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𝗖𝗵𝗮𝗽𝘁𝗲𝗿 𝗙𝗼𝗿𝘁𝘆-𝗘𝗶𝗴𝗵𝘁

𝑽𝒐𝒕𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒎𝒂𝒔

⚝──⭒─⭑─⭒──⚝

Un diario.

Un diario de hojas amarillentas.

Un diario donde al escribir, la tinta desaparecía.

¡Un maldito diario que te respondía si escribías en él!

James estaba que explotaba de la frustración. No se esperaba llegar un día de una redada de encargo en el ministerio jugo a Sirius. Para ver en su despacho un paquete de parte de Snape.

El paquete era pequeño, cuadrado; sin mucha gracia. A diferencia de uno que había recibido semanas antes de parte de Regulus. Irónico. Pues debía quemar toda evidencia de que seguía con vida. Conociendo el desastre que se armaría y la culpa que le caería en sus hombros por soltarle aquello a su esposa y mejor amigo.

En cuestión de seis meses. Sirius se estaba recuperando de haber perdido a su hermano. Con ayuda de Remus, y las distracciones del trabajo. James se lamentaba de no poder confesar la mentira. Pero debía aguantar hasta que todo acabara.

Aunque no supiera cuando acabaría con exactitud.

Volviendo al punto. Había recibido una caja de madera con un extraño anillo en su interior. Emanaba incluso más magia negra y repugnante que los últimos objetos. Con ello, venía una clara nota de advertencia donde le indicaba que debía ignorar el anillo y pasar a destruirlo en el acto.

Puesto a que las maldiciones y compulsiones incrustadas en el objeto eran muy poderosas; capaces de buscar la forma de controlarlo y hacerlo caer en él sin abismo de la curiosidad. Sin saber que mal podría llevarse como consecuencia.

─Maldita sea. ─Murmuró. Abriendo en el escritorio aquel diario extraño.─ ¿Hola? ¿Sigues allí? ─Escribió en la primera página.

“Aquí estoy, no me has dicho tu nombre aún”.

«Claro, le diré mi nombre a un cuaderno extraño con conciencia propia.»

James rodó los ojos.─ Ya te lo dije. Primero quiero saber por qué esta cosa tiene vida propia. ¿Eres tú, real?

“¡Por supuesto que soy real! Mi nombre está en la tapa del diario, por amor a Merlín. ¿Dónde lo encontraste?”

─Un amigo me pidió que me lo quedara. ─James cerró por un momento el diario y trazó con la punta de su pluma el nombre grabado en el cuero gastado que recubre la tapa.─ ¡Oye! He visto tu nombre antes…¿Estuviste en Hogwarts?

“¿Quién no conoce Hogwarts? Además de aquellos que no hacen magia. Mi nombre está en una placa en la sala de trofeos.”

«Tom. M. Riddle, servicios especiales a la escuela…qué viejo” Pensó mientras se cruzaba de brazos, su pluma haciéndole cosquillas en la barbilla ligeramente.

Sus ojos viajaron desde la página ahora en blanco hacía la caja con el anillo; quizás debía sacar provecho un poco más del diario.

─¿Debería llamarte Tom? Nunca había escuchado el apellido Riddle. Es curioso…¿Eres un mestizo, o algún hijo de muggles?

“¿Por qué debo responder a eso? Si no sé tu nombre. Podrías ser tú un mestizo o un hijo de muggles.”

─Touche, pero soy un Sangre Pura.─ Escribió. El diario por un instante quedó en blanco.

“¿Quién eres?”

─No debería importarte. ─Cerró el diario con fuerza y suspiró. Tirándolo al cajón del escritorio. Sacando del mismo, una botellita con unas gotas de veneno de basilisco.

Severus le había dado esas últimas gotas. James era el que pagaba y financiaba la búsqueda de aquellos ingredientes. Muchos de los cuales se consiguieron en la bóveda principal de los Potter. Su padre odiaría enterarse de que había saqueado su almacén. Pero era por una buena causa.

La última carta de Regulus con relación al anillo; le había fastidiado. La diadema permanecía aún con Dumbledore y el viejo seguía yendo y viniendo a la casa. Esperando que aceptara entrar a su Orden y a su vez, mandaba a sus reclutas -anteriormente llamados amigos- para vigilar a Rose Mary.

Por ejemplo de ello; actualmente en su sala. Estaba su esposa sirviendo galletas y té a Molly Prewett (Weasley ahora) y a Hestia Jones. Otros personajes como Alastor Moody y Minerva McGonagall estaban también en la sala. Alice y Marlene eran las dos últimas presentes en dicha reunión.

Claro, Marlene no estaba muy feliz de ver a Rose Mary. A James le daba risa, por ende. Junto a Peter en la sala; se burlaban internamente de la rubia que tenía el ceño fruncido.

─Rose, querida. Las galletas están deliciosas.─ Minerva, quién compartía más con la pelirroja era quien mejor la trataba. El resto simplemente prefería guardar silencio.

Rose le sonrió a la subdirectora con amabilidad, haciéndose a un lado en el sofá para que su esposo pudiera sentarse con ella.

─El té por otro lado le falta algo para mejorar.─ James rodó los ojos al escuchar a Molly.

La pelirroja había llevado a sus dos hijos mayores y tenía en su regazo a su pequeño bebé de ocho meses. Rose la miraba en silencio, con sus ojos azules al pendiente de los niños jugando en el suelo.

─Perdón por el té, Molly. No hemos podido salir a hacer más compras necesarias.─ Respondió Rose.

─Sinceramente, deberías.─ Habló la Weasley.─ Digo, pasan mayormente el tiempo aquí encerrados. Es raro que después de haberse casado, no haya noticias de un embarazo.

Alice bebió de su té desviando la mirada. Su esposo Frank estaba detrás de ella y miró a James con pesar. El Potter negó para restarle importancia volviendo su atención a los dedos de su esposa.

Marlene quién estaba sentada de frente a Rose, no pasó por alto el gesto.

─Bueno, no podemos esperar mucho.─ Rió la rubia.─ Después de abortar es normal que no piense en tener hijos de nuevo. Si no quiso uno, ¿Para qué intentar tener otro?

Molly ahogó un jadeo indignada y miró a Rose Mary con aprehensión y disgusto.

─No puedo creer que hicieras eso querida. Los niños son el futuro de nuestro mundo. ─Negó con la cabeza mientras seguía sosteniendo a su bebé.─ No puedo imaginarme mi vida sin mis pequeños William, Charles o Percibal.

Rose se aclaró la garganta con una sonrisa y cruzó sus talones debajo del asiento.

─La desinformación es fácil de interpretar en cualquier punto. Lamentablemente Molly. Marlene está equivocada. ─Sus ojos se giraron hacía James y le sonrió con dulzura.─ Si, estuve embarazada y tuve una pérdida. Pero no fue algo que yo decidiera. Hemos hablado, creemos que aún es pronto para tener un hijo… Después de todo, nadie está seguro de esta guerra.

Minerva, Alice, Alastor, Peter y Frank asintieron. James sonrió hacía su esposa y miró a su mejor amigo con diversión.

Rose antes de callar, tomó su taza de té y le dió otro sorbo.

─Aparte, creo recordar. Que Marlene era muy buena amiga de Lily Evans, inclusive siendo su cómplice cuando aquella joven intentó matarme.

─¡Le robaste el novio a mi amiga! ¡Una zorra como tú se merecía eso! ─Exclamó la rubia con rabia, su rostro poniéndose colorado.

─¡Señorita Mc’Kinnon! ─Exclamó McGonagall. Alastor soltó una risa estridente y bebió el té de un trago, como si un whisky de fuego estuviera en su taza.

─Yo no le robé nada a nadie Marlene. Sabes muy bien que Evans acabó todo con James.

─¿Y eso qué? Incluso justificándose, sigues siendo una zorra. Jugando a los amiguitos con Black, Snape. Mulciber.─ Enumeraba la rubia─ ¡Incluso comenzaste a salir con Potter cuando estabas comprometida con Nott!

Molly volvió a chillar y James no evitó resoplar en alto.

─Marlene, detente. No llegamos a nada solo sacando al aire cosas del colegio.─ La voz de Alice se escuchó baja. Sosteniendo la mano de Frank que miraba con desagrado a la rubia.─ Lily había terminado con James, si Rose y James empezaron su relación es asunto de ellos. Ya están casados. No estamos ya en Hogwarts.

La rubia resopló. Cruzándose de brazos. ─Por su culpa Lily está en un sanatorio muggle. He ido a verla. La creen loca, por decir que la magia existe y que su vida se jodió gracias a otra pelirroja. ─Volvió su vista a Rose.─ Deberías sentirte demasiado culpable, por hacerle eso a una chica que tenía un brillante futuro.

Peter rió llamando la atención de los presentes.

─Perdón, pero lo que tenía Lily de brillante. Lo tengo yo de valiente en esta guerra por Merlín.

─¡Peter! ─Gritó Rose.

James se carcajeó y aplaudió a su amigo, quién se encogió de hombros como si no le importase.

─¿Qué? No dije que fuera mentira. ─ Se defendió el animago; ocultando una ligera sonrisa de diversión.

Así pasaron el día; y cuando todos se habían retirado, James se lanzó al sofá para abrazar a su esposa. Suspirando levemente mientras enterraba su rostro en su cuello. Sintiendo como la pelirroja le acariciaba sutilmente el cabello.

─James…¿Está todo bien?─ Escuchó a Rose.

─Es la quinta vez que me lo preguntas…¿Por qué?

Ella siguió acariciando su cabello con suavidad. ─Sé que odias estar aquí, encerrado. Sin saber si algo mal puede pasarnos…Pero, quizás salga algo bueno de esto.

─¿Qué podría salir bien de una guerra, mi Rosa.? Voy a trabajar con miedo de tener que ser parte de un escuadrón que venga para acá y sea quien te encuentre sin vida. La guerra deja cicatrices en las personas. Peter está asustado, Sirius y Remus se marcharon a no sé dónde para evitar a Dumbledore. Nosotros fuimos emboscados en nuestra propia boda. ─Habló el de lentes. ─La guerra acabará, y con ella nos daremos cuenta de cuánto hemos perdido.

─James, lo sé. No me gusta tampoco verte partir sin saber si vas a volver, el profeta no es el más alentador. Que esta gente viniera a la casa; hablaran mierda sobre nuestro matrimonio. De mí, de nosotros. Si nos casamos, sí fuimos novios. Si no tenemos hijos todavía. También me cansa convivir con ellos. Todo para intentar que entres a esa Orden.─ Ambos suspiraron. 

Diciembre de 1979

Albus Dumbledore era muy insistente para muchas cosas; conocía y sabía que para detener a aquel que en su tiempo era conocido como Tom Riddle; se necesitaba un milagro. Por un año y más, había insistido a los Potter de ser partícipes en la Orden del Fénix.

Buscó llegar a James, por Rose. Tratando de convencerlo para que se unieran al grupo y dieran apoyo moral y financiero a aquellos que pelearian en la misma guerra. Había intentado hacer que las mujeres de la Orden se hicieran amigas de la pelirroja de Slytherin y la convenciera de participar, de apresurarse a ser madre y servir más como mujer.

Albus no era tonto, Marlene, Molly. A veces Alice, Mar, Hestia y muchas otras dentro del grupo conversaban entre ellas y cuestionaban la unión entre James y Rose Mary. Criticaban cada uno de sus estilos de vida. Preocupadas por James quién iba cada día a trabajar en el ministerio y quizás no era consciente de lo que su mujer podría estar haciendo encerrada en su casa.

Peter era parte de la Orden, pero casi no se presentaba a las reuniones. Prefería marcharse cuándo nada parecía este avanzando, lo que le causaba una severa rabia al director. Era el último merodeador que tenía cerca y ni siquiera contaba con su apoyo leal. Había perdido el contacto con Sirius y Remus había desaparecido de la faz de la tierra. Necesitaba otro hombre capacitado en duelo y un señuelo para poder conversar con las manadas de hombres lobos en las afueras de los bosques.

No tenía nada.

La diadema de Ravenclaw pesaba en su oficina, brillando tenebrosamente gracias a la magia negra que habitaba en su interior. No se había dedicado a destruirla, no lo sentía necesario. ¿Por qué destruir la reliquia de la sabiduría que habitaba en Hogwarts? Si tan solo James le hubiera entregado el guardapelo aquel. Les habría podido sacar provecho.

La espada.

El guardapelo.

La diadema y la copa en paradero desconocido. Las reliquias de Hogwarts eran tan importantes como las reliquias de la muerte.

Con James trabajando a su lado, la capa sería un buen arma para el espionaje. Solo tendría que localizar la piedra. La piedra que la familia de Tom escondió en alguna parte de aquel pueblo destartalado.

Little Hangleton era difícil de ubicar, e ir solo le sería un pase directo a su muerte. Estaba consciente que en la mansión en la colina, Tom se refugiaba con todos sus seguidores.

Se daría cuenta.

Se paseó por el rellano de su oficina y suspiró con fuerza, tirando los papeles que en su escritorio una vez estuvieron organizados. Su magia, llena de frustración y Tania hizo explotar algunos de sus artefactos más extraños en los gabinetes dorados en sus paredes.

Fawkes trino de una formas horrorosa. Un llanto que llegó a lastimar sus tímpanos. Las paredes a su alrededor temblaron y él le lanzó un florero viejo al ave.

─¡Ya cállate! ─Exclamó mientras le arrojaba otro objeto, volcando el plato dorado donde reposaban las viejas cenizas del fénix. El ave indignado ardió en llamas y desapareció de la estancia. Dejando al director respirando agitado y con los ojos inyectados en rabia y sangre.─ Maldito pájaro…

El fuerte sonido del reloj en la torre del castillo llegó hasta los rincones más escondidos de Hogwarts. Haciendo que el director cambiara su expresión con ligereza. Era hora de la cena para el resto de sus estudiantes.

Mientras tanto, dentro de la casa de Godric Hollow, James corría apresurado a la habitación que compartía con Rose Mary.

Ommy lo había llamado asustada, diciendo que Rose estaba enferma y no salía del baño. Aquello le preocupó de sobre manera. Alegando a su superior que necesitaba retirarse; le concedieron su permiso. Casi al instante en que se lanzaba al flú para llegará su hogar.

─¡Rose! ¡Rose Mary abre la puerta soy yo! ─Exclamaba angustiado, con la frente pegada a la madera de la puerta, esperando que su esposa le respondiera.─ ¡Rose responde!

─... James...Estoy bien.─ Escuchó con dificultad. Seguido de pequeños algunos pasos junto al sonido del agua del retrete descargandose.

─¿Cómo puedes decirme que estás bien? ¡Ommy me dijo que estabas mal! ─Volvió a exclamar, alejándose de la puerta cuando el pomo comenzaba a girarse, destrabando el pestillo de la misma. La imagen de Rose, algo pálida y temblorosa lo asustó. Así que se lanzó a sostenerla y guiarla hasta la cama.─ ¿Cómo puedes decir que estás bien, amor? Mira nada más...¿Qué ocurre?

Ella sonrió levemente y se tiró de espaldas a la cama; mirando a James con dulzura mientras llevaba una mano a su vientre, justo por encima de su vestido celeste que llevaba puesto. El de ojos color miel siguió el movimiento de su mano, llegando a un rápido entendimiento.

─Mi Rosa...No estarás...

─Bueno, feliz cumpleaños a mí, James...Seremos padres─ Respondió ella, riendo en alto cuándo el Gryffindor se abalanzó sobre su cuerpo con intenciones de hacer cosquillas y llenarla de besos.

Efectivamente, ese 22 de diciembre de 1979. Rose Mary Potter, había descubierto que esperaba nuevamente un bebé.

Aquella mañana había despertado gracias al producto de la misma pesadilla que un día la envió a la enfermería.

¡Rose Huye! Llévate a Monty y a Haz...¡Yo lo detendré!

─¡James No!

Pero allí estaban ambos, James haciéndole mimos en su vientre plano, mientras ella acariciaba su cabello. Pensando efectivamente en el temor de que se hiciera realidad aquel sueño.

𝑽𝒐𝒕𝒆𝒏 𝒚 𝒄𝒐𝒎𝒆𝒏𝒕𝒆𝒏. 𝑷𝒐𝒓 𝒇𝒂𝒗𝒐𝒓, 𝒆𝒗𝒊𝒕𝒆𝒎𝒐𝒔 𝒔𝒆𝒓 𝒍𝒆𝒄𝒕𝒐𝒓𝒆𝒔 𝒇𝒂𝒏𝒕𝒂𝒔𝒎𝒂𝒔

⚝──⭒─⭑─⭒──⚝

Capitulo 48

Dos más y acabamos The Rose Garden. De ante mano, les deseo una feliz navidad a todos los que han leído esta curiosa historia y un próspero año nuevo que vendrá mañana.

Nos vemos mañana con la continuación de nuestro cierre final.

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