Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

ᴛʜᴇ ғᴀᴛʜᴇʀ's ᴅᴀᴜɢʜᴛᴇʀ's ʙʀᴏᴛʜᴇʀ









ᴛʜᴇ ғᴀᴛʜᴇʀ's
ᴅᴀᴜɢʜᴛᴇʀ's ʙʀᴏᴛʜᴇʀ
⫘⫘⫘⫘⫘⫘





Habían pasado meses desde nuestra misión para espiar a Rush Clovis, y decir que apenas recordaba lo ocurrido era quedarse corta.

La última laguna mental que me quedaba fue la de mi marido dándose madrazos con el senador por intentar besarme. Después de eso, caí en un abismo negro por culpa del maldito veneno que había ingerido tratando justamente de NO ingerirlo. Lo único positivo de aquel desastre fue que Anakin logró escapar conmigo en brazos y con el disco que contenía los planes separatistas. Clovis, por su parte, perdió su posición oficial, aunque todavía manejaba en las sombras el Clan Bancario, como un peón desamparado pero peligrosamente influyente.

A día de hoy me preguntaba qué sería de él, ¿me guardaría rencor? ¿o habría disfrutado del pequeño "lovers to enemies" por el que le hice pasar? Supongo que para él, al menos, habría sido toda una experiencia exquisita.

Ahora, me encontraba en otra misión, acompañada de Obi-Wan, Anakin, Cal, Ahsoka, Shaak Ti y mi paciencia cada vez más corta. Navegábamos por el sistema Chrelythiumn tras recibir una llamada de auxilio no identificada. Había intentado convencer a todos de que, probablemente, alguien simplemente había marcado mal y estaba intentando pedir una pizza, pero, como siempre, nadie me escuchó.

Así que, en lugar de disfrutar de mi día libre, ahí estábamos: rumbo a un destino desconocido, para salvar a alguien igual de desconocido.

Shaak Ti (gracias a la Fuerza) había contado con la posibilidad de que esto fuera una trampa separatista, por lo que decidimos reunirnos con el Capitán Rex y un Destructor Estelar Venator en unas coordenadas concretas. Pero cuando salimos del hiperespacio, nos topamos con una patética sorpresa: todo estaba vacío.

— ¿Y ahora quién demonios apagó el sol? —pregunté, mirando por la ventana con el ceño fruncido.

— Sigo brillando, maestra.

Le dirigí una mirada divertida a Cal antes de volver mi atención hacia el inmenso manto de oscuridad se extendía en todas direcciones, salpicado apenas por algunas estrellas lejanas. No había señales de vida, ni del Capitán, ni del Venator.

— Rex. Rex, ¿me recibes?  —escuché a Anakin encender su comunicador sin apartar los ojos del espacio—. Estamos en el punto de encuentro esperando tu llegada. ¿Dónde estás?

— Estamos en el punto de encuentro, general —respondió Rex, desde el otro lado del aparato—. Pero no hay señales de ustedes en los escáneres.

¿Qué?

Me giré para ver a Shaak Ti, con una ceja arqueada.

— Les dije que se habían equivocado llamando a la pizza —señalé, recibiendo un asentimiento de mi padawan.

La togruta ignoró mi comentario y se inclinó hacia el comunicador. —¿Es posible que haya un error en las coordenadas, Capitán?

—Imposible, Maestra Ti. Las verificamos tres veces —respondió el clon, dejándome más confundida.

Un pequeño nudo se hizo presente en mi estómago y compartí una mirada con Obi-Wan. Algo iba terriblemente mal, estaba segura. Pero nunca había pasado algo igual a estar en el mismo lugar sin poder ver al otro, mucho menos en un sitio tan amplio como este.

Anakin suspiró girándose hacia nosotros: — Algo no está bien.

— Si no lo dices no nos dábamos cuenta, genio.

Mi marido me lanzó una mirada pero desvió su atención hacia nuestros maestros. — Estamos en las coordenadas exactas en las que se originó la señal de socorro, pero aquí no hay nada. Rex está en las mismas coordenadas y no lo vemos por ninguna parte.

— Woah, nunca habríamos llegado a esa deducción por nuestra cuenta.

Choqué los puños con Cal mientras Shaak Ti nos regañaba y Anakin inhalaba profundamente para calmarse.

— Esto se está poniendo interesante —comentó Obi-Wan, con tranquilidad. Interesante no era la palabra que yo usaría, pero supongo que se adaptaba a la situación.

— No puedo encontrarlos. ¿Dónde están, general? —preguntó Rex mientras la transmisión de la parpadea. La señal debía ser débil, pero ¿cómo? ¿por qué? ¿estábamos en el mismo lugar y no nos veíamos?

— Algo está bloqueando la señal —informó Ahsoka, desde los controles.

Maldije internamente. Esto debía ser cosa de los separatistas.

De repente, la energía de la nave se apagó al igual que todas las luces, sumiéndonos en una frágil oscuridad. Encendí mi sable junto a Shaak Ti y Cal para iluminar la zona y di un pequeño chillido cuando, al girarme, iluminé directamente el rostro de Obi-Wan a unos centímetros de mí.

— Todo está muerto, incluso el soporte vital…

— ¿Al Maestro Yoda se le olvidó pagar el recibo de la luz? —torcí la cabeza, frunciendo las cejas.

Justo en ese momento, las luces volvieron a encenderse de forma repentina y apagué mi sable, parpadeando totalmente aturdida ante la siniestra atmósfera de holopelícula de terror que se había instalado en la nave.

— ¿Lo veis? Nada de lo que preocuparse —habló Obi-Wan en un intento de calmarnos.

Cal tragó saliva a mi lado y levantó la mano, señalando algo más allá de la ventana. — Entonces… ¿Esa cosa no nos debería importarnos mucho?

Giré la cabeza y lo vi. Una inmensa estructura en forma de diamante flotaba frente a nosotros, clara y amenazante. Un rayo tractor nos había atrapado, arrastrándonos hacia su interior sin que pudiéramos hacer nada para evitarlo. Las luces dentro de la cabina parpadearon frenéticamente mientras la nave temblaba con violencia.

— Parece que alguien está ansioso por comerse su pizza —intenté bromear, pero las miradas que recibí me obligaron a callarme.

— Nos está atrayendo hacia él —avisó Shaak Ti con un toque de preocupación en su voz.

Se abrió una rendija en el prisma, que enseguida reveló una luz brillante que nos impidió ver más allá de ella y a medida que nuestra nave se acercaba, sentía como el interior se tambaleaba con más violencia. Rápidamente, tomamos asiento abrochando nuestros cinturones y la luz se hizo más abundante a medida que nos acercábamos.

Me puse la mano frente a los ojos para evitar que mis córneas se quemaran y la luz llenó la cabina acercándonos cada vez más. Y más. Y más…

Hasta que todo quedó en blanco.





⫘⫘⫘⫘⫘⫘







— ¿Qué diablos ha pasado?

Me incorporé lentamente en mi asiento, parpadeando para ajustar la vista. La cegadora luz que nos envolvía antes había desaparecido, y ahora todo parecía... tranquilo. Miré alrededor; estábamos en tierra firme. O algo que se asemejaba a ello. Nuestra nave estaba intacta, y al escanear el panorama, una sensación de irrealidad se instaló en mí. ¿Dónde demonios habíamos aterrizado?

A mi alrededor, los demás también comenzaron a despertar.

— Debo haberme desmayado —gruñó Anakin, masajeándose el cuello con expresión adolorida.

— ¿Y quién aterrizó la nave? —preguntó Shaak Ti, todavía sentada pero con un gesto alerta. Sus ojos se movieron de uno a otro, buscando una respuesta.

— Yo no fui —respondió Ahsoka, negando.

— A mí tampoco me miren —añadió Cal, levantando las manos con inocencia.

Las miradas finalmente se posaron sobre mí. Me encogí de hombros con una sonrisa burlona: — Créame, si yo hubiera aterrizado, jamás habríamos despertado.

Anakin se levantó, observando la escena desde la ventana con el ceño fruncido.

— ¿Dónde estamos? —preguntó, desconcertado.

Ahsoka se acercó al panel de escáneres, que comenzó a parpadear débilmente. Tras algunos intentos frustrados de obtener una lectura precisa, informó:

— Estamos sobre una masa orgánica… más grande que un asteroide, pero no parece un planeta común. La atmósfera es respirable, eso seguro.

Shaak Ti cerró los ojos un momento, liberando su presencia por nuestro alrededor. Su rostro se tensó. — La Fuerza aquí... es distinta. Difusa, como si algo la filtrara. Ni siquiera puedo determinar si seguimos en nuestra galaxia.

La incomodidad que sus palabras provocaron se reflejó en el silencio del resto. Anakin volvió su atención al panel de control, que de repente comenzó a pitar y luego se apagó por completo. Frunció el ceño y manipuló botones, pero nada respondía.

— ¿Qué demonios? —farfulló, golpeando el panel con la palma de la mano. Suspiró frustrado—. Los sistemas parecen estar operativos, pero nada funciona.

— Es una situación interesante, sin duda —comentó Obi-Wan, acariciando su barba.

— Me está poniendo más nervioso él que esto —susurró Cal a mi lado, y yo asentí de acuerdo.

Ahsoka caminó hacia la parte trasera de la cabina y salió de la nave con nosotros siguiéndola al exterior. El aire fresco golpeó mi rostro al bajar la rampa, y lo que vi me dejó sin palabras.

Frente a nosotros se alzaban montañas de formas imposibles, con bordes afilados que parecían desafiantes contra el cielo sin horizonte. Rocas de diferentes tamaños flotaban en el aire, cubiertas por alfombras de hierba que ondulaban como si una brisa invisible las moviera. El suelo bajo nuestros pies tenía una textura blanda y vibrante, como si estuviera vivo.

— ¡Espera! Vi algo —exclamó Ahsoka, señalando hacia una colina cercana—. Un destello, justo allí.

Obi-Wan alzó un par de binoculares y escudriñó la dirección que Ahsoka indicaba, entrecerrando los ojos. — No veo nada —murmuró.

Nos quedamos en silencio, observando el extraño paisaje. Había algo desconcertante en todo aquello: parecía natural, pero no lo era. Lo sentía en mi interior, aunque no sabía cómo explicarlo. Este lugar... simplemente no era normal.

«¿Eres tú?» de repente una voz suave resonó a nuestro alrededor, flotando como si proviniera de todas partes y de ninguna. Era femenina, dulce y cautivadora, pero nadie estaba cerca.

— ¿Qué? —Anakin y yo nos volvimos al unísono, buscando el origen de aquella voz.

— ¿Qué fue eso? —pregunté en voz alta, mis ojos recorrieron frenéticamente los alrededores.

— ¿Tú también lo escuchaste? —preguntó Anakin, sus ojos se clavaron en mí.

Le respondí con un asentimiento rápido y mis labios apretándose en una fina línea. Aquello era extraño, incluso para los estándares de la Fuerza.

El resto del grupo nos miraba con desconcierto. Obi-Wan arqueó una ceja. — Yo no oí nada —declaró, y al parecer los demás tampoco.

Antes de que pudiera procesarlo, la voz volvió a hablar, esta vez más clara y cercana:

— ¿Eres tú el Elegido?

Todos giramos instintivamente hacia la dirección de la voz. Una presencia comenzó a manifestarse, y de la nada, emergió una figura.

Era una mujer de aspecto irreal, casi imposible de describir con palabras humanas. Su piel era inmaculadamente blanca, como si la luz misma la hubiese moldeado, y sus ojos de un verde profundo destellaban mirándonos. Su cabello largo flotaba en ondas suaves, brillando como si cada hebra contuviera polvo de estrellas.

El vestido que llevaba no parecía que fuera de tela, sino de pura energía viva. Fluctuaba en tonos verdes, dorados y blancos, como el reflejo de un prado bajo la luz del amanecer. Era alta, majestuosa, con un porte sereno que inspiraba calma. Cal se sonrojó a mi lado, sin poder apartar la vista de ella. — Whoa…

— ¿Hola? —le saludó Obi-Wan, con una expresión confusa.

La mujer, sin embargo, no respondió de inmediato. En su rostro se dibujó una expresión de reconocimiento, como si estuviera observando algo que llevaba siglos esperando.

— ¿Quién demonios eres tú? —pregunté, avanzando un paso hacia ella.

La mujer no se inmutó, ni siquiera desvió la mirada hacia mí. Sus ojos estaban fijos únicamente en mi marido.

— Soy la Hija —habló con una voz suave y etérea, logrando que mi confusión aumentara aún más—. ¿Eres tú El Elegido?

— ¿Qué eres quién? —replicó Anakin, frunciendo el ceño y entornando los ojos en señal de sospecha.

La "Hija" ignoró su pregunta, respondiendo en cambio con una afirmación: —Te llevaré con él.

— ¿Con quién, exactamente? —intervino Shaak Ti, tratando de mantener su tono sereno—. ¿Acaso fuiste tú quien nos trajo aquí?

— Entonces me alegro de quedarme —musitó Cal, completamente embobado por la mujer. Ahsoka le propinó un codazo en las costillas.

— Solo él puede ayudaros —respondió la misteriosa figura, señalándonos con un movimiento delicado antes de comenzar a caminar—. Tenemos poco tiempo. Síganme.

Suspiré y agarré a mi padawan del cuello de su túnica cuando intentó seguirla demasiado rápido. Ignoré sus protestas y volví mi atención a los demás.

— No sé ustedes, pero no tiene pinta de que coma pizza —murmuré, mirando a la mujer que flotaba más que caminaba entre la vegetación—. Creo que incluso es vegetariana. ¿Alguien tiene un plan?

— Averigüemos qué quiere —propuso Obi-Wan, con un tono calmado—. Estaremos bien mientras permanezcamos juntos —añadió, al ver nuestras miradas dudosas.

Sin más remedio, empezamos a seguirla por un sendero que bordeaba la montaña, rodeado de una espesa vegetación. Ya no tenía duda alguna que este no era un planeta normal. Era como ese lugar a donde la Fuerza nos llevaba en las meditaciones, donde Anakin y yo siempre terminábamos teniendo sexo "espiritual" antes de volver a la realidad y ver el careto verde del Maestro Yoda.

Shaak Ti tenía razón cuando dijo que la Fuerza aquí se sentía más extraña. La notaba filtrándose en cada por de mi piel de manera intensa. Ni siquiera en el Templo Jedi podía percibirla de manera tan física como en este lugar.

— Las estaciones parecen cambiar con la hora del día —comentó Shaak Ti, señalando un prado cercano donde las plantas habían pasado de un verde vibrante a un color seco y apagado en cuestión de segundos.

— Y no hay animales —observó Ahsoka, mirando a su alrededor con cautela.

— Tienes uno justo delante —me burlé sin poder evitarlo. Anakin se detuvo para lanzarme una mirada fulminante.

— Aun así, puedo sentir vida —intervino mi maestra con expresión concentrada—. La Fuerza aquí es... abrumadora.

Después de unos minutos de caminata, Anakin, como era de esperarse, perdió la paciencia. Aceleró el paso hasta posicionarse junto a la figura flotante, mientras yo apretaba el ritmo para no perder detalle de lo que decían: — Disculpe, ¿hacia quién diablos nos lleva?

— Hacia el Padre, por supuesto —le respondió ella con naturalidad.

— ¿Y quiénes sois?

La Hija se detuvo brevemente y giró la cabeza hacia nosotros, su expresión serena contrastaba con el aura de misterio que la envolvía.

— Somos los guardianes del poder —mencionó con voz suave, como si recitara un viejo mantra—. El principio, el medio y el fin.

Anakin arqueó una ceja y cruzó los brazos con un gesto exagerado. —Ah, claro. Todo tiene sentido ahora.

Rodé los ojos, sintiendo cómo la irritación burbujeaba en mi interior. — Y pensar que le entiendo más a R2 que a ella —murmuré, en voz alta.

La Hija no reaccionó a nuestros comentarios, simplemente continuó avanzando. Obi-Wan suspiró detrás de nosotros, y Shaak Ti parecía estar mordiéndose la lengua, probablemente para evitar regañarnos por nuestra actitud.

Seguimos caminando, adentrándonos en un paisaje que comenzó a cambiar rápidamente. Lo que antes era un sendero rodeado de vegetación exuberante se transformó en un terreno rocoso y sombrío. El aire parecía más pesado, y la flora que antes lucía verde ahora adquiría un inquietante tono carmesí, como si la sangre hubiera teñido las hojas y el suelo.

Anakin y yo íbamos al frente, caminando codo con codo. Sentía la calidez de su proximidad, y por un momento mis pensamientos vagaron hacia recuerdos que prefería no revivir en ese instante. Esta era nuestra primera misión juntos desde el desastre con el Senador Clovis, y aunque nadie lo mencionaba, ambos sabíamos que el Consejo había preferido mantenernos en planetas opuestos desde entonces. Apenas habíamos tenido tiempo para vernos, y ahora, aquí estábamos.

Lo miré de reojo. Su expresión estaba tensa, concentrada en el camino. Sentí un impulso arrollador de girarme, abrazarlo y besarlo, pero reprimí la idea de inmediato. Shaak Ti está detrás de nosotros, y sentía cómo su mirada puesta entre nosotros era más abrasadora que un sable de luz encendido.

El suelo crujió bajo mis botas, y de repente, un estruendo me arrancó de mis pensamientos. Al levantar la vista, vi cómo una serie de rocas comenzaban a desprenderse de la cima de la montaña, cayendo rápidamente hacia nosotros.

— ¡Cuidado! —grité, haciendo que mi voz rasgando el aire.

Antes de que pudiera moverme, Anakin reaccionó como un rayo. Empujó a la Hija hacia adelante con un movimiento rápido, y en un mismo instante me agarró por los hombros y me cubrió con su cuerpo, llevándome al suelo mientras el estruendo se hacía ensordecedor a nuestro alrededor. Jadeé, sintiendo el impacto de su peso contra mí a la par que las piedras golpeaban el suelo, creando un caos de polvo y fragmentos. Sus brazos permanecieron firmemente alrededor de mí.

Cuando el estruendo cesó, me di cuenta de que seguía sujetándome, su cuerpo protegiéndome aún, aunque ya no era necesario.

— ¿Estás bien? —me preguntó, con un tono que apenas lograba ocultar la preocupación.

Asentí, echando un vistazo a nuestro alrededor. Las rocas habían causado una enorme barrera que se interpuso en nuestro camino y nuestros compañeros ya no estaban a la vista.

— Oh, mierda…

La Hija se giró con un movimiento fluido, y por primera vez, su expresión serena dio paso a una mirada de desagrado.

— Tienes prohibido tocarme —siseó a mi marido, con voz fría.

Anakin se incorporó, apartándose de mí, y levantó las manos como si se rindiera, aunque el sarcasmo goteaba de su tono.

— Ah, claro, porque dejar que una roca te aplaste habría sido la opción más sabia. Tienes razón, perdona, debería haberlo pensado mejor.

La Hija no respondió, pero su mirada era suficiente para dejar claro que no estaba interesada en su justificación. Giró la cabeza hacia el paisaje destruido a su alrededor, sus ojos evaluando el caos.

— Esto es obra de mi hermano —murmuró, casi para sí misma, aunque lo suficiente alto como para que todos la escucháramos—. Se ha enterado de vuestra llegada. Estáis en peligro.

Mi paciencia, ya desgastada, alcanzó su límite.

— ¿Perdón? ¿Hermano? —me crucé de brazos, con una mirada inquisitiva—. ¿Quién será el siguiente en la familia? ¿La abuela demente? ¿El tío pervertido? ¿Tienen un perro que habla?

— Helene —me advirtió Anakin.

Pero la Hija no pareció afectada por mi tono, simplemente me evaluó superficialmente con los ojos antes de darse la vuelta.

— Espérenme aquí —ordenó, con tono firme y autoritario mientras se retiraba.

—Espera, ¿a dónde demonios vas? —intenté detenerla, dando un paso hacia ella, pero en un abrir y cerrar de ojos, su figura se desvaneció como un espejismo, dejando tras de sí solo un leve resplandor.

— Genial —mascullé, apretando los dientes mientras cruzaba los brazos—. Perfecto. Justo lo que necesitábamos: una diva todopoderosa con problemas familiares. ¿Para qué mierda existen los psicólogos?

Anakin se agachó, recogiendo su comunicador del cinturón cuando este comenzó a emitir un leve pitido. Lo activó, y la voz de Obi-Wan resonó al otro lado:

— ¿Anakin? ¿Helene? ¿Están bien?

— Estamos bien —respondió Anakin rápidamente—, pero nuestra amiga se ha escapado.

Un murmullo preocupado de Shaak Ti se escuchó de fondo antes de que su voz llegara clara al comunicador:

— Chicos, esto podría ser una trampa.

— ¿Y qué no lo es últimamente? —replicó Anakin, pasando una mano por su cabello con frustración.

Yo tomé el comunicador de sus manos antes de que acabara lanzándolo contra las rocas.

— Maestros, tienen que regresar a la nave. Intenten enviar una señal de socorro. Anakin y yo vamos a seguirla… para ver de qué se trata esto.

— ¿Seguirla? —preguntó Obi-Wan, aunque había un deje de reproche en su tono—. Helene, si esto resulta ser un error…

— Lo sé, lo sé —lo interrumpí con impaciencia—. Pero alguien tiene que averiguar qué está ocurriendo aquí.

Hubo un momento de silencio antes de que Obi-Wan suspirara al otro lado.

— Tengan cuidado.

Cerré la conexión justo cuando el cielo comenzó a oscurecerse, las nubes acumulándose con rapidez. Relámpagos iluminaban el paisaje con destellos intermitentes, y un viento helado comenzó a soplar.

— Parece que una tormenta nos está persiguiendo —comenté, tirando de la capucha de mi túnica para cubrir mi cabello.

— O nosotros a ella —replicó Anakin, mirando al cielo con una sonrisa burlona mientras ajustaba su cinturón.

— Por supuesto. Nada como un paseo romántico bajo la lluvia en un planeta extraño con una familia disfuncional. Justo lo que quería hacer hoy.

Él arqueó una ceja, acercándose peligrosamente hacia mí.

— ¿Quién hablaba de pasear?

Me sonrojé al comprender lo que quería decir. Estábamos en medio de lo más desconocido para nosotros y él quería metérmela. Anakin Crímenes de Guerra Skywalker.

Antes de que pudiera responderle, el rugido de la tormenta estalló sobre nosotros y miramos hacia arriba para ver la cantidad de relámpagos entrelazándose peligrosamente entre sí. Miré a mi marido con una sonrisa.

— ¡El último que encuentre un refugio desatasca el baño de casa!





⫘⫘⫘⫘⫘⫘





La tormenta rugió con furia mientras Anakin y yo trepábamos por una pendiente resbaladiza, el viento empujándonos hacia atrás y la lluvia empapando nuestras túnicas hasta dejarlas pesadas como piedras.

Tropezamos y casi caímos más veces de las que podía contar, pero finalmente alcanzamos una estructura que emergía entre las sombras: un monasterio antiguo, de paredes erosionadas por el tiempo y columnas torcidas que parecían sostenerse por pura fuerza de voluntad.

Entramos jadeando, con nuestros pasos resonando en el vasto salón de piedra. El interior estaba tenuemente iluminado por braseros de fuego azul, que emitían un calor débil y un brillo sobrenatural. Frente a nosotros, sentado en un trono de aspecto austero, estaba una figura imponente.

Era un hombre de cabello blanco como la nieve, una barba delgada que caía hasta su pecho, y ojos de un azul intenso que parecían ver más allá del tiempo y el espacio. Su presencia era pesada, casi asfixiante, pero no en un sentido amenazante, sino como si su mera existencia alterara el equilibrio del entorno.

El hombre abrió lentamente los ojos y nos miró con una calma inquietante.

—Bienvenido, amigo mío —se dirigió a Anakin con una voz profunda y tranquila que reverberó en el aire—. Por fin has llegado y… con compañía —sus ojos se movieron hacia mí, como si apenas reparara en mi existencia.

— ¿Qué quiere de nosotros? —le preguntó mi marido, sin rodeos.

El hombre, quién asumí que no debía ser otro que "el Padre" en mi mente, inclinó la cabeza ligeramente.

— Quiero que conozcas la verdad sobre quién eres realmente, Anakin. La verdad que quizás siempre has sabido... o nunca has conocido. Es una verdad que debes aceptar si deseas cumplir tu destino.

Miré de un lado a otro entre ambos, mi cerebro trabajando a toda máquina para descifrar lo que estaba ocurriendo.

— ¿Qué verdad? ¿Qué destino? ¿De qué están hablando? —pregunté, pero mi voz se perdió en el aire como si nadie pudiera escucharme.

El Padre continuó como si yo no existiera. —Es tarde, y esta tormenta no se calmará pronto. Pueden alojarse aquí esta noche.

Finalmente, el hombre giró sobre sus talones y comenzó a caminar por un pasillo iluminado por el mismo fuego azul. Ambos lo seguimos en silencio, mis pensamientos retumbando en mi cabeza mientras trataba de procesar lo que estaba sucediendo. Decidí intentar abrir mi conexión mental con Anakin para hablarle, pero, para mi sorpresa, no funcionó. Era como si la Fuerza misma se hubiera silenciado entre nosotros.

Finalmente, llegamos a una habitación pequeña pero cálida, con una cama grande en el centro y muebles básicos alrededor.

— ¿Solo... hay una habitación? —pregunté, tratando de mantener una fachada de pureza Jedi.

El Padre me dedicó una leve sonrisa, una que casi parecía burlona.

— Tengo entendido que no es necesario —respondió, inclinando la cabeza. El viejo se marchó dejándome con la boca abierta.

Me giré hacia Anakin, cruzándome de brazos.

— ¿No es necesario? ¿Ani? ¡ANI! Este anciano quiere vernos haciendo cositas —miré a mi alrededor, con mis ojos moviéndose frenéticamente por la habitación—. Seguro que tiene que haber una cámara oculta aquí.

Anakin dejó escapar una risa ligera mientras se quitaba la túnica mojada y la colgaba de una silla cercana.

— Relájate, ángel. Creo que se ha dado cuenta de lo nuestro.

Mis mejillas se encendieron otra vez. — ¿Y te parece bien? ¡SABE que hemos traicionado al Código!

— Helene, no creo que el Padre esté demasiado interesado en tus votos de castidad.

— Nuestro votos, Skywalker —recalqué, levantando la ceja—. Te recuerdo que tú también prometiste guardar a tu amiguito para siempre ante la Orden.

Anakin no respondió, solo sonrió de esa forma que sabía que me irritaba y se dejó caer sobre la cama con un suspiro.

— ¿Vas a seguir quejándote o vendrás a tumbarte? Estoy agotado.

Lo observé durante unos segundos antes de finalmente rendirme. Me quité las botas y me tumbé a su lado, dejando un espacio prudente entre nosotros, aunque el calor de su cuerpo era tentador.

— Ni se te ocurra abrazarme por la noche, sabes que me entra calor —recordé, cerrando los ojos.

— No lo necesito —respondió con una sonrisa que podía oír en su voz—. Siempre acabas haciéndolo tú.

Solté un bufido negándome a reconocer la verdad, pero contuve una sonrisa, y finalmente ambos dejamos que el agotamiento nos venciera.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro