𝟥𝟨. 𝗅𝖺 𝗀𝗋𝖺𝗇 𝖯𝗋𝗈𝖿𝖾𝖼𝗂́𝖺
🌿✨ 𓄴 SEMPITERNO presents to you
▬ ▬▬ Chapter thirty-six
❝ the great prophecy❞
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Cuando Percy entró a la sala de juegos seguido por Annabeth, su mirada en automático busco la presencia de la castaña. Pero Tori estaba tan perdida en un punto fijo de la mesa de ping pong, que no reparo en él ni en nadie más.
Cosa que tampoco le molestó. Percy estaba consciente de que Tori estaba sufriendo en silencio por la muerte de Beckendorf, y pronto se encontró deseando acercarse a ella para rodearla entre sus brazos y asegurarle que todo estaría bien.
Que él estaba ahí con ella.
Pero la última vez que habían hablado las cosas no habían quedado bien entre ambos, y Percy temía que durante todo ese tiempo que no estuvo, ella siguiera enfadado con él.
Además, tenían asuntos más importantes y urgentes que tratar por el momento.
Y un confrontamiento entre la cabaña cinco y siete no formaba parte de eso.
-¡Ese botín es nuestro! -chillo Michael, irguiéndose de puntillas para tratar de ponerse a la altura de Clarisse, que iba aún con la indumentaria de combate-. ¡Y si no te gusta, que te zurzan!
En torno a la mesa, todos hacían esfuerzos para no reír: los hermanos Stoll; Daphne, quien estaba en silla de ruedas por órdenes de Will; Katie Gardner, de Deméter. Incluso Jake Mason, nombrado precipitadamente nuevo líder de Hefesto para sustituir a Beckendorf, esbozó una leve sonrisa.
Las únicas que no prestaban atención al altercado eran Victoire y Silena. La primera había desviado su mirada hacia la ventana junto a ella, mientras que la segunda permanecía sentada junto a Clarisse, contemplando la red de ping-pong con aire ausente. Tenía los ojos rojos e hinchados, y una taza de chocolate delante que ni siquiera había tocado.
A Percy le pareció injusto que tuviera que asistir a la reunión. Y aún más que Clarisse y Michael se hubieran puesto a discutir allí mismo sobre algo tan idiota como un botín cuando ella acababa de perder a su novio.
-¡Basta! -Bramó Percy, molesto-. ¿Qué demonios están haciendo?
Clarisse lo miró enfurruñada.
-Dile a Michael que no se porte como un imbécil y un egoísta.
-Muy indicado que lo digas tú nada menos -replicó el aludido.
-¡La única razón por la que estoy aquí es para apoyar a Silena! -gritó Clarisse-. Si no, me habría quedado en mi cabaña.
-¿Se puede saber qué pasa? -preguntó Percy.
-Clarisse no piensa hablarnos hasta que su, hum... asunto se resuelva -le dijo Katie-. No nos dirige la palabra desde hace cuatro días.
-¿Qué asunto? -pregunto Percy.
Pero Clarisse se volvió hacia Quirón.
-Eres tú quien está al mando, ¿no? ¿Le corresponde o no le corresponde a mi cabaña lo que pedimos?
Quirón arrastró las pezuñas, incómodo.
-Tal como expliqué en su día, querida, Michael tiene razón -respondió-. La reclamación de la cabaña de Apolo es más convincente. Además, tenemos cosas más importantes...
-Ya, claro -le espetó Clarisse-. Siempre hay cosas más importantes que atender las reclamaciones de Ares. Se supone que hemos de presentarnos y luchar sin rechistar cuando ustedes lo digan.
-No estaría mal -murmuró Connor Stoll.
Clarisse empuñó el cuchillo.
-Quizá debería preguntarle al señor D...
-Como bien sabes -la interrumpió Quirón, ahora algo irritado-, nuestro director, Dioniso, está muy ocupado con la guerra y no se le puede molestar.
-Ya veo. ¿Y los líderes veteranos? ¿Ninguno de ustedes va a ponerse de mi lado?
Ya nadie sonreía ni se atrevía a mirarla a los ojos. Percy vislumbró a Tori moviéndose en su silla, había despegado la mirada de la mesa y finalmente se había girado a verlos.
-Conoces mi opinión al respecto, Clarisse. Pero eso no cambiará la decisión de Quirón.
Clarisse asintió con la mandíbula apretada en su dirección.
-Muy bien -dijo, volviéndose hacia Silena-. Perdona. No pretendía meterme en esta discusión cuando tú acabas de perder... En fin, me disculpo. Pero sólo ante ti y Tori, que al parecer es la única capaz de entenderme. Pero ante nadie más.
Pero Silena no pareció captar sus palabras.
Clarisse arrojó su cuchillo sobre la mesa de ping-pong.
-Y ustedes ya pueden prepararse para librar esta guerra sin Ares. Hasta que reciba una reparación, ningún miembro de mi cabaña levantará un solo dedo. Que se diviertan cayendo como moscas.
Los demás líderes se habían quedado pasmados y se limitaron a mirarla salir hecha una furia.
Michael Yew dijo al fin:
-¡Que se pudra!
-¿Bromeas? -protestó Katie Gardner-. ¡Esto es un auténtico desastre!
-Katie tiene razón -refutó Tori con molestia-. Necesitamos a la cabaña cinco para la guerra.
-No puede hablar en serio -dijo Travis-. ¿O sí?
Quirón suspiró.
-Se ha sentido herida en su orgullo. Acabará calmándose.
Pero no parecía muy convencido. Victoire bufó y rodó los ojos.
-Por favor, tu mejor que nadie la conoce -dijo mirando a Quirón-, ¿Tan difícil es cederle lo quiere por una vez? -le replicó a Michael, cosa que le sorprendió a Percy.
Victoire y los hijos de Apolo tenían una amistad muy profunda. Nunca la había visto discutir con ninguno de ellos, mucho menos desde que Lee Fletcher había muerto protegiéndola.
Michael se volteo a verla con el ceño fruncido y ofendido.
-¡Pero nosotros nos hicimos con él! ¡Es nuestro!
Victoire iba a replicarle al respecto cuando Quirón carraspeo fuertemente. Percy tenía muchas ganas de preguntar la razón por la cual Clarisse estaba tan furiosa con todos, y el motivo por el cual Tori la apoyaba en lugar de a Michael, cuando volteo a ver a Annabeth, ella le respondió con los labios un: «Te lo cuento luego».
-Bueno -prosiguió Quirón-. Si nos hacen el favor, Percy ha traído algo que deben oír, sobre todo tu, Victoire. Percy... la Gran Profecía.
Victoire se tensó por completo cuando Annabeth le tendió un pergamino a Percy. Se notaba viejo y reseco al tacto. Percy forzajeo con el cordel, lo desenrollo con cuidado y, procurando no romperlo, empezó a leer:
-«De los dioses más anfibios un mestizo...».
-Hum, Percy -lo interrumpió Annabeth-. Son «antiguos», no «anfibios».
Victoire apretó los labios, desde ahí notaba el nerviosismo del chico.
No lo culpaba, ella estaba igual.
-Ah, vale. -le dijo Percy-. «De los dioses más antiguos un mestizo... llegará a dieciséis
contra todo lo predicho...».
Titubeó un momento, examinando los versos siguientes. Le había entrado una sensación de frío en los dedos, como si el pergamino estuviera helado.
«Y en un sueño sin fin el mundo verá... El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar».
Victoire se quedó helada en su asiento. «El alma del héroe..» igual que en su profecía.
Percy le lanzó una mirada de soslayo. Al parecer había pensando lo mismo que ella y de un momento a otro Contracorriente le pesaba más en el bolsillo.
Quirón le había dicho una vez que Contracorriente había causado dolor a muchas personas. ¿Sería posible que él fuera a morir por el filo de su propia espada a manos de Victoire?
-Percy -le apremió Quirón-. Lee el resto.
Percy sintió la boca llena de arena, pero leyó en voz alta los dos últimos versos:
-«Una sola decisión... con sus días acabará. El Olimpo perseverará...».
-«Preservará» -corrigió en voz baja Annabeth-. Quiere decir «salvará».
-Ya sé lo que quiere decir -refunfuñó él-. «El Olimpo preservará o asolará».
La habitación quedó en silencio. Connor Stoll comentó al fin:
-«Asolará» no está tan mal. Es «aislar», ¿no?
-De eso nada -repuso Silena hablando por primera vez desde que se habían reunido ahí, aunque con tono inexpresivo-. Significa «destruirá».
-«Arrasará» -añadió Annabeth-. «Aniquilará». «Reducirá a escombros».
-Sí, vale -cortó Percy, sintiendo un peso en el corazón-. Mensaje recibido.
Todo el mundo lo miraba: con inquietud o compasión, o tal vez con un poco de miedo.
Victoire, por otro lado, había bajado la mirada y apretaba fuertemente los puños.
Ahora entendía mejor su propia profecía: Ella era la destinada a acabar, con una hoja maldita en manos, con el alma de Percy.
Un nudo se instaló en su garganta.
-Ahora entenderás, Percy -dijo Quirón-, porque consideramos conveniente no contarte la profecía entera. Bastante peso tenías ya sobre tus hombros...
-¿Sin saber que, de todos modos, iba a morir al final? -repusó él. Victoire levantó rápidamente la mirada y lo miro ceñuda-. Vale, ya lo entiendo.
Quirón lo miró con tristeza.
-Tu no vas a morir.
Todos y cada uno de los presentes voltearon a verla, pero Victoire permanecía con la mirada fija en él.
Percy perdió el aliento un par de segundos. Si bien Victoire no se preocupaba por su apareciencia, a los ojos de él ella siempre lucia bien. Incluso ahora, que tenía los ojos hinchados y rojos, y lo miraba con determinación y ferocidad.
-¿Me oíste bien, Perseus? Tu no vas a morir -repitió ella en voz alta.
Una corriente eléctrica recorrió a Percy de pies a cabeza al oírla decir su nombre original.
-Victoire tiene razón -concordó Annabeth-, ya sabes que las palabras de una profecía siempre tienen doble sentido. Quizá no signifique literalmente que vayas a morir.
-Sí, ya -dijo él, para nada seguro-. «Una sola decisión con sus días acabará». Eso tiene una infinidad de significados, ¿no?
-Quizá podamos impedirlo -aventuró Jake Mason-. «El alma del héroe, una hoja maldita habrá de segar». Tal vez podríamos encontrar esa hoja maldita y destruirla. Suena como sí fuera la guadaña de Cronos, ¿no creen?
El simple pensamiento de que la hoja maldita fuera la guadaña de Cronos no la hacía sentir mejor. Victoire golpeo su puño contra la mesa, sobresaltando a todos.
- No solo se trata de una hoja maldita, sino de quién debe alzarla en su contra -espeto ella señalando a Percy. Trago fuertemente antes de revelar lo siguiente-. Mi profecía lo dice claramente, «Una gran guerrera que el Olimpo podrá salvar, más el alma del héroe deberá sacrificar... »
Los demás la miraron de hito a hito.
La mayoría en el campamento, por no decir casi todos, estaban conscientes de que Tori era la guardiana del elegido, y que tenía una conexión con él. Más ninguno había escuchado realmente algún verso de su profecía, hasta ahora.
-Eso quiere decir que... ¿Tu eres quien debe sacrificarlo? -preguntó Katie consternada.
Victoire y Percy se miraron, pero fue ella quien negó con el sembrante frío.
-No, no lo haré. Juré por el río Estigia ante mi madre que no lastimaría ni mataría a Percy a pesar de la decisión que tome.
-Pero entonces... eso quiere decir que el Olimpo será destruido -señaló Michael.
Todos entorno a la mesa se quedaron helados.
-No -espetó Percy doblando el pergamino para luego meterlo en su bolsillo-. Si debo morir para salvarlos, moriré. Ya sea en manos tuyas o no -dijo mirando a Tori-. No voy a preocuparme por eso ahora, ¿vale?
Pero Victoire frunció aún más el ceño, molesta.
-Estas loco si crees que haré eso. ¡No voy a permitir que mueras! ¡Juré que no lo haría, y si eso me lleva a pelear contra los mismísimos dioses para impedirlo, lo haré! ¡Así deba morir yo en tu lugar!
Percy se giró hacia ella ceñudo.
-¡¿Te estás oyendo?! ¡No puedo dejar que sacrifiques tu vida por la mía, Victoire! Si es mi deber morir, entonces... -espetó Percy, molesto.
-¡Tu no morirás! -dijo ella levantándose de un salto.
-¡Tampoco tu! -repusó él repitiendo su acción-. ¡Juro aquí mismo por el río Estigia que no permitiré que mueras por mi!
Victoire empalidecio cuando el cielo tronó en respuesta al juramento que acababa de hacer Percy. Victoire volteo a verlo consternada, más por dentro su corazón estaba acelerado ante la mirada potente de Percy sobre ella.
-¿Qué acabas de hacer? -musitó ella con los ojos cristalizados.
-Lo que es correcto - dijo él.
Quirón carraspeó, incómodo al igual que todos.
-Creo que las cosas se están saliendo de control, lo mejor será que se tomen un tiempo para meditar esto y...
-No -repusieron al unísono. Ambos voltearon a verse, pero esta vez cierta incomodez. Percy carraspeó y volvió hablar-. Yo no necesito tiempo.
-Ni yo -respondió Victoire apartando la mirada y volviendo a sentarse en su lugar.
-En ese caso, prosigamos -dijo Percy desviando su mirada de ella y sentándose en su asiento-. Tenemos otros problemas. Hay un espía.
Michael Yew frunció el entrecejo.
-¿Un espía?
Entonces Percy les contó que Cronos sabía que iban a presentarse en el princesa Andrómeda y, que incluso, le había enseñado un colgante con una guadaña de plata que usaba para comunicarse
con su informador.
Al oir eso, Silena se echó de nuevo a llorar; Victoire se levantó de un salto y se sentó en el lugar vacío junto a ella para rodearla con un brazo.
-Bueno -dijo Connor Stoll, incómodo-, llevamos años sospechando que podría haber un espía, ¿no? Alguien que ha estado pasándole información a Luke. Como la localización del Vellocino de Oro hace un par de años.
-O la misión de la semana pasada -agregó Tori aún abrazando a Silena-. El enemigo sabía que íbamos por ellos.
Percy quiso preguntar al respecto, pero Connor volvió hablar.
-Eso. Sin duda alguna tiene que ser alguien que conoce bien a Luke -Tal vez sin darse cuenta, le echo un vistazo a Victoire y a Annabeth de soslayo. Ambas habían conocido a Luke mejor que nadie, sobretodo la primera, desde luego, pero Connor desvió la mirada-. Bueno, en fin, podría ser cualquiera.
-Sí -Katie Gardner les lanzó una hosca mirada a los Stoll. No los soportaba desde que habían decorado el tejado de hierba de la cabaña de Deméter con conejitos de Pascua de chocolate-. Como, por ejemplo, alguno de los hermanos de Luke.
Travis y Connor en automático se enzarzaron en una discusión con ella.
-¡Paren ya! -Silena dio un puñetazo tan fuerte en la mesa que volcó su taza de chocolate-. ¡Charlie ha muerto y sin embargo ustedes no dejan de discutir como crios!
Bajó la cabeza y se echó otra vez a llorar.
Todo el mundo parecía avergonzado mientras corría un reguero de chocolate caliente por la mesa de ping-pong.
-Tiene razón -comentó Daphne por fin, no había hablado durante todo ese tiempo-. Acusarnos unos a otros no servirá de nada. Hemos de mantener los ojos bien abiertos por si vemos un collar con una guadaña como amuleto. Si Cronos tiene uno, seguramente el espía también.
Michael Yew soltó un gruñido.
-Tenemos que encontrar a ese espía antes de planear la próxima operación. Que hayamos volado el Princesa Andrómeda no va a detener a Cronos eternamente.
-Por supuesto que no -dijo Quirón-. De hecho, su siguiente asalto ya está en marcha.
Percy arrugó el ceño.
-¿Hablas de esa «amenaza mayor» que mencionó Poseidón?
Esta vez él, Victoire y Annabeth se miraron un instante, como diciéndose: «Ahora sí», cosa que irritó a Percy. Como le disgustaba que le ocultaran información.
-Percy -prosiguió Quirón-, no queríamos contártelo hasta que regresaras. Necesitabas un descanso con... tus amigos mortales.
Percy miró de reojo a Tori y vio como está apretaba la mandíbula y evitaba voltear a verlo. De pronto su mirada se encontró con la de Daphne, quien lo miraba con una ceja alzada: el recuerdo de lo ocurrido cuando ella y Beckendorf aparecieron por él en aquel acantilado en compañía de Rachel regresó a su mente, al igual que las palabras que habían intercambiado ambos cuando dejaron a la chica en aquel lugar.
-No le digas a Victoire de esto -le había pedido él a Daphne.
-Tranquilo, yo no se lo diré... a no ser que tú no lo hagas primero.
Inevitable Percy se sonrojó ante el recuerdo del beso que Rachel le había dado precipitadamente, y pronto se sintió culpable por eso. Sin embargo, aquel no era el lugar ni el momento para hablar de eso, por lo que se giró hacia Quirón.
-Cuéntame lo que ha pasado -le pidió.
Quirón tomó una copa de bronce de la mesita auxiliar y vertió agua en la plancha caliente donde solían fundir el queso de los nachos. De inmediato se elevó una columna de humo, formando un arco iris a la luz de los fluorescentes. Quirón sacó un dracma de oro, lo lanzó a través de la niebla y musitó:
-Oh, Iris, muéstranos la amenaza.
La niebla tembló. Vieron la imagen humeante de un volcán conocido: el monte Saint Helens. Victoire se removió ante los recuerdos de ese lugar.
Mientras lo contemplaban, la ladera de la montaña estalló violentamente, arrojando fuego, lava y cenizas. La voz de un locutor comentaba: «... incluso mayor que la erupción del año pasado, y los geólogos advierten que podría no haber concluido aún».
Percy conocía con todo detalle la erupción del año pasado. La había provocado él mismo. Pero esa explosión era muchísimo peor.
La montaña se hizo pedazos y se desmoronó hacia el interior de la tierra, y entre el humo y la lava se alzó una silueta colosal, como si emergiera de la boca de una alcantarilla. Percy confiaba en que la Niebla impidiese que los humanos vislumbraran aquello con claridad, porque lo que él veía ante sus ojos habría
desatado el pánico y provocado revueltas en todo el país.
Aquel gigante era más grande que cualquier otro con el que él se hubiera tropezado. Incluso sus ojos de semidiós no lograban distinguir su forma con exactitud entre las llamas y la ceniza, pero parecía algo humanoide y era tan descomunal, tan brutalmente inmenso, que podría haber usado un rascacielos del tamaño del edificio Chrysler como bate de béisbol. La montaña se estremeció con un retumbo horrible, parecido a un terremoto, como si el monstruo se estuviera riendo.
-Es él -dijo Percy-. Tifón.
Quirón asintió en su dirección.
-El monstruo más horrible de todos -explicó-, la mayor amenaza que los dioses han afrontado jamás. Ha sido liberado finalmente de debajo de la montaña. Pero esa escena fue grabada dos días atrás. Aquí tienes lo que está ocurriendo ahora.
Quirón hizo un ademán y la imagen cambió.
Una masa de nubes tormentosas que se cernían sobre las llanuras del Medio Oeste. Los relámpagos rasgaban el cielo y una serie de tornados lo arrasaban todo a su paso, arrancando casas de cuajo y estrujando coches y camiones como si fuesen de juguete.
«Inundaciones colosales -decía un locutor-. Cinco estados han sido declarados zona catastrófica mientras el monstruoso temporal se desplaza hacia el este, sembrando la destrucción».
Las cámaras enfocaron un frente tormentoso que se acercaba a una ciudad. Percy no sabía cuál era. En el interior de aquella masa rugiente vislumbraba al gigante, aunque sólo percibía atisbos fugaces de su verdadera forma: la silueta borrosa de un brazo, una mano de afiladas garras tan grande como un bloque de casas... Su furioso bramido se propagaba por la llanura como un estallido nuclear.
Otras formas más pequeñas surcaban las nubes y volaban en círculos alrededor del monstruo. Vió destellos de luz y comprendió que el gigante trataba de aplastarlas. Entornó los ojos y le pareció distinguir un carro de oro que se zambullía en la negrura. Luego una especie de pájaro enorme, un buho monstruoso, se lanzó directamente contra el gigante. Unas alas doradas abriéndose paso entre los borrones de oscuridad.
-¿Ésos... son los dioses? -preguntó él.
-Sí, Percy -dijo Quirón-. Llevan días combatiendo con él y tratando de frenarlo. Pero Tifón continúa avanzando... hacia Nueva York. Hacia el Olimpo.
Percy hizo una pausa para asimilar aquellas noticias. Victoire lo escrutó con la mirada; Percy estaba pálido y miraba atónito el confrontamiento que sus padres tenían con tifón.
-¿Cuánto le falta para llegar? - preguntó Percy.
-¿A menos que los dioses consigan detenerlo? Quizá cinco días. La mayoría de los olímpicos están ahí luchando... salvo tu padre, que ha de librar su propia guerra.
-¿Quién vigila entonces el Olimpo?
Connor Stoll negó con la cabeza.
-Si Tifón llega a Nueva York, eso ya no importará.
Entonces Percy recordó las palabras de Cronos en el barco: «Me habría encantado ver tu expresión de horror cuando entendieras cómo voy a destruir el Olimpo».
Meditó sus palabras y prontó se dio cuenta de algo.
-¡Es una trampa! -dijo-. Hay que avisar a los dioses. Va a ocurrir otra cosa.
Quirón lo miró con gravedad.
-¿Peor que Tifón? Espero que no.
-Tenemos que defender el Olimpo -insistió Percy-. Cronos tiene planeado un ataque distinto.
-Lo tenía -le recordó Travis Stoll-. Pero ustedes hundieron su barco.
Todos los miraron a él y a Daphne. Querían oír algo positivo por parte del primero. Querían creer que al
menos él les había traído un rayo de esperanza.
Percy le echó una mirada a Tori y sintió que la conexión que tenían hacia efecto. No sabía cómo, pero estaba seguro que ella pensaba lo mismo que el.
¿Y si el Princesa Andrómeda era sólo una estratagema? ¿Y si Cronos les había dejado volar el barco para que bajáran la guardia?
Sin embargo, eso no pensaba decirlo delante de Silena. Su novio se había sacrificado por el éxito de aquella misión.
-Quizá tengas razón -dijo Percy, aunque no lo creía.
-Bueno -dijo Quirón-. Creo que ya hemos tenido bastante por esta noche.
Hizo un gesto con la mano y el humo se disipó.
-Una manera muy suave de decirlo -musito Percy.
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Una vez que el consejo se aplasara para el día siguiente, Victoire acompañó a Silena hasta su cabaña donde la dejo al cuidado de sus hermanas y hermanos.
-Si ven que se pone mal, avísenme -le pidio a Drew, pero está rodó los ojos con un resoplido.
-Somos perfectamente capaces de cuidar a nuestra hermana, Laurent -espetó ella.
Victoire se mordió la lengua para no responderle de forma grosera y mordaz, más si le lanzó una mirada llena de severidad.
-Tu no le prometiste a Beckendorf cuidar de ella, yo sí. Así que me avisarán cualquier cosa ¿Entendido?
Drew apretó la mandíbula, pero asintió. Cerró la puerta de un golpe.
-Silena es un amor de persona, ¿Cómo es que su hermana es así de... Irritante?
La voz de Percy a sus espaldas le mando una corriente eléctrica a Tori. Está tragó saliva y reunió todo el valor que necesitaba para girarse a verlo.
La mirada que Percy le había dado en el consejo, cuando lanzó aquel juramento al aire, regresó a su memoria como una cachetada. Eran pocas las veces donde Percy se molestaba con ella, la mayoría de las veces eran por sus comentarios mordaces hacia Rachel, o sus insinuaciones a que Luke podría cambiar.
Pero, en esta ocasión, cuando Percy juró por el río Estigia que no permitiría que ella muriera por él, la miró con algo más profundo que molestia.
La miró una profunda determinación a mantenerla con vida.
La miró con la certeza de que él no permitiría que nadie le tocará un solo cabello.
La miró con tanta convicción, que ahora Victoire no sabía quién de los dos podría mantener su juramento en pie.
Ambos prometieron salvar al otro, y solo uno de ellos podría cumplirlo.
La cuestión era, ¿quién sobreviviría y quién moriría?
Victoire no quería ni siquiera pensar en eso ahora.
-No todas las hijas de Afroditas son un pan de dios. ¿Sabías que tienen como tradición, que cada vez que hay un integrante nuevo en su cabaña, esté tiene que romperle el corazón a alguien? No se considera digna o digno hijo si no lo hacen.
Percy abrió los ojos, sorprendido.
-¿Silena también...?
Victoire negó rápidamente mientras bajaba los escalones de la cabaña diez.
-Ella se rehusó a hacerlo. Fue la primera en marcar una diferencia en su cabaña.
Percy asintió. Sin duda la líder de la cabaña diez era peculiar.
Ambos comenzaron a caminar hasta sus respectivas cabañas envueltos en un incómodo silencio.
Y tras varios minutos así, Tori finalmente habló:
-Lo que hiciste en el consejo... Jurar eso... No debiste hacerlo, Percy.
Ahora él frunció el ceño, desconcertado.
-¿Y por qué no?
Victoire miro el camino a sus pies y tragó saliva.
-Es mi deber cuidarte. ¿Cómo esperas que lo haga si tú juras lo mismo?
-Podemos cuidarnos mutuamente -respondió él encogiendose de hombros. Victoire lo miró directo a los ojos y su corazón se aceleró como loco cuando vio que él le sonreía-. Podemos cuidarnos las espaldas como lo hemos estado haciendo desde que nos conocimos, bueno... Sin contar el primer encuentro, ahí peleamos por la bandera.
Victoire río y sonrió con nostalgia. Se sentía como si hubieran pasado siglos desde aquel momento, pero en realidad solo habían pasado un par de años.
-Realmente te molestó que alguien ayudará a las cazadoras -dijo ella.
Percy asintió con una pequeña risa en labios .
-Recuerdo haber pensando que eras una traidora -ambos rieron-. Resultó ser todo lo contrario, creo que, de todos los campistas aquí, eres la más leal al campamento.
Victoire desvío la mirada, ligeramente ruborizada.
-Por algo soy hija de mi madre.
Percy estuvo totalmente de acuerdo con ella.
-Ella está ayudando a los dioses, ¿No es cierto? -preguntó él recordando haber vislumbrado unas alas doradas cuando Quirón le mostró a tifón.
Victoire apretó los labios y asintió.
-Ella siempre ayudará a Zeus y a los demás Dioses sin importar el costo.
Eso le sonó mucho a Percy. Victoire era igual a su madre en ese sentido.
-¿Y eso te preocupa, no es cierto?
Victoire ladeó la cabeza.
-Me preocupa más el hecho de que estemos cayendo en una trampa. Tu mismo lo dijiste, Cronos se lamentaba que no pudieras ver lo que tenía planeado para destruir al Olimpo. Se equivocó con eso, sigues vivo. Pero ese tipo de amenaza no se lanza si no tienes algo grande preparado. Y si te soy honesta... No creo que estuviera hablando de tifón.
-Yo tampoco lo creo -concordó Percy-. Pero tampoco se me hacía justo decirlo en voz alta cuando Beckendorf se sacrificó por el plan.
Victoire estuvo de acuerdo con él.
-Silena no lo hubiera aguantado. Esta destrozada Percy. Beck era... -su voz tembló-. Cuando me comentó que él le había pedido ser su novia, Silena chillaba de alegría. Llevaba enamorada de él más de un año, y no se animaba a dar un paso por miedo a que sus sentimientos no fueran recíprocos.
-Pero si era muy claro que a Beckendorf le gustaba ella -señaló Percy.
Una sonrisa titubeó en labios de Tori.
-Pero nosotras, las chicas, a veces dudamos sobre lo que ustedes sienten. Muchas veces somos muy directas con nuestras sentimientos, les decimos cosas o hacemos cosas por ustedes que no haríamos por nadie más, y aún así ustedes no captan el mensaje, nos hacen dudar.
Para ese punto de la conversación el corazón de Victoire estaba a punto de estallar. Ya no solo estaba hablando de Beck y Silena.
Sino de ellos mismos.
Espero impaciente a que Percy captará el mensaje, pero el azabache solo se sobó la nuca confundido y asintió en su dirección.
-Pero ustedes tampoco lo hacen tan fácil que digamos. Son muy volátiles cuando se trata de los sentimientos.
Victoire apretó los labios y bajo la mirada.
Le había dicho a Daphne y Annabeth que la próxima vez que viera a Percy le diría la verdad.
Pero si era honesta consigo misma, no estaba de ánimos para hacerlo. Su comentario de cierta forma la había ofendido. Sin contar que su corazón estaba de luto por la perdida de un ser querido.
-Puede que tengas razón. Buenas noches Percy.
Y sin esperar alguna respuesta de su parte, Victoire aceleró el paso y entró en su cabaña.
Donde una vez sola se permitió derrumbarse y llorar por todo lo que sentía.
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𝐁𝐚𝐫𝐛𝐬 © | 𝟐𝟎𝟐𝟐 ✔️
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