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Y U J I

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Al terminar las entrevistas, a Yuji y a todos los demás tributos los acompañan a los Centro de Entrenamiento para alcanzar los ascensores y dirigirse, cada tributo, a su planta.

Yuji al abordar el ascensor, está solo. Ha conseguido huir del resto de tributos, incluso de Megumi que intentó hablar con él y ahora se encuentra subiendo a su planta, la 12, en compañía de un solo guardia. Ninguno de los dos habla, el chico realmente no tiene ganas de nada.

Sabe que en pocas horas, después de la cena y a la mañana siguiente, todo cambiará. Y los últimos acontecimientos, así como las palabras de Uraume o las de Sukuna, rebotan en su cabeza de un lado a otro. Le gusta Megumi, le agrada pensar que puede tener un socio en la arena..., aunque sea algo inútil porque a la hora de la verdad, estará solo.

Todo está pasando demasiado rápido y está siendo muy real.

Al llegar a su planta, no le dejan ni cambiarse de ropa; es la hora de la cena y como un autómata, lo guían a la mesa de comedor en donde tendrán la oportunidad de ver las repeticiones de las entrevistas. Yuko, sentada a su lado, comenta que se ve increíble en su traje, pero a él no se lo parece.

—Se me van a comer vivo —dice, y aunque su mentor lo niega, realmente no está escuchando.

Su vista se desvía a la pantalla del televisor, en donde muestran un rostro superficial, indiferente. A Sukuna, con sus tatuajes imponentes y tan diferentes del suyo, bajo un ojo, que realmente no intimidan en absoluto. Quería parecerse a él, pero es imposible; es demasiado superior.

Y encima, todo lo que le dijo en compañía de Megumi ni siquiera fue capaz de rebatirlo.

—La verdad es que sin duda, ese Sukuna será alguien muy difícil de vencer en la arena —menciona Shoko, fumando otro cigarrillo en la mesa.

Yuko tose, al beber un poco de vino.

—Estoy segura de que alguien se encargará de bajarle los humos —añade, limpiándose la comisura del labio con una servilleta.

A Yuji le parece una estrella, con su cabello arreglado, con su vestimenta brillante y... dios, se maldice en la cabeza por pensar en qué aún siendo así, ellos no tienen muchas ventajas. Lo ve todo muy oscuro ahora mismo, así que se centra en el silencio cómodo que nace cuando la reproducción en la tele termina.

No quiere pensar en que mañana al alba los levantarán y los prepararán para ir al estadio. Los juegos en sí no empiezan hasta las diez, porque gusto del público del Capitolio, pero Yuji está completamente seguro de que no pegará ojo en toda la noche.

Estarán solos, al otro lado; tras trasladarlos a la sede centrar de los juegos, esperarán entonces ser reclutados por patrocinadores a ver si nacemos con la suerte de recibir regalos. Yuji piensa que ha hecho un buen trabajo, pero los resultados no se verán hasta que esté en el campo de batalla.

Sabe muy bien, sin embargo, que tanto la estilista como Nobara, la suya, los acompañarán hasta que suban a la arena, pero por alguna razón, a Yuji de pronto le nace la necesidad de tener en mejor compañía a Nanami; alguien mucho más experimentado que Kugisaki.

Shoko interrumpe sus pensamientos, consciente de que es la hora de la despedida a la que Yuji no quiere hacer frente. Pero ella suspira, apaga su cigarrillo y les desea buena suerte.

—Mañana todo dependerá de vosotros, no la cagéis. Tengo fe en los dos —dice y se marcha con un contoneo de caderas, y el chico duda de sus palabras.

Yuji siente que la mano de Yuko aprieta su muslo izquierdo, posiblemente presa del mismo miedo que lo acongoja por dentro a él también. Ahora se quedan en compañía de Nanami, quien deja su copa de agua sobre la mesa y echándose el cabello hacia atrás, los mira con una intensa mirada.

—Sé que da miedo, chicos, pero no tenéis que centraros en lo que ahora mismo os es imposible ni imaginar. Lo mejor que podéis hacer, es descansar y esperar lo mejor para mañana —dice, realmente con una voz apagada pero severa.

Yuko comienza a temblar, y suavemente, el chico acaricia su mano.

—Es cierto, hemos aprendido bastantes cosas los últimos días. Somos capaces de aguantar todo lo posible y con suerte, llegar al final. —Yuji trata de hacer sentir bien a su amiga, aunque una parte de sí mismo en el fondo no cree en sus mismas palabras.

Yuko, quien, a pesar de estar temblando bajo la mirada de Nanami, le da un abrazo rápido para darse fuerzas, quizás; el chico no está seguro, pero se lo devuelve con fuerza. Cuando ella se va hacia su cuarto sin decir nada más que un «Buena suerte mañana, Yu», el chico tiene miedo pero se queda atrás para hablar con Nanami.

Cosa que lo alegra, porque realmente necesita otro consejo del hombre.

Yuji lo ve limpiarse la comisura de los labios con una servilleta pulcra, echarse el cabello rubio hacia atrás una vez más cuando deja caer sus hombros, más hundidos.

Ahora pueden hablar con sinceridad. El chico asienta sus codos sobre la mesa e ignorando que una avox le sirve un poco más de agua, su ceño se frunce. Sabe que los juegos corrompen a cualquiera, que son capaces de cambiar la imagen de una persona en cuestión de segundos cuando la fina línea de la vida y la muerte se cruza en el camino.

—No me van a cambiar; los juegos, quiero decir. Hasta el final, sea cual sea, quiero seguir siendo yo —jacta, muy seguro de sí mismo.

Nanami se ríe, y es muy consciente de que sus ojos claros se dirigen a sus manos, que tiemblan como flanes. Yuji trata de ocultarlo, pero ha sido descubierto en su propio tablero; aún así, su mentor decide no hacer ningún comentario y mientras un silencio algo perturbado se instala entre ambos, su voz habla sin flaquear.

—Los deseos primitivos se rompen cuando tienes un hacha entre ceja y ceja.

Yuji salta ante su comentario, baja la mirada hacia su mesa desprovista de algún plato y decide observar ese vaso de agua; sus ojos bailotean con el vaivén del líquido trasparente y de repente, tiene demasiada sed. Pero no confía en el movimiento de sus manos y se abstiene de hacer algún desastre en la mesa; en ese momento, comprende que echa en falta la sobreprotección de su hermano Choso.

Piensa en la arena, en lo horrible y traumatizante que será verse matarse unos contra otros teniendo en cuenta que hasta hoy, habían compartido momentos estables todos juntos. Yuji teme de lo que pueda pasar mañana y en su cabeza se pasan todas las posibilidades de salir con vida, de proteger a Yuko, de quizás ver a Sukuna luchar a su lado e incluso, de volver victorioso a su distrito.

Pero todas ellas, son invenciones deseosas de su cabeza; y sabe que será muy complicado hacerlas realidad. Le duele el pecho, siente que no puede respirar.

Y entonces, escucha:

—Eres un niño, puedes llorar —finaliza su mentor, y Yuji lo hace.

Llora como un niño pequeño, aferrado a los dóbleles del mantel de la mesa; quizás haciendo demasiado ruido, quizás siendo grabado por alguna cámara cotilla de última hora, pero lo hace. Y para cuándo termina, tiene a su mentor abrazándolo por los hombros.

Se sacude en ellos, sin saber realmente el chico si quiere salir de ellos o sentir más de ese calor. Pronto se quedan unidos, Yuji recibiendo ese apoyo sorpresivo del hombre y cuando se separan, su mentor sostiene sus mejillas, compasivo.

—Puedes hacerlo, Yuji. He podido ver las cosas de las que eres capaz estos últimos días, así que no te dejes vencer por el miedo y lucha hasta el final. Eres un tributo ahora, demuéstrales que no eres un peón más. Puedes hacerlo, ¿vale? Como yo lo hice.

Y sus palabras animan el corazón endeble del chico, quien se restriega las mejillas con dureza. Quien se levanta de la mesa, le das las gracias y se va de la sala, sin decir nada más.

No quiere avergonzarse más delante de alguien que, claramente, admira.

Al llegar a su habitación salta inmediatamente al cuarto de baño. Se ducha, se quita la pintura de su rostro que ahora está corrida por las lágrimas. Las florituras, el maquillaje y la esencia de perfección del Capitolio se borran de su cuerpo y para cuando sale de la humedad de la bañera, se siente renovado. Se siente él mismo y más seguro que nunca.

Se coloca una ropa holgada, de lana y se acuesta.

Sabe que debe conciliar el sueño, que es lo único que lo ayudará a tranquilizarse por completo antes de los juegos. Y por suerte, a pesar de que espera que todos los jugadores sientan su misma incomodidad, para quizás no sentirse tan solo en esos momentos tan decisivos, se duerme.

A la mañana siguiente, es Nobara quien lo despierta antes del alba.

Yuji siente que no ha dormido nada, pero se alegra de haberse liberado con Nanami porque de no haberlo hecho, ahora estaría más cansado en general. Ella le da una túnica sencilla y lo acompaña al tejado, en donde los últimos preparativos tendrán lugar en las catacumbas, debajo del estadio en sí.

—Todo te irá bien, Yuji. Estoy segura de ello —le comenta la mujer, con un vestido apretado y oscuro y el chico decide creerle.

Un aerodeslizador viene a por ellos, y deja caer una escalera de mano para subir. Yuji lo hace sin complicaciones y pronto se encuentra al otro lado; se pone un poco nervioso cuando, al hacerle bajar y sentarse, una mujer vestida de blanco le inyecta una jeringuilla.

Yuji se remueve en su sitio, incómodo, pero la deja proceder para no retrasar más su destino. Aunque ella, amablemente, le explica qué es; posiblemente por su rostro desconcertado.

—Es tu dispositivo de seguimiento, no te preocupes. Es para saber la posición de todos los jugadores en la arena. 

—¿Se pierden los tributos regularmente? —Intenta bromear pero ella no responde.

Muere la conversación de golpe y tras recoger a Nobara, comienzan su breve pero tenso viaje. Allí, Yuji no puede ver ningún tipo de paisaje y las horas pasan en su cabeza convirtiéndose angustiosas, cuando finalmente aterrizan.

Se siente más nervioso y con los pies en polvorosa mientras bajan por la misma escalera hasta un tubo subterráneo que da a las catacumbas. Yuji camina al lado de Nobara, sin poder acallar su curiosidad y siguiendo el camino de unos Vigilantes.

Habla en susurros, por supuesto.

—¿Alguna vez alguien ha intentado escapar por aquí?

Nobara lo mira con la sombra de una sonrisa y niega, con leve gracia.

—Conozco historias, pero todas ellas coinciden en algo: no llegan muy lejos. —Yuji entonces deja de imaginarse locuras y llegan a su habitación predestinada.

Allí, en donde lo lanzarán a la muerte.

Se le permite ducharse, lavarse los dientes y cambiarse de ropa. Si bien no ha desayunado nada y tiene el estómago vacío, Yuji piensa qué esto es mejor; puede volver a ser quien era en su distrito, y quiere acostumbrarse a esa sensación teniendo en cuenta que en la arena, puede pasar días sin alimento en absoluto.

Le da escalofríos pensar en qué esa puede ser un motivo de su muerte prematura.

Nobara detalla su cabello, hacia adelante y con la ligereza que ha tenido los últimos días. No borra su imagen del doce y eso lo tranquiliza; después llega la ropa, la misma para cada tributo. Ella acostumbrada a este tipo de trabajo desde el principio y Yuji sin tanta pena como al principio, agradece su ayuda para colocarse la ropa interior, los pantalones rojizos, la blusa verde claro, el robusto cinturón marrón y la fina chaqueta negra con capucha que le llega hasta los muslos. Se siente un poco incómodo, pero protegido de alguna manera.

—Déjame adivinar, este traje me ayudará a no pasar frío.

Ella asiente a sus palabras, y Yuji nota un retortijón cuando ajusta su chaqueta.

—Está diseñado para mantener el calor corporal, así que no esperes climas cálidos, chico —le dice, y Yuji se siente terriblemente aliviado de que la arena ya no pueda ser un desierto.

Luego van las botas, que descubre que son de cuero y ligeramente parecidas a las que solía llevar su hermano mayor. Se siente a gusto con ellas encima.

Escucha la voz de Nobara cuándo está terminando de ajustar los cordones.

—Tengo algo para ti —señala, sacando una insignia de un sinsajo dorado.

Símbolo de su distrito y quiere rechazarlo, pero ella insiste. Me lo coloca en la camisa, con expresión pensativa. Su cabello corto y castaño huele a almendras.

—Quiero que cuando estés en la arena, recuerdes de dónde vienes, todos los que te observan y lo que se espera de ti. Chico bobo, sé que es difícil..., pero tengo esperanzas en que llegues al final. —Yuji no lo soporta, la abraza emotivo y se asombra cuándo ella también lo rodea con sus brazos.

—Gracias, Kugisaki, de verdad —dice y después tienen que esperar.

Yuji no ha podido quedarse quieto en toda la hora; ha caminado de un lado a otro, compartido unas pocas palabras con Nobara descubriendo que ama el color dorado más que cualquier otra cosa y que es más sensible de lo que parece. Ha llorado varias veces.

Después, cuando el tiempo de espera llega a su fin, Yuji toquetea su nuevo sinsajo observando que el cilindro abre sus puertas.

—Vamos, Yuji. Gana a todos esos perdedores —dice, y él asiente.

Aunque no considera a Yuko, ni a Megumi ni a Uraume y, por supuesto, no a Sukuna ningún perdedor. Su pie tiembla dentro del espacio reducido y cuándo se gira para encontrar una sonrisa quieta y apacible de su estilista, de pronto salta cuándo el cilindro se cierra.

Ella le sonríe y Yuji también; quiere creer en el fondo que podrán volverse a ver y se despide de ella con un ligero movimiento de manos, cuándo el cilindro empieza a elevarse. Durante unos quince segundos, se encuentra a oscuras, plenamente consciente de que la única respiración agitada que escucha es la suya.

Piensa en su mentor, en Nobara y en su hermano; se niega a rendirse ahora que ha llegado tan lejos sin dejar de demostrar que no es ninguna mosca muerta.

Mientras repasa en su cabeza todos los aprendizajes de los últimos días, una y otra vez, nota finalmente que la placa metálica sale del cilindro y que lo lleva hasta la brillante luz del sol, que lo deslumbra; huele a bosque y su corazón martillea en su pecho. En ese momento oye la voz de la presentadora Yuko por todas partes:

—Damas y caballeros, ¡que empiecen los Septuagésimo Cuartos Juegos del Hambre!

Y Yuji sabe que ha dejado de ser todo un sueño cuándo la luz deja de cegarle los ojos y se encuentra alrededor de todos los tributos, esperando por saltar de la placa metálica.

El juego ha empezado, y la cuenta atrás también.

🥞. ——— elsy al habla (!)
muchas gracias por todo su apoyo.

ufff, feliz años a todos mis lectores. omggg, sigo obsesionada con esta ff, con mi bestie que me insistió a no poder más con esta historia y todo lo que se viene. me gusta empezar nuevo año con buen pie y nos proponemos a acabr esta fic, para seguir con la trilogía.

que ganas de que sigan leyendo; recuerden dejar su apoyo y sí, finalmente han comenzado los juegos. se viene con todo.

nos veremos pronto, tributos.

🐝.

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