𝗲𝗶𝗴𝗵𝘁. 𝒢ym
⌈𝕿𝖍𝖊 𝕱𝖎𝖗𝖘𝖙 𝕮𝖍𝖎𝖒𝖊𝖗𝖆⌋
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𝓝𝒂𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒓:
Theo estacionó su camioneta frente a la preparatoria cuando recordó que aún debía completar una tarea de literatura que tenía pendiente. A pesar de estar enfocado en llevar a cabo su plan de supervivencia, todavía estaba en sus planes graduarse de la preparatoria.
Sin embargo, toda su concentración desapareció en cuanto percibió aquel aroma que lograba paralizarlo por completo. Por el rabillo del ojo, vio a Addison pasar caminando por su lado, como si estuviera tan perdida que pronto se preguntaría cómo había llegado a la escuela. Ni siquiera lo había notado. Una corriente de curiosidad lo invadió instantáneamente. ¿Acaso él había provocado todo eso? ¿O su actitud se debía a algo más?
Theo decidió que era momento de seguirla. Se convenció a sí mismo de que era lo correcto, después de todo, era la mejor amiga de su objetivo principal: Scott McCall. Debía saberlo todo de ellos, de esa forma conseguiría tocar la debilidad de Scott lo antes posible. Pero tampoco podía acercarse a saludarla luego de lo que hizo la noche anterior. Además, Stiles le había dejado en claro su disgusto porque esté cerca de ella con solo echarle una mirada. No le importaba, y disfrutaría más ver la ira en su rostro cada vez que estuviera cerca de Addison, pero no podía arruinar un plan completo por una chica. Mucho menos cuando ni siquiera conocía sus propias intenciones al respecto.
Además, estaba seguro de que si intentaba hablar con ella, Theo acabaría golpeado.
Durante la mañana, intentó buscarla en cada oportunidad que tuvo. Necesitaba saber qué estaba haciendo en todo momento. En cada clase, sitio y conversación que tenía, Theo necesitaba estar allí. Cuando, finalmente, llegó a su última clase del día: Biología Avanzada, la cual compartía con ella.
La clase comenzó con normalidad, hasta que al correr de los minutos, Theo se percató de la inquietud de Addison. Movía su pierna con ansiedad mientras masticaba sus uñas. No tenía idea de lo que le ocurría, pero estaba seguro de que colapsaría en cualquier momento. La observó durante toda la clase, intentando prestar atención a la profesora, pero su mente estaba enfocada en ella.
Una sensación rara se detuvo en su pecho. Le fue imposible no fruncir el ceño ante la confusión que le provocó ese pequeño malestar. No le gustó verla así. Dirigió su mirada hasta Lydia, quién estaba sentada detrás de Addison, y trató de llamar su atención susurrando su nombre. Cuando Theo señaló a Addison, Lydia volteó a ver a su amiga con más atención.
𝓐𝒅𝒅𝒊𝒔𝒐𝒏 𝓐𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕:
Hubiese sido mucho más fácil tener que afrontar a Theo luego de que me besara y dijera aquellas cosas, pero no. No tenía ni la más remota idea de por qué Allison estaba invadiéndome mucho más de lo que usualmente hacia. No solo eran pesadillas, también era verla y escucharla cerca de mí. De camino a la preparatoria, juraba que la había visto sentada en el asiento de copiloto, con la mirada al frente y en silencio. Fue como un destello de luz que pronto se esfumó y por poco provocó que casi chocara.
Estaba tan ansiosa que lograría arrancarme el cuero cabelludo de tanto tironearme un mechón de pelo. No lo podía seguir soportando, así que agarré mi mochila y sostuve con fuerza la correa antes de salir disparada de la clase. La profesora pronunció mi nombre varias veces, incluso cuando no me detuve y cerré la puerta en su cara. Su voz quedó tendida en el aire sin ninguna respuesta.
Caminé por los pasillos y me detuve frente a la oficina de la madre de Lydia. Ella era consejera escolar, y aunque yo no buscaba ayuda para los estudios, necesitaba ser escuchada. Sin embargo, al entrar me fue evidente notar que ella aún no había llegado.
Tomé asiento y llevé una de mis manos a la barbilla. Bajé la mirada, soltando un suspiro de frustración. En ese momento, mientras debatía si llamar a mi padre era una buena opción, escuché a alguien entrar en la oficina. Cuando me giré con la esperanza de que fuera la señora Martín, me quedé quieta al encontrarme a Lydia en su lugar. Estaba de pie, sonriendo, antes de que me girara de nuevo, evitando su mirada.
—Necesito estar sola —dije.
—¿Estás bien? —preguntó, acercándose a mí.
No pude evitar soltar una risa irónica al escuchar su pregunta; sin embargo, esa vez mis ojos no pudieron evitar cristalizarse. El delgado cristal que cubría mi corazón se había hecho trizas y ya no era capaz de actuar como si nada me estuviera matando por dentro.
Al notar mis lágrimas, Lydia se sentó frente a mí y tomó ambas de mis manos, acariciándolas. No pude aguantar más y estallé en un pequeño llanto, evitando armar un drama.
—Quiero dejar de sentir ese estúpido vacío en mi corazón —dije en un sollozo, tocando mi pecho.
Lydia negó enseguida, arrugando su mirada con tristeza.
—No es un vacío estúpido, Addison —murmuró Lydia con suavidad—. Te falta tu hermana. Tu otra mitad. Si a mí me duele, no puedo ni imaginar lo que sientes tú.
Lo siguiente que diría sería una confesión, una que jamás tuve el valor de compartir con alguien más, pese a que había estado habitando en mi mente desde hacía meses y había sido una de las razones por las que terminé internada. Era consciente de que Lydia lo sabía, ella había estado aquel día conmigo. Lydia sabía cuáles serían mis siguientes palabras, pero me dejaría desahogarme de todos modos.
—Quiero morir —confesé con un hilo de voz—. Quiero unirme a mi otra mitad de nuevo. Quiero estar con Allison.
Noté cómo Lydia tragó grueso y, sin dudarlo, me atrajo hacia ella para abrazarme. Me dejó llorar en su hombro y no pude estar más agradecida con ella. Era lo único que necesitaba: liberar aquel pensamiento y no dejarlo ser solo mío.
Desvié la mirada y, a pesar de que no veía con claridad, noté una chaqueta de cuero negro cerca de la puerta.
𝓛𝒚𝒅𝒊𝒂 𝓜𝒂𝒓𝒕𝒊𝒏:
Odiaba ver a Addison de esa manera. Era un dolor constante e insufrible en el pecho, un sentimiento que me acompañaba cada noche. Vivía con el miedo de que sucediera lo mismo nuevamente, pero esa vez sin poder ayudarla. Jamás podría perdonarme por eso. No lo haría otra vez.
Miré a Scott, que estaba sentado frente a mí, y noté sus ojos llenos de lágrimas, aunque también vi cómo se resistía a dejarlas salir.
—¿Ella lo dijo? —preguntó, volviendo su mirada hacia mí.
Apenas fui capaz de asentir. Scott era su mejor amigo, casi un hermano para ella, y su dolor era tan profundo como el mío al verla así. Saber que, a pesar de nuestros esfuerzos, Addison no superaría la muerte de su hermana nos desgarraba. No queríamos que la olvidara. Nosotros no lo hicimos. Pero sí deseábamos que pudiera avanzar, que dejara de culparse por algo que no pudo haber evitado de cualquier manera.
—Estaré más atento a ella —dijo Scott, pasándose las manos por el rostro antes de levantarse, intentando mostrar que tenía todo bajo control—. Hablaré con los demás y veré si puedo contar con la ayuda de Theo.
—¿Estás seguro de eso? —pregunté, refiriéndome a su última mención.
—Si Theo quiere estar en mi manada, le haré saber que Addison es lo más importante para mí —respondió Scott con firmeza—. Sabrá que, si le hace daño a ella, no tendrá cabida con nosotros.
—¿Por qué lo dices como si pasara algo entre ellos?
Scott guardó silencio, y eso fue suficiente para obtener una respuesta.
—Ayer los escuché en mi casa —comentó brevemente—. No sé lo que están intentando; apuesto a que ni ellos están seguros. Pero, sea lo que sea, no permitiré que una tontería termine con Addison.
—Deberías pedirle a Stiles que lo ponga en su lugar.
Scott soltó una pequeña risa.
—Debería.
—Oye, Scott, hay otra cosa que necesito contarte —dije, poniéndome de pie junto a él.
—¿Sí?
Dudé por unos segundos, pero sabía que no era algo que debía ocultar, especialmente con cómo estaban las cosas.
—Al estar con Addison, tuve una sensación extraña —lo miré, intentando elegir bien mis palabras—. Me sentí afligida.
—¿Afligida?
—Muerte, Scott. Cerca de ella percibí la muerte.
𝓐𝒅𝒅𝒊𝒔𝒐𝒏 𝓐𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕:
Caminé por todos los pasillos de la preparatoria buscando a Theo. Sabía que se encontraba allí porque había visto su camioneta en el estacionamiento.
Le envié un mensaje de texto a su teléfono para lograr ubicarlo más rápido. He experimentado dos emociones tan contrarias, pero con la misma intensidad. Estaba triste porque la conversación y confesión con Lydia me había golpeado fuerte. Pero, por otro lado, también estaba furiosa porque al ver esa chaqueta supe de inmediato que Theo era el que estaba en la puerta escuchándolo todo. Todo lo que yo tenía para decir, toda mi debilidad expuesta sin siquiera quererlo. Literalmente, si él hubiese querido utilizarme como una marioneta lo habría logrado con facilidad.
Mi teléfono vibró y ví la respuesta a mi mensaje tan rápido como pude.
Theo: No puedo darte esa información.
¿Qué tal si quieres matarme? Lo siento, pero no puedo arriesgarme.
Addison: Tengo algo para darte :)
Theo: Gimnasio.
Por supuesto que le mentí, y tan pronto como me dio la respuesta, me dirigí al gimnasio de la preparatoria. Al entrar, dejé caer mi mochila junto a la puerta y crucé miradas con él. Mis ojos viajaron involuntariamente hasta su abdomen desnudo, pero rápidamente aparté la mirada. Mientras tomaba dos pesas y las levantaba con facilidad, una sonrisa se dibujaba en su rostro.
—¿Te gusta lo que ves? —preguntó, alzando una ceja sin interrumpir su rutina de ejercicios.
Ignoré su pregunta y me acerqué a él.
—¿Por qué nos estabas escuchando?
—¿Escuchar qué cosa? —Su respiración comenzaba a volverse pesada.
—Mi conversación con Lydia —aclaré—. ¿Te suena?
—Oye, ¿y tú no tenías un regalo para mí? —preguntó, dejando las pesas en el suelo y girándose en mi dirección.
—De hecho, sí —respondí, colocándome frente a él. Luego, sin dudarlo, le golpeé el rostro, dejándolo atónito por lo que acababa de hacer—. Espero que sea de tu agrado.
En un movimiento rápido, Theo me tomó de la muñeca y me la torció, obligándome a pegar mi cuerpo al suyo. Noté que nadie a nuestro alrededor prestaba atención y supe que su acercamiento era una forma de evitar que lo hicieran. Apretó más fuerte el agarre, provocando que soltara un pequeño gemido de dolor. Theo acercó sus labios a mi oído.
—Es un honor ser golpeado por ti, Argent —susurró, ovacionando que la piel de mi cuello se erizara.
Me soltó mientras yo mantenía con firmeza los ojos en los de él.
Theo me sonrió y se dirigió a otra máquina para ejercitar hombros y brazos. Se sentó y se concentró en eso, dejándome desconcertada y todavía sin respuesta a mi pregunta.
Tragué el nudo en mi garganta mientras miraba al techo. Estaba tan cansada y eso me preocupaba aún más, porque no quería que nadie fuera de mi círculo personal supiera lo que me sucedía.
Le di una última mirada a Theo antes de girarme, tomar mis cosas nuevamente y salir del gimnasio. No llegué demasiado lejos cuando una mano tiró de mí devolviéndome a los vestidores masculinos. Me volví solo para encontrarme con aquellos ojos verdes mirándome con preocupación. Me dolió cuestionarme si era genuina o solo fingida. No era mi amigo, pero sabía lo mismo que los demás.
—Lo siento —se disculpó cuando se dio cuenta de mi duda—. Mira, sí, las escuché, pero fue porque me preocupé por ti en el salón. Seguí a Lydia y no pude evitar quedarme para saber lo que sucedía.
—No era asunto tuyo —discutí, soltándome de su agarre—. No tenías por qué saber algo tan privado como eso.
—Lo entiendo y fue mi error, pero no es para tanto —dio un paso hacia atrás.
Ladeé la cabeza, sin comprender del todo lo que quería decir.
—Bien, entiendo —murmuré—. Si quieres destruir la manada, puedes comenzar conmigo; ya conoces mi debilidad.
—¿Debilidad? —arqueó una ceja—. ¿Por qué eso sería una debilidad?
—Porque yo soy la primera en quererme muerta —respondí.
𝓣𝒉𝒆𝒐 𝓡𝒂𝒆𝒌𝒆𝒏:
El agua fría se deslizó por todo mi cuerpo.
Esperaba que al menos me ayudara a pensar con claridad, no podía seguir perdiendo el control de esa forma. La presencia de Addison solo causaba que mí concentración se desvaneciera logrando que difícilmente pudiera seguir con la línea correcta de mis planes. Y eso, al final del día, me molestaba.
Terminé de ducharme con Addison todavía en mi mente. Su solo nombre me perturbaba.
Me puse una camiseta y unos pantalones tan rápido como pude. Me peiné con una de las manos mientras caminaba hasta mi casillero dentro del vestuario. Cuando escuché que alguien más entraba, me voltee solo para encontrarme a Scott con una mirada perdida. Ni siquiera me notó hasta que le hablé.
—¿Todo bien? —le pregunté terminando de acomodar un par de cosas en el casillero.
Scott volteó la mirada hacia mí, desconcertado, apenas notando mi presencia.
—He notado tu cercanía con Addison —comenzó, y eso me puso en alerta. Detuve lo que estaba haciendo y cerré el casillero para prestarle atención—. Mira, eso es lo de menos para mí. Solo quiero asegurarme de que lo que sea que hagas no la afecte. Ella está atravesando un momento delicado y...
—Lo sé —lo interrumpí, como si de repente quisiera ser honesto al respecto—. Mira, te diré lo mismo que le dije a ella: escuché la conversación que tuvo con Lydia, pero no tengo planeado hacer nada contra ella.
Scott asintió.
—Bien —suspiró—. Solo quiero dejar en claro que si algo llega a pasarle a Addison, lo que sea, por tu culpa, no dudaré en ir atrás de ti.
Sonreí.
Tal vez podría verlo como una enorme oportunidad.
—Lo entiendo.
𝓐𝒅𝒅𝒊𝒔𝒐𝒏 𝓐𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕:
Suspiré con exasperación al escuchar el timbre por tercera vez. Intenté ignorarlo y seguir cómoda en el sofá, pero cuando el golpe en la puerta se hizo insistente, me vi obligada a levantarme, a pesar de que fuera en contra de mi voluntad.
Abrí la puerta y resoplé con desazón cuando vi quien estaba esperando del otro lado.
—¿Qué necesitas, Raeken? —pregunté—. Deja de acosarme.
—Quisieras —lo escuché murmurar—. ¿Alguna vez revisas tu teléfono? Te he dejado decenas de mensajes y llamadas.
Solté la puerta y me di la vuelta. No dije nada, pero Theo me siguió hasta las escaleras.
—Reviso mi teléfono, pero no cuando se trata de tus llamados.
Theo entornó sus ojos en mi dirección.
—No solo yo he intentado comunicarme contigo, Argent. Incluso Scott te ha escrito —informó.
Dejé de subir las escaleras y lo miré con confusión.
—Dime que no le sucedió nada más a nadie —supliqué en voz baja.
Theo me tomó por los hombros volviendo su expresión seria y negó repetidas veces.
—Creemos que hemos encontrado otra quimera. —Ladeó la cabeza—. El problema es que Lydia y Stiles están en el hospital.
—Tenemos que ir ahora.
Theo volteó los ojos y luego se agachó hasta mi altura con una sonrisa forzada, aunque tampoco fue tanta la distancia recorrida.
—¿Por qué crees que había estado buscándote? -preguntó, y luego se enderezó mientras señalaba la puerta.
Theo pasó por mi lado y yo suspiré antes de seguirlo.
—Supongo que no puedo conducir —murmuré al cerrar la puerta detrás de mí.
—Si no fuera importante, haría que corrieras hasta el hospital.
Me detuve abruptamente al percatarme de algo.
—¡Espera! Me olvidé de algo.
𝓝𝒂𝒓𝒓𝒂𝒅𝒐𝒓:
Addison se bajó de la camioneta y caminó junto a Theo hasta que se encontraron con los demás en la entrada. Scott parecía aliviado de verla, pero Malia los observaba a ambos con recelo, no parecía contenta de que Theo estuviera allí.
—Ustedes busquen a Stiles y a Lydia —ordenó Scott entrando al hospital—. Yo iré a buscar a mi mamá —con eso dicho, giró en uno de los pasillos, perdiéndose de vista.
Addison se interpuso entre Theo y Malia, quienes mostraban dudas y no sabían por dónde comenzar.
—Malia, busca en la planta baja. —Señaló a la chica—. Theo, busca en los demás pisos. Yo iré a la azotea. Nunca se sabe.
Ellos asintieron ante su orden y salieron corriendo.
Addison se dirigió directamente al ascensor y, al llegar al límite, subió hasta la azotea. Al abrir la puerta, lo primero que vio la aterrorizó de inmediato: Stiles estaba siendo atacado sin piedad por una quimera. Se encontraba acurrucado en el suelo, tratando de defenderse de las garras del chico con sus brazos.
Addison sacó el arma que traía en su pantalón con una velocidad increíble. Cerró uno de sus ojos y con el otro apuntó al objetivo. Le disparó en una de las manos, deteniendo su ataque. La quimera rugió al sentir la bala atravesar su mano y, mientras comenzaba a sanar, él se volvió hacia ella, furioso.
—¡Ven! —retó ella de inmediato. Por fuera, parecía tener alto control en la situación, pero, por dentro, no estaba segura de lo que era capaz aquel chico.
Sus colmillos y el color de sus ojos eran inusuales, por lo que Addison supo de inmediato que él era la quimera que buscaban, aunque no pudo determinar su naturaleza exacta. Pensó que probablemente su padre podía saberlo, pero no estaba del todo segura. Después de todo, ella había leído los mismos libros que su padre; nunca habría dejado pasar por alto algo como eso.
El chico se enderezó, dejándole el camino libre a Stiles para escapar. Addison volvió a apuntarle con el arma, y cuando se acercó a ella, amenazadoramente, disparó de nuevo, esta vez en el hombro, debilitándolo aún más.
El chico lucía bastante molesto y se lanzó hacia ella cuando la ira fue insoportable. Stiles soltó un grito y tomó el arma que se había caído de las manos de Addison. Ella golpeó repetidamente el rostro de la quimera con su codo, haciéndolo sangrar. Luego, sin mostrar un mínimo de miedo, metió su brazo entre los dientes de Josh y lo empujó hacia atrás lo suficiente como para poder patearlo. A pesar de llevar una chaqueta de cuero, los dientes de Josh lograron lastimarla; afortunadamente, fue una herida superficial que pudo soportar.
—¡Dispara! —le gritó Addison al ver que Stiles sostenía el arma sin reaccionar.
Él se quedó inmóvil, sosteniendo el arma con ambas manos temblorosas. No podía, no quería hacerlo. La noche anterior había matado a Donovan, y solo recordarlo le hizo soltar el arma. Addison vio cómo el arma caía al suelo, y en ese momento, sintió un golpe en su rostro. Escupió sangre sin poder evitarlo. Josh la golpeó dos veces en el mismo lugar antes de tirarla cerca de Stiles, quien se acercó a ella y la sacudió por los hombros con la esperanza de que no hubiera cerrado sus ojos.
Antes de que el chico pudiera acercarse para acabar con ambos, alguien ajeno interrumpió, sujetando las garras de la quimera. Theo apareció y rugió antes de empujarlo lejos de Stiles y Addison.
Theo se apresuró a acercarse a Addison y la tomó de los brazos, ayudándola a sentarse. Ella obedeció y clavó su mirada en él, sintiendo cómo el dolor seguía palpitando en su mejilla.
Al ver el estado en que se encontraba Addison, Theo se enderezó y observó a la quimera levantarse, mientras sus ojos se tornaban de un dorado intenso. Addison notó cómo la mandíbula de Theo se tensaba, y Stiles también se dio cuenta del cambio en él.
Theo apretó sus puños y dio enormes zancadas hacia donde estaba el chico, quién al verlo acercarse, también corrió para atacarlo. Se agarraron con fuerza, forcejeando, hasta que Theo logró tomar el brazo de Josh y lo giró en el aire, haciéndolo caer una vez más. Lo sujetó por los hombros y le dijo algo que Addison ni siquiera alcanzó a escuchar.
Stiles intentó cubrirla y sacarla del lugar, pero Addison se negó y sacó uno de los cuchillos que llevaba en el pantalón.
Volvió su atención hacia ellos y vio como la quimera, con los pies en el pecho de Theo, lo empujó lejos y comenzaron a golpearse. Josh giró y le puso el pie a Theo, quien cayó de pecho y luego recibió un pisotón en la mano
Aprovechando que Theo estaba en el suelo, Addison corrió hacia la quimera, llevándolo hasta la pared detrás de ellos. Lo empujó contra esta y acercó la mano con el cuchillo a su garganta, presionando con fuerza hasta que brotó un poco de sangre.
—¡Addison! —gritó Stiles, acercándose a ella. Justo cuando Addison estuvo a punto de rajar la garganta del chico con su cuchillo, Stiles tironeó de ella y la alejó.
Theo se puso de pie de golpe y se apresuró a clavar sus enormes garras en la garganta de la quimera. Se la arrancó en solo segundos.
[...]
Absorta en sus pensamientos, Addison soltó un suspiro sin quitar la vista de sus delgadas manos. Theo pensaba que ella se había quedado junto a él para vigilarlo y seguir con su desconfianza, pero la triste realidad era que Addison tenía miedo de volver a su casa y encontrarse sola una vez más. Las batallas en su mente habían estado a punto de colapsar y no podía dejarse vencer una vez más. Era momento de que superara aquella tristeza que la hundía a un abismo oscuro.
Pudo haber salido una vez; sin embargo, no estaba segura de poder hacerlo otra vez más.
Sin ser consciente de ello, Addison se llevó una de sus dedos a los labios y comenzó a morder su uña; un hábito que había adquirido desde que se había convertido en cazadora.
Theo notó cuando la estaba observando de reojo. Sus brazos estaban apoyados en el mostrador de la sala de espera de la veterinaria y sus manos estaban cubriéndose como puños mientras que una de sus piernas estaba más estirada que la otra. Addison se acomodó en el asiento que se encontraba frente a la vista de Theo y quitó su mano del rostro.
—¿Qué pasó contigo en el hospital? —preguntó Theo, sintiendo como la curiosidad le ganaba—. Jamás he visto que actuaras de esa forma.
—Es porque jamás me has visto de otra forma que no sea llorando por los rincones —habló Addison, recordando que él sabía más de lo que a ella le gustaría.
—Además de lágrimitas en tus ojos nunca te vi llorar.
Addison volteó para verlo tan seria como podía dado el momento.
—Jamás lo harás. —Quitó la mirada de él sintiendo que sus ojos verdes comenzaban a atraparla.
Theo formó una sonrisa ladina y negó con la cabeza bajando su mirada hasta sus manos. Notó lo rojizas que se encontraban y se dio cuenta de que había estado restregándose la piel mientras hablaba con ella.
—¿Has matado a alguien? —preguntó repentinamente Addison robándose toda su atención de inmediato—. Además de este chico, claro.
—¿Me acusas de homicida? —Theo alzó ambas de sus cejas señalándose a sí mismo.
Addison se puso de pie y caminó hasta el mostrador para apoyarse de la misma forma que Theo. No le tembló ni un poco la mirada cuando clavó sus ojos en los de él, y con eso, Theo se dio cuenta que generarle miedo sería una tarea complicada, aunque era algo que él no quería lograr.
—Fuiste un lobo solitario, puedes convertirte en uno completamente, enfrentaste la luna llena sin ningún Alfa que pudiera guiarte y evitar que hicieras desastres —enumeró Addison—. Me resultaría extraño que no lo hayas hecho, Raeken.
—He matado animales —confesó Theo alzando sus hombros—, pero no a personas inocentes.
—¿Y las personas que no eran inocentes?
—Eran cazadores, Addison, como tú y toda tu familia. Te guste o no, hay cazadores que no han cambiado su código de caza —le informó Theo acercando su rostro un poco más a ella—. No los maté, pero sí les di su merecido.
—Es una pregunta sencilla, Raeken —insistió Addison.
—No, Argent. No he matado a nadie.
Theo bajó la cabeza unos segundos y luego la levantó mientras abría sus ojos. Su mirada brilló de un dorado que se reflejó enseguida en los ojos verdes de Addison. Una parte de ella se sintió aliviada.
—¿Te parece que son azules? —preguntó Theo, volviendo sus ojos de su color natural.
—No —contestó Addison.
Theo mordió su labio inferior sin quitar la mirada de ella.
—No me mires así por preguntarte al respecto. Si tú fueras yo, habrías hecho lo mismo —se excusó Addison.
—¿Por qué desconfías tanto de mí? —inquirió Theo demostrando un poco de su enfado en el tono de su voz.
—No puedes llegar de la nada y pretender que confiemos en ti.
—En eso tienes razón, pero al menos podrías intentarlo. He sido bueno contigo.
—Muchos han sido buenos conmigo y nos han traicionado.
—No puedes desconfiar de todo el mundo porque alguien los traicionó. —Se enderezó quitando su brazos del mostrador.
Addison también se enderezó.
—Si que puedo, porque solo se necesita una vez para romper la confianza, y cuando eso pasa no hay vuelta atrás.
Theo se quedó en silencio y luego de unos segundos soltó un suspiro.
—De verdad eres una chica difícil, Argent.
—No soy difícil, tengo sentido común —dio por concluido Addison.
Se dio la vuelta y caminó hasta la silla en donde había dejado el teléfono. Al revisar las notificaciones se dio cuenta de quién le había escrito.
Stiles: ¿Cómo vas con Theo?
Levantó la mirada y lo observó susurrar algo para si mismo mientras rodeaba el mostrador.
Addison: Raro, pero nada que indique que piensa matarme.
Stiles: Ten cuidado, Addi.
Antes de que Addison lograra contestar el mensaje de Stiles, Theo le quitó el teléfono. Ella levantó la mirada furiosa y amagó con la intención de sacarle el teléfono de sus manos, pero Theo ya había comenzado a leer los mensajes.
Sin pensarlo dos veces, Addison se trepó por la espalda de Theo mientras él estiraba su brazo sin despegar los ojos de la pantalla y evitando que Addison tomará el teléfono. La situación divertía a Theo porque jamás creyó que Addison haría algo así, pero por el contrario, ella echaba furia por sus ojos.
—¡Dámelo! —demandó Addison a gritos mientras estiraba su brazo e intentaba golpear el rostro de Theo.
—Cuida mi cara, a mis padres les costó mucho crearme —soltó divertido hasta que leyó el mensaje de Addison y toda diversión fue borrada de su rostro casi al instante.
Addison al fin pudo tomar el teléfono de la mano de Theo y se bajó de su espalda. Ella notó el silencio repentino de Theo y volteó a verlo, encontrándose con una atípica mirada furiosa de su parte.
—Yo estoy enojada —le recordó ella, señalándose a si misma—. Me quitas el teléfono una vez más y cortarte la mano será el menor de tus problemas.
—¿En qué momento creíste que iba a matarte?
Addison se cruzó de brazos.
—¿Comienzo de atrás para adelante o de adelante para atrás? —preguntó con ironía. Luego volteó los ojos y guardó su teléfono en el bolsillo de su pantalón—. Creo que fui clara al escribir que no parecías tener intenciones de hacerlo. Ahora, deja de querer saberlo todo, hay algunas cosas que debes dejar pasar.
—¿También debo dejar pasar lo que pasó con nosotros la otra noche? —Theo caminó hacia ella hasta tenerla tan cerca que Addison tuvo que levantar un poco la mirada.
—No hay ningún «nosotros», Raeken, es tu palabra contra la mía, «aquella noche» no sucedió —la sequedad en la voz de Addison mostraba claramente su descontento con aquella mención.
Theo sonrió.
—¿Acaso se te olvidó?
—¿Qué cosa? —la voz de Addison comenzó a perder fuerza.
Theo se inclinó cerca de su oído y susurró:
—La forma en la que tocaba tu cuerpo.
—Por lo visto yo hago que toques tu propio cuerpo. —Alzó una ceja divertida.
Theo soltó una pequeña risa mientras negaba con la cabeza ante las palabras de Addison.
Parecía que ninguno de los dos lograba mantener un solo sentimiento estable hacia el otro.
Theo se dio cuenta de eso cuando notó que Addison no lo golpeó como lo habría hecho al principio. Sus palabras fueron para eso, para mostrarse a sí mismo de que algo en ella estaba cambiando, aunque sin ser capaz de notar que pasaba exactamente lo mismo con él.
[...]
Addison no aguantaba estar tanto tiempo dentro de la veterinaria sabiendo que había un cuerpo allí. Sus pensamientos la complicaban más cuando le recordaban que el chico que había asesinado a Josh estaba con ella sin quitarle los ojos de encima. Theo trataba de disimular ese pequeño comportamiento, pero Addison no era tonta, ella sabía cuándo la miraba y cuando no.
Tomó su chaqueta y salió de la veterinaria. Se sentó frente a la puerta mientras soltaba un suspiro entrecortado. No era capaz de admitirlo, pero, sin tener muy clara la razón, Theo le alteraba el corazón. Tal vez era el miedo o los nervios, de cualquier forma, sabía que la soledad no duraría demasiado.
Lo que la sorprendió fue que Theo tardara más de media hora en molestarla. Creyó que tal vez él se había dado cuenta del ánimo que traía y prefirió no empeorarlo. Addison sabía que no era nada fácil hablar con ella, antes de la muerte de su hermana, Addison ya era una persona reservada y sin ánimos de relacionarse con demasiadas personas; eso era parte de su ser y jamás cambiaría. Pero incluso con la mente nublada, sabía que a veces podía ser molesta y la gente se cansaría de intentarlo.
«Intentar, intentar, intentar...» pensó ella, mordiendo una de sus uñas con molestia. Si ella se cansó de intentarlo consigo misma, ¿por qué otras personas se quedarían más tiempo?
Escuchó el ruido de la puerta abriéndose, pero no se giró, solo esperó que apareciera el rostro de Theo una vez más enfrente de ella con aquella sonrisa que Addison consideraba encantadora, falsa y molesta, todo al mismo tiempo.
Theo la observó por unos segundos con detenimiento hasta que decidió pasar junto a ella e ir directo hasta su camioneta. Miró confundida como él se subía a la camioneta y se quedaba unos segundos ahí adentro. Addison no lo distinguió por la oscuridad que había en el lugar, pero Theo buscaba algo en la guantera con tranquilidad.
Por un momento, Addison creyó que él se había aburrido por completo de ella y la dejaría allí sola. Pero cuando lo vio bajarse de nuevo, su corazón volvió a latir con tranquilidad mientras lo veía acercarse.
Theo se detuvo frente a ella, y antes de que Addison lograra decir una sola palabra, este sacó la mano de su chaqueta y le extendió una pequeña caja de banditas. Ella lo miró confundida por unos segundos, tomó aire y se enderezó para tomar la caja pequeña entre sus manos, dándose cuenta con esa acción que alrededor de sus uñas tenía lastimado. Volvió a clavar sus ojos en los de Theo y no fue capaz de comprender como él si se había percatado de eso y ella no. En ese momento, fue consciente del ardor en sus dedos.
—Gracias —murmuró Addison sin quitarle los ojos de encima.
Theo sonrió dándose cuenta de la sinceridad en su voz. Sacó su otra mano del bolsillo de su chaqueta y se sentó junto a ella para asegurarse de que se colocara las banditas. Juntó ambas de sus manos y observó los movimientos de ella sintiendo como los recuerdos lo absorbían.
—Luego de la muerte de Tara, mi hermana, también comencé a tener ansiedad y ataques de pánico. —Él soltó una pequeña risa sintiendo la mirada de Addison—. Sé que no parece que yo haya pasado por eso, pero te lo digo solo para que sepas que no es algo que dura una vida entera. Cuando menos te des cuenta, vas a despertar un día y te darás cuenta de que algo cambió. No lo sabrás hasta que hayan pasado días e incluso meses, pero termina.
Addison terminó de colocarse dos de las banditas y tragó con dificultad. Soltó una risa, tan pequeña y aguda que Theo notó el dolor en ella.
—Creo que no tenemos la misma idea de lo que es que termine. Que todo termine —susurró.
—Dame una razón lógica por la que quieras matarte —pidió Theo girando su cabeza hacia ella—. Hazlo y yo haré el trabajo sucio.
Addison se sorprendió por lo directo que había sido Theo, hasta que se dio cuenta de que esa era su verdadera forma de expresarse sin demostrar ninguna emoción. Ella solo se encogió de hombros.
—No lo sé, supongo que tengo la estúpida creencia de que si yo muero los problemas se terminan —admitió ella, negando con la cabeza y separando el adhesivo de la bandita—. Ya sabes, cerrar los ojos y que el mundo se acabe.
—¿Quién va a estar para tu padre cuando mueras? Supongo que no quieres que sufra, así que dime tu plan. O dime qué pasará con Scott y Lydia, ya perdieron a una amiga antes, ¿Qué piensas hacer cuando ya no estés? ¿Aparecerte cómo un fantasma y consolarlos?
—No entiendo...
Theo dejó de apretar sus manos y se giró hacia ella. La miró con tanta seriedad que Addison supo que no la estaba molestando, sus palabras eran tan sinceras como el brillo de sus ojos.
—¿Quieres matarte? Hazlo, pero no serás a la única que le quitarás la vida.
Addison terminó de colocarse las banditas y miró a Theo nuevamente.
—¿Cómo lograste olvidar la muerte de tu hermana? —preguntó ella luego de un largo silencio.
Theo negó enseguida con la cabeza.
—No lo hice, solo lo superé. De alguna forma logré entender que ella no volvería y que su muerte era... inevitable —murmuró la última palabra.
—Inevitable... —susurró Addison recordando la muerte de su hermana.
Él observó de reojo como Addison se mordía el labio inferior mientras veía como tragaba con dificultad. Theo entendió que era su forma de reprimir el sufrimiento.
Temiendo que Addison se molestara, Theo decidió darle paso al poco afecto que guardaba dentro de él y deslizó su mano hasta la de ella encima de su pierna. Sintió la textura de las banditas en sus dedos mientras entrelazaba sus manos. Addison se quedó helada al sentir otra vez el tacto frío de Theo. Bajó la mirada hasta sus manos, y aunque su mente exigía que se alejara de él de inmediato, su cuerpo no se movió ni un centímetro.
—Argent... —pronunció Theo, logrando que Addison reaccionara luego de unos segundos de estar absorta en sus pensamientos—. Sé que mi opinión es lo último que deseas escuchar ahora, pero pregúntate a ti misma: ¿qué es lo que te diría Allison si te vieras acabar con tu vida por ella?
Addison soltó una pequeña risa al escuchar una voz en su cabeza idéntica a la de su hermana.
—Estoy segura de que no me diría nada, sabía que no me gustaba que me dijera algo cuando me equivocaba, ella... —Volteó a ver a Theo—. Ella esperaría a que me golpee con una pared hasta que lo entienda.
Theo sonrió de lado y acarició, sin darse cuenta, la mano de ella.
—Tal vez yo soy la pared.
Addison notó como Theo la miraba de una forma totalmente diferente a la que lo hacía con normalidad. Se dio cuenta del segundo en el que él bajó la mirada una vez más a sus labios y luego la miró a los ojos de nuevo.
—No eres mi persona favorita —dijo Addison sacándole una pequeña sonrisa a Theo—, pero gracias por decirme todo esto. Aunque fue por lástima.
—Lástima y miedo nunca te tuve —soltó en broma.
—Déjame poner en duda lo último.
Y esa fue la primera vez que Addison observó una sonrisa plena de Theo, mostrando sus dientes perfectos acompañados con el brillo de sus ojos. Y también fue la primera vez en que Addison se cuestionó si Theo le atraía más allá de una forma física.
Sintió como la mano de él se calentaba encima de la suya.
Él silencio fue largo, pero nada incómodo para los dos. Addison levantó su mirada hacia él con una diminuta sonrisa y Theo no pudo contenerse más. Se inclinó hacia ella rápidamente para poder besarla.
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