Un perdón no lo arregla todo
Nathan Fillion estaba decidido a enmendar sus errores. Desde aquella fatídica noche en el karaoke, no había podido sacarse de la cabeza la imagen de Stana Katić mirándolo con decepción. La culpa lo carcomía, y sabía que no podía quedarse de brazos cruzados. Necesitaba recuperar la confianza y el cariño de Stana, aunque no estaba seguro de cómo lograrlo. Sin embargo, estaba dispuesto a intentarlo.
En el set de Castle, su actitud comenzó a cambiar. Había dejado atrás su comportamiento distante y ensimismado, reemplazándolo por gestos amables y una disposición más abierta hacia Stana. Ella notó estos cambios casi de inmediato, pero no podía evitar sentirse desconcertada. Desde hacía semanas, Nathan parecía una persona distinta, alguien que volvía a ser el compañero atento y considerado que había conocido años atrás.
Una mañana, mientras Stana se preparaba para una de las escenas principales del día, Nathan se acercó con una sonrisa cautelosa y una taza de café en la mano.
—Buenos días, Stana. Pensé que podrías necesitar esto antes de empezar la jornada —dijo, ofreciéndole la bebida.
Stana lo miró sorprendida. Hacía mucho tiempo que Nathan no tenía este tipo de detalles con ella. Aunque aceptó la taza con una sonrisa agradecida, no pudo evitar preguntarse qué estaba detrás de este repentino cambio de actitud.
—Gracias, Nathan. Esto es... inesperado —respondió, intentando no sonar demasiado desconfiada.
Nathan rió suavemente, rascándose la nuca.
—Bueno, pensé que podría ser un buen gesto. Ya sabes, para empezar bien el día.
Stana asintió, aunque seguía sintiendo una ligera incomodidad. Durante el resto del día, Nathan continuó mostrando pequeñas muestras de amabilidad hacia ella: sosteniéndole la puerta, preguntándole cómo se sentía y asegurándose de que tuviera todo lo que necesitaba en el set. Aunque apreciaba los gestos, no podía evitar preguntarse si había algo más detrás de todo esto.
Al día siguiente, Nathan fue aún más lejos. Durante una pausa en las grabaciones, le ofreció un almuerzo casero que él mismo había preparado.
—Sé que últimamente hemos estado trabajando muchas horas, y pensé que un buen almuerzo podría alegrarte el día —dijo, colocando cuidadosamente el recipiente frente a ella.
Stana lo observó detenidamente, tratando de descifrar sus intenciones. Nathan parecía genuinamente arrepentido por algo, aunque ella no entendía exactamente qué había motivado este repentino cambio de actitud.
—Gracias, Nathan. Esto es... muy amable de tu parte —dijo finalmente, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión.
Mientras Nathan se alejaba, Stana no pudo evitar pensar en cómo había cambiado su relación en los últimos meses. Desde el inicio de la serie, habían sido un equipo sólido, pero las tensiones recientes habían erosionado esa conexión. Sin embargo, ahora Nathan parecía estar haciendo un esfuerzo consciente por reconstruir lo que habían perdido.
Durante los días siguientes, Nathan continuó mostrando su lado más amable y considerado. Stana, aunque agradecida, no podía dejar de preguntarse cuál era la verdadera razón detrás de este comportamiento. ¿Era simple arrepentimiento? ¿O había algo más que ella no sabía?
Aunque no tenía respuestas claras, una cosa era segura: Nathan estaba intentando enmendar algo, y Stana no sabía si debía abrirse nuevamente a esa posibilidad o mantenerse cautelosa.
Stana no podía ignorar el repentino cambio en el comportamiento de Nathan. Durante semanas, habían tenido discusiones constantes, un abismo emocional se había abierto entre ellos, y ahora él actuaba como si nada hubiera pasado. Los pequeños gestos amables, los detalles atentos... todo parecía diseñado para reconquistarla, pero Stana no era ingenua. Algo no encajaba.
Ese día en el set, mientras observaba a Nathan actuar como el hombre más considerado del mundo, notó que algunos miembros del equipo los miraban de reojo, intercambiando expresiones discretas. Una sospecha comenzó a crecer en su mente: ¿podría ser que Nathan estuviera ocultando algo?
Decidida a averiguar la verdad, Stana comenzó a preguntar de manera sutil. Durante el almuerzo, se acercó a una maquilladora con la que tenía confianza.
—¿Has notado algo raro con Nathan últimamente? —preguntó, intentando sonar casual.
La maquilladora vaciló un momento antes de responder, apartando la mirada.
—Bueno, tal vez solo está intentando ser amable... ¿por qué lo preguntas? —respondió con evasivas.
Stana no se dejó convencer. A lo largo del día, interrogó a otros miembros del equipo: camarógrafos, técnicos, asistentes de dirección. Aunque todos negaban saber algo, sus respuestas eran demasiado evasivas, y sus miradas esquivas hablaban más de lo que decían sus palabras.
Por la tarde, Stana se quedó a solas en su camerino, sintiéndose más desconcertada que nunca. Algo estaba pasando, y todos parecían estar protegiendo a Nathan. Sus instintos le decían que no se trataba de un simple cambio de actitud. Había algo más.
Mirándose al espejo, recordó las discusiones recientes con Nathan. Su relación había pasado de ser una conexión cercana a una serie de desencuentros, reproches y silencios incómodos. Ahora, con su nueva actitud, él parecía estar tratando de borrar todo eso, pero ¿por qué?
Esa noche, mientras conducía a casa, Stana decidió que debía confrontar a Nathan directamente. Si él estaba ocultando algo, era hora de que lo supiera.
Al día siguiente, Stana llegó al set más decidida que nunca a obtener respuestas. No podía permitir que las dudas la carcomieran, y si Nathan no se atrevía a confesar lo que estaba ocurriendo, entonces ella encontraría la verdad por sus propios medios.
Mientras se preparaba para grabar una escena, notó que Nathan estaba hablando animadamente con Lisa, la actriz invitada de las últimas semanas. Lisa era deslumbrante: rubia, de sonrisa encantadora y con una risa que parecía atraer todas las miradas. Aunque había trabajado en varias series antes, su química en pantalla con Nathan era innegable. Stana siempre había sido profesional, pero ahora no podía evitar observar sus interacciones con más atención.
Lisa le tocó el brazo a Nathan mientras reía, un gesto aparentemente inocente que para Stana era cualquier cosa menos casual. Sintió un nudo en el estómago al ver cómo él no se alejaba, cómo incluso parecía disfrutar de la atención.
Durante la pausa del almuerzo, Stana tomó una decisión impulsiva. Se dirigió hacia un grupo de asistentes que estaban sentados cerca de las cámaras, entre ellos una maquilladora y un técnico de iluminación con los que había hablado el día anterior.
—Necesito saber algo —dijo sin rodeos, su tono más firme de lo habitual—. ¿Qué está pasando entre Nathan y Lisa?
El grupo intercambió miradas incómodas. Nadie parecía dispuesto a hablar, pero Stana no les daría la opción de callar.
—No me mientan. Sé que algo está ocurriendo, y creo que todos ustedes lo saben.
Finalmente, una de las maquilladoras, Jenny, bajó la mirada antes de responder.
—Stana, no es nuestra intención meternos en tu relación, pero... bueno, hemos oído rumores.
—¿Rumores? —repitió Stana, su voz temblando ligeramente.
Jenny respiró hondo antes de continuar.
—Dicen que Nathan y Lisa... tuvieron algo. Pero no sabemos más, te lo juro.
El mundo de Stana pareció detenerse por un instante. Las palabras resonaban en su cabeza como un eco interminable. No quería creerlo, pero las piezas comenzaban a encajar. La repentina amabilidad de Nathan, las miradas furtivas del equipo, la cercanía entre él y Lisa... Todo apuntaba a lo mismo.
Sin decir una palabra más, Stana se alejó de ellos, sintiendo que apenas podía mantener la compostura. Necesitaba confrontar a Lisa.
Stana encontró a Lisa en uno de los camerinos, ajustándose el maquillaje frente a un espejo. La actriz notó su presencia y se giró con una sonrisa despreocupada.
—Oh, hola, Stana. ¿Todo bien?
Stana cerró la puerta detrás de ella, sus ojos fijos en los de Lisa.
—No voy a andarme con rodeos —dijo, cruzándose de brazos—. ¿Qué pasó entre tú y Nathan?
La expresión de Lisa cambió en un instante. Su sonrisa desapareció, reemplazada por una mezcla de sorpresa y ligera incomodidad.
—No sé de qué estás hablando —respondió, pero su voz carecía de la seguridad que había mostrado minutos antes.
—No me mientas. Ya sé que hubo algo. Solo quiero escucharlo de ti.
Lisa suspiró, bajando la mirada por un momento antes de volver a encontrarse con los ojos de Stana.
—Está bien, no voy a negarlo. Nathan y yo... tuvimos un desliz, pero fue solo una vez, y él me dijo que se arrepentía al instante.
Stana sintió que le faltaba el aire. Las palabras de Lisa eran como un golpe directo al pecho.
—¿Un desliz? —repitió, su voz apenas un susurro—. ¿Eso es lo que fue para ti?
Lisa dio un paso hacia ella, como si quisiera explicarse mejor.
—Stana, escúchame. No fue algo planeado. Fue una noche, ambos estábamos... confundidos. Pero Nathan dejó claro que tú eras lo que realmente le importaba.
—¿Confundidos? —Stana soltó una risa amarga, dando un paso hacia atrás—. Eso no justifica lo que hicieron.
Lisa parecía querer defenderse, pero finalmente se quedó en silencio, dejando que Stana se marchara del camerino con el corazón roto.
Más tarde ese día, Stana decidió enfrentar a Nathan directamente. Lo encontró en una esquina del set, revisando su guion.
—Necesitamos hablar —dijo, su tono helado.
Nathan levantó la mirada, sorprendido por la firmeza en su voz.
—Claro, Stana. ¿Qué pasa?
—Sé lo que hiciste. Sé lo que pasó con Lisa.
Nathan palideció de inmediato. Se levantó rápidamente, levantando las manos como si intentara calmarla.
—Stana, por favor, déjame explicarlo.
—¿Explicarlo? —lo interrumpió ella, su voz temblando de ira—. ¿Qué puedes explicar? ¿Que me engañaste con una actriz mientras yo pensaba que estábamos resolviendo nuestras diferencias?
Nathan respiró hondo, pasando una mano por su cabello con frustración.
—Fue un error, Stana. Uno horrible. Te juro que me arrepiento cada día. Nunca debí hacerlo.
Stana lo miró con incredulidad, sintiendo que su corazón se rompía un poco más con cada palabra que él decía.
—¿Por qué, Nathan? —preguntó finalmente, su voz apenas un susurro—. ¿Por qué lo hiciste?
Nathan bajó la mirada, incapaz de sostener su mirada.
—No tengo una excusa, Stana. Fue una noche, y lo arruiné todo. Pero te prometo que no volverá a pasar.
Stana sintió las lágrimas llenar sus ojos, pero se negó a dejarlas caer.
—Ya es demasiado tarde para promesas, Nathan. Lo que teníamos ya no existe.
Antes de que pudiera responder, Stana se dio la vuelta y se alejó, dejando a Nathan solo con su culpa y arrepentimiento.
La noche cayó sobre el set, y Stana se encontraba en su camerino, su mente revoloteando con pensamientos confusos y dolorosos. La última conversación con Nathan no le había dado las respuestas que buscaba, ni la paz que anhelaba. A pesar de su actitud decidida de enfrentarlo, el dolor seguía siendo profundo, y las imágenes de esa noche en la que él la había engañado con Lisa seguían acechando su mente.
De repente, la puerta de su camerino se abrió con un suave golpeteo. Stana levantó la vista y vio a Nathan parado en el umbral. Su rostro estaba marcado por la ansiedad y la pena, pero sus ojos mostraban algo más: desesperación.
—Stana, por favor, déjame hablar —dijo él, con voz baja y suplicante.
Stana cerró los ojos por un momento, intentando controlar las emociones que se estaban apoderando de ella. Su pecho estaba apretado, y sus pensamientos eran como un torbellino.
—No sé qué más decir, Nathan —respondió, su voz más fría de lo que hubiera querido. —Lo que hiciste... es algo que nunca podré olvidar. Pensé que podíamos superar las cosas, que podríamos reconstruir lo que habíamos perdido, pero ahora sé que nunca fui suficiente para ti.
Nathan dio un paso hacia ella, extendiendo las manos hacia ella, como si esperara que le permitiera explicarse.
—Stana, no se trata de que no fueras suficiente. Se trata de que cometí un error que nunca debí cometer. No sé por qué lo hice, solo sé que lo lamenté profundamente. Dame otra oportunidad contigo, Stana. No quiero perderte, pero sé que mis acciones te han causado un dolor irreparable. Te fallé, y me pesa. Por favor, dame la oportunidad de demostrarte que lo que hice fue un error estúpido y no la verdad de lo que siento por ti.
Stana dio un paso atrás, como si las palabras de Nathan no pudieran alcanzarla. Ella lo miró fijamente, buscando algo que pudiera aliviar el peso en su corazón, algo que le dijera que lo que él decía era genuino, que no estaba siendo manipulador. Pero lo único que veía era al hombre que le había roto el corazón, al hombre que le había mentido de la forma más cruel.
—Nathan... —su voz tembló, pero logró mantener el control. —Me haces esto, y sigues diciendo que todo lo que quieres es estar conmigo. ¿Qué esperas? ¿Que olvide lo que sucedió? ¿Que olvide que lo hiciste con Lisa? ¿Que borre de mi mente el momento en el que te vi...? —su voz se quebró, pero respiró hondo para calmarse. —No puedo. No puedo perdonarte tan fácilmente. No lo haré.
Nathan parecía casi derrotado. Su rostro estaba lleno de arrepentimiento, pero también había un brillo de desesperación. Dio un paso más hacia ella, pero Stana levantó la mano, indicándole que se detuviera.
—No. No te acerques más —le ordenó con firmeza. —Tú no puedes venir a mí como si nada, como si todo lo que pasó fuera solo un error del pasado. Todo lo que pensaba que teníamos, toda la confianza que creía que compartíamos... lo destruiste con una sola decisión. ¿Y ahora qué quieres, Nathan? ¿Una segunda oportunidad?
Stana no esperó a que Nathan respondiera. No quería escuchar lo que él tuviera que decir, porque ya había escuchado suficiente. La conversación con Lisa estaba clara, y aunque Nathan insistía en que su relación con la actriz había sido algo sin importancia, Stana sabía la verdad.
Nathan intentó hablar de nuevo, pero fue interrumpido cuando la puerta del camerino se abrió de nuevo. Esta vez, la figura que apareció fue Lisa, con una expresión algo nerviosa pero decidida. Los ojos de Stana se abrieron, sorprendida por su aparición, y su mirada se endureció de inmediato.
Lisa entró en el camerino sin una palabra de saludo, y antes de que Stana pudiera decir algo, la actriz se dirigió a Nathan.
—Nathan, te he dicho que no podemos seguir escondiéndolo. La gente está empezando a hablar. Tienes que ser honesto con ella, no puedes seguir jugando con los sentimientos de Stana —dijo, mirando a Nathan con seriedad.
Stana sintió como si el aire se le escapara del cuerpo. Estaba atónita, pero algo dentro de ella se rompió. Los trozos de su confianza se cayeron uno por uno mientras Lisa hablaba sin temor, como si todo fuera una verdad aceptada.
—¿Qué estás diciendo? —Stana preguntó, su voz llena de incredulidad.
Lisa, al ver que no había vuelta atrás, asintió con una ligera sonrisa que no ayudó a calmar la situación. Miró a Nathan y luego a Stana.
—Sé que esto va a ser difícil de aceptar, pero la verdad es que Nathan y yo tuvimos algo. Sé que es doloroso para ti escuchar esto, pero era algo que tenía que salir. Tú te mereces la verdad. Ya basta de esconderlo. No te lo quise decir antes, pero ya no puedo seguir guardando esto para mí No fue solo un desliz —dijo Lisa, mirando a Stana con una mezcla de arrepentimiento y culpabilidad.
Stana sintió una punzada de dolor más fuerte que nunca. Sus piernas comenzaron a temblar, y la rabia se apoderó de ella. Pero lo que más la lastimó fue la fría indiferencia de Nathan al estar allí, sin decir nada, como si aceptara lo que Lisa acababa de decir.
—Así que esto es lo que tengo que escuchar. ¿Así que todo lo que creí que teníamos fue una mentira? —dijo Stana, con el tono de voz quebrado por la angustia. Las lágrimas comenzaron a caer sin que pudiera detenerlas. —¿Te burlaste de mí? ¿De todo lo que pasamos? ¿Por una chica como ella?
Nathan intentó acercarse a ella una vez más, pero Stana retrocedió rápidamente, sin dejarlo acercarse ni un paso más.
—No, Nathan. No quiero escucharte. No quiero tus disculpas. Ya basta de mentiras —gritó, con las lágrimas cayendo sin control. —Sé que ya no hay vuelta atrás.
La habitación quedó en silencio por un momento, solo interrumpido por los sollozos de Stana. Ella estaba rota, y no sabía cómo reparar lo que ya se había destruido. Nathan se quedó allí, mirando sin poder hacer nada, con una sensación de vacío que solo él comprendía. Sabía que había cometido un error irreversible.
Stana se giró hacia la puerta, sin mirar a ninguno de ellos. El llanto la cegaba, pero algo dentro de ella le decía que debía irse. Ya no quería más, ya no podía seguir arrastrando el peso de una relación rota.
Salió del camerino con pasos rápidos, dejando atrás todo lo que había creído verdadero.
Stana caminó por el pasillo del set con la cabeza baja, el dolor atravesándola como una aguja fría. Cada paso que daba la alejaba más de lo que había sido su vida antes de ese momento tan devastador. El amor que había sentido por Nathan había desaparecido, dejando solo una sensación de traición que la estaba ahogando. No podía creer que todo lo que pensó que tenían se desvaneciera tan fácilmente, solo porque él había sido incapaz de resistir la tentación.
Mientras las luces del set parpadeaban sobre su cabeza, Stana escuchó el eco de los pasos de Nathan siguiéndola, pero no se detuvo. Su corazón se había roto en mil pedazos, y no había forma de que pudiera reconstruirlo en ese momento. ¿Cómo podía confiar nuevamente en alguien que había jugado con sus sentimientos de esa manera tan cruel?
Nathan, por otro lado, no podía dejar que se fuera tan fácilmente. Sabía que lo había perdido, pero aún estaba dispuesto a intentar reparar su error. Se acercó rápidamente a ella, poniendo una mano en su hombro, deteniéndola.
—Stana, por favor —dijo, su voz llena de desesperación. —Te lo ruego, no te vayas. Necesito que me escuches. Lo que pasó con Lisa fue un error. Un gran error. Yo... Yo te quiero a ti, Stana. Eres lo único que quiero en mi vida.
Stana lo miró, su rostro marcado por las lágrimas. No podía creer lo que estaba escuchando. ¿Cómo podía él decirle que la quería, después de lo que había hecho? ¿Cómo podía esperar que todo se resolviera con palabras vacías?
—No puedes seguir mintiéndome, Nathan. Ya lo has hecho demasiadas veces —respondió, su voz rota pero firme. —No me digas que me quieres. No me pidas perdón. Ya no confío en ti. Lo que hiciste no tiene excusa, y no sé si alguna vez podré perdonarte.
Nathan la miró con los ojos llenos de remordimiento, pero Stana ya no quería escuchar más. Sabía que no había vuelta atrás. La confianza se había roto de una manera irreparable, y no importaba cuánto lo intentara, no podía volver a creer en él.
—Lo siento tanto, Stana... —murmuró Nathan, su voz quebrada.
Pero Stana, sin poder soportar más el peso de la situación, se giró y comenzó a caminar rápidamente hacia la salida del set. Las luces brillaban de manera cegadora, pero ella no podía ver más allá de su propio dolor. No importaba si Nathan la seguía, ella ya no podía escuchar sus súplicas. Tenía que irse, y alejarse de todo lo que representaba esa mentira.
Nathan se quedó allí, mirando cómo Stana se alejaba de él, sin saber qué hacer. Quería gritar, quería correr detrás de ella y hacerle entender que había cometido un error, pero sabía que ya no tenía derecho a hacerlo. Su traición había ido demasiado lejos. En ese momento, se dio cuenta de que todo lo que había construido se había derrumbado. Ya no había una oportunidad para salvarlo.
Mientras tanto, Stana llegó al vestíbulo, donde el resto del equipo seguía trabajando. Podía escuchar los murmullos de las personas que la rodeaban, pero nada de eso importaba. Solo quería salir de allí, alejarse de todo lo que la conectaba con Nathan y con el dolor que sentía.
Salió del edificio, respirando profundamente el aire frío. El viento le golpeaba el rostro, pero no importaba. Estaba sola, y eso era lo único que realmente quería en ese momento. Necesitaba un espacio para pensar, para dejar de escuchar las palabras de Nathan, para encontrar la fuerza que necesitaba para seguir adelante.
Se subió a su auto y condujo sin rumbo, su mente llena de pensamientos que no podía procesar. Las imágenes de los momentos felices con Nathan, de las promesas que se hicieron, ahora parecían tan lejanas, tan irreales. El dolor de la traición la golpeaba con fuerza, y a pesar de que intentaba calmarse, las lágrimas seguían cayendo sin cesar.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Stana llegó a su casa. Se detuvo frente a la puerta, mirando el lugar que siempre había sido su refugio. Ya no sentía que fuera un hogar, no con el vacío que llevaba dentro. Pero necesitaba estar allí. Necesitaba encontrar algo de paz.
Entró en la casa, dejando caer sus llaves en la mesa de la entrada. El silencio de la casa la envolvió, pero no la consoló. Cada rincón le recordaba a Nathan, a lo que había sido y a lo que ya no podía ser.
Se dejó caer sobre el sofá, abrazándose a sí misma mientras las lágrimas seguían cayendo. Pensó en todo lo que había pasado entre ellos, en las risas, los besos, las promesas. Pensó en las veces que se sintió amada y segura en sus brazos. Pero ahora, todo eso era un recuerdo distante, un sueño roto por la realidad.
—¿Cómo pudo hacerlo? —se preguntó, su voz quebrada por el dolor. —¿Cómo pude ser tan tonta?
Las preguntas no tenían respuestas. No las iba a encontrar en ese momento. Todo lo que le quedaba era el vacío, el dolor, y la sensación de que había sido traicionada por alguien en quien confiaba más que a nadie.
En ese momento, Stana cerró los ojos y se permitió sentir el dolor, la tristeza, la decepción. Sabía que el camino hacia la sanación sería largo, pero también sabía que no podía seguir aferrándose a alguien que ya no la merecía. Nathan había destruido lo que tenían, y ahora solo le quedaba seguir adelante.
Se levantó del sofá, secándose las lágrimas, y se dirigió a su habitación. Allí, en la soledad de su cuarto, con la luz apagada y el silencio envolviéndola, Stana se tumbó en la cama, tratando de encontrar algo de consuelo. Pero no lo encontró. Solo había dolor.
La relación con Nathan había terminado, y lo único que quedaba era el eco de sus palabras, las palabras vacías de alguien que ya no podía ser parte de su vida.
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