07
Y U J I
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Una enorme luz brillante inunda el compartimiento en el que permanecen ambos tributos del doce, en compañía de su acompañante, Shoko Ieiri y su mentor, Nanami Kento.
Inevitablemente ambos chicos salen despedidos hacia una de las ventanillas de la habitación para ver algo que sólo han podido ver en televisión: el Capitolio, la ciudad que dirige Panem.
Yuji despliega sus manos sobre el cristal admirando cada parte de todo el complejo, absorto de tanta belleza. Hay un sin fin de edificios relucientes que proyectan un arcoíris en el aire, y que cuajan bastante bien con la gente allí vestida, que lucen al igual ropajes estrafalarios y pintados de colores que poco se suelen ver en La Veta. Algo que parecen tener todos en común, es que no da la sensación de que hayan sufrido ni un sólo día sin nada que llevarse a la boca.
Lo que por supuesto consigue que un pequeño malestar se instale en el estómago del joven Yuji Itadori, porque de solo tener eso frente a su vista, le hace amargarse con tan sólo recordar las muchas noches que su hermano mayor y él tuvieron que acostarse con la tripa vacía.
Sin embargo trata de abandonar esa triste nostalgia de su vivencia pasada y pone atención a la gente de la calle que comienza a señalarlos con entusiasmo, probablemente porque los hayan reconocido. Yuji comparte una mirada con su amiga, Yuko, y dando una mirada hacia su espalda encuentra que su mentor le asiente con la cabeza; lo que toma como señal para que hagan sacar sus cartas para ganarse el gusto del público.
Termina por sostener la mano de su amiga, para levantarla a plena vista del mundo acompañada de una enorme sonrisa de oreja a oreja. La gente comienza a gritar con emoción al verlos de esa manera, tan unidos, y a pesar de que Yuji ve cómo Yuko repentinamente se le colorean un poco las mejillas, se alegra de que le siga el rollo.
Dejan de sonreír entonces cuando el tren se mete en la boca de la estación y se oculta el reflejo por aquel túnel oscuro. Yuji suelta rápidamente la mano de Yuko, y al darse la vuelta totalmente, encuentra una mirada orgullosa en el hombre de cabellos rubios.
Este, habla antes de que el chico piense en lo que acaba de hacer.
—Eso llamo yo a atraer la atención, chicos.
Les empieza a felicitar por su buen comportamiento y Yuji sólo puede pensar en que aquel hombre no era del todo tan serio y severo como aparentaba. Sin embargo, pronto ese pensamiento se desecha cuándo retoma su rostro indiferente y dedica una intensa mirada la otra mujer presente de la sala.
Shoko exhala otro cigarrillo y echándoles el humo encima, dice: —Venga, hora de ir con el equipo de preparación.
Yuji aprieta sus dientes cuándo Jet, un adolescente un poco menor de su edad y de cabellos verdes, le arranca una tira de tela de la pierna derecha, llevándose consigo el pelo que había dejado. La verdad es que han estado de esta manera desde hacía rato y el chico no puede más que fruncir sus labios, realmente adolorido con ese trato que sólo busca que su cuerpo esté listo para ser admirado por el mundo. Lo que buscan, es que chicos como él, salidos del distrito más pobre y sucio, cobren vida en un lugar como este y saquen a relucir sus verdaderas bellezas.
El chico pelirosado nunca se ha considerado alguien con un buen rostro, si no más del común, así que duda enormemente de que estos personajes salidos de una máquina de elegancia misma puedan hacer maravillas con él. El chico, Jet, vuelve a pasar otra tela por la misma pierna y Yuji no puede dejar de preguntarse cuánto pelo debe de tener encima para no dejar de pasar esa maldita cosa.
En La Veta no había tiempo para pensar en ese tipo de cosas, sólo en sobrevivir, así que de golpe se tenga que preocupar por su apariencia superficial, le agobia un poco.
De todos modos, mantiene un rostro indiferente aunque el chico se disculpe por su brusquedad.
—Chico, tienes más pelo que yo. —Es lo que dice con su tono del Capitolio, y Yuji sólo siente que se le suben los colores a la cabeza.
Vuelve a pasar la tela dos veces más, y de verdad que Yuji siente ahora mismo su piel como lija. Le raspa, le duele, pero mantiene la boca cerrada.
Lleva más de tres horas en el Centro de Renovación y todavía no ha podido conocer a su estilista. A Yuji se le pasa por la cabeza que probablemente quieran hacerle todo tipo de cosas en el cuerpo para que quede irreconocible, y que su estilista encuentre a algún tipo de pollo recién nacido y no el gallo viejo y desgastado que ahora mismo puede ver en su reflejo.
Jet y sus compañeros ahora deciden restregar el cuerpo de Yuji con una espuma arenosa que quita el rastro de pelos y de anterior suciedad, para ocuparse ahora de darle uniformidad a sus uñas (de manos y pies). Le hacen incorporar de la camilla para centrarse en sus cejas nuevamente, en busca de seguir eliminando cualquier vello corporal de su cuerpo.
Literalmente Yuji se sorprende de no encontrar nada de este bajo sus axilas y en sus brazos; en eso solía parecerse a su hermano mayor Chōso, porque era bastante peludo. Bueno, ahora ya no.
—Lo has hecho muy bien, Yuji —le felicita otro de sus compañeros, Bailee, un hombre de cabellos castaños y reflejos dorados que cubre sus labios con un pintalabios trasparente e hidratante—. Ahora sólo queda echarte esto.
Enseña al chico una loción de color rosa, y tendiéndole la mano, su compañera Marie, se encarga de arrancarle del cuerpo la bata que le han permitido utilizar de vez en cuando. Entonces, ahora completamente desnudo, Yuji es rociado de aquel líquido que le calma la piel y observado por sus tres acompañantes, que tratan de buscar alguna imperfección más en su cuerpo.
El chico se siente un poco extraño al estar como vino al mundo junto con gente desconocida y a pesar de que sabe que estas personas son del todo menos humanas, no le evita sonrojarse de la vergüenza. Aparenta que el techo de la habitación es más interesante que otra cosa.
Los tres asienten con la cabeza, sin decir más palabras, y salen despedidos de la habitación en busca de la persona que será su estilista en estos juegos. Yuji quiere ponerse encima la bata, porque se siente vulnerable y bastante nervioso ante la idea de que ahora otra persona más conozca cada parte de su cuerpo, sin embargo, se detiene abruptamente al recordar que tiene que aparentar estar a gusto con toda esa mierda.
Lo que obviamente, no es cierto.
Se dedica a mirar en completo silencio la estancia, encontrándose con paredes blancas y bastante vacías, y con aparatejos que cualquiera podría tomar para uso de científicos locos, como esos de los que le hablaba Yuko. Aquel pensamiento le hace reír, pero pronto se distrae con lo largo de su cabello. Es la única parte de su cuerpo que su equipo de preparación no podía tocar, y realmente espera que su estilista sea comprensivo o comprensiva, porque no quiere cortárselo. El largo que le llega un poco más abajo de su nuca, le hace recordar las muchas veces que su hermano se lo había acariciado.
Intentará entonces poder pedirle el favor de mantenerlo a su estilista. Un recuerdo del chico del dos, el que es realmente parecido a él, invade su mente y vuelve a sentir la curiosidad al no saber realmente qué hacer con esa nueva información en su vida. Ya tiene planeado intentar hablarle cuando tenga oportunidad, pero teme de su reacción.
Es sabido que los del 2 no son, como los más amables con los distritos más bajos.
La puerta se abre de golpe y Yuji tiene la necesidad de cubrirse con la bata cuando por ella entra su estilista, pero se detiene en el momento justo. Cruza mirada con la mujer que entra a la habitación y se queda bastante impresionado por lo hermosa que es; desde sus estrechas caderas, a sus muslos de tamaño medio, busto pequeño y rostro de marfil.
Viste un sencillo traje negro que le cubre todo el cuerpo, y que parece más bien alguna especie de enterizo, salvo por el hecho de que una de sus mangas está descubierta dejando plena vista de su lado izquierdo. Entonces no puede dejar de abrir la boca un par de veces, impresionado con el tatuaje de rosas que cubre desde su frente hasta el final de su brazo izquierdo, todo en línea recta y que logra lucir increíble. Su cabello corto castaño, por encima de los hombros y esa sonrisa petulante, terminan por causar en Yuji un sonrojo bastante notorio.
La chica es impresionante, de eso no cabe duda.
Sus párpados son cubiertos por un maquillaje dorado, que termina por deslumbrar con sus uñas negras y cortas. Las cuales ahora (ya enfrente de él) le sostienen de las mejillas, para que Yuji tome como señal de permanecer quieto para que le revise con plena confianza.
—Hola, Yuji —dice, cuando asiente lentamente con la cabeza para soltarle de las mejillas y hacer un poco de distancia entre ambos—, soy Nobara Kugisaki, tu estilista.
No tiene el mismo tono cantarín de las demás personas del Capitolio, se da cuenta Yuji, descubriendo que le gusta realmente su voz madura y seria.
—Hola —responde el chico, con algo de precaución al no saber qué decir exactamente.
Nunca había estado delante de una mujer que impusiera tanto.
Sin embargo, no se dicen nada más. El chico ve cómo ella coloca una mano bajo su barbilla para —con cierta distancia— analizarlo de pies a cabeza. Nuevamente Yuji vuelve a sentir que se le suben los colores a las mejillas cuándo nota cómo ella observa con bastante detenimiento su parte delantera, por lo que alza los ojos al cielo, sólo deseando que todo termine deprisa.
Seguro que anda tomando medidas de su cuerpo, es lo que piensa y lo que le tranquiliza de alguna forma. Cuando termina de mirarle por completo, llama de nuevo su atención al chasquear la lengua. El chico comparte mirada de nuevo con la mujer, y ella le dice que lo único que no llega a gustarle del todo es su cabello.
Al momento Yuji se altera cuando ella le dice: —¿Me dejarías rapártelo por completo? Pienso que podríamos jugar con alguna peluca...
Y es lo único que necesita el chico para negarse en rotundo. Cruza sus brazos sobre su pecho mientras exclama:
—¡Ni por asomo me vas a cortar el pelo! ¡Quiero mantenerlo como esta!
Vale, puede ser que haya sonado como un crío de doce años, pero es lo que hay. Yuji hace un pequeño mohín con los labios, y a sabiendas de que es consciente de que su reacción podría causarle problemas, no piensa ceder en absoluto.
Sin embargo, abre los ojos con nerviosismo para encontrarse que la chica se ríe por lo bajo. No entiende en un primer momento qué está pasando, hasta que ella lo señala, con gracia.
—¡Te estaba tomando el pelo! ¡Me encanta ese color tuyo, no pienso hacerle nada, bobo!
Y con ello, Yuji siente que puede volver a respirar y sus pulmones se relajan nuevamente. Ahora es su turno de volver a analizarla y casi sin darse cuenta, las palabras se le escapan de la boca.
—Eres nueva aquí, ¿verdad? No creo haberte visto en los juegos anteriores. Créeme, tengo buena memoria para eso —comenta en un tono suave, con la esperanza de no molestarla al querer indagar un poco más sobre ella.
Sin embargo, la chica parece de lo más compresiva y, sobre todo, sincera con sus palabras.
—Sí, es mi primer año en los juegos y pedí expresamente estar en el distrito 12 antes de lo que lo preguntes, porque querido, yo te voy a hacer lucir mejor que ningún otro tributo. Por lo menos, en cuanto se refiere a la imagen de tus antecesores, ya que han sido todos desastrosos —expresa con total honestidad y con una sonrisa amplia.
Yuji se siente repentinamente cómodo y mientras toma suavemente la bata para ponérsela sobre los hombros, ella le pide que lo acompañe a una sala contigua. Con ella encima, vuelve a sentirse un poco más valiente y sin que se lo repita dos veces, marchan en silencio.
Al otro lado en la nueva habitación encuentra el chico una sala un poco austera, decorada sencillamente con dos sillones (anexiona que para ellos dos), junto con una mesa en la que descansan dos botellas con colores de líquidos diferentes, una es transparente y la otra, de color vino. Supone que una es alcohol y la otra agua.
Ellos toman asiento uno frente al otro y Yuji observa absorto la lámpara de telaraña que cuelga sobre sus cabezas, se le cruza la idea de qué pasaría en ese momento si se les cayese encima. ¿Se salvaría él solo o a ella también, una mujer que realmente apenas conoce?
Nobara sirve en dos copas, agua y vino, y por supuesto ella cata un poco del alcohol; eso consigue que la curiosidad nazca en Yuji. No puede evitar preguntar.
—Pareces bastante joven. ¿Puedo preguntar cuántos años tienes?
Ella alza una de sus cejas, algo escéptica, pero le responde de todas formas.
—19, y sí, aunque aparente menos, soy muy apta para beber. ¿Quieres probar? —Inmediatamente el chico niega con la cabeza, no queriendo dejarse llevar por la comodidad de su estilista.
No hay comida a la vista y aunque las tripas de Yuji rugen, se obliga a conformarse con el vaso de agua. Bebe dos tragos largos, para ser interrumpidos por la intensa mirada de la joven.
Ella espera a que termine, y mientras se limpia los restos de la comisura de sus labios esperando de todo corazón no haberle dado una imagen de simio andante, Nobara habla del tema que les interesa ahora.
—Yuji, hablemos de tu traje para la ceremonia de inauguración. Mi compañero, Aki, se ocupa de alistar a tu amiga Yuko, y hemos acordado que los trajes sean a juego. ¿Te gusta la idea? —El chico asiente de inmediato, a sabiendas de que tampoco es cómo si pudiera opinar realmente sobre el tema.
En la ceremonia inaugural uno debe llevar un traje que realmente refleje lo que es tu distrito, por decirlo de alguna manera, hablando del Distrito 4, pues ellos deben llevar algo referente a la pesca y así consecutivamente. Su Distrito siempre lleva algo referente a la minería, pero normalmente como los atuendos grandes y llenos de carbón no atraen bastante la atención, suelen evitarlos y decantarse por ponerles la menor ropa posible y sólo con cascos de foco en la cabeza. Yuji recuerda que una vez mandaron a dos tributos completamente desnudos a la inauguración y sólo rociados por polvo negro, haciendo referencia al carbón que se suele extraer en sus minas. Lo que por suerte, reza porque no le toque a él.
Ya que de sólo imaginar que enseñaría su trasero desnudo al mundo, y que eso pudiera verlo incluso el presidente Gojo Satoru, le hace subir la bilis por la garganta.
Sin embargo, su sonrisa juguetona le hace pensar que este año algo divertido puede pasar.
—¿Qué tienes pensado? —pregunta aún así, temiendo bastante por la respuesta.
—Aki y yo creemos que el tema minero está muy usado y pasado de moda. Nadie se acordará de vosotros si lleváis eso, y como nuestro trabajo es haceros lucir a ambos, hemos pensado en centrarnos más que en la minería, en el carbón.
—Por favor, dime que no voy a salir desnudo. —No puede evitar contenerse, porque de verdad que no quiere hacer el ridículo delante de todo el mundo.
Ella saca la lengua, asqueada quizás ante la imagen de ese suceso. Y Yuji no entiende porqué la hace, si hace nada realmente le ha visto en pelotas.
—¡No, estúpido! —Le da un golpe en la frente, con su dedo índice de la mano derecha—. Piensa, ¿qué se hace con el carbón? ¡Se quema, bobo! ¡Los dos vais a arder en llamas!
Y en ese momento, Yuji piensa realmente en sí no era mejor ir desnudo.
Un poco de tiempo más tarde, Yuji se siente parte del mundo del Capitolio, literalmente. Lleva encima una sencilla malla negra de cuerpo entero que le cubre del cuello a los tobillos, con unas botas de cuero brillante y cordones que le llegan hasta las rodillas. Sin embargo, lo que define el traje es la capa que ondea al viento, con franjas naranjas, amarillas y rojas. Todo a juego.
Mientras Yuji acaricia las púas de su cuello, tiembla con algo parecido a la emoción cuando recuerda que Nobara pretende prender fuego a esa larga capa, justo antes de que su carro recorra las calles.
Le aclaran que no es fuego real, solo sintético que ella y Aki se han inventado juntos. Pero eso no amaina su emoción, porque realmente la idea de llevar algo distinto a lo acostumbrado, le pone los pelos de punta.
Apenas lleva maquillaje encima, salvo unas sombras negras bajo sus ojos, que en palabras de Nobara, era para acentuar su mirada dorada y brillante. Aunque realmente Yuji sólo piensa en que es porque andaban escasos de tiempo. Su cabello sigue suelto, a lo loco, y su estilista termina de acomodar unos mechones hacia atrás para que sus ojos destaquen más todavía.
Se siente un niño pequeño con todo esto.
—Quiero que el público te reconozca cuando estés en la arena —dice Nobara, en un tono soñador y bastante animado—: Yuji, el chico en llamas.
Y al chico se le pasa por la cabeza que puede que esos sueños de la chica se vean destruidos por completo cuando algo salga mal y las llamas lo quemen de parte a parte.
Lo único que evita que continúe haciéndose locas ideas, es ver a Yuko acercándose con su propio equipo de preparación. Aki, su estilista, es un joven adulto de cabellos azules, poseedor de un cigarrillo en sus labios (como Shoko Ieiri) y dueño de una mirada bastante altiva.
Vuelve a mirar a su amiga y se da cuenta de que van vestidos de la misma manera, salvo por el pequeño detalle de que su cabello está rizado y una corona negra cuelga sobre su cabeza. Lleva brillos en los párpados y cuando se encuentran uno frente al otro, Yuji le dice lo guapa que está.
Ella se sonroja, como hace habitualmente, y después le regala una sonrisa abierta.
—Tú si que estás ardiendo, Yuu.
Y eso, lo avergüenza todavía más. No sabe de donde ha sacado esas confianzas su amiga de toda la vida, pero chocando sus hombros con gracia, ambos siguen a sus equipos de preparación que los conducen, básicamente, a la parte inferior del Centro de Renovación.
Yuji no puede dejar de temblar de la emoción.
Esta parte del Centro es básicamente como un establo de caballos pero enorme. Sin embargo no hay tiempo de analizar lo que rodea la estancia, porque su atención se la roba inmediatamente la ceremonia inaugural, que consta básicamente de subir a las parejas de los tributos en unos carros tirados por grupos de cuatro caballos.
Yuji acaricia de inmediato las crines de los caballos de su carroza, admirando su color blanco, como el de su carroza. No entiende porqué han cambiado el color de esta, ya que usualmente todos los años son de color oscuro como el mismo carbón. Uno de los caballos le acaricia con su morro un lateral de su rostro, y se sorprende de lo bien que los entrenan para que ni siquiera necesiten un jinete que los guíe.
Nobara y Aki están a un lado de ellos, hablando de algún tema en particular de sus trajes pero Yuji no pone realmente atención, porque continúa acariciando la cabellera de sus caballos, con expresión perdida.
—¿Sabes en dónde está Nanami? —La voz de Yuko lo distrae, y justo cuando piensa en contestar en que no tiene la menor idea, otra voz suena a sus espaldas.
—¿Me llamabais? —Ambos jóvenes se dan la vuelta para observar a su mentor.
Tiene el cabello echado hacia atrás, un traje azulado con una corbata de estilo guepardo, lo que cuando Yuji mira Nobara y descubre su desgrado, sabe que no le gusta para nada su elección de vestimenta. Pero el chico sonríe, mirándolo de arriba a abajo.
—¿No te ha ayudado tu estilista? —A pesar de que se espera una mala reacción del hombre, este se ríe y les dice a los dos que están increíbles.
—Dale las gracias a Aki y Nobara, ambos son artistas —menciona una Yuko, que intenta no rascarse uno de los párpados. Yuji sabe que le está picando.
Puesto que obviamente, ninguno de los dos está acostumbrado a llevar maquillaje encima.
Los distrae la música de apertura, Yuji siente que sus manos no dejan de temblar. Pero la música distrae por todo el volumen que le colocan y que apuesta que resuena por todas las avenidas del Capitolio. Unas puertas correderas enormes se abren a las calles llenas de gente.
El desfile dura, como todos los años, unos veinte minutos y termina en el Círculo de la Ciudad, donde los recibirán, tocarán el himno y nos escoltarán hasta el Centro de Entrenamiento, que básicamente se convertirá en el hogar de todos los tributos antes de los juegos.
Yuji observa atento a los del Distrito 1, que van en un carro tirado por caballos grises como la ceniza que cae después de arder una cerilla. Están muy atractivos, n puede evitar pensarlo cuando su completa atención recae en el chico, Megumi Fushiguro, de cabellos oscuros y ojos verdes. Incluso a pesar de la distancia, puede fijarse muy bien en la pintura plateada que le rodea y que cae como estrellas sobre su cuerpo. Va vestido con una túnica cubierta de piedras preciosas, ya que los de su Distrito suelen dedicarse a fabricar lujosas joyas y pedrerías similares.
Yuji se sorprende cómo, a pesar de que ya está encima de su carroza, se da la vuelta para mirarle. Sus ojos se cruzan por un instante y después sale por esas puertas en compañía del tributo femenino, para ser recibidos por el rugido del público.
Son los favoritos, ellos y los del 2.
Su boca se cierra un par de veces cuando ve saliendo la siguiente carroza, la del Distrito 2 y que causa bastante sensación. Es dorada, tirada por caballos blancos como la nieve, y en su lateral se decoran dos especies de alas del mismo tono. A Yuji le da la sensación de que en cualquier momento va a echar a volar.
La tributo femenina, Uraume si no recuerda mal, está impresionante pero la atención se la roba por completo el tributo masculino, Sukuna Ryomen, de quien sólo ha podido tomar vistazo de su cabello rosado (muy similar al suyo) que sale por esas puertas. Yuji acaricia su propio cabello largo, cuando comprende que el chico que se parece a él, se ha hecho un nuevo corte de pelo.
Probablemente para dejar atrás todas sus similitudes, ese pensamiento le pone un poco triste sin saber porqué realmente. Nanami le llama la atención con una caricia en el brazo derecho, y aunque no entiende porqué de repente se toma tantas confianzas, su rostro apaciguado distrae su mente de la visión de los chicos de antes.
—Prométeme que no te acercarás a ellos, ni a los del 1 ni del 2. Sólo te traerán problemas. —Y aunque el chico asiente, en el fondo presiente que romperá esa promesa.
Los tributos del Distrito 11 acaban de salir entonces cuando Nobara aparece detrás suyo, regalándole un botón pequeño. Le dice que lo pulse cuándo se sienta preparado, y notando resequedad en su garganta, Yuko y él se acomodan en los carros ajustando sus manos en la única barra que se encuentra delante de sus narices.
Ambos comparten una sonrisa nerviosa, para escuchar por detrás a Nanami decirles: —¡Cabezas arriba y con una sonrisa!
El carro comienza a salir por las puertas y Yuji se obliga a colocar en su sitio su corazón acelerado que amenaza con salirse de su pecho. Algo que ayuda es su compañera, que nada más cubrirse con la luz de las afueras, se levanta erguida para saludar al público entero y que no dejan de corear «¡Distrito 12!». Termina por exhalar un profundo suspiro, y mientras levanta la cabeza, justo cuando se encuentran unos metros alejados del Centro de Renovación, amplia su sonrisa y presiona el botón de las llamas.
A Yuko se le borra la sonrisa por un segundo cuando ambos sienten las llamas crecer a sus espaldas, pero pronto cuándo Yuji le asegura que todo parece seguro, recupera su jovial rostro. Y es cierto, porque aunque hacen un poco de cosquillas, no parece crecer para asarlos de pies a cabeza. El chico le dedica una mirada a su compañera, y se da cuenta de que incluso la corona de su cabello está en llamas. Realmente le parece que, allí en ese momento, iluminada por las llamas falsas, está resplandeciente.
Todos se dan la vuelta para mirarles, adorarles y amarles. Los vítores se convierten en gritos cuándo los encuentran literalmente ardiendo en llamas, y lo que roba bastante la atención de los carros 10 y 11. Yuji siente que sus oídos se van a romper por aquel ensordecedor sonido, pero todo ello parece esfumarse cuando dando una vista hacia su izquierda, por todo lo alto, encuentra una enorme pantalla de televisión en el que puede poner pleno cuidado a su aspecto.
Con la escasa luz del crepúsculo, Yuji observa que el fuego ilumina sus rostros y que las largas capas de sus espaldas dejan por detrás un curioso y detallado rastro de llamas; en su opinión, bastante delicado y precioso. No se parecen en lo absoluto a los pobres chicos de La Veta que morían por comida cada día, esa visión logra desestabilizarlo un poco, pero se recompone para seguir el plan de su compañera.
Lanza sonrisas atrevidas a la gente y saluda con la mano derecha, separándola de la barra y tomando confianza en qué aquel carromato no los dejará caer. La gente se vuelve loca, corea su nombre como si se tratase del mismo presidente del Capitolio.
Y entonces, poniendo real interés en esos miles de rostros que mueren por él, siente por primera vez que tiene una ventaja en los juegos. A logrado impresionarlos para que nadie le olvide. Yuji cree de pronto que sí, nadie será capaz de olvidarse de él, el chico en llamas.
Sin embargo siente mucha más emoción cuando escucha «Sukuna», en la voz de mucha parte de esa gente. Por alguna razón no se siente molesto con que la mayor parte de esas personas le haya puesto atención a ese chico que se parece tanto a él, y dios, como disfruta cuando todos parecen entrar en mutuo acuerdo y repiten por todo lo alto: —¡Sukuna y Yuji!
Eso es lo que se puede escuchar con bastante claridad y el chico de ojos avellanas, no puede sentirse más emocionado que antes. Porque no solo le han tomado en cuenta a él, un pobre chico de La Veta, si no que encima lo miden en compañía de un tributo que se posiciona a mucho más nivel que el mismo.
El chico no deja de sonreír en ningún momento, ni siquiera cuando pasan por delante del presidente y este le dedica una intensa mirada. Yuji quiere pensar que se lo ha imaginado, pero esos ojos azules y claros no salen de su mente en ningún momento.
Ahora los gritos y clamores se han calmado, mientras los doce carros llenan el circuito del Círculo de la Ciudad. Todas las ventanas de los edificios que rodean el círculo están abarrotadas de los ciudadanos más prestigiosos y poderosos del Capitolio. Los caballos se detienen a una distancia segura de los demás carros, en orden, para que queden en frente del palco del mismo presidente Satoru Gojo. La música entonces termina con unas notas realmente dramáticas y Yuji siente que el sudor recorre parte de su espalda, las llamas parecen alentar todavía más su ansiedad en ese silencio sobrecogedor.
Pero de verdad que se esfuerza por poner atención al hombre joven que gobierna Panem.
Es un joven adulto, alto y delgado con el cabello blanco como el papel. Sus ojos azules roban bastantes suspiros del público, incluso de su compañera Yuko, que lo observa anonadada. Yuji solo piensa en lo mucho que se parece a su antecesor, su padre, aunque puede que este muestre más sonrisas que el anterior.
Ve entonces algo confuso cómo sus ojos no dejan de repartirse entre unos carros más hacia adelante, y cuándo lleva la mirada en esa dirección, sabe que está observando atentamente al chico del 2, Sukuna; luego vuelve a mirarle a él, y se siente incluso más desconcertado que antes.
Por lo que aprovechando que se dedica a darles a todos los tributos la bienvenida oficial desde su balcón a metros por lo alto de distancia, se fija en una de las pantallas que se desplazan a su izquierda para tratar de calmarse. Allí, encuentra imágenes de todos los tributos que le acompañarán en los juegos. Observa a Maki, una chica del cuatro, que luce una larga cabellera verdosa y que parece algo aburrida. A su compañero, Mahito, que muestra una mueca maniaca y Yuji admite que le da un poco de miedo. Después pasan a Megumi, y le hipnotizan tanto sus ojos verdes que no se da cuenta de cómo cambian rápidamente la imagen hacia el chico del 11, Junpei Yoshino, que trata de mirar hacia el suelo, ocultando su rostro con un mechón caído.
Yuji piensa en qué le da un poco de pena saber que probablemente sea uno de los primeros en morir en los juegos. Oh, pero lo que logra que reaccione en bajo por la sorpresa, es la imagen de los chicos del 2.
Ambos, Sukuna y Uraume, están vestidos con trajes bastante ceñidos y de un color blanco con detalles dorados, lo que particularmente está bastante acostumbrado en su Distrito. Pero lo que sorprende, es cuándo ve claramente a través de la pantalla que el chico lleve oculto su rostro por una máscara y que no deje de ver ni una pizca de su cabello rosado, al llevar este oculto por la capucha de su traje. Pero en serio, lo que de verdad hace que las cámaras del Capitolio se mantengan sobre ellos dos, es esa pintura roja —que parece sangre realmente— que rodea todo ese traje brillante, las pistolas de sus espaldas y, básicamente, toda su carroza.
La visión es un poco inquietante, incluso para él que está acostumbrado de ver cosas espeluznantes en su Distrito, pero tampoco deja de ser impresionante. Literalmente no se ven los tributos, toda la atención se la roban esos trajes rociados de ese color bordó. Luego las cámaras los muestran a ellos, ardiendo en fuego, y piensa en qué lo han hecho aposta.
No se reconoce en las imágenes. De verdad que deslumbra, y se alegra con la elección del poco maquillaje en su rostro porque no lo convierte en alguna especie de payaso. Aún se le puede reconocer, y eso es lo que importa. Luego y aunque, tradicionalmente, las cámaras tienen que enfocar los rostros de todos los tributos, no se extraña cuándo estas sólo se dedican a pasar de un lado a otro de las carrozas del 2 y del 12. Sabe que ambos han causado sensación y que será difícil dejarlos atrás.
Cuándo después el presidente termina de hablar, y los carros comienzan a desaparecer en el Centro de Entrenamiento a Yuji se la pasa por la cabeza hablar con Sukuna, porque está interesado en ese chico y realmente no piensa dejar escapar esta oportunidad. Quiere conocerle, saber más de él, y al darse la vuelta para encontrar esa mirada intensa de Gojo Satoru encima suya desde el palco, esa idea no logra más que acentuarse.
┉┈ 𖣠 NOTA FINAL ;
:: muchas gracias a todos por vuestro apoyo, por leer esta historia y dejaros atrapar por la vida de Yuji y de Sukuna. nosotras estamos muy emocionadas de contaros su vida, y cómo van a cambiar los juegos a estos personajes.
:: para aclarar, básicamente los trajes de Yuji y de Yuko eran los mismo de Peeta y Katniss, para que se hagan una idea. Sólo con algunos cambios, como ya se han mencionado.
:: esperamos verlos más seguido, así que no se olviden de comentar, votar y compartir. todo esto lo hacemos por ustedes, tributos.
→ Se despide xElsyLight.
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