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𝘁𝗵𝗿𝗲𝗲. 𝒮py on conversations

⌈𝕿𝖍𝖊 𝕱𝖎𝖗𝖘𝖙 𝕮𝖍𝖎𝖒𝖊𝖗𝖆⌋

  𝓐𝒅𝒅𝒊𝒔𝒐𝒏 𝓐𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕 :

  Stiles consiguió plantarme un beso en la mejilla antes de que pudiera apartarlo con molestia. Scott soltó una carcajada mientras caminaba detrás de mí, apoyando sus manos en mis hombros. Entramos a la preparatoria empujando las puertas de la entrada principal, aún soltando comentarios sobre lo ocurrido hacia solo unos minutos. Emití un gruñido de resignación cuando Stiles pasó su brazo por encima de mis hombros, causando que Scott se apartara de mí, aunque visiblemente divertido.

  —¡No lo conocemos! —exclamé, ignorando el comportamiento de Stiles y centrándome en opinar libremente del recién llegado—. No podemos dejarlo entrar a la manada, hay que interrogarlo por lo menos dos o tres veces, solo para estar seguros. Y eso sería lo de menos, si me lo preguntan.

  —Concuerdo con Addison —apoyó Stiles—. Después de años, viene como si nada y dice que quiere estar en la manada. Hay algo raro en eso, no me lo pueden negar.

  —Chicos, me preocupa un poco más el que intentó matarme —interrumpió Scott—. Y a decir verdad, estuvo bastante cerca de lograrlo, aunque gracias a Addison, pude defenderme bastante bien. —Él me dio un suave golpe en el antebrazo—. Fue una tortura aprenderlo, pero me ha salido mejor de lo que esperaba.

  Sonreí orgullosa de mí, antes de sentir como alguien me jalaba de los pelos por detrás. Le di un golpe en el pecho a Stiles para lograr quitármelo de encima una vez más. Stiles era demasiado débil para mis golpes, nunca soportaba más de dos; pero siempre estaba dispuesto a sufrir con tal de molestarme.

  —Deja de fastidiarme —siseé en modo de advertencia.

  —Deja de fastidiarme —imitó con burla.

  Infantil.

  Regresé la mirada hasta mi mejor amigo una vez más.

  —Bueno, sí, de eso no cabe duda, pero también hay que preocuparnos por el que nos "ayudó" —remarqué, haciendo comillas con mis dedos—. Bien sabes que los villanos se acercan a sus enemigos muchas veces. Me he cansado de solo decirlo.

  Scott asintió, estando de acuerdo conmigo.

  Supe que Malia se detuvo bruscamente, cuando mi rostro chocó contra su espalda que, aunque luciera indefensa, casi logró que me rompiera el tabique. Me quejé del dolor, pero me detuve cuando vi de reojo que revisaba los correos de su teléfono con rapidez. Al instante, recordé que estaba esperando la confirmación para saber si había logrado pasar de año o no, por lo que no dudé en acercarme a ella con nerviosismo. Le di una mirada a Stiles, solo para encontrarlo relamiéndose los labios resquebrajados repetidas veces, mientras se quitaba el sudor de su frente con el dorso de la mano. Me causo gracia verlo más nervioso que Malia, tanto que si comparaba su piel con la de un papel blanco, no habría ninguna diferencia, y en cuanto lo descuidaramos un poco, Stiles acabaría tendido en el suelo por haberse desmayado. 

  —¡Pasé! —gritó Malia, devolviendo mi atención a ella.

  La miré perpleja.

  —¿Pasaste? —pregunté, alzando mis cejas.

  —¿Pasó? —preguntó Stiles, igual de asombrado que yo. 

  —Pasé —confirmó Malia.

  —¡Pasó! —gritamos Stiles y yo al unisonido.

  Levanté los brazos como si la victoria hubiese sido mía y corrí para abrazar a Malia. Luego sentimos otro par de brazos delgados uniéndose a nosotras también, y no tardé en darme cuenta de que se trataba de Stiles. Cuando abrí los ojos, me di cuenta de que Scott nos estaba haciendo burla mientras fingía besarse con el aire. Le di una mirada lo suficientemente mortal como para obligarlo a detenerse.

  —¡Al fin! ¿En dónde han estado? Los de último año ya han llegado —una voz femenina y bastante conocida habló detrás de mí. En cuanto me di la vuelta, Lydia me observó desconcertada—. ¡Addison! —exclamó con emoción.

  Le devolví la sonrisa de oreja a oreja y corrí en su dirección. Sus brazos me recibieron con entusiasmo y yo no pude resistirme a ahogarla cuando la rodee con los míos. Lydia soltó un quejido en cuestión de segundos. 

  —Dios, a veces me olvido de tu fuerza natural —murmuró en mi hombro.

  Yo me alejé con la sonrisa intacta.

  —Que rápido te olvidaste de mí entonces —bromee, fingiendo estar dolida.

  Lydia dio vuelta los ojos antes de tomarme por la cintura. Dejé caer mi brazo sobre su hombro e inhalé su perfume suficientemente fuerte y femenino como para definir su propio carácter. Empezamos a caminar por los pasillos de la escuela apresuradamente.

  Suspiré cuando la nostalgia me hundió en recuerdos.

  Sabía que muchas cosas serían diferentes, solo que no creí que tanto. Nadie tenía la certeza de que en solo meses se podía decidir el destino de una vida completa; sin embargo, eso parecía ser justo lo que pasaría conmigo.

  Llegamos a la biblioteca y formamos fila para comenzar con la tradición de los de último año. El primero en firmar el estante de la biblioteca fue Stiles, y luego fue el turno de todos, hasta que le tocó a Scott. Noté que puso sus iniciales, pero también agregó otras: las de Allison; y eso hizo que una antigua emoción se activara nuevamente en mí. Decidí con firmeza que no diría nada. Quedarme callada sería la mejor opción, no tenía porqué arruinar algo tan especial, con algo que había trabajado en ocultar bien.

  Cuando llegó mi turno, coloqué rápidamente mis iniciales al lado de las de Allison y me di la vuelta; no fui capaz de seguir viendo.

  —Hubiese estado con nosotros —comentó Stiles, abrazando a Malia de lado. Supe a lo que se refería cuando me dio una mirada de reojo.

  —Sí.

  —Aún lo está —aclaró Lydia.

  Pero no era cierto; Allison se había ido para siempre. Su supuesta presencia no servía de nada, si no había un cuerpo que me lo asegurara. 

  [...]

  Cuando aparqué mi auto en el estacionamiento de la escuela, tomé mi bolso y hojas antes de bajar. Desde lejos, saludé a Malia, que corría por todo el estacionamiento; seguramente como resultado de haber llegado tarde. No la recordaba tan preocupada por su asistencia. Recordé todas las veces que fue a detención y se quejó por horas para que al otro día volvieran a castigarla. Alzó la mano devolviéndome el saludo rápidamente y siguió su camino hasta entrar al edificio. Solté una risa mientras cerraba la puerta del auto.

  Al llegar hasta el patio de enfrente, me detuve cuando unos papeles se resbalaron de mis manos y salieron volando. Exhalé molesta antes de agacharme con cuidado para recogerlos. Como llevaba una falda que me llegaba por encima de las rodillas, no quise arriesgarme a que un pervertido se aprovechara. Me había ocurrido el año anterior algo similar; y por supuesto que lo terminé golpeando en la cara. Dejarlo inconsciente me llevó a tener un castigo de dos semanas limpiando la biblioteca, pero al menos a él le dejó una enorme y valiosa lección, que estaba segura jamás iba a olvidar.

  Estaba por alzar la última hoja cuando la misma salió volando. Me enderecé sintiendo cómo empezaba a irritarme. Estaba a nada de darme la vuelta y decirle a la profesora que había olvidado la tarea como una excusa barata; hasta que una mano la tomó en el aire como reflejo. Al ver el rostro de mi salvador, mi humor decayó un poco más.

  —¿Es tuyo? —Me acercó la hoja—. Parecías tener problemas.

  —Gracias —dije quitándola de su mano—, pero podía sola.

  —¿De verdad? —preguntó alzando una ceja—. Puedo jurar que te estabas yendo.

  Acomodé los papeles y los guardé en mi bolso lo más prolijo que me fue posible. Sentí mi teléfono vibrar y enseguida atendí, sin quitarle la mirada de encima a Theo.

  —Addison. —¿Por qué Scott me hablaba en voz baja?—. Sé que estás con Theo; por favor, dile que me busque en los vestidores.

  —¿Pueden dejar de usarme como palomita mensajera? —me quejé, pero de igual forma accedí—. Ahora le digo.

  Colgué la llamada y guardé el teléfono en el bolso, soltando un pesado suspiro.

  —Scott dice que lo busques en los vestidores.

  Él asintió.

  —Te veo luego —saludó, pasando junto a mí.

  Espero que no.

  [...]

  Odiaba cuando la curiosidad era más fuerte que mi autocontrol.

  A los pocos metros antes de llegar a mi primera clase, no pude seguir resistiéndome al impulso de saber que era lo que iba a decirle Scott a Theo; así que dejé mis cosas en el casillero tan rápido como pude y, chocándome con algunas personas, corrí directamente a los vestidores, donde supuestamente estarían. Por suerte, en ese horario no había entrenamiento, así que no me llevaría ninguna sorpresa con hombres, a excepción de mis objetivos, a quienes no esperaba verlos cambiándose.

  Escuché un par de voces a lo lejos mientras me acercaba y cuando llegué, distinguí las de Stiles y Scott, junto con la de Theo, quién parecía estar contestando a sus preguntas lo más detallada posible. Mi intención no era interrumpir su conversación y mucho menos ser partícipe; sinceramente, no era muy buena en cuanto interrogatorio se trataba. En cambio, si me hubiesen necesitado para arrancarle una uña como tortura, habría sido un día mucho mejor.

  Scott jamás me lo habría permitido. Y yo, jamás ignoraba sus órdenes.

  —... Estuve solo todo este tiempo. Todos saben que los lobos solitarios no sobreviven demasiado tiempo —escuché que hablaba Theo—. Lo juro, soy el mismo. Esperaba que tu también lo fueras.

  El timbre sonó y brinqué del susto antes de maldecir en voz baja. Pude jurar que sentí mi corazón estar a punto de salirse de mi pecho.

  —Será mejor que no llegue tarde a clases —dijo Theo—, no son los únicos con los que tengo que quedar bien.

  Cuándo oí sus pasos acercarse justo en mi dirección, tuve la impresión de que mis latidos se asomaban a mi garganta. Me di la vuelta para evitar ser descubierta, pero cuando creí que me había salido con la mía, la voz masculina de Theo me detuvo de golpe.

  —¿Escuchando? —quiso saber.

  Al darme la vuelta, me encontré con una de sus cejas alzadas y sus brazos cruzados, como si estuviese seguro de que mi presencia en aquel lugar no era algo habitual.

  ¿La curiosidad podía olfatearse? Esperaba que no.

  —En lo absoluto —respondí, luego de dar un vistazo detrás de él, asegurándome de que ninguno de mis amigos me notara.

  —¿Entonces, que hacías aquí...? —Señaló la puerta del vestuario— ¿Frecuentas mucho el vestidor masculino?

  —¿Siempre haces preguntas sobre cosas que no te incumben? —pregunté, acomodando mis brazos del mismo modo que él.

  —Me incumbe si creo que estás espiándome.

  —Pues no te espío —aseguré—, solo tuve que tomar un atajo a mi siguiente clase.

  —¿Cuál te toca? —Fingió interés burlándose de mí.

  Le di una mirada exasperada.

  — Francés —mentí y enseguida rodé mis ojos mientras soltaba un resoplido—. Ni siquiera sé por qué estoy respondiendo a tu interrogatorio.

  Theo soltó una risa divertida, aunque yo me mantuve seria.

  —Sí, claro —bufó—. ¿Sabes que espiar conversaciones ajenas es de mala educación, Addison? —Inclinó su cabeza sin borrar la estúpida sonrisa de su estúpido rostro.

  —¡Que no...! ¿Sabes qué? No importa. Lo que si me importa, y mucho, de hecho, es saber cómo es que sabes mi nombre.

  —Stiles lo mencionó.

  —¿Stiles? ¿Por qué? —quise saber.

  Se encogió de hombros.

  —Lo hizo en el momento en que comentó que ustedes dos no confiaban en mí.

  —Si, es cierto —rectifiqué.

  Su semblante dejó de ser divertido para transformarse en seriedad pura; tal vez mis palabras no le había agradado demasiado.

  ¿Problemas de confianza? Tal vez.

  —No me conoces, ¿por qué no confías en mí?

  —Nos hemos perdido en lo básico, Theo; para confiar, hay que conocer. —Lo miré de arriba a abajo del mismo modo en que él lo había hecho la noche anterior—. Al igual que tú tampoco deberías confiar en mí porque no me conoces.

  —Te conocí en la carretera.

  —Hablamos unos segundos, literalmente, y solo fue por la señal.

  Theo hizo un corto silencio pensando por unos segundos, pero luego se aclaró la garganta y preguntó:

  —¿Qué debo hacer para que confíes en mi?

  —Ser sincero.

  Él solo sonrió, como si mis palabras le resultaran irónicas.

  [...]


  Cuando las cosas no iban bien en mi día, acostumbraba a salir a correr cuando el sol se ocultaba. En San Francisco tenía que esquivar a las personas que se interponian en mi camino; en cambio, en Beacon Hills, tenía el bosque para evitar todo tipo de contacto físico o verbal que pudiera interrumpir mi ritmo. Estaba agradecida de tener un momento de paz luego de tantos problemas, y, aunque a mi padre no le agradara la idea de que estuviera sola de noche por esas zonas, de vez de en cuando era reconfortante tener que romper sus reglas básicas. Además, no era como si nunca saliera armada luego de reconocer el mundo sobrenatural.

  A segundos de haber apresurado el trote un poco para adentrarme más al bosque, el sonido cercado de unas ramas crujiendo me relentizaron nuevamente. Cuando estaba lista para ignorarlo, asumiendo que solo eran animales aleatorios o el viento, me detuve abruptamente al oírlo otra vez. Entrecerré mis ojos y busqué entre los árboles alguna respuesta para calmar mis nervios, pero el bosque estaba tan oscuro como uno esperaría a esas horas de la noche. Lo único que lograba distinguir, eran las luces del pueblo a unos cuantos metros de mi posición. Fue ahí donde me di cuenta de que había estado completamente absorta en mis pensamientos mientras corría, porque me había alejado bastante de la zona habitada. Lo único que se podía ver con mayor claridad, eran los árboles y arbustos.

  Después de caminar un poco, me encontré con un pequeño puente a orillas de un lago. Me detuve para contemplarlo durante unos segundos, segura de que nunca lo había visto desde que había llegado a Beacon Hills. Observé cómo el agua fluía bajo el puente mientras una brisa fresca agitaba suavemente mi cabello. Pasé una de mis manos por encima del barandal lleno de astillas.

De repente, escuché un crujido y giré la cabeza ligeramente. Quedé asombrada cuando, al volverme, me encontré cara a cara con un lobo.

  —Carajo —mascullé sin ser capaz de moverme.

  Su pelaje era completamente negro y sus ojos de un color casi blanco con los que parecía estar estudiándome minuciosamente. Bajo la luz de la luna demandaba peligro, pero no fue hasta que dió algunos pasos hacia mí tranquilamente que entendí que no era su intención causarme algún daño. 

  Todo sucedió tan rápido que mi mente se olvidó de las criaturas sobrenaturales por unos segundos. Aquel lobo que me había aterrorizado por un instante, comenzó a deformar su cuerpo hasta el punto en que su pelaje había desaparecido por completo y solo era consciente de la piel blanca que había estado oculta debajo. Di un paso hacia atrás al darme cuenta de su transformación de lobo a humano. Se quedó inclinado en el suelo por unos segundos, regularizando su respiración. Vi su espalda musculosa contraerse y relajarse varias veces, hasta que, lentamente, se enderezó, dejando su cuerpo desnudo al descubierto y provocando que mis mejillas ardieran ante esa imagen.

  Theo me miró con su característica sonrisa, pero percibí un atisbo de nerviosismo en sus ojos, como si no estuviera del todo cómodo con mi presencia en ese lugar, a pesar de que intentaba disimularlo. Antes de que pudiera decirme algo, huí del puente a toda velocidad. De reojo, vi que Theo no hizo ningún movimiento, simplemente me observaba correr lejos de él.

  Estaba sola en el bosque, no podía arriesgarme a qué algo malo me sucediera.

  Estaba casi al borde de la reserva cuando un ruido proveniente de la rama de un árbol hizo que me detuviera casi de golpe. Con la respiración agitada, alcé la mirada y lo ví. Ahí estaba Theo, parado encima de una rama con una sonrisa en su rostro tan llamativa como siempre, pero esa vez, al menos estaba vestido. De haberse tratado de lo contrario, habría sido muy incómodo.

  Se bajó de un salto y cayó enfrente de mí con éxito. Mis manos se volvieron puños rígidos cuando dio unos pasos en mi dirección.

  —¿Qué haces aquí? —Preguntó con curiosidad, su mandíbula apretada delataba su nerviosismo.

  —Aléjate de mí —advertí con la voz firme.

  Theo levantó sus dos manos demostrando que no tenía intención de hacerme nada y luego retrocedió hacia el árbol del que había saltado.

  —No voy a hacerte daño —me aseguró.

  —Entonces no te acerques.

  Ladeó la cabeza con sus ojos curiosos.

  —Tú eres la que me vio desnudo —comentó como algo obvio—. Yo soy el que tiene las de perder.

  —¿Qué? —Tragué con dificultad algo confundida por lo que acababa de decir—.  No, no te estaba viendo. Tú apareciste así..., cínico.

  Ignorando lo que acababa de decir, Theo observó a nuestro alrededor y, con el ceño fruncido, dió a entender que estaba juzgando todo el sitio por el aspecto tan escalofriante que este daba.

  —¿Un lugar más aterrador no había para salir a correr?

  Entonces, es él quien me sigue.

  —Mmh, sí, claro, porque no hay por ningún lado criaturas sobrenaturales, violadores o asesinos. Solo se esconden en el bosque, es más cómodo para ellos —hablé con sarcasmo.

  Theo soltó una risa tan divertida que casi hace que me uniera a él, pero con todas las fuerzas de mi voluntad, me mantuve seria.

  —No, pero nadie puede escucharte gritar.

  Me quedé mirándolo boquiabierta.

  —No soy una Banshee, soy una cazadora, por eso traigo esto conmigo. —Saqué el arma de mi pantalón y se lo mostré junto a una sonrisa.

  Alzó sus cejas con falsa sorpresa. Se llevó una de sus manos a la barbilla y me señaló con la otra.

  —Es genial, ¿también tienes balas de plata? —preguntó con ironía.

  —No, pero si están cubiertas de áconito.

  —No es mucho problema para mí.

  ¿Por qué no lo sería?

  —¿Estás insinuando que quieres atacarme? —inquirí.

  —¿Te has armado solo para protegerte de mí?

  Me crucé de brazos.

  —Me armo por si me cruzo con tipos como tú —contraataqué.

  —Yo me desnudo por si me cruzo con chicas como tú. —Sonrió divertido.

  —Pervertido —bufé.

  Theo soltó un suspiro mientras caminaba a mi alrededor, intentando intimidarme.

  —Entonces, sales a correr, ¿por qué...?

  Di vuelta los ojos, agotada por sus interrogatorios.

  —Yo debería estar cuestionando todo de ti —señalé—. Y salgo a correr al bosque porque me ayuda a despejarme de algunos problemas, que, por cierto, a ti no te interesan en lo absoluto.

  Me miró divertido.

  —Me interesan, en realidad. ¿Así que, problemas? ¿Qué clase de problemas tendría una niña como tú? —Me sonrió— ¿Tu novio te dejó? Debe ser eso; siempre es por eso.

  Una leve expresión de tristeza se hizo presente en mi rostro, y sentí un repentino vacío en mi pecho. Enseguida alcé la cabeza y lo miré molesta.

  —¿Qué te hace pensar que soy una niña? Ni siquiera tendría que darte explicaciones de lo que sucede conmigo.

  —Solo me surgió la duda por saber por qué tendrías que despejar tu mente. No tengo un plan macabro detrás de mi curiosidad, solo eso. Tal vez creí que necesitabas a alguien con quien desahogarte y hablar sobre lo que pasa.

  Pasé una de mis manos por mi cabello, acomodándolo después de que la brisa me lo despeinara.

  —Si necesitara desahogarme, lo haría con un amigo, no con un completo extraño que no hace nada por disimular sus ganas de saberlo todo sobre nosotros.

  —Con algo se empieza, Addison. Hablar sobre tu pasado trágico con alguien que no conoces se haría más fácil para ti.

  Fruncí el entrecejo con total confusión.

  —¿Mi pasado trágico? —Me acerqué lentamente a él—. ¿Qué sabes sobre mí?

  —Honestamente, casi nada; solo sé que tu hermana murió hace solo algunos meses. Escuché a Stiles y a Scott hablar sobre ti; estaban preocupados.

  Me alejé de él y comencé a caminar hacia la salida del bosque; pero antes de poder llegar, Theo se interpuso en mi camino logrando detenerme.

  —Veo que no quieres hablar sobre eso.

  Apreté mis puños molesta.

  —¿Mi silencio e intento de huida fue lo que me delató?

  Pareció pensar unos segundos mientras me miraba; luego se aclaró la garganta y habló:

  —Mi hermana también murió hace algunos años —sonó triste, pero su rostro reflejaba una completa indiferencia—. En el puente donde me viste, la encontré congelada en el agua cuando tenía nueve años. No es un recuerdo muy agradable que digamos.

  Me quedé perpleja ante la corta historia que había contado. No tenía idea de eso; debió ser horrible para un niño de nueve años ver en ese estado a su hermana. No podía imaginar esa escena sin sentir un poco de lástima. Me era inevitable, aunque luchara por aparentar desinterés; sin embargo, él parecía estar bastante bien al respecto. Deseé haber podido ser tan fuerte como el se mostraba, yo, por otro lado, ni siquiera podía recordar el nombre de Allison sin sentir aquella katana en mi estómago.

  Se encogió de hombros.

  —Pero hay que aprender a vivir con eso. —Me dirigió una mirada comprensiva—. Estoy seguro de que eso es lo que les gustaría que hagamos.

  —No sé lo que ella querría, pero es mi forma de llevar un duelo. Lo tuyo ocurrió hace años, lo mío hace solo algunos meses.

  —Y no por eso duele menos —susurró.

  Mordí el interior de mi mejilla molesta conmigo misma. A veces quería aprender a cerrar la boca sin tener la estúpida necesidad de soltar todo lo que pensaba.

   El teléfono en el bolsillo de mi pantalón comenzó a vibrar. Cuando lo saqué, vi que tenía un mensaje de mi padre, preguntando en donde me encontraba. Corrí la mirada hasta la hora y me di cuenta de que era demasiado tarde.

  —Papá va a matarme. Debo irme —murmuré y alcé la mirada—. ¿Ahora dejarás que me vaya o seguirás de intenso?

  —¿Quieres que te lleve? —ofreció—. No tengo problema.

  —No, puedo llegar a mi casa sola.

  —Al parecer, puedes hacer muchas cosas sola.

  Por primera vez, sonreí.

  —También puedo esconder un cuerpo masculino yo sola.

  —¿Me amenazas?

  —Sí.

  Ladeó su cabeza y luego se acercó lentamente a mí. Yo no me moví; al contrario, me quedé quieta en mi lugar con la mirada firme, esperando su acción.

  Se acercó a mi oído y susurró:

  —Yo también puedo amenazarte, con consecuencias distintas.

  Levanté una de mis cejas con curiosidad y él guiñó un ojo en cuanto se alejó. Yo solo miré a mi lado tratando de ignorar su comportamiento tan irritante. Sabía que solo estaba buscando la forma de causarme aquel sentimiento, o tal vez de verdad quería que lo golpeara.

  Aclaré mi garganta.

  —Eres tan imprudente como un auténtico mentiroso.

  —¿Disculpa? —Theo me perplejo—. ¿Mentiroso?

  —¿Por qué no les dijiste que puedes convertirte en lobo? —pregunté, cruzándome de brazos.

  —¿Sabes, Addison? A veces es mejor quedarse con la duda —susurró intentando asustarme.

  Negué varias veces con la cabeza pasando por su lado y luego me alejé. Crucé una última mirada con él, solo para encontrármelo apoyado en un árbol observándome con diversión.

  "A veces es mejor quedarse con la duda."

  Cierto.

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