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𝟦𝟩. 𝗁𝖾́𝗋𝗈𝖾𝗌

🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter forty-seven

heroes

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Cómo había dicho Apolo, Victoire solo tardó un momento en recuperarse y poder ponerse en pie.
Y si bien su cuerpo ya no le dolía y no tenía rastro alguno de la batalla, ni heridas, cortes o hematomas, seguía sintiendo una opresión en su pecho que le dificultaba poder respirar con normalidad.

Apolo, ni ningún otro dios, podría curar su corazón quebrado por la perdida.

En cuanto Victoire estuvo de pie, Apolo le informó que sus amigos estaban afuera ayudando con los heridos y se alejo por petición de su padre para ayudar a los demás dioses con la restauración del gran salón salón, lo cual resultó asombrosamente rápida con doce seres sobrenaturales trabajando al mismo tiempo.

Cuando terminaron, prosiguieron a reparar el puente del cielo. Victoire no los siguió al exterior, sino que se hizo un ovillo en el suelo y escondió su rostro entre sus rodillas. Se sentía cansada. Muy cansada.

Eso sin contar el gran vacío que sentía por dentro.

—¡Tori!

Al escuchar su nombre, alzo la cabeza y vio a Grover, Daphne y Percy correr hacia ella. Tori se levantó y dejo que lo tres la abrazaran en grupo. Por una pequeña fracción de segundos, se sintió bien.

—¿Y Annabeth? —preguntó ella al no ver a la rubia con ellos.

Entonces Daphne le explicó que poco después de ella, Annabeth se había desmayado por sus heridas Will, quien había estado en el Olimpo protegiendo, junto otros dos hermanos suyos, a los heridos en el templo de su padre, la curo y ahora se encontraba inconsciente y con ellos

—Will dijo que despertaría pronto, pero... ¿cómo es que tu te recuperaste tan rápido?

—Es por su velocidad, afecta a su metabolismo y hace que sus heridas se curen más rápido —explicó Percy, repitiendo lo que Apolo le había comentado—. Venga, los dioses han reparo el puente, vamos a ver a nuestros amigos.

Entonces los cuatro se apartaron del rincon y se reunieron en la entrada del gran salón para recibir a sus amigos que habían sobrevivido a la batalla.

Los cíclopes habían sacado a Thalia de debajo de la estatua, pero ahora debía andar en muletas. Aparte de ese detalle, la hija de Zeus estaba bien.

Connor y Travis Stoll solo tenían algunas heridas menores, pero habían salido casi ilesos del combate. Los hermanos le aseguraron a Percy que ni siquiera habían saqueado demasiado la ciudad. Victoire quiso creerles pero conocía a los Stoll, nunca desaprovecharian una oportunidad como esa.

También le contaron a Percy que sus padres estaban bien, cosa que alivió de sobremanera a la castaña. Tanto Sally como Paul se habían quedado abajo puesto que no se les permitía subir al monte Olimpo.

—La señorita O'Leary logró encontrar a Quirón —les dijo Travis—. Ahora mismo está en el campamento siendo atendido.

—No tenía buen aspecto —agregó Connor con un gesto preocupado en el rostro—. Pero quiero creer que ha pasado por peores cosas. Por lo menos sigue vivo.

Parecía intentar convencerlos de eso, pero Tori reparó en que más bien intentaba convercerse a si mismo.

—Por cierto Percy, vi a tu amiga salir corrieron del Empire State cuando terminó la batalla —comentó Katie Gardner, quien tenía una venda sobre la cabeza—. No parecía estar herida pero, no sabemos a dónde se fue.

Sus amigos alrededor negaron. No, sin duda nadie sabía a donde había ido Rachel.

En eso Nico di Angelo entró en el Olimpo como un héroe, escoltado por su padre, cosa excepcional porque se suponía que Hades sólo visitaba el Olimpo en el solsticio de invierno.

Nada más ver al chico, Daphne salió corriendo para abrazarlo.

Victoire observó como el dios de los muertos se quedaba patidifuso cuando los demás dioses, incluídos sus hermanos, le dieron unas palmaditas en la espalda. Sin duda no esperaba aquel recibimiento caluroso.

Victoire desvío su mirada para buscar algún otro rostro conocido. Y fue cuando vio a Clarisse tiritando por el rato que había pasado dentro del bloque de hielo. Al verla, Ares bramó:

—¡Ésa es mi chica!

El dios de la guerra le alborotó el pelo y le aporreó la espalda, proclamando que era la mejor guerrera que había visto.

—¿Acabar con un drakon de esa manera? ¡Eso sí es luchar!

Clarisse parecía más bien abrumada. Se limitaba a asentir, parpadeando, como si temiera que fuese a darle otra vez, pero al final se animó a sonreír un poco.

Junto a ellos, Victoire reconoció la figura de su madre, dando indicaciones a sus Nikai para que buscarán algún otro herido por el Olimpo. Las mujeres doradas salieron disparadas por la puerta y su madre se volteo a verla. Permaneció ahí, parada, como si esperara que ella se acercara.

—Ahora regresó —les dijo Tori a sus amigos y se dirigió a ella.

Esta, al tenerla cerca, sonrió con orgullo.

—Veo que no me equivoqué al confiar en ti —le dijo Nike-?—. Sabía que harías lo correcto, hija.

Victoire se tenso y bajo la mirada, aguantando las lágrimas que comenzaban a aglomerarse en sus ojos.

Lo correcto.

Había dejado morir a Luke y su madre le decía que era lo correcto.

Y lo peor...

Es que ella sabía que tenía razón.

Nike suavizó su mirada al verla tan afligida.

—Sé que el hijo de Hermes era alguien importante para ti, querida —dijo Nike levantando el mentón de Tori con suavidad—. Pero su sacrificio salvo el mundo. Al final, murió como un héroe.

—¿Tu...? —Victoire carraspeó para aclararse la garganta y disipar el nudo que se había formado—. ¿Tu sabías que él era el héroe de la profecía?

Nike suspiró y desvío su mirada hacia el otro lado del salón. Victoire siguió su mirada y descubrió que Zeus las estaba observando. Y como si esté hubiera escuchado de lo que estaban hablando, lo cual era lo más seguro, le hizo un gesto a su madre de asentimiento, como si le estuviera dando permiso de algo. Extrañada, Victoire volteo a ver a su madre.

—Tengo permiso de hablar de esto. El señor Zeus no estaba del todo convencido de que fuera lo más conveniente que tú, pues, supieras esto.

Victoire se removió en su lugar, nerviosa. El gesto de su madre se endureció.

—Luke no había sido la primera, ni la segunda, opción de Cronos.

—¿Qué? —inquirió ella, perpleja—. ¿A qué te refieres con eso? ¿Osea que Cronos tenía a alguien más en mente para usar como recipiente?

Su madre asintió.

—Él había planeado usar primero al hijo de Némesis, Keegan Grayson.

Una corriente helada la recorrió. Entonces Tori comprendió.

—Tiene sentido —aseguró ella—. Cuando recuperé mis recuerdos, vi que keegan trabajaba para él. Era una opción lógica, el hijo de la diosa de la venganza ayudando a un titán a vengarse de sus hijos.

—Tengo entendido que aún así un hijo de Némesis lo ayudo.

Tori asintió.

—Ethan Nakurama, murió cuando intento matar a Cronos —informó ella. Se mordió el labio y volteo a ver el panorama a su alrededor. Mestizos y dioses conviviendo en ese momento. Dudaba que fuera a ver una escena así de nuevo. Sin embargo, ella tenía sus pensamientos en el tema que su madre le había revelado—. Keegan... No sabía que Cronos quería usarlo a él de recipiente —confesó Tori regresando su mirada a su madre.

—Iba a usarlo, pero tú lo detuviste al matar al chico.

Victoire ladeó la cabeza.

—Nadie te culpa por eso —le aseguró Nike—, ahora se sabe que razón tuviste para matarlo.

Victoire tragó saliva, y asintió hacia las palabras de su madre. Sin embargo eso no quitaba el hecho de que sus manos se habían manchado de sangre mestiza.

Fue entonces que Tori reparó en algo más.

—Madre, has dicho que Luke no era la primera ni la segunda opinión de Cronos. Keegan era el primero, ¿Quién....?

—Jonathan O'Hare, hijo de Aceso —respondió ella.

—La diosa de la curación —identifico Tori—. Ahora comprendo cómo pudo seguir luchando después del ataque de Daphne.

Ambas voltearon a ver a la morena, que se encontraba hablando con su hermano y su padre. Éste último intentaba disimular una sonrisa, pero Tori sabía que estaba orgulloso de sus hijos y aliviado de que ambos estuvieran vivos.

—Tu amiga es muy fuerte —comentó Nike.

Victoire asintió, estando de acuerdo con ella. De solo recordar la sensación de la naturaleza misma envolviendo su cuerpo... Le recorrió un escalofríos.

—La más fuerte de todas —aseguró Tori, entonces se volvió hacia su madre—. Si O'Hare era la segunda opción, ¿Por qué Cronos no lo utilizo a él?

Esta vez su madre se tardó un poco más en responder su pregunta. Parecía debatirse entre si decirle la verdad o no. Terminó cediendo a la primera opción.

—Porque alguien más lo convenció para que usará al hija de Hermes en lugar de al hijo de Aceso.

Victoire frunció el ceño.

—¿Por qué alguien haría eso? —cuestionó, entonces  comprendió algo—. Si Jonathan hubiese sido el recipiente de Cronos, Luke estaría vivo. ¡Estaría aquí, conmigo! ¿Quién? ¡¿Quién convenció a Cronos de usarlo a él?!

Los ojos claros de su madre voltearon a verla directamente, la seriedad pura reflejada en su mirada, y Tori supo que la respuesta no iba a gustarle nada.

Y claro que no le gustó.

—Némesis.

Un puñetazo en el rostro hubiera dolido menos que saber la verdad. Victoire trastabillo y soltó un jadeo al sentir la falta de aire en sus pulmones. El salón entero comenzó a girar a su alrededor, o por lo menos esa fue la sensación que tuvo.

Némesis.

Todo este tiempo había sido némesis la culpable de que Luke fuera elegido por Cronos.

Ella había persuadido al Titán de los tiempos para usar al hijo de Hermes, quien estaba lleno de rencor y odio hacia los dioses.

Por su culpa Luke había muerto.

Recordó las palabras de la diosa en el laberinto como un cubetazo de agua fría:

«La venganza puede ser tan dulce, Laurent. Pero la tuya será tan agria que ni siquiera toda el azúcar del mundo podrá endulzarla. Buena suerte en el laberinto, no quiero que mueras antes del final de tu amigo»

No, no era posible.

«el final de tu amigo»

En ese momento Victoire había creído que hablaba de Percy. Pero todo ese tiempo Némesis se había referido a Luke.

Todo ese tiempo la diosa había llevado a cabo su plan de venganza contra ella y Tori no lo había sabido.

Todo ese tiempo Némesis mantuvo el cuchillo sobre su garganta, pero no específicamente sobre la de ella, sino en la de Luke.

En una de las personas más importantes para ella.

Y al final, no solo había muerto él, sino también una parte de ella que Tori dudaba en poder recuperar.

Al final Némesis había cumplido su juramento.

Se había vengado de ella.

Y Tori no pudo hacer nada para evitarlo.





     
                        
                        
                  

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Cuando Victoire regresó con ellos, Percy se preocupó al verla tan pálida y perdida en sus pensamientos.

Le echó un vistazo a Nike, para ver si podía descifrar lo que le pasaba a la chica. Sin embargo Nike estaba hablando con Atenea y parecía estar de buen humor, ambas dioses se encontraban sonriendo y hasta riéndose bajito. Cosa que descolocó un tanto al muchacho, nunca había visto a la diosa Atenea reirse, ni sonreir.

Percy iba a preguntarle a Tori lo ocurría, cuando resonaron las caracolas y el ejército de Poseidón entró desfilando en la sala del trono.

—¡Percy! —gritó Tyson, y se abalanzó sobre él con los brazos abiertos. Por fortuna, se había encogido hasta adoptar su tamaño normal. O sea, que su abrazo era como si le viniera encima un tractor, y no la granja entera—. ¡No has muerto!

—¡No! —corroboro él—. ¿Increíble, verdad?

Él aplaudió y se echó a reír alegremente. Entonces miró a Tori y su expresión de alegría aumentó.

—¡Vi-vi!

Pero ella apenas percibió el saludo cuando Tyson se abalanzó sobre ella y la envolvió en un abrazo.

Percy no podía mentir, le preocupó por un momento que Tyson pudiera lastimarla por la emoción, pero la salto justo cuando Victoire comenzaba a ponerse roja.

—Tyson —saludo ella, recuperando el aire y el color.

—Lo siento —se disculpó él—, es que estoy muy emocionado porque ambos están vivos. Yo también lo estoy. ¡Yuju! Hemos encadenado a Tifón. ¡Eso sí que ha sido divertido!

Detrás de él, otros cincuenta cíclopes con armadura sonreían satisfechos y chocaban esos cinco unos con otros.

—¡Tyson nos ha comandado! —tronó uno—. ¡Es un valiente!

—¡El más valeroso de los cíclopes! —bramó otro.

Tyson se ruborizó.

—No es para tanto.

—¿Bromeas? —inquirió Tori.

—¡Te hemos visto! —le dijo Percy—. ¡Has estado increíble!

—Sí. Hum... ¡tres hurras por Tyson! —dijo Grover, quien parecía apunto de caer al suelo por la presencia de los cíclopes. Su amigo sátiro les tenían pánico.

—¡Hurra! —rugieron los cíclopes.

—Por favor, no me coman —murmuró Grover, pero Percy estaba seguro que nadie lo oyó.

Las caracolas sonaron de nuevo. Los cíclopes abrieron paso y su padre avanzó por la sala del trono con su armadura y su tridente, que fulguraba en sus manos.

—¡Tyson! —tronó—. Buen trabajo, hijo mío. Y Percy... — Victoire se tenso cuando Poseidon adoptó una expresión muy seria y meneó un dedo con severidad. Por un instante temió que fuera a fulminar al chico—. Incluso te perdono que te sentaras en mi trono. ¡Has salvado al Olimpo!

Y entonces hizo algo que dejó helado a Percy. Lo abrazó.

Victoire los miró con una pequeña sonrisa que no llego a sus mejillas.

No podía evitarlo. No podía sentirse del todo completa.

Cuando Poseidon lo soltó, examinó a su hijo con una gran sonrisa. Percy se sintió tan bien que se le escapó una lagrimilla, aunque intento disimularlo.

—Papá...

—¡Chist! —dijo-— Ningún héroe está por encima del miedo, Percy. Y tú te has elevado por encima de todos los héroes. Ni siquiera Hércules...

—¡Poseidón! —clamó una voz atronadora.

Zeus ya había ocupado su trono y le lanzó una mirada fulminante a su hermano, mientras los demás dioses ocupaban sus asientos. Incluso Hades estaba entre ellos, acomodado en una simple silla para invitados junto al hogar. Nico se había sentado a sus pies con las piernas cruzadas.

—¿Y bien, Poseidón? —refunfuñó Zeus—. ¿Eres demasiado orgulloso para sumarte a nuestro consejo, hermano?

Victoire miró de reojo a Poseidon, pensando que esté se enfurecería por su comentario. No obstante, miró a Percy y le guiño un ojo.

—Será un honor, señor Zeus —contestó.

Victoire se quedó atónita. La cantidad de veces que había visto a Zeus y a Poseidon discutir durante su estancia en el Olimpo. Muchas veces tuvo que estar ella presente para evitar que ambos dioses comenzarán una guerra, porque por algún motivo, Tori lograba hacerlos entrar en razón.

Pero ahí estaba Poseídon. Caminando muy erguido hasta su tronó sin molestarse con su hermano.

Si duda los milagros existían.

Su madre, quien había sido invitado al consejo por el mismísimo Zeus, se encontraba de pie junto al trono más grande del salón. Nike guiño un ojo en su dirección y el Consejo de los Dioses dio comienzo.

Si éramos honestos, Victoire dejo de prestar atención al consejo en cuanto Zeus se propuso a hacer un largo discurso sobre la bravura de los dioses, la valentia con la que habían luchado, etcétera.

En su lugar, sus pensamientos vagaron alrededor del tema que su madre le había revelado. Estaba tan absorta pensando en como una diosa podía ser tan cruel, que no se percató de la presencia de Annabeth entrando al gran salón hasta que hablo.

—¿Me he perdido mucho? —susurró colocándose entre ella y Daphne.

—Nadie piensa matarnos por ahora —le respondió Percy en voz baja.

—Por primera vez en todo el día —agregó Daphne con algo de ironía.

Poco les faltó a ella y a Percy para troncharse de risa ahí mismo, pero Grover y Annabeth les dieron un codazo. Hera los observaba con mirada aviesa. Tori ni se inmutó ante eso.

—En cuanto a mis hermanos —dijo Zeus, Tori volvió a prestarle atención—, estamos agradecidos —se aclaró la garganta, como si no le acabaran de salir las palabras—, hum, agradecidos por la ayuda de Hades.

El señor de los muertos hizo un leve gesto con la cabeza, mostrando una expresión engreída, la cual tenía todo el derecho de tener. Al fin y al cabo, su intervención en la guerra los había salvado.

Hades le dio unas palmaditas en el hombro a su hijo Nico. Y éste parecía más feliz que nunca.

—Y naturalmente —prosiguió Zeus, aunque parecía que le estuvieran quemando los pantalones—, debemos... eh... darle las gracias a Poseidón.

—Perdona, hermano —dijo el aludido—. ¿Cómo has dicho?

—Debemos darle las gracias a Poseidón —refunfuñó Zeus—, sin cuya ayuda... habría sido difícil...

—¿Difícil? —repitió Poseidón con aire inocente.

—Imposible —dijo Zeus—. Imposible derrotar a Tifón.

Los demás dioses rompieron en murmullos de asentimiento y golpearon el suelo con sus armas en señal de aprobación.

—Dicho lo cual —continuó Zeus—, ya sólo nos queda dar las gracias a nuestros jóvenes héroes semidioses, que tan bien han defendido el Olimpo... más allá de que mi trono haya sufrido algún que otro esperfecto.

Como Tori esperaba, primero llamó ante su presencia a Thalia, su hija. Y le prometió que la ayudaría a cubrir las bajas que se habían producido en las filas de las cazadoras.

Artemisa sonrió.

—Te has portado muy bien, mi lugarteniente —le dijo a Thalia—. Has logrado que me sintiera orgullosa. Y las cazadoras que han perecido a mi servicio jamás caerán en el olvido. Alcanzarán los Campos Elíseos, de eso estoy segura —y le lanzó a Hades una mirada acerada y llena de intención.

Él se encogió de hombros.

—Es lo más probable —comentó el dios.

Artemisa siguió mirándolo con ferocidad.

—Está bien —rezongó Hades—. Agilizaré sus expedientes.

Thalia sonrió orgullosa.

—Gracias, mi señora.

Hizo una reverencia a todos los dioses, incluido Hades, y cojeó hasta situarse al lado de Artemisa.

—¡Tyson, hijo de Poseidón! —tronó Zeus.

Tyson lucía nervioso, pero avanzó hasta el centro del consejo y Zeus soltó un gruñido.

—Éste no se salta ni una comida, ¿eh? —musitó, como para sus adentros—. Tyson, por el valor demostrado en la batalla y por dirigir el ataque de los cíclopes, te nombramos, con la aceptación de nuestra actual general aquí presente —Nike inclinó la cabeza—, lugarteniente de los ejércitos del Olimpo. En adelante, comandarás a tus hermanos en la guerra siempre que los dioses lo requieran. Y te concedemos una nueva... hum... ¿Qué clase de arma te gusta? ¿La espada? ¿El hacha?

—¡La porra! —dijo Tyson, mostrando su porra rota.

—Muy bien —repuso Zeus—. Te concedemos una nueva, eh, porra. La mejor que pueda encontrarse.

—¡Hurra! —gritó Tyson, y los demás cíclopes estallaron en vítores y se pusieron a darle porrazos en la espalda en cuanto se reunió con ellos.

—¡Grover Underwood, de los sátiros! —llamó Dioniso.

Grover se adelantó, muerto de los nervios.

—Deja de mordisquearte la camisa —lo reprendió el dios—. En serio, no voy a fulminarte. Bien. Por tu bravura y sacrificio, bla, bla, bla, y dado que lamentablemente tenemos una vacante, los dioses hemos considerado oportuno nombrarte miembro del Consejo de los Sabios Ungulados.

Grover se desmayó allí mismo.

—Fantástico —suspiró Dioniso, mientras varias náyades corrían a socorrer a Grover—. Bueno, cuando despierte, que alguien le explique que ya no está desterrado y que todos los sátiros, náyades y demás espíritus de la naturaleza lo tratarán en adelante como señor de la naturaleza, con todos los derechos, honores y privilegios, bla, bla, bla. Y ahora, por favor, saquenlo de aquí antes de que despierte y se ponga demasiado sumiso.

—¡Comidaaaa! -gimio Grover en sueños, mientras los espíritus de la naturaleza se lo llevaban.

—Sátiro suertudo —musito Percy junto a ella. Tori alzo una ceja en su dirección—. Despertará rodeado de los cuidados de un puñado de hermosas náyades. Qué vida más dura.

—Descuida, igual y tú también te desmayas y despiertas rodeado de nereidas. O incluso Rachel podría cuidarte. ¿No te gustaría?

Pero antes de que Percy pudiera responderle, extrañado por su respuesta, Atenea alzo la voz:

—Annabeth Chase, mi propia hija.

Annabeth le apretó el brazo a la morena; luego se adelantó y fue a arrodillarse a los pies de su madre.

Atenea sonrió.

—Tú, hija mía, has superado todas las expectativas —dijo—. Has empleado tu inteligencia, tu fuerza y tu coraje para defender esta ciudad y la sede de nuestro poder. Nos han llegado noticias de que el Olimpo está... en fin, destrozado. El señor de los titanes ha causado graves daños que habrán de ser reparados. Podríamos reconstruirlo todo mágicamente, desde luego, y dejarlo tal como estaba. Pero los dioses creemos que la ciudad podría mejorarse. Vamos a tomarnos esta situación como una oportunidad. Y tú, hija mía, te encargarás de diseñar las mejoras...

Annabeth levantó la vista, totalmente pasmada.

—¿Mi... mi señora?

Atenea sonrió con ironía.

—Eres arquitecta, ¿no? Has estudiado las técnicas del mismísimo Dédalo. ¿Quién mejor para remodelar el Olimpo y convertirlo en un monumento que perdurará durante otro eón?

—Eso significa... ¿que puedo diseñar lo que quiera?
—preguntó Annabeth.

—Lo que te salga de dentro —contestó la diosa—. Constrúyenos una ciudad a la altura de los tiempos.

—Siempre que haya muchas estatuas mías —añadió Apolo.

—Y mías ⁶asintió Afrodita.

—Eh, ¡y mías! —gritó Ares—. Grandes estatuas con enormes espadas mortíferas y...

—¡Muy bien! —cortó Atenea—. Ha captado el mensaje. Levántate, hija mía, arquitecta oficial del Olimpo.

Annabeth se puso de pie y caminó hacia ellos prácticamente en trance.

—Jimmy, no puedo creer que diré esto pero, felicidades, lo mereces —le dijo Daphne.

—Enhorabuena —le dijo percy, sonriendo.

—El Olimpo está en grandiosas manos —le dijo Tori.

Por una vez, Annabeth se había quedado sin palabras.

—Tendré... tendré que empezar a hacer planos... Papel de dibujo, hum, y lápices...

—Tengo mucho material en el campamento, no te preocupes —le dijo Tori.

Pero entonces llamaron a la rizada.

—¡Daphne Goldberg! —llamo Dionisio.

Victoire volteo a ver a la morena, pero Daphne parecía debatirse consigo misma. Tori la entendió, había estado a nada de arrasar con parte de la ciudad, y a ella de paso, cuando dejó que su sed venganza tomara el control de sus poderes. Era claro que su amiga tenía miedo de que su padre y los demás dioses fueran a reprimirla por eso.

No obstante, los dioses seguían esperando a que la morena pasará al frente, por lo que Annabeth le dio un ligero golpe en el hombro, que terminó impulso a Daphne para caminar y arrodillarse frente a su padre.

Dionisio soltó un quejido a la vez que ponía los ojos en blanco.

—Pensé que para este punto ya sabrías que no necesitas tanta formalidad, hija mía.

En otras circunstancias, Daphne le habría respondido de forma sarcástica, pero la presencia del resto de los dioses del Olimpo la mantenían a raya.

—Bien —suspiró en cuanto la morena se puso de pie—. Han sido unos meses complicados tanto para ti como para mí. Me consta lo mucho que te importa la familia y cuánto te ha afectado la pérdida de tu hermano. Siendo del todo honesto, mi mayor temor era que el deseo de venganza acaparara tu sentido común, aún más sabiendo lo solitaria que has sido siempre. Pero al parecer esos mocosos lograron algo que hasta yo creía imposible: traspasar la barrera que habías intentado sostener durante todos estos años.

Daphne volteo a verlos sobre su hombro. Y tanto Victoire cómo Percy, Annabeth, grover y Tyson le sonrieron mostrándole apoyo.

La rizada sonrió y regresó la mirada hacia su padre. Podría jurar que vio un atisbo de felicidad en sus mirada.

—Y, si te soy sincero, me siento más tranquilo sabiendo que cuentas con el apoyo de esos mocosos, por más que me desagraden. No obstante, no creas que no se cuál es el mayor que temor que habita en tu corazón.

Al oírlo, Daphne frunció el ceño, pero aguardó en silencio a que su padre continuara.

—Sé lo importante que es tu madre para ti y lo mucho que te preocupa su enfermedad. Por eso hemos decidido premiarte... con la cura para esos males y otorgarle algunos años más de vida, porque creo que Hades aún no está listo para conocerla...

Su discurso se vio interrumpido en cuanto Daphne, la chica menos demostrativa de todo el campamento, se echó a los brazos de su padre en un cálido abrazo.

—Gracias —murmuró la morena con voz quebrada—. Muchas, muchas gracias.

Dionisio le dio unas torpes palmaditas en la espalda, pues claramente no era alguien que estuviera familiarizado con las muestras de afecto.

—Si bueno, ya —masculló Dionisio al reparar que tenían todas las miradas sobre ellos. Se separó de ella—. Es lo menos que mereces por qué haber ayudado a salvar al Olimpo y todo eso. Ahora regresa con los mocosos para terminar todo esto rápido.

Daphne inclinó su cabeza ante y los demás dioses y regresó con ellos con una radiante sonrisa en los labios. Annabeth fue la primera en felicitarla y abrazarla, lo que provocó que el leve rubor subiera a su rostro moreno.

Tanto Tori como Percy voltearon a verse con una ceja arqueada, pero antes de que alguno pudiera decir algo, la voz de su madre la llamo.

—¡Victoire Laurent!

La castaña borro su sonrisa y tragó saliva nerviosa. Se encamino hasta el centro de la sala. Inclinó la cabeza ante Zeus y giro su cuerpo hacia su madre para luego arrodillarse ante ella.

—Hija mía, tu lealtad al campamento mestizo y al mismo Olimpo ha sido inquebrantable pesé a que el hijo de Hermes fue alguien importante para ti. Supiste cumplir con tu deber. Cuidaste y guiaste al Elegido hasta este preciso momento —habló Nike señalando al azabache y a la sala entera—. Luchaste contra tu corazón y liberaste el alma del héroe, salvando así a nuestro hogar. Te convertiste en la guerrera que estabas destinada a ser, y no puedo estar más orgullosa de ti.

Una corriente cálida la golpeo en el pecho, ahí donde su corazón desolado estaba.

—Por tu valentía, y lealtad inquebrantable, mi señor Zeus, y los demás dioses aquí presentes, quieren recompensarte cumpliendote tu deseo; Una beca completa en la Academia de Artes de Nueva York, y una considerable cuota para tus gastos en la ciudad.

—Y, lo mejor es, que no tendrás que esperar a cumplir dieciocho —agrego Zeus—. Mis hermanos y los demás dioses podemos devolverte los cuatro años que...mm.. perdiste durante tu estadía aquí en el Olimpo.

Al oir eso Victoire alzó la cabeza, estupefacta.

—¿Eso quiere decir, que tendré....?

—Veinte años, así es —afirmó su madre—. De este modo podrás empezar tus estudios de inmediato.

—Se te proporcionará un departamento cerca de la facultad y podrás volver al campamento en vacaciones. Así que ¿qué dices, Victoire? ¿Lo aceptas?

El corazón de Victoire iba a mil por hora. Estaba alucinando.

La Academia de Artes de Nueva York...

Ese era un sueño que había visto imposible debido a la cantidad cariñosa que costaba estudiar ahí.

Y ahora los dioses le estaban abriendo las puertas a una grandiosa oportunidad que solo un loco negaría. Sin embargo, aceptarlo conllevaría a volver a ser mayor de un momento a otro. Si aceptaba, abandonaría a sus amigos en el campamento.

Se volvería mayor que ellos.

Mayor que Percy.

Le echó un vistazo sobre el hombre al azabache;  Percy se encontraba tieso en su lugar y la mirada fijamente. Victoire no estaba segura, pero creyó atisbar tristeza en su mirada.

El regalo de los dioses era inigualable.

Pero ella no podía aceptarlo

—No puedo aceptarlo.

El salón entero enmudeció. Su madre y todos los dioses presentes se quedaron atónitos, como sí no pudieran creer que ella estuvieran rechazado su sueño. Hasta el mismísimo Zeus parecía aturdido.

Nike se adelantó a ella antes de que alguno pudiera decir algo.

—Victoire, hija. Los dioses te están ofreciendo una oportunidad única.

Y ello lo sabía muy bien, sin embargo...

—Y créeme que lo sé, madre. Pero... Aceptar su obsequio conllevaría volver a ser mayor. Y no estoy lista para lo que eso abarca. Durante mi estancia aquí, con ustedes, estuve a salvo y siempre estaré agradecida con por eso —aseguró ella mirando a todos los dioses presentes en el salón—. Pero también perdí cuatro años de mi adolescencia. Perdí la oportunidad de experimentar cosas que una chica de mi edad tiene que vivir. Sin contar que todavía me falta mucho que aprender en el campamento. Además... —volteo a ver a sus amigos—. No podría dejarlos atrás. No cuando hemos sobrevivido hasta aquí todos juntos. Si debo crecer, lo haré junto a ellos —dijo y volteo al frente, donde su madre ahora la veía con una mirada comprensiva.

—¿Es eso lo que quieres, Victoire? ¿Volver con tus amigos al campamento con la edad que tienes ahora? —le preguntó Zeus con semblante serio.

Victoire asintió.

—Si, señor.

Zeus inhaló profundamente y asintió.

—Entonces así será —decreto. Algunos dioses no parecían de acuerdo con su decisión, pero terminaron asintiendo—. Sin embargo, creo que lo justo sería que te recompensemos de otro modo, ¿Hay algo más que podamos darte?

Victoire lo pensó bien, pero la verdad es que no había nada que pudiera pedir. Justo cuando estaba por decirlo que no, una voz retumbó en su cabeza.

«Muchos héroes les han echo favores a los dioses, ¿No es tiempo que ellos les deban la mismo? »

Entonces supo que hacer.

—Si señor, me gustaría pedirles algo —dijo—. Un favor, a los doce —señalo ella mirándolos a todos.

Zeus enarco las cejas. Los demás dioses comenzaron a murmurar entre si.

—¡Orden! —espetó Zeus. Los demás dioses guardaron silencio—. ¿A qué tipo de favor te refieres, Victoire?

Pero ella se encogió de hombros.

—Todavía no lo sé con certeza, señor. Pero cuando lo haga, me gustaría contar con todos ustedes.

Zeus pareció meditar su petición. Miro a su madre y está volteo a verlo, desconcertada. Ni Nike sabía de qué iba aquello. Zeus inspiró y asintió.

—De acuerdo, pero antes, ¿Alguno aquí presente se opone a cumplir con lo que pide?

Los dioses se miraron entre si, indecisos. Victoire se removió en su lugar, ansiosa. Temía la decisión que tomarían. No obstante, todos y cada uno de ellos asintieron. Incluido Hades.

—Bien —dijo Zeus—. En ese caso, los dioses te debemos un favor. Ya puedes levantarte, hija de Nike.

Victoire se levanto, inclinó la cabeza a todos los Dioses, y regresó a dónde sus amigos estaban. Antes de que Percy pudiera decirle algo, fue llamado por su padre

—¡Percy Jackson! —tronó Poseidón. El chico se volvió hacia ellos, nervioso.

Todos los murmullos se habian extinguido y se hizo el silencio total. Lo único que se oía el chisporroteo de la hoguera. Todo el mundo tenía sus ojos fijos en él: los dioses, los semidioses, los cíclopes, los espíritus...

Percy se adelantó hasta el centro de la sala, donde Hestia le dirigió una sonrisa tranquilizadora. Su sonrisa le dio valor para seguir adelante.

Como Tori, primero se inclinó ante Zeus. Luego se arrodillo ante su padre.

—Levántate, hijo mío —dijo Poseidón.

Se incorporó, vacilante.

_Un gran héroe debe ser recompensado —proclamó—. ¿Hay alguien aquí dispuesto a negar los méritos de mi hijo?

Percy esperó a que alguien metiera baza. Los dioses casi nunca se ponían de acuerdo en nada, y a muchos de ellos seguía sin caerles bien. Sin embargo, ni uno solo de ellos protestó.

—El consejo está de acuerdo —dijo Zeus—. Percy Jackson, recibirás un don de los dioses.

Percy lo miro vacilante.

—¿Cualquier don?

Zeus asintió muy serio.

—Sé lo que vas a pedir. El mayor de todos los dones. Sí, si lo quieres, será tuyo. Los dioses no le han otorgado ese don a ningún héroe mortal desde hace muchos siglos. Sin embargo, Perseus Jackson, si tú lo deseas, te convertirás en un dios. Inmortal. Indestructible. Serás el lugarteniente de tu padre durante toda la eternidad.

Al oir aquello, Victoire sintió un bajón de repente. Todo a su alrededor comenzó a ir demasiado lento y el latido de su corazón destrozado retumbó por todo su interior.

—¿Un dios? —inquirió Percy, sin poder creerlo.

Zeus puso los ojos en blanco.

—Un dios algo alelado, por lo visto. Pero sí. Con el consentimiento del consejo en pleno, puedo hacerte inmortal. Y luego habré de soportarte toda
la eternidad.

—Hum —murmuró Ares, pensativo—. Eso significa que podré hacerlo papilla tantas veces como quiera, y que él seguirá volviendo para recibir la siguiente paliza. Me gusta.

—Yo doy mi aprobación también —dijo Atenea aunque no apartaba la vista de su hija. Al parecer seguía sin parecerle bien la amistad de Percy con Annabeth.

Percy echo una vistazo a su espalda. Annabeth, Grover y Daphne lo miraban expectantes, sin poder creer lo que los dioses le estaban ofreciendo. Sin embargo, Victoire estaba pálida como la cera y eludia su mirada, como si está la lastimara.

Percy recordó un momento hace dos años atrás, cuando creyó que ella iba a comprometerse con Artemisa y a convertirse en una cazadora.

Él había estado a punto de sufrir un ataque de pánico sólo de pensar que la perdería. Ahora Victoire parecía estar exactamente en la misma posición que él estuvo.

Pensó en las tres Moiras y recordó cómo había visto desfilar su propia vida en un fogonazo. Todo aquello podía evitárselo. La vejez, la muerte, la tumba. Podría ser un adolescente para siempre: en plena forma, poderoso, inmortal, trabajando al servicio de su padre.

Podía tener poder y una vida eterna.

¿Quién rechazaría semejante oferta?

«Victoire rechazo su sueño» retumbó una vocecita dentro de él.

Pero a ella no le habían ofrecido la inmortalidad.

Entonces volvió a mirarla. Pensó en sus amigos del campamento: Charles Beckendorf, Michael Yew, Silena Beauregard, Incluso Lee Fletcher y otros tantos que ahora estaban muertos. Pensó en Ethan Nakamura y en Luke.

Y entonces comprendió lo que su corazón quería que hiciera.

—No —dijo.

Victoire alzo la mirada y se tapo la boca con las manos, incapaz de creer que Percy hubiera rechazado semejante oferta. Sin embargo, había un ligero brillo de esperanza en su mirada.

El consejo, por otra parte, enmudeció. Los dioses se miraban unos a otros frunciendo el entrecejo, como si no hubieran escuchado bien.

—¿No? —balbució Zeus, incrédulo—. ¿Estás... rechazando nuestro generoso regalo?

Percy podía entenderlo, era la segunda vez en ser rechazo. Mal día para él. Sin embargo, había un matiz peligroso en su voz, uno que no había tenido con Tori. Como si una tempestad estuviera apunto de
estallar.

—Me siento muy honrado y tal —añadio Percy—. No vayan a entenderme mal. Es sólo que, como Victoire, aún me queda mucho que vivir. Me parecería horrible haber alcanzado mi mejor momento en segundo de secundaria.

Los dioses lo miraban airados, pero los ojos de Victoire relucian. Y eso, para él, lo compensaba todo.

—Quiero un don, sin embargo —prosiguió Percy—.¿Prometen concederme mi deseo?

Zeus reflexionó un momento.

—Si está en nuestras manos... —repuso.

—Lo está. Y ni siquiera es difícil. Pero quiero que lo prometan por el río Estigia.

—¿Qué? —gritó Dioniso—. ¿Acaso no te fías de nosotros?

—Alguien me explicó una vez —dijo Percy mirando a Hades—, que siempre hay que asegurarse un juramento solemne.

Hades se encogió de hombros.

—Culpable.

—Tambien quiero que juren que cumplirán con el favor de Victoire —añadio Percy al recordar que la chica había omitido eso en su audiencia.

Nike lo miro con una ceja alzada.

—¡Muy bien! —gruñó Zeus—. En nombre del consejo, juramos por el río Estigia concederte tu razonable petición, siempre que esté en nuestro poder y, juramos concederle su favor a Victoire cuando esté se presente.

Los dioses asintieron con un murmullo. Estalló un trueno, que sacudió la sala del trono. El trato estaba cerrado.

—De ahora en adelante, quiero que reconozcan como es debido a los hijos de los dioses —dijo Percy, sorprendiendo a sus amigos y compañeros—. A todos los hijos... de todos los dioses.

Los olímpicos se removieron, incómodos.

—Percy —dijo su padre—, ¿a qué te refieres exactamente?

—Cronos no podría haberse revelado sin la ayuda de un montón de semidioses que se sentían abandonados por sus padres —explicó—. Estaban furiosos, llenos de rencor, y tenían motivos.

Zeus parecía a punto de echar fuego por la nariz.

—Te atreves a acusar...

—De acabaron los hijos no reconocidos —declaró Percy—. Quiero que prometan que reconocerán a sus hijos, a todos sus hijos semidioses, cuando cumplan los trece años. Ninguno será abandonado a su suerte en el mundo, ni dejado a mercer de los monstruos. Quiero que sean reconocidos y llevados al campamento para recibir un entrenamiento adecuado y poder sobrevivir.

—A ver, un momentito —terció Apolo, pero él ya estaba lanzado.

—Y los dioses menores —proseguió—: Hécate, Némesis, Morfeo, Jano, Hebe, todos ellos merecen una amnistía general y un lugar en el Campamento Mestizo. Sus hijos no deberían ser menospreciados. Calipso y los demás vastagos pacíficos de la estirpe de los titanes también merecen que se los perdone. Y Hades...

—¿Estás diciendo que soy un «dios menor»? —bramó él.

—No, mi señor —se apresuré a responder—. Pero sus hijos no deberían ser dejados de lado. Deberían tener su propia cabaña en el campamento. La experiencia de Nico lo ha demostrado. Ya nunca más deberan haber semidioses no reconocidos apretujados en la cabaña de Hermes, preguntándose quiénes podrían ser sus padres. A partir de ahora tendrán sus propias cabañas, y las habrá para todos los dioses sin excepción.

»Y se acabó el pacto de los Tres Grandes. Tampoco funcionó, de todos modos. Deben dejar de intentar librarse de los semidioses poderosos. Al contrario: serán aceptados y entrenados como corresponde. Todos los hijos de los dioses serán bienvenidos y tratados con respeto. Ése es mi deseo.

Zeus resopló.

—¿Nada más? —preguntó irónico.

—Percy —dijo Poseidón—. Pides demasiado. Estás abusando.

—Deben cumplir su juramento —contestó él—. Todos.

Recibió un montón de miradas aceradas, pero sorprendentemente, fue Atenea la que tomó la palabra:

—El chico tiene razón. Hemos sido imprudentes al dejar de lado a nuestros hijos. Era una debilidad estratégica, como se ha demostrado en esta guerra, y, de hecho, poco ha faltado para que provocara nuestra destrucción.

—¿Se me permite hablar, señor? —preguntó Nike, mirando a Zeus. Éste le concedió la palabra.

—Pienso igual que la señora Atenea. ¿Cómo progresaremos sí seguimos repitiendo nuestros mismos errores? —se giró hacia Percy—. Al principio tuve mis dudas respecto a ti, Perseus Jackson. Cómo general del Olimpo, mi deber es eliminar cualquier amaneza hacia mi hogar. Pero mi hija creía en ti. Sigue creyendo en ti — aseguró Nike mirando a la mencionada, la cual estaba sonrojada hasta las orejas—. Y yo confío en ella. No eres un mal chico, Perseus Jackson.

Atenea suspiró.

—Nike tiene razón, Percy Jackson, yo también tenía mis dudas sobre ti, pero tal vez —miró a su hija y luego prosiguió como si le resultara muy desagradable pronunciar aquellas palabras—, pero tal vez estuviera equivocada. Propongo que aceptemos el plan del chico.

—Yo también, si se me permite votar —añadio Nike.

—Hum —masculló Zeus—. Que una simple criatura nos diga lo que debemos hacer... Pero, en fin, supongo...

—Votos a favor —dijo Hermes.

Todos los dioses levantaron la mano.

—Bueno, gracias —murmuró Percy.

Se volvió para regresar con sus amigos, pero antes de que diera dos pasos, Poseidón gritó:

—¡Guardia de honor!

Los cíclopes se adelantaron y formaron dos filas desde los tronos hasta la puerta: un pasillo para que él lo atravesara al retirarse. Se pusieron todos firmes.

—¡Salve, Perseus Jackson! —clamó Tyson—. Héroe del Olimpo... ¡y mi hermano mayor!

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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️

Bueno bueno, ¿alguna se imagino que la venganza de némesis de ese modo? Jajaja estamos a nada de llegar al final y tengo sentimientos encontrados 🥲

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