( 01 ) a gift.
Miyuki Fuyu peinó su cabello observándose al espejo.
Cuando terminó, dejó de lado el cepillo de pelo y soltó un suspiro, mirando su reflejo.
No se toleraba a sí misma, le daba rabia verse ahí, viva y respirando, mientras que unas personas a las que realmente quería ya no estaban en ese estado. Lo peor es que una de ellas había sido su culpa, o al menos, eso pensaba ella.
Se levantó del asiento en el que estaba y salió de su habitación, encontrándose con Aoi.
—¡Miyuki sama!—exclamó la niña al verla, regalándole una sonrisa entusiasta—Buenos días.
—Buen día—la saludó Fuyu con un tono de voz relajado pero alegre, también sonriéndole.
Ella era consciente de que Aoi la admiraba mucho, eso la hacía sentirse bien, pero a la vez pensaba que una niña tan buena como Aoi no debería admirar a una persona tan horrible como ella.
Fuyu vivía en la finca de las mariposas, Kanae la había dejado vivir ahí cuando aún seguía viva ya que quería que ella se sintiera acompañada y que no estuviera tan sola.
Luego de su muerte, comenzó a convivir más con su hermana, Kocho Shinobu, quien había cambiado drásticamente su personalidad a una más amigable y feliz.
Lo sabía, Fuyu sabía que Shinobu lo hacía para reprimir sus emociones y ocultar su enojo y su dolor.
Lo sabía porque ella hacía lo mismo, aunque habían veces en las que consideraba dejar de usar esa máscara.
Salió de la finca hacia el patio, encontrándose con Shinobu sentada, mirando el cielo con una sonrisa.
Fuyu se acercó a ella lentamente y tomó asiento a su lado, la contraria volteó a verla sorprendida, pero al percatarse de que era ella, volvió a sonreír.
—¿Admirando el día soleado, Shinobu san?—cuestionó la rubia esbozando una suave sonrisa.
—Fuyu san—comentó Shinobu feliz—Así es, el día se ve muy lindo hoy.
Ellas se habían vuelto bastante cercanas desde la muerte de Kanae, así que comenzaron a llamarse por sus nombres.
—Oh, ahora que te veo, recordé algo—dijo Shinobu—Tengo que entregarte algo, es un regalo de mi parte.
—¿Un regalo?—inquirió Fuyu alzando una ceja con curiosidad.
—Así es, sígueme.
Ambas se dirigieron a una sala en donde Shinobu agarró una linda caja color morada y se la entregó. Fuyu la recibió expectante y la abrió.
Dentro, había un broche de mariposa color blanco con rojo y trazos color negro. Era exactamente igual al que tenían Shinobu, Kanae, Kanao y Aoi, pero todos eran de distinto color.
Bueno, excepto por el de Kanao, ella había adquirido uno de los broches de Kanae.
—Vaya, siempre me llamaron la atención estos lindos broches—habló Fuyu con una linda sonrisa y lo acercó a su pecho, mostrándose animada—Muchas gracias, Shinobu san.
—No es nada. Siempre creí que se te vería bien uno.
Ese comentario la hizo sonrojar levemente y desvió la mirada.
—Si me disculpas, iré a avanzar con mis estudios—dijo Shinobu después de unos segundos de silencio—Nos vemos, Fuyu san.
La mencionada se despidió de ella y luego se quedó observando el broche de mariposa que estaba en una de sus manos.
Ahora tenía dos broches, uno de una rosa roja y uno de una mariposa.
❄︎
Al anochecer, Fuyu y Shinobu se dirigieron a la casa del patrón Kagaya Ubuyashiki, quien las había mandado a llamar de forma repentina y como emergencia de última hora.
Ya llegando el lugar, Fuyu se sorprendió al ver a Giyuu ahí, así que se le acercó de inmediato.
—Giyuu kun—lo llamó y él volteó a mirarla, manteniendo esa mirada seria que adaptó hace unos cuantos años—¿También te mandó a llamar el patrón?
El chico asintió con la cabeza y Fuyu soltó un suspiro por sus nulas palabras. Después de todo, no podía obligarlo a hablar.
Los tres se dirigieron al lugar en donde se encontrarían con él. Kagaya se encontraba ahí sujetando a un cuervo.
—Parece que casi todos mis niños fueron asesinados—habló el hombre—Es posible que encontremos a los doce Kizuki ahí. Parece que tendré que enviar a algunos hashira.
Las hijas del patrón voltearon a ver a los tres hashira que se encontraban de rodillas en señal de respeto atrás.
—Giyuu, Fuyu y Shinobu.
—Entendido—pronunció el trío al unísono.
—Ojalá los humanos y los demonios pudieran llevarse bien—comentó Shinobu—¿No les parece, Fuyu y Tomioka san?
—Eso será una utopía siempre que los demonios nos persigan.
Fuyu esperaba que Shinobu dejara de usar esa máscara con ella, ya que sabía bien que Shinobu solo aparentaba estar feliz y que fingía que quería ser amiga de los demonios, cuando por dentro los odiaba con todo su ser.
Se sentía algo hipócrita por querer eso cuando ella hacía lo mismo, pero aún así esperaba que Shinobu se sintiera confiada en mostrarse frente a ella como de verdad era.
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