Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

La primera cita

El set de Castle estaba tranquilo después de una larga jornada de grabación. El equipo recogía sus cosas, y Stana se encontraba sentada en su silla, revisando unas notas del guion. Nathan pasó junto a ella, dándose ánimos para lo que estaba a punto de hacer. Había estado pensando en invitarla a salir desde hacía días, pero cada vez que se lo planteaba, algo lo detenía. Hoy, sin embargo, estaba decidido.

—Hey, Stana —dijo, apoyándose casualmente en una mesa cercana.

Ella levantó la vista y le sonrió.

—¿Qué pasa, Nathan?

—Nada en especial. Solo pensaba que ha sido una semana pesada, ¿no crees?

—Definitivamente. Siento que no he tenido tiempo para mí misma desde hace días.

Nathan se rascó la nuca, buscando las palabras adecuadas.

—Bueno, precisamente por eso... estaba pensando en que tal vez podríamos hacer algo este fin de semana. Tú y yo.

Stana lo miró con curiosidad, dejando a un lado las notas que tenía en las manos.

—¿Algo como qué?

—No sé, salir a cenar, hablar de cosas que no tengan nada que ver con el trabajo. Algo relajado.

Ella parpadeó, sorprendida. No esperaba una invitación así, pero no pudo evitar sonreír ante la idea.

—¿Estás hablando de una cita? —preguntó con una leve inclinación de cabeza.

Nathan se encogió de hombros, tratando de parecer despreocupado aunque su corazón latía con fuerza.

—Supongo que sí. Una cita, si tú quieres que lo sea.

Stana lo observó durante un momento que pareció eterno, tratando de leer sus intenciones. Finalmente, asintió con una sonrisa.

—De acuerdo. ¿Cuándo y dónde?

Nathan dejó escapar un suspiro de alivio, aunque trató de disimularlo.

—¿Qué te parece el sábado por la noche? Puedo pasar por ti a las ocho.

—Me parece perfecto.

Nathan sonrió, sintiéndose como un adolescente que acababa de invitar a salir a su primer amor.

—Genial. Entonces, nos vemos el sábado.

Ella asintió, volviendo a sus notas, pero no pudo ocultar la pequeña sonrisa que se formó en sus labios. Nathan se alejó, sintiendo que el peso del mundo se había aligerado.

---

Esa noche, Stana no pudo evitar pensar en la invitación mientras conducía a casa. Aunque llevaba meses trabajando con Nathan y habían desarrollado una buena amistad, esta era la primera vez que algo así ocurría entre ellos.

—Una cita... —murmuró para sí misma mientras estacionaba el coche.

Por otro lado, Nathan llegó a su apartamento con una sonrisa que no podía borrar de su rostro. Había dado el primer paso, y aunque todavía no sabía cómo resultaría, no podía evitar sentirse emocionado.

Tomó su teléfono y envió un mensaje a uno de sus mejores amigos:

Nathan: "Amigo, tengo una cita con Stana este sábado."

Amigo: "¿Finalmente te animaste? ¡Sabía que lo harías! ¿Qué tienes planeado?"

Nathan: "Algo sencillo, una cena. Nada demasiado complicado. No quiero arruinarlo."

Amigo: "Solo sé tú mismo. Le gustas, eso está claro."

Nathan dejó el teléfono a un lado, pensando en los próximos días y en cómo haría que la cita fuera especial.

Por su parte, Stana llamó a una de sus amigas más cercanas, incapaz de guardar para sí misma lo que acababa de suceder.

—¿Adivina qué? —dijo en cuanto su amiga contestó.

—¿Qué pasó?

—Nathan me invitó a salir.

—¡¿Qué?! ¡No me digas que al fin lo hizo!–

—Sí, y acepté–

—Por supuesto que aceptaste. ¿Qué vas a ponerte?–

Stana se rió, aunque todavía no había pensado en eso.

—No tengo ni idea, pero supongo que puedo usar el vestido negro que compré hace poco.

—Perfecto. Te ves increíble con ese vestido.

Ambos, Nathan y Stana, terminaron esa noche con una mezcla de emoción y nerviosismo. Aunque ninguno lo admitiría, ambos sabían que esta cita podría cambiarlo todo.

El sábado llegó rápidamente, y con él los nervios de la primera cita. Nathan se despertó temprano, pero pasó gran parte del día distraído. Cada vez que intentaba concentrarse en algo, su mente volvía al pensamiento de cómo sería la noche.

—Ok, Nathan, relájate —se dijo a sí mismo mientras se miraba en el espejo del baño.

Había elegido un look sencillo pero elegante: unos jeans oscuros, una camisa azul y una chaqueta negra. Se giró frente al espejo, evaluándose con un ojo crítico.

—Esto debería ser suficiente... ¿o debería cambiar la camisa?

Nathan tomó su teléfono y llamó a su amigo.

—Hey, ¿crees que la camisa azul es una buena elección?

—Nathan, te ves bien con cualquier cosa. Relájate. Es Stana. Ella ya te conoce.

—Precisamente porque me conoce, quiero sorprenderla.

—Entonces sorpréndela siendo tú mismo. Confía en mí.

Nathan suspiró, pero terminó aceptando el consejo. Se pasó la mano por el cabello, practicando una sonrisa frente al espejo antes de dejar escapar una risa nerviosa.

Mientras tanto, en el otro lado de la ciudad, Stana estaba teniendo un momento similar. Había pasado al menos una hora decidiendo qué ponerse, cambiándose varias veces entre un vestido negro ajustado y un conjunto más relajado con pantalones.

—¿Por qué estoy tan nerviosa? —se preguntó en voz alta mientras miraba la ropa esparcida por la cama.

Finalmente, se decidió por el vestido negro. Se veía sofisticado pero no demasiado formal, perfecto para una cena. Frente al espejo, arregló su cabello en ondas suaves y se aplicó un maquillaje natural que resaltaba sus ojos.

Su teléfono vibró con un mensaje de su amiga:

Amiga: "¿Lista para tu cita?"

Stana: "Casi. Estoy más nerviosa de lo que pensé."

Amiga: "Eso es bueno. Los nervios significan que te importa. ¡Disfruta la noche!"

Stana sonrió, respirando profundamente para calmarse.

A las 7:50, Nathan estaba afuera de la casa de Stana. Había llegado temprano, pero no quería parecer ansioso, así que permaneció en su coche unos minutos más, repasando mentalmente lo que diría.

Finalmente, a las 8:00 en punto, salió del coche y caminó hacia la puerta. Llamó suavemente y esperó.

Cuando Stana abrió, Nathan se quedó sin palabras por un momento.

—Wow... te ves increíble, Stana.

Ella sonrió, sintiéndose halagada.

—Gracias, tú también.

Nathan le ofreció su brazo con una sonrisa.

—¿Lista para nuestra aventura culinaria?

—Más que lista.

Ambos caminaron hacia el coche, riendo suavemente para aliviar la tensión. Mientras se dirigían al restaurante, la conversación fluía con facilidad, como siempre lo hacía entre ellos. Sin embargo, esta vez había algo diferente en el aire, una energía que ambos sentían pero no mencionaban.

Para Nathan, esta no era solo una salida casual. Era una oportunidad de mostrarle a Stana cuánto significaba para él. Para Stana, era la posibilidad de descubrir si lo que había estado sintiendo por Nathan era algo más que simple amistad.

Ambos estaban nerviosos, emocionados y, aunque no lo sabían, compartían la misma esperanza: que esta noche fuera el comienzo de algo especial.

Nathan y Stana llegaron al restaurante que él había elegido con sumo cuidado. Era un lugar discreto, iluminado con velas y con un ambiente cálido, ideal para una conversación íntima pero sin ser demasiado formal. Nathan se adelantó para abrirle la puerta a Stana, quien le dedicó una sonrisa de agradecimiento.

—No sabía que tenías un lado tan caballeroso, Fillion —bromeó ella mientras entraban.

