𝘀𝗶𝘅. 𝒮𝒊𝒔𝒕𝒆𝒓
⌈𝕿𝖍𝖊 𝕱𝖎𝖗𝖘𝖙 𝕮𝖍𝖎𝖒𝖊𝖗𝖆⌋
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𝓝𝒂𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒓:
Cuando Addison escuchó la palabra "wendigo", no pudo evitar recordar meses atrás cuando robó las llaves de su abuelo y se encontró con un pendrive que contenía información variada sobre criaturas sobrenaturales. Curiosamente, en una de esas páginas en la computadora, una aterradora criatura le había erizado los vellos de toda su espalda. Aunque recordaba que la imagen era bastante terrorífica, le tranquilizó saber que solo se estaban enfrentando a una versión humana, tal como un hombre lobo.
Cuando el sol cayó y las clases acabaron, Stiles y Addison, junto con pocos estudiantes desconocidos que iban a estudiar, acordaron ir a la biblioteca para investigar más sobre los wendigos.
Ambos tomaron asiento en el segundo nivel de la biblioteca y colocaron con pesadez todos los libros sobre el tema encima de la mesa. Aunque Stiles se notaba algo agotado, a Addison, con solo ver las palabras dentro de los libros, comenzaron a pesarle demasiado los párpados de sus ojos. Con el pasar de los minutos, la emoción se expandía por el rostro de Stiles con cada página que leía, mientras que Addison solo se mantenía despierta por los mensajes que le enviaba a Scott.
—Dijiste que ibas a ayudarme —se quejó Stiles, pasando de página sin dejar caer el lápiz que sostenía con sus labios.
—Dije que te acompañaría —se defendió ella, enviándole un emoji de sueño a Scott. Luego levantó la mirada hacia Stiles y sonrió—. Concéntrate, cerebrito, mi vida depende de tu investigación.
Stiles la observó e inconscientemente sonrió, negando con la cabeza.
—Sería más fácil si no hubieses dejado que el enemigo se uniera a nuestro equipo —se forzó a bromear, aunque Addison estaba segura de que a su amigo no le había gustado que ella hiciera eso.
—Sí... Creo que voy a arrepentirme —suspiró.
Stiles dejó de deslizar las páginas del libro y mordisqueó su labio inferior, llevando toda su atención a Addison. Se había molestado demasiado cuando ella convenció a Scott de que Theo los ayudara a buscar a Tracy. Una rara molestia que sin duda era un sentimiento de traición. Stiles seguía obstinado en no confiar en Theo, convencido de que había vuelto con otras intenciones más oscuras que solo integrarse a la manada; sin embargo, luego de que él ayudara a Lydia, entendió la desesperación de Addison por querer evitar otro mal momento a toda costa.
Además, el solo hecho de haber visto la tranquilidad en los ojos de Addison la noche anterior, había sido suficiente para dejarlo pasar por alto. Stiles deslizó su mano sobre la mesa y la apoyó sobre la de ella. Addison se sintió confundida ante tal acto, pero no se alejó tampoco. El roce de sus pieles provocó un latido desenfrenado en el pecho de ambos.
—Si hay algo mal con él, lo averiguaré —prometió Stiles—. Siempre lo hago.
Addison sonrió a medias intentando convencerse de que sería así.
[...]
El tiempo pasó demasiado lento para ambos. Estuvieron investigando casi dos horas —al menos Stiles—, hasta que el sueño les ganó a ambos. Cuando menos lo esperaron, Stiles y Addison terminaron durmiendo encima de sus brazos cruzados y acunados por sus propios ronquidos. Stiles dormía plácidamente mientras que sus graves ronquidos despertaron de un salto a Addison en más de una ocasión, quien se levantaba del asiento creyendo que se encontraban en peligro.
Addison se acomodó nuevamente y su sueño convertido en pesadilla dio inicio. Incluso dormida observó con perplejidad a su hermana parada enfrente de ella siendo iluminada por el aura azul de su propio cuerpo. Raíces de luz blanca y brillantes comenzaron a dibujarse por su piel hasta llegar a los ojos. Addison estaba inmóvil sin poder mover ninguna extremidad de su cuerpo, ni siquiera era capaz de parpadear. Fue entonces que su hermana abrió sus ojos con un brillo tan cegante que una lágrima brotó de los ojos de Addison. Entonces, solo escuchó "Te encontré" antes de despertar.
Addison levantó la cabeza de la mesa y observó a su alrededor totalmente desconcertada y con la respiración agitada. Se detuvo al ver a Stiles y asegurarse de que solo había sido un extraño sueño. Cuando se llevó una de sus manos al pecho, trató de convencerse de que había estado durmiendo muy poco, lo que probablemente había estado ocasionando ese tipo de sueños extraños.
Stiles se removió mientras soltaba un quejido y Addison lo observó con disgusto al ver la saliva de él cayendo encima de los libros.
—Stiles, tengo que irme, ¿bien? —avisó, poniéndose de pie—. Vete a casa, ya es tarde.
El chico ni siquiera se inmutó ante las palabras de su amiga, pero como estaban en un lugar seguro, Addison no se molestó en insistir. En su lugar, tomó el teléfono de él y le colocó una alarma por si acaso se hacía demasiado tarde.
Se dirigió a las escaleras y bajó con rapidez. Mientras intentaba llamar a su padre, caminó por los pasillos de la preparatoria hasta dar con la salida.
—¿Todo está bien? —Fue lo primero que escuchó Addison del otro lado del teléfono.
—Papá, estoy bien, solo quería oír tu voz —dijo ella, buscando su auto por todo el estacionamiento con la mirada. Ya no quedaban demasiados, pero lo había dejado bastante alejado, y siendo de noche apenas podía distinguirlo entre la oscuridad—. En este momento estoy yendo a casa.
—¿Tan tarde? —cuestionó.
—Me quedé con Stiles en la biblioteca haciendo tarea —explicó, echando un suspiro.
Caminó rápidamente hacia el auto una vez que lo encontró.
—¿Estás bien? —preguntó él de repente.
—Sí, estoy bien.
—¿Segura? —Sonaba como si no confiara en sus palabras, estaba acostumbrado a esa clase de mentira por parte suya—. Porque si no es así, yo vuelvo de inmediato. Hago un trato y vuelvo.
—Papá, estoy bien —prometió Addison, pero del otro lado solo hubo un silencio sepulcral. Ella sabía que estaba demasiado preocupado por su salud. Desde que había salido de Eichen, su padre se comportaba de aquella forma—. Lo juro, papá. Sabes que de lo contrario te llamaría o te lo diría. —Despegó su teléfono de la oreja y miró la hora—. Debo irme ahora, tengo que hacer tarea.
—Está bien, pero no te desveles —pidió—. Adiós, Addison.
—Adiós. —Colgó.
Addison tomó una larga ducha caliente una vez llegó a su casa. Sintió que parte de aquella pesadilla se fue con el agua, por lo que se sintió plenamente tranquila para cerrar los ojos y descansar toda la noche.
"Dormir en paz", pensó.
Su sonrisa se borró instantáneamente de su rostro cuando su teléfono vibró ante la llegada de un mensaje nuevo. A regañadientes, Addison se estiró sobre la cama y lo tomó.
Theo: ¿Sabés dónde está Stiles?
Addison dio vuelta los ojos; luego suspiró antes de contestar.
Addison: Creo que sigue en la biblioteca. Cuando me fui, estaba dormido.
Theo: ¿Y tú?
Addison: En el bosque, fui a correr.
Theo: ¿Qué? Addison, esto es serio. Deja de jugar.
Addison: ¿Jugar? Pero lo que te digo es cierto. ¿No es lo que hacen las personas normales cuando quieren tranquilidad?
Espera, creo que escuché pisadas, aunque parecen de más de una persona. Lo siento, me tengo que ir.
Theo: Addison.
Argent, contesta.
Y no lo hizo. Addison dejó que Theo siguiera enviando mensajes mientras ella intentaba conciliar el sueño. Si él no dejaba de molestar, al menos se mantendría divertida.
𝓐𝒅𝒅𝒊𝒔𝒐𝒏 𝓐𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕:
A la mañana siguiente me desperté con la noticia de que Lydia ya había sido dada de alta, así que de inmediato me recorrió una grata sensación de alivio por todo el cuerpo. Claro que ella quiso pasar a recogerme a pesar de que le insistí de llevarla yo. En el camino no me contuve de preguntarle si era lo correcto que saliera del hospital tan apresuradamente, pero ella trató de tranquilizarme diciéndome que el doctor le había dado el alta porque ya era seguro y que todo estaba bien. Tuve que creerle.
Cuando llegamos a la preparatoria, nos reunimos con Malia en la entrada. Sabía que estaba feliz de ver a Lydia nuevamente, aunque, como siempre, no supo cómo demostrar su cariño así que solo se acercó a la pelirroja y la abrazó con demasiada fuerza hasta hacerla gemir de dolor.
Entramos por la puerta principal luego de que Malia mencionara un libro que había encontrado en el cuarto de Tracy. Lydia le arrebató el libro de color verde y yo arrimé mi cabeza por encima de su hombro para alcanzar a ver la portada mucho mejor.
—"Los doctores del miedo" de T.R Mccammon —Lydia leyó la portada del libro mientras lo sostenía en el aire—. Hmm. —Se detuvo abruptamente.
—¿Qué? ¿Qué pasa? —Pregunté, frunciendo el ceño.
Ladeó la cabeza e hizo una pequeña mueca titubeante. Malia me lanzó una mirada confusa mientras Lydia aún analizaba el libro con detenimiento.
—No lo sé. Tiene algo...
—¡Lo sabía! —salté de inmediato—. Esa T.R. debe ser por Theo Raeken, estoy segura.
Lydia y Malia se detuvieron para observarme.
—En Stiles no me sorprende, pero comienzo a sospechar de tu obsesión por acusar a Theo —comentó Lydia, entrecerrando sus ojos—. Si fuera la misma del año anterior me acostaría con él; está guapo, así que entiendo lo que sucede contigo.
Abrí mí boca ofendida y apoyé una de las manos en mi pecho.
—¿Me estás acusando de que solo estoy obsesionada con buscar acusaciones contra Theo porque me siento atraída hacia él, y no porque sienta que está sospechoso?
Hubo un minuto de silencio antes de que Lydia asintiera segura de lo que pensaba.
—Sí —contestó Lydia, volviendo a ponerse en marcha—. Podría decir que es una forma rara de coquetear, pero estamos hablando de tí, eso es lo más romántica que puedes ser.
—Estoy de acuerdo con Lydia, lo vengo notando desde que llegó y... —Malia se acercó a mí y fingió escuchar mis latidos—, va a explotar una bomba allí adentro.
—Nunca me han visto con un chico, no pueden conocerme. —Caminé a la par de ambas.
—Allison me ha contado varias historias. —Lydia se detuvo una vez más y abrió sus ojos enormemente, pareciendo haber recordado algo más—. ¡Por dios! ¿Te acuerdas de Matt, cierto?
Me detuve abruptamente al oírla. Le di un golpe en su hombro antes de voltear la mirada hasta Malia quién me observaba desorientada.
—¡Ni lo menciones!
—¿Quién es Matt? —preguntó Malia con curiosidad.
Bufé dándole una advertencia a Lydia con la mirada, aunque pareció no importarle demasiado porque habló de igual forma.
—Matt era un psicópata que se obsesionó con las gemelas Argent —contó Lydia, haciendo desdén con una de sus manos—. Allison estaba demasiado enamorada de Scott como para prestarle atención; pero Addison, oh, ella casi había caído a sus pies.
Voltee los ojos recordando la patética que fui en aquel entonces. Definitivamente, no había sido la etapa de mi vida de la que más me enorgullecía, y para ser honesta, solo querías olvidarla.
—Bueno, hay que recordar la parte en la que Matt era un psicópata obsesionado hasta con mi hermana —remarqué, volviendo a caminar. Lydia y Malia siguieron mis pasos.
—¿Qué pasó con él? —indagó Malia.
—Murió —respondimos Lydia y yo.
Malia se detuvo abruptamente, pero nosotras seguimos nuestro camino y entramos al salón de clases.
[...]
No podía explicar lo agobiada que me sentí en mi penúltima clase. Tuve que salir disparada en cuanto el timbre sonó. Incluso mis oídos hicieron caso omiso a las instrucciones del profesor sobre los trabajos que teníamos para realizar la semana entrante.
No tenía ganas de escuchar nada más sobre deberes. A punto de colisionar, me veía al borde de acudir por la ayuda de mi mejor amigo, cosa que ni siquiera pensé en imaginar nunca en la vida. Estaba perdiendo los estribos, de eso estaba más que segura, y Scott estaría muy de acuerdo conmigo en eso.
Cuando llegué a mi casillero arrastrando mis pies y soltando bufidos, tuve que intentar colocar la combinación más de tres veces. Estaba tan exhausta que mi mente comenzaba a dormirse antes que mi cuerpo.
No me hubiese sorprendido si caía en ese instante y mis ronquidos atraían la atención de todos.
Cerré la puerta del casillero con fuerza y pegué un salto cuando vi quien estaba allí atrás, esperándome con ansias. Le lancé una mirada molesta antes de llevarme la mano al pecho y sentir como mi corazón luchaba por no escaparse.
—¡Scott! —nombré entre dientes—. Deja de hacer eso, por dios —pedí, y seguido lo golpeé con una de mis manos en la cabeza.
Él soltó un quejido y se sobó como un perrito malherido, pero con ánimos de causar lástima. Aunque estaba segura de que se había arrepentido de asustarme de aquella forma nuevamente, y esperaba que aprendiera la lección, porque mi corazón no soportaría otro paro.
—Bien —resopló—. ¿Podemos hablar?
Lo miré confundida porque no tenía idea a qué se debía su necesidad de conversar conmigo. De igual forma, asentí y Scott me señaló los vestidores masculinos para que entráramos ahí. Supuestamente él, la mayoría se encontraba entrenando, así que me aseguró que no me encontraría con nada raro allí adentro.
Eso esperaba. No tenía ánimos de toparme con una imagen que ni con un golpe en la cabeza olvidaría.
—¿Qué pasó? —pregunté mientras me sentaba en uno de los bancos.
—¿Cómo vas con lo del libro? —Se quedó parado, mirándome con cautela, como si temiera decirme algo.
Solté una risa corta y lo miré divertida.
—No creo que me hayas buscado solo para hablar sobre el libro.
Supe que dudó durante unos segundos en los que se la pasó mirando en todas las direcciones menos a mí. Finalmente, Scott tomó aire y se sentó a mi lado.
—Necesito un gran..., gran favor —admitió, juntando las palmas de sus manos.
Alcé una de mis cejas con algo de intriga. ¿Por qué dudaba tanto en pedírmelo? No recordaba una sola vez en la que me hubiera negado a algo cuando se trataba de él.
Entonces, tal vez se trataba de algo que sabía perfectamente que no me agradaría.
—Scott, ¿qué es lo que quieres?
—Esta bien. —Asintió y se quedó callado por un momento como si estuviera planificando en su cabeza como pedírmelo correctamente—. Se que no te llevas bien con Theo, pero...
Oh, no...
—¿Qué quieres que haga?
—Que le preguntes sobre los kanimas y le muestres el libro de "Los doctores del miedo".
Estiró su brazo y me entregó el libro. Yo lo recibí con resignación.
—Esta bien —acepté a regañadientes. Tampoco es que fuera a negárselo. De alguna forma u otra, Scott me haría aceptarlo.
Me agradeció múltiples veces y salió de los vestidores hacia su clase velozmente.
Para cuando quise preguntarle en dónde podría llegar a encontrarse Theo, Scott ya había desaparecido de mi vista... o de la faz de la tierra.
Bien, otra tarea más a la lista.
Un día sin Theo sería un alivio.
Apoyé mis manos en el asiento para poder levantarme, y cuando lo hice, una voz a mis espalda me detuvo. Mi cuerpo se estremeció, como si me hubiesen atrapado haciendo alguna travesura.
Cuando me di la vuelta, dirigí mi mirada hasta Theo con una mueca de disgusto formada en mi rostro.
No es que me causara placer su presencia tampoco. Luego de que me acompañara a la veterinaria, tenía muy pocas ganas de compartir tiempo con él.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó con un aire de interrogación.
—Justo estaba por salir a buscarte —lo señalé.
Theo empezó a acomodar algunas de sus cosas en el casillero junto al asiento de dónde me había parado y yo me quedé viéndolo. No traía remera, solo un pantalón largo de color gris y zapatillas deportivas.
Mis ojos curiosos no pudieron evitar contemplar sus grandes músculos y su abdomen firme. Y el movimiento que hacían los bíceps de sus brazos me dejaron completamente hipnotizada. Realmente era atractivo en muchos sentidos. Lydia tenía razón; de ser un año atrás, ella se habría acostado con él sin dudarlo.
—Una foto dura más. —Theo levantó sus cejas divertido.
Me aclaré la garganta y corrí la mirada.
—No tengo idea de lo que hablas —intenté evadir su comentario.
Theo negó con la cabeza y siguió acomodando sus cosas con calma.
—Como sea —murmuró—. ¿Para qué me buscabas?
Me enderecé en mi lugar al recordar lo que Scott me había pedido.
—¿Haz oído hablar sobre los Kanimas? Ese tipo de criaturas como los reptiles. —Sacudí mi cuerpo con escalofríos al recordar la textura de las escamas de su piel—. No te recomiendo tocarlos, te quedará la sensación de por vida.
Él tomó asiento en el mismo lugar en el que yo me había sentado y apoyó sus codos en sus piernas. Pensó en mi pregunta con el ceño fruncido, pero luego negó.
—Lo siento, creo que no los conozco —respondió, luego se encogió de hombros—. Tal vez los he visto en algún momento, pero no lo recuerdo.
Sonreí.
—Créeme, los recordarías de haber visto algo como eso.
—¿Tanto miedo dan? —cuestionó.
—No tienes idea. Todo de ellos causa pavor —le aseguré—. Tuve que dormir con mi hermana durante semanas luego de pelear con uno, y Stiles insistía en que hiciéramos una pijamada para que no pasara las noches solo, aunque él nos aseguraba que era con el único fin de "protegernos".
Theo dejó escapar una risa cuando oyó lo último, pero fue volviendo a la seriedad gradualmente cuando pareció repasar mis palabras. Alzó la cabeza y clavó sus ojos en mí con sorpresa.
—¿Peleaste con uno de ellos? —preguntó como si de repente supiera de lo que hablábamos.
Asentí mientras tomaba asiento a su lado.
—He luchado contra un alfa también por si aún no me crees una amenaza.
Theo sonrió de lado y asintió varias veces.
—Me tienes en alerta desde el día uno, Argent —me garantizó.
Me quedé observándolo confundida por unos segundos al recordar como se había referido a mí la noche en que lo encontré observándonos en el puente.
—Creí que era una simple humana para tí, Raeken.
Él volvió a mirarme.
—Lo eras —dijo.
Cuando me percaté de que habíamos estado mirándonos durante más de dos minutos y que sus ojos verdes parecían absorber los míos, me aclaré la garganta y desvié mis ojos hasta la puerta.
Murmuré un «no importa» y rebusqué en mi bolso el libro que me había entregado Scott para dárselo a Theo. Él lo tomó y le dio una mirada rápida a la portada antes de abrirlo para darle vistazos a las páginas.
—¿Quieres que lea esto? —preguntó mientras lo ojeaba.
—Scott quiere que lo hagas —aclaré—. Si fuera por mí, te dejaría completamente afuera de esto. Como sea, por ahora no lo leas. Lo haremos todos juntos.
—Eres muy indecisa —murmuró, y yo alcé una de mis cejas cuestionando lo que había expresado—. Parecías estar hablando conmigo con normalidad y de repente quieres desplazarme de los planes de Scott. No soy el chico malo aquí, Addison.
—Pues con que no nos mates me conformo.
Me dio una sonrisa ladina.
Cuando empecé a acomodar mi bolso, Theo preguntó:
—¿Siempre hacen esto?
—¿Qué cosa? —Lo miré extrañada.
—Involucrarse.
—Sí —afirmé apenas en un murmullo—, y a veces las cosas no salen como esperamos. Pareces muy entusiasmado por pertenecer, Theo, pero no es un sueño estar en este mundo.
Él se encogió de hombros.
—No tengo demasiadas opciones —comentó con simpleza—. Y para ser sincero, Scott es en quién más confío para permanecer con vida.
Nos quedamos en silencio por unos segundos, hasta que Theo volvió a hablar.
—¿Y el autor? —preguntó, haciendo referencia al libro nuevamente—. Si él sabe tanto, ¿no deberíamos preguntarle?
Bufé.
—No tengo idea.
Apenas presté atención a lo que Theo hacía cuando abrió el libro y comenzó a leer la primera página.
—¿Qué hay de este tipo? —preguntó, y luego señaló para que me acercara a él y entendiera de lo que hablaba. No había ninguna foto, pero si una dedicatoria.
Atraje aún más el libro y leí esa parte una y otra vez.
—"Este libro está dedicado al doctor Gabriel Valack"...Gabriel Valack —finalmente, lo recordé.
—¿Lo conoces?
—Recuerdo haberlo visto en el área más peligrosa de la casa Eichen mientras estuve internada —conté.
—¿Estuviste internada? —inquirió con curiosidad.
—Te apuesto a que hay un montón de cosas que desconoces sobre mí —le respondí.
Theo pareció sopesar mis palabras con algo de cuidado mientras sus ojos permanecían en el suelo. Pocos segundos después, el timbre resonó en los pasillos, así que me puse de pie y acomodé mi bolso por encima de mi hombro dispuesta a salir de los vestidores e ir a mi siguiente clase cuanto antes.
Con una mano apoyada en la puerta, me detuve al oír las siguientes palabras de Theo.
—No vuelvas a bromear como anoche —dijo—. No es gracioso.
Cuando me di la vuelta, una sonrisa burlona se dibujó enormemente en mi rostro al entender a lo que se refería.
—Te lo merecías, estabas interrumpiendo mi sueño. —Me encogí de hombros—. Además, si fue algo gracioso ahora que lo mencionas.
Rodó los ojos.
—No lo fue —sostuvo con firmeza—. El bosque estaba completamente oscuro.
Alcé mis cejas y lo miré asombrada.
—No lo dices en serio... —murmuré sin poder creerlo—. ¿De verdad fuiste al bosque a buscarme?
El silencio por parte de él fue suficiente para confirmarme lo que le había preguntado.
Solté una carcajada enorme por lo que me estaba contando. No lo podía creer.
—Lo siento, es que pensé que eras mas inteligente y te darías cuenta de que era una broma.
Se levantó y se paró enfrente de mí, haciéndome notar su altura e intentado intimidarme.
—Sabía que posiblemente buscabas fastidiarme. —Dejé de sonreír cuando sus ojos fulminaron los míos—. Pero no me interesa, al menos quise asegurarme de que estuvieras bien. Después de todo, ambos sabemos que si le importas a Scott, a mí también me deberías importar, al menos lo suficiente para que obtenga su confianza.
Tragué con dificultad antes de que él pasara por mi lado y saliera de los vestidores.
[...]
Luego de mi última clase tuve que quedarme sola estudiando para terminar todas las tareas que tenía atrasadas. Obviamente, en mis planes estaba la opción de ir con los chicos a la casa Eichen, pero Scott y Stiles se negaron rotundamente y me obligaron a quedarme para que terminara lo que tenía pendiente en la escuela. A decir verdad, eran peores que mi padre.
Mi mente comenzó a vagar por la conversación con Theo.
«Quería asegurarme de que estuvieras bien».
¿Por qué esas palabras habían tenido tanto peso en mí? Era solo un desconocido que jugaba a ser el protector de todos. Incluso me lo dejó bastante en claro en cuanto mencionó a Scott.
Bostecé en cuanto mi cabeza cayó encima de los libros que se suponía debería estar leyendo para mañana, pero no pasó demasiado tiempo para que comenzara a quejarme cada vez que alzaba la cabeza y veía los párrafos que aún tenía pendientes. Estaba muriendo de cansancio.
—¿Qué haces? —al escuchar aquella voz, volví a quejarme, pero aún más fuerte.
—Mi tarea. —Levanté la mirada hacia él—. No me estoy divirtiendo para nada. Tendría que haber ido a Eichen.
Theo se sentó frente a mí y sacó un libro de cálculo para enseñármelo con una mueca falsa de tristeza.
—Tampoco me estoy divirtiendo —compartió.
—Sufre —murmuré.
Decidí ignorarlo por la siguiente media hora mientras luchaba contra mis pensamientos que constantemente me desviaban la atención. Era peor cuando alzaba la vista y me encontraba con el rostro casi adictivo de Theo. Su mandíbula apretada me dejaba en claro que realmente estaba tratando de completar sus deberes, aunque siempre existiera una mínima duda en mí.
Cuando lo miré por cuarta vez, debió haber sentido mis ojos encima de él porque ya se encontraba observándome con atención. Extrañamente, eso logró que mi corazón se detuviera por una fracción de segundos antes de poder aclarar mi garganta y desviar la mirada a los libros nuevamente.
No fui capaz de seguir soportando la incomodidad que me había generado aquel momento, así que me puse de pie y comencé a guardar en mi bolso todo lo que había esparcido en la mesa.
—Tengo que irme —le avisé rápidamente.
Cerró el libro de cálculo con lentitud, observándome con atención.
—Déjame llevarte.
—Me iré en mi auto.
Theo sonrió satisfecho, como si hubiese caído en su trampa.
—No llegaste en tu auto —me recordó.
—¿Y tú cómo lo sabes? —pregunté, volteándome hacia él.
—Te vi bajando del auto de Lydia.
Voltee los ojos frustrada.
—Dime una cosa, Raeken, ¿no piensas dejarme en paz?
Una sonrisa ladina se dibujó en su rostro antes de negar con la cabeza. Llevó una de sus manos al bolsillo de su chaqueta y sacó una llaves para mostrármelas.
—Puedes conducir.
Ladee mi cabeza hacia un costado reconsiderando la propuesta. Tenía que seguir practicando para conducir bien, y en caso de que yo llegase a chocar, Theo no se molestaría en insistirme con llevarme a algún lado de nuevo. En ambos escenarios posibles, saldría ganando.
Claro, si sobrevivimos.
Sonreí.
—Está bien. —El sonrió—. Pero que conste que no sé manejar muy bien.
Lanzó sus llaves hacia mí y yo las atrapé entre mis manos.
—Puedo correr ese riesgo.
—Y si llego a estrellar contra un árbol no me haré responsable.
A Theo se le borró la sonrisa de inmediato. Tal vez era el tipo de chico que tenía una extraña relación con su camioneta.
—Si, bueno. —Se puso de pie y empezó a tomar sus cosas—. Trata de no hacerlo.
—No lo prometo.
Le regalé una última sonrisa antes de darme la vuelta y comenzar a bajar las escaleras para dirigirme a la salido. Theo caminaba detrás de mí, aunque comencé a notarlo ansioso; algo que para nada lo caracterizaba.
[...]
Ni siquiera mis profesores habían logrado tal nivel de concentración de mi parte. Sabía que había bromeado sobre estrellarme contra un árbol, pero la realidad es que no planeaba dejar que eso pasara, al menos no mientras Theo no intentara algo contra mí.
En mi cabeza, traté de repasar todo lo que había aprendido durante sus dos años de manejo mientras sentía la intensa mirada de Theo encima de mí.
Deslicé mis manos por el volante para doblar en una curva, agradeciendo no haber terminado estampados contra uno de los árboles que se encontraban en la orilla de la carretera. Observé a Theo por el rabillo del ojo. No tenía la menor duda de que él también estaba agradeciendo para sus adentros.
Cuando sonrió de lado, le lancé una mirada asesina al creer que se estaba mofando de mi forma de manejar.
—Es la primera vez que manejo una camioneta. Agradece que no hayamos chocado —le advertí.
—Lo hago —murmuró Theo, ganándose una mirada ofendida de mi parte—. Mis abuelos conducen más rápido, Argent.
—Es más fácil cuando sabes que no te queda demasiado tiempo —solté como respuesta automática.
Alcé la mirada hasta el espejo retrovisor y vi a Theo entre abriendo su boca con sorpresa. No sabía si le había ofendido o simplemente no esperaba que contestara de aquella manera.
Aumenté la velocidad antes de escucharlo gimotear en negación, sin poder seguir aguantándose el tener que corregirme algo.
—Agarra bien el volante, Argent. —Señaló mis manos.
Bajé la mirada disimuladamente.
—No veo el problema. —Me encogí de hombros.
Él no dijo nada; sin embargo, en su lugar, se inclinó hacia mí y tomó una de mis manos para deslizarla con delicadeza hasta la parte inferior del volante. Entonces me di cuenta de lo tensos que se encontraban todos los músculos de mis brazos debido a los nervios.
—¿Mucho mejor, no? —preguntó cerca de mi oído.
—Sí, supongo —respondí luego de carraspear, luchando por regresar mi completa atención al camino frente a mí.
—Bien. —Sonrió y se acomodó de nuevo en su lugar.
Me sentí extrañamente nerviosa ante su ligero acercamiento. A veces, las actitudes de Theo —o solo su presencia—, provocaban un nivel de confusión que ninguna otra persona era capaz de provocar en mí. Y aunque Theo seguía siendo una desconocido, su cercanía no me generó ninguna incomodidad, solo nervios.
Cuando finalmente logré despejar mi mente, me di cuenta de que Theo había desplazado su brazo hacia un lado del asiento, justo donde había dejado mi bolso. Estuve a punto de reprocharle por hurgar en mis pertenencias, pero al dirigir la mirada hacia la carretera, una figura femenina apareció de repente en mi camino. Giré el volante tan deprisa como me fue posible haciendo rechinar las llantas contra el asfalto. Divisé la mano de Theo apoyándose encima de la mía para evitar que diéramos contra un auto que apareció casi de la nada, y, finalmente, apretó el freno antes de que yo pudiera alcanzarlo.
La camioneta quedó apuntando en contramano y las luces apenas alumbraban la carretera desolada.
Los latidos de mi corazón resonaban con fuerza en mi pecho, y fue en ese instante cuando sentí la cálida palma de la mano de Theo reposando en esa zona. Giré la cabeza y lo miré aún atónita. Él estaba diciéndome o preguntándome algo, pero no escuchaba más que un molesto pitido dentro de mi cabeza. Su rostro estaba pintado con una expresión confundida debido a lo que acababa de ocurrir.
Yo aún no era capaz de reaccionar. Sentí la presión de mi cuerpo descender un segundo antes de que mis ojos se humedecieran. Theo me tomó de los hombros antes de sostener mi mentón con fuerza para que lo mirara. Fue entonces cuando la preocupación que invadía su mirada verdosa me regresó a la realidad.
Dejé de escuchar el pitido y su voz llenó mi mente.
—¿Qué fue lo que pasó? —alcancé a escuchar.
—La ví —solté, casi sin poder creerlo.
Theo frunció el ceño una vez más.
—¿Qué?
Alcé la mirada.
—Vi a mi hermana.
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