de rizos rojizos. James miró a Remus esperando alguna explicación concisa de lo que estaba ocurriendo pero fue Peter quién se acercó a él.

Dudoso.

Le tendió el periódico y el de lentes lo leyó.

Ministerio de Magia declara oficialmente la pérdida de 10 magos y brujas en una redada.

Se dió a conocer esta madrugada, que en una redada. Diez magos y brujas. Recién graduados de Hogwarts así como veteranos en nuestro mundo.

Perdieron la vida por culpa de hechizos lanzados en sus contras, por el grupo denominado como mortifagos. La marca tenebrosa de aquel-que-no-debe-ser-nombrado. Brillaba por todo lo alto alrededor de los cuerpos encontrados.

Entre ellos, se dieron a conocer cómo víctimas. Marvin Fawley. Ominis Rookwook. Jonathan Wood. Olivia Parkinson, Edgard y Anneliese Bones junto a sus dos hijos pequeños. Y Regulus Black.

La familia Black llegó esta mañana al ministerio para hacer reclamo del cuerpo del heredero de la casa ancestral de los Black.

Las familias Bones, Black, Parkinson, Fawley y Wood invitan a los más cercanos a sus hijos y hermanos para el sepulcro correspondiente en sus hogares.

El mundo mágico se viste de tristeza y agonía. Les deseamos un buen viaje a sus almas a través del velo, esperando que Lady Magic los guíe hacía la felicidad del otro lado.

Entonces James comprendió. Comprendió que su mejor amigo estaba agonizando del dolor de haberse enterado que su hermano era dado por muerto gracias a la guerra.

Rose sufría porque su mejor amigo y pequeño protector desde Hogwarts ya no estaría con ella cuando lo necesitara.

Con un vistazo a Remus y a Peter. Los vió guardar con la cabeza baja, el respeto ante el dolor que sentían Sirius y Rose Mary.

Oh Merlín.

Cuánto deseaba decirles a ambos, que todo era una farsa. Qué Regulus lo había orquestado todo y él lo sabía.

No podía, no podía hacerlo todavía.

Un nudo en aferró a su corazón, mientras su vista se desviaba al cielo nublado qué oscurecía el día en Godric Hollow.

“─Por favor, que ya todo acabe.”─ Pensó, cerrando los ojos con fuerza estrujando el papel en sus manos.

¡Estamos terminando!

¿Qué creen que pase ahora?

El final se acerca. Está profecía es completamente dispar. Albus no sabe que inventar.

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