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ᴛᴏ ᴅᴀᴛʜᴏᴍɪʀ's ᴛʀɪᴘ







ᴛᴏ ᴅᴀᴛʜᴏᴍɪʀ's ᴛʀɪᴘ
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- Nos acercamos a Dathomir -la voz de Obi-Wan resonó por la cabina desde el mando de la nave.

La noche anterior apenas había pegado ojo después de lo que Shaak Ti me había insinuado: que Anakin tenía una especie de enamoramiento platónico hacia mí y que por eso no dejaba de invadir mi espacio. Al principio traté de convencerme de que estaba equivocada, de que no había forma de que eso fuera verdad.

Pero cuando a la mañana siguiente él apareció, madrugando solo para esperarme frente a mi puerta, supe que mi maestra estaba en lo cierto.

- Iré a los controles de navegación -Shaak Ti se levantó de su asiento haciéndome tensar y me lanzó una mirada-. Tengo que asegurarme de que no haya ninguna nave separatista siguiéndonos.

- Voy contigo -me puse de pie rápidamente, casi demasiado rápido, intentando evitar lo inevitable: quedarme a solas con Anakin.

Pero mi maestra alzó una mano, deteniéndome. - No es necesario, Helene. Volveré en breve.

Sabía lo que pretendía. Quería que sentara la cabeza y me acostumbrara a su presencia durante el resto de la misión, y no habría ningún problema por mi parte de no ser porque era imposible acostumbrarse a la presencia de Anakin Skywalker sin sentirse totalmente acaparada por ella.

Con un bufido, me dejé caer nuevamente en el asiento, frunciendo el ceño. - Bien, pero si sales disparada al espacio no esperes que corra detrás de ti.

Shaak Ti solo sonrió de manera tranquila, como siempre, antes de desaparecer hacia la parte trasera de la nave, dejándome sola con Anakin que me miraba totalmente embobado en esos momentos.

Decidí ignorarlo lo mejor posible y me centré en las vistas que se veían a través de las ventanas de la nave. Un conjunto de estrellas brilló por encima nuestra y con la curiosidad comiéndome por dentro me levanté nuevamente para acercarme a una de las ventanas. El espacio exterior se desplegaba ante mí como un manto infinito de estrellas y galaxias.

Mi respiración se detuvo por un segundo al contemplar lo hermoso que era. Nebulosas, cometas, constelaciones y cientos de planetas lejanos giraban lentamente en la inmensidad, dándome una sensación de libertad que hacía mucho tiempo no sentía.

Lo sentí moverse detrás mía y en un par de segundos estuvo a mi lado, contemplando lo mismo que yo.

- Parece que nunca has viajado por el espacio -bromeó mirando por la ventana.

- Normalmente suelo quedarme dormida en la parte trasera de la nave -justifiqué, encogiéndome de hombros-. Y la mayoría de misiones las tengo en Coruscant así que no salgo del planeta apenas -suspiré, aferrándome a los bordes de la ventanilla-. ¿No es una vista maravillosa?

- Lo es -respondió Anakin.

Cuando me giré para verle, él ya me estaba mirando.

Carraspeé rogando que mis mejillas no se hubieran calentado por la vergüenza o quizás por la irritación que sentía dentro. El día de ayer volvió a hacer que mi sangre hirviera y decidí cerrar la boca antes de soltar algo por lo que probablemente me tendría que disculpar más tarde, recordando lo emocionalmente frágil que era.

- Algún día pilotaré todas las naves que desee -siguió hablando Anakin, con una chispa de orgullo-. Y recorreré toda la galaxia -se inclinó ligeramente hacia mí sin despegar sus ojos de la ventana-, así podré ver esta vista siempre que quiera -continuó, girando la cabeza para mirarme, su rostro quedó a centímetros del mío.

Sentí de inmediato como se aceleraba mi corazón y la piel de mi cuello se erizaba. Noté mi garganta seca por unos segundos.

- Eso -comencé, alejando rápidamente mi cabeza-... si consigues siquiera arrancar la nave.

Anakin sonrió con arrogancia, sin desanimarse.

- Seré el mejor piloto de la galaxia -afirmó con esa seguridad que siempre me exasperaba-, y te lo demostraré algún día.

- Lo que tú digas -repliqué, rodando los ojos, y aproveché el momento para poner algo más de distancia entre nosotros justo cuando sentí que la nave tocaba tierra.

Obi-Wan apareció en la cabina, al mismo tiempo que Shaak Ti regresaba. Casi al instante sentí una ligera sensación de incomodidad deslizándose suavemente por mi cuerpo y traté de abrazarme a mí misma mirando con sospecha el área que nos rodeaba.

- ¿Tienes frío? -preguntó él, haciendo el amago de quitarse su capa.

Lo detuve con un gesto, negando con la cabeza. - No, no es eso -fruncí el ceño, sintiendo una punzada de inquietud en mi estómago-. Maldición, este lugar se siente como si hubieran hecho miles de sacrificios aquí.

La Maestra Ti asintió con calma.

- Es muy probable que así sea -respondió, mientras Obi-Wan activaba la rampa de la nave-. La presencia del Lado Oscuro en Dathomir es increíblemente fuerte. Durante siglos, muchos Sith se alimentaron de su poder aquí. No es de extrañar que aún queden vestigios del antiguo Imperio Sith.

El Maestro Kenobi se dio la vuelta y nos miró con seriedad, aunque su atención parecía centrarse en Anakin más que en nadie.

- Es fundamental que seamos extremadamente cautelosos ahora -advirtió, su tono firme-. Solo estamos aquí para encontrar el colgante. Nada de distracciones, nada de disturbios.

Los cuatro descendimos de la nave y lo primero que llamó mi atención fue el cielo de Dathomir: un rojo profundo, como una herida abierta, se alzaba sobre nosotros de manera casi opresiva. Las nubes oscuras parecían moverse con pesadez, cargadas de una energía inquietante que impregnaba el aire. El paisaje era árido y rocoso, con picos irregulares que parecían los dientes afilados de una criatura dormida.

Yo no celebraría mi cumpleaños en este planeta.

Anakin se detuvo a mi lado, notando quizás mi incomodidad. - No tengas miedo -susurró, con esa seguridad que me crispaba los nervios.

Le lancé una mirada molesta, cruzando los brazos sobre el pecho.

- Soy mayor que tú, Skywalker -le recordé, haciendo énfasis en la palabra-. Y no le tengo miedo a nada.

Salvo a todas las veces que Aayla hablaba dormida como si estuviera poseída.

Él solo sonrió, y quise borrarle la sonrisa de una cachetada.

- Si te asustas, puedes tomarme de la mano -murmuró, antes de girarse para seguir al Maestro Kenobi sin esperar respuesta.

Mi sangre comenzó a hervir y lo miré con furia mientras se alejaba, deseando poder gritarle algo ingenioso, pero mis palabras se quedaron atrapadas en mi garganta. Normalmente, cuando Kit y yo coincidíamos en las misiones él también solía hacer este tipo de comentarios, pero estaba claro que bromeaba; yo misma le pateaba el trasero si quería.

En cambio, Anakin lo decía totalmente en serio. Como si fuera una damisela en apuros y él mi príncipe Jedi.

- O más bien mi bufón Jedi -farfullé entre dientes.

La Maestra Ti se acercó a mí y puse los ojos en blanco, preparándome para el seguro regaño.

- Helene, cálmate -me reprendió en voz baja-. Dathomir no es un lugar para enojarse. Aquí, los sensibles a la Fuerza suelen caer con facilidad en el Lado Oscuro si no controlan sus emociones.

Gruñí, intentando contener la tormenta que rugía dentro de mí. Cerré los ojos por un segundo, obligándome a respirar profundamente y logré calmarme lo suficiente para no dejar que se apoderara de mí.

- Lo siento, maestra -murmuré con esfuerzo, aunque la molestia seguía presente como una espina clavada.

Ella me dedicó una breve mirada de comprensión antes de avanzar tras los otros. Resignada, la seguí, luchando por mantener el control en un planeta que parecía diseñado para hacerme perderlo.

- ¿Dónde estamos exactamente? -preguntó Anakin, rompiendo el silencio mientras caminábamos por el terreno rocoso.

El Maestro Kenobi sacó algo de su mochila que de inmediato reconocí como un mapa. Lo desplegó y alzó sus cejas observando las líneas y símbolos trazados en él.

- El Maestro Tholme nos envió estas coordenadas anoche -dijo, señalando un punto en el mapa-. Si estoy en lo correcto, parece que estamos bastante cerca del colgante.

Curiosa, me acerqué al maestro para echar un vistazo por encima de su hombro. Mientras lo hacía, sentí de repente la cálida respiración de Anakin en mi nuca, lo que me hizo tensarme al instante. Estaba justo detrás de mí, también mirando el mapa con demasiado interés para mi gusto.

Intentando ignorarlo, señalé un punto blanco que destacaba entre las líneas rojas dibujadas en el pergamino. - ¿Ese es el lugar donde se supone que está?

- Exactamente -asintió Obi-Wan, sin apartar la mirada del papel.

Anakin, todavía demasiado cerca para mi comodidad, ladeó la cabeza y frunció el ceño-. Parece muy pegado a un territorio poblado, ¿no?

Tan pegado como estaba ahora su cuerpo a mi espalda.

Mi maestra apretó los labios en una fina línea blanca.

- Ahora entiendo por qué el Maestro Tholme no quiso encargarse de buscar la reliquia a pesar de haberla sentido -confesó, frunciendo el ceño mientras estudiaba el mapa-. No estaba dispuesto a enfrentarse a lo que fuera que esté allí cerca.

- ¿Y nosotros sí?

- ¿Asustada, Shield?

Asustada de que lo que sea que estuviera presionando mi espalda fuera otra cosa y no tu sable de luz, pensé arrepintiéndome cuando vi la expresión de Shaak Ti.

Obi-Wan se giró hacia nosotros, esbozando una pequeña sonrisa, como si quisiera restarle importancia a lo que había dicho mi maestra. - No todo en Dathomir es necesariamente hostil o malvado. No debemos asumir lo peor solo por estar aquí.

Tanto yo como el resto le lanzamos miradas escépticas.

- Claro, porque el nombre "Las Hermanas de la Noche" tiene pinta de ser muy friendly -asumió Anakin con sarcasmo.

- Muy sex friendly -asentí, recibiendo una sonrisa de su parte.

Obi-Wan soltó un suspiro pero no dijo nada más y enrolló nuevamente el mapa antes de que siguieramos avanzando.

Continuamos recorriendo el camino, la tensión era palpable en el aire mientras los sonidos de la naturaleza extraña de Dathomir nos rodeaban. El terreno irregular y los árboles retorcidos creaban una atmósfera sofocante. Yo caminaba lo más cerca posible de la Maestra Ti, pero eso no impidió que Anakin intentara acercarse.

- No esperaba que te molestara tanto este lugar -comentó Anakin, forzando una conversación mientras se mantenía a mi lado. Pude ver en su rostro una chispa de diversión-. ¿Te está siendo difícil controlar tus emociones, Shield?

- Me está siendo difícil controlarme y no cometer un homicidio ahora mismo, Skywalker -respondí apretando los dientes en su dirección.

Anakin silbó por lo bajo, con una excitación escrita en su rostro.

- Que salvaje... -se burló-, serías una excelente aprendiz para algún Sith.

Rodé los ojos, sabiendo exactamente a dónde quería llegar. - Si estás buscando pelea, Skywalker, este no es el momento ni el lugar.

- ¿Pelear? No, solo quería charlar -dijo con una sonrisa, que fue suficiente para que mi irritación aumentara.

- Sigue hablando y este planeta sumará otro sacrificio a la lista -gruñí, acelerando el paso, aunque él se las arreglaba para seguirme sin esfuerzo.

Justo cuando estaba decidida a ignorarlo por el resto del camino, algo dentro de mí cambió. Pude sentirlo. La presencia de Anakin en la Fuerza se volvió abrumadora, envolviéndome por completo, y todo lo demás se desvaneció. Los sonidos del entorno, la presencia de Shaak Ti y Obi-Wan, el suelo bajo mis pies... todo desapareció. Sólo quedó él.

Mi respiración se volvió superficial, y la incertidumbre comenzó a apoderarse de mí. Era como si hubiera sido arrancada de la realidad y solo quedara atrapada en esa mi conexión con Anakin. No podía sentir nada más, ni el peligro que nos rodeaba en Dathomir ni la fría sensación del Lado Oscuro en el ambiente. Solo Anakin. Como si no existiera nada más que él.

Busqué rápidamente su rostro, queriendo ver alguna señal de que estaba sintiendo lo mismo, y lo vi mirándome con intensidad en sus ojos, una pequeña sonrisa apareciendo en sus labios. Mi mente dio un vuelco al sospechar que quizás estaba haciendo esto a propósito, pero ¿cómo? ¿cómo lograría manipular mi existencia en la Fuerza de esa manera?

Con un rápido empujón mental, lo aparté de mi espacio personal. Sentí cómo mis sentidos volvían a la realidad de golpe, y mi respiración volvió a ser la de siempre. Le dirigí una mirada furiosa, gruñendo mientras me alejaba de él y me colocaba junto a mi maestra.

Anakin no dijo nada, y no supe si era realmente el culpable de lo sucedido pero la pequeña sonrisa en su rostro me confirmó que había disfrutado mi crisis existencial en la Fuerza.

Mientras me concentraba en tranquilizarme, Shaak Ti me lanzó una mirada de advertencia, pero no dijo nada. Yo solo apreté los dientes, tratando de contener la tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse.

Esta misión iba a ser demasiado larga.






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Después de casi una hora de caminar por la superficie del planeta, llegamos a los límites de un pantano oscuro y extenso. La neblina se alzaba sobre las aguas estancadas, creando una atmósfera lúgubre que apenas dejaba ver más allá de unos metros. La vegetación era espesa, y los árboles retorcidos parecían sombras malignas que se alzaban hacia el cielo teñido de rojo.

Obi-Wan se detuvo y señaló hacia el centro del pantano.

- Aquí es donde el Maestro Tholme sintió la presencia del colgante -dijo, y su rostro adquirió una expresión pensativa-. Está en las profundidades.

Miré a mi alrededor dándome cuenta de que esto parecía el perfecto escenario de una auténtica holopelícula de horror y suspense. Por un segundo, sentí una advertencia tenue en la Fuerza, una alerta sutil que se desvaneció tan rápido como llegó.

- ¿Sabéis? Esto se vería más bonito si al menos hubieran flores de loto-hablé, cruzando los brazos.

- Lo tendríamos en cuenta si hubiéramos venido a hacer turismo -contestó Anakin, mirando los alrededores-, aunque no pillaría una entrada ni aunque este sitio fuera gratis.

Shaak Ti suspiró. - No debemos perder más tiempo. Si Tholme sintió la reliquia aquí, puede que otros también lo hayan hecho.

- El pantano es enorme, y el colgante podría estar en cualquier parte -mencionó el Maestro Kenobi, frotándose la barba-. Tendremos que separarnos para cubrir más terreno antes de que caiga la noche.

- No es buena idea -objetó Anakin inmediatamente, cruzándose de brazos-. Deberíamos ir en parejas, será más seguro.

Obi-Wan negó con la cabeza. - El área es demasiado grande. Si nos movemos en parejas, perderemos mucho tiempo. No encontraremos la reliquia antes del anochecer.

Su padawan frunció el ceño. - Pero...

- Por separado, Anakin -sentenció Obi-Wan y vi como Anakin apretaba ligeramente la mandíbula, pero asintió rindiéndose.

Shaak Ti carraspeó, queriendo dispersar la tensión:

- Mantendremos los comunicadores a mano -dijo mi maestra mientras preparaba su propio equipo-. Si alguien detecta algún peligro o encuentra algo, avisen de inmediato.

Asentimos y unos segundos más tarde Obi-Wan y Shaak Ti comenzaron a tomar caminos diferentes en el pantano, ambos desapareciendo entre la neblina. Me preparé para hacer lo mismo, cuando sentí una mano en mi brazo. Era Anakin.

- No lo olvides -dijo, con una expresión más seria de lo que esperaba-. Si te encuentras en peligro, grita mi nombre -Me giré hacia él, ya sintiendo cómo la ira ardía dentro de mí. ¿Qué me creía, débil? Estaba a punto de replicar, pero Anakin me cortó antes de que pudiera hablar, esta vez con una voz más seria, más firme- Lo digo en serio, Helene. Si estás en peligro, llámame.

Mi mandíbula se tensó bajo su mirada, y aunque cada fibra de mi ser quería objetar, por algún motivo no pude. Me sentí impotente, pequeña incluso, bajo la mirada intensa de un chico que era cinco años menor que yo. ¿Cómo había llegado a esto? Me mordí el labio, luchando por contener la frustración que se acumulaba en mi pecho.

- De acuerdo -acepté finalmente, con la voz más fría de lo que pretendía, apartando su mano de mi brazo.

Sin decir nada más, me alejé rápidamente, adentrándome en el pantano con pasos decididos, deseando poner la mayor distancia posible entre nosotros. Lo último que quería era quedarme atrapada en su mirada por más tiempo del necesario. Me obligué a no ver atrás, sabiendo que él probablemente seguía observándome.

El pantano se volvía más oscuro a medida que me adentraba en él. El aire era pesado, húmedo, y el agua a mis pies emitía un sonido viscoso con cada paso. La niebla flotaba como una cortina que no permitía ver más allá de unos cuantos metros. A cada paso que daba, la sensación de que algo me observaba se hacía más presente, como si los ojos invisibles del pantano estuvieran clavados en mí desde todas las direcciones.

Deshice esos pensamientos, diciéndome a mí misma que solo era paranoia. Estaba sola, sin la compañía de mi maestra, y este lugar era lo suficientemente espeluznante para jugar con mi mente.

El Lado Oscuro estaba presente en todas partes, lo sentía pulsando bajo la superficie del pantano. Era como una corriente subterránea de energía oscura que fluía por el suelo. Me estremecí involuntariamente, pero a la vez, algo dentro de mí me empujaba a seguir. Algo más poderoso y cercano se hacía notar: la reliquia. Tenía que estar cerca. Solo unos pasos más y estaría en mis manos.

Si conseguía encontrarla antes que Skywalker, sería mi victoria. No podía dejar que él se llevara el mérito.

Mis manos temblaron ligeramente y no sabía si era por el frío estático en el aire o las malas vibras del pantano. Caminé hasta la orilla de una laguna más profunda, donde el agua era tan negra como el alma de Mace Windu. El viento parecía haberse detenido, y un silencio sepulcral envolvía el lugar.

De repente, el crujido de una rama me hizo girar sobre mis talones.

Saqué mi sable de luz de inmediato, encendiéndolo con un zumbido brillante mientras el resplandor violeta iluminaba la oscuridad a mi alrededor. Mi corazón latía rápido mientras miraba alrededor, buscando el origen del sonido.

- ¿Anakin? -llamé, casi sin pensar.

El silencio fue la única respuesta.

Gruñí con frustración, apagando el sable pero manteniéndolo listo en mi mano. No quería admitirlo, pero por un momento deseé que Skywalker estuviera cerca, aunque solo fuera para desahogar mi enojo.

Justo cuando estaba a punto de moverme, una imagen clara y nítida se proyectó en mi mente:

Como un rayo de luz en la oscuridad, vi el colgante, sumergido en las profundidades del agua, oculto entre un montón de rocas cubiertas de musgo y algas. Mi corazón dio un brinco. Estaba justo allí, bajo mis pies. La reliquia del Imperio Sith.

Sin pensarlo dos veces, saqué el respirador de mi mochila, colocándolo en mi boca con manos rápidas. Sentía una emoción creciente, una mezcla de nerviosismo y adrenalina. Dejé la mochila en la orilla con mis pensamientos solo fijos en una cosa: saltar al agua y recuperar el colgante antes de que Skywalker lo hiciera.

El agua me envolvió por completo cuando me sumergí en la laguna. La oscuridad era absoluta, tan densa que por un segundo sentí que me estaba tragando. Saqué mi sable de luz y lo encendí, el brillo violeta iluminó a duras penas mi entorno. Apenas podía ver a más de unos pocos metros, pero la luz era suficiente para guiarme.

El fondo del pantano se extendía como una masa de lodo, rocas y formas extrañas que parecían moverse en la penumbra. Mi respirador se aseguraba de que el aire siguiera entrando a mis pulmones, pero la sensación de estar rodeada de agua oscura y espesa me provocaba escalofríos.

A medida que nadaba más profundamente, las sombras se volvían más intensas, y el peso del Lado Oscuro se hacía casi insoportable. Sentía que algo, o alguien, me estaba observando desde los rincones más opacos del agua, pero seguí adelante. No podía darme el lujo de detenerme.

Finalmente, alcancé el fondo. Las rocas que vi en mi visión estaban allí, amontonadas justo como las había visto en mi mente. Manteniendo mi sable flotando a mi lado con la Fuerza, lo dejé paralizado para que no se alejara mientras comenzaba a desenterrar el colgante. Mis manos trabajaron frenéticamente, quitando el musgo, las algas y apartando las piedras.

Sentí mi corazón latir con fuerza cuando, después de unos minutos, finalmente lo vi: el colgante con una piedra esmeralda y rectangular como diseño, envuelto en una energía oscura que casi podía sentir fluyendo a través de mi cuerpo.

Una mezcla de emoción e inquietud me invadió mientras lo sostenía entre mis manos. El Lado Oscuro me envolvía como una sombra fría, susurrándome al oído, pero lo aparté. No podía dejarme intimidar por él. No ahora, ni nunca.

Con decisión, apreté el colgante en mi mano y atrapé mi sable de luz, lista para volver a la superficie. Pero justo cuando comencé a nadar hacia arriba, algo se enroscó alrededor de mi pierna.

Miré hacia abajo y vi que una alga, oscura y retorcida, se había aferrado a mí como si hubiera cobrado vida propia. Tiraba de mí con fuerza, jalándome de vuelta al fondo.

Molesta, intenté cortar la alga con mi sable, pero por alguna razón inexplicable, la hoja no lograba hacerle daño. Era como si el Lado Oscuro la estuviera protegiendo, como si fuera parte de él.

La desesperación comenzó a instalarse en mi pecho mientras sentía cómo tiraba de mí más y más hacia abajo. La oscuridad acariciaba mi presencia en la Fuerza, como si quisiera arrastrarme a sus profundidades. Intenté concentrarme, buscando alguna solución, pero el miedo me invadía poco a poco.

Ayuda!", grité en mi mente con la esperanza de que alguno de mis compañeros me escuchara, pero sabía que estaban demasiado lejos para hacerlo.

Pero justo cuando el pánico se apoderaba de mí, algo se sumergió rápidamente en el agua como una explosión.

Una figura masculina apareció a través de la oscuridad, abriéndose paso entre las algas y las sombras. Mi corazón comenzó a latir desbocado. Sabía quién era la única persona que podría haberme seguido hasta aquí, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí agradecida por su presencia.

Con las burbujas y la oscuridad dificultando mi visión, apenas podía ver su rostro, pero sentí sus manos fuertes destruyendo las algas que me mantenían atrapada. La sensación del contacto físico, de él ayudándome, era una bocanada de aire fresco en medio de mi desesperación. Sus manos me tomaron de la cintura y, con una fuerza que no esperaba, me empujaron hacia arriba.

Llegando a la superficie y emergiendo del agua, nadé hasta la orilla con la mayor rapidez posible y me quité el respirador de la boca antes de comenzar a toser, intentando expulsar la ansiedad de mi cuerpo. Mi corazón seguía latiendo con fuerza mientras intentaba recomponerme y arañé con mis uñas el fango debajo de mi cuerpo, asegurándome de que estaba fuera del agua.

Escuché su agitada respiración detrás mía y sonreí con ironía. - Al parecer sí eres más que un bufón jedi, Skywalker.

Pero al girarme no me encontré con la sonrisa burlona que esperaba en él, sino un par de ojos completamente amarillos, llenos de tanto recelo que me dejó paralizada en mi lugar, o quizás la oscuridad que vibró en su tono de voz cuando dijo:

- ¿Quién diablos eres?

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