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30. Callejón

Callejón

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  SELENA MCCALL:

  Llegada la noche, la cafetería comenzó a cerrar sus puertas y como era costumbre, yo me quedaba un tiempo extra acomodando todo para ganar un poco más de dinero. No era demasiado, pero lo agradecía. Mi jefa había tenido la amabilidad de dejarme hacer esto, incluso cuando lo podía hacer ella misma y no tener que pagar por ello.

  Me puse un abrigo encima de la ropa de camarera y cerré la puerta con llave luego de salir. Estuve caminando un rato largo hasta que la primer gota de lluvia cayó sobre mi hombro derecho. A regañadientes me coloqué el sombrero del abrigo e intenté cubrirme lo más que pude evitando que las gruesas gotas cayeran sobre mi cabeza. Metí mis manos dentro de los bolsillos y suspiré cuando mis piernas comenzaron a tiritar por la brisa fresca que llegaba junto a la lluvia. Tampoco ayudaba el hecho de que el uniforme de camarera era una camisa con un delantal y una falda corta debajo (aunque solía ponerme un pantalón corto debajo también).

  La lluvia comenzó a intensificarse cada vez más, así que mientras maldecía me desvié hacia un callejón oscuro. No era de las ideas más inteligentes que había tenido a lo largo de mi vida, pero no quería que mi teléfono se mojara mientras intentaba llamar a Scott para que viniera a buscarme.

  Estaba por resguardarme debajo de uno de los antiguos edificios cuando algo a una cuadra de mí, llamó mi atención de forma inmediata. A medida que me acercaba a aquel auto con luces encendidas, fui notando que nadie estaba adentro y que además de estar muy mal estacionado, la puerta del conductor no estaba sino a algunos metros lejos del vehículo. Mi cuerpo se heló ante la difícil desición de quedarme y averiguar que pasaba o irme e ignorarlo todo. Luego de todo lo que había vivido los últimos meses, no me quedaría tranquila si regresaba a mi casa sin saber que era lo que había ocurrido.

  Guardé el teléfono en el bolsillo de mi abrigo y caminé dentro del callejón, lo único que alumbraba el lugar, era la escasa luz de la luna y aún así, se me dificultaba ver hasta el final. Algo me detuvo a mitad de camino, entrecerré los ojos confundida mientras daba un paso hacia adelante con precaución. La última vez que había estado en una situación similar dentro de un callejón... Ni siquiera podía recordarlo detalladamente, tal vez había sido tan feo como lo presentia en ese momento.

  —¿Hay alguien ahí? —pregunté y mi voz se volvió un eco que duro segundos. Jamás había visto una película de terror o de asesinos en serie que yo recordara, así que no tenía idea de que debía hacer en ese tipo de momentos, de todos modos, luego de que la preguntara dejara mi boca, me di cuenta de que no había sido de lo más inteligente—. Obvio nadie va a responderme. Si quisieran matarme, ya lo ha... ¡Ah!

  Caí al suelo tan de pronto como sentí un par de manos tocarme los hombros. Me arrastré un trecho hasta que la poca luz que había iluminó el rostro pálido de un chico. De haberlo visto antes no me habría asustado en lo absoluto. Su aspecto era demacrado, con sólo darle una pequeña observación me dí cuenta de que un golpe de mis delicados puños lo harían caer al suelo de inmediato. Aunque debía destacar que su altura si intimidaba un poco.

  Se puso de cunclillas enfrente de mí mientras yo evitaba seguir arrastrándome por el piso. Sus ojos se movían en todas las direcciones, como si estuviese confirmando que yo estaba sola y nadie más estaba observando lo que pasaba. Cuando su mirada chocó con la mía, me di cuenta de que estaba aterrorizado y al bajar la mirada hasta sus dedos y notar que no dejaban de temblar, pude confirmarlo, no era el frío ni la lluvia lo que lo tenía en ese estado, algo más estaba pasando con él.

  —Lo siento mucho, no quería asustarte —dijo rápidamente, mientras tomaba uno de mis brazos y me ayudaba a ponerme de pie—. Tienes que irte antes de que...

  Algo lo alertó enseguida. No supe, ni pude entender el qué. Tomó mi mano con rapidez y aunque me extrañé por su comportamiento, lo seguí hasta algunas calles más lejos de aquel lugar. Me detuve detrás de él junto a una pequeña pared a la deriva. Juzgué el lugar con la mirada porque no podía evitar el pensamiento de que tal vez estaba yendo directo a una trampa y si no contara con un poco de suerte, habría estado en peligro.

  Por suerte, él no parecía ser más que un niño asustado. Pese a su altura, se notaba que no pasaba los diecisiete años de edad.

  —¿No viste nada? —preguntó.

  —Ví lo suficiente para que mi curiosidad se despertara. —Me crucé de brazos mientras lo oía maldecir—. Oye, sé bastantes cosas que suceden en este pueblo. Lo que sea que haya pasado no me sorprenderá.

  —Te quedarás con la duda. Solo vete a casa y olvida esto.

  —Tranquilo, primero te muestro mi identificación para que tengas una idea de quién debe mandar a quien.

  —Bien, entonces, solo aléjate de mí —suspiró, dándose la vuelta y caminando con rapidez lejos de mí.

  Una vez más me encontraba en una difícil decisión. Podía seguirlo y descubrir algo interesante (tal vez peligroso), o podía quedarme parada hasta que la curiosidad abandonara mi cuerpo y me permitiera irme en paz hasta mi casa. Sólo que de algo estaba segura; lo segundo jamás pasaría.

  ¡Maldita mordida que convirtió a mi hermano en hombre lobo! De no ser por ello, mi vida seguiría siendo aburrida, pero esa curiosidad no me pondría en peligro.

  Me puse el sombrero del abrigo y agradecí internamente que tuviera zapatillas en ese momento, de lo contrario, cada pisada habría hecho que él se alertara.

[...]
 
  Me detuve enfrente de la estación de tren abandonada. Presentí que no era la primera vez que había estado en aquel lugar, pero por mucho que intentara rebuscar en mi memoria, no encontraba un momento exacto en el que hubiera pisado esa estación. Me convencí de que tal vez era mi imaginación, últimamente había estado experimentando sueños y sensaciones que sabía que no eran reales o que a mí parecer era imposible que ocurrieran, pero, cada vez que lo negaba, no podía evitar sentir algún tipo de vacío en mi pecho que dejaba un horrible sabor.

  Entré por el mismo lugar que el chico minutos antes. Era un pequeño hueco en una de las paredes, lucía como si hubiese estado así durante años y estuviese apunto de derrumbarse. Incluso cuando me agaché y apoyé una de mis manos con cuidado sobre la pared, sentí los bordes agrietados terminar pegados en mi piel. Me limpie las palmas de mis manos tallando a los costados de mi ropa y caminé con cuidado por el lugar. Estaba oscuro y frente a mis ojos lucía como una escena aterradora, pero luego de caminar durante unos pocos minutos, a lo lejos, distinguí una luz. No era demasiado potente, pero me pareció lógico que el chico hubiese ido hacia aquella dirección. Es decir, ¿a dónde más iría si no?

  Escuché un par de voces al acercarme y por un momento me detuve al reconocer una de ellas. Me detuve enfrente de un tren y mis dedos se helaron. A través del cristal empañado y sucio, reconocí una figura.

  Caminé con varias emociones despertando dentro de mí y sin poder evitarlo, suspiré antes de poner un pie dentro del tren. Estaba segura de que él me había sentido desde antes, porque cuando entré, Derek ya estaba mirando en mi dirección.

  —¿Qué está pasando? —fue lo primero que pregunté mientras los músculos de Derek se tensaban. El chico volteó a verme incrédulo—. ¿Por qué viniste con él?

  Derek desvío la mirada al chico y suspiró.

  —Creí que habías dicho que nadie te siguió.

N.A:

Han pasado 84 años...

¡Al fin! He vuelto con esta historia. Este capítulo está lleno de curiosidades. Disfrútenlas porque más adelante cobraran sentido.

Bye <3

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