━Capítulo Ocho
❝𝐇𝐀𝐘 𝐃𝐄 𝐓𝐎𝐃𝐀𝐒 𝐋𝐀𝐒 𝐀𝐋𝐌𝐀𝐒 𝐃𝐄𝐏𝐑𝐀𝐕𝐀𝐃𝐀𝐒❞
╔════ 𓏲✮⊰ •˙❅✾❅ ᭕𖤐⊱ ════╗
〘 ✰.༄☼︎ 𝐂𝐚𝐩𝐢𝐭𝐮𝐥𝐨 𝟎𝟖☼︎༄.✰ 〙
–— hades —–
╚═══════════════════╝
LA MÚSICA ESTABA A REVENTAR EL SALÓN Y LAS LUCES REVOLOTEANDO POR TODOS LADOS empezaban a hacer que Diane se mareara más de lo que ya estaba. Una canción sonaba, pero Diane solo se concentraba en sus movimientos y en divertirse al máximo.
Estar en aquel estado de inconciencia temporal la hacía sacar una faceta que ni ella misma sabía que tenía. De pronto se volvió una persona más extrovertida, poco racional y algo atrevida.
Tanto que estaba bailando con un
chico y por los movimientos que hacía no se veía como un baile normal.
Justo en ese momento Percy llegó y al ver a su Diane bailandole a un chico cualquiera casi corrió hasta ahí tan solo para tomarla del brazo apartandola de él mientras le echaba una mirada llena de odio al desconocido.
—Eso fue grosero y tosco —comentó Diane señalandolo con molestia, antes de encararlo —. Disculpate Perceus...
Percy solamente ignoró sus protestas y la arrastró consigo lejos de la pista de baile para que la música no los aturdiera más de lo que lo hacía.
—Relajate un poco Perceus —musitó Diane con diversión tomando su rostro entre sus manos antes de tomar una flor de Lotto —. ¿Por qué no comes una? Son deliciosas.
—Suelta esa porquería, Diane —exclamó Percy furioso dandole un manotazo al pastelillo —. No vuelvas a comer eso.
—¡Ey, mi pastelito!
—Nada de pastelitos para ti, tenemos que irnos —soltó de repente tomandola de la mano para luego comenzar a caminar lejos del lugar.
—¿Por qué? Nos estamos divirtiendo mucho.
—No, estás muy mal —exclamó antes
de acercarse a dónde estaban dos otros dos compañeros —. ¡Grover, despierta! ¡Tenemos que irnos!
Sin embargo, Grover ni siquiera le prestaba atención parecía embelesado con el montón de chicas a su alrededor.
—Percy, que inoportuno eres —respondió Grover echandole una mala mirada mientras se incorporaba de la silla —. Todos iremos a la capilla, nos vamos a casar.
—Aw, que romántico —musitó Diane juntando sus manos con emoción.
—¿¡Alguien dijo boda!? —exclamó Annabeth con ternura apareciendo de la nada con un pastelito a medio comer.
—Ey, suelta eso —comentó Percy antes de tomar su pastelito y tirarlo lejos.
—¿A quién le propuse matrimonio? —preguntó el sátiro frunciendo el ceño y todas las chicas alzaron sus manos.
Antes de que pudiera decir algo más el pelinegro tomó un vaso lleno de agua y se lo tiró a su amigo justo en la cara.
—¡Ya despierta!
—¿Qué te pasa? —exijió saber Grover poniendose de pie para después poner su mano sobre su hombro —. No seas aguafiestas.
—Percy, ¿por qué de pronto actuas tan raro? —preguntó Diane frunciendo su ceño enojada, obteniendo su atención
—. Nos estás arruinando la diversión.
—Los tres tienen que despertar, ahora —exclamó enojado obligandolos a que le prestaran atención —. Están en un trance, ¿okey? ¡Estámos atrapados! Escuchénme, al comer las flores no te quieres ir jamás. ¡Nos quedaremos para siempre!
Lo último pareció devolverle algo de razón a Diane y poco después Percy y sus compañeros notaron las miradas de un hombre sobre ellos. Las cosas se les iban a poner complicadas para salir.
—Ay no. Hay que correr —informó Percy tomando sus cosas y agarrando a la pelirroja de la mano —. Hay que buscar la perla.
Entonces siguiendo las ordenes del pelinegro los chicos se pusieron en marcha metiendose entre la pista con las personas a su alrededor impidiendo que avanzarán rápido. Varios de seguridad incluso detuvieron a Grover, pero él supó como defenderse con sus muletas.
Otros guardias más támbien quisieron detener su escape y no les quedó de otra que buscar la manera de defenderse.
Diane sintió que alguien querría arrastrarla consigo, pero en voz baja invocó su arco mágico y le dió con una flecha a los tres hombres que la tenían acorralada. Afortunadamente ninguna de ese flechas estaba envenenada y solo los dejó inconcientes.
—¡Fuera de mi camino James Dean, vámonos!
Percy apesar de todos los impedimentos consiguió la última perla y ahora solo tenían una misión: escapar.
—¡Al auto, al auto!
Los cuatro corrieron despavoridos a el automóvil que estaba de excibición en la recepción del casino como premio. Con rápidez subieron y Grover buscó la llaves del vehículo con desesperación, pues varios hombres de seguridad se estaban acercando a ellos.
—¡Grover sacános de aquí! —pidió Diane asustada al ver como los guardias se acercaba al automóvil.
Finalmente el vehículo arrancó y
con habilidad Grover pisó el acelerador de tal manera que el automóvil salió disparado a la puerta de la recepción rompiendo los cristales y saliendo támbien del estacionamiento.
Los pitidos de los autos no se hicieron esperar en cuanto se adentraron a la carretera en medio de la noche. Además de que Grover conducía como un loco así que no le sorprendió a la pelirroja.
—¡Así es como se sale de un casino! —exclamó Grover con euforia apesar de los semblantes pálidos de sus amigos —. ¡Así es como se conduce!
—Claro, ahora lo comprendo todo.
—¿Qué?
—Era la guarida de los Lotofados —comenzó a decir Annabeth mirando a sus compañeros —. Atraen a las personas a su guarida desdd tiempos remotos.
—Miren eso —exclamó Diane acercandose al respaldo del asiento de Percy mientras señalaba un anuncio —. Mañana es veintiuno de Junio.
—No, no puede ser. Hoy es quince.
—No, mañana ya es veintiuno —corrijió la rubia con seriedad —. Estuvimos ahí cinco días.
—Parecieron horas...
—Mañana es el solsticio —informó
Percy asustado y nervioso mirando a sus compañeros —. El límite es mañana a medianoche.
—Sí, tenemos que movernos —
comentó Grover bastante serio sin apartar la mirada del camino —.
¿Dónde está Hades?
—A ver, todavía tenemos tiempo —empezó a decir el pelinegro mirando el mapa brillar indicando el lugar —. Está en Hollywood.
—Muy bien llegaremos en cuatro horas, tal vez tres.
Y después de decir eso pisó a fondo el acelerador metiendose entre los autos apesar de que claramente un cartel decía que manejaran con precausión.
——— ✮✧☾✧✮ ———
Transcurridas un par de horas viajando por una carretera desolada siendo su única compañía unas nubles oscuras, por fin llegaron a su destino: Hollywood.
" Y ahora las últimas noticias aquí
en la KZLI. Una nube de tormenta sin precedente cubre gran parte de Norteamérica. Las autoridades de varios estados ordenan evacuaciones debido a condiciones peligrosas."
Los chicos escucharon atentos las noticias en la radio, imaginando que lo peor estaba por suceder si no se daban prisa.
Finalmente el vehículo y los cuatro bajaron de este para después subir hasta el enorme y famoso letrero que por supuesto era distintivo de Hollywood.
—Cuidado dónde pisan —informó
Percy corriendo por un sendero cercano a las enormes antes de detenerse inesperadamente —. ¡Alto!
No tardaron en notar que en una de ellas había algo escrito de manera un tanto peculiar. Pronto tres de los amigos supieron descifrar el griego antiguo.
—Hay de todas las almas depravadas...
Grover miró confuso a su amigo luego de escucharlo recitar aquella frase y unos pocos segundos después un montón de tierra empezó a caerse formando un hueco. Justo como una puerta.
Sin mucho que decir Percy fue el primero en pasar seguido del sátiro y
las dos chicas, quienes no estaban tan contentas de hacer aquello.
Una vez atravesaron la puerta esta se cerró y con ella el acceso al mundo real.
—Bueno, ahora no hay vuelta átras —comentó Grover al percatarse de que su entrada desapareció.
—No. Estámos atrapados aquí.
Con cuidado de dónde pisar y yendo en silencio comenzaron a movilizarse. Era una tarea complicada puesto que aquel lugar estaba sumido en la oscuridad y la única iluminación era una craneos con velas incrustados en las paredes.
—Oye Percy —susurró Grover algo preocupado al ver a un hombre subido en un barco —. ¿Quién es el tipo de la capucha?
—No lo sé...
Efectivamente había un pequeño
bote frente a ellos en el que estaba un hombre con capucha negra y estático como si no pudiese moverse.
—Hay que averiguarlo —susurró Percy sacando su espada.
—Percy, espera —susurró Diane intentando frenarlo, pero él ya se había encaminado hacia el barquero.
Diane era fanática de la filosófia,
incluso mucho antes de saber que su madre era aquella diosa a la que tanta admiración le tenía. En las tardes para concentrarse mejor al hacer su tarea solía ir a museos de historia griega o cosas parecidas. Y ni hablar de todos los libros que tenía sobre la historia de Atenas y demás.
Así que sabía perfectamente que aquel hombre era nada más y nada menos que Caronte, el barquero del inframundo.
—¿Quiénes son?
—Queremos ver a Hades.
—Los vivos no pueden entrar aquí —informó Caronte con voz cavernosa mirandolod fijamente —. Mueran y luego vuelvan.
Después de decir eso volvió a tomar su pocisión inicial que era estaba estático.
—No queremos morir y volver —comentó Grover con molestia antes de acercarse a sus amigos y susurrar —. Ay, ¿saben qué? Creo que sé lo que quiere.
—¿Qué?
—Hay que pagarle al barquero.
Mirén esro —susurró finalmente como respuesta para después acercarse al encapuchado —. ¡Oye, amigo! ¿Qué onda?
Grover se quedó con la mano estirada esperando un saludo amistoso de manos que nunca llegó. Ciertamente aquel hombre no parecía nada amigable.
—Okey, creo que no... A ver, ¿te gusta
la gente muerta? —soltó el sátiro mientras sacaba un par de billetes de su cartera —. Aquí hay unos muertos que tal vez reconozcas. Aquí están Jackson Grant y mira quién vinó a la fuesta Benjamín Franklin. Eso te gusta, ¿no? Mira, llévanos en el bote, toma el dinero y consigue un decorador de interiores porque esto es deprimente. Aquí tienes.
De nada sirvió que le diera los billetes
al barquero, pues los redució a cenizas. El pobre Grover casi sufría un ataque al ver aquella atrocidad.
—Eran ciento setenta dólares.
Diane y Annabeth solo sonreían divertidas de su reacción. Era obvio que con dinero humano no lograrían nada.
—Espera, los dragmas —informó la pelirroja sacando las monedas doradas para después ofrecerselas a Caronte.
—Pueden subir...
—Gracias por decirme. Quemas dinero
y estámos en crisis —comentó Grover con irónia mirandolo de mala manera.
—Cállate, cierra la boca —pidió Percy obligando a subirse al bote.
——— ✮✧☾✧✮ ———
—Bienvenidos al inframundo.
Un rato navegando sin rumbo fijo el paisaje cambió por completo. Todo era mucho más oscuro y desolado, pero lleno de llamas avivadas y un calor definitivamente infernal.
—¿Qué es todo esto?
—El basurero de la miseria humana —respondió el baraquero con su voz profunda, remando —. Desechan sus sueños y esperanzas perdidas. Deseos que no se hicieron realidad.
De pronto cientos de objetos pasaron demasido cerca de ellos, entre ellos un reloj de bolsillo que Percy observó con atención antes de notar las voces de las almas en las profundidades del lugar.
—Vidas que terminan en sufrimiento y tragedia...
La piel de Diane se enchinó por alguna razón al escuchar aquellas palabras y que mirará hacia abajo fue mala idea.
Unos minutos después el barco se detuvó justo enfrente de la entrada al castillo flotante en medio de las llamas del dios del Inframundo, Hades.
—Hasta aquí llego yo.
Los chicos no tuvieron más opción que bajar del barco y apenas tocaron el suelo la puerta se abrió revelando el interior de la casa de Hades.
Un lugar repleto de fuego y más fuego.
De repente se escuchó un rugido
que hizó eco, cosa que llevó a los
chicos a sobresaltarse asustados.
—Oigan, ¿escuchan eso?
Pasó lo que no creían posible. Como
si la vida los tratará peor de lo que ya lo hacia. Un perro apareció de un lado haciendolos retroceder al otro lado.
—Es un rottweiler —fue todo lo que salió de la boca de Diane —. Cerbero...
Efectivamente era de aquella raza solo que a diferencia de un perro normal este media el doble de grande que un mamut y tenía tres enormes cabezas.
—Parece que la mascota de Hades a venido a recibirnos —comentó Grover entre nervioso y divertido.
—¿Por qué tiene que pasar esto justo ahora?
—Me temo que es porque nos encontramos más cerca de estar muertos —respondió Annebth intentando no perder la valentia.
De reoente y sin avisar la cabeza central del perro se alargó hacia los chicos. Solo olisqueó el aire y les gruñó.
—Huele a los vivos...
—Vaya aportación, Percy —soltó Diane escondida tras él logrando que la mirará mal por unos segundos —. ¿Lo dije o lo pensé? Perdón...
—No pasa nada, tenemos un plan —contestó Grover mirando a la rubia a su lado —. Lo tenemos, ¿verdad Annabeth?
—Eso, un plan.
Con temor se acercaron un poco al monstruo. La cabeza del medio fue la que les gruñó y luego ladró con tanta fuerza que hizó parpadear a Percy.
—¿Le entiendes? —preguntó Percy al sátiro confuso.
—Sí, lo entiendo...
—¿Qué dice?
—No creo que los humanos tengan una palabra que lo exprese exactamente.
—Diane tu madre es diosa de la caza, debes de tener algo de ella —comenzó
a decir el pelinegro, logrando hacerla fruncir el ceño —. Supongo que eres buena con los animales.
—Percy lo único que tengo de ella son decepciones, problemas y la habilidad de la arqueria —informó Diane viendo al chico e ignorando al enorme perro —. Además quizás funcionaría si no fuese un perro del tamaño de un mamut.
—Tal vez si lo intentarás...
Diane rodó los ojos intentando pensar en algo en lo que Annabeth hacia lo mismo. Cerró los ojos concentrandose y una flecha apareció al instante.
Sostuvó la flecha que posiblemente para Cerbero sería un mini juguete por el pequeño tamaño para él. Alzó la flecha e intentó canalizar pensamientos felices al perro aunque era difícil sabiendo que de un mordisco la podría matar.
—¡Ey, grandullón! —exclamó Diane
con una sonrisa forzada llamando su atención —. Seguro que no juegan mucho contigo...
Cerbero soltó un gruñido molesto que movió la cabellera de la pelirroja.
—Lindo perrito...
Más asustada que nada movió la flecha y su cabeza central siguió el movimiento mientras que las otras dos estaban sobre ella mirandola fijamente.
Diane no supó si era bueno o malo, pero tenía miedo.
—¡Agárralo! —exclamó la chica
antes de lanzar la flecha a algún lugar de entre la oscuridad del castillo.
El perro simplemente le lanzó una mirada furibunda, nada impresionado. Tenía unos ojos temibles y fríos.
Bravo Diane, ahora serás comida para perro. Genial. Pensó Diane.
Fue entonces que volvió a emitir otro gruñido. Sin embargo, esta vez era otro tipo de gruñido. Uno más profundo que parecía el doble de peligroso.
—Chicos, creo que... querran saber que dice nuestro amigo...
—¿Qué dice el perrito? —preguntó Percy pasando saliva asustado sin quitar la vista del enorme animal.
—Cerbero dice que tenemos diez segundos para rezar al dios de nuestra elección —comenzó a decirles pasando saliva támbien asustado logrando que ambos chicos lo miraran el doble de asustados —. Después de eso… bueno… el pobre tiene hambre.
—¡Esperen!
Annabeth llamó su atención y como un rayo empezó a rebuscar quien sabe que en su mochila.
—Cinco segundos —informó Grover sacando de su trance a sus dos amigos —. ¿Exactamente para dónde corremos?
Annabeth sacó una pelota de goma roja En ella ponía: «waterland, denver, co.» Antes de que alguien pudiera detenerla, levantó la pelota y se acercó al perro.
—¿Ves la pelotita? —exclamó la
rubia con una sonrisa, evitando parecer asustada —. ¿Quieres la pelotita, Cerbero? ¡Siéntate!
Cerbero parecía tan impresionado
como sus amigos, incluso inclinó de lado sus tres cabezas y se le dilataron las seis narinas.
—¡Siéntate!
El perro relamió los tres pares de labios, desplazó el peso a los cuartos traseros y se sentó sin mas.
—¡Perrito bueno! —exclamó Annabeth antes de arrojar la pelota lejos de ellos.
Él la cazó al vuelo con las fauces del medio. Apenas era lo bastante grande para mordisquearla siquiera, y las otras dos cabezas empezaron a lanzar mordiscos hacia el centro, intentando hacerse con el nuevo juguete.
—¡Suéltala!
Las cabezas de Cerbero dejaron de enredar y se quedaron mirándola. Tenía la pelota enganchada entre dos dientes. Emitió un lamento alto y horripilante antes de dejar caer la pelota toda llena de babas y mordisqueada a los pies de Annabeth.
—Excelente —musitó Annabeth tomando la pelota babeada anyes de girarse hacia sus amigos —. Con mucho cuidado empiezen a moverse a la sala. Sean silenciosos.
—Pero Annabeth...
—En un momento los alcanzare.
Los tres chicos avanzaron poco a poco con cautela intentando no llamar la atención del perro, pero se giró y les empezó a gruñir.
En ese momento Diane odio que Perséfone no estuviese para ayudarles, puesto que por las estaciones ahora estaba con su madre Deméter por el solsticio de verano.
—¡Quieto! —ordenó Annabeth al monstruo con tono mandón —. ¡Si quieres la pelotita, quieto!
Cerbero gaño entristecido por el regaño, pero permaneció inmóvil.
Los chicos comenzaron a alejarse un poco girando a otro pasillo no tan alejado de la entrada principal mientras que Annabeth seguía con Cerbero.
—¡Perrito bueno!
Agarró la pelota roja machacada y probablemente llegó a la conclusión de que si que si recompensaba a Cerbero, no le quedaría nada para otro juego.
Aún así la lanzó y la boca izquierda del monstruo la atrapó al vuelo, pero fue atacada al instante por la del medio mientras la derecha gañía en señal de protesta.
Con Cerbero distraido, la rubia con cautela logró llegar al otro pasillo del lugar junto a sus compañeros sana y salva.
—¿Cómo has hecho eso? —preguntó Percy completamente alucinado.
—Escuela de adiestramiento para
perros —respondió Annabeth casi sin aliento y la pelirroja la miró asombrada me —. Cuando era pequeña, en casa de mi padre teníamos un doberman…
—Eso ahora no importa —
interrumpió Grover, obligandolos a seguir avanzando —. ¡Vamos!
Se disponía a seguir avanzando cuando por el pasillo reducido se asomó Cerbero aullando lastimeramente.
Annabeth se detuvó y se volvió para mirar al perro, que se había girado hacia el grupo. Cerbero jadeaba expectante, con la pelota roja hecha pedazos en un charco de baba a sus pies.
—Buen perrito...
Las cabezas del monstruo se ladearon, como preocupado por ella.
—Pronto te traeré otra pelota —prometió Annabeth preocupada por el perro —. ¿Te gustaría?
El monstruo aulló. No necesitaban entender el idioma de los animales para saber que se quedaría esperando la pelota.
—Perro bueno. Vendré a verte pronto. Te... te lo prometo —informó la rubia volviendo su atención a sus compañeros —. Andando.
—Bueno, Percy —murmuró Grover mientras caminaban —. ¿Qué hemos aprendido hoy?
—¿Qué los perros de tres cabezas prefieren las pelotas rojas de goma a los palos?
—No —contestó Grover con diversión
—. Hemos aprendido que tus planes son una verdadera porqueria, amigo.
—Gracias, supongo...
Mientras caminaban silenciosos por el pasillo llegaron a la sala Annabeth se quitaba una lágrima rebelde al oír los aullidos del perro, pues extrañaba a su nueva amiga.
No les quedó de otra más que entrar
a la enorme sala dónde encontraron un montón de objetos viejos, velas y un trono de huesos humanos soldados.
A un lado de aquel tenebroso trono estaba uno más pequeño que tenía forma de flor negra ribeteada en oro que permanecía vació por lo visto.
Conversar con Hades sin que estuviese su esposa para calmarlo sería difícil.
Detrás del trono de huesos estaba sentado Hades, quien parecía mirar la avivada chimenea frente a él. Por lo visto no se había percatado de su llegada...
—Eres valiente para venir aquí,
hijo de Poseidón —articuló con voz cavernosa incoporandose de su trono para encararlos —. Después de lo que me has hecho, muy valiente, a decir verdad. O puede que seas sólo muy insensato.
Ni Percy ni Diane habían visto en su vida a aquel dios por lo tantos sus caras decían mucho.
El dios media por lo menos dos metros de altura e iba vestido con una túnica
de seda negra y una corona trenzada de oro. Tenía la piel de un blanco albino,
el pelo por los hombros de color negro azabache y sus ojos desprendían un carisma malvado e hipnotizante.
Al igual que con Ares con Hades se
sintió una vibra extraña que te incitaba de algún modo a querer adorarlo.
Apesar del miedo que sentía, el pelinegro avanzo hacia Hades con firmeza y decisión.
—Señor y tío, vengo a hacerle dos peticiones.
—¿Sólo dos peticiones? —preguntó Hades con mofa, alzando una de sus cejas —. Niño arrogante. Como si no
te hubieras llevado suficiente. Habla, entonces. Me divierte no matarte aún.
Tragué saliva. Aquello iba tan mal como me había temido.
Annabeth se aclaró la garganta y me hincó un dedo en la espalda.
—Señor Hades —empezó a decir el
chico tragando saliva en el proceso —. Verá, señor, no puede haber una guerra entre los dioses. Sería un desastre.
—Un desastre total —añadió Grover con una sonrisa finguida ante la mirada del dios.
—Devuelvame el rayo maestro de Zeus —pidió Percy con una sonrisa amable tratando de no perder la valentia —. Por favor, señor. Déjeme llevarlo al Olimpo.
—¿¡Osas venirme con esas pretensiones, después de lo que has hecho!?
—No para de decir "después de lo que has hecho" —comentó Percy mirando a sus amigos confusos como él —. ¿Qué he hecho exactamente?
El salón del trono se sacudió con un temblor tan fuerte que probablemente lo notaron en Los Angeles. Cayeron escombros del techo de la caverna.
—¿Crees que quiero la guerra, diosecillo?
—Es el Señor de los Muertos —
musitó Percy con cautela intentando sonar tranquilo —. Una guerra expandiría su reino, ¿no?
—¡La típica frasecita de mis hermanos! ¿Crees que necesito más súbditos? —exclamó el dios perdiendo la paciencia, haciéndolos sobresaltarse —. ¿Es que no has visto la extensión de los Campos de Asfódelos? ¿Tienes idea de cuánto ha crecido mi reino sólo en este último siglo? ¿Cuántas subdivisiones he tenido que abrir?
Justo cuando Percy estaba por
responder con algún comentario que
no aportaría mucho, Hades ya había comenzando a hablar de nueva cuenta sacando todo lo que tenía reprimido.
—Más demonios de seguridad. Problemas de tráfico en el pabellón
del juicio. Jornada doble para todo el personal —continuó lamentandose pellizcando el puente de su nariz con cansancio —. Antes era un dios rico, Percy Jackson. Controlo todos los metales preciosos bajo tierra y los gastos...
Annabeth, Grover y Diane solo lo veían unos metros atrás moverse de un lado a otro con desesperación.
Imaginaban todo menos que el dios de los Muertos actuará así de frustrado por todo el trabajo que le daban solo por ser el dios del Inframundo.
—Problemas en todas partes, y tengo que ocuparme de todos personalmente. ¡Sólo el tiempo que tardo en llegar desde palacio hasta las puertas me vuelve loco! Y los muertos no paran de llegar. Y no, ¡no necesito ayuda para conseguir súbditos! Yo no he pedido esta guerra.
—Pero se llevó el rayo maestro de Zeus.
—¡Mentiras! —exclamó furioso, provocando otro temblor más que
los sacudió —. Tu padre puede que engañe a Zeus, pero yo no soy tan
tonto. Veo su plan.
—¿Su plan?
—Tú robaste el rayo durante el solsticio de invierno.
El rostro de Percy se enserió, pero a la vez pasó a indignación.
—Tu padre pensó que podría mantenerte en secreto. Te condujo hasta la sala del trono en el Olimpo y te llevaste el rayo maestro y mi casco. De no haber enviado a mi furia a la academia Yancy, Poseidón habría logrado ocultar su plan para empezar una guerra. Pero ahora te has visto obligado a salir a la luz. ¡Tú confesarás ser el ladrón del rayo, y yo recuperaré mi yelmo!
—Señor Hades —llamó Annabeth mirandolo totalmente desconcertada —.
¿Su yelmo de oscuridad también ha desaparecido?
—No te hagas la inocente, niña —exclamó Hades señalandola a ella, a Grover y a Diane con furia —. Tú, el sátiro y esa pelirroja han estado ayudando a este héroe, vinieron para amenazarme en nombre de Poseidón, sin duda han venido a traerme un ultimátum. ¿Cree Poseidón que puede chantajearme para que lo apoye?
—¡No! ¡Poseidón no ha… no ha…!
—No he dicho nada de la desaparición del yelmo porque no albergaba ilusiones de que nadie en el Olimpo me ofreciera la menor justicia ni la menor ayuda —explicó el dios aún molesto —. No puedo permitir que se sepa que mi arma más poderosa y temida desapareció. Así que te busqué, y cuando quedó claro que venías a mí para amenazarme, no te detuve.
—¿No nos detuvistes? Pero…
—Devuélveme mi casco ahora, o
abriré la tierra y devolveré los muertos al mundo —amenazó Hades molesto mirando al pelinegro —. Convertiré sus tierras en una pesadilla. Y tú, Percy Jackson, tu esqueleto conducirá mi ejército fuera de aquí.
Los soldados esqueléticos dieron un paso al frente y prepararon sus armas.
En ese momento supongo que debería haber estado aterrorizado. Lo raro fue que me ofendió. Nada me enoja más que me acusen de algo que no he hecho. Tengo mucha experiencia en eso.
—Es igual de complicado que Zeus —soltó Percy comenzando a molestarse de tanta incriminación —. ¿Cree que le he robado? ¿Por eso envió a las Furias?
—Por supuesto.
—¿Y todas las trabas anteriores?
Hades torció el gesto.
—Yo no quería que tuvieras una muerte rápida: quería que te trajeran vivo para que sufrieras las torturas de los Campos de Castigo —informó con tranquilidad moviendose de aquí para allá —. ¿Por qué crees que te he permitido entrar en mi reino con tanta facilidad?
—¿Tanta facilidad?
—¡Devuélveme mi yelmo!
—Yo no lo tengo. He venido por el rayo maestro.
—¡Pero si ya lo tienes! —gritó Hades perdiendo la paciencia que no tenía —. ¡Has venido aquí con él pensando que podrías amenazarme, insensato!
—¡No lo tengo!
—Revisa bien tu arma, niño.
Diane armando posibles teorías en su cabeza le quitó a Percy el escudo y notó que el rayo de Zeus estaba escondido en la parte de la agarradera.
—¿Cómo llegó eso ahí?
—Todos los héroes son iguales. Su orgullo los vuelve necios —empezó a decir con furia, mirando a los tres semidioses frente a él —. Mira que creer que podías traer semejante arma ante mí. No he pedido el rayo maestro, pero, dado que está aquí, me lo entregarás. Estoy seguro de que se convertirá en una excelente herramienta de negociación. Y ahora… mi yelmo. ¿Dónde está?
—Señor Hades, espere —suplicó Diane dando un paso al frente, teniendo su atención —. Todo esto es un error.
—No se trata de ningún error, hija de Artemisa —respondió el dios volviendo su atención al pelinegro —. Sé por qué has venido; conozco el motivo por el que has traído el rayo. Viniste a cambiarlo por ella.
Hades tomó una bola extraña que tenía en su mesa junto al trono y la dejó caer al piso. De ella salió arena de la que empezó a materializarse Sally.
Percy dejó a un lado todo incluso la presencia del dios y se acercó a su madre para envolverla en un abrazo, sintiendo que una parte de él volvía.
Diane no se movió de su sitio, pero sonrió alegre de que Sally estuviese a salvo.
—Yo me la llevé. Sabía, Percy Jackson, que al final vendrías a negociar conmigo —explicó Hades con una sonrisa llena de satisfacción, interrumpiendo su abrazo —. Devuélveme mi casco y puede que la deje marchar.
—Escucheme usted señor Hades,
Percy no tiene su maldito yelmo —comenzó a decirle Diane, sorprendiendo a sus amigos por el tono —. Y ese rayo estaba en un escudo que ni siquera es de él si no de Luke, el hijo de Hérmes.
—Interesante aportación, pero creo que ya no los quiero más aquí...
Diane miró confundida a sus amigos y justo unos segundos después las rejas de la chimenea se destruyeron. De estás un sinfín de manos incendidadas quisieron atraparlos.
—¡Tienes el rayo y sabes que yo no tome nada, dejanos ir! —pidió Percy alarmado al ver esas almas querer salir de ahí.
En ese momento Diane desesperada por buscar la manera de escapar sacó las perlas de la mochila.
—Ah, las perlas —comentó el dios de los muertos con diversión percatandose de estas —. Creí que nadie las encontraría.
El grupo miró al dios, quien solo parecía divertido y entretenido con toda esta situación.
—Sólo son cuatro —informó Hades haciendo un gesto divertido mirando las perlas en la mano de la pelirroja —. ¿Te das cuenta que cada perla protege a una persona? Intenta llevarte a tu madre y dime cuál de tus amigos tendrá que pasar la eternidad conmigo. Eligelo o dame el rayo y acepta mis condiciones.
—Nos han engañado, nos tendió una trampa...
—¡Decídete, chico!
—Percy, no puedes darle el rayo —informó Grover poniendo una mano en su hombro de manera reconfortante.
—Eso ya lo sé.
—Déjame aquí. Usa la cuarta perla para tu madre.
—¡No!
—Soy un sátiro. No tenemos almas
como los humanos —repusó Grover, intentando convencerlos sin mucho éxito—. Puede torturarme hasta que muera, pero no me tendrá para siempre. Rencarnaré en una flor o algo similar.
—No. Vayan ustedes tres. Grover, tú debes proteger a Percy —pidió Diane invocando su arco mágico —. Annabeth les será ecencial para seguir. Además tienes que obtener la licencia para ir a buscar a Pan, Grover. Saquen a Sally de aquí. Yo los cubriré.
—Estás mal de la cabeza si crees que te dejaré quedarte aquí —rebatió Percy mirandola como si hubiese enloquecido.
—Ni hablar —respondió Grover interrumpiendolos —. Yo me quedare porque soy el protector.
—Grover, por favor...
—Ya no digas nada solo vayanse —informó el sátiro con la mirada triste
—. Es mi deber, es mi trabajo.
—Volveremos por ti.
—Les aseguro que estará en buenas manos —comentó Hades con diversión tomando una copa de vino de su mesa —. Dense prisa, diosecillos.
—Muy bien, ahora apresurense —pidió Grover haciendoles gestos alarmado
—. Todos tienen que pisar una perla y concentrense a dónde quieren ir.
Rápidamente los tres pisaron las perlas y un humo verde empezó a envolverlos. Antes de desaparecer por completo, Percy se dirigió a Hades.
—Encontraré su yelmo y se lo devolveré, señor Hades —informó con tranquilidad apesar de la mirada asesina del dios —. Y no pasa nada si juegará con Cerbero de vez en cuando. Adora las pelotas de goma rojas.
—Percy Jackson, no vas a…
Antes de que el dios pudiese hacer
algo para impedir su escape ellos ya se habían convertido en humo y salieron disparados lejos del lugar.
═══════════════════
OCTAVO CAPITULO PUBLICADO
Holis, ¿cómo están? Finalmente después de mucho volví para continuar con este fic. Ya casi acaba
el acto uno, después comenzara el mar de los monstruos (acto 2).
¿Qué les pareció todo esto? Lit toda la escena de Hades fue una combinación de la peli con gran parte del libro. En fin, ¿les gusto o no? A mi si ;)
Les dejare de tarea votar y comentar para que yo siga actualizando. Si quieren pueden agregar el fic a sus listas de lecturas asi sabran cada que hay actualizaciones. Ya saben mis redes están en mi bio si quieren pasarse a ver. LXS AMOOOU <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro