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5. Cena con Amelia y un olor exquisito.



Noé ladeó la cabeza, observando al chico de cabellos oscuros y sin entender palabra. Este lo miró con sus ojos intensos y que lo escudriñaban de parte a parte.

—¿De qué hablas? ¿Acaso he hecho algo mal? —Trató de entender, agregando con rapidez—: Si es por mi notoriedad en este cuarto, prometo no hacer ruido y...

Pero el chico negó con la cabeza, dejando de acariciar a Murr, el cual aprovechó para esconderse tras las mudas del joven de cabellos níveos.

—Es que hay algo en ti, una presencia por decir menos, que no nos gusta. Si pudieras cambiar de habitación lo más pronto posible, lo agradeceríamos —comentó, antes de desaparecer al lado de su compañero para esconderse en la cama del rubio.

Las cortinas de seda ocultaron sus cuerpos y Noé permaneció impasible, frío, incapaz de procesar esa nueva información. Llegó a la conclusión de que, en pocas palabras, sus compañeros de habitación lo odiaban y querían estar lo más alejados de su lado.

Noé se levantó de la cama, fijándose brevemente en cómo Murr desparecía en breves momentos para reaparecer en su hombro derecho. No lo pensó dos veces antes de alcanzar el cuarto de baño, para asearse rápidamente y dejando su sombrero oficial de la escuela sobre la cama, salir airado de la habitación.

Era su primer día, no tenían ni una pizca de compasión; pero Noé, tratando de calmarse, respiró profundamente varias veces y escapó escaleras abajo, siendo arrastrado por otra enorme muchedumbre de estudiantes. Lo tomó por sorpresa, pero nada más escuchar sus cuchicheos sobre la cena, supo que había dejado tirada a Amelia demasiado tiempo.

Esperaba que no estuviera del todo enfadada con él.

Mientras caminaba por los pasillos, notó entonces que ahora, tras las clases, la atmósfera era diferente. Algunos estudiantes algo mayores comían chucherías y charlaban de exámenes, furitas clases, pero todo bailando en un ambiente mucho menos tenso y más relajado que a comparación de la mañana. Las risas y conversaciones llenaban su alrededor, y el aire olía a magia en cada rincón. Lo normal en una Academia de magia.

Divisó el enorme comedor, como en el almuerzo, rápidamente con un vistazo. Las farolas iluminaban con tonos cálidos y más bajos, y la comida olía desde el exterior. Tal parecía que en las cenas no se llenaban tanto como antes, pero aún habían un gran número de gente; entre ellos, Astolfo y sus amigotes.

Noé pasó de ellos al fijarse en la dulce Amelia, que mostraba un rostro apagado y triste. Nada más alcanzarla, el chico cree haber estado pidiendo disculpas por treinta minutos. Los cuales, rápidamente fueron perdonados por la chica, invitándolo a cenar con ella.

Al parecer, no se lo había tomado tan mal.

Amelia habló de que en vista de su desaparición en el almuerzo, se llevó la comida a sus aposentos y que esperaba verlo en la cena. Noé volvió a disculparse en vano, porque ella se desentendió con una sonrisa y un sonrojo de mejillas.

—Pero dime, ¿qué te tomó tanto tiempo?

Noé pensó en alguna escasa y banal excusa.

—Dolor de tripa, nada grave, pero después de dejar el comprobante en Conserjería, no podía más. Perdóname, Amelia, de verdad que no puedo dejar de sentirme mal.

Pero ella pasó de nuevo de él y comenzó a hablar sobre las clases del día siguiente. Los nombres que pronunciaba le resultaban confusos, pero Noé trató de grabarlos en su mente para no perder detalle de ninguno y de revisar, en la noche, cuales compartiría con ella.

No olvidaba las palabras crueles de sus compañeros de habitación, pero esperaba hacerlos cambiar de opinión. Sobre todo, porque no quería molestar a nadie más con esos cambios abruptos de traslado y tampoco, invadir el espacio personal de chicos de su edad que ya tenían sus grupos formados.

De todas formas, tras una cena realmente agradable y que lo hizo sentir parte de sus compañeros magos, con una sopa caliente y un buen té caliente, finalmente llegó el toque de queda. Todos debían de irse a sus habitaciones a dormir.

Amelia hizo un morrito, aparentemente triste de la idea de dejar de hablar con él; la idea de que en verdad hubiera hecho su primera amiga de clases, emocionaba a Noé.

—Esperemos que mañana todos sea un poco más fácil, Noé —dijo ella, en la salida del comedor.

Noé le regaló una sonrisa, centelleante y disfrutando de su agradable compañía. Sin embargo, era hora de tomar diferentes caminos.

—Descansa, Amelia —dijo, notando brevemente un pequeño mareo.

Noé supo que se debía a su urgente necesidad de tomar su segunda pastilla del día.

Se despidieron rápidamente y el chico de cabellos níveos comenzó su camino de vuelta, siguiendo el rastro que recordaba de su habitación. Ayudaba un poco seguir los olores fuertes y más notables, a pesar de la distancia, que relacionaba con Gilbert y el otro, más callado.

Noé no odiaba a nadie, pero podía decir abiertamente que esos dos chicos habían sido bastante groseros con él.

El campus estaba más tranquilo ahora que la mayoría de los estudiantes se dirigían a sus habitaciones. Las luces mágicas que iluminaban los pasillos parpadeaban suavemente, creando una atmósfera casi onírica.

Mientras caminaba, el peso de su condición de vampiro se hizo presente más todavía, era capaz de verlo todo con mayor detalle y los olores despertaban, golpeándole con fuerza la nariz. Y aunque era algo que debía mantener en secreto, especialmente entre sus compañeros, siempre estaba latente, como una sombra que lo seguía a todas partes y que sabían, por suerte, la dirección y algunos profesores. Pero él estaba seguro de que no le resultaría fácil ocultar su verdadera identidad.

Noé suspiró, pasando sus manos enguantadas brevemente por su frente. Hacía calor.

—¿Por dónde era? —Perdió ligeramente el camino, cuando una escalera lo obligó a torcerse. Su olfato tampoco ayudaba.

Y de repente, en su confusión, un olor lo golpeó.

Era un aroma exquisito y embriagador, algo claramente inaudito; bastante más fuerte y que sobresalía de los demás. Su cuerpo reaccionó al instante, tensándose, mientras sus sentidos vampíricos se agudizaban de forma involuntaria. Noé se cubrió la nariz rápidamente, tratando de bloquear el olor, pero era inútil. La esencia metálica y cálida de la sangre lo envolvía, haciéndole casi imposible concentrarse en otra cosa. Le costaba respirar.

Noé en esas ocasiones, ya que lo obligó a detenerse abruptamente, odiaba su condición.

Sin poder resistir más, comenzó a caminar rápidamente en dirección al origen del olor, olvidándose por completo de su habitación. Tentado e incapaz de pensar en otra cosa; ya no habían alumnos casi por los pasillos, y la noche ocupaba la academia, siendo brevemente iluminada por las escasas velas de las paredes y farolillos. Sus pasos eran ligeros y precisos, sus sentidos amplificados por la sed que comenzaba a arder en su garganta de repente, lo hacían tambalearse. Los pasillos de la Academia parecían distorsionarse a su alrededor, con las luces y sombras danzando de manera mágica mientras avanzaba.

Resultaba desconcertante, confuso.

El olor lo condujo a un pasillo menos transitado, uno que parecía alejado del flujo principal de los pocos estudiantes que quedaban, lejos del ruido y de las miradas curiosas. Las paredes de piedra brillaban débilmente con inscripciones mágicas, pero nada claro para su mente confusa.

Al final del pasillo, entonces entre tumbos, lo vio.

El chico de cabello azul, el mismo que había llamado su atención desde su llegada a la Academia, de nombre Vanitas y de procedencia de un clan temido por muchos, estaba allí, apoyado contra una columna de piedra. Pero no estaba solo.

Una chica de cabello largo y rosado —que relacionó con la chica que vio en el comedor— lo abrazaba de manera desesperada. Ambos cuerpos estaban entrelazados y ella alzaba las piernas del chico, como si no pesara, sobre sus brazos mientras este las entrelazaba en su estrecha cintura de avispa. Desde la distancia, Noé era capaz de ver cómo ella mantenía su boca pegada al cuello blanquecino de él, mordiendo con fuerza. No podía asegurar que es lo que hacía realmente, pero indudablemente la sangre brotaba de alguna herida abierta allí, deslizándose lentamente por su piel, empapando parte de su ropa. De esa misma ropa de la que se había quedado prendado durante todo el día.

Ver aquella escena tan intima entre los dos, lo puso alerta. Sabía que debía irse, pero por alguna razón sus piernas no respondían.

Vanitas tenía el rostro sonrojado y con sus ojos cerrados, mantenía su cabeza apoyada en la cabellera salvaje y alargada de la muchacha.

Noé se quedó paralizado en su lugar, todavía más impasible que antes, observando la escena sin poder apartar la mirada. El chico no parecía resistirse ante los movimientos de la chica, que no dejaba de restregarse, pero a su modo de ver, tampoco parecía disfrutar exactamente de lo que ocurría. Había algo extraño en esa interacción, una mezcla de intimidad pero también había algo incómodo. Lo sabía por la forma en la que Vanitas apretaba sus manos enguantadas con garras, en los hombros de ella, como si quisiera apartarla.

Noé tragó saliva, tratando de calmar la sed que crecía en su interior al ver la sangre, pero el aroma era demasiado fuerte, demasiado tentador. De verdad estaba poniendo toda su fuerza de voluntad para no saltarles encima.

Entonces, todo se detuvo de repente.

—Basta —murmuró en voz baja el chico de hebras negras, su voz apenas un susurro—. Es suficiente.

La chica de cabello rosado levantó la cabeza lentamente, separando sus labios del cuello de él. No podía ver su expresión, pero por sus hombros alicaídos, no parecía querer acabar con la fiesta, a diferencia del chico. Pero tras una severa mirada de él, finalmente, con una expresión de resignación, soltó su agarre y dio un paso atrás, limpiándose los labios con la mano.

Vanitas cayó al suelo, ligero, y acomodándose.

—Lo siento... —susurró ella, con la voz cargada de culpa.

El chico ajustó su ropa, cubriendo la herida que aún sangraba levemente. Sin embargo, no parecía enojado. Solo cansado.

—No te preocupes, Jeanne —dijo en voz baja, su tono más suave ahora—. Ve a descansar.

Ella asintió y tras unos segundos de vacilación, agitó su larga falda, se dio la vuelta y se marchó, caminando con pasos ligeros y silenciosos hasta desaparecer en uno de los pasillos adyacentes. Ella no lo vio.

Noé antes de que pudiera procesar lo que había presenciado, antes de poder escapar, se quedó helado cuando los ojos del chico levantaron y se encontraron con los suyos.

Lo había visto. Sabía que había estado ahí todo el tiempo.

El de cabellos níveos trató de disculparse, pero el chico sonrió de forma ligera, con una expresión que parecía mezclar diversión y burla. Noé sintió una extraña corriente recorrer su cuerpo al verlo tan de cerca, porque había comenzado a caminar hacia él, con un contoneo de caderas.

Los ojos de Vanitas brillaban con un azul profundo, casi magnético, que parecía perforar cualquier barrera que Noé tratara de levantar, porque se negaba a caer en sus impulsos. Se negaba a hacer daño a alguien. Pero se sentía atrapado bajo esa mirada.

—¿Disfrutaste del espectáculo? —preguntó el chico, con un tono desafiante. Olía a problemas.

Noé abrió la boca para responder, pero las palabras no salieron. La escena que acababa de presenciar aún lo tenía en un estado de shock, y la presencia del chico, ahora consciente de su observador, lo hacía sentir expuesto. Vulnerable.

Tampoco lo solucionaba tener tan cerca la fuente de ese olor exquisito y abrumador.

El chico terminó por detenerse al frente, sin prisa y con una gracia natural que lo hacía parecer casi etéreo.

—No te preocupes. No es tan raro como parece —dijo, sin dejar de mirarlo directamente a los ojos. Era una mirada profunda—. O quizá sí lo es, pero eso depende de quién lo vea.

Noé no supo qué decir, atrapado entre la curiosidad, la confusión y el deseo de saber más. Balbuceó una disculpa rápida, pero una cosa estaba clara: quería estar más cerca de este chico. Aunque Amelia le hubiera aconsejado no hacerlo, quería.

—La próxima vez, trata de ser un asqueroso pervertido, ¿estamos? —dijo el chico, dándose la vuelta con una sonrisa enigmática antes de desaparecer por el pasillo, dejando a Noé solo, con el aroma de la sangre aún flotando en el aire.

Y con un deseo arraigado a su piel de saborearla.

⸒ /🕷 ELSYY AL HABLA (!)
muchas gracias por su apoyo.

omggg pero que emoción que ya se vieron. ya quiero que sepan más, ;3

nos veremos pronto, brujitos.

⚰️🔮

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