Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

༆༆༆༆༆༆༆༆༆

«do you lied to me?»

|
|
|

EVIE y Mal..., Mal y Evie... ¿Cómo sonarían mejor nuestros nombres unidos? Me lo debatía a mí misma escribiéndolos en una hoja de papel. Las plumas de colores que Evie guardaba en sus cajones técnicamente estaban nuevas, y la tentación que me provocaba el saber que nadie las usaría me hacía ponerme a dibujar y escribir corazones azules y morados por toda la hoja. Ese día me sentía como una niña acostada boca-abajo en la cama de Evie escribiendo nuestros nombres y nuestras iniciales. Mi estado de ánimo y mi salud mental estaban tan bien, que parecía que me había sumido en un cuento de hadas rodeada de las paredes de aquel castillo. Con una semana más transcurrida, ya iban dos desde que Evie y yo habíamos tenido el primer roce. ¿Qué había pasado luego de que me encontró en mi habitación pintando su rostro? Bueno, demasiadas cosas, pero si tengo que decir las más importantes, enfatizaría en la relación que llevábamos. Todo había cambiado de poco en poco, y lo que antes eran miradas buscándose por la cocina en espera de algo, se convirtió en besos y roces mutuos. Evie y yo sincronizábamos como si hechas para eso estuviéramos. Cuando ella hablaba emocionada de algo, y yo la seguía, y terminábamos diciendo la misma frase, ¿cómo podía yo no ilusionarme? Nunca una persona me había hecho sentir tan comprendida y feliz. Lo que Evie me provocaba era una prueba más de lo único que era nuestro lazo y lo curioso que era.

  —Llegué.

  Reí sin aire cuando Evie se me tumbó encima escachándome, y me besó sonoramente la mejilla. Era muy cariñosa conmigo y me hacía sentir querida e importante en todo momento, aunque algunos días se la pasara trabajando. Desde aquel breve drama que le hice porque supuestamente me dejó sola, Evie no me descuidaba ni dos segundos. Me escribía aunque estuviera en el trabajo, y me enviaba audios. Me gustaba que lo hiciera, y que me trajera regalos y presentes con la excusa de: "Te extrañé, y te compré esto pensando en que te gustaría, M".

  Qué bien me sentía con ella.

  —Llegaste temprano —le dije y la sentí darme otro besito en la mejilla antes de levantarse—. ¿Te encontraste tanto trabajo que preferiste huir, irresponsable?

  —En realidad no tuve trabajo. Lo adelanté todo ayer —contestó, danzando hacia el espejo para zafarse la coleta—. ¿Qué me cocinaste hoy, M?

  —Hice las sardinas que tenías en la lata. —Me senté en la esquina de la cama.

  —Nunca me decepcionas —dijo con una sonrisa de oreja a oreja, y se giró lanzándome su liga de pelo—. ¿Por qué eres así de perfecta, Mal?

  —Así nací, Evie —repliqué con fingida arrogancia levantándome—. Y por cierto, ¿adónde fuiste si no tuviste trabajo? 

  Evie alzó una ceja, y con una sonrisita juguetona, se acercó a mí y me abrazó del cuello.

  —¿Estás controlándome?

  —¿Algún problema? —Alcé una ceja retándola.

  —Para nada. Te ves sexy teniendo el control.

Me gustaba que se dejara gobernar al menos un rato por mí.

—¿Me trajiste algo? —La abracé yo, de la cintura; y la pegué a mi cuerpo.

  —De hecho sí. Te traje varias cositas, y algunas, son para algo en específico.

  —¿Debo asustarme porque me trajiste una olla nueva al descubrir que volé la tuya?

  —En ese caso te traería unas esposas mejor, para dejarte pegada a la silla y que no te muevas más —bromeó acariciándome el cabello.

  —Si traes una esposas mejor usémoslas en otro lugar... —le dije juguetonamente.

  —¿Sí? ¿Dónde?

  —Por aquí cerca —le dije y le señalé con los ojos la cama, luego le sonreí.

  —Buena idea, mientras más lejos de la cocina mejor.

  —No te cansas de burlarte de mí, Evie Grimhilde. —Le pegué suave en el hombro y reí—. Quiero ver qué te haces cuando me vaya de aquí.

  Evie se quedó callada, y entendí que quizás ya estaba tan acostumbrada a mi presencia, que pensar en mi ausencia la hizo sentir mal. Ella se atragantó con algunas palabras al no encontrar forma de decirlas, y tomó mis manos viendo al piso.

  —Tenía que hablar contigo de algo relacionado a eso.

  Parpadeé varias veces, y rápidamente asentí buscando que ella hablara cuánto antes sin tener pena.

  —Claro, E. Dime lo que sea.

  La vi dudar, y no esperaba nada bueno por cómo sus ojos veían los míos. La notaba indecisa, dubitativa, y nerviosa. Por unos segundos yo también me puse así, y más bien era por el suspenso que había entre ella y yo en ese preciso momento.

  —Desembucha, E. Me estoy impacientando —dije, y vi hacia otro lado.

  —He estado días sin decírtelo, pero creo que luego de todo lo que ha pasado entre nosotras, tienes que saberlo. —Evie inhaló, como llenándose de valentía, y apretó mis manos—. Me iré de viajes unos meses fuera de Auradon.

  Y decir que eso no fue un balde de agua fría para mí, es imposible. Me heló todo aquella noticia, como si yo fuera el Titanic sin ver aquel inmenso iceberg en la distancia.

  —¿Y adónde irás? —pregunté tratando de no parecer afectada.

  —Al este, y luego al norte. —Evie sacudió la cabeza—. Pasaré dos meses en Triton's Bay, y creo que un par de meses más al otro lado de la muralla.

  —¿No es territorio de nadie?

  —Sí, es casi deshabitado, pero creo que necesito eso.

  Vi la mirada de Evie apartarse hacia cualquier lado, y sentir cómo sus manos soltaban las mías era como que mil espadas me atravesaran.

  —Entiendo —fingí reír, y me acomodé un mechón tras la oreja—. Quién sabe si te encuentres con mi madre por allá. Si la ves dale mis saludos y dile que siempre tuvo razón, y que la odio por eso.

  —M, pode-

  —No importa, Evie —le dije, tratando de yo misma creerlo—. Creo que siempre fuiste muy clara conmigo, y con lo que querías de mí. No me voy a enojar porque quieras cambiar de aires, o encaminar tu vida lejos de este lugar. No te voy a odiar, Evie, despreocúpate.

  Evie se calló, y sus ojos trataban de decirme algo, pero yo en ese instante nada comprendía.

  —Te quiero mucho, M.

  Y quizás, esa fue la única vez que la vi tan imprecisa e insegura, porque Evie nunca fue así, nunca fue de esas personas que se tambalean tratando de decir algo. Supongo que todos tenemos en algún punto determinado de nuestras vidas, palabras trabadas en la garganta que no podemos soltar por falta de convencimiento y fuerza interna propia. Evie fue así una única y efímera vez; y fue aquella.

  —¿Y cuándo te vas?

  —Mañana. Mañana temprano.

  —Wow, qué rápido.

  —No quise decirte para que no te pusieras triste.

  Y ma callé, porque decir en ese momento qué sentía yo, lo único que haría sería armar una pelea.

  —Te dije que no importa, Evie. —Caminé hacia la puerta de su habitación—. Es parte de la vida.

  —M, ¿podemos hablarlo? —Evie me seguía.

  —¿Hablar qué, Evie? —Bajé las escaleras, y caminé a la cocina. Ella llegó apenas unos segundos luego de mí.

  —De nosotras, y de este tiempo que hemos pasado juntas.

  —Creo que es absurdo hablar de "nosotras" ahora mismo, Evie. Nada de lo que digamos me va a hacer sentir bien en este momento, así que prefiero dejarlo todo así.

  Evie se volvió a callar, y yo sentía cómo golpeaba suavemente con la palma de su mano la meseta de la cocina. No podía hablar, no podía expresarse, tenía un bloqueo emocional. Por mi parte, yo me encontraba llena de tristeza, y una pizca de rabia e impotencia comenzaba a nacer dentro de mí.

  —No quise lastimarte, Mal.

  —Eres hipócrita diciéndome eso, Evie. —Solté las agarraderas, luego de dejar una cazuela sobre la meseta—. Si no hubieras querido lastimarme, no me hubieras regalado flores sabiendo que al final te irías a buscar tu camino en el horizonte.

  Tal vez yo estaba siendo muy dura y cruel con ella, porque tan siquiera responderme podía. Tampoco puedo culparme, porque mi corazón estaba estrujado y herido. Si Evie logró sanarme en aquel castillo en dos semanas, en apenas un día había logrado machacar todo lo bueno que hizo por mí.

  —No tenemos necesidad de pelear, Mal.

  —No, tú no tenías necesidad de ilusionarme como lo hiciste. —La señalé con coraje—. Creí que era algo especial para ti, pero resultó que terminé siendo un pasatiempo que sirvió de entretenimiento en medio de tu espera.

  —Mal, no es así.

  —¿No? —Me acerqué a ella señalándome a mí misma—. ¿Entonces por qué me dijiste esto hoy? ¿Por qué no me lo dijiste antes, Evie?

  —Quería estar feliz contigo —contestó, y trató de tomarme las manos.

  —No, no mientas así. Querías divertirte conmigo, y me usaste. Deja de mentir en mi cara, Evie. Por la amistad que un día tuvimos, no me digas nada más acerca de esto. Sólo arruinas más la imagen quebrada que ahora mismo tengo de ti.

  Ahí sentí que realmente todo se había roto, porque ya no vi que las intenciones de Evie hubieran sido buenas alguna vez. ¿Podía pensar bien de ella luego de aquello? Creo que no. Mi opinión en aquel momento de aquella princesa peli-azul, era negativa. La veía como una mentirosa, y me preguntaba dónde había quedado aquella moral perfecta que algún día había tenido. Quizás se perdió con mi lado isleño cuando ella se mudó de mi habitación para ir hacia aquel castillo en medio del bosque; o tal vez la gente hizo que desapareciera con tantos traspiés que le pusieron.

  Fueron unos minutos tétricos, y callados; donde Evie comía sin ánimos ni ganas, y yo trataba de no llorar mientras recogía mis cosas. Había olvidado hasta cómo se sentía aquel dolor en el pecho y aquella amargura que me prohibía decir alguna palabra. Fue cruel, e injusto. Yo no merecía sentirme así.

  —No quiero terminar feo contigo, Mal.

  Evie me abrazó de la espalda, y sentí ganas de golpearla, empujarla, y alejarla de mí, pero no podía. Estaba al borde del llanto y cualquier pensamiento triste que se me pasara por la cabeza me haría desbordar en lágrimas frente a ella. No quería eso, no quería ni siquiera que ella notara que era importante para mí, aunque irónicamente eso era más que evidente y claro.

  —Lo lamento por no hacer que tu historia sea perfecta, Evie, pero no me voy a arrepentir de lo que dije. —Seguí metiendo cosas a mi bolso—. No me llevo una buena opinión de ti, pese a todo lo bueno que pasamos aquí.

  —Mal, no entiendo tu radicalidad. ¿Por qué me tratas así?

  —Se nota que no entiendes. —Me giré viéndola con los ojos aguados—. Es más que claro que no te imaginas ni remotamente lo que estoy sintiendo ahora mismo. Yo nunca hubiera sido capaz de hacerte algo así. Y te mentí en el pasado, e hice cosas horribles, e idiotas, pero yo nunca jugaría con tus sentimientos y luego te desecharía como tú acabas de hacer conmigo.

  Y a Evie le dolió, porque yo vi sus ojos aguarse mirando los míos, y cómo el maquillaje se le empezó a correr cuando sus lágrimas surcaron por sus mejillas.

  —¿No me perdonarás nunca, Mal?

  —No te victimices más, Evie. Eso no va contigo, ni mucho menos conmigo.

  —¿Por qué ni siquiera me escuchas? —Estaba llorando.

  —¿Para que sigas jodiéndome más de lo que ya estoy con cada palabra hiriente que dices? Perdóname entonces, porque prefiero salvar lo poco que queda de mí, a dejártelo en bandeja para que acabes de destrozarlo.

  —¡Al menos escúchame, Mal! —me gritó envuelta en llanto.

  —¡No quiero escucharte! —le grité con enojo, y la escuché sollozar de nuevo—. Lo mejor para las dos es que me vaya ahora mismo, Evie.

  —No, Mal, podemos arreglar esto. —Me sujetó del brazo—. No te vayas, te lo suplico, déjame explicarlo al menos.

—¡Evie, basta! —le grité zafándome—. ¡No te reconozco! ¡No sé qué demonios te hizo este castillo y esas telas, pero no te distingo! ¡La Evie que conozco nunca me escondería algo, porque Evie es sincera, es amable, y nunca jugaría con el corazón de nadie! ¡Tú eres manipuladora y arrogante, y mi Evie no es así! ¡No quiero a esta Evie!

  —¡Yo no jugué con tu corazón! —me gritó despavorida.

  —¡¿Y qué demonios hiciste entonces?! —le grité peor, y la empujé apartándola de mí—. ¡Se acabó! ¡Me largo de aquí!

  Escuché a Evie romperse más, y tomé mis cosas dispuesta a marcharme de allí de una vez por todas, pero si por un segundo pensé que no podía estar peor, fue porque aún guardaba en mi alma un poco de ingenuidad. El avión venía en picada, e iba a estrellarse directo contra el pavimento de una vez y por todas.

  La puerta sonó, justo cuando yo la abrí.

  —¿Podría entregarle esto a la señorita Grimhilde de parte del rey Ben?

  La bomba estaba a segundos de detonar, y lo haría en el momento más doloroso de todos.

  —Claro.

  Cuando tomé aquellos dos sobres en mis manos, todo se me paralizó.

  —Mal —me llamó Evie caminando hacia mí—. Deja eso.

  No podía, porque estaba temblando de arriba-abajo de la rabia que me controlaba en ese momento. No podía creerlo, no había forma de que algo así estuviera pasando. Era inaudito e irrazonable. No había forma de entenderlo, y lo peor de todo era que para mí aquello tenía que ser mentira. Todo en mí se había quebrado al leer aquel simple destinatario, y aquel simple asunto del comunicado. Todo se me había hecho polvo dentro, pero incluso así, una vez más yo saqué la fuerza necesaria para destruirme completamente.

  —No puedo creerlo —mascullé, y apreté muy duro los dientes con los ojos llenos de lágrimas—. ¿Cuánta desfachatez poseen ustedes para hacerme todo esto?

Evie sabía qué decían los sobres, porque se acercó tratando de quitármelos. Sin embargo yo se lo permití y me encolericé viéndola con odio.

—Eres una mentirosa, Evie.

—Mal, lo hice por tu bien. Por favor escúchame.

—No tengo nada que escuchar —mascullé estrujando el sobre en mi mano, y las lágrimas se me salieron—. ¿En qué rayos se convirtió mi mejor amiga?

—No, déjame explicarte.

—¿Qué se supone que tienes que explicarme, Evie? —Me limpié las lágrimas, y se me escapó un sollozo alto—. ¿Que me ocultaste un casamiento del que me iba a enterar igual?

—Mal, lo hice para protegerte. —Evie casi temblaba—. Iba a decírtelo luego.

—Claro —reí irónicamente con las lágrimas afuera—. Seguro un día antes, como hiciste curiosamente hoy. ¿En serio eres tú, Evie?

—Lo siento —me dijo Evie llorando—. Sólo no quería verte llorar más por él. Quería evitar tu sufrimiento y ver tus ojos llenos de lágrimas.

—¡¿Mintiéndome?! —le recriminé—. ¡¿Ibas a evitar mi sufrimiento mintiéndome?!

—No te mentí.

—¿Ah, no? ¿Y no me mentiste cuando te pregunté si habías abierto ese sobre de la otra vez, o me seguirás mintiendo, Evie? ¡Me mentiste! ¡Estoy segura de que ese maldito sobre era un pedido para el vestido de bodas de Audrey! ¡¿Crees que soy estúpida?! ¡¿Por qué sigues tratando de engañarme?!

—¡Quería protegerte! —me gritó deshecha.

—¡Y lo que hiciste fue romperme más! —le contesté con un grito quebrado, y se me perdieron las palabras cuando sentí el nudo en la garganta viendo los ojos de Evie—. ¿En qué te has convertido, Evie? ¿Dónde está la chica que era perfecta y que nunca mentiría a nadie? ¿Dónde está la Evie que siempre admiré tanto?

Ella lloraba y lloraba, y no parecía hallar un consuelo ni una fuerza en su interior para aguantar aquel dolor.

—Murió, por culpa de este maldito lugar y esta soledad, como todo lo que un día fui —me dijo, y todo el dolor que hubo para ella en esa frase, me hirió más.

—Tal vez la dejaste morir tú.

Y en su silencio, hubo una respuesta que se perdió en la infinidad del tiempo. Me dolía, porque en el fondo de mi alma, me había sentido tan bien con ella, que pensar que había sido capaz de hacerme algo así me hería todo. Evie no tuvo valor para plantarse frente a mí y detenerme, y juzgarla por no hacerlo es ser insensible. Estaba destruída, y yo también, así que simplemente no podía quedarme allí dejando que todo me avasallara. Me dolió salir por esa puerta dejándola atrás, y mientras lloraba caminando por el sendero de adoquines coloridos que llevaba al bosque, recordaba sus besos, sus caricias, y todas las veces que lo hicimos en su cama en dos semanas. Me llenaba de vergüenza recordar que llegué a pensar que aunque para mí el sexo no fuese vital, podría dárselo a Evie porque a ella sí. ¿Hasta dónde hubiera llegado yo por aquella peli-azul? No creo que exista un límite, porque sin precipitarme, o mentir, me había enamorado de nuestras conversaciones profundas luego de tener sexo, y de la forma en nuestras almas danzaban en puntillas en el salón a medianoche con un vals sonando bajo. ¿Eso es enamorarse, verdad? ¿Ver con brillo todo lo referido al otro y sentir que no hay mejor lugar en el mundo que sus brazos? Si es así, entonces me enamoré de ella, y de sus cabellos azules mezclados a los míos mientras dormíamos. Los suyos eran lacios, y azules como el mar profundo del horizonte; y los míos de ondas moradas, con las raíces negras como el cielo de un borrascoso atardecer que va pintándose de noche. Mi ojos verdes viendo los suyos color mate, eran simplemente perfectos. El hecho de que sus labios rojos susurraran bromas picarescas contra los míos, también lo era. ¿Había algo relacionado a nosotras que no fuera perfecto? No lo había, y eso sólo significaba algo: me había enamorado de Evie, e irónicamente, de todo lo que ella era.

  Esa noche fue la más triste de mi vida. Lloré y lloré sola en aquella habitación de preparatoria con la luz apagada, y no comí nada. Me sentía sola, y abandonada. A la deriva y sin una señal en el cielo para esclarecer mi situación, estaba yo en el mar gélido de su adiós. Me dormí llorando, y lo hice con el dañino y vil pensamiento, de que al menos en mis sueños, Evie regresaría por mí.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro