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09


Y U J I

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Yuji no se cree lo que acaba de pasar con Sukuna, en un primer momento esperaba poder entablar una buena conversación con una copia exacta suya, hacer migas o, al menos, tratar de averiguar cómo era si quiera posible el hecho de que fueran sus aspectos tan similares.

Pero la respuesta del chico..., Fue tan hostil y desfavorable, que le asombra todavía no haberse llevado un golpe. El chico no puede entender qué debe de haber hecho para ganarse su aparente odio, pero se alegra mucho de que la chica esa, la morena guapa, le salvase la vida. No sabe si lo hizo a propósito, pero de todas maneras se lleva a Sukuna de su lado y lo siguiente que sabe es que su equipo al completo está a su lado para ayudarle.

No hablan mucho, Yuji tampoco quiso explicar nada aunque hubieron algunas preguntas de por medio; incluso a pesar de la insistencia de Nanami Kento, su mentor, cierra la boca de inmediato porque en su opinión no cree que nadie pueda entender su punto de vista.

Mientras camina al lado del resto de sus compañeros de estos juegos, no deja de pensar en Sukuna. Su porte, su carácter fuerte y su temple le gustan; más de lo que piensa en un primer momento. Quizás por eso le duele que lo trate como a una especie de enemigo; es consciente de que aquí no puede tener amigos, de que aquí tiene que tratar a todos como su rival, pero, para él es muy difícil hacer ese tipo de cosas.

Entre que nada en la bruma enorme de sus pensamientos, finalmente llegan al Centro de Entrenamiento que dispone de una torre para cada distrito, su hogar temporal. No pone atención en nada de sus plantas. Se limita a observar cómo Shoko, su acompañante de distrito, pulsa el número que corresponde a su planta. Por lo que tiene entendido, ambos adultos los acompañarán hasta que marchen a los juegos, lo cual le resulta agradable en el que caso de Nanami, debido a que es una cara conocida.

No se comenta, sin embargo, mucho de su actuación y la sensación que han dado por todo el Capitolio porque después de su numerito, a Yuji le parece que nadie tiene la cabeza en otra cosa. Se siente un poco mal, porque es consciente de que ese tipo de atención no es buena para él. Tras unos pequeños tumbos en la sala del ascensor, finalmente llegan a su planta y todos se separan.

Shoko le indica que su habitación es la que está un poco más apartada y recibiendo una pequeña mirada de un curioso Nanami, se despide con un pequeño saludo de cabeza de su amiga Yuko y desaparece por el pasillo sin interesarse por nada más.

Cuándo entra, colocando la huella de su dedo en la puerta se encuentra con una habitación bastante grande y amueblada. Mucho más grande que la que había conocido en los vagones del tren. Lo primero que hace es tirarse a la cama de seda y de color vino, ya que se siente terriblemente cansado; ni siquiera se esmera en conocer a fondo los demás artilugios de la habitación. Por los colores, las cosas de tecnología avanzada y demás, sabe que son cosas que no volverá a ver en su vida; por lo menos, teniendo en cuenta la gran posibilidad de que puede morir en los juegos.

La idea lo deprime un poco, pero trata de mantener los ojos cerrados por su profundo cansancio. Por su mente pasan imágenes de su hermano mayor, aquel al que repentinamente nota que extraña muchísimo y se siente desolado. Estar solo en aquella habitación tan llena de lujos, le hace pensar por breves momentos que está soñando. Que nada es real y que cuándo vuelva abrir los ojos, estará en La Veta, viendo a su hermano cocinar miserias con lo que puede encontrar.

Sin embargo, al abrir los ojos no se encuentra con ese deseo. El reflejo claro de la luna lo baña de pies a cabeza y se asusta cuándo llaman a la puerta. No se le hace complicada la tarea de saber de quién se trata, por su voz inconfundible: Nanami Kento. Le dice que es la hora de cenar, y Yuji de repente se da cuenta de que su tripa ruge por querer llamar su atención.

Sin embargo, antes de salir opta por darse una ligera y rápida ducha. No quiere que el resto del equipo le vea con los mismos harapos de antes, por supuesto; y puede que haya tardado por el lío que se ha hecho con los botones de múltiples colores y por rociarse con una agua casi magnética y calentita, pero no tarda en apresurarse a colocarse encima una camisa de franela amarilla y unos pantalones oscuros. Se sacude el cabello como puede, sin querer tocar una misteriosa caja metálica del baño y sale del cuarto.

Cuando entra en el comedor, encuentra que el resto ya está allí, sentados a la mesa y entrelazados en una banal conversación. Con unos simples pasos, pronto comprende que toda esa animada charla se debe a su presentación. Yuji ve que su amiga, Yuko, también parece estar cómoda con el ambiente. No lo piensa dos veces al tomar asiento a su lado.

Ella le dedica una sonrisa nerviosa pero Yuji, está impresionado por los exquisitos platos que le sirven nada más estar allí por cortos segundos, y no lo ve. Y aunque la presencia de sus compañeros, y de sus estilistas ( Nobara y Aki ) le alegran, ahora mismo solo puede poner plena atención en la comida: un enorme bistec de carne de búfalo, fideos de crema de mantequilla, con una ensalada campera y varias copas de vino.

No le interesa para nada esto último, así que Yuji trata de centrarse sólo en la comida. Observa con detalle como su mentor, Nanami, no rechaza el vino como él. Lo toma tras varias sacudidas, pero ligeros sorbos y luego vuelve a retomar la comida. Tan erguido, con ese rostro indiferente... Piensa en qué si no fuera porque ya sabe que es humano, lo tomaría por una máquina.

El pensamiento le hace reír suavemente, e interrumpe la acalorada conversación de todos los presentes que tratan de llevar por un buen camino sus estrategias futuras, como los trajes para las entrevistas, como deben mostrarse ante el público y ese tipo de cosas.

—¿De qué te ríes, Itadori? —pregunta su estilista, con una ceja alzada.

Yuji se siente azorado al tener tantos ojos encima y trata de desviar la conversación para no verse obligado a mencionar la cruel comparación de Nanami con una máquina.

—Simplemente... supongo que estaba pensando en ese chico, Sukuna. N-No pretendía interrumpir... —añade con rapidez cuándo nota los ojos de su mentor clavados con más intensidad sobre él.

Los estilistas de ambos lados entonces comienzan a relucir esas semejanzas y similitudes que tiene Sukuna con él, y aunque siente que se ha metido en un camino peligroso, le resulta bastante cómodo que no sea el único que encuentra interesante el tema.

—Es cierto que vuestro parecido es impresionante. ¿Estás seguro de qué no es familiar tuyo?

La pregunta hace dudar brevemente a Yuji, pero luego de recordar que su hermano mayor nunca le ha mencionado nada del tema y de tener en mente el comportamiento clásico de un chico del Distrito 2 como lo tiene aquel chico, no tarda en afirmar que es una completa tontería.

—Imposible. Solo tengo un hermano, y se ha quedado en La Veta. —Nobara agudiza su mirada tras su contestación, pero después se toma dos copas más de vino y habla ahora de su acompañante.

Esa chica morena, la que le protegió sin darse cuenta.

—Tiene un buen material, y si pudiera tan solo vestirla con algunos de mis extenuantes creaciones, la haría lucir muchísimo más —dice, entre risas con Aki, como segundo entusiasmado con la idea.

Shoko suelta un poco de humo de su cigarrillo y dedicándole una mirada a Yuko que no pasa desapercibida para Yuji, agrega: —Prefiero que dejemos de hablar de este tema. Rochelle Hughes es una chica peligrosa, así que es preferible no acercarse a ninguno de los del distrito 2 por nada del mundo. Ahora mismo, nuestra responsabilidad es hacer que Yuko y Yuji se luzcan.

Eso detiene la perorata emocionada de los dos estilistas y Yuji observa cómo Nanami asiente totalmente complacido. Ha dejado el vaso medio lleno y limpia la comisura de sus labios con un lateral de una servilleta plateada.

—Además, Itadori, ¿qué pensabas al acercarte a él para hablar? ¿Qué iba a ser tu amigo y a recibirte con los brazos abiertos? —Su tono es severo, pero Yuji no se atreve a contradecirle.

Porque a pesar de todo, sabe que tiene razón. Tomó un mal camino, y aunque es consciente de que debería de hacerles caso, no puede dejar de tener curiosidad por Sukuna, sobre todo.

El silencio vuelve a instalarse en la habitación, en la que la dulce Yuko agrega con un tono meloso que el pastel de frutas está realmente delicioso, solo para aligerar el ambiente, y con la intervención de los estilistas la situación para mejorar un poco; todo parece quedarse un poco atrás cuando terminan de comer y pasan a un salón enorme para ver la repetición de la ceremonia inaugural que están echando por la tele.

Yuji se queda con la impresión después de ver pasar a un montón de parejas, que las únicas que llegan a causan sensación son ellos y, sí, los del Distrito 2. Cuándo el chico ve que su copia exacta mira hacia las cámaras con sangre, o algo que parece serlo, echado por todo el cuerpo sabe que no es un chico para tomarse a broma. Se arrepiente de haberlo abordado tan a la carrera y se imagina que a lo mejor el otro se pensaba que habría ido con ganas de ir a pelear, o para engatusarle. Lo cual no era ni por asomo a lo que pretendía.

—Así que no solo Yuko y Yuji fueron la sensación esta vez... —murmura entre cortas palabras su estilista, Nobara, mientras le muestra su tatuaje de rosas y que cae por gran parte de su rostro.

Yuji no tiene ni idea de lo que pasa por su cabeza, pero admite que le cae bien.

Nanami luego les comunica que mañana es la primera sesión de entrenamiento, que deben reunirse con él en el desayuno en donde les dirá como deben comportarse allí dentro. Luego nos despachan en cortos movimientos, pidiéndonos un ultimo favor.

—Descansad por hoy, y no penséis en lo que viene mañana por duro que sea. —Yuji trata de ignorar que su mirada se clava en él más que nada.

Después ambos chicos desaparecen por el pasillo hasta llegar a la habitación de la chica. Yuko se limpia las manos sobre su vestido beige, y Yuji no puede creer que esté con ella en estos juegos, que de verdad tenga que luchar contra ella.

El chico ve cómo muerde sus labios, quizás para darse valor, no lo sabes... Pero después sacude su cabeza y Yuji observa cómo aparta su mirada, retraída, después se despide rápidamente de él y pone su huella en la puerta. El chico la detiene del brazo antes de que se cierre la puerta de su habitación, casi por impulso.

Ambos se miran sin saber qué hacer a continuación y Yuji la suelta, algo azorado. Después pasa su mano por su cuello y trata de mostrarle una sonrisa genuina.

—Sabes que somos amigos, ¿no? Cualquier cosa... —Y ella sabe qué decir a continuación, casi como un ritual.

—Te lo haré saber, no te preocupes.

Sin más, Yuji se marcha hacia su cuarto en completo silencio. Coloca su huella, atraviesa su cuarto hasta el baño, y tratando de luchar con todos los botones de nuevo y fragancias de ensueño, acaba después en la cama con una pijama azulada. Pantuflas de pelo abrazan sus pies mientras se la levanta y abre la ventana de su habitación. Respira hondo, imagina que su hermano le da las buenas noches y más tarde, cae dormido.

A la mañana siguiente cuándo despierta, la luz atraviesa las ventanas al igual que un aire caliente. No pierde tiempo al ver que dispone de la hora justa para arreglarse. Se da una ducha rápida, luchando con el aire frío para tratar de mantenerse despierto. Su hermano solía decirle que era duro para levantarse solo. Piensa en que si le viera ahora mismo, no lo reconocería.

Huele a fresas, tiene crema hidratante por todas partes, su piel reluce y va cubierta de un traje que ha aparecido de la nada en su armario. Pantalones ajustados y negros, una camisa negra de mangas rojas y zapatillas de cordón. Se analiza varias veces de arriba a abajo, sin llegar a verse a sí mismo, a su yo real. Ya no están los colores dulces, llamativos o cálidos. Parece otra persona; da varias vueltas delante del espejo y ve a Sukuna en el, de alguna extraña manera.

Después recuerda ese rostro repleto de odio, ese ceño fruncido, el temblor que se repartía por todo su cuerpo y se deprime un poco. Luego sacude su cabeza y sale de la habitación a sabiendas de que posiblemente Nanami ya esté en el comedor.

Mientras camina  en esa dirección, no sabe nada de Yuko, pero se da cuenta de que tiene hambre y se guía solo por ese detalle en especial. Al llegar y para su sorpresa, ya hay múltiples ayudantes a cada lado de la mesa, con esas mismas ropas blancas de la noche anterior dispuesto a servirle lo que desee. Yuji toma asiento delante de su mentor, quien toma un vaso de café recién hecho. No hay platos al frente.

El chico de cabellos rosados acaricia con una expresión perdida cuándo una chica, una avox, de esas que son castigadas cortándoles la lengua por delitos, le sirve un vaso de leche.

Yuji alza una ceja, deteniéndola en seco cuándo levanta su mano.

—Pero... yo no he pedido...

Y entonces, como en los últimos días, su mentor le sorprende.

—Lo he hecho yo, especialmente porque sé muy bien que una poca comida es buena para controlar los nervios. Deja que te sirva y no objetes, Itadori. —Yuji no puede evitar hacer un pequeño morrito, porque de nuevo, siente que esta delante de un profesor o algún tipo de padre.

Lo deja estar, porque le da igual lo que comer. También la idea de que alguien haya decidido por el mismo le alivia enormemente; le recuerda a su hermano, quien siempre le servía el desayuno con amor. Sacude su mente brevemente, ya que pensar en él también lo deprime.

Se limita a comer en silencio los panecillos rellenos de chocolate que le da la chica avox, y la idea de que su hermano tenga que luchar por un mísero de pan que aquí lo usan como servilletero incluso, lo apena. Se le cierra el estómago al tercer bollo y lo deja mientras observa a Yuko entrar al comedor con ellos. Lleva una ropa parecida a él, pero sin ser similar del todo.

Una camisa negra con rayas blancas y pantalones y zapatillas de cuero. Verla así de oscura, con un ligero rubor en sus mejillas también le hacen pensar que su imagen está siendo borrada; incluso su corto cabello lo tiene decorado con dos simples pinzas plateadas que dejan ver más de su rostro, normalmente oculto.

Ella se sirve sola, una simple taza de cereales de colores y después, varios bollitos rellenos de crema de mermelada y leche azucarada. Mientras se siente observado por su mentor que ha vaciado la taza de café, se pone a pensar sobre el entrenamiento, que le pone muy inquieto.

Sus manos sudan en sus pantalones de tener en mente que sólo disponen de tres días para practicar con el resto de tributos. La última tarde se supone que debe actuar delante de Vigilantes y demostrarles de lo que es capaz para que lo puntúen, y para que todo el mundo sepa si deben apostar por él o no.

Nanami interrumpe su hilo de pensamientos.

—¿Queréis entrenar por separado? —La sola pregunta hace que Yuko deje de picotear su comida.

Comparte mirada con Yuji, y el chico sabe su inmediata respuesta. Ambos niegan en respuesta.

—Bien, ¿tenéis alguna habilidad de utilidad?

Yuko sacude sus hombros, incapaz de decir algo que sirva. Yuji se limita a decir que lo único que sabe es lo que su hermano le ha enseñado de vez en cuándo: manejar cuchillos.

—Pero la cosa será diferente cuándo tenga que luchar por mi vida, supongo.

—No creas, tener eso en mente puede ayudarte a sobrevivir —comenta Nanami, en un tono jocoso y cuándo piensa agregar otra cosa, Yuko se adelanta.

El chico ve cómo su mirada es brillosa cuándo le habla.

—Pero Yuji sabe hacer más cosas. Desde pequeño ha sido potencialmente más fuerte que cualquier otro chico o chica de La Veta, y no solo eso, también es muy rápido. Demasiado, tiene más posibilidades de sobrevivir de las que dice —termina con una sonrisa.

Yuji se avergüenza. Esconde su rostro entre sus manos, negando con la cabeza.

—¿Por qué querrías ocultar eso, Itadori?

Dando un ligero suspiro, termina por admitir que tampoco es que esas habilidades le hayan sido de mucha utilidad en el 12. Después de todo, siempre le habían ignorado.

Pero en vez de esperar una mirada compasiva, encuentra en Nanami una sencilla sonrisa, casi imperceptible pero que le remueve el corazón. Yuji siente que sus tripas se revuelven.

—Bueno, igualmente tendréis tiempo para averiguar en qué sois buenos.

Y con eso, solo termina por pedirles que estén juntos en público, que les sigan viendo unidos como en las presentaciones. Que eso les haría ver fuertes, asegura incontables veces. Yuji termina por creérselo, porque sabe que si puede confiar en alguien en este sitio, es en él.

—Quedan veinte minutos, terminad de arreglaros y marchaos al ascensor. —Y así, ambos salen despedidos a sus habitaciones para aprovechar el tiempo restante.

Yuji se lava los dientes mientras moja su rostro varias veces, tratando de quitarse los nervios de encima. Nunca en su vida ha estado rodeado de tanta gente, pero la idea es simplemente arrolladora. No se considera alguien introvertido, pero como siempre ha estado recluido en su hogar... Este tipo de cambio es muy grande, eso es todo.

A las diez ya está en el ascensor con Yuko a su lado, que no deja de alisar su camisa una y otra vez, quizás para sacarse de encima cualquier inseguridad. Pero Yuji la ve perfecta, como siempre. Shoko los mira brevemente antes de encender otro cigarrillo.

—Esto va a ser divertido. —Es lo único que menciona mientras bajan.

No ayuda para nada a Yuji, que se pone más y más inquieto.

Llegan al bajo nivel del suelo del edificio, en donde están las salas de entrenamiento más deprisa de lo que se pensaba en un primer momento y las puertas cristalinas del ascensor se abren para dejarles ver una imagen de un gimnasio lleno de armas, obstáculos y de todos esos tributos con los que tendrán que batirse hasta la muerte unos días después.

Los tributos rodean a la maestra, que nada más dejar atrás a Shoko, ambos chicos se apresuran a acoplarse al descubrir que a pesar de ser temprano, son los últimos en llegar. Algunos de ellos los observan por encima del hombro; Yuji descubre asustado que Yuko une sus manos, en un intento de mantenerse fuerte. Él lo deja estar mientras pone atención en el horario.

Resulta que en cada puesto habrá un experto en la habilidad en cuestión, y ellos pueden ir de una zona a otra a su elección, según las instrucciones de nuestros mentores. Algunos puestos enseñan tácticas de supervivencia y otros técnicas de lucha. Está prohibido realizar ejercicios de combate con otro tributo, ya que para eso disponen de ayudantes voluntarios por si desean practicar; que claramente no está en la mente del joven Itadori.

Mientras la maestra sigue hablando, Yuji observa al resto de sus compañeros y le sorprende la diferencia de tamaños, de cuerpos y de fortalezas en cada uno; ciertamente algunos sobresalen sobre otros, como ese loco de Mahito que ve que mantiene sus agudos ojos sobre las armas, o Maki del 4. Solo hay que verla para entender que meterse con ella sería un gran error.

También ve a un chico un poco retraído, del cual su rostro es oculto por un poco de su cabello oscuro. No mira a ninguna parte y Yuji presiente que pueden llevarse bien. Luego por supuesto, su atención se ve magnetizada por aquella joya de la sala. Sukuna, a quién descubre que ya le estaba mirando desde antes, o más bien, a la mano que mantiene unida con Yuko.

Sus ojos rojos se estrechan, luego intenta sonreírle (porque ser un estúpido está en su naturaleza) y vuelve a sentir un nudo en su estómago cuándo el otro hace una mueca, lleno de molestia, para apartar la vista de inmediato. Yuji trata de darse fuerzas para ese primer día.

La profesora los deja marchar a todos, y pronto los más preparados se dirigen hacia las armas de aspecto más mortífero del gimnasio, entre ellos ve a Sukuna. Su amiga le da un pequeño apretón en las manos y entre susurros, le menciona que aunque tiene la orden de permanecer juntos, le recomienda explorar la zona cada uno a su propio paso.

—Luego nos reunimos en la zona de nudos, ¿vale? —Nada más asiente el chico, la ve salir despedida hacia la zona de primeras clases de cuchillo.

Se siente un poco inestable al estar solo, y al sentir demasiadas miradas encima, pero trata de pasar de ello e ir explorando las zonas, como le ha recomendado su compañera. Acaba en la sección de aprender a hacer fuego y agradece de todo corazón que la entrenadora de esa sección no le importa las muchas veces que ha fallado. Cuando ha aprendido por completo la técnica, su atención la roba ese chico de cabellos platinados, Mahito.

Acaba de decapitar a tres muñecos de golpe con un juego de hilo invisible; al parecer ha tirado de este a la vez, y entre risas juega con una de ellas dando vueltas de aquí para allá, como un loco.

Yuji decide apartar la vista para interesarse por la sección de lucha. Sabe que es bueno con los cuchillos, pero si debe elegir algo útil, con solo una mirada sabe que se decanta por las espadas. Las ve desde lejos en su escaparate, muchas de ellas de distintos tamaños y formas, y camina despacio en su dirección sin realmente nada pasándole por la cabeza. Entonces no se espera para nada, por andar de distraído, que al escoger una espada de filo delgado y más o menos equilibrada para su mano, ver a esa copia suya a su lado.

Claro está, que a diferencia de él, se dedica a coger un arco plateado. No se había dado cuenta de que ambos escaparates estaban uno al lado del otro. Escucha murmullos a su espalda, seguramente por lo raro que es verlos juntos y mientras aferra esa espada contra su pecho, cruzan mirada. Intenta decirle algo, pero se queda mudo cuándo ese chico aprieta con fuerza el arco para dejarlo tirado de golpe en el escaparate. Después, sin seguir diciendo nada, sale despedido hacia otra sección.

Yuji se queda allí plantado, temblando. Por alguna razón, quiere llevarse bien con el chico, aunque claramente el otro no lo desee. Algo cabizbajo, termina por dirigirse a las enseñanzas de ese tipo de arma que sujeta y se sorprende de lo vacía que está.

Solo destaca un alumno que anda con su especifico entrenador y si no se equivoca, es ese tal Megumi Fushiguro, del Distrito 1.

Su piel blanquecina, casi como la leche, reluce bajo la luz opaca de la habitación. Luce un cabello de ébano, sin realmente orden alguno pero se ve sedoso, reluciente al tacto. Traslúcidas pecas sobresalen de su camisa gris ceñida, y que dejan amplia vista de una estrecha cintura; las cuales quedan bastante bien con sus piernas delgadas y largas. Yuji observa cómo el chico da varias estocadas con el entrenador y no suda, mantiene una mano tras su espalda y solo puede pensar en lo elegante que se ve.

No se espera cuándo el chico desarma al adulto mayor, y lo mira desde la lejanía. Unos impresionantes ojos verdes, mágicos, lo llevan hacia los bosques de su distrito. Se siente cómodo al mirarlos y da un respingo cuándo le dirige la palabra.

—¿Vas a quedarte ahí parado sin decir nada?

Y entonces es que reacciona. Se adelanta con torpes pasos y sonrisas escondidas, y trata de llevar ese manejo de espada mejor de lo que quiere. El entrenador parece bastante encantado con ambos chicos y cuándo Yuji se recuesta sobre sus cuartos traseros después de una buena sesión de entrenamiento, se fija en Los Vigilantes. En todos aquellos hombres y mujeres vestidos con túnicas de color morado intenso. Se sientan en las gradas que rodean el gimnasio, a veces dan vueltas para observarlos y tomar notas, y otras veces comen del interminable banquete que han preparado para ellos, sin hacerles mucho caso.

Sin embargo, a Yuji no se le pasa desapercibido cómo no dejan de mirarle a él y al chico del 2, a Sukuna. No entiende esos resquicios de interés en ellos, pero trata de no cometer ningún error. Cuando finalmente decide marcharse a la sección de nudos, cansado y con la esperanza de reunirse con su amiga, encuentra una mano pálida y conformada por esbeltos dedos en su dirección. Es Megumi, quién descansa su propia espada en uno de sus hombros.

Yuji la sostiene para que lo ayude a levantar, pero de nuevo, no dice nada cuándo le da la espalda para irse a otra sección. El de cabellos rosados lo ve irse, erguido y con un rostro severo y no entiende porqué ha sido tan amable con él.

Sin poder recabar en respuestas, más tarde, después de reencontrarse con su amiga en el puesto de nudos y pasar allí gran parte de la tarde, deja de martirizarse la cabeza con eso. Se centra en esforzarse en aquel puesto, hasta que llega la hora de volver a su planta.

Yuko le habla sobre qué ha encontrado un gusto por el manejo de las hachas y de cuchillos, y de verdad qué quiere prestarle toda la atención que se merece, pero sus ojos se dirigen hacia Sukuna y Megumi, esos dos chicos tan extraños y que le interesan tanto. Da terminado su primer día cuándo vuelve a su habitación en la noche, y solo quiere que el tiempo no juegue más en su contra. Pero de sólo pensar en qué todavía quedan dos días más de entrenamiento, para luego las sesiones privadas, las tripas se le revuelven. Le cuesta dormir.

┉┈ 𖣠 NOTA FINAL ;

:: muchas gracias a todos por vuestro apoyo, por leer esta historia. lamento las actualizaciones tardías, pero mi bestie y yo prometemos darnos prisa con esta historia para terminarla lo más pronto posible. amamos a todos estos personajes y este mundo, esperamos de corazón que estén disfrutando de la historia.

btw, ¿les gusta la nueva portada y separador? finalmente, estoy más conforme con esta que con las anteriores ya vistas.

:: esperamos verlos más seguido, así que no se olviden de comentar, votar y compartir. todo esto lo hacemos por ustedes, tributos.

Se despide xElsyLight.

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