𝟦𝟣. 𝗎𝗇 𝗉𝗋𝖾𝖼𝗂𝗈𝗌𝗈 𝖺𝗋𝖼𝖾
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter Forty-one
❝ a beautiful maple❞
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—¡Niña, detente ahí!
Pero ella continúo corriendo a pesar de sus pequeñas y cortas piernas adoloridas. Solo tenía un objetivo en mente: huir lo más rápido posible de aquel orfanato.
Ni loca volvería ahi. Primero muerta por esas cosas monstruosas que ella veía, a regresar a ese lugar.
Seguía sin entender como es que aquel policía no la alcazaba aún. Tan solo era una niña de ocho años recién cumplidos. No debería ser capaz de correr a esa de velocidad.
Y mucho menos de poder ver cosas que los demás no podían ver.
Sin embargo estaba sola y asustada. Y su padre le había dicho que por nada del mundo confiara en nadie que no fuera como ella, porque el resto podía ser uno de ellas. Podría estar disfrazada.
Y con ellas se refería a los monstruos. Cómo aquellas que habían destruido su hogar y habían matado a la única persona que tenía en su vida hace ya un año.
Victoire dobló en un callejón, limpiándose las lágrimas que comenzaban a brotar de sus pequeños ojos cafés y se detuvo en seco cuando se percató de que no podía seguir adelante. Había llegado a un callejón sin salida.
Asustada, y con su corazón a mil por hora dentro se su pequeño pecho, se oculto detrás de un contenedor de basura verde. Cerró sus ojos con fuerza y aguanto la respiración, como si eso la ayudará a no hacer ruido o pasar desapercibida.
No obstante alguien le chito desde arriba, y Victoire pego un brinco y un chillido del susto al ver un niño, algo mayor que ella, colgado sobre una escalera de emergencia al costado del edificio.
—Ven, sube. Aquí no te verá.
Victoire sabía que no debia confiar en un desconocido. Pero aquel era un niño y parecía desesperado por ayudarla. Y, por alguna razón que ella desconocía en aquel momento, confío en él.
Tomó la mano que le tendía, y el niño la ayudó a subir hasta donde él estaba.
—¡Rápido, por aquí! —le dijo él abriendo una ventana que ella no había visto por la adrenalina.
Rápidamente ambos entraron y él se encargó de cerrrarla justo en el momento en el que el policía llegaba al callejón.
Victoire rápidamente se oculto detrás de la pared y sollozó del miedo.
—Shhh, aún podría oírte —le musitó el niño.
Victoire se tapo la boca con ambas manos y esperó.
Unos dos minutos después el policía abandonó la búsqueda y se marcho. Victoire volteo a ver al rubio con sus ojos bien abiertos y este asintió, como si estuviera diciendo «todo esta bien».
Tan pronto como Victoire supo que estaba a salvo. Se desplomó en el suelo y se echó a llorar.
—Hey, tranquila, tranquila —le dijo el niño con voz suave—. Ya no llores, podría volver.
Pero Victoire estaba tan asustada y tan cansada de huir, que no podía parar de llorar. Lágrimas calientes recorrían sus pálidas mejillas. Llevaba dos días huyendo de la policía y de la madre superior del orfanato, quien no había parado de buscarla.
—¡Tengo miedo! ¡No quiero volver a ese lugar! ¡Quiero a mi papá! —chillo Tori.
—¿Qué lugar? ¿Dónde está tu papá? —le preguntó él, pero ella se sorbió la nariz y señaló arriba.
—Unos monstruos se lo llevaron. No quiero volver a ese orfanato.
El niño la entendió al instante. Ella era como él.
—Ya veo —musitó y entonces se incorporó y se alejó de ella. Tori alzo la mirada y lo vio caminar hasta un colchón desgastado al otro lado de la habitación. Junto a éste había una mochila de color verde ocre. El niño sacó algo de está y regresó con ella—. Ten, es todo lo que me queda por hoy, pero mañana te conseguiré comida.
Victoire miró la barra de chocolate que el niño le tendía y dudo.
—¿Por qué harías eso por mi? —preguntó un tanto recelosa.
Pero el niño le sonrió con suavidad.
—Porque cuidaré de ti de ahora en adelante. Ya nunca más tendrás que volver a ese orfanato ni estarás sola. Soy como tú.
Victoire sintió como una semilla de esperanza brotaba dentro de ella. Se sorbió la nariz, se limpió las lágrimas con la mano y tomó el chocolate con una sonrisa tímida.
—¿Cómo te llamas? —le preguntó él, sentándose junto a ella.
—Victoire Laurent.
—Bueno Vic, yo soy Luke. Y seré tu nueva familia.
A la niña se le iluminaron los ojos.
—¿Lo prometes? —preguntó, alzando su pequeño dedo meñique hacia él.
Luke soltó una pequeña risa y entrelazó su meñique con el suyo.
—Lo prometo.
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Victoire despertó sobresaltada y a nada estuvo de chocar con la cabeza de Will si esté no se hubiera apartado a tiempo.
—Oh, tranquila —le dijo él reparando en la respiración agitada de ella—. Todo está bien, solo vino a revisar la herida.
Victoire pronto reparo en que seguía en la terraza del Hotel, acostada sobre la tumbona. La diosa Hecate la había dormido, y ella había soñado con el día en el que conoció a Luke.
Con el día en el que le había hecho una promesa.
Su corazón se estrujó ante aquel recuerdo. El dolor de su herida no se comparaba con el que sentía por dentro. Sus ojos se cristalizaron, más se mantuvo fuerte para no echarse a llorar ahí mismo.
—¿Te sigue doliendo?
Ella negó, la verdad era que la herida ya no le dolía.
El dolor era más interno que nada.
—¿Que sucede Tori? ¿Estás bien? —pero ella volvió a negar con un nudo en la garganta—. ¿Quieres que despierte a Percy y le diga que venga?
Pero ella sacudió la cabeza y respiró profundo. Logró articular una respuesta a pesar de sentir la garganta cerrada debido a aguantar el llanto.
—Estaré bien, fue solo un sueño —musitó ella.
Will la miró preocupado, pero no quiso inmiscuirse sobre su sueño. Si ella no quería hablar de eso, él no la obligaría. El hijo de Apolo terminó de quitarle las vendas y se sorprendió al ver que la herida era ahora apenas una cicatriz.
—¿Pero que...? —se volvió a ver a Tori, pero está estaba igual de estupefacta que él. Sin embargo, y a diferencia del rubio, no tardó en entender lo que había pasado.
Hecate la había curado.
—Supongo que ya estoy bien —comentó ella.
—¿Supones? —inquirió él y fue entonces que Victoire reparo en su aspecto. Tenia los ojos y la nariz rojos e hinchados, como si hubiera estado llorando.
Las alarmas de Tori se activaron.
—¿Sucedió algo? —le preguntó, preocupada.
Will inspiró entrecortadamente, y luego sollozó a su lado. Esta vez Victoire olvidó todo lo que sentía y se incorporó, preocupada.
—¿Qué ha pasado Will?
El chico se sorbió la nariz y volteo a verla con una profunda tristeza.
—El puente donde estábamos peleando, colapsó. Michael, él no... —su voz se cortó—. No lo encontraron en ninguna parte.
Nuevamente Victoire sintió como su mundo se venía abajo. Abrazo con fuerza a Will y ahogó la tristeza que sentía por dentro para consolar al rubio.
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La muerte de Michael fue un golpe duro para ella.
Cuando Blackjack y Porkpie la habían sacado del puente, el rubio se encontraba peleando junto con sus hermanos, Annabeth y Daphne. Sin contar el brazo lastimado, Michael lucía fuerte y decidido a seguir a peleando.
Más eso no basto cuando el puente colapsó.
—Percy me pidió que viniera con él para curarte, pero mis hermanos, Annabeth y Daphne se quedaron a buscarlo —will estaba más tranquilo, por lo que prosiguió a contarle a Tori lo que había pasado después de que se la llevaran—. No lo encontraron. Ahora yo soy el líder de la cabaña siete.
Más al decir aquello no había atisbo de emoción alguna. En realidad, cuando alguien tomaba el mando de su cabaña para sustituir al viejo líder, no siempre se consideraba como un suceso de celebración. Muchas veces un líder debía ser sustituido debido a su muerte. Pero había ocasiones, muy escasas, donde el sucesor tomaba el mando de su cabaña cuando el líder se iba a la universidad.
Pero como se dijó antes, esas ocasiones eran escasas.
—Lo lamento tanto Will —le dijo Tori con la mirada cristalizada. No iba a ponerse a llorar enfrente del rubio cuando él ya estaba sufriendo otra perdida.
Will se limpio el rostro con su camiseta y se levantó.
—No entiendo cómo es que tú herida se curo tan rápido, pero ya estás bien, asi que no puedo impedir que sigas peleando—le dijo él—. Tan solo... Ten cuidado, ¿De acuerdo? No eres una brocheta, la siguiente puñalada desviala con la espada.
Victoire se rió levemente, ocasionando que Will también lo hiciera, y se levantó para ir a buscar a una armadura. Cuando entró a la suite, varios campistas la saludaron con alegría, felices de ver qué estaba bien. Una cabellera rubia y otra rizada se acercaron apresuradamente a ella.
Victoire suspiró aliviada al ver qué Annabeth y Daphne estaban bien. La rubia la abrazo primero.
—Me tenías muerta del miedo —dijo Annie—. ¡Solo a ti se te ocurre parar una puñalada con tu cuerpo! —le dijo.
—Oh vamos Annie. Tu hubieras hecho lo mismo por nosotros —respondió Tori señalandose a ella misma y a Daphne. Annabeth se ruborizó.
—Bueno yo... Puede... Tal vez.
Daphne la apartó y abrazo a Tori.
—Menos mal que estás bien —dijo Daphne, aliviada—. No está en mis planes volver a bajar al Inframundo, así que no me obligues a ir a buscarte.
En ese momento Thalía y Grover se acercaron a ellas.
—¡Tori!—exclamó Grover al verla y la envolvió en un abrazo que ella revolvió.
—¡Grover! ¿Pero donde te habías metido todo este tiempo? —le preguntó separándose de él. Grover, sonrojado, le contó que Morfeo lo había dormido en Central Park y no había despertado hasta hace unos días atrás.
—Me alegro que estés bien y que estés con nosotros. Necesitaremos tantos refuerzos como podamos —dijo ella y se giró hacia Thalía—. ¿Alguna novedad? ¿Han sabido algo de Quirón o del campamento?
La hija de Zeus negó y le indicó a un hijo de Demeter que le trajera a Tori una armadura.
—Nada aún, pero mis cazadoras están vigilando cada entrada a Manhattan —le dijo—. Lo único que ha pasado durante tu ausencia es la visita de Prometeo. Vino a parlamentar por parte del ejército de Cronos, él junto con Ethan Nakamura, una empusa y un gigante. No nos atacaron, pero le ofrecieron a Percy la rendición.
—Él no la acepto, ¿Verdad?
Thalia negó. El hijo de Demeter regresó con la armadura y Victoire se la puso con ayuda de Thalía.
—No, no lo hizo. Les dijo que seguiríamos luchando. A Prometeo no le gustó su respuesta, pero se marchó. Desde entonces el enemigo se ha mantenido replegado.
—No creo que dure así mucho tiempo —señaló Tori soltando su cabello para recogerselo de lo nuevo en una coleta mejor hecha.
—¡Y tienen razón! —gritó Annabeth quien revisaba su escudo junto a Daphne— Un ejército se dirige al sur de Central Park. Debemos despertar a Percy.
—Yo iré a despertarlo —dijo Tori.
Thalia asintió.
—Los líderes y yo los esperaremos en el Reservoir.
Y dicho eso Victoire se alejo para buscar a Percy. Uno de los hermanos de Will le dijo donde estaba, y Tori se apresuró para llegar a él.
El azabache se encontraba dormido sobre una de las camas del lugar. Victoire se acercó a él y tocó su frente con la mano. En el acto Percy se levantó de imprevisto y se golpeo con la armadura que ella traía puesta.
—¡Agg!
—Perdona, Percy —le dijo ella—. Venía a despertarte.
Percy se frotó la cabeza. Lucia inquieto y aterrado, por lo que Victoire se preocupó.
—¿Percy? —murmuró ella—. ¿Qué sucede?
—Nada —dijo él y entonces reparo en que estado—.¿Qué… qué haces con armadura? Deberías seguir descansando.
—Estoy bien —le dijo ella.—. El néctar y la ambrosía me han curado.
—No puedes salir en serio a luchar.
—Que estoy bien, chico Percebe —insisto Tori y le tendió el brazo derecho, moviéndolo con normalidad. Percy, indeciso, lo acepto y Victoire lo ayudo a levantarse—. Además, necesitas a todos tus efectivos. Hay un ejército...
—En dirección sur hacia Central Park —repusó él—. Sí, lo sé.
Y le contó sus sueños, o bueno, parte de ellos.
—¿Crees que Ethan sospecha dónde está tu punto débil? —le preguntó Tori, un tanto preocupada de que el enemigo supiera el talón de Aquiles de Percy.
—No lo sé —reconoció él—. No le ha dicho nada a Cronos, pero sí llega a figurárselo…
—No podemos permitírselo —espetó ella.
—Le atizaré más fuerte en la cabeza la próxima vez —dijo Percy—. ¿Se te ocurre de qué puede tratarse esa sorpresa de la que hablaba Cronos?
Tori negó con la cabeza.
—Annabeth no va visto nada en el escudo, pero no me gustan las sorpresas.
—Estamos de acuerdo.
—Bueno —dijo ella—, ¿vas a seguir oponiéndote a que vaya contigo?
—No. Ya me has convencido.
Ella tuvo ánimos para reírse, cosa que le resultó agradable de oir a Percy. Sin embargo, pronto la culpa lo golpeó, y ella fue consciente de como el ánimo del chico decaída.
—¿Percy?
—Yo... Tengo que decirte algo. En el puente, después de que te fueras...
—Sé lo de Michael, Percy —musito Tori desviando la mirada hacia la ventana. Afuera el cielo comenzaba a teñirse de rojo.
—Lo siento tanto —se disculpó él.
Tori volteo a verlo la mirada empañada, más no lloró.
—No fue tu culpa.
Ambos guardaron silencio lo que pareció una eternidad, pero en realidad fue menos de un minuto.
—¿Estás bien? —le preguntó él.
Tori meneo la cabeza.
—Tengo que estarlo —respondió ella—. Solo los dioses saben cuántas bajas más tendremos.
—No digas eso —pidio él—. No pienses así —dijo él sintiéndose extraño al oírla hablar de esa forma.
—¿Cómo, Percy? ¿Realista? —musito ella—. Estamos en medio de una guerra contra un titán. No podemos pensar en que saldremos todos vivos de aquí. No es realista.
—Yo... Lo sé, pero no me gusta verte así.
Victoire se acercó a él colocó una mano en su mejilla.
—Estare bien Percy.
Y él quiso creerle.
—¿Juntos? —preguntó él levantando una mano en su dirección.
Tori asintió levemente.
—Juntos.
El azabache entrelazó sus dedos, tomó con la otra mano libre su espada, y juntos se marcharon para reunirse con los demás.
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Cómo Thalía le dijo, los líderes y sus cabañas los esperaron en el Reservoir. Los veteranos se encontraban reunidos en círculo, incluido ahora Will solace, a quien se le veía un tanto incómodo por formar parte de aquel grupo.
Percy no podía culparlo. Ahora tenía a una cabaña entera bajo su responsabilidad, y aquello sin duda era mucho peso encima.
Las luces de la ciudad parpadeaban a la media luz, seguramente funcionando por temporizadores automáticos. Las farolas destellaban alrededor del lago y les conferían al agua y a los árboles un aspecto todavía más misterioso.
—Ya se acercan —me confirmó Thalia, señalando al norte con una flecha de plata—. Una de mis exploradoras me acaba de informar que ya han cruzado el río Harlem. Ha sido del todo imposible mantenerlos a raya. Su ejército… —añadió, encogiéndose de hombros— es enorme.
—Los detendremos en el parque —dijo Percy—. ¿Preparado, Grover?
El sátiro asintió.
—Más preparados que nunca. Si mis espíritus de la naturaleza pueden pararlos en alguna parte, es aquí. Incluso Daphne es más fuerte aquí —dijo señalando a la hija de Dionisio, quien le dio la razón.
—¡Sí, les pararemos los pies! —dijo otra voz.
Un sátiro grueso y muy viejo se abrió paso entre la multitud, tropezándose con su propia lanza. Iba con una armadura de corteza de árbol que solamente le tapaba la mitad de la barriga.
—¿Leneo? —musitó Percy.
Victoire miró sorprendida al viejo sátiro.
—No se hagan los sorprendidos —resopló él—. Soy el líder del Consejo y me pediste que encontrara a Grover. Muy bien, pues lo he encontrado, ¡y no voy a permitir que un simple desterrado dirija a los sátiros sin mi ayuda!
Victoire apretó la mandíbula, pero Percy le dio un ligero apretón de manos. Ambos aún las mantenían unidas.
A sus espalda, Grover hacía muecas de repugnancia, pero el viejo sonreía satisfecho como si fuera el héroe de la jornada.
—¡No temáis! ¡Vamos a darles una lección a esos titanes!
Percy no sabía si reírse o enfadarse, pero consiguió mantenerse imperturbable.
—Hum… sí, bueno —dijo Percy volteando hacia su amigo—. Grover, no vas a estar solo. Annabeth, con la cabaña de Atenea, Daphne y Pollux se apostarán aquí. Y yo, Tori y… ¿Thalia?
Ella le dio una palmadita en el hombro.
—No digas más. Las cazadoras estamos listas.
Percy se giró a los demás líderes.
—A ustedes les corresponde una misión igual de importante. Tienen que vigilar las otras entradas a Manhattan. Ya saben lo taimado que es Cronos. Espera distraernos con este gran ejército para introducir un regimiento por un punto distinto. De ustedes depende que eso no suceda. ¿Ha escogido cada cabaña un túnel o un puente?
Los líderes asintieron, muy serios.
—¡Pues en marcha! —dijo Percy—. ¡Buena caza a todos!
Y dicho eso, los líderes junto con sus cabañas se marcharon. Annabeth, Daphne, Thalía y Grover se acercaron a ellos para armar un plan. Una vez hecho, cada uno se alejo con sus grupo para empezar a dar indicaciones. Ambos hijos de Dionisio se apartaron para hablar entre ellos, por lo que Percy y Tori se quedaron solos.
—Eh ¿Percy?
El chico volteo a ver a Tori.
—¿Si?
—Si estás consciente de que necesitó mi mano para pelear, ¿no?
El azabache de sonrojó violentamente y soltó su mano.
—Lo lamento.
Ella se rió.
Sin embargo en ese momento lo escucharon, más al voltear alrededor no vislumbraron nada.
El ruido era como un estrépito de cañones combinado con el griterío de la multitud en un estadio de fútbol, o sea, como si cada seguidor de los New England Patriots arremetiera contra ellos armado con una bazuca.
La vanguardia enemiga asomó al fin por el extremo norte del estanque: un guerrero de armadura dorada encabezando un batallón de gigantes lestrigones con descomunales hachas de bronce. Detrás, surgieron en tropel centenares de monstruos de distinto pelaje
—Gigantes, lo que me faltaba —masculló Tori viendo con fiereza a aquellas criaturas. Sin duda aún sentía un rencor profundo por esos monstruos.
—¡A sus puestos! —gritó Annabeth.
Sus compañeros de cabaña se situaron estratégicamente.
La idea era obligar al enemigo a dividirse alrededor del estanque. Para llegar a sus posiciones tendrían que seguir los senderos, avanzando en fila india a uno y otro lado del agua.
Al principio, el plan pareció funcionar. El enemigo se dividió y corrió a su encuentro bordeando la orilla. A medio camino, las defensas de ellos entraron en acción.
El sendero se llenó de fuego griego, que incineró en el acto a muchos monstruos; otros se agitaban enloquecidos, envueltos en llamaradas verdes.
Los campistas de Atenea les arrojaban garfios a los
gigantes más grandes y los derribaban al suelo. Mientras que Daphne lo hacía con su boomerang gigante.
En el bosque de la derecha, las cazadoras lanzaron una salva de flechas de plata sobre las líneas enemigas, destruyendo a veinte o treinta dracaenae, aunque venían muchas más detrás. Un rayo chisporroteó en el aire, dejando frito a un gigante lestrigón, lo que les indicó que Thalia estaba haciendo su truco favorito de hija de Zeus.
Grover se llevó sus flautas a los labios y tocó una tonada rápida. Se alzó un bramido en ambas orillas y empezaron a brotar los espíritus de cada árbol, de cada roca y cada matorral. Las dríadas y los sátiros blandían sus porras y se lanzaban a la carga junto con el hijo de Dionisio, quien hacia uso de la naturaleza y una espada para ayudarlos.
Los árboles envolvían a los monstruos hasta estrangularlos. La hierba crecía alrededor de las piernas de los arqueros del titán. Las piedras volaban en todas direcciones y acribillaban a las dracaenae.
Aun así, aunque fuese a duras penas, el ejército avanzaba. Los gigantes aplastaban árboles enteros a su paso y las náyades se desvanecían al quedar destruida su fuente de vida. Los perros del infierno se abalanzaban sobre los lobos y los dejaban fuera de combate de un zarpazo. Los arqueros enemigos contraatacaron con una salva de flechas y una cazadora cayó fulminada desde lo alto de una rama.
—¡Percy! —Victoire lo agarró del brazo y señaló el estanque.
El titán de la armadura dorada no había aguardado a que sus fuerzas avanzaran por los flancos. Se había lanzado a la carga caminando directamente por la superficie del lago.
Una bomba de fuego griego le explotó justo encima, pero alzó la palma de la mano y absorbió todas las llamas.
—Hiperión —dijo Daphne consternada llegando junto a ellos—. El señor de la luz. El titán del este.
—¿Peligroso? —preguntó Percy.
—Junto con Atlas, es el mayor guerrero de los titanes. En los tiempos antiguos había cuatro titanes que controlaban las cuatro esquinas del mundo. Hiperión era el Este: el más poderoso. Fue el padre de Helios, el primer dios del sol.
—Veo que pasar tiempo con Annabeth te ha sentado bien.
Y, para sorpresa de ambos, Daphne se ruborizó.
—Lo mantendré ocupado —aseguró Percy.
—Percy, ni siquiera tú…
—Encárgate de mantener agrupadas nuestras fuerzas.
—Yo estaré con él —añadio Tori.
Daphne asintió a regañadientes, y se lanzo a la lucha.
Obviamente, no se habían situado ante el estanque solo para contemplar la luces brillando en la superficie. Sino porque el agua era la mayor fuente de energía para Percy y, por ende, su mejor arma.
—Te cubro por arriba —le informó Tori desplegando sus alas blancas y perdiéndose en la noche oscura.
Percy se concentro en el agua y sintió su poder. Y sin esperar un segundo más, corrió por la superficie del agua directo al titán.
Cuando ya estaban a cinco metros, Hiperión alzó la espada. Sus ojos dorados estaban en Percy.
—El mocoso del dios del mar —masculló—. ¿Eres tú el que dejó a Atlas atrapado otra vez bajo el peso del cielo?
—No me costó gran cosa —le dijo Percy—. Los titanes son tan listos como un pedazo de alcornoque.
Hiperión soltó un gruñido.
—¿Quieres ver lo listo que soy?
Su cuerpo se inflamó en una columna de luz y calor. Percy desvío la mirada, pero aun así quedó deslumbrado. Por instinto, alzó a contracorriente: justo a tiempo, porque la hoja de Hiperión se estrelló contra la de él. El impacto desató una enorme oleada concéntrica por todo el lago.
Los ojos aún le escocían. Tenían que ahogar su luz.
Fue entonces cuando se escuchó una especie de silbido en el aire, y de un momento a otro Victoire impacto sobre la cabeza del titán con ambas piernas.
Justo antes de que esté cayera sobre Percy, el chico saltó hacia delante con un chorro de agua.
—¡Agggg! —La ola se estrelló contra Hiperión y lo sumergió por completo, extinguiendo su luz.
Percy aterrizó en la superficie del lago con Tori sobrevolando por encima de él mientras el titán se incorporaba con esfuerzo. Tenía la armadura dorada toda chorreante y sus ojos ya no llameaban, aunque ahora estaban clavados en ambos con expresión asesina.
—¡Arderán, ambos! —rugió.
Sus espadas chocaron de nuevo y el aire se cargó de ozono. Victoire se colgó del cuello del titán y comenzó a ahorcarlo con su látigo. Hiperion alzo su mano libre, agarro el látigo de su cuello y lo lanzó junto con Victoire al otro lado del lago. La castaña se levantó y comenzó a pelear contra un lestrigon que se había ido contra ella.
Percy gritó con molestia y aumento la fuerza en su espada.
La batalla proseguía con furia alrededor de ellos. En el flanco derecho, Annabeth dirigía un asalto con sus hermanos de Atenea. En el izquierdo, Grover, sus espíritus de la naturaleza, y los hijos de Dionisio se habían reagrupado y enmarañaban al enemigo con arbustos y malas hierbas mientras Daphne y Pollux les asestaban con sus armas.
—Basta de juegos —le dijo Hiperión—. Luchemos en tierra.
Percy estaba apunto de decir uno de sus comentarios inteligentes, cuando el titán soltó un alarido. Un muro de fuerza lo golpeó por el aire: el mismo truco que Cronos se había sacado de la manga contra él en el puente. Percy voló trescientos metros hacia atrás y se estampó en la orilla.
De no ser por su naturaleza invulnerable, se habría roto todos los huesos. Se puso de pie, gimiendo.
—¡No soporto cuando hacen eso los titanes!
Hiperión se le acercaba a una velocidad de vértigo.
Victoire, por su parte, le asestó un mandoble al lestrigon en la cabeza, ocasionando que esté cayera muerto. Estaba apunto de lanzarse al ataque sobre otro cuando un gritó de Grover la alerto.
—¡Percy! ¿Cómo diantre lo haces?
Victoire giró en redondo y vio, con asombro, como Percy había invocado su propio huracán. Lo rodeaban nubes de vapor girando a toda velocidad, y un viento tan salvaje que zarandeaba a Hiperión y aplanaba la hierba en un radio de veinte metros.
Los enemigos le arrojaban jabalinas, pero el torbellino las desviaba.
—Ese es mi Aquaman —musitó Tori y se lanzo sobre los enemigos que intentaban atacar a Percy. Para su sorpresa, el huracán de Percy no le hacía efecto al volar cerca de él. Por lo que Victoire sobrevoló sobre los enemigos y empezó a asestarle tajos a diestra y siniestra.
Dentro del torbellino, Percy logró derribar a Hiperión con la fuerza del viento huracanado.
—¡Percy! —gritó Grover de nuevo—. ¡Tráelo hacia aquí!
Victoire voló hacia un costado, esquivando el huracán andante del azabache. Lo siguió de cerca hasta el lugar donde Grover los aguardaba.
Fue entonces que Victoire lo sintió. Sintió como los poderes de Percy se debilitaban. Aquel huracán estába consumiendo su energía a gran velocidad. Hiperión estaba recobrando sus fuerzas y se preparaba para saltar sobre Percy.
—¡No! —vociferó ella.
Entonces alzo las manos en dirección al chico con un único pensamiento en mente.
Ayudarlo.
Estupefacta, vio como el cuerpo de Percy resplandecia en un tono anaranjada. El azabache, sintiendo como sus fuerzas se regeneraban, logró propulsar al titán al césped donde Grover lo esperaba
—¡Conmigo no se juega! —bramó Hiperión.
Consiguió ponerse de pie otra vez, pero Grover empezó a tocar sus flautas. Leneo lo imitó. Y a lo largo de la arboleda, todos los sátiros se sumaron a aquella canción mientras los hijos de Dionisio les cubrían las espalda con una muralla de matorrales espinosos: una melodía misteriosa, como el rumor de un arroyo sobre los guijarros.
El suelo a los pies de Hiperión se convulsionó y una multitud de raíces retorcidas le envolvieron las piernas.
—¿Qué es esto? —protestó a gritos. Intentaba zafarse, pero aún no había recobrado sus fuerzas. Las raíces se espesaron hasta que dio la impresión de que llevaba unas botas de madera—. ¡Basta! —gritaba—.¡Vuestra magia de los bosques no tiene nada que hacer frente a un titán!
Pero, cuanto más se debatía, más rápidamente crecían las raíces, retorciéndose por su cuerpo, multiplicándose y endureciéndose con una recia capa de corteza. Su armadura dorada quedó sepultada bajo aquella erupción de madera y pasó a formar parte de un grueso tronco.
Percy aterrizó en el suelo junto a Tori, a quien las piernas le temblaron un momento.
—Hey, ¿Cómo has hecho eso? —le preguntó él tomándola de la cintura para que no cayera.
—No tengo idea, lo único que quería hacer era ayudarte —confesó ella.
—Pues lo has hecho —aseguró él—. Me diste la fuerza necesaria para tumbarlo.
Ambos compartieron una sonrisa y vieron como Grover y los sátiros continuaban tocando musical.
El ejército de Hiperión retrocedía atónito al ver a su líder absorbido y deglutido.
Los brazos extendidos del titán se convirtieron en ramas, de las cuales brotaron otras más pequeñas, que enseguida se cubrieron de hojas. El árbol ganó en altura y grosor, hasta que sólo quedó a la vista la cara de Hiperión en mitad del tronco.
—¡No podéis apresarme! —bramó—. ¡Soy Hiperión! ¡Soy…!
La corteza selló su boca y le cubrió la cara.
Grover se quitó las flautas de los labios.
—Eres un precioso arce.
Muchos sátiros se desmayaron de agotamiento, pero habían cumplido su tarea. El titán había quedado empotrado en el interior de un arce enorme. El tronco tendría al menos seis metros de diámetro y sus ramas eran de las más altas de todo el parque.
Aquel árbol permanecería allí durante siglos.
El enemigo emprendió la retirada y de la cabaña de Atenea se alzó un grito de alegría junto con los hijos de Dionisio. Pero fue una victoria efímera.
Porque justo en ese momento Cronos desató su sorpresa.
—¡Oinnnc!
El eco del chillido rebotó por toda la zona alta de Manhattan. Todos, semidioses y monstruos por igual, se quedaron helados de terror.
Grover les lanzó una mirada de pánico.
—Suena como… ¡No puede ser!
Ambos sabían lo que estaba pensando. Dos años atrás, habian recibido un «regalo» de Pan: un jabalí gigante que los transportó a lo largo del sudoeste
del país (después de intentar aniquilarlos, claro).
Aquel jabalí soltaba un chillido muy parecido, pero el que acabában de oír era más agudo, más estridente, como si… como si Pumba tuviera una novia furiosa.
—¡Oinnnc!
Una enorme criatura porcina y rosada sobrevoló el estanque: una especie de globo de pesadilla con alas, como los que pasean en el desfile del día de Acción de Gracias.
—¡Una cerda! —gritó Annabeth—. ¡A cubierto!
Los semidioses se dispersaron al ver que la alada dama porcina descendía en picado. Sus alas eran rosadas como las de los flamencos y armonizaban de maravilla con su tono de piel, aunque resultaba difícil considerarla algo bonito, sobre todo cuando aterrizó en el suelo con un retumbo y nada estuvo de aplastar a un campista de Annabeth.
La criatura se puso a corretear pesadamente, sacudiendo el suelo a cada paso, derribando montones de árboles y eructando una nube de gases tóxicos. Luego despegó de nuevo y voló en círculo, preparándose para otra acometida.
—No me digas que esto sale de la mitología griega —le dijo Percy.
—Me temo que sí —confirmó Tori—. La cerda de Clazmonia. Tenía aterrorizadas todas las ciudades griegas de la época.
—Déjame adivinarlo —dijo él—. Hércules la derrotó.
—Hercules no venció a todos los monstruos —refutó ella—. Que yo sepa, ningún héroe ha logrado vencerla nunca.
—Perfecto —masculló él.
El ejército del titán se estaba recobrando del susto, sin contar que junto con aquella cerda, un grupo de mestizos traidores se habían unido al enemigo.
Sólo les quedaban unos segundos antes de que estuvieran listos, y sus fuerzas aún eran presas del pánico. Cada vez que la cerda eructaba, los espíritus de la naturaleza de Grover se desvanecían dando gañidos para refugiarse en sus árboles.
—Esa cerda me está colmando la paciencia —masculló Tori. Y antes de que Percy pudiera detenerla, Victoire alzo el vuelo y se fue directa contra ella.
—¡Victoire! —grito Percy cuando la cerda intento darle con sus eructos. Tomó el garfio que llevaba uno de los hermanos de Annabeth—. Nosotros nos encargamos. Ustedes mantengan a raya al enemigo. Obliguenlo a retroceder.
—Pero, Percy —dijo Grover—, ¿y si no podemos?
Grover estaba exhausto. La magia de su música había consumido sus fuerzas. A sus amigas también se les veía cansadas, y ni hablar de los hijos de Atenea y el hijo de Dionisio, Pollux. Desconocia como estaban las cazadoras, pero el flanco derecho del enemigo se interponía ahora entre ellas y ellos.
Percy se resistió a abandonar a sus amigos en tan mal estado, pero aquella puerca era sin duda la mayor amenaza, porque podía llevarse por delante los edificios y árboles, y causar estragos entre la población dormida.
Sin contar que Victoire necesitaba su ayuda. Había que detenerla.
—Retirense un poco si es necesario —le dijo—. Limitense a dificultar su avance. Yo volveré en cuanto pueda.
Y sin pensarlo dos veces, sujetó el cable del garfio y lo volteó como si fuese el lazo de un vaquero.
—¡Vi, acercala!
—¡Entendido!
Y Victoire descendió hacia él con la cerda detrás de ella. La castaña aterrizó junto a él y se volvió con su espada en mano, sin embargo Percy le arrojó el gancho con todas sus fuerzas y esté se enrolló alrededor de la base de una de sus alas. La criatura chilló furiosa, hizo un brusco viraje y tiró del cable y de él hacia el cielo.
—¡Percy! —grito Victoire.
Pero antes de que pudiera alzar el vuelo e ir detrás de él, alguien detrás suyo gritó y la tierra bajo sus pies tembló.
Victoire giró sobre su eje y vio lo que pasaba detrás suyo.
La naturaleza del parque había cobrado vida violentamente, y todo a causa de una persona.
Daphne.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️
3/3
JAJAJAJA ¿soy cruel por dejarlos con este final? Si, lo soy jajaja espero hayan disfrutado este pequeño maratón 🖤
Edit de la promesa ✨🥺
Hasta mañana Xoxo
BARBS JACKSON
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