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🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter forty- eight

the new oracle

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Tras una charla con el dios Hermes, donde Percy se disculpo por creer que era un mal padre al pensar que había abandonado a Luke y a su madre a su suerte tras conocer el futuro del primero, Percy se disponía a ir al encuentro de Victoire y sus amigas en el ascensor cuando en su camino se topo con otros dioses esperando poder hablar con él antes de que se fuera.

Y por dioses se refería a dos diosas, madres de dos chicas en particular que él conocía, y con las cuales su cuerpo reaccionó de forma temerosa; Una desde un principio siempre demostró su desagrado hacia su persona solo por el simple hecho de que creía que sería un peligro para todos y que no aceptaba su amistad con su hija.

Con la otra nunca había intercambiado palabras, pero por su rostro serio y su figura potente Percy no estaba seguro de sí echarse a correr o pedir disculpas por lo que sea que haya hecho. Aunque estaba bastante seguro de que no había hecho nada para ofender a la diosa Nike.

Atenea le concedió a Nike hablar con él primero, por lo que la madre de Annabeth se retiró un par de metros y Percy se quedó con la diosa alada.

El chico se removió en su lugar incomodo y miró a la madre de Victoire con nerviosismo.

—Diosa Nike —saludó él.

—Tranquilo chico, no vengo a hacerte daño —le dijo ella cuando notó que el azabache estaba a punto de salir corriendo por los nervios—. Solo quería saber personalmente tus motivos para seguir siendo mortal.

Percy suspiró, y respondió con la verdad.

—Quiero ser un chico normal. Quiero crecer junto con las personas que me importan —dijo—. Seguir llendo al campamento con...

—¿Mi hija? —intuyo ella. Percy se sonrojó, pero asintió.

—Si. No podría dejarla. Ni a ella ni a mis amigos.

Nike parecía meditar su repuesta. Mientras tanto Percy desvío su mirada hacia el ascensor y vislumbro las figuras de las chicas. Sonrió y regresó su mirada a la diosa.

—Sin duda tienes un gran corazón, Percy Jackson. Entiendo porque mi hija te... tiene tanta estima — dijo, aunque Percy percibió que esa no era la palabra que queria usar exactamente. Se sonrojó aún más—. Espero sigas así, de lo contrario, si lastimas a mi hija, presiento que no volverás a alzarte con la Victoria en mucho tiempo.

Percy empalidecio.

—No lo haré señora.

—Eso espero.

Pero antes de que la diosa pudiera irse, Percy se ánimo a sacar a relucir un tema que rondaba mucho por su mente.

—Diosa Nike.

Está volteo a verlo de nuevo.

—¿Si?

—Yo... Quería preguntarle algo respecto a las habilidades de Victoire. Ella hizo algo que... nunca había hecho antes.

Nike lo miro como si hubiera esperado que le preguntará al respecto. Y así era.

—¿Te refieres a cuando intentó salvar al hijo de Hermes? —preguntó ella.

Percy asintió.

—Ella había hecho algo parecido conmigo cuando enfrentamos a otro titán, Hiperión. Pero Vi solo me trasmitío la fuerza suficiente para derribarlo, más no me curo. ¿Cómo es eso posible?

Nike parecía pensativa, como si buscará las palabras correctas para explicarle lo que había hecho su hija.

Cuando Percy creyó que tal vez no le diría nada, puesto que no tenía el derecho de sonsacarle información de sus poderes, Nike habló:

—Existen muchos tipos de Victoria en la vida, Percy Jackson. Esta la victoria de cuando ganas una pelea o combate; La victoria de cuando ganas un premio o un reconocimiento; O cuando has ganado una competencia o prueba. Pero también hay otros triunfos en la vida, que se consideran una Victoria. Están los mortales con una enfermedad crónica por ejemplo, que se someten a años de tratamientos y pruebas, y terminan venciendo su enfermedad. Para ellos, ése logro, ya es una victoria en sus vidas. ¿Entiendes lo que trato de decirte? —Percy asintió lentamente, comprendiendo—. Cuando Luke Castellan logró obtener el control de su cuerpo y someter a Cronos el tiempo suficiente para acabar con su vida, él se consideró victorioso, porque supo que había terminado haciendo lo correcto y había salvado la vida de las personas que amaba. Lo que hizo mi hija fue tomar la Victoria que él sentía y usarla para trasmitirle fuerza. ¿Has visto como la piel se cura cuando sufres heridas superficiales? ¿Cómo terminan cerrándose, dejando una costra y luego una cicatriz? Pues Victoire estaba haciendo eso con la fuerza que le estaba transmitiendo. Estaba acelerando su proceso de curación, así como le pasaba a ella con su velocidad.

—Entonces, si ella hubiera seguido trasmitiendole fuerzas a Luke, ¿Lo habría salvado?

—Tal vez, pero hubiera pagado un alto precio —reveló ella—. Cronos ya había marcado el cuerpo de Luke  como recipiente. Si mi hija lo hubiera curado, el señor de los titanes lo habría vuelto a utilizar para tomar su verdadera forma y no estaríamos teniendo está conversación ahora.

Entonces Percy lo comprendió.

—A eso se refería su profecía, ¿No es así? Debía sacrificar el alma de su mejor amigo en lugar de salvarlo, de lo contrario todos ahora estaríamos pagando sus consecuencias.

—Exactamente —asintió ella. Y entonces lo miró con cierta curiosidad—. ¿Comentaste que Victoire te trasmitío fuerza cuando peleabas contra Hiperión?

—Si, lo hizo. Gracias a ella logré derribarlo y Grover y los demás sátiros lo convirtieron en un arce.

Nike meneó la cabeza, meditando algo. Entonces lo miro de una forma que Percy no puso descifrar.

—Es algo que puedo hacer durante un enfrentamiento —dijo ella—. Puedo influir sobre quién saldrá triunfador, pero mis hijos solo pueden hacerlo hasta cierto punto y únicamente con las personas a las que están ligadas emocionalmente.

Percy tardó un momento en comprender lo que la diosa le estaba diciendo. Cuando lo hizo, se quedó mudo.

—Ah.... entonces... a Tori le...

—Eso es algo que no puedo responderte, deberás hablarlo con ella personalmente. Buena suerte y manten ese gran corazón que tienes chico. Si lo haces, llegarás muy lejos.

Se giró hacia Atenea y le indicó que había terminado con él, por lo que Nike desplegó sus alas y alzo el vuelo para marcharse de ahí volando a una velocidad increíble. Percy la siguió con la mirada hasta que la diosa se convirtió en un punto que luego dejó de ser visible para él.

Un carraspeo hizo que Percy bajara la mirada, encontrandose con Atenea frente a él. El azabache trago saliva y espero a que la madre de Annabeth no lo convirtiera en una lombriz solo por el simple hecho de ser él.

—Bueno, Percy —dijo ella, acercándose a él—. Así que seguirás siendo mortal.

—Pues sí, señora.

—Me gustaría conocer tus motivos.

Percy reprimió un bufido. ¿Por qué todos le preguntaban lo mismo? Si, había rechazado la inmortalidad pero... No era para tanto, ¿No?

—Quiero ser un tipo normal —respondió—. Quiero crecer. Pasar la secundaria normalmente.

—¿Y mi hija?

—Es mi amiga, no podría dejarla —reconoció, con la garganta seca—. Ni a Daphne, —se apresuró a añadir—. Ni a To...

—Ahórratelo —Atenea se le acercó más. El aura de su poder le provocó un hormigueo en la piel—. Una vez te advertí, Percy Jackson, que por salvar a un amigo serías capaz de destruir el mundo. Quizá estaba equivocada. Al parecer, has salvado a tus amigos y al mundo. Pero piensa con mucho cuidado lo que harás a partir de ahora. Te he concedido el beneficio de la duda. No vayas a estropearlo.

Y como para demostrar su observación, se convirtió en una columna de fuego, chamuscándole la pechera de la camisa.

Victoire, Annabeth y Daphne lo esperaban junto al ascensor.

—¿Y ese olor a ahumado? —preguntó Annabeth en cuanto Percy llegó con ellas.

—Es una larga historia —respondió él.

     
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Descendieron hacia la planta baja, los cuatro en completó silencio. La música que sonaba por los parlantes era espantosa: Neil Diamond o algo por el estilo. Percy debió haber incluido ese detalle en su petición a los dioses: que mejorasen un poco la música ambiental.

Cuando llegaron al vestíbulo, se encontraron a Sally y a Paul discutiendo con aquel portero de cabeza rapada que ya había regresado a su puesto y, que al parecer, se negaba a dejarlos pasar.

—¡Le estoy diciendo —chillaba sally— que tenemos que subir! Mi hijo... —Entonces los vio y abrió mucho los ojos—. ¡Percy!

Le dio tal abrazo que lo dejó sin respiración.

—Hemos visto el edificio iluminado de azul —le dijo—. Pero como no bajabas... ¡Subiste hace horas!

—Se estaba poniendo un poco nerviosa —adujo Paul con ironía.

—Estoy bien —les aseguró Percy, mientras Sally abrazaba a Victoire y besaba su frente—. Ahora todo se ha arreglado.

—Señor Blofis —dijo Annabeth tras abrazar a Sally, quien ahora abrazaba a Daphne—, ¡Qué manejo de la espada!

Paul se encogió de hombros.

—Bueno, parecía lo obligado dadas las circunstancias. Pero Percy... ¿es verdad toda esa historia de la planta seiscientos?

—El Olimpo —Respondió él—. Sí.

Paul levantó la vista hacia el techo con expresión soñadora.

—Me encantaría verlo.

—Paul —lo reprendió Sally—, no es apto para mortales. En fin, lo importante es que nos encontramos bien. Todos —y acarició la mejilla de Tori con cariño.

Ella, por otro lado, parecía apunto de echarse a llorar de nuevo, por lo que Sally la atrajo hacia ella y la abrazó con fuerza. Tori tenía tantos sentimientos encontrados en su interior, que lo unico que quería era quedarse entre los brazos cálidos de Sally Jackson.

Salieron del Empire State y contemplaron la ciudad que hasta hace unas horas se encontraban defendiendo. Sin duda alguna se notaba las repercusiones que esa guerra había traído. Había autos golpeados y pavimentos destrozados. A lo lejos se veían columnas de humo y se escucha un nítido sonido de ambulancias. La gente cerca del Empire State parecía estar confundida, sin lograr entender que es lo que había pasado con su ciudad.

Y nunca lo sabrían.

El pecho le dolío. El mundo nunca sabría que Luke se sacrificó para salvarlos a todos.

Para salvarla a ella.

Nadie, que no sea parte del campamento o el Olimpo, recordaría su nombre o su historia.

Y eso, en parte, le dolía. Si, su amigo había cometido errores, pero al final hizo lo correcto. Murió salvando el Olimpo. Murió salvando al mundo del señor de los titanes. Y nadie lo recordaría como eso.

Menos ella. Tori siempre lo recordaría como un héroe.

Victoire suspiró profundamente; Ahora podían relajarse. Habían ganado la guerra y estaban con vida.

Ahora todo parecía perfecto.

Las cosas entre ella y Percy parecían relajadas.

Daphne y Annabeth no habían empezado a discutir, aún.

Sally y Paul habían sobrevivido.

El Olimpo se había salvado.

Y el campamento no corría riesgo.

Perfecto, ¿No?

Pues no, porque como siempre la vida de un semidiós nunca es tan fácil. Ni mucho menos tranquila. Y Tori lo supo en el momento en que Nico llegó corriendo desde la calle con una expresión que demostraba que algo andaba mal.

Como siempre.

—Es Rachel —dijo Nico—. Acabo de cruzármela en la calle Treinta y dos.

Victoire bufo y se separó de Sally.

—¿Qué ha hecho esta vez? —preguntó ella.

—No, la cuestión es adonde ha ido —explicó Nico—. Le he dicho que moriría en el intento, pero ella ha insistido. Se ha montado en Blackjack...

—¿Que se ha llevado a mi pegaso? —inquirió Percy, perplejo.

Nico asintió.

—Va hacia la colina Mestiza. Ha dicho que tenía que llegar al campamento.

—¿Se ha vuelto loca? —inquirió Daphne, igual de perpleja que ellos—. Debemos detenerla antes de que intente atravesar la defensas.

—¿Cómo llegaremos hasta allá tan rápido? —pregunto Annabeth—. Blackjack no está y los demás pegasos estan heridos.

Entonces Percy tuvo una idea y se volvió hacia Tori con una mirada suplicante. La castaña volteo a verlo con una ceja alzada. Sin embargo, pronto entendió lo que quería.

—Estás de broma, ¿No?

Percy negó.

—Daphne tiene razón, Rachel no podrá cruzar la defensas, mucho menos podrá defenderse de Peleo. Eres la única de nosotros que podría llegar a tiempo.

Victoire bufó y desplegó sus alas de su espalda de mala gana.

—La que hace una por sus amigos.

Y alzo el vuelo a toda velocidad.

     
                        
                        
                  
 

   
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                        
                  

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Percy sin duda le debía una, porque Victoire había alcanzado justo a tiempo Rachel;La chica se encontraba a escasos metros de llegar a la Colina Mestiza cuando Tori la interceptó en el aire.

—¡Dare! ¡¿Qué demonios crees que haces?! —le grito Tori através del viento para hacerse oir—. ¡No puedes pasar la barrera mágica, tonta!

Rachel hizo caso omiso de ella y pasó por su lado con Blackjack al pope. Victoire refunfuñó y aumento la velocidad hasta llegar nuevamente con ella.

—¡Detente! ¡No me obliges a usar mi espada contra ti!

Pero Rachel le respondió:

—¡No puedes dañarme con ella! !Percy me habló del bronce celestial.

Victoire masculló por lo bajo una maldición hacia el chico.

—¡La única razón por la que estoy aquí es por él! ¡No quiere que mueras!

—¡No moriré! ¡Quirón me ha invitado!

Está ve Victoire se detuvo en seco, provocando que Blackjack soltará un relinchido al casi chocar con ella. Se detuvo frente a ella y Rachel la miró.

—¡¿Quirón te invito?! —inquirió Tori, batiendo sus alas.

Rachel asintió.

—¡¿Por qué?!—preguntó ella extrañada.

Rachel meneó la cabeza.

—¡Es una larga historia, pero mi lugar es ahí! —y señaló el campamento—. ¡Debo cumplir con mi destino!

—¡¿Tu destino?! ¡Pero ni siquiera eres una Mestiza!

—¡Por favor, Victoire! ¡Confía en mí!

Y ahí estaba el problema. Victoire no quería confiar en ella....

Pero lo hacía. Rachel lucia tan segura de si misma ahí montada sobre blackjack, que Tori realmente dudo sobre su objetivo. Rachel la miraba con tanta convicción. Determinación.

Pero sobretodo, con esperanza.

La chica había dejado sus vacaciones para sobrevolar una zona de guerra por Percy. ¿La razón?, solo ellos la sabían.

Pero si Rachel estaba dispuesta a eso por el azabache, entonces ¿quién era ella para desconfiar en la chica que él quería?

Victoire inspiró y asintio.

—¡Bien! ¡Espero que sepas lo que haces Dare!

—Lo hago —aseguró ella.

Entonces ambas cruzaron la barrera mágica del campamento.

Victoire suspiró aliviada al ver qué la pelirroja cruzaba sin problema alguno y sobrevolaron el lugar hasta la cancha de volleyball, donde ambas aterrizaron y fueron rodeadas por varios sátiros al instante.

—¡Alto ahí! —grito uno al ver a Rachel.

—Victoire, ¿Por qué has traído a una mortal aquí? —preguntó otro mirando a Rachel con receloso.

Tori se cruzó de brazos y resopló.

—Eso mismo me preguntó yo.

—Yo la he invitado, retrocedan —dijo una voz abriéndose paso entre los sátiros. Estos, al oír a Quirón, se quedaron patidifusos. Al final retrocedieron y le permitieron a Victoire mirar, conmocionada, a su maestro; estaba en una camilla tamaño caballo, tenía un brazo en cabestrillo, las patas traseras entablilladas y la cabeza vendada.

Quirón le sonrió levemente al reparar su mirada preocupada en él.

—Estare bien Tori. He pasado por cosas peores.

Entonces se giró hacia Rachel.

—¿Está segura de que se ha levantado?

Rachel asintió.

—Muy segura —dijo ella.

Tori intervinó, totalmente confundida.

—¿De que están hablando? ¿Segura de que cos..

Pero entonces una voz infantil se abrió paso entre los sátiros.

—¡Tori!

Al verla, Victoire olvidó la verdadera razón por la cual estaba ahí en primer lugar. Corrió abrazar a Emma con tanta fuerza y alivio, que por poco aplastaba a la niña entre sus brazos. Sin embargo, Emma se puso a llorar nada más estar cerca de ella.

—Hey ¿Estás bien? —le preguntó Tori, preocupada y acariciando sus rizos con suavidad—. ¿Vinieron enemigos al campamento? ¿Te lastimaron?

Pero Emma negó con la cabeza y levantó su carita de su pecho.

—Ningún... enemigo o monstruo se acerco —dijo—. La verdad es que ,desde que... Clarisse y su cabaña se fueron, los sátiros y las na... náyades tomaron la vigilancia muy enserio —dijo entre pequeños sollozos.

—¿Entonces por qué lloras? —le preguntó Tori, acariciando su mejilla.

—Creí que estabas... —sollozó—. Anoche soñé que...

Pero entonces sus pequeños ojos se desviaron a otro lado y los abrió llenos de terror.

—¿Qué es eso?

Al ver su gesto, Victoire giró la cabeza hacia la Casa Grande y ahogó un grito cuando vio el resplandor verde que salía por todas las ventanas.

Pero lo que la dejo más perpleja fue el hecho de que la Niebla mágica comenzaba a arremolinarse en el patio y Rachel estaba de espaldas, al pie de los escalones del porche, con los brazos alzados como si esperase que alguien le lanzara una pelota desde el interior de la casa; Si eso pasaba, Tori esperaba que le diera en la naríz.

Junto con Emma se acercaron a Quirón y a los demás sátiros que miraban la escalofriante escena en la orilla de la cancha.

—¿Qué está haciendo? —masculló Tori, viendo como la niebla seguía expandiéndose.

—Vino a cumplir con su destino —respondió Quirón—. Rachel tiene el don de la profecía.

Victoire intento no sorprenderse mucho.

—Eso explica muchas cosas —respondió ella. Entonces comprendió la verdadera razón por la que estaba ahí la chica. Volteo a ver a Quirón con el terror plasmado en el rostro—. ¿No estará...? ¡Quirón, prometiste que no dejarías que nadie más lo intentará! ¿Acaso olvidaste a May? ¡La Maldición...

—Rachel cree que la maldición se ha levantado.

—¿Qué?¿Cómo? —inquirió ella.

—Me dijo que tuvo una visión. Me convenció.

—¿Y si se equivoca y termina como la madre de Luke?

Puede que Victoire no soportará a Rachel, la mayor parte del tiempo queria ahorcarla o estar lo más lejos posible de su persona, sobretodo ahora que había decidido dejar sus sentimientos por Percy a un lado para dejarle el camino libre a la chica. No obstante, Victoire era muy consciente de que nadie merecería vivir bajo los efectos de la locura; May Castellan era un claro ejemplo de que aquella vida era injusta y cruel.

Perdió a su único hijo por eso.

—Espero que tenga razón —dijo finalmente Tori viendo a la pelirroja.

Justo en ese momento Percy, Annabeth, Daphne, guiados por Argos, llegaron corriendo a dónde estaban ellos. Victoire vio como Percy empalidecia al ver a la pelirroja.

—¿Qué está haciendo? —cuestionó Annabeth—,¿cómo paso los límites de seguridad?

—Volando —dijo uno de los sátiros, echándole una mirada acusadora a Blackjack y a Tori—. Ha pasado justo por encima del dragón y ha cruzado las
fronteras mágicas con Victoire.

—¿No la detuviste? —inquirió Percy hacia ella, pero antes de que Victoire pudiera responderle, se giró hacia la chica—. ¡Rachel! —gritó, pero Tori alcanzó a detenerlo antes de que se acercara a ella.

—No, Percy —le advirtió ella—. No puedes interrumpir.

—Victoire tiene razón —dijo Quirón quien intento moverse. Una mueca se dibujo en su rostro.

—¡Creía que habías hablado con ella! —le replicó a Quirón. Victoire sintió una punzada al verlo tan preocupado.

—Así es. Y la invité a venir aquí.

Percy lo miro incrédulo.

—¡Dijiste que nunca permitirías que nadie volviera a intentarlo! Dijiste...

—Percy, para —pidió ella.

—No —repusó él, volteando a verla—. Tal vez ella no te importe pero a mi si.

Como si la hubiera golpeado, Victoire se aparto de él y la miro con un gesto dolido.

—Que no me caiga bien no significa que la quiera muerta. No soy un monstruo, Perseus —espetó ella—. Rachel tuvo una visión sobre la maldición de Hades, por eso está aquí.

—Cree que tal vez haya sido levantada —agrego Quirón—. Me ha convencido de que vale la pena intentarlo.

—¿Y si no ha sido levantada aún? Como Hades no se haya ocupado de ello, se volverá loca.

Entonces la niebla se arremolinó alrededor de Rachel, que empezó a temblar como si sufriera una convulsión.

—¡Rachel! —gritó Percy—. ¡Detente!

Y como Tori se había separado de él, Percy logró correr hacia ella sin hacer caso a los demás. Sin embargo, cuando ya la tenía a tres metros de distancia, chocó con una especie de pelota invisible elástica. Cuando Victoire lo vio salir volando, corrió hacia él y logró atraparlo antes de caer. Sin embargo la fuerza de aquel campo los vino tumbando a ambos y aterrizaron sobre la hierba.

—¿Estás bien? —le preguntó a Tori, pero ella lo ignoro y vio como Rachel abría los ojos y se volvía hacia ellos. Tenía aspecto de sonámbula, como si sólo los viera en sueños.

—Todo va bien —Su voz sonaba remota—. Para eso he venido.

—¡Serás destruida! —le refutó Percy.

Ella meneó la cabeza.

—Esté es mi sitio, Percy. Por fin comprendo por qué.

Percy tenía que detenerla, pero no podía levantarse. La castaña junto a él parecía estar igual.

Entonces la casa retumbó y la puerta se abrió de golpe, dejando escapar un fulgor verde. Ambos notaron un olor rancio a reptil.

La Niebla se retorció sinuosamente convertida en un centenar de serpientes, que se deslizaban por las columnas del porche y envolvían en sus anillos toda la casa.

Entonces apareció el Oráculo en el umbral.

Victoire escuchó a Emma gritar, pero Daphne había tomado a la niña y la había ocultado detrás de ella. Era entendible que Emma estuviera asustada; La momia avanzaba arrastrando los pies con su vestido multicolor. Tenía peor aspecto que de costumbre, lo que ya es mucho decir. El pelo se le caía a mechones. Su piel apergaminada se agrietaba como el asiento gastado de un autobús. Sus ojos vidriosos parecían perdidos en el vacío.

Y lo peor, es que caminaba hacia Rachel.

Ésta extendió los brazos. No parecía asustada.

—Llevas demasiado esperando —le dijo—. Pero aquí estoy por fin.

De un momento a otro el sol brilló con más ardor. Y por encima del porche, apareció una figura flotando en el aire: un tipo rubio con toga blanca, gafas de sol y sonrisa engreída.

—Apolo —dijo Percy. Junto a él, Victoire miró atonita al dios.

Él les guiñó un ojo, cosa que no le gustó mucho a Percy, pero se llevó un dedo a los labios.

—Rachel Elizabeth Dare —dijo el dios—. Posees el don de la profecía. Pero también se trata de una maldición. ¿Estás totalmente decidida?

Ella asintió.

—Es mi destino.

—¿Aceptas los riesgos?

—Sí.

—Entonces, adelante.

Rachel cerró los ojos.

—Acepto esta misión. Me entrego a Apolo, dios de los Oráculos. Abro mis ojos al futuro y abrazo el pasado. Aceptó al espíritu de Delfos, Voz de los Dioses, Portador de Enigmas, Vidente del Destino.

Ninguno sabía de dónde sacaba aquellas palabras, pero salían de ella con toda fluidez mientras la Niebla se iba espesando. De la boca de la momia brotó un serpenteante reguero verde, grueso como una pitón, que se deslizó por los escalones y empezó a enroscarse perezosamente por las piernas de Rachel.

La momia del Oráculo se desmoronó y se fue
deshaciendo hasta que sólo quedó un montoncillo de polvo y un viejo vestido de colores.

La Niebla envolvió a Rachel de tal modo que apenas se le veía. Luego, poco a poco, empezó a despejarse.

Rachel cayó al suelo y se acurrucó en posición fetal.

Victoire, Percy, Annabeth y Nico corrieron hacia ella, pero Apolo los detuvo:

—¡Alto! Ahora viene la parte más delicada.

—¿Qué sucede? —preguntó Tori—.¿A qué te refieres?

Ninguno se sorprendió al escuchar que Tori le hablaba por tu, en lugar de usted. Era bien conocida su amistad con el Dios.

Apolo estudió a Rachel con inquietud.

—El espíritu puede alojarse en su interior o no.

—¿Y si no lo hace? —preguntó Annabeth.

—Cinco sílabas —dijo Apolo, contándolas con los dedos—. «Sería fatal».

Pese a la advertencia de Apolo, Percy corrió a arrodillarme junto a Rachel. Sin ser consciente de que con aquel gesto, Victoire sintió una opresión en su pecho. No había duda alguna ya en su corazón.

Percy había elegido. Y ella debía aceptarlo.

El olor del desván se había disipado. La Niebla descendió a ras de suelo y el resplandor verde se extinguió. Rachel, sin embargo, seguía muy pálida y apenas respiraba.

De pronto se le abrieron los párpados y enfocó a Percy con dificultad.

—Percy.

—¿Te encuentras bien? —le preguntó.

Intentó sentarse. Los tres se acercaron a paso lento.

—Uf —se quejo la chica con las manos a las sienes.

—Rachel —dijo Nico—, tu aura vital se había desvanecido casi del todo. He visto cómo morías con mis propios ojos.

—Estoy bien —musitó—. Ayúdenme a levantarme, por favor. Las visiones... me desorientan un poco.

—¿Segura que estás bien? —preguntó Percy preocupado.

Apolo bajó flotando desde el porche.

—Damas y caballeros —dijo—, es un placer presentarles al nuevo Oráculo de Delfos.

—Estás de broma —resopló Victoire, Apolo la miró con cierta burla.

Rachel esbozó una leve sonrisa.

—También para mí resulta algo sorprendente, pero éste es mi destino. Lo vi al llegar a Nueva York. Ahora sé por qué nací con este don. Fui creada para convertirme en Oráculo.

Percy parpadeó, perplejo.

—¿Estás diciendo que ahora mismo puedes predecir el futuro? —preguntó.

—No a todas horas —dijo—. Pero hay visiones, imágenes y palabras en mi mente. Cuando alguien me hace una pregunta, yo... ¡Oh, no...!

—Ya empieza —anunció Apolo.

Rachel se dobló como si le hubieran dado un puñetazo. Al incorporarse de nuevo, tenía en los ojos un brillo verdoso. Un recuerdo de la madre de Luke le vino a Tori, por lo que retrocedió un paso de la chica.

Entonces Rachel comenzó a hablar con una voz que parecía triplicada, como tres veces ella hablando a la vez:

Nueve mestizos y su guardiana responderán a la llamada.
Bajo su propia naturaleza, la tormenta o el fuego, el mundo debe caer.
Un favor por cobrar, Un juramento que mantener con un último aliento, y los enemigos en armas ante las puertas de la muerte.

Al pronunciar la última palabra, Rachel cayó fulminada. Percy y Nico se apresuraron a sujetarla y la llevaron hacia el porche. Annabeth, Tori y Apolo los siguieron.

—Estoy bien —escucharon a Rachel decir ya con su voz normal.

—¿Qué ha sido eso? —le preguntó Percy.

Ella negó con la cabeza, desconcertada.

—¿El qué?

—Yo diría que acabamos de oír la siguiente Gran Profecía —comentó Apolo.

Victoire empalidecio.

—¿Qué significa? —inquirió Percy.

Rachel frunció el entrecejo.

—Ni siquiera recuerdo qué he dicho.

—No —terció Apolo, pensativo—. El espíritu sólo hablará a través de ti en ocasiones. El resto del tiempo, Rachel seguirá siendo la de siempre. No tiene sentido interrogarla, aunque acabe de pronunciar la nueva gran predicción sobre el futuro del mundo.

—¿Qué? —exclamaron Victoire y Percy al unísono—. Pero...

—Percy, Tori —atajó Apolo—, yo no me preocuparía demasiado. La última Gran Profecía y la profecía de la guardiana que hablaba de ustedes tardó casi setenta años en cumplirse. Esta quizá ni siquiera suceda durante el curso de su vida. Puede que nazca otra nueva guardiana y no seas tú.

Victoria quiso creerle, pero la profecía había sido muy clara "un favor que cobrar".

Y los dioses le debían uno.

Sin embargo, todos sus amigos parecían inquietos por la nueva profecía. Y ella no quería ser la responsable de asustarlos más.

—Tienes razón —le dijo a Apolo.

Percy meneó la cabeza.

—Puede ser. Pero no sonaba demasiado bien.

—Ya —dijo Apolo jovialmente—. Nada bien. ¡Va a ser una Oráculo fantástica!

Victoire tenía sus dudas sobre eso. Pero no lo comento.

—Venga, Rachel necesita reposo —dijo Apolo.

Victoire no necesito escuchar más, se dio la media vuelta y comenzó a caminar hacia Daphne y Emma. La niña había dejado de llorar pero seguía con un gesto asustado en el rostro y temblaba.

—Esta muy asustada. Le he dicho que el oráculo no la lastimaría pero creo que es algo más —le dijo Daphne.

Victoire recordó que Emma había intentado decirle algo antes de todo eso.

—Intentaré hablar con ella —entonces se agachó a la altura de la niña—. ¿Vamos a la playa un rato? Tal vez puedo llevarte volando sobre el agua.

Su propuesta pareció animarla un poco. Porque se separó de la morena y se acercó a ella para brincar sobre la espalda de Tori.

—Nos vemos al rato —le dijo la castaña a la rizada y salió corriendo hacia la playa con Emma.

Cuando llegaron, Emma bajo de su espalda y Tori se despojó de su armadura. Está cayó de golpe sobre la arena.

Ambas caminaron por el muelle de madera y se sentaron en la orilla, de forma que los pies de Emma apenas tocaban el agua. En cambio, Tori, tuvo que sacarse las botas para meter sus pies y parte de sus piernas.

Ambas permanecieron en silencio un par de minutos. Finalmente Tori hablo.

—Hablame de ese sueño que tuviste.

—En realidad fueron varios —confesó ella—, pero no recuerdo con claridad todo.

Victoire asintió.

—Cuentame lo que recuerdas.

Y entonces Emma comenzó a contárselo. Sin embargo Victoire permaneció con el ceño fruncido al no entender lo que la niña le decía. Hablaba de un dragón y barco capaces de volar hasta el otro lado del mundo. Hablaba de cuevas y lugares los cuales no tenía sentido que una niña de seis años supiera.

Pero lo que más la desconcertó fue el hecho de que la vio a ella, a Tori, volar en dirección a un chico y una chica desconocidos, los cuales, según Emma, estaban a punto de estrecharse en la tierra mientra una explosión estallaba sobre sus cabezas.

Cuando Emma terminó de contarle lo que recordaba, Victoire sintió un sabor agrio en la boca. Sin embargo, la niña estaba apunto de echarse a llorar de nuevo, por lo que Tori borró cualquier atisbo de preocupación en su rostro y levantó el mentón de la niña.

—Emma, solo estabas preocupada por la guerra con Cronos —le dijo ella—. Fue solo un sueño. Estamos bien. El campamento está a salvo.

La niña se sorbió la nariz.

—Parecia muy real.

—A veces las pesadillas parecen reales, pero son solo eso... Pesadillas.

La niña se limpió los ojos y la miró con un puchero.

—¿Lo prometes? —y levantó su dedo meñique hacia ella.

Ante ese gesto, Victoire se quedó helada. La fugaz imagen de Luke entre sus brazos la golpeo justo en el pecho. Las promesas que había hecho con el chico regresaron a su mente como una cinta de película trágica.

Ese gesto se había vuelto una costumbre entre ellos, algo que los unía de forma unica. Cada que vez alguno debía prometer algo, sellaban la promesa con su meñique, como la primera vez que se conocieron. Puede que muchas personas usarán ese gesto también, pero para Tori, era solo de ella y Luke.

No sentía que fuera lo correcto usarlo con alguien más.

Sin embargo, en ese momento, una calida brisa le rozó el rostro. Y Victoire podia jurar que entre está escuchó una voz susurrandole: «Esta bien, hazlo»

Sus ojos se cristalizaron, su pecho se estrujó, pero le sonrió a la pequeña y oculto todo su dolor dentro.

—Lo prometo —respondió.

Y entrelazo su dedo con el de ella, sellando otra promesa que está vez mantendría.

O por lo menos haría todo lo posible por hacerlo.

—¿Qué tal si te llevo volando? —le preguntó Tori a Emma para aligerar el ambiente en el que se habían visto envueltas.

Emma asintió con mucho más entusiasmo. Victoire se levantó y extendió sus alas blancas. Tomó a la niña en brazos y alzo el vuelo sobre las suaves olas de la playa de ese día.

Un día que había comenzado de forma desgarradora para ella. Pero Victoire seguía ocultando su dolor en el interior; no solo ella había sufrido y perdido a alguien aquel día, también Annabeth, Daphne, Grover, Clarisse, Will y hasta Percy.

Por lo que Victoire sentía la obligación de ser fuertes por ellos.

Por las personas que aún le quedaban en su vida.

—¡Quiero tocar el agua! —pidio la niña en sus brazos haciéndose oir entre el viento que golpeaba ambas al volar.

Victoire descendió hasta estar a una distancia muy corta del mar y Emma estiró sus manos para tocar el agua. En automático está brincó hacia ella y Emma soltó una contagiosa risa.

Recorrieron un buen tramo de la playa y saludaron a varios espíritus del mar que salieron a la superficie para saludarlas. Emma parecía estar mucho más tranquila, ya no había atisbo de miedo en su rostro.

Y eso, a su vez, calmo también el palpitar veloz del corazón de Victoire.

                        
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

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