Nathan se rió.

—Bueno, hay muchas cosas que no sabes de mí.

El anfitrión los guió hacia una mesa cerca de una ventana que daba a la calle, donde las luces de la ciudad parpadeaban suavemente. Stana observó el lugar con interés.

—Es bonito. No sabía que tenías tan buen gusto para elegir restaurantes.

—Tuve que investigar un poco —admitió Nathan mientras se sentaban—. Quería impresionarte.

Stana lo miró con una ceja levantada, pero no pudo ocultar la sonrisa en sus labios.

—¿Así que esta es tu estrategia? Impresionarme con comida.

—Funciona el noventa por ciento del tiempo —respondió él con un guiño.

El camarero llegó con los menús, y ambos comenzaron a revisar las opciones. Nathan aprovechó la oportunidad para observarla en silencio. Stana parecía relajada, aunque su nerviosismo se hacía evidente en pequeños gestos: jugaba con un mechón de cabello, mordía ligeramente su labio mientras leía el menú.

—¿Qué te parece el risotto de champiñones? —preguntó ella, rompiendo el silencio.

—Suena bien, pero creo que iré por el filete. Tengo hambre.

—Tú siempre tienes hambre, Nathan.

Ambos rieron, y cuando el camarero regresó, hicieron sus pedidos. La conversación fluyó naturalmente mientras esperaban la comida. Hablaron de anécdotas del set, de momentos divertidos y de pequeños detalles que nunca habían tenido tiempo de compartir.

—¿Recuerdas esa escena en la que Beckett tenía que empujar a Castle contra la pared? —preguntó Stana, riendo.

—¿Cómo olvidarlo? Estuve con un moratón en la espalda durante días.

—¡No fue mi culpa! El director quería que se viera realista.

Nathan fingió estar ofendido.

—Realista no significa dejarme marcas, Katić.

—Oh, vamos, ¿quieres que me disculpe?

—Por supuesto que sí.

Stana rodó los ojos, pero luego sonrió.

—Está bien, lo siento por ser demasiado buena actriz.

Nathan rió con fuerza.

—Acepto tu disculpa.

La comida llegó, y ambos disfrutaron de sus platos mientras seguían conversando. Aunque el restaurante estaba lleno, parecía que el resto del mundo había desaparecido para ellos. Cada risa, cada mirada, cada pequeño gesto reforzaba la conexión que ambos sentían pero que ninguno había puesto en palabras.

—¿Qué es lo que más te gusta de ser actor? —preguntó Stana de repente.

Nathan se quedó pensativo por un momento.

—Creo que lo que más me gusta es poder contar historias que llegan a las personas. Pero también me gusta la camaradería en el set. Trabajar con personas como tú hace que todo sea más fácil.

Stana bajó la mirada, ligeramente sonrojada.

—Eso fue muy dulce.

—Solo estoy siendo honesto. ¿Y tú?

—Creo que lo que más me gusta es... perderme en los personajes. Durante un tiempo, puedo ser alguien completamente diferente. Es liberador.

Nathan asintió, admirando la pasión en sus palabras.

Cuando terminaron de comer, Nathan insistió en pagar la cuenta, a pesar de las protestas de Stana.

—La próxima vez, invito yo —dijo ella mientras salían del restaurante.

—¿Próxima vez? Me gusta cómo suena eso.

Ambos rieron mientras caminaban hacia el coche, sintiendo que la noche apenas estaba comenzando.

En lugar de llevar a Stana directamente a casa, Nathan sugirió algo espontáneo mientras ambos caminaban hacia el coche.

—¿Te parece si damos un paseo antes de regresar? —preguntó con una sonrisa nerviosa.

Stana levantó una ceja, intrigada.

—¿Un paseo? ¿A dónde?

Nathan se encogió de hombros, intentando parecer casual.

—No muy lejos, solo... pensé que sería bonito caminar un poco. Claro, si no estás cansada.

Ella lo observó por un momento antes de asentir.

—Está bien, me gusta la idea.

Ambos dejaron el coche estacionado y comenzaron a caminar por una calle tranquila iluminada por faroles antiguos. Había un ligero viento fresco, y Stana se abrazó a sí misma, frotando sus brazos para mantenerse caliente.

—¿Tienes frío? —preguntó Nathan, ya quitándose la chaqueta antes de que ella respondiera.

—Un poco, pero no te preocupes...

—Toma, úsala —dijo él, envolviéndola con la chaqueta antes de que pudiera protestar.

Stana sonrió, abrochándose los botones.

—Gracias. Ahora entiendo por qué las chicas en las películas siempre se enamoran del chico que hace esto.

Nathan se rió.

—¿Es un cliché, entonces? ¿Debería haberlo pensado mejor?

—No, es dulce. Aprecio el gesto.

Continuaron caminando, disfrutando del silencio cómodo que se formó entre ellos. A medida que avanzaban, la conversación retomó su ritmo natural.

—¿Alguna vez imaginaste que terminarías en un programa como "Castle"? —preguntó Nathan, metiendo las manos en los bolsillos de sus jeans.

—Honestamente, no. Siempre pensé que haría películas independientes o dramas serios. Pero este papel... no sé, hay algo especial en Beckett, algo que me hace querer volver cada día al set.

—Es porque la haces tuya. Beckett no sería lo mismo sin ti.

Stana lo miró, sorprendida por la sinceridad de sus palabras.

—Gracias, Nathan. Eso significa mucho viniendo de ti.

—Solo digo la verdad.

Llegaron a un pequeño parque con un banco solitario bajo un árbol. Nathan señaló el banco.

—¿Te importa si nos sentamos un rato?

Stana negó con la cabeza y ambos se sentaron, mirando las luces de la ciudad a lo lejos.

—Esto es agradable —dijo Stana después de un momento, su voz suave.

—Sí, lo es —respondió Nathan, mirando de reojo cómo la luz de los faroles iluminaba el rostro de Stana.

El viento sopló ligeramente, haciendo que un mechón de cabello de Stana cayera sobre su rostro. Nathan, sin pensarlo mucho, lo apartó con cuidado, dejando su mano unos segundos más de lo necesario.

—Tienes algo en la cara... —murmuró con una sonrisa, intentando disimular su nerviosismo.

Stana soltó una risa suave, inclinándose hacia él un poco más.

—¿Ya lo quitaste?

—Sí... ya lo quité.

Ambos se miraron, el silencio llenándose de una tensión palpable. Nathan sintió un impulso de acercarse más, pero decidió no hacerlo. No quería apresurar las cosas, aunque el deseo estaba claramente allí.

Stana fue quien rompió el momento, apartando la mirada con una sonrisa tímida.

—¿Sabes? Esta noche ha sido increíble.

—Me alegra escuchar eso. Quería que fuera especial.

—Lo ha sido. Más de lo que esperaba.

Nathan sonrió, aliviado por sus palabras.

—Entonces, ¿puedo decir que esto cuenta como un éxito?

—Definitivamente —respondió ella, riendo.

Se quedaron un rato más en el parque, hablando de cosas sin importancia y disfrutando de la compañía del otro. Aunque ninguno de los dos lo dijo en voz alta, ambos sabían que esta noche marcaría un antes y un después en su relación.

Después de pasear por el parque y compartir risas y confidencias bajo la luz de las estrellas, Nathan y Stana decidieron que era hora de volver. Nathan, siempre caballeroso, abrió la puerta del auto para ella, sonriendo al verla acomodarse en el asiento con esa elegancia natural que tanto lo fascinaba.

—Sabes, deberías dejar de ser tan encantador —bromeó Stana mientras ajustaba el cinturón de seguridad—. Me estás malacostumbrando.

Nathan soltó una carcajada mientras rodeaba el coche para entrar al asiento del conductor.

—Bueno, supongo que si me lo pides de esa manera, tal vez lo considere... aunque no prometo nada.

El trayecto de regreso estuvo lleno de conversaciones ligeras y sinceras. Hablaron sobre los momentos divertidos en el set, sus películas favoritas, y hasta mencionaron sus sueños más locos, como viajar por carretera sin un destino fijo. Había una comodidad entre ellos que no necesitaba palabras complicadas; simplemente, disfrutaban de la presencia del otro.

Cuando llegaron frente al edificio de Stana, Nathan apagó el motor y giró en su asiento para mirarla.

—Supongo que este es el momento donde digo algo increíblemente cursi, ¿verdad? —bromeó, aunque había un leve nerviosismo en su voz.

Stana lo miró con una sonrisa juguetona.

—Bueno, no te detendré si eso es lo que quieres hacer.

Nathan se rió y pasó una mano por su nuca, un gesto que siempre hacía cuando estaba un poco nervioso.

—En serio, Stana, gracias por esta noche. Ha sido... bueno, especial suena cliché, pero no se me ocurre una palabra mejor.

—Especial está bien. Yo también lo sentí así.

Hubo un momento de silencio, uno que no era incómodo, pero sí cargado de algo más. Ambos sabían que esta noche había cambiado algo entre ellos, aunque ninguno estaba listo para admitirlo en voz alta.

—¿Quieres subir un momento? —preguntó Stana de repente, con una calma que no correspondía del todo a lo que sentía por dentro.

Nathan arqueó una ceja, sorprendido.

—¿Estás segura?

—Claro. No quiero que esta noche termine todavía.

Nathan sonrió, esa sonrisa cálida que siempre lograba desarmarla.

—Bueno, entonces será un honor.

Salieron del auto y caminaron juntos hacia la entrada del edificio. Mientras esperaban el ascensor, Nathan miró de reojo a Stana, notando cómo su cabello reflejaba la luz tenue del vestíbulo. Decidió romper el silencio.

—¿Sabes? Creo que esta ha sido la mejor cita que he tenido en mucho tiempo.

—¿Mucho tiempo? —preguntó ella, levantando una ceja con diversión—. ¿Qué tan malo eres en las citas, Fillion?

Nathan se rió, levantando las manos en un gesto de rendición.

—Muy malo. Pero parece que esta vez no hice tantas cosas mal.

—No, no lo hiciste —admitió ella, su tono suave.

El ascensor llegó, y ambos subieron en silencio. Había algo en el aire, una tensión que no era incómoda, pero sí innegable. Cuando llegaron al piso de Stana, caminaron hasta su puerta, y ella buscó las llaves en su bolso, aunque sus manos temblaban ligeramente.

—Gracias de nuevo por esta noche, Nathan. En serio.

Él la miró con una intensidad que hizo que su respiración se acelerara.

—Gracias a ti por confiar en mí para esto.

Ella finalmente encontró las llaves y las sostuvo en su mano, pero no abrió la puerta de inmediato. En lugar de eso, se giró hacia él, acercándose un poco más.

—¿Sabes? Creo que podríamos repetir esto alguna vez.

Nathan arqueó una ceja, sonriendo.

—¿Alguna vez? Eso suena un poco vago, Katić.

—Bueno, digamos que pronto. Si sigues portándote bien.

Nathan rió suavemente y, antes de que pudiera detenerse, se inclinó hacia ella, dejando un beso en su mejilla. Su mano rozó la suya por un instante, un toque breve pero cargado de significado.

Cuando se apartó, Stana lo miró con una mezcla de sorpresa y algo más que no pudo identificar del todo.

—Buenas noches, Stana —dijo él, su voz baja.

—Buenas noches, Nathan.

Mientras él se alejaba, Stana entró en su departamento y se apoyó contra la puerta cerrada, tocando la mejilla donde aún podía sentir el calor de sus labios. Una sonrisa apareció lentamente en su rostro, mientras pensaba en todo lo que esa noche había significado.

Por su parte, Nathan caminó hacia el ascensor con una sonrisa que no podía borrar. Sabía que esta era solo la primera página de una historia que apenas estaba comenzando, y no podía esperar para descubrir cómo continuaría.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro