El niño suspiro cansado, apagando su linterna, miro por las puertas, los monstruos se habían ido.

Pero volverían, no podía confiarse.

Miro a su alrededor, los objetos estaban llenándose de una luz amarillenta gracias al amanecer, sabia que si veía por la ventana contemplaría la cacofonía de colores brillantes que llenaban el cielo, un nuevo día vivido, asquerosamente hermoso comparado con sus noches de pesadilla.

Pero era un día mas, seguía vivo, otro amanecer para contemplar, igual a todos los anteriores, pero un logro, al fin y al cabo.

Bostezo, ojeras adornando su rostro, del mismo color de las violetas, intento acurrucarse en su cama, el insomnio le ayudaba, pero sentía su cuerpo molido por el esfuerzo, un martilleo constante en su cabeza que lo incitaba a la huida, un extraño llamado a la violencia, impropio de el, pero que se levantaba con una fuerza avasalladora, producto de el miedo, puro y sin mezclar, miedo que se agrupaba en su interior, dañando la pura alma infantil, desmigajandola como pan podrido.

O tal vez eran pensamientos de una mente agotada por el esfuerzo, un alma que se estaba cansando de luchar.

Sea como fuere, tenia que descansar, reponer sus fuerzas, cerro los ojos, sintiendo la mirada de su oso de peluche, Fred-Bear sobre el, era su único consuelo, desde que ella se fue, aun recordaba el rastro sangriento en sus zapatos, el terror que le agarroto los músculos, el instinto de gritar atorado en el fondo de su garganta, ese sentimiento de impotencia, también sin mezclar, no pudo hacer nada, estaba solo ahora.

La soledad se siente cada vez mas fuerte, cada día lo acerca a su cumpleaños, como la bestia que cuenta los días para que la lleven al matadero, así como ella, su destino esta sellado, y nuestra pobre alma ni siquiera lo sabe.

Su vida no pudo ser feliz de todos modos.

Mezcla de errores y cinismo ajeno, su padre, monstruo escapado del mismísimo infierno, destinado a pecar desde el que el reloj de los tiempos marco la hora de su nacimiento, demonio hecho hombre, aquel que no debería volver a ser nombrado.

El niño tembló ante el recuerdo, ante su nacimiento ni siquiera el instinto paternal de la bestia a su cría pudo prevalecer, el poco amor a su fruto se volvió perverso, hecho por el, parecido a el, eso no lo detuvo, miro a lo que había creado, y lo aborreció, los aborreció a todos, a cada uno.

Sus pensamientos no tardaron en manchar al hijo mayor, todos los hijos quieren ser como sus padres.

Desde el fondo de sus pensamientos infantiles, el niño veía a su hermano como una bestia inmensa, con una extraña cara de zorro pegada a su cabeza, algo que debería ser amigable se volvía aterrador,  estaba en todas las esquinas, en cada armario, bajo su cama, listo para saltar y morderlo, destrozar su pequeño cuerpo débil, cuando veía a la bestia tras la mascara, el le decía llorón, tampoco el debería ser nombrado.

su vida era un infierno miserable, sentía esa sensación en la boca del estomago, ácido, como si tuviera que vomitar tuercas, como si el también fuera uno de esos monstruos horribles tras sus puertas.

Solo tenia un vago recuerdo de cuando alguna vez fue feliz, un regazo cálido y un perfume de mujer, tres palabras de aliento y una canción sonando desde labios maternales, tonada guardada en el fondo de su corazón, un pequeño pedazo de luz en su mundo hostil.

Quisiera volver a verla, verlas a ambas.

El niño también tenia una hermana, de pelo naranja como el amanecer naciente tras su ventana, su hermana fue buena con el, aun seguía inmaculada de la maldad, ninguno de los horrores de su padre, negros y horribles como estacas, habían rozado su alma, solo había un vago rastro de capricho infantil, normal en todas las criaturas inexpertas, sin que se volviera perverso, nada mas que eso.

El niño no lo sabia, pero aquel pequeño capricho había llevado a su hermana a las puertas del purgatorio.

Como todas las almas, ella tenia capricho, imperfecta, pero ideal, algunos caprichos son mas fuertes que otros, todos somos débiles, propensos a pecar, depende de nosotros ceder a la tentación, o tal vez, no dejarnos abandonar.

Ella se fue, esa pequeña linterna, ella cedió al capricho, ahora no esta aquí, y el esta solo, tal vez sea un deseo egoísta en su corazón que a ratos sale a reprocharle "¿Por que no tuviste mas cuidado?" pero no puede cambiar nada, la oscuridad es demasiada para enfrentarla el solo, no quiere abandonarse, aun lo esta intentando.

Cierra los ojos, dejando que los pensamientos corran libremente por su cabeza, tal vez, mañana sera un buen día...

"0 Días para el Cumpleaños